Harry Potter
y la increible batalla de chascos
Por:
Megawacky Max
-o-
-Capítulo 9-
La división en el Expreso de Hogwarts
Cuando Harry se despertó al otro día, ya no se acordaba ni del espejo de la tienda de segunda mano, ni de las dudas relacionadas a éste.
El resto de la última semana de vacaciones se pasó muy rápido. Harry, Ron y Hermione intentaron descubrir para qué podrían necesitar la indumentaria antiflama que la lista de materiales incluia. La señora Weasley había comprado las ropas a costa de Harry y Hermione (aunque insistieron en pagar con su dinero), y no las habían visto hasta que la señora Weasley se las entregó, al día siguiente de regresar del callejón.
Las cosas se veían mucho mejor para los Weasleys desde que los gemelos mostraron el dinero que habían ganado con los chascos. Fue una gran alegría para Harry el saber que Ginny no iba a usar libros viejos, o túnicas de segunda mano. Los gemenos, por su parte, hacían cada vez más ruido en su habitación. Le habían cometado que el pedido del señor Zonko estaba un poco atrasado, por lo que aprovechaban cada segundo que podían en su alcoba, inventando.
-¿Para qué necesitamos todo esto?
Ron examinaba su casco protector, hecho de piel de Dragón.
-¿Qué pasa si Hagrid tiene algo VERDADERAMENTE peligroso para sus clases? -sugirió Harry.
Se miraron con pánico. Era sabido que Hagrid, el profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, tenía un amor único por las criaturas peligrosas. Cuantos más colmillos, mejor.
-No creo que Hagrid... -comenzó Hermione, pero se negaba a seguir hablando. No quería hablar mal de él.
Tratando de no pensar en qué cosa podría necesitar una capa antiflama, Harry procuró disfrutar lo que le quedaba de vacaciones, y como siempre pasa, la diversión hace que el tiempo vuele, por lo que el primero de Septiembre llegó, y Harry se despertó para tomar su último desayuno en La Madriguera, antes de ir a King's Cross y tomar el Expreso de Hogwarts.
El desayuno transcurrió en total calma. Las valijas ya estaban listas para ser transportadas. Para sorpresa de todos, Percy bajó a desayunar. Penélope aseguró que estaba mejorando, aunque todavía se lo veía nervioso y con los ojos fuera de las órbitas
La señora Weasley había vuelto a pedir taxis muggle para llegar a King's Cross, pero esta vez se iban a asegurar de no asustar a los pobres taxistas. Iba a ser mucho más fácil porque, a diferecia de la lluvia del año anterior, aquel era un día hermoso y limpio.
Harry y Ron subieron a la habitación de éste para buscar sus maletas. Harry se aseguró de llevar todos sus regalos de cumpleaño: la brújula de ubicación que le regaló Hermione, la colección de canícas mágicas de los Weasley y el paquete de chascos de los gemelos. Hedwig dormía en su jaula mientras Harry bajaba con ella al primer piso. Ron también llevaba la jaula de Pigwidgeon, pero estaba vacía. Pig aún estaba en entrenamiento.
Hermione buscó a Crookshanks por el patio y lo encontró persiguiendo a un gnomo muy burlón, justo cuando los taxis muggle hicieron su aparición. Por suerte los taxistan no eran los mismo que la última vez, porque de lo contrario nunca los ubieran llevado a ninguna parte.
Despidiéndose del señor Weasley (se quedaba para asegurarse de que Percy no se iba a escapar para trabