Harry Potter

Harry Potter
y la increible batalla de chascos

Por:

Megawacky Max

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-Capítulo 5-
La fiesta sorpresa

La vida en La Madriguera era, de lejos, lo mejor que le pudo pasar a Harry ese verano. No sólo estaba fuera del contacto visual de los Dursley, sino que disfrutaba cada minuto de su vida en aquella casa irregular.

Arthur Weasley, el padre de Ron, se alegraba de que Harry estuviese ahí. Le gustaba hablar con él de las invenciones muggle siempre que podía, aunque en la casa aparecía muy poco. Estaba colmado de trabajo en el Ministerio, pero no tuvo ningún problema en despetrificar a Crookshanks, lo que fue un alivio para Hermione.

La señora Weasley había preparado una cama extra en la habitación de Ron, para que Harry durmiera allí. La habitación de Ron estaba en la buhardilla de la casa, tenía las paredes cubiertas de brillantes pósters de los Chudley Cannons (el equipo favorito de Quidditch de Ron), el techo estaba inclinado, la pecera de la ventana aun contenía la enorme rana del verano anterior y, para tristeza de Harry, recordó a su desaparecida Hedwig en cuanto notó que la jaula de Pigwidgeon (la pequeña lechuza de Ron) estaba vacía.

-No ha regresado -dijo Ron-. Pensé que se había equivocado de casa... tú sabes cómo es Pig... Pero ha desaparecido, igual que todas las demás lechuzas.

Harry asintió. No quería hablar del tema.

Hermione volvió a compartir habitación con Ginny, la hermana menor de Ron. Ginny seguía poniéndose colorada ante la presencia de Harry, aunque no tanto como en años pasados.

Percy no salía de su habitación. Harry y Hermione fueron a visitarlo un par de veces, y notaron que George estaba en lo cierto: Percy estaba literalmente atado a la cama.

-Tuvimos que hacerlo -dijo Penélope durante la visita de Harry-. Se escapaba para trabajar en sus informes.

Harry y Hermione trataron de calmar a Percy, quien mantenía los ojos muy abiertos, como si nunca pudiese dormir. Los gemelos seguían con sus bromas, aunque no tanto como antes. La señora Weasley los tenía muy vigilados.

Penélope Clearwater tampoco era muy vista en la casa. Aparecía en la cocina para comer, pero luego regresaba a la habitación de Percy para cuidarlo.

-Es tan atenta -decía la señora Weasley en cuanto Penélope dejaba la cocina para ir escaleras arriba-. Ha sido de gran ayuda para Percy. En cuanto supo que estaba mal, apareció de inmediato.

Fred y George, mientras tanto, seguían provocando toda clase de ruidos en su habitación. Seguramente, sospechaba Harry, los gemelos seguían con la idea de la tienda de chascos en la cabeza.

Crookshanks, por su parte, volvió a la caza de gnomos en el jardín. Se las había tomado con uno en particular que, hace un año atrás, se había burlado de él.

En cuanto al espíritu del ático... seguía haciendo escándalo cada vez que la casa parecía estar en calma; aunque para Harry, todo ese ruido era como escuchar una bella canción de cuna.

* * *

Más allá de los cuidados que los Weasley le ofrecían a Harry, éste se llevó tamaña sorpresa a la semana de estar en esa casa.

Los Weasley le habían preparado a Harry una especie de fiesta de cumpleaños sorpresa. Como las lechuzas habían desaparecido desde finales de Julio, no pudieron enviarle ni una felicitación, pero ahora podían darle la sorpresa de una fiesta. Harry iba a sentirse muy emocionado, porque nunca había tenido una fiesta de cumpleaños con todos sus amigos. De hecho... nunca había tenido un fiesta de cumpleaños. Pero él ignoraba la sorpresa. Los Weasley se habían encargado de eso.

