"Creo que ahora quizás entienda...
Todas las personas que he conocido, las cosas que he hecho...
antes nunca entendí del todo... la tristeza ...
pero... ¡... ahora lo sé!
Nada en esta vida carece de significado...
y la muerte esconde a los ángeles que hace... en el cielo azul..."
Gunm/Battle Angel,Yukito Kishiro
Ángeles en el cielo azul- Ehhh...
Severus Snape miraba fijamente su taza, aparentemente en estado catatónico.
La niña lo observaba con atención, esperando la respuesta. Como ésta parecía que tardaría en llegar, se metió una mano en el bolsillo de su pequeña túnica y sacó un caramelo.
- ¡Oooh! - exclamó la pequeña. Una minúscula criatura, de pelaje oscuro y dos pares de brazos y piernas de desperezó encima del envoltorio abierto.
Snape levantó la mirada para encontrarse a la pequeña mirando embelesada una doxy.
- ¡Cuidado! - gritó, sacando la varita de su bolsillo y haciendo desaparecer el hada mordedora en un estallido de humo negro... justo después de que ésta hincara sus agudos dientecillos en el pulgar de la niña.
Amy se echó a llorar a pleno pulmón. Snape no sabía qué hacer. La mordedura de doxy era muy dolorosa y requería un antídoto.
Cogió a la niña de la mano, escribió una corta nota para Serena y la dejó encima de la mesa del comedor. Lanzó un puñado de polvos flu a la chimenea.
- ¡A la enfermería!. - gritó, tratando de hacer oír su voz entre los desesperados ladridos del perro.
* * *
Snape y una sollozante Amy surgieron de la chimenea de la enfermería, sobresaltando a la señora Pomfrey y a unos pocos jugadores del equipo de Hufflepuff que habían tenido problemas durante el entrenamiento.
- ¿Qué ha pasado, profesor Snape? - inquirió la mujer, tomando a la niña en brazos mientras trataba de calmarla.
- Mordedura de doxy. - respondió lacónicamente, tratando de no imaginar la opinión que tendría Serena de él... Deja a su hija a mi cargo y a los cinco minutos ya está en la enfermería.
- Tranquila, Amy... - susurraba la señora Pomfrey, mientras llevaba una copa llena de líquido burbujeante a los labios de la niña - Esto hará que te deje de doler...
Obedientemente, Amy se bebió todo el contenido de la copa. Dejó de llorar.
- Menos mal. - susurró Snape.
La copa chocó estrepitosamente contra el suelo.
- ¿Qué...?
* * *
La señora Pomfrey había cogido el bote de polvos flu para hablar con Dumbledore, cuando éste apareció por la chimenea detrás de la profesora Greenwood.
La joven sostenía una nota en la mano y miró con preocupación a su alrededor. Vio al profesor Snape inclinado sobre una de las camas. Echó a correr.
- ¡No! - la señora Pomfrey la persiguió - ¡Espere!
Snape oyó cómo la madre chocaba contra la burbuja mágica de aislamiento que habían creado alrededor de la cama. Había caído de espaldas al suelo con la nariz sangrando.
La joven se puso a gatas y estiró la mano hacia delante, hasta tocar la superficie de la burbuja. Fue incorporándose, apoyando las manos contra la misma. Cuando ella posó los ojos sobre su hija, Severus Snape se sintió como si no mereciera vivir.
En el silencio del interior de la burbuja, vio cómo Serena miraba a su pequeña fijamente, temblando sin darse cuenta. Sin parpadear. Sin respirar. Movió los labios para pronunciar su nombre, y una lágrima se deslizó por su mejilla. No.
Cerró los puños y golpeó con fuerza la burbuja, una y otra vez, tratando de abrirse paso. No, no, no... Detrás de ella apareció la señora Pomfrey, que la sujetó por las muñecas para impedir que se hiciera daño. Finalmente la joven cedió y se detuvo.
Sus ojos parecían capaces de atravesar el alma de la niña y hacerla despertar. Movía los labios continuamente, y a pesar de no poder oírla, Snape podía entender sus palabras con perfecta claridad.
