Spacey: No te pases chavalín, como diría Hermione "Tienes que hacer los deberes tú, si te los hago yo nunca aprenderás". J Y si, es un tío listo, aunque mira tú por donde, las veces que nos peleamos es por política...

Wilbur: Lo siento... Sé que soy malvada. Pero créeme, podría serlo mucho más... Yo estoy siguiendo un fanfic en inglés de una chica islandesa (Damien, de Sarah Black), y si quieres saber lo que es sufrir, te aconsejo que le eches un vistazo... Respecto al tema del yaoi, sé que básicamente las relaciones son chico-chico, pero en general son relaciones homosexuales. De ahí mi mención a Utena, la vi una temporada (hasta que dejaron de emitirla, Utena o la otra chica iban en un tren y ahí se quedó...) y aunque francamente no me enteraba demasiado de que iba el rollo, me parecía que las únicas que hacían buena pareja eran Utena y la otra chica. Y respecto a lo de que no cuesta tanto liar personajes... depende, a mi me encanta dejarlos cocer a fuego lento (algo así como Expediente X, aunque no sé a dónde va a ir a parar esta serie...).

Hermione es una genia: Ah, es tentador lo que me propones... pero digamos que ya tengo planeada la historia (el final prácticamente está escrito – tomando ejemplo de nuestra bienamada JKR - ¡Dios salve a JK Rowling!) y tendrás que esperar un poco... Aunque confío en que la espera merezca la pena.

Hermione12: Je, je. Tranquilízate: Hermione no está enamorada de nadie de Magia Muggle. De todas maneras, tiene derecho a disfrutar del paisaje ¿no te parece?. Y ninguno de los miembros del grupo es precisamente multimillonario que digamos...

Jade: Muchas gracias. Respecto a Severus... pues... no puedo explicarte mucho más de lo que va pasando... Está empezando a enamorarse de ella, pero no puede permitirse demostrarlo... Y por ahora tampoco osaría hacerlo, porque, ¿quién ha dicho que ella está enamorada de él?. ¡Mwahahaha! Mi maldad no tiene límites...

Ucchan: ¡Jorl! ¡Gracias! He de comunicarte que tienes toda la razón del mundo, respecto a las dos cosas: era la señora Pomfrey, y no la profesora Sprout (se me quedó lo de las orejeras, y me lié con lo de la clase de Herbología del segundo libro) trataré de corregirlo... Si me acuerdo de volver a cargar el cuarto capítulo. Respecto a lo de no liarlos ya... tranqui, aún han de pasar algunas cosas, y va a requerir su tiempo (a fuego lento). Te juro que hoy no se besan.

(¡No! ¡No! ¡Esperad, no os vayáis, continuad leyendo!)

Cali-chan: Verás a Ginny bailando con Malfoy, pero yo no me veo con fuerzas para enrollarlos... Malfoy me cae fatal y no quiero fastidiar en exceso a la pobre Ginny... ¡Piedad! Yo no quiero liar a nadie más que a Severus y Serena en esta historia...

Asosa76: No creo que Severus haya sido feliz en toda su vida... Pero tal vez más adelante tenga una oportunidad. Adoro a los personajes cómo él, los que se equivocaron y tuvieron el valor de corregir sus pasos en el peor momento...

El porqué de casi todas las cosas

Los dos profesores se sentaron en las sillas de delante de la mesa del director, y Snape empezó a explicarle a Serena los motivos de su comportamiento durante aquel día, eso sí, evitando cualquier alusión a sus sentimientos hacia ella. El que un seguidor de Voldemort bailara con una bruja que vivía como un muggle carecía de toda lógica, independientemente de que el mortífago en cuestión estuviera empezando a enamorarse de ella o no.

Cuando Snape hubo acabado de explicarse, Serena se sonrojó, y se levantó. Snape siguió su ejemplo.

- Perdóneme – dijo, avergonzada – Mire que a veces soy tonta... Tenía que haberme dado cuenta antes. Vamos, si hasta Ian creía que usted estaba enamorado de mí. Hay que ver lo que se les ocurre a algunos... ¡estaba convencido de que me había dado un filtro amoroso! - se echó a reír.

Snape esbozó una breve sonrisa forzada. Ella dejó de reír, y su rostro adquirió un aspecto grave.

