Harry Potter

Harry Potter
y la increible batalla de chascos

Por:

Megawacky Max

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Prólogo:

Hola. Mi nombre es Max... Megawacky Max. Esta es mi primer historia para la sección Harry Potter de FanFictíon.net. Considero éste mi más soberbio proyecto hasta la fecha. No es una historia corta, no... es una versión paralela del Libro 5 (originalmente conocido como "La Orden Del Fénix", o algo así).
En este libro paralelo me he basado más que nada en la comedia (sí, ya sé que Rowling dijo que los siguientes libros iban a ser más oscuros), y la verán en su plenitud al empezar el verdadero caos. Ya que éste es el último año en Hogwarts para los gemelos Weasley, Fred y George, piensan irse dejando marca de su paso por el castillo. ¿Que mejor forma -piensan los gemelos- que una increible batalla de chascos? ;-)

Disfruten la historia, que comienza... así:

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-Capítulo 1-
El timbre sonó

El verano había pasado más rápido de lo habitual. Las trágicas memorias de eventos ocurridos durante el transcurso del último año en Hogwarts, la escuela de magos, aun rodeaban la cabeza de Harry.

Harry se encontraba en su habitación del número cuatro de Privet Drive, recostado boca arriba sobre su cama, pensando en todo lo ocurrido; recuerdos trágicos que lo atormentaban en pesadillas. Él había presenciado dos escenas horribles; un alumno, Cedric Diggory, había sido asesinado ni más ni menos que por Lord Voldemort; y, para empeorarlo todo, el mismísimo Voldemort había regresado a su forma humana. Harry había conseguido escapar de la muerte casi por milagro. Definitivamente, si Harry estaba en ese momento en Privet drive, era debido a una suerte excepcional.

Harry se puso de pie y caminó hasta la ventana. Observó el exterior.

Privet Drive no había cambiado en lo absoluto. Nadie allá afuera tenía idea que el mago más tenebroso de todos los tiempos había vuelto. Nadie, salvo Harry y unos pocos magos, sabía los tiempos difíciles que se avecinaban.

Pero por el momento, Harry ya tenía sus propios tiempos difíciles. Una vez de regreso en casa, sus veranos patéticos regresaban a su vida. Regresaba a su aburrida vida con los Dursley.

* * *

Los Dursley habían sido su familia suprente durante catorce de los quince años de su vida, desde que fue dejado a la puerta de la casa cuando apenas llegaba al año de edad, con una tremenda cicatriz en forma de rayo en la frente. No había opción, ya que Voldemor había eliminado a sus padres. El propio Albus Dumbledore, Director de Hogwarts, había ordenado que Harry debía permanecer a cuidado de sus tíos Vernon y Petunia Dursley.

Pero, para desgracia de Harry, los Dursley rechazaban todo cuanto se relacionase con esa palabra llamada "Magia". Tío Vernon, tia Petunia y hasta el insoportable primo Dudley eran muggles, es decir, no-magos. Eso no significaría nada malo para ningún mago, pero el caso es que ellos aborrecían todo lo que se consideraba "fuera de lo normal". Esa fue la principal razón de que los primeros diez años de la vida de Harry en casa de los Dursley fueran los más nefastos de su vida. Hasta que... recibió una carta.

Una carta. Una carta de Hogwarts, en la que era informado de la verdad: ¡Harry era un mago!

A partir de ese momento, la vida de Harry había cambiado por completo; y ni siquiera las constantes protestas de tío Vernon evitaron que Harry accediera a Hogwarts.

* * *

Harry desvió la vista de la ventana y observó el resto de la habitación. Había muchas cosas que dificilmente podrían encontrarse en las habitaciones de otros niños muggle. Había un gran número de pergaminos sobre el escritorio, junto a un frasco de tinta negra del que se observaba una gran pluma de águila; el pie de la cama daba lugar a un cofre, que albergaba (entre muchas otras cosas) una gran cantidad de libros de encantamientos, un álbum con fotos de los padres de Harry, una capa para volverse invisible, una soberbia escoba voladora y, lo más importante, una varita mágica.

Había muchas más cosas: Un falsoscopio de bolsillo, que era una especie de perinola que (se supone) gira y silva al estar en cercanías de alguien de quien no fiarse; una bolsa que contenía algunas de las más deciliosas golosinas de magos y, además, una bolsa aun más grande, llena de los más divertidos chascos mágicos, todos provenientes de Zonko, la casa de artículos de chascos de Hogsmeade (la única comunidad enteramente no-muggle de Gran Bretaña, ubicada en las cercanías de Hogwarts).