Amy, por favor. No te vayas. Mi vida. No me dejes...
No pudo soportarlo más y apartó la vista de la madre para dirigirla hacia la pequeña. Estaba blanca como la nieve, y a pesar de estar totalmente cubierta de mantas se estremecía de frío.
Pero lo peor de todo era ver la marca que había en su frente. La firma del asesino. La misma marca que él llevaba en su brazo izquierdo.
Una lágrima cayó sobre su mano, y sólo podía ser suya. Al levantar la vista su mirada se cruzó con la de Dumbledore, que le indicó que debía salir.
* * *
Cuando estuvo fuera, se encontró a la señora Pomfrey tratando de explicarle a Serena por qué no podía entrar en la burbuja de aislamiento.
Las burbujas se utilizaban en caso de enfermedades infecciosas. Bastaba tocar con la varita al enfermo antes de lanzar el hechizo, y la burbuja adquiría las características necesarias para contener la enfermedad e impedir que ésta se extendiera más allá de su perímetro.
A menudo, las burbujas de aislamiento eran no sólo invisibles, sino también intangibles. Pero en este caso no era así.
La burbuja no dejaba pasar a nadie que tuviera sangre muggle, para desesperación de la madre de la niña. No estaban seguros si era porque los muggles podían resultar portadores de la enfermedad o porque la enfermedad sólo les podía afectar a ellos.
Muchos años atrás, cuando Voldemort estaba en lo más alto de su poder, empezó a desarrollar lo que él llamaba melodramáticamente la "Muerte Tenebrosa". Un virus que sólo matara a aquellos que tuvieran sangre muggle, y para el cual no hubiera cura. Con la desaparición de Voldemort tras intentar matar a Harry Potter, se detuvieron las investigaciones, pero por desgracia era evidente que las había reanudado... y concluido.
* * *
Los días antes de Halloween fueron muy extraños en Hogwarts. Se respiraba por todo el colegio un ambiente de profunda tristeza. Los alumnos no se atrevían a meter mucho ruido, ni siquiera en el patio. Los profesores estaban malhumorados y perdían los nervios con más frecuencia de lo habitual. Especialmente Snape, que tenía a Neville Longbottom al borde de la crisis nerviosa en cada una de sus clases, y parecía odiar a Harry aún más de lo habitual.
Las clases de Estudios y Bailes Muggles las dio el amigo pelirrojo de Serena, Ian, que les explicó que Amy estaba muy enferma y que Serena no quería apartarse de su lado.
Trataron de ir a verla a la enfermería pero la señora Pomfrey no les dejó pasar. Serena acudió un momento a la puerta para agradecerles el interés. Tenía oscuras sombras bajo los ojos, como si llevara mucho tiempo sin dormir, y parecía agotada.
Cuando se cerró la puerta oyeron a la señora Pomfrey tratar de convencerla para que descansara y comiera algo, pero la joven se negaba.
Cuando llegó el ansiado banquete de Halloween, nadie pareció disfrutarlo. La comida parecía menos buena, y las risas surgían muy de vez en cuando, especialmente en la mesa de Slytherin, donde parecía no importar en absoluto la situación de la pequeña O'Neal. En la mesa de los profesores había dos asientos desocupados: el de Serena y... ¿el de Snape?. Harry vio que no era el único sorprendido por la ausencia del profesor de pociones: Cresus Rich también parecía bastante intrigado.
Así que, una vez acabado el banquete, Harry cogió su capa invisible y se dirigió a las mazmorras. Debajo del castillo la humedad y el frío eran bastante difíciles de soportar y Harry lamentó no haberse puesto un jersey.
Mientras titiritaba por los pasillos oyó un ruido. Al parecer había alguien trabajando en una de las mazmorras.
