Harry se sintió caer por la fría oscuridad. Al abrir los ojos, se encontró en un lugar que le resultaba bastante familiar: estaba en Hogwarts, en los pasadizos de las mazmorras.
Estaba caminando a paso rápido, en compañía de alguien. Se volvió esperando encontrarse al lado de Cresus Rich, pero no sin cierto sobresalto reconoció a Severus Snape.
Parecía bastante más joven que el actual, unos diez años menor. Pero poco más había cambiado en él: pelo grasiento, rostro cetrino y la misma expresión malhumorada de siempre. Lo que sí notó diferente fue la actitud de los alumnos: caminaban silenciosamente en grupos, bastante numerosos en muchos casos. Daba la sensación de que el ambiente estaba bastante caldeado, especialmente entre los Gryffindor y los Slytherin. Harry nunca visto expresiones de odio tan intenso entre alumnos de su misma edad o incluso menores. También sorprendían las miradas amenazantes que le dirigían la mayoría de los Gryffindor al profesor de Pociones.
Oyó voces tras él.
- Tengo frío en la cabeza – comentó una voz de chica, vagamente familiar.
- Pues tú aún estás acostumbrada a llevar el pelo corto. – dijo un chico – Yo ya podía hacerme una coleta, y va la directora y nos hace rapar a todos porque a uno le encuentran piojos. ¡Ahora más que un orfanato, Lowood parece una academia militar!
- Orfanato, no, Álex – dijo la chica – Centro de Menores. Seamos políticamente correctos.
Harry se volvió al oír el nombre, y se encontró a las versiones adolescentes de Serena y Álex. Sólo que Serena no llevaba la cara marcada, y los dos llevaban el pelo rapado al dos. Sus túnicas eran claramente de segunda mano – o tercera -, y les llegaban hasta las rodillas, dejando a la vista tejanos desgastados y zapatillas de deporte prácticamente destrozadas. Al lado de las de ellos, la ropa de Ron era lujosa.
Mientras los miraba, un chico corpulento apareció derrapando por una esquina detrás de ellos. Ambos se giraron. Harry notó que Snape reducía la marcha.
- ¡Álex! ¡Serena! – exclamó el recién llegado. Llevaba una túnica en mejores condiciones que los otros dos, aunque no demasiado, y lucía una P de prefecto. También estaba pelado. - ¿Habéis visto a Emily?
- No. ¿Por? – respondieron al unísono.
- Me dijo que había una pelea de gatas y que iba a separarlas, pero luego perdí la comunicación. – se tocó la insignia de Ravenclaw que llevaba en el pecho, que se limitó a crepitar como una radio mal sintonizada.
- Tío, ¿has convertido las insignias en comunicadores? – dijo Álex, riéndose – Tú has visto demasiado Star Trek.
Un grito de dolor resonó por las mazmorras, y las risas cesaron en seco.
- ¡Emily! – gritó Serena.
Asustado, Harry vió cómo los tres echaban a correr, directos hacia él. Antes de que tuviera tiempo de apartarse, pasaron a través suyo. Tardó un momento en recuperarse de la impresión, y para cuando se volvió ya habían desaparecido tras la siguiente esquina. Snape volvió a acelerar el paso.
A medida que avanzaban, empezaron a oírse gritos de ¡pelea! ¡pelea!, y cuando doblaron la siguiente esquina se encontraron con una multitud de alumnos empujándose para ver mejor. Cuando notaron la presencia de Snape, todos se callaron y se apartaron, dejando ver a las contricantes. Harry nunca antes había visto una pelea como esa. Con una mano agarraban los cabellos de la oponente mientras trataban de arañarse las caras con la otra, todo sin dejar de darse patadas.
- ¡Emily! ¿Dónde estás? – gritó Serena.
- Aquí... – dijo una voz débil. Harry no supo dónde era "aquí" hasta que distinguió una masa de cabellos rubios entre la maraña de brazos y piernas. Mientras Álex y Álan trataban de soltar las manos de cada chica de la cabeza de la otra, Serena se metió en medio, y volvió a salir sacando a rastras a una joven rellenita, con la cara llena de granos.
- ¿Estás bien? –pregunto Serena, mientras se quitaba con una mano la sangre que salía de un corte en el labio.
- Sí, gracias. – respondió secamente la otra, que parecía ilesa. Se levantó y sin mirarle, entró en el aula.
