Como perros y gatos

El camarero los acompañó a una mesa en uno de los extremos del salón, ligeramente apartada. Estaban al lado de una ventana, desde la que se podía ver el lago y gran parte de la Ciudad Helada. Aunque el lago estaba completamente congelado, la gran mayoría de los patinadores se concentraban frente al palacio. Durante un rato, ella observó con atención sus veloces movimientos sobre la superficie, hasta que recordó que no estaba sola.

Severus estaba frente a ella, observando también el lago. Parecía sumido en una dura lucha interna.

- ¿Severus?

Snape le miró con expresión decidida.

- Sí. Iremos a patinar.

Ella sonrió.

- ¡Estupendo!. No sabía que usted patinara.

Yo no he dicho eso, pensó Snape.

Serena miró hacia la mesa. Había tres tenedores a la izquierda y tres cuchillos a la derecha. También tres copas. Todo por triplicado.

Suspiró, miró los tenedores y empezó a contar las puntas.

El camarero les entregó las minutas: estaban en francés. Un hechizo traductor iría de perlas, pero no había llevado su varita. Así que tendría que arriesgarse.

- ¿Han decidido ya los señores?

Severus miró a Serena, que sonrió tratando de parecer despreocupada.

- Yo tomaré unas Cuisses de Grenouilles a la Poulette, y la señora ...

- Lo mismo.

Severus pareció sorprenderse.

- Muy bien. – dijo el camarero - ¿Para beber?

Severus echó un rápido vistazo a la carta de vinos, y pidió uno de los más caros.

El camarero se retiró, y Snape la miró divertido.

- No sabía que le gustaran las ancas de rana.

Ella se encogió de hombros, tratando de disimular su horror con una forzada sonrisa.

*                      *                      *

Serena había tenido que destripar muchas ranas en clase de Snape, pero nunca antes había tenido que comérselas. Reuniendo todo el valor que se le suponía como miembro de la casa de Gryffindor, clavó el tenedor en una de ellas e inició un lento proceso de disección.

Snape comía encantado, disfrutando de cada bocado. Serena miró con aprehensión la carga de su tenedor y se la llevó a la boca. Resultó menos duro de lo que creía. Había comido cosas peores en el orfanato.

- Por cierto, pro... Severus... ¿qué le hizo a las verduras de Amy?

Él sonrió.

- Nada, sólo un pequeño hechizo para cambiarles el sabor. Supuse que si sabían a chocolate le sería más fácil comérselas.

Serena frunció el ceño.

- Severus, Amy tiene que comer verduras. Ha estado alimentándose a base de dulces durante semanas, si no llegamos a darnos cuenta podría haberse puesto muy enferma.

- Sólo cambié el sabor, las verduras continuaban conservando todas sus propiedades nutritivas...

- Esa no es la cuestión. Tiene que acostumbrarse a comer de todo. No puede ir haciéndole ascos a la comida como una niña mimada.

- Bueno, tengo que reconocer que al menos usted es consecuente con lo que dice. – respondió Severus – Porque está claro que es la primera vez que come ancas de rana, y lo está haciendo con mucha deportividad aunque sospecho que no le apasionan.

Ella se echó a reír.

- Bueno, ya que pagamos por ellas, lo mínimo que puedo hacer es comérmelas.

- Puedo cambiarles el sabor si quiere...

- Ni hablar. Tengo que ser consecuente conmigo misma hasta el final.

El resto de la cena transcurrió con normalidad. A los postres, Snape hechizó la carta de Serena, y ésta pudo elegir a su gusto. Después de una pequeña discusión, pagaron a medias – al parecer Serena estaba de acuerdo en algunos puntos con la profesora Hooch – y salieron del restaurante.

*                      *                      *

Serena dio una vuelta por el lago mientras Severus acababa de calzarse los patines. Por la forma de atarse los cordones era evidente que el profesor no había patinado en su vida, de modo que se dirigió a una zona más alejada y mucho menos concurrida. Tras asegurarse de que el hielo no era demasiado fino, se dirigió de nuevo hacia él. Acababa de ponerse en pie, bamboleándose peligrosamente. Y aún no había pisado el hielo. Sonrió traviesamente, y regresó a toda velocidad.