La fiesta se realizó a la semana de estancia de Harry en La Madriguera. Ron había llevado a Harry fuera de la casa para jugar Quidditch, pero todo era una excusa para que los Weasley prepararan todo: el señor Weasley decoró el jardín con lamparitas mágicas flotantes, que cambiaban el color de sus luces cada cierto tiempo; hizo levitar un par de mesas y colocó el mantel y hasta algunos platos por medio de magia, aunque su esposa le pidió que se encargara sólo de la decoración en cuanto el tercer plato se hizo añicos contra la pared de la casa. La emoción de sorprender a Harry con una fiesta lo había puesto tan eufórico que usaba la varita, más que como un elemento mágico de cuidado, como una espada de esgrimista novato.

Hermione y Ginny ayudaron a la señora Weasley con la comida, especialmente con una gran torta con un rayo dibujado con merengue en su superficie. Y es que la señora Weasley realmente necesitaba ayuda: tenía que vigilar tanto a su esposo y su entuciasta espíritu como a los gemelos. Por algún -desagradable- motivo, Fred y George iban de aquí para allá, sin hacer nada realmente pero sonriendo con un gesto que indicaba que algo muy malo estaban planeando.

-¿Qué están planeando, ustedes dos? -dijo la Señora Weasley.

-Nada -sonrieron los gemelos. Acto seguido, corrieron hacia su habitación, riendo por lo bajo.

Mientras la torta se horneaba, las chicas ayudaron a poner los cubiertos en la mesa. La señora Weasley salió un minuto para verificar que su esposo no haya estrellado nada más contra ninguna pared. En cuanto regresó, profirió un grito.

-¡Fred! ¡George!

Los gemelos dieron un salto hacia atrás desde el horno, que era donde se encontraban.

-¿Qué le hicieron a la torta? -indagó acertadamente su madre.

-Nada -sonrió Fred-, nos descubriste antes de intentarlo.

-¡Vamos, fuera de aquí!

Los gemelos regresaron a su habitación y la señora Weasley verificó que la torta no tuviera nada fuera de lo común, pero pasó la prueba sin problemas. Para evitar posibles futuros atentados a su obra culinaria, permaneció frente al horno como un perro guardián muy feroz.

* * *

Lejos de todo aquello, Harry y Ron disfrutaban de un pequeño partido uno a uno de Quidditch. Ron y su precaria escoba voladora no eran oponentes para Harry y su Saeta de Fuego, pero Harry pretendía divertirse, así que dejó a Ron montar la Saeta de Fuego en varias oportunidades.

Habían estado lanzando manzanas al aire para ver si las atrapaban en sus escobas cuando Harry divisó un pájaro a la distancia.

-¡Ron! -gritó- ¡Es Pigwidgeon!

Ron giró la vista y la manzana que había arrojado al aire le dió en la cabeza. Apenas se frotó la parte golpeada cuando el ave se acercó a él a toda velocidad..

-¡Eh!

El ave golpeó contra el pecho de Ron, lo que hizo que se distraiga lo suficiente como para soltar la escoba. Harry lo atrapó antes de impactar contra el suelo, y descendieron con suavidad.

-Gracias, Harry... -miró al cielo-. ¡Pig!

La pequeña ave se precipitó a su amo. No había dudas, era Pigwidgeon; una pequeña lechuza gris, muy entuciasta y con una fuente inacabable de energía.

-¿Dónde te habías metido? -dijo Ron en cuanto Pigwidgeon comenzó a volar alrededor de él-. Harry, quizá Hedwig también haya regresado.

-Sí, es posible -sonrió Harry-. ¡Eh, mira!

Señalaba a la casa de Ron. Ron giró y vió una pequeña explosión de estrellas rojas estallar sobre la casa, a modo de fuegos artificiales.

-La señal... -susurró Ron.

-¿La qué?

-¡Ah! -Ron reaccionó-. Nada, nada... ¡Mira la hora! Deberíamos regresar a casa.

-Pero... aún es tempra...

-Ah, sí, sí... -se apresuró a decir Ron-, pero, eh, ¡ya sabes cómo es mi madre! Se preocupa mucho si... eh... Bueno, mejor volvamos. Quiero decirle a papá que Pigwidgeon regresó. Sí, vamos...