Para entonces, las chicas ya estaban separadas y habían visto a Snape. Eran una Slytherin y una Gryffindor.
- Diez puntos menos para cada una de ustedes. Después de clase hablaremos del castigo. ¡Se acabó el espectáculo, señores!. Todos a clase, ¡YA!.
Álex se acercó a Serena, que miraba hacia la clase con cara de pocos amigos, mientras el resto de los estudiantes entraban en la mazmorra.
- ¿Por qué está enfadada contigo? – preguntó.
Serena se volvió hacia él.
- Bueno... es que me comentó que alguien le gustaba, y cuando me dijo quién...pueees... se molestó por mi reacción.
- ¿Quién era?
Serena se le acercó y le susurró algo al oído, que hizo que al chico se le pusieran los ojos redondos como canicas.
- ¿¿¿¿SNAPE????- clamó, y se echó a reir a carcajadas.
- Esa fue exactamente mi reacción. – afirmó Serena.
- Sus reacciones son bastante lentas, Greenwood. – susurró una voz tras ellos. – He dicho que entren, ¡AHORA MISMO!
Álex y Serena miraron unos segundos a Snape. Todos los demás alumnos estaban ya en el aula. Era tan evidente lo que pensaban, que podrían haberlo llevado escrito en la frente, a saber: ¿qué es lo que ha oido?.
- ¿NO ME HAN OÍDO? ¡HE DICHO QUE ENTREN!
Los dos sacudieron la cabeza y entraron con deliberada lentitud en la clase. Harry se preguntó si una actitud tan retadora era habitual entre los alumnos de por entonces. Lo cierto era que, cuando Snape entró tras ellos, bastante enfurecido y quitó otros diez puntos a Gryffindor, nadie pareció extrañarse. Daba la impresión que en esa casa pasaban bastante de él.
- ¡Examen sorpresa! – dijo Snape a continuación. – Dejen las pociones tal como están.
Snape fue de caldero en caldero, calificando. Mientras pasaba por los Slytherin, todo eran caras sonrientes, pero cuando pasó a los Gryffindor, la cosa empeoró bastante. Empezó por alguno de los mejores estudiantes, y a todos les encontraba fallos. Los que no sacaban tan buenas notas iban palideciendo por momentos. Se iban oyendo bufidos indignados a medida que él les mostraba la puntuación.
Cuando llegó junto a Emily, arrugó la nariz. Sacó una pequeño frasco de su bolsillo y empezó a hacer todo tipo de pruebas. Serena sonreía, y Harry comprendía por qué: Snape no conseguía encontrar nada que pudiera justificar el no poner una buena nota. Le puso un nueve, con evidente fastidio, y pasó al caldero de Serena.
El que sonrió entonces fue él. Serena, impertérrita, vio cómo escribía un cero en el pergamino. Se notaba que no era precisamente su asignatura favorita.
- Es usted una vergüenza para su familia – susurró fríamente. – Sí sigue así, nunca va a salir del orfanato.
- Si se refiere usted al desgraciado de mi abuelo, mejor. – respondió ella, imitándole la voz. Le lanzó una mirada glaciar. – Que cierto tipo de personas me detesten me enorgullece.
Snape fingió no haber oído eso, y continuó con su ritual, esta vez bastante más parecido al que tenía con Longbottom.
- Francamente, señorita Greenwood, no entiendo por qué demonios está usted aquí. No consigue hacer nada a derechas, ni en mi clase ni en ninguna otra. ¿Qué diablos es esto?. Es usted una inútil, una lacra para el colegio y ... y ... mire esto - con el cucharón cogió un poco de poción y la levantó para que toda la clase la viera. Parecía petróleo, nada que ver con el líquido rosado que había en el caldero de al lado -. ¿Quién le ha enseñado a medir las cantidades? Y el pus de bubotubérculo está demasiado diluido. No debería hacer caso en ese tema a la empollona de su compañera, es evidente que lo rebaja demasiado, o no tendría la cara como una olla oxidada.
La chica de al lado de Serena se quedó con la boca abierta un segundo antes de ponerse roja, levantarse y salir corriendo de la clase llorando, acompañada por las risas y burlas de Slytherin. Entre los de Gryffindor reinaba la indignación. Un chico pelirrojo se levantó de un salto, e hicieron falta cuatro para impedir que se lanzara al cuello del profesor.