- ¡ PAAASOOOOO!

Severus la vio acercarse como una flecha hacia él, haciendo señales a la gente para que se apartara. La multitud se abrió frente a ella como las aguas del mar Rojo ante Moisés. Iba demasiado rápido hacia él, no iba a poder frenar.

- Nononono – gimió, echando las manos hacia delante para pararla, pero se desequilibró y cayó hacia atrás, sentado de nuevo en el banco con cara de susto.

Pero lo único que se le vino encima fue un poco de escarcha del frenazo del último momento.

Serena estaba justo delante, perfectamente estable sobre el hielo, ahogándose de la risa, sujetándose el estómago con una mano y tapándose la boca con la otra.

- Lo siento... Es que no he podido evitarlo... – dijo entre carcajadas – Tendría que haber visto la cara que puso... era un poema...

Él la miró irritado un momento, pero ella reía tan alegremente que el enfado se le pasó más rápido de lo habitual.

- Bueno, supongo que ya se ha dado cuenta de ...

- ¿De que no se había calzado unos patines en su vida?. Sí, ya me lo había imaginado... He encontrado un sitio más tranquilo donde podrá aprender sin malograr su orgullo de Slytherin.

- ¿Y cómo...?

- No se preocupe, yo le remolcaré hasta allí.

Serena le tendió las manos y le ayudó a incorporarse de nuevo. Fue deslizándose hacia atrás mientras él empezaba a caminar inseguro sobre la nieve.

- Vale. – dijo ella, cuando Snape se detuvo frente a la orilla del lago. – Ahora, con cuidado, avance el pie derecho. Yo le frenaré.

Nada más apoyar la cuchilla sobre el hielo, esta se deslizó hacia delante, y Severus notó aterrorizado cómo se le iba la pierna. Pero Serena la detuvo con su pié izquierdo.

- Muy bien. – dijo ella, observando concentrada los pies de Snape y tratando de permanecer indiferente a su cercanía. – Ahora el otro.

El apoyó el otro pie sobre el hielo. Serena lo frenó enseguida, y cuando pareció que el profesor estaba en equilibrio, empezó a estirarle lentamente patinando hacia atrás.

Severus notaba cómo su cuerpo iba inclinándose hacia delante lenta pero inexorablemente. Ella también pareció notarlo, porque iba disminuyendo la velocidad a ratos para permitirle incorporarse. Al cabo de un rato, se detuvieron definitivamente.

Estaban en la otra punta del lago, completamente solitaria.

- Bien. – dijo Serena, soltándole pero permaneciendo cerca – Ahora trate de avanzar hacia mí.

Severus levantó el pié y empezó a avanzar lentamente golpeando el hielo con las cuchillas como si fueran picahielos. Se detuvo frente a ella.

- Esto... Bueno, llegar, lo que es llegar, ha llegado – comentó Serena, disimulando una sonrisa – Pero creo que la idea es que se deslice, no que desfile como un soldado. – retrocedió un poco – Otra vez.

Él adelantó un pie lentamente.

- Vamos, ahora el otro... – le animó Serena.

Pero el otro pie pasaba de todo, y en lugar de avanzar, retrocedió, y las piernas del profesor de Pociones empezaron a separarse. Serena se acercó rápidamente y lo agarró justo antes de que superara el récord de apertura de piernas de Jean-Claude Van Damme.

La situación empezaba a ser algo más comprometida: Snape no recordaba haber tenido nunca sus pies tan lejos del uno del otro. Serena lo tenía abrazado justo por debajo de las axilas, y trataba de empujarle hacia arriba. Pero al parecer la superficie del lago era demasiado resbaladiza como para servir de punto de apoyo, y cada intento de ayudarlo era inútil.

- Eche las piernas hacia atrás – murmuró la joven, que tenía la cabeza hundida contra su pecho.