* * *
Severus Snape llevaba ya casi tres días investigando, casi sin comer ni dormir. Tenía una muestra de sangre de Amy encima de la mesa e iba probando todo tipo de pociones curativas... sin ningún éxito. Era un experto en venenos, pero sus conocimientos en la lucha contra enfermedades infecciosas eran muy limitados. Había utilizado todo tipo de ingredientes con poderes curativos, pero incluso las lágrimas de Fawkes se habían mostrado inútiles.
La poción que hervía frente a él hizo un pequeño estallido y levantó un pequeño hongo de humo de color naranja, señal inequívoca de que estaba lista. Rápidamente, metió una cucharada de la misma en una pequeña probeta de cristal y salió de la habitación mientras se cerraba de nuevo su capa invisible. Abrió la puerta, y chocó contra algo... que también era invisible. La pequeña probeta cayó de sus manos y se rompió contra el suelo de piedra.
- Potter. – pronunció la palabra como si representara todos sus problemas.
Oyó cómo el chico trataba de incorporarse y salir corriendo, antes de que le pudiera castigar y quitar puntos a su casa.
- Ah, no... Potter, esta vez no escaparás.... ¡Accio capa invisible! – dijo, apuntando con la varita en la dirección de la salida de las mazmorras.
La capa fue disparada a sus manos, dejando al señor Potter quieto como una estatua en medio del pasillo.
Harry se volvió lentamente hacia el profesor Snape, que se dirigía hacia él a grandes zancadas. Pero en sus ojos no estaba el habitual aire de triunfo que adquiría cada vez que podía quitar puntos a Gryffindor.
- Sígame. – ordenó, con la voz extrañamente quebrada. Harry le siguió hasta la puerta de la mazmorra.
El profesor señaló una mancha naranja en el suelo, al lado de un tubo de cristal roto.
- ¿Ve eso? Eso puede que sea lo que le salve la vida a la señorita O'Neal. Gracias a usted ya no sirve para nada. Tendré que volver a preparar la poción, porque se vuelve inocua a los pocos minutos. Dos horas de trabajo perdidas en un momento debido a su intromisión. Se le quitaran cincuenta puntos a Gryffindor. Mañana por la tarde se pasará por mi despacho para que le asigne un castigo. Y ahora, vuelva de inmediato a su habitación. No, señor Potter... de momento la capa me la quedo yo. Tengo que hablar con el director acerca de ella.
Harry se marchó, aliviado. Afortunadamente, a Snape no se le había ocurrido el castigo más directo y fastidioso: quitarle la visita a Hogsmeade del día siguiente.
Snape entró de nuevo en la mazmorra y repitió la poción. A las dos de la madrugada, volvió a meter en un tubo una cucharada del líquido naranja, y salió de la habitación, no sin antes comprobar que no había nadie con un par de patadas.
Se metió en su despacho, y a través de la chimenea apareció en la enfermería.
* * *
Harry caminaba rápidamente por las callejuelas de Hogsmeade, buscando el número 23 de la calle Caker. Ron y Hermione iban retrasados, discutiendo algo acalorados a pesar del viento frío que venía de frente. Al parecer Ron había visto una foto dedicada de Víctor Krum en uno de los libros de Runas Mágicas de Hermione.
Finalmente encontraron la calle, y se plantaron frente a la puerta. Llamaron al timbre, que sonaba como el ulular de las lechuzas. Una mujer rubia y atractiva les abrió.
- ¡Hola Harry! Cuanto tiempo sin verte...
Harry se quedo mirándola sorprendido, y algo sonrojado.
- ¿No me reconoces? – preguntó, con una sonrisa divertida.
- ¡Arabella! – gritó una voz desde el interior de la casa - ¿Quién es?
- ¡Son los niños, Mundungus! Pasad, chicos, pasad.
A Harry no le sentó muy bien que le definieran como niño, ¡al fin y al cabo tenía ya quince años, caray!. A juzgar por la cara de Ron, que aún estaba más rojo que él, y la de Hermione, los tres estaban de acuerdo en ese punto.
Nada más pasar al recibidor, un hombre entró en la habitación. Era de complexión robusta. Su cara era redonda y derrochaba simpatía por todos sus poros. Nada más verlo, a los tres les entraron ganas de reír.