Pero tantas precauciones fueron inútiles, porque Snape no perdía de vista a Serena y no se había dado cuenta de nada más, y porque Serena, que parecía tener salamandras en los ojos, estaba cualquier cosa menos serena. De hecho, salió corriendo del aula mientras decía algo en español. Harry no entendió ni palabra, pero no hacía falta ser un genio para captar la esencia: sencillamente le estaba llamando de todo. Snape echaba humo por las orejas.
- ¡VUELVA AQUÍ INMEDIATAMENTE, GREENWOOD!
Serena ya debía correr por el pasillo, porque se oyó una voz lejana que respondió:
- ¡y una mierda!
Harry siguió a Snape mientras salía de la mazmorra, dejando a toda la clase estupefacta. Los de Slytherin sonreían maliciosamente, pero pararon en cuanto vieron que para los Gryffindor había valido la pena, aunque se quedaran sin puntos.
Corrió a buscarla. Qué recuerdos tan agotadores, pensaba Harry, mientras seguía a Snape. Cuando llegaron a las escaleras, vieron a Serena, que estaba detenida frente a uno de los lavabos de las chicas, aporreando la puerta.
- ¡Abre, Emily! ¡ No tienes que hacer caso de lo que diga un gili... - pareció notar algo, giró la cabeza y vio a Snape - ¡Usted! - rugió.
Snape, conteniéndose como pudo, le dijo fríamente:
- Greenwood, para empezar ya está usted castigada y su comportamiento le ha quitado cien puntos a Gryffindor. O procura calmarse, volver a la clase y pedir disculpas, o usted y yo iremos al profesor Dumbledore para que rompa su varita y la devuelva al orfanato del que nunca debió salir.
- Para empezar, no me da la gana calmarme. En segundo lugar, me importa un bledo que me echen, porque me voy - cogió la varita y la partió contra la rodilla, lanzando los trozos al suelo - y en tercer lugar es usted un maldito amargado que no tiene otra diversión en este mundo que amargarle la vida a los demás, así que no voy a disculparme por lo que le he dicho.
- ¡Serena!
La chica rubia había sacado la cabeza por la puerta del baño, y miraba horrorizada los trozos de la varita.
- ¿Por qué has hecho eso? - dijo, sollozando - ¿Es que tus amigos no somos suficiente motivo para querer quedarte aquí?
Salió corriendo de nuevo, esta vez en dirección a la torre de Gryffindor. Serena cerró los ojos con fuerza y apretó los labios.
- Quien la entienda, que la compre - dijo, agachando la cabeza. Cuando la levantó de nuevo, vió la cara de Snape, en la que había dibujada una desagradable mueca de satisfacción.
Serena tomó aire, y, antes de que él pudiera darse cuenta de lo que ocurría, la chica lo había agarrado por el cuello de la túnica y lo había empujado contra la pared.
- Cerdo asqueroso. – susurró entre dientes – Usted nos oyó a Álex y a mí hablando antes de su clase, ¿verdad?. Fue a por ella, sabía que esto iba a ocurrir. Lo tenía todo planeado.
Lejos de amilanarse, Snape marcó aún más su desagradable sonrisa, y ella frunció el ceño. Respiró profundamente y le soltó.
- Usted sí que es despreciable. – dijo, apartándose de él – No sé cómo se atreve a mirar a Dumbledore a la cara... alguien como usted no merece su confianza. Va a ser un placer no volver a verlo. Hasta nunca, espe... - al caminarr de espaldas, resbaló con uno de los trozos de la varita.
Snape intentó agarrarla, pero la chica cayó sentada al suelo con la manga izquierda de su túnica en la mano. Snape miró el trozo de tela y palideció, pero mucho menos que ella, que miraba fijamente la tenue marca tenebrosa de su antebrazo. Si antes había desprecio en su mirada, ahora había odio. Parecía dispuesta a matarle.
Pero algo distrajo su atención. Los dos trozos de la varita saltaron al aire y se unieron de nuevo con un chasquido. Hubo un destello de luz cegador, y durante unos segundos Harry se vió rodeado por una especie de bruma blanca. Cuando ésta empezó a desaparecer, en el lugar de la varita había una espada. La hoja era blanca y traslúcida, y en la empeñadura estaban talladas las figuras de dos dragones alargados, con el cuerpo entrelazado y las caras mirando una hacia cada lado. La espada de la leyenda.