El obedeció, y cayó hacia delante mientras los talones de sus patines chocaban con fuerza. Ella hizo una extraña maniobra: se alejó un poco, le agarró las manos mientras caían y le hizo girar como si fuera un niño pequeño, atrayéndole hacia ella. Las vueltas eran cada vez más veloces y de menor radio, hasta que Snape recuperó la verticalidad, y quedaron a muy poca distancia el uno del otro, girando rápidamente y mirándose a los ojos hasta que se detuvieron.

- Vaya... – comentó Serena, sonrojándose ligeramente – Estamos hechos unos artistas, ¿no cree?.

El no respondió. Estaba quieto frente a ella, con la respiración aún algo entrecortada, mirándola a los ojos como hipnotizado. Serena tragó saliva, sin apartar la mirada. Los gritos y risas de los demás patinadores empezaron a debilitarse hasta que dejó de oír. Lentamente, sus rostros fueron acercándose, y el vaho de su respiración empezó a entremezclarse.

Inclinaron la cabeza, cerraron los ojos, sus labios se rozaron, y... ella ya no estaba.

Snape abrió los ojos justo para ver cómo un hombre con el rostro cubierto por una bufanda la alejaba de él. Su mirada se cruzó con la de Serena, que parecía bastante desconcertada. Olvidado de su precaria situación sobre dos cuchillas de metal, trató de correr hacia ellos.

*                      *                      *

Serena miró al desconocido que la arrastraba con cara de malas pulgas.

- ¿Qué? ¿No tiene nada mejor que hacer que fastidiar a los demás? ¡Suélteme!

El hombre la soltó, y ella se giró para ver a Snape caer de bruces sobre el hielo. Fue hacia él.

- ¡Espere! – exclamó el hombre, agarrándola de la muñeca – Tenga cuidado con él ... ¿sabe ya que es un exmortífago?

Serena clavó los patines y se detuvo en seco, mirándolo sorprendida.

- Desde hace años ... – empezó a decir.

Se quedó mirándole fijamente a los ojos durante unos segundos, y con un rápido movimiento del brazo, le quitó la bufanda de la cara.

- ¡HIJO DE LA GRAN ...!

*                      *                      *

Severus había conseguido convertir sus patines en botas con clavos, y echó a correr hacia Serena. Cuando vio la cara del entrometido de la bufanda, enrojeció de furia. Pero entonces ocurrió algo maravilloso, y Severus Snape se detuvo para observar cómo Serena se agachaba y le hundía el puño derecho en el estómago a Sirius Black.

Oh, Dios mío, esto es demasiado hermoso para ser verdad...

Mientras él se preguntaba que buena acción había realizado para merecer semejante recompensa divina, oyó cómo alguien se acercaba.

- ¡Mundungus, ven a ayudar! – gritaba Lupin.

- ¡Ni hablar! – respondió el aludido, sacudiendo enérgicamente la cabeza desde la orilla - ¡Yo ya le dije a Sirius que no se metiera! ¡Si voy allí recibo fijo!

Remus Lupin, maldiciendo entre dientes, avanzó hacia los dos contrincantes, que ya estaban en el suelo. Al pasar al lado de Severus, disminuyó la velocidad.

- Severus, o la paras tú o la paro yo.

Con evidente decepción, Snape echó a correr hacia los combatientes. Cuando llegaron, Serena estaba sentada sobre la barriga de Black, cegada por la ira, golpeándole la cara con los puños una y otra vez. Severus le agarró por los brazos y la echó hacia atrás con bastante dificultad.

- Tranquilícese, Serena.

- ¡SUÉLTEME! – gritó ella, arqueándose para liberar sus brazos. En un rápido movimiento, Severus la agarró por la cintura y la echó hacia atrás.

Sirius se incorporó sobre el codo y se llevó una mano a la boca para limpiarse la sangre.

- ¿Serena? – dijo, mirándola con desagrado - ¿Qué pasa, sus padres se lo pusieron en un arrebato de ironía?