- Lo siento, profesor. Le admiro muchísimo por lo que está haciendo. Pocos hombres se atreverían a jugarse el pellejo en una posición tan delicada como la suya... es usted muy valiente. Lamento de veras que lo de anoche le obligara a actuar así. Y le agradezco que me lo haya explicado. – le tendió la mano – Gracias por confiar en mí.

Fue extraño. Se dieron la mano en silencio. De algún modo, el firme apretón y la mirada segura de la joven, hicieron que él empezara a darse cuenta de que tal vez no fuera tan débil e indefensa como siempre había creído.

- Bueno, me alegro de ver que por fin se ha firmado la paz.

Dumbledore había entrado de nuevo en el despacho, y los miraba complacido. Ella se volvió sonriente al director.

- Profesor Dumbledore... Había pensado que podría explicarle todo lo referente a Spellbreaker. Me parece lo más justo.

- Por supuesto, Serena. – el director se dirigió a Snape – Sé que te ha preocupado bastante el no saber lo que estaba ocurriendo. Lo lamento. Temía que Voldemort usara Veritaserum contigo. Ahora ya es tarde, alguien de fuera se lo explicó todo y tiene en sus manos un arma muy poderosa. Si consigue lo que se propone, nos esperan días muy duros...

Albus Dumbledore se sentó en su sillón, y suspiró.

- Respecto a vosotros, al trato que debéis mantener de cara a la galería, es necesario que os comportéis educadamente el uno con el otro, pero que parezca que os cuesta. Yo mismo extenderé el rumor de que os amenacé con despediros si volvía a repetirse algo parecido a lo de hoy. Serena, si quieres mostrarle todo lo que has averiguado de momento, utiliza polvos flu para ir a tu despacho. Será un poco difícil de creer que os detestáis si os ven en plena noche caminando juntos por los pasillos...

- Sí, señor.

*                     *                      *

Cuando el profesor Snape y la profesora Greenwood entraron en el Comedor para desayunar, un profundo silencio invadió la sala. A medida que se dirigían a la mesa de los profesores, los alumnos que iban quedando tras ellos empezaron a cuchichear entre sí. Serena arqueó las cejas sorprendida. Allí los rumores viajaban más rápido que la luz...

Poco a poco la sala fue recuperando el barullo habitual durante el desayuno, aunque a veces disminuía el volumen, sobre todo cuando el profesor Snape, estiradísimo, le ofreció la azucarera a Serena.

- Gracias – respondió ella, con una sonrisa forzadísima – Tres terrones.

Cuando de nuevo perdieron la atención del alumnado, Serena se volvió hacia Snape, y mientras cogía el plato con la mantequilla, susurró:

- And the Oscar goes to...

Harry y Ron acababan de enterarse de lo que supuestamente había ocurrido en el despacho de Dumbledore la noche anterior, y miraron a Snape con resentimiento.

- Ese imbécil sería capaz de perder el trabajo con tal de salirse con la suya... – murmuraba Ron.

En ese mismo instante, una lechuza gris dejó caer un sobre encima de la tostada de Harry. Él abrió la carta, feliz. Hacía muchísimo tiempo que no tenía noticias de Sirius.

La nota era muy corta, sólo había escrita una dirección de Hogsmeade, y la huella de un perro como firma. Se volvió hacia Ron y Hermione.

- Está en Hogsmeade... ¿Cuándo es la próxima visita?

- Ep fía epes de jaloin – respondió Ron, con una tostada en la boca. Harry le miró sin comprender.

- ¿Perdón?

- El día después de Halloween – dijo Hermione, mientras abría el sobre que acababa de recibir. Sacó la carta, y un recorte de periódico cayó sobre la mesa. Harry lo recogió.

- Se te ha caído... – se detuvo al ver el titular: "Robo en el London Museum" . Miró la foto que acompañaba al artículo.

- Ya sé a dónde fue Serena el martes – dijo, mostrándoles la foto, en la que se apreciaba perfectamente a la profesora de Estudios Muggles hablando con un detective de Scotland Yard, de acuerdo con el pie de foto.

Hermione le quitó el artículo de las manos y lo leyó.

- Vaya... Así que han robado los guantaletes de plata...