- Bien, bien. ¿Por qué no vienen ustedes dos a mi despacho y me explican lo que ha ocurrido?
Albus Dumbledore estaba de pie, en medio del pasillo, mirándoles entre impresionado y regocijado. Snape estaba medio agachado, con el brazo todavía extendido al tratar de impedir la caída, Serena estaba sentada en el suelo con la manga de la túnica de Snape en la mano, y ambos desviaron su mirada alucinada de la espada que se interponía entre ellos, al director.
* * *
En el comedor de Hogwarts la situación todavía estaba bastante descontrolada. Mientras Draco Malfoy se abría paso a empujones entre una multitud de alumnos que se habían apelotonado alrededor de la pista de baile, Snape saltó al escenario. Serena se apartó del micrófono y se dirigió hacia él. Pero él la esquivó, cogió el micro y se lo acercó a los labios.
- No puedo creer que es verdaaad...
Un silencio absoluto volvió a invadir el comedor.
- que tanta felicidad ... haya llegado hasta miiiii...
- Esta canción me es familiar – le comentó Hermione a Ron. También debía serlo para Serena, porque tenía los ojos como un elfo, y una gotita de sudor se deslizaba por su frente (O_OU).
Snape se volvió hacia Serena, y mirándola fijamente, continuó.
- y simplemente aprendí
que el cielo siento alcanzar
pensando que voy a amar
Draco se detuvo en seco cuando llegó a la primera línea. Sus compañeros habían empezado a hacer los coros, y Snape avanzaba hacia la profesora de Estudios Muggles, que retrocedía, hasta que tropezó y dio con sus posaderas en el suelo.
- por eso no puedo asíííí... – cantó Snape tendiendo la mano hacia ella
Serena miró a los componentes de Magia Muggle y movió los labios en silencio (¡haced algo!)
- quitar mis ojos de ti...
* * *
Harry notó la oscuridad envolviéndole de nuevo y se encontró en el aula de nuevo. Los alumnos parecían algo más mayores y menos belicosos. Snape iba paseando entre las mesas.
- La poción "pies de araña" permite a quien la toma caminar por paredes y techos sin caerse. Recuerden que debe tomarse caliente, pues al enfriarse se convierte en un adhesivo muy poderoso. Hay que descalzarse antes de ingerirla, y su efecto es instantáneo. También afecta a la circulación de la sangre y al sistema de equilibrio, de modo que pueden estar boca abajo todo el tiempo sin que les afecte. Esto es, una hora –dirigió una sonrisa sarcástica a los de Gryffindor- Les aconsejo que tomen nota. Si no encuentran trabajo, es extremadamente útil para ladrones...
Mientras los de Slytherin se reían, los alumnos de Gryffindor se miraban entre ellos, sorprendidos. A Harry le pareció bastante evidente que no tenían ni idea de lo que estaba hablando, pero Snape no debía opinar lo mismo.
Todos los estudiantes se pusieron a trabajar, machacando arañas en sus morteros. Harry localizó a Serena, que estaba en el primer banco a la derecha. Estaba en el extremo que daba a la ventana, en el lado de los Slytherin. Por lo visto Snape la había apartado de sus compañeros, probablemente como castigo. Llevaba el pelo algo más largo, y en su ajada túnica lucía la letra P.
El tiempo iba pasando. El contenido de los calderos empezó a hervir, los alumnos empezaron a echar los ingredientes y algunos empezaron a descalzarse. Snape actuaba como siempre, ridiculizando a los Gryffindor y adulando a los Slytherin. Parecía ignorar a Serena, que iba a lo suyo, mecánicamente, como un robot. Estaba quitándose las deportivas.
De repente, se oyó un fuerte ruido en las últimas filas. A alguien se le había roto un recipiente de cristal para las medidas. Snape se giró, pero al ver que se trataba de un Slytherin no dijo nada. Entonces se oyó otro ruido, como el de una piedra grande cayendo en el agua, y a éste le siguió el de un chisporroteo.
- Que demo... – Harry reconoció la voz de Serena, que aún sostenía una zapatilla en la mano.
Snape se dirigió hacia ella. A medida que se acercaban, Harry vio que el caldero empezaba a bambolearse, y el líquido verdoso que contenía giraba cada vez más rápido.