Ignorando el más que extraño comportamiento de su amigo, Harry decidió no replicar y regresar. Pigwidgeon se mantenía volando en círculos alrededor de Ron, evidentemente feliz de regresar con su dueño. Justo antes de llegar, Ron le indicó a Harry de ir por detrás, hacia el jardín. Caminaron y se detuvieron un segundo para darle paso a una papa con patas (un gnomo) y a Crookshanks, su persecutor, para luego resumir el camino. Ron dejó a Harry ir adelante, y él se sorprendió al ver el jardín decorado.

-¿Qué es esto? -preguntó.

-¡¡SORPRESA!!

El grito venía de todas partes, y de todas partes justamente saltaron los Weasley y Hermione, sonriendo y acercándose a Harry.

-¡Es una fiesta de cumpleaños! -dijo Fred.

TU fiesta de cumpleaños! -añadió George.

Harry no sabía qué contestar. Ni siquiera había acabado de reaccionar. Todo lo que podía hacer era sonreir ante aquella muestra de aprecio de parte de sus conocidos.

-¡Pero, vamos, Harry! ¡Vamos, a la mesa! -los gemelos lo empujaron mientras Harry no paraba de sonreir.

-Eh... gra-gra... -Harry trataba de hablar, pero la emoción era muy fuerte-... gra-gracias -dijo al fin.

-Es un placer -dijo la señora Weasley en tono maternal.

Fue una tarde estupenda. La comida fue espectacular y hasta Penélope y Percy (desde la ventana de la habitación de éste) fueron parte de la fiesta.

-Qué gesto tan amable de tu familia -dijo Penélope.

-Sí -dijo Percy, un poco más calmado-. Debió costarles mucho tra... tra...

Penélope prefirió alejar a Percy de la ventana, antes que decir la palabra "trabajo" lo matara de un infarto.

* * *

El festejo continuó hasta luego de ocultarse el sol. Las lamparitas mágicas del señor Weasley se hicieron más evidentes en la oscuridad, y daban al jardín un aire que no podía definirse como nada, excepto mágico. Los gemelos hicieron una destacada excibición de las famosas bengalas del doctor Filibuster, que no necesitaban fuego porque prendían con la humedad, y llenaron el cielo oscuro con luminosas estrellitas de colores. A esto le siguió un par de regalos para Harry, de parte de Hermione y de los Weasley.

-No debieron -dijo Harry.

-Te lo mereces, chico -dijo Fred.

-Ábrelo, Harry -pidió el señor Weasley.

Harry tomó el primero de los tres paquetes de la mesa. Al abrirlo encontró una bolsa con extrañas canicas de cristal. Harry tomó la bolsa y examinó las canicas de cerca: algunas tenían centros luminosos, otras eran enteramente de colores fosforecentes y unas pocas parecían estar llenas de pequeñas chispas, amarillas y brillantes, que rebotaban en el interior, produciendo pequeños destellos cuando dos o más de las ellas chocaban unas con otras.

-Ron pensó que te gustaría -dijo la señora Weasley-. Son canicas mágicas coleccionables.

-Tú sabes jugar a las canicas, ¿verdad? -preguntó Ron.

-Sí -admitió Harry-, pero nunca a las mágicas.

-Ah, es mucho más divertido, ya verás.

Harry tomó el segundo paquete de la mesa. Lo abrió. Había una extraña brújula en el interior. La brújula estaba formada por un marco de madera tallada, una tapa de cristal y una aguja metálica que se mantenía equilibrada en el interior de el objeto. La aguja se comportaba de forma extraña; no apuntaba a ningún lado, sino que parecía estar suelta, o desmagnetizada.

-Es una brújula de ubicación -explicó Hermione-. Se le introduce un objeto orgánico de quien quiera que quieras ubicar, y la brújula apuntará al objetivo.

