"Bien valía la pena recibir una herida, muchas heridas para

descubrir la profunda lealtad y el cariño que se ocultaban

 tras esa fría máscara. Sus ojos claros y duros se nublaron

 por un instante, y en sus firmes labios podía percibirse un

 ligero temblor. Por primera y única vez pude comprobar

 que tras aquel gran cerebro se ocultaba un gran corazón.

Todos mis años de humilde y esforzado servicio

culminaron en aquel instante revelador."

El archivo de Sherlock Holmes "Los tres Garrideb", A.C. Doyle


Cadena de favores

El bosque prohibido no era un lugar agradable por el que pasear, ni siquiera a pleno día. Nada más internarse en el mismo, Severus notó cómo la penumbra y la fría humedad no sólo lo envolvían, sino que lo atravesaban hasta llegar a sus huesos e incluso a su alma.

Lo de Amy lo había desgarrado por dentro, casi tanto como la muerte de Lily.  Lo único que le mantenía en pie, tras largos días encerrado en las mazmorras, casi sin dormir y prácticamente sin comer, era el sentimiento de haber sido en parte responsable de todo aquello.

No es que él hubiera participado en la creación del mal que ahora consumía a la pequeña. Incluso como mortífago se había sentido asqueado cuando Lord Voldemort expresó sus intenciones al respecto.

Él era un mortífago poderoso, y como tal, sus misiones eran de otro tipo. Había matado a aurores, pero siempre en duelos en toda regla, de frente y con sus contendientes perfectamente preparados para la lucha. Limpiamente.

Los asesinatos y torturas de muggles y de magos indefensos se dejaban para los recién iniciados, o para aquellos mortífagos que habían demostrado que no daban para más, como Crabble o Goyle, o para los cobardes como Lucius Malfoy. O los psicópatas como Lestrange.

Durante algún tiempo creyó que él estaba al margen de todo aquello, que esa cobardía y crueldad no le salpicaban la túnica de sangre de indefensos. Hasta que ocurrió lo de los Bones.

Los Lestrange habían asesinado al matrimonio, y le avisaron para que acudiera a la casa y les ayudara a encontrar a un testigo, oculto en algún lugar de la misma, que podía descubrirlos.

Aún tenía pesadillas con imágenes de lo que se encontró al llegar. Los Bones, un matrimonio mayor, habían sido torturados brutalmente. Los Lestrange los habían hecho enloquecer de dolor antes de lanzar la maldición asesina, y sus cadáveres estaban tendidos boca arriba en el suelo, con los rostros desfigurados en una mueca de sufrimiento.

Con un gran esfuerzo para disimular el horror que sentía, encontró al testigo, oculto tras una pared falsa. Resultó ser un bebé, de pocos meses, inconsciente de todo lo que ocurría a su alrededor e incapaz de denunciar a nadie por el mero hecho de no poder hablar.

Nada más verlos la criatura echó a llorar y aquellos indeseables querían matarla. Trató de convencerlos de que no lo hicieran, de que ese bebé no podía ponerlos en peligro, pero tuvo que terminar la discusión desarmándolos y atándolos para poder enviar una lechuza a Albus Dumbledore indicando el escondite de la pequeña superviviente. Evidentemente, el siguiente paso fue borrarles la memoria y hacerles creer que el testigo en cuestión había huido de la casa.

El ruido de cascos golpeando el suelo lo sacó de su ensimismamiento. Había ido caminando sin rumbo por el bosque, buscando alguna señal de centauros, y resultó que era un centauro el que lo había encontrado a él. Estaba pocos metros delante suyo y lo miraba con desconfianza.

- Estoy buscando a Firenze. – dijo Snape, deseando con todas sus fuerzas que no empezara a hablarle de astronomía.

- Ya lo has encontrado. ¿Por qué motivo deseas verme?

- Necesito tu ayuda. Para curar a una niña.