- ¡Salid todos inmediatamente!- dijo Snape - Id al comedor, ¡rápido!.
En este mismo instante empezaron a salir chispas del caldero, y toda la clase se levantó como un solo hombre y salió apresuradamente por la puerta. Algunos gritaban, y empujaban - los de Slytherin por supuesto - y Snape fue arrastrado fuera de la clase en medio de la mayor de las confusiones. Una vez hubieron salido los rezagados, Snape consiguió hacerlos ir ordenadamente pero rápido al comedor. Ya llegaban, y Emily llamaba a Serena. Pero no estaba allí, y Harry no recordaba haberla visto dentro de la mazmorra al salir.
- Cálmate - le dijo el chico pelirrojo, poniéndole la mano en el hombro. Visto de más cerca, Harry lo reconoció enseguida. Era Ian, el batería de Magia Muggle y sustituto de Serena cuando Amy estuvo enferma. - He salido el último y te juro que no quedaba nadie en la mazmorra. Seguro que ya está en el comedor.
Pero tampoco estaba allí. La chica rubia ya volvía a las mazmorras cuando Snape la detuvo.
- No se muevan de aquí. Y, sobre todo, no se les ocurra bajar.
Dio media vuelta, con el habitual frufrú de su túnica negra, y salió a paso rápido del comedor. Pero en cuanto la puerta se hubo cerrado, echó a correr. Bajó los escalones de cuatro en cuatro - Harry nunca hubiera creído que eso fuera posible, ni siquiera para alguien tan alto, teniendo en cuenta el tamaño de cada uno de ellos - y corrió tan rápido por el pasillo que cuando consiguió frenar ya había dejado la mazmorra atrás.
Abrió la puerta y entró seguido por Harry. El aula parecía vacía pero él se fue directo a la primera fila.
- ¡Greenwood! - Snape estaba rojo de enfado, mientras se dirigía al caldero de Serena, que había cambiado de color y se había vuelto amarillo. - Salga inmediatamente de la clase, estú... - el color de la cara de Snape viró del rojo al blanco en una milésima de segundo.
Serena Greenwood estaba en el suelo, con los ojos cerrados y una zapatilla de deporte pegada a una mano. La pernera de su pantalón vaquero estaba cubierta de sangre y la pierna izquierda estaba doblada de manera muy extraña, como si tuviera una segunda rodilla en mitad de la pantorrilla apoyada sobre el borde del banco volcado.
- Voy a morir... - abrió los ojos - ¡Profesor! ¿Qué hace aquí?
- ¿A usted qué le parece? ¿Puede moverse?
- No. Se me ha pegado el pie al suelo. Y la zapatilla a la mano. Lo mejor será que no me toque, porque no se si también ha salpicado en mi túnica. Márchese, esto ya no tiene remedio.
- ¡Deje de hablar así, estúpida! - Snape enrojecía de nuevo, mientras sacaba la varita de su bolsillo - Nunca había visto a un Gryffindor tan cobarde.
Ahora la que había enrojecido era ella.
- Maldita sea, lárgese de aquí y déjeme en paz, cretino. - intentó empujar a Snape con la mano de la zapatilla, pero se puso verde nada más moverse. Cerró los ojos y abrió la boca en un grito mudo.
Entretanto, Snape cortó la pernera del pantalón, dejando a la vista una horrible fractura abierta de tibia y peroné. También había hecho desaparecer el banco y despegado el pie del suelo. Ella abrió los ojos en el momento en que la zapatilla cayó de su mano.
- Escuche con atención: he de recolocar el hueso, vendar la herida y entablillar. Lo primero será sumamente doloroso. A la de tres ...
Snape alzo la varita con una mano, mientras con la otra sujetaba el pie.
- Uno ... dos ... ¡tres!
La pierna se estiró de golpe y Serena echó la cabeza atrás y abrió la boca como para gritar pero sin hacerlo. Las lágrimas le saltaron y todo su cuerpo se puso rígido como una tabla.
El caldero ya pasaba del verde al azul, y Snape parecía dirigir la Marcha de Radetzky mientras vendaba y entablillaba. De repente, se oyó una especie de silbido, y Harry vio algo blanco que salía disparado y se clavaba en el techo. Era un colmillo de basilisco.