- Así que tu eres Harry, ¿no?. Arabella me ha hablado mucho de ti...
- Yo ... no entiendo ...
- Ah, claro, claro... Tu sólo la has visto con el cutis demacrado... – dijo el hombre sonriendo traviesamente justo antes de recibir una colleja que le desplazó treinta centímetros hacia delante.
- Soy Arabella Figg, Harry. ¿Te acuerdas de la vieja de los gatos?
Harry la miró sorprendido. ¿Cómo?
- Poción envejecedora, Harry. Se qué te aburrías muchísimo en mi casa, revisando las fotos de los gatos... Pero si los Dursley sospecharan por un momento que te lo pasabas bien, eran capaces de enviarte con alguna amiguita alcohólica de Petunia a la menor ocasión... – explicó, mientras atravesaban la casa.
Llegaron a una puerta, y la mujer llamó antes de entrar. Abrió solo un poco, lo justo para que un hechizo se colara por la rendija. Abrió del todo.
- ¡ALTO EL FUEGO! – gritó.
Remus se detuvo, con la varita en alto, subido encima de una silla. Por desgracia Sirius no se había percatado de la tregua y Remus recibió el impacto de un rictusempra que hizo que cayera retorciéndose de risa.
Sirius también se echó a reír, y contagió a Ron y a Harry. Incluso Mundungus Fletcher estaba desternillándose escandalosamente en algún punto de la casa . Y eso que no estaba en la habitación y muy probablemente tampoco sabía que era lo que ocurría.
Hermione y Arabella se miraron y volvieron los ojos al techo en el inconfundible gesto "¡hombres!". Hermione se adelantó y le lanzó la contramaldición a Remus. Cuando todos hubieron recuperado un poco la compostura, Mundungus Fletcher asomó la cabeza por la puerta.
- Eh, Arabella ¿qué hay para merendar? Me muero de hambre...
Arabella Figg se llevó las manos a la cintura y lo miró con ojos relampagueantes.
- ¡Tendrás cara! Si por tu culpa hoy no hemos podido desayunar... ¿quién te mandaba apostar nuestra comida en tu partidita nocturna de póquer?
- Mujer, no te pongas así... Vamos a comprar algo... ¿alguien tiene dinero?.
- ¡No podemos comprar nada, caradura! Además todas las tiendas están cerradas...
La situación era algo tensa, con tres de los cuatro miembros de la Orden de Fénix mirando fijamente al cuarto con caras de enfado... y hambre.
- Esto ... – dijo Harry, metiéndose las manos en los bolsillos - ¿Por qué no vamos a las tres escobas? Invito yo.
- ¡Excelente! – exclamó de inmediato Mundungus Fletcher, impidiendo que los demás rechazaran la invitación y empujando a Harry hacia la calle.
Durante el paseo hacia las tres escobas, Hocicos no dejó de gruñirle a Mundungus. Justo antes de entrar, Arabella se volvió hacia él.
- Y no pidas nada demasiado caro, que te conozco...
El hombre asintió con la cabeza, dio media vuelta y echó a correr por donde había venido.
- ¿Mundungus?
Tres duendes de aspecto hosco salieron de la taberna, blandiendo los puños y echaron a correr tras él, gritando algo ininteligible.
* * *
Cuando entraron en las Tres Escobas, el local estaba inusitadamente silencioso. Nadie parecía atreverse a hablar en voz alta, y un grupo de parroquianos estaba sentado en una mesa frente a la chimenea, mientras Rosmerta les servía café de una inmensa jarra.
Se dirigieron a una mesa vacía en la otra punta del bar, respetando el silencio. Nada más sentarse, Rosmerta acudió a atenderlos.
- ¿Qué ocurre, Rosmerta? – preguntó Remus, señalando al grupo de la chimenea.
- La hija de una profesora de Hogwarts está muy enferma. Trabajó algunos veranos aquí como camarera y ... la verdad es que estamos muy preocupados, nos tememos lo peor...