- ¡TÚ MATASTE A MI MADRE, DESGRACIADO! – gritó ella, retorciéndose como una anguila entre los brazos de Snape. Este la sujetó con más fuerza, y miró a Sirius.

- Cállate o la suelto. – le advirtió secamente. Suavizó el tono de su voz para dirigirse a ella - Serena, por mucho que me pese decirlo, él es inocente, al menos de esos cargos en concreto.

- ¡Y UNA MIERDA! ¡YO ESTABA ALLÍ, YO LO VI! – respondió ella, lanzando las piernas hacia delante y dándole una patada a Black en la espinilla.

- ¡AY!¡NO FUI YO, FUE PETER PETTIGREW!

- ¡JA! ¡Y QUÉ MÁS! ¡SU DEDO CAYÓ DELANTE DE MIS NARICES! ¡Y ENCIMA TE REÍSTE! – de nuevo empezó a revolverse frenéticamente, y Severus la alejó un poco más, eso sí, después de que pateara a Sirius en la otra espinilla.

- ¡Lupin! Llévatelo de aquí ahora mismo. – ordenó Snape - Yo se lo explicaré todo.

Lupin asintió y ayudó a Sirius a incorporarse. Snape notó como si Serena se desapareciera, y un furioso gatito negro se escabulló de entre sus brazos. Lo agarró por el pellejo del cuello justo antes de que le clavara las uñas en la cara a Sirius.

- ¡Largo! – repitió, viendo que los dos se habían quedado paralizados de la sorpresa. Remus arrastró a Sirius hasta la orilla más cercana y allí se desaparecieron. El dejó el gato en el suelo, y un momento después Serena recuperó la forma habitual. La mirada asesina que le lanzó le hizo retroceder un paso.

- ¡Le ha dejado escapar! – bufó, con los puños cerrados y dispuestos para la lucha.

Severus sacó rápidamente su varita.

- ¡Petríficus totalus!

Serena se puso rígida como una tabla, y él la agarró justo antes de que cayera de espaldas contra el hielo. Maldiciendo mentalmente a Black, a Lupin, a la saga de los Potter y al puñetero de Pettigrew, la empujó hacia la orilla y la apoyó contra un banco.

- Lo siento, - dijo – pero era la única manera de que escucharas.

Evidentemente, ella no respondió nada, pero sus pupilas se contrajeron aún más.

*                      *                      *

- ¡Sirius! ¡Estás vivo! – exclamó Mundungus al verle entrar en el comedor de la casa de Hogsmeade, apoyado en el hombro de Remus.

- Sí, y no precisamente gracias a tu ayuda ...

Fletcher se encogió de hombros.

- Yo ya te advertí, Sirius. El que no me hicieras caso no es culpa mía.

Si Sirius hubiera tenido un arpón a mano y las fuerzas para manejarlo, Mundungus Fletcher hubiera acabado clavado en una pared como una polilla en un insectario.

- ¿Estáis seguros de que esa mujer no es un mortífago? – gruñó, mientras Arabella le ponía un trapo lleno de hielo en el ojo.

- Bueno – dijo Arabella, haciendo caso omiso de los quejidos de Sirius mientras le limpiaba el corte del labio – para empezar es medio muggle, además es hija de Ernest Greenwood, le dio una patada en los huevos a Voldemort ... yo diría que es poco probable...

- ¡Ugh! Pues entonces casi puede decirse que he tenido suerte...

- Como que sí...

*                      *                      *

- Ahora ya lo sabe todo – afirmó Severus, levantándose del banco y apuntando a Serena con la varita. – No hay ser en este planeta que deteste a Sirius más que yo, así que puede creerme en lo que te digo. Voy a deshacer el hechizo, y, bueno, ... le agradecería que no me golpeara. - ¡Finite incantatem!

Serena cayó sentada en el banco, y lo observó atentamente. Luego bajó la mirada hacia su regazo.

- Lo lamento ... estaba tan furiosa que ni pensaba. Siento haber estropeado la noche.