- ¡Lo robó usted! - exclamó Snape, mientras cogía a Serena, que estaba pálida como un muerto, en brazos.
- ¿El qué? - miró al techo - ¿Para qué iba a querer un colmillo de basilisco, para lanzarlo a una poción hecha con arañas y suicidarme en el proceso? - lo último lo dijo casi gritando, porque el silbido era cada vez más fuerte. Algunos de los frascos que estaban en las estanterías de las paredes empezaron a estallar.
Cogió la varita de Snape, que éste llevaba en la boca, y la dirigió a la puerta.
-¡Alohomorra!
La puerta se abrió y salieron corriendo por el pasillo. No se detuvieron hasta llegar a las escaleras, momento en el que oyeron una explosión, y notaron retumbar todo el edificio. Una humareda avanzaba rápidamente por el pasillo, y antes de que pudieran moverse los alcanzó. Cuando se hubo disipado, estaban los dos cubiertos de polvo. Serena se rió.
- ¡Parecemos dos fantasmas!
Snape agachó la cabeza, para comprobar el estado de sus ropas, y sólo Harry pudo ver cómo sus duras facciones se suavizaron un momento en lo que casi era una sonrisa.
* * *
Y, efectivamente, Alan, Álex, y los demás hicieron algo, pero no lo que se suponía que Serena quería: alzaron sus varitas hacia el techo, y en el aire apareció una horda de trompetas.
turut-turut-tut-turut-tut
tut-turut-tut-tut-tuuuuuuut
- ¡Aaaaaah!- voceó el coro de Slytherins. Snape infló el pecho.
- TE QUIERO MUUCHO...
* * *
Durante unos instantes, todo quedó sumido en la oscuridad más profunda. Harry no podía ver nada. De repente, oyó unos golpes secos, como si alguien estuviera llamando a una puerta.
Se encendió una luz y pudo ver una habitación triste y oscura. Detrás de él había una ventana completamente cerrada, tapada por unas cortinas gruesas y negras, para impedir que el más nimio rayo de luz pudiera entrar por ella. Delante tenía un largo y delgado brazo cubierto por la manga de un camisón blanco.
Snape se incorporó y se sentó en la cama, mientras cogía un pequeño reloj que había en la mesa de noche junto a la lámpara. Su aspecto era tan desagradable como de costumbre, aunque era posible que el hecho de que el reloj señalara las dos de la madrugada influyera en su estado de ánimo.
Se levantó y cruzó la sala de estar, con tal expresión en la cara que hizo que Harry sintiera lástima por quien fuera que estuviera al otro lado de la puerta. Le siguió y se colocó para poder ver de quién se trataba.
La puerta se abrió y vislumbró a Serena Greenwood, esperando con la varita encendida. Aunque seguramente la pobre ya esperaba lo peor, no pudo evitar dar un respingo al verle la cara a Snape.
La chica iba en pijama, y descalza. Le recordó a Sirius la última vez que lo había visto: un ojo morado y el labio inferior hinchado.
- ¡Greenwood! – gruñó Snape – ¿se puede saber qué diablos hace aquí?
La chica no respondió durante unos instantes. Se había quedado mirando fijamente algo en el pecho de Snape. Harry, desconcertado, se inclinó ligeramente y miró en la misma dirección que ella. Snape llevaba unos cuantos botones desabrochados, y podía entreverse parte de su pecho. Al contrario de lo que Harry siempre había pensado, no se le podían contar las costillas: de hecho, tenía los músculos bastante perfilados.
Tal vez debería plantearme hacer pesas, pensó, al mirar de nuevo a Serena, que había arqueado una ceja y sonreía ligeramente. También se preguntó que habría hecho si Cho Chang le hubiera mirado de la misma forma alguna vez.
- ¡Greenwood! – exclamó Snape, ligeramente sonrojado - ¡Despierte!
- Per-perdón – farfulló ella. Volvió a mirarle a la cara – Eh, esto... – volvió a lanzar una mirada de reojo a su pecho y sacudió la cabeza - ¡Tiene que salir de aquí! ¡Vienen a por usted!
- ¿Quién?