Una cabeza surgió por la chimenea.
- ¡Hagrid! – exclamó una anciana, dejando su labor encima de la mesa - ¿Cómo está?
Hagrid negó tristemente con la cabeza.
- Disculpadme – dijo Rosmerta, y se dirigió a la chimenea.
- ... lo han probado todo y nada funciona ... incluso ha venido todo un equipo de medimagos de San Mungo, y dicen que no hay nada que hacer... la madre está destrozada ...
Sorbió, y una gruesa lágrima rodó por su barba.
- Os avisaré si hay alguna novedad ...
El fuego volvió a su estado normal y la taberna se quedó en silencio de nuevo, hasta que una figura ataviada con una capa oscura cruzó la puerta.
La figura se bajó la capucha, y Sirius se puso a gruñir de un modo preocupante.
- Calma, Sirius – susurró Harry.
- ¡Profesor Snape! – exclamó Rosmerta.
Fue como si alguien hubiera gritado ¡helados gratis! . Toda la tropa de la chimenea se levantó a la vez y rodeó al profesor, que tenía muy mal aspecto.
Lupin miró a Harry. Harry miró a Ron . Ron miró a Hermione. Hermione miró a Arabella. Y Sirius, que miraba fijamente a Snape, dejó de gruñir de la sorpresa.
Toda aquella gente estaba ¡consolando! al profesor más odiado de Hogwarts.
- Ya no se qué hacer – declaró el profesor, apoyando los codos sobre la barra y la cabeza sobre las manos. – Lo he intentado todo. Y nada surte efecto.
- ¿Has hablado con los centauros del bosque prohibido? – preguntó la anciana que había saludado a Hagrid. – Si hay alguien que sepa de curación, son ellos...
Snape la miró fijamente un segundo, como procesando esa información, y salió disparado de la taberna.
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Este... ¡no! ¡no! ¡ay! * el club de fans de Amy patea a la autora que se ha hecho una bola en el suelo* . Pero, ¿os ha parecido emocionante, o mejor dejo el melodrama a otros?, y ¿me cargo a Amy? (Jua jua jua jua jua)
Ucchan: veamos: Snape le expuso a Serena las misma razones que el espejo le había gritado a él, sin mencionar, claro está, que encima se estaba enamorando de ella. Y lo de la foto... tienes razón, es una pena que no pudiera colar a Colin (cacofonía al cuadrado) en la habitación...
Wilbur: Espero que te hayas recuperado de tu depre... porque si no, me vas a matar... Por cierto, todavía no he recibido el jamón.
Angelina: Me alegra que te gustara la leyenda... si, me la inventé yo... a las tres de la madrugada la imaginación se dispara.
Spacey: No- no me mates- por favor * Favila retrocede protegiéndose detrás de su novio *
Hermione12: Ron/Hermione forever, ¿eh?. Tranqui, estoy de acuerdo contigo. ¿Pero, y Víctor Krum? ¿Qué opina al respecto?
Jade: jo... que pesimista... a mí me recuerda a un personaje de una película, Mr Chips. Y si Mr Chips se casó, ¿por qué no Snape?
Esmeralda: Mil gracias, no sabes lo que me alegra que te haga reír. Cuando habla con mis amigos ni uno solo se ríe de mis chistes...
Nimph: Otra que me va a matar... a ver cuando continúas Blanco y Negro, que ya tengo ganas de ver que pasa... * sutil estrategia para desviar la atención *
Asosa76: No sé que decir... ¡gracias!
Moon dragon: Ya me gustaría escribir más a menudo... pero de momento me es imposible. Tal vez cuando me den las vacaciones en el trabajo...
Hermione es una genia: Este... espero que Mulder no se entere de quién fue... ¿no me denunciaras al FBI, verdad?
Sailorangi: ¡Hola! Tú debes ser saiorangi, la que me envió un review algo incomprensible en el quinto capítulo, a saber "¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡". Me vas a matar dos veces... una por lo de Amy y la otra por quedarte sin respuesta... Ten piedad.