*                      *                      *

El centauro le guió por el bosque, hacia donde la vegetación era más densa y las copas de los árboles más tupidas. Snape iba explicándole los síntomas de la enfermedad y todos los remedios que había probado sin resultado. El centauro lo escuchaba, asintiendo en silencio.

Se detuvieron frente a lo que parecía un montículo de rocas cubiertas de musgo. El centauro golpeó varias veces el suelo con una pata, y una roca se desplazó hacia un lado, dejando ver un túnel de paredes iluminadas.

Una vez en el interior, Snape observó que la luz de las paredes era debida a los miles de luciérnagas que se encontraban sobre las mismas, desplazándose continuamente de un lado a otro y dando la sensación de que las paredes estuvieran vivas. Al final del túnel había una cámara, esta vez iluminada por antorchas. En el centro de la misma había una especie de piscina natural, un hoyo en el suelo de piedra  que recogía el agua que goteaba del techo.

El centauro se dirigió al otro extremo de la gruta y cogió algo del suelo. Cuando Snape vio lo que era, no pudo evitar decepcionarse un poco. Al fin y al cabo, era una fina y larga varilla de madera, sin más. El centauro hizo caso omiso de la mirada extrañada del mago, y acercó la varilla a una de las antorchas hasta que se prendió.

Con ella encendió una vela verde que Snape no había visto, encima de una roca.

- No te acerques.– ordenó el centauro. - Dijiste que tenías una muestra de la sangre de la niña...

Snape le entregó la pequeña probeta. El centauro la destapó, dejó caer una gota sobre la llama de la vela y se echó hacia atrás. Esta, en lugar de apagarse, creció hasta convertirse en una esfera del diámetro de un brazo. En su interior podían verse figuras geométricas flotando de un lado para otro.

- Gripe – dijo Firenze – Una variante bastante peligrosa, provocó muchas muertes entre los humanos a principios de este siglo. Los magos son inmunes a esta cepa en concreto. Pero en este caso se ha modificado con Magia Oscura. Incluso aunque la víctima posea magia, la enfermedad puede afectarle si tiene ascendientes directos muggles. Esto es, los padres.

- El padre de la niña era muggle. – confirmó Snape.

- Veamos... Es posible neutralizar esa magia negra, pero para ello necesito conocer todo sobre la misma. Si al menos pudiera estudiar una invocación de la marca tenebrosa... pero sólo los mortífagos pueden hacerla ... y me temo que serían un poco reacios a colaborar.

Ante la sorpresa del centauro, el mago se echó a reír. Por primera vez en muchos años, Severus Snape se alegraba de haber sido un mortífago.

*                      *                      *

En la enfermería todo era silencio. La señora Pomfrey había desistido en sus intentos de convencer a Serena de que descansara y comiera algo. La joven estaba de pie junto a la cama, con la frente apoyada sobre la burbuja de aislamiento y sin dejar de fruncir el ceño cada vez que la pequeña se estremecía.

De repente, se abrió la puerta y alguien entró como una tromba en la habitación.

- ¡Un vaso de agua, rápido!. – dijo Snape, que tenía un aspecto horroroso, con ojeras, barba de cuatro días y el pelo más sucio – si cabía – de lo habitual.

El profesor entró en la burbuja y, pasando con delicadeza el brazo por detrás de los hombros de la niña, la sentó sobre la cama. Estudió un momento la calavera dibujada sobre su frente, se metió la mano en el bolsillo de la túnica y le entregó a la señora Pomfrey una pequeña bolsita de piel.

- Disuelva el contenido en el vaso.

La enfermera obedeció, y al remover con la cuchara, el liquido transparente se volvió azul.

Snape cogió el vaso y lo acercó a los labios de la pequeña. Con mucho cuidado para no derramar nada, lo fue inclinando hasta que Amy se lo bebió todo.

Volvió a mirar la marca de la frente de la niña. No pasaba nada.

No se atrevía a mirar la cara de la madre, que un momento antes estaba iluminada por la esperanza.