- Lo que no entiendo es por qué Serena estaba tan preocupada – repuso Ron, que ya se hubo terminado su tostada. – Y porqué Dumbledore y ella salieron del comedor para hablar de ello.

- Yo sí lo entiendo. – afirmó Hermione – Este verano fui al museo con mis padres, y estaban expuestos. Había unas runas grabadas en ellos, que según se afirmaba no habían podido ser descifradas. Me llamó la atención porque las habíamos estudiado en Runas Mágicas, así que me dediqué a ello. – se detuvo ante la mirada sorprendida de Ron – No tenía nada que hacer, ya había terminado los deberes del verano... – Ron miró a Harry, poniendo los ojos en blanco – Me costó un poco, algunas estaban casi borradas. Pero tienen una historia muy interesante. No recuerdo exactamente de qué se trataba, lo tengo en mi habitación. Os lo enseñaré esta tarde.

*                      *                      *

- Aquí está – dijo Hermione, dejando caer un montón de pergaminos y papeles encima de una de las mesas de la sala común.

- ¿Exactamente – inquirió Ron – cuándo terminaste de hacer los deberes, Hermione?

- A finales de julio, ¿por qué? – respondió ella mientras iba buscando entre la montaña de papeles.

- No, por nada, por nada – Ron se giró a Harry apretándose un dedo contra la sien. Harry se tapó la sonrisa con la mano.

- ¡Aquí está! – exclamó Hermione, radiante, enseñándoles unos folios grapados – Se trata de una leyenda muggle, y fue dificilísima de encontrar. Pero resultó estar en Internet... Escuchad.

" Los guantaletes de plata que se encontraron en la excavación realizada en Escocia por la Profesora Paula Ribas, de la Universidad de Cambridge, podrían estar relacionados con una leyenda transmitida oralmente por los miembros de un clan escocés. Si es cierto lo que cuentan – algo dudoso teniendo en cuenta el estado etílico en el que se encontraba el último superviviente de dicho clan que me lo contó a mí – la historia es como sigue:"

"Hará unos mil años, un mago se estableció en la zona donde se encontraron los guantaletes. Se le conocía como Sierpe entre los lugareños, y se decía que podía hablar con las serpientes. Utilizando poderosa magia negra, dicho mago creó una criatura capaz de absorber la magia y dotada de una fuerza portentosa. La criatura en cuestión, descrita como 'un caballero de diez cabezas de alto y ancho como dos barriles, de armadura negra, que blandía una espada cuya hoja era roja como la sangre' al principio no dio problemas en la aldea, pues al parecer el mago que la había creado la utilizaba para atacar a otros magos con los que presumiblemente estaría enfrentado. Los guantaletes de plata servirían para dominar a la criatura, y las runas que se encontraron inscritas en su superficie serían los conjuros a utilizar para controlarla."

"Cuando no la utilizaba, la criatura se encontraría recluida en una especie de jaula mágica. Al parecer, una noche de luna nueva, la jaula se deshizo y la criatura escapó. Podría ser debido a una conjunción de hechos astronómicos, puesto que en los anales de la época se menciona que 'apareció una estrella tan brillante que podía verse a pleno día, que lució durante cuatro meses y desapareció sin dejar rastro'. El caso es que el mago estaba durmiendo y no tuvo tiempo de ponerse los guantaletes, y la criatura absorbió toda su magia y luego, al más puro estilo Frankenstein, lo mató."

"Los habitantes de la aldea se encontraron con que el ser, aunque sólo aparecía de noche, era tremendamente peligroso. Rápidamente sembró el caos y la destrucción en el lugar, de tal modo que muchos abandonaron el pueblo. Aquellos que trataron de matarlo fallecieron en el intento, hasta que el señor de el lugar tomó cartas en el asunto. Envió a un grupo de caballeros a hablar con un poderoso rey de una tierra del norte del continente – muy al norte, seguramente en los países escandinavos. Se decía que era un hombre de gran sabiduría y probablemente un mago. El caso es que la expedición llegó a su destino, con algunos jóvenes aldeanos como pajes."