Harry ya se había divertido con su primo Dudley al hacerle caer en varias de las bromas. Las leyes mágicas no le permitían a magos menores de edad efectuar conjuros fuera de la escuela, pero nada le impedía utilizar elementos mágicos. De esa forma, Dudley fue víctima de un pedazo de tocino que se movía en el plato cuando intentaban clavarlo con el tenedor, de una lámpara que quitaba la luz de la habitación en lugar de otorgarla, de un paraguas que se cerraba al contacto con el agua y, además, de una balanza de baño que mostraba tres veces más el peso de una persona.

Esta balanza había sido el colmo. Ocurre que Dudley nunca ha sido... liviano. Durante toda su vida parecía estar almacenando grandes cantidades de comida como para afrontar una escasés de alimentos prolongada, aunque Harry pensaba que, de haber una escasés, sería por culpa de la glotonería de su primo. Fue el verano anterior que tia Petunia había puesto a la familia a régimen, a fin de intentar que su bomboncito Dudley bajara uno o dos kilos.

Tío Vernon era consciente que las bromas eran efectos mágicos, pero no se atrevía a quejarse mucho. Sabía que Harry tenía por padrino a un asesino prófugo. Lo que ignoraba era que Sirius Black era realmente inocente de los cargos de asesinato. Harry conoció a Sirius durante su tercer año en Hogwarts y, aunque él también lo creia asesino, luego encontró en él a una persona digna de confianza. Sea como sea, desde que Harry amenazaba indirectamente a los Dursley con la súbita aparición de Sirius en la casa, a causa de los malos tratos hacia su ahijado, los Dursley decidieron evitar, ignorar y hasta, en el caso de Dudley, huir a la presencia de Harry.

* * *

Harry observó la gran jaula vacía a un lado de la ventana. Recordó a Hedwig, su lechuza hembra albina. Las lechuzas eran el medio de entrega de correspondencia de los magos, y Hedwig se enorgullecía de su eficacia. Eso sí, a veces se irritaba con Harry, y se negaba a entregarle las cartas, pero era, más que una mascota, una amiga más en su vida.

Miró nuevamente por la ventana. ¿Dónde estaría Hedwig en esos momentos? Solía soltarla para que estire las alas, y ella se ausentaba por días, regresando a veces con cartas de amigos, o quizá con ratas que ella había cazado.

Recordó entonces a sus amigos en Hogwarts. Se acordó de Hermione Granger, una chica hija de muggles, excepcionalmente inteligente, aunque un poco irritable en lo que se refiere al estudio. Para Hermione lo primero era estudiar, lo segundo era repasar y lo tercero era hacer la tarea. De todas formas, Hermione era una gran amiga, y sabía que podía confiar en ella.

Luego recordó a Ron Weasley, un chico de familia enteramente no-muggle. Pobre, pero excelente persona. Ron y Harry eran mejores amigos en la escuela desde que se encontraron en un compartimento del Expreso de Hogwarts. Ron era miembro de una familia numerosa, los Weasley, que por más pobres que sean habían dado a Harry más afecto que cualquiera de los muggles con los que vivía.

¿Qué estarían haciendo sus amigos en esos momentos? Esperaba que disfrutaran de las vacaciones. Hermione seguramente estaba repasando por tercera vez las tareas dejadas por los profesores. En cuanto a Ron, lo más probable sería que las tareas estén enterradas bajo su cama.

Harry miró la hora. Era hora de desayunar, así que salió de su habitación y bajó las escaleras. Al entrar a la cocina, los tres Dursley ya se encontraban sentados (y, por supuesto, lo ignoraron). Tío Vernon leia su periódico, Dudley esperaba ansioso el desayuno y tia Petunia estaba a punto de servirlo. Dudley había conseguido lo imposible: consiguió bajar de peso. De lo que antes podía identificarse como una ballena asesina joven, ahora se parecía más a un elefante bebé, que, en el caso de Dudley, era una hazaña prodigiosa. Ese fue el motivo por el que Petunia decidió terminar con al dieta, para alegría de todos en la casa.

Harry tomó asiento en su silla mientras tia Petunia servía a Dudley un gran plato con dos huevos fritos y tocino. Harry disimuló la risa cuando Dudley, un poco asustado, acercaba la punta del tenedor al tocino para ver si se movía. Fue entonces cuando sonó el timbre.

-Dudley, ve a ver quién es -dijo tío Vernon sin despegar los ojos del periódico.

-Que vaya Harry -dijo Dudley.

-Harry, ve a ver -impuso tío Vernon.

Harry, que no quería empezar una discusión tan temprano, se levantó y fue hasta la puerta principal. La abrió... y casi se le salen los ojos de las órbitas.

-¡Hola, Harry!

Hermione Granger estaba afuera.

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