- ... my! – el silencio se rompió y Serena cayó de rodillas frente a la cama con expresión sorprendida. La burbuja de aislamiento se había esfumado. Snape miró de nuevo la frente de la niña. La marca había desaparecido.

- Está ... está ... fuera de peligro. – murmuró el hombre, mientras hacía un indecible esfuerzo para no echarse a llorar allí mismo de la alegría.

Nick Casi Decapitado y la Dama Blanca entraron volando en la habitación atravesando una de las paredes. Como fantasmas, eran capaces de percibir cuando la muerte se acercaba ... o se alejaba.

- ¡Enhorabuena, Serena! – exclamó Nick, deteniéndose sobre la cama. De la emoción, ni siquiera se había dado cuenta de que se le había descolocado la cabeza. - ¡Por un pelo!

Amy abrió los ojos. Eso no era su casa. Los abrió más. Había algo flotando encima suyo.

– En ocasiones... veo muertos.

- ¡Cariño! ¡Estás despierta! – Serena abrazó a la niña y empezó a sollozar, con la cara hundida en sus cabellos.

*                      *                      *

Al despertar Amy, Severus consideró que su presencia allí era innecesaria. Salió de la enfermería sin que nadie se diera cuenta. Necesitaba respirar un poco de aire puro y calmarse antes de volver a las mazmorras.

No había dado ni tres pasos por el pasillo cuando la puerta de la enfermería se abrió de nuevo.

- ¡Severus!

Snape se volvió. Serena avanzó rápidamente hacia él, y antes de que pudiera darse cuenta de lo que ocurría, le había rodeado el cuello con sus brazos.

- ¡Gracias, gracias, gracias! – le susurró al oído.

Durante unos instantes quedó paralizado por la impresión. Nunca antes había sido abrazado. El pelo corto y rizado de Serena le hacía cosquillas en las mejillas, y el cálido aliento de la joven sobre su nuca le hizo estremecerse. Se sentía muy extraño, no sabía muy bien qué hacer.

- No hay de qué. – respondió, dándole una palmadita en la espalda.

Ella se apartó, mirando al suelo y algo sonrojada.

- Mi ... mi hija dice que quiere hablar con usted un momento...

- ¿Sí o no, señor profesor Snape? – exclamó una vocecita aguda.

Serena se giró. Amy estaba en la puerta, con su pijamita y descalza. De alguna manera había conseguido escabullirse de la señora Pomfrey.

- ¡Amy! ¿Qué demonios se supone que estás haciendo fuera de la cama?

- ¿Sí o no? ¡Todavía no ha contestado a mi pregunta! – repitió la niña mientras su madre la cogía en brazos y la metía de nuevo en la enfermería.

Él nada dijo... pero no pudo evitar asentir con la cabeza sin darse cuenta. Afortunadamente no vio la expresión de triunfo que se dibujó en el rostro de Amy.

*                      *                      *

Harry bajó a las mazmorras en dirección al despacho de Snape. Se lo había pasado tan bien en Hogsmeade que ya no le preocupaba el castigo que pudiera imponerle.

Estaba a punto de llamar a la puerta cuando la cicatriz empezó a dolerle. El dolor era muy intenso... Voldemort debía estar o muy cerca o muy enfadado.

La puerta se abrió de repente y Snape salió agarrándose el antebrazo izquierdo, y volvió a tropezar con él.

- ¡POTTER! ¿QUÉ DEMONIOS HACE AQUÍ? – gritó Snape. Al menos parecía haber recuperado su mal humor habitual.

- Yo ... usted me dijo que viniera a su despacho para el castigo...

- ¿Castigo? ¿Qué castigo? – la verdad es que Harry nunca había visto a Snape tan feo ni tan confundido. No parecía tener muy claro ni a dónde iba.

- Por ... por lo de ayer.

Snape trató de recordar qué era "lo de ayer", pero desistió.

- Ahora no tengo tiempo para pensar un castigo adecuado, Potter – sonrió de un modo que a Harry le pareció realmente preocupante. – Vuelve mañana.

Y dando media vuelta, se alejó por el pasillo.