"Se trataba de un reino próspero, en el cual regían la paz y la justicia – algo increíble en nuestros días, cuanto más en aquel entonces – y a pesar de que los inviernos eran durísimos y las cosechas podían perderse fácilmente, los habitantes del lugar eran generosos y hospitalarios con los forasteros. Pidieron una entrevista con el rey y se les concedió casi de inmediato. El rey escuchó con atención el relato pormenorizado de lo sucedido y afirmó que sí, que tenía un arma que podía destruir a ese ser, pero que al tratarse de un arma tremendamente poderosa sólo podría dársela a aquel que superara una pequeña prueba. Y dicho esto, se convirtió en un inmenso dragón blanco, y rugió."

"Los caballeros salieron corriendo y se afirma que no se detuvieron hasta que estuvieron a unas tres millas del castillo. Casi todos los aldeanos, que ya estaban bastante curados de espantos gracias a la criatura, desenvainaron sus espadas y se dispusieron a matarlo. Pero un paje se mantuvo en pie frente al dragón, con los brazos cruzados sobre el pecho, mirada tranquila y la espada en su vaina."

"El dragón volvió a convertirse en hombre y se dirigió al paje que seguía esperando imperturbable. Le preguntó por qué no había huido ni le había atacado, ni mostraba ningún signo de temor. El paje le respondió que fuera hombre o dragón, jamás había visto reino tan bien dirigido, con bondad y justicia, de modo que no creía que tuviera nada que temer. El rey sonrió y le comunicó que había superado la prueba."

"Le entregó una espada con la que al parecer podría destruir a la bestia, forjada con el metal que se encontró en el interior de una roca que fue hallada sobre la nieve (¿un meteorito, tal vez?).  El anciano me la describió de la siguiente forma: 'tenía la empuñadura de plata, con figuras de dragones, y su hoja era de un metal blanco traslúcido, parecía cristal y metal a la vez...'. La exactitud con que la describió me hizo pensar que el anciano tal vez la hubiera visto, y resultó que así era." 

"Sin embargo, eludió darme más detalles: ' Su dueña no es más que una niña, corre sangre muggle por sus venas – si no la espada no la hubiera elegido a ella – pero también corre sangre mágica. Los magos siguen entre nosotros, amigo mío, y el heredero de Sierpe mató a su padre, que osó enfrentarse a él.'. Le pregunté por el significado de la palabra muggle, tratando de no reírme por haber hecho un viaje largo e incómodo para oír un cuento de hadas de un viejo borracho. El hombre pareció molestarse, me miró fijamente a los ojos y me espetó: 'un muggle es usted, y yo soy un squib'. Dicho lo cual, dejó caer su cabeza sobre el plato de estofado y se puso a dormir la mona entre las patatas. No envidio el dolor de cabeza que tendría al día siguiente."

"Intenté ponerme en contacto con la Profesora Ribas, pero resultó que había sido una de las trece víctimas de la terrible explosión de gas en el centro de Londres. Pero algunos de los datos que me dio el viejo escocés me hicieron sospechar de la posibilidad de alguna relación con inteligencia extraterrestre, y una conspiración para ocultarla, cosa que explicaría la muerte de la Profesora Ribas y la desaparición de su hija (me afirmaron que se encontraba en el Colegio Hogwarts, que no existe), el que nadie pareciera recordar al escocés con el que hablé, y que haga un mes que un gato me persigue a todas partes. Puede que incluso tenga algo que ver con el tipo con capa que está esperando debajo de la ventana de mi ..."

- Aquí termina – explicó Hermione. – Por lo visto consiguió enviar la información antes de que los tipos con capa (probablemente magos del ministerio) le lanzaran el Obliviate.

 - Qué raros son los muggles, ¿no, Harry?.- comentó Ron -  Prefieren creer en gente de otros planetas antes que en criaturas mágicas. ¿Cómo se llama ese colgado, Hermione?

- 'F. Mulder, Departamento de Psicología Criminal, Universidad de Oxford 1985'

*                      *                      *

Severus Snape estaba en la sala de profesores, pensando acerca de todo lo que Serena le había mostrado la noche anterior. Aunque quedaban algunos interrogantes en la investigación de la joven, debido a sus escasos conocimientos de Artes Oscuras.

La criatura, según la leyenda, no fue destruida, sino devuelta a su jaula. El problema era que ya había podido escapar una vez. Y la aparición de los guantaletes y de la espada hacían sospechar que de algún modo, la historia se iba a repetir. Lo que no conseguía comprender era cómo se podía retener a un ser tan poderoso, sin utilizar una fuente de energía inmensa. Miró por la ventana.