- Un grupo de Gryffindor ha conseguido abrir el armario de las varitas. – dijo ella rápidamente. – Se reunieron en la sala común poco después de que me acostara. Se habían enterado de que usted había sido un mortífago... y como todos ellos tienen un padre, un hermano o algún pariente al que vengar, decidieron hacerlo en usted. Me escabullí de la habitación en cuanto salieron y los adelanté por un par de pasadizos de uso exclusivo de los prefectos. No tardarán en llegar... Dumbledore no está... tiene que salir de aquí...
Las últimas frases fueron acompañadas de un ruido de pisadas cada vez más fuerte. La habitación de Snape estaba al fondo de un pasillo, y la única salida estaba cortada. Serena se volvió lentamente.
- Mierdamierdamierda ... – murmuró.
Snape la agarró por la muñeca y la estiró hacia el interior de la habitación. Nada más cerrar la puerta, se oyó el ruido de un hechizo obstaculizador impactar contra la misma. Serena se llevó una mano al cuello, y se quitó una larga cadena, de la que pendía una pequeña llave dorada. Se dirigió rápidamente al dormitorio de Snape, para gran desconcierto del mismo.
- ¡Rápido, profesor!- exclamó, mientras introducía la llave en la puerta del armario ropero. - ¡Por aquí!
Él la miró horrorizado.
- Ni hablar. No pienso encerrarme en un armario, y menos con una alumna adolescente y en pijama.
Se oyeron más golpes contra la puerta. Los de fuera estaban tratando de echarla abajo.
- ¡No sea estúpido! – siseó ella, perdiendo la paciencia y el pulso. – Mi padre nos dio a mi madre y a mí estas llaves por si alguien atacaba la casa cuando no estaba. Crea un refugio tras la puerta en la que se utilice, y nadie puede entrar si no le abrimos...
La puerta que daba al pasillo voló en pedazos. Serena finalmente consiguió hacer girar la llave y abrió el armario. En lugar del guardarropa de Snape, Harry vislumbró unas estrechas escaleras.
- ¡Expelliarmus!
La llave no se movió del cerrojo, pero Serena atravesó la habitación volando y se estampó contra la pared. Cayó al suelo inconsciente.
Snape se giró se dirigió hacia la joven sin pensárselo. El chico que iba en cabeza del pelotón de linchamiento le disparó un hechizo repulsor, alejándolo de ella.
- ¡ESTÁ HERIDA! – gritó Snape -¡NECESITA AYUDA!
- Eso le pasa por meterse en donde no la llaman. Creo que esta vez habrá aprendido la lección. De todos modos, en cuanto haya acabado con usted, le haré un hechizo para olvidar y creerá que fue usted quien la atacó.-el chico sonreía como enloquecido, como si llevara toda su corta vida esperando ese momento.
- ¿Piensa matarme?
Por supuesto... De todas maneras, voy a concederle un privilegio del que no gozaron mis padres cuando sus amiguitos los mataron... Aquí tiene su varita. Un duelo, de mago a mago.
Le lanzó la varita al suelo, junto a sus pies. Snape la miró, como si no supiera ni lo que era. Aunque trataba de disimularlo, Harry tuvo que reconocer que parecía más preocupado por el estado de salud de Serena que por su propia vida.
- ¡Coja la maldita varita! ¡Estoy harto de esperar, quiero vengar de una vez a mis padres!
Severus Snape cogió la varita del suelo y apuntó con ella a Serena. Susurró unas palabras y la sangre desapareció. Ella abrió los ojos y se empezó a incorporar. En pocos segundos se dio cuenta de la situación y su mirada pasó del desconcierto al horror.
- ¡ESTOY HARTO DE QUE PASE DE MI!- el chico parecía haberse vuelto completamente loco, apuntó a Snape con la varita y gritó algo que Harry no pudo entender puesto que antes de terminar las palabras, ocurrieron multitud de cosas: Snape dejó caer la varita dispuesto a no intentar defenderse, los demás alumnos de Gryffindor retrocedieron aterrorizados hacia la sala de estar, y Serena se incorporó de un salto.
De la varita del chico salió un rayo gris, casi plateado. Pero era plano. Se oía un ruido parecido al de una sierra giratoria al cortar madera. Por la trayectoria que describía, parecía ir a decapitar al profesor de Pociones. Serena se colocó justo delante de Snape, empuñando su varita con las dos manos, en la trayectoria del rayo.
- ¡NO!-gritó-¡BASTA!