Harry se quedó un poco alucinado, pero el dolor de la cicatriz le hizo volver en sí. Tenía que avisar a Dumbledore. Ese dolor nunca presagiaba nada bueno.

 Volvió al primer piso y se dirigió al despacho de Dumbledore. Como siempre, no sabía la contraseña. Llevaba diez minutos diciendo tonterías a la gárgola de la puerta cuando Nick pasó por allí.

- ¿Buscas al director? – preguntó el fantasma. – Ahora mismo no está en su despacho, está en la enfermería. La hija de la profesora Greenwood se ha recuperado.

El dolor era cada vez más fuerte, empezaba a ser insoportable.

Para cuando llegó a la enfermería sentía como si la cabeza se le fuera a partir en dos.

- ... mi cabeza ... me duele mucho la cicatriz ...

Dumbledore le acompañó hasta una camilla, y la señora Pomfrey se acercó para ver lo que podía hacer.

- ¿No sabes a qué pueda ser debido? ¿No has visto nada? ¿No has oído nada?

Harry negó con la cabeza.

- Tenía que ir al despacho de Sna ... del profesor Snape para cumplir un castigo... Me empezó a doler cuando bajaba las escaleras de las mazmorras, hará una media hora. Luego Snape resultó que se tenía que ir a no sé donde y me dijo que volviera mañana, y yo fui a el despacho de usted pero no sabia la contraseña. Luego apareció Nick y me dijo que usted estaba aquí. Y justo cuando he llegado me ha empezado a doler mucho más. Incluso me parece oír gritos...

Dumbledore palideció.

- ¿El profesor Snape se ha ido?

- Sí... Se fue apretándose la marca tenebrosa como si le doliera.

- Dios mío ...

Serena miró a Dumbledore.

- ¿Qué ocurre?

- Lo han descubierto. No debió ir, a estas alturas Voldemort ya debe saber que Amy está bien, y que él fue quien encontró el remedio...

*                     *                      *

- ¡Crucio!

Snape gritó con todas sus fuerzas. El dolor era insoportable, casi deseaba morir para dejar de sentirlo... Pero eso era lo peor de ese hechizo, que no podía matarle. Sólo volverle loco.

- Tsk, tsk, tsk. – Lord Voldemort chasqueó su lengua bífida mientras bajaba la varita. Los gritos cesaron. En ese viejo cementerio sólo se oía el maullar de los gatos. Parecía haber muchos. – Ah, Severus... Me temo que dejaste de pensar con la cabeza hace ya algún tiempo. ¿De verdad creíste que podrías engañarme?. Mira que eres tonto ... Ya sospeché de tu traición mucho tiempo atrás, ¿recuerdas?. Resultó que yo estaba debajo del turbante de Quirrel. Luego, los informes del joven Crouch resultaron de lo más alarmantes... Y ahora esto. Decido acabar de una vez por todas con los sangres sucias, y vas y me fastidias los planes. ¡Crucio!

Voldemort iba levantando la varita lentamente, hablando sin importarle los gritos del hombre que se retorcía en el suelo en medio del círculo de mortífagos.

- Ah, Severus, qué estúpido, qué estúpido has sido. Has salvado a la niña a cambio de tu propia vida. Porque, ¿sabes? sólo conociendo mi magia oscura podía curarse a la niña. Y tú... eres el único mortífago de Hogwarts... – bajó de nuevo la varita. Los gritos cesaron y se volvió a oír el maullido de los gatos, cada vez más fuerte.– Me parece que ya va siendo hora de que te mate, traidor...

Muchas gracias a todos por los reviews: wilbur, Esmeralda (gracias por proteger mi vida), Spacey ( y El atontado anteriormente conocido como Spacey) , Princess_Leia_Skywalker, Hermione12, Ucchan, Sailorangi, Nimph, Jade y cali-chan.

¡Felices fiestas a todos, que lo paséis muy bien y que os traigan muchos y buenos regalos!

¡Hasta el año que viene!