Harry hizo la prueba: Crookshanks pasaba justo por debajo de sus pies, aún persiguiendo al gnomo, y Harry tomó un poco de su pelambre al vuelo. Abrió una pequeña compuerta de madera en la brújula y colocó ahí el mechón de pelo mientras Crookshanks se internaba en los arbustos a toda velocidad. La aguja de la brújula comenzó a girar como loca, y se detuvo de repente, apuntando hacia el arbusto en el que se había escondido la mascota de Hermione.

-¡Vaya! -exclamó Harry-. ¡Muchas gracias, Hermione!

La chica sonrió. La aguja oscilaba a medida que Crookshanks se escabullía por los arbustos, siguiendo su recorrido. Harry puso a un lado la brújula y tomó el último paquete.

-Ese es el nuestro -sonrió Fred.

Harry abrió el paquete y encontró una pequeña caja de madera adentro. Tenía bordes de bronce y una inscripción tallada en la tapa: "Sortilegios Weasley - Paquete de prueba". Harry levantó la tapa y se encontró con una variada colección de chascos. Identificó el pequeño manojo de varitas falsas, la abundante colección de caramelos longuilinguos, las varias galletas de canarios, y también muchas otras bromas y chascos que nunca había visto.

-Es nuestro mejor trabajo -declaró emocionado Fred.

-Sí, queríamos que el primer paquete fuera para alguien especial -agregó George.

-Entonces... -Harry miró a los gemelos... y luego a la señora Weasley-, ¿va a permitir la tienda de chascos?

La señora Weasley frunció el ceño y cruzó los brazos.

-No estoy totalmente de acuerdo -dijo-, pero parece que es para lo único que son buenos. Pueda ser que tengan éxito.

Harry se alegró por los gemelos. Ellos le guiñaron, a la vez, un ojo. Harry sabía a qué se debía.

Al llegar a King's Cross al final del último año, Harry le entregó a los gemelos Weasley una bolsa con mil Galleons para que ellos lo usaran en su tienda de chascos. Harry no quería el dinero; le traía demasiados recuerdos nefastos. Prefería que sea usado por alguien que realmente lo necesitara, y sabía que los Weasley lo usarían bien.

-Bueno, ya que Harry abrió sus regalos -anunció la señora Weasley-, creo que es hora de traer la torta.

Harry se sonrojó, aunque no dejó de sonreir por eso. La señora Weasley trajo de la cocina el pastel que había preparado aquella tarde. Lo colocó justo delante de Harry. Éste sentía una alegría muy rara en él, como si nada pudiera ir mal.

-Ahora, Harry, sopla las velas -sonrió el señor Weasley. Con un movimiento de la varita, las quince velitas rojas de la torta se encendieron.

-Sí, Harry -sonrió George-, sopla las velas.

-Sóplalas todas -agregó Fred, sonriendo también.

Harry tomó aire y sopló con fuerza mientras inclinaba su cara sobre la torta y mientras los gemelos retrocedían en silencio, sonriendo. Las quince velas se apagaron, pero Harry no pudo evitar escuchar un extraño silvido que provenía de la torta.

-¿Qué...?

¡BUM!

-¡FRED! ¡GEORGE! -gritaba la señora Weasley- ¡Vengan acá, bromistas de segunda! ¿Qué demonios le hicieron a la torta?

-¡No hicimos nada! ¡No hay evidencias! -reían los gemelos.

La torta falsa había explotado, cubriendo la cara de Harry de crema y también los alrededores. Aunque La señora Weasley perseguía a los gemelos por todo el jardín como Crookshanks a los gnomos, mientras Ron se retorcía de la risa junto a Ginny en el piso, mientras el señor Weasley no sabía si ayudar a su esposa a cazar a los bromistas o disfrutar del momento con una risita, mientras Hermione estaba dividida entre el susto de la explosión y la gracia que le hacía tener la mitad de la cara llena de crema (y sus enmarañados cabellos tirados hacia atrás por la explosión), y mientras Pigwidgeon se posaba en la mesa para comer pedacitos de torta, Harry no pudo evitar sentir que era el chico más afortunado en todo el mundo. Al menos, en aquel singular momento.

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