- ¿Bromea? Ni en mis más dulces sueños imaginé que en una primera cita  mi pareja le partiría la cara a Sirius Black...

- ¿Primera cita? – inquirió Serena, sonriendo y arqueando las cejas – Creía que sólo quería quitarme de encima a Cresus Rich ....

- Es una norma inquebrantable en Slytherin sacar el mayor provecho de todo ... – respondió Snape, tomándole las manos. Al estirar para ayudarla a incorporarse, ella soltó un gemido - ¿Qué ocurre?

- Mis manos... Creo que tengo un par de huesos rotos.

Snape suspiró.

- Tendremos que volver a Hogwarts, entonces... Y yo que empezaba a creer que incluso Sirius Black servía para algo...

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Bueno, con esto termina la trilogía de La Cita. Espero que os haya gustado, aunque se que no es tan gracioso como los anteriores ... ¡rayos, soy humana! ¡hago lo que puedo!. Lo hubiera puesto antes, pero a medio capítulo uno de mis "beta readers" me dijo que era una porquería y tuve que rescribirlo todo... En fin, qué le vamos a hacer...

Muchísimas gracias, como siempre, por los reviews... sois unos soles.

Lina Saotome: bueno, ya ves lo que hizo Sevvy con las verduras ... es que es un padrazo.

Silvara: bueno, es que en mi mente, él es Alan Rickman. ¿A que siendo tan gruñón es facilísimo meterlo en líos?

Phoenix: Rayos, tienes razón, me olvidé de Trewalney ... de hecho tenía pensado que Severus saliera corriendo nada más verla... Ah, y lo de cargar historias, bueno, ya te dejé un review, pero necesito tu dirección de e-mail para enviarte las instrucciones ( es que ya eres el quinto (o la quinta)  que me las pide, y tengo una carta lista para enviar...)

Esmeralda: Bueno, si JKR eligió a Alan Rickman para interpretar a Snape, será porque se lo imagina así ¿no?. Gracias!

Azabeth: Muchas gracias!

Ucchan: ¿Snape, mas paciencia que un santo? Porque Flitwick le quitó la varita, que si no, deja a todo el claustro de profesores maldito...

Wilbur: Créeme, a Snape también le han dado miedo los demás profesores...

yo (mtgl): Hola de nuevo! Me alegro de que te gustara el capítulo. Lo de no tardar tanto, bueno, yo procuro tardar siempre lo mismo en poner los nuevos capítulos (una semana, día más, día menos) y aún así me va justo... Ah, y Alan Rickman es el actor que interpreta a Snape en la peli de HP.

 Xellas: Es que con todos los profesores arreglándolo y diciéndole lo que tenía que hacer, me recordó a la peli de Disney (estuve tentada de dejarle un momentito con tirabuzones...)

Princess Leia Skywalker: ¿Te has podido traer a Missy esta vez? Espero que os haya gustado el capítulo... Ah, por cierto, si le llenas un cajón de arena, irá automáticamente a hacer sus necesidades allí (o al menos todos los gatos que he tenido lo hacían, cajón de arena y ya no más problemas con sus necesidades)

Hermione12: Otro capítulo sin Ronnie... Lo siento... De todas formas, se acerca el baile, y te juro que te compensaré.

Charis S.: ¿Qué tal las vacaciones? ¿Más morena? Jooooooooooo yo quiero que sea verano aquí!

CieloCriss: Muchas gracias!

Cali-Chan: Muy bien, acertaste en lo del chocolate! Buen olfato, si señor.

Sailorangi: Ah, el baile... ¿Serena y Snape juntos?... ¿Chi lo sa?

LaLi: Merci! Ets catalana, no? Tranquila, no et moris! Estic contenta de que t'agradés tant!

Peeves, tu eres grande: Cariño, eres un pelota XD . Supongo que esto lo leerás después de cuántica, así que espero que te haya ido bien, y estés contento. Ánimo, que ya queda menos!

Patty*Potter: Otra con buen olfato... está claro que uno de los dos no tenía que saber patinar... ¿La semana de reglamento es pronto?