Hacía un mal tiempo horroroso. El cielo estaba negro, y una fuerte tormenta se cernía sobre Hogwarts. Vio caer un rayo a lo lejos. Una estrella que brillaba tanto que podía verse en pleno día... Entonces se oyó el trueno. Y comprendió. Se dirigió a su despacho y cogió su capa de tebo.

El profesor Snape no se quitó la capa de invisibilidad hasta que estuvo justo frente a la puerta del apartamento de Serena en la Torre Norte. Llamó. No hubo respuesta. Volvió a llamar. Nada.

- ¡Alohomora!

La puerta se abrió y a sus oídos llegó un ruido espantoso. No podía oír ni sus propios pensamientos.

La hija de Serena, Amy, estaba sentada en una alfombra, frente a la chimenea, arañando con un pequeño objeto metálico las cuerdas de una especie de instrumento musical muggle. Aquello sonaba como una pelea de gatos. En una esquina de la habitación estaba el enorme pastor alemán que siempre acompañaba a Amy, tapándose las orejas con las patas y aullando desconsoladamente.

Serena apareció por la puerta de la derecha, con unas orejeras colgando del brazo y tapándose los oídos con las manos.

- ¡AMY! – clavó el extremo de un cable que colgaba de las orejeras al instrumento. El ruido cesó – ¿Cómo tengo que decirte que te pongas los cascos cuando quieras tocar la guitarra? – y le puso las orejeras a la niña, que volvió a arañar las cuerdas.

Amy levantó la mirada y le vio. Inclinó la cabeza hacia el oído de su madre.

- ¡MAMÁ! ¡EL SEÑOR ENFADADO HA VENIDO A VERTE!

Serena dio un salto espectacular hacia atrás, medio ensordecida, y se volvió hacia él.

- Un momentito.

Le quitó las orejeras a la niña y se las puso. Manipuló unos instantes la guitarra y se las devolvió a Amy.

- Y no subas el volumen, ¿vale?

- Sí, mamá – respondió la niña, mientras se colocaba de nuevo las orejeras, exultante de gozo.

Serena se acercó a Snape.

- Discúlpeme, profesor, pero ahora mismo no puedo atenderle. ¿Se trata de algo muy importante?

Snape asintió.

- Bueno, yo no creo que tarde demasiado, media hora a lo sumo. – se dirigió a la puerta poniéndose la chaqueta para salir a los fríos corredores – Si no le importa esperar aquí...

Snape miró a Amy, que continuaba rasgando la guitarra mientras saltaba sobre una pierna de un lado a otro, frente a la chimenea.

- En absoluto... – respondió Snape a la puerta que se cerraba.

Al cabo de un rato, la niña se dio cuenta de que su madre había salido y el profesor Snape se había quedado. El hombre parecía un poco incómodo mientras esperaba sentado en silencio.

Snape vio a la niña mirarle y salir corriendo de la habitación. Le extrañó, porque la pequeña nunca había dado muestras de temerle, al contrario que la mayoría de los alumnos de Hogwarts. Al poco, la niña reapareció empujando un carrito que contenía un pequeño juego de té de plástico. Dejó el carrito frente a él y se sentó a su lado.

Snape pensó que estaba sufriendo alucinaciones.

La niña agarró la tetera y se volvió hacia él.

- ¿Le apetece un té, señor Profesor Snape?

- Ehhh...

La niña cogió una taza e inclinó la tetera sobre la misma.

- ¿Leche?

Snape negó con la cabeza.

- ¿Azúcar?

Snape negó de nuevo, y la niña le dio la taza vacía y su platito cuidadosamente, como si no quisiera derramar el contenido.

Snape se encontraba tan confundido por la situación que cogió la taza y se la llevó a los labios.

- Delicioso. – afirmó, absolutamente desconcertado.

- Gracias – la niña le tendió un plato vacío. - ¿Galletas?

- No, gracias.

La niña sonrió y volvió a dejar el plato sobre el carrito.

- Señor Profesor Snape – dijo Amy, mientras se servía té imaginario con leche y tres terrones de azúcar - ¿está usted enamorado de mi mamá?

A Snape casi se le cayó la taza de las manos.