Cuando el rayo estaba a punto de alcanzarlos, la varita de Serena fulguró como un flash, y se convirtió en una espada blanca y brillante. Al chocar, el rayo se dividió en dos y se desvió en ángulo. Cuando cesó el ataque, todos los chicos de Gryffindor se desmayaron. La espada de Serena volvió a convertirse en varita y ella cayo de rodillas al suelo, con las piernas temblándole.
Harry miraba fijamente a Snape, que parecía no poder creerse lo que había ocurrido. Éste cogió las manos a Serena y la ayudó a incorporarse. Cuando ella levantó la cara hacia Snape, Harry pudo ver dos profundos cortes, uno en cada mejilla. Estaban rojos pero no sangraban. Por lo visto el calor del rayo los había cauterizado en el mismo momento.
- Tal vez la señora Pomfrey pueda hacerlas desaparecer.- dijo él.
* * *
Snape estaba consiguiendo algo totalmente inimaginable: que todos sus alumnos lo aclamaran. Serena continuaba sentada en el suelo, aparentemente en estado de shock.
- PUES CUANDO TE ENCONTRÉ
PENSÉ EN AMARTE SIEMPRE
VOY A AMARTEEEE...
Y de repente, la magia se fue. Literalmente. Las trompetas que flotaban sobre el escenario desaparecieron, las antorchas se apagaron, y todo quedó a oscuras.
Un murmullo aterrorizado fue llenando el comedor.
Snape volvió en sí, preguntándose qué hacía con un micrófono en la mano.
- No sabía que hubiera apagones de magia – oyó que decía Serena.
- Eso es lo preocupante – le respondieron – Que no los hay.
- Profesor, tenemos un problema ... – susurró una voz ligeramente arrastrada.
** ** ** **
Jo, cada vez cuesta más... Siento que haya tanto retraso últimamente, pero aunque todavían quedan unos cuantos capítulos, esta historia está llegando a su final. Creo que lo que había en el pensadero no es lo que esperábais encontrar, pero explicar la vida y milagros de Snape (bueno, mi teoría sobre su vida y milagros) era muy difícil (lo intenté, pero no pude) y se hubiera desviado demasiado de la historia.
Gran parte del contenido del pensadero llevaba escrito desde hace mucho tiempo, y necesitaba ponerlo... No puedo evitarlo, como todo el mundo, le tengo mucho cariño al personaje que creé. Espero que no os haya aburrido, y os garantizo que en el próximo capítulo tendreis a Ron, Hermione, Draco, Ginny, y Harry (y trataré de no tardar tanto).
Muchísimas gracias por los reviews:
LaLi (¿sabes? empezé a escribir para quitarme el estrés. Ahora el fanfic me estresa más que el trabajo – y estoy en una compañía aérea. Pudo afirmar que Bin Laden me fastidió directamente...), Spacey (hay que ver lo inspiradora que fue esa cena a las tantas de la madrugadad en el VIP's, ¿eh?), Silvara, Hermione12 (caray! cómo te gusta el baile!. Me temo que ya se ha terminado el baile, pero espero que hayas disfrutado de "Operación Snape"), Asosa (tsk,tsk,tsk... esto de leer en la oficina... como te pille el jefe!), Megumi, Esmeralda, Nimph (gracias! a ver si continuáis pronto con El Diván, es una idea muy inspirada!), Leia-Pandora (creo que se escribe Hitchcock, pero de todos modos ya quisiera yo escribir tan bien como él dirigía. Me encantaba North by Nortwest – Con la muerte en los talones... y lo de Kafka... bueno, a veces me patinan un poco las neuronas, pero no creo que tanto...ojalá!), sailorangi (jejeje... si respondo a tus preguntas, no va a tener gracia...), Brida-Weasley (gracias por ofrecerme ideas, pero más o menos tengo claro lo que va a ocurrir a continuación... lo difícil va a ser escribirlo), Lina Saotome (ay, Ginny y Draco... qué difícil lo tienen), Ucchan (me temo que en el pensadero no había lo que esperabas, lo siento... ), Ossobucco (a mí también me encantan esos personajes, son a los que les puedes coger más cariño, ¿verdad?. Por cierto, ¿cuál és tu otro personaje favorito, aparte de Snape?), Charis S. (Gracias... y ánimo para superar el síndrome postvacacional), y Arwen (por supuesto que tiene que ver con los Weasley – nadie más se hubiera atrevido... están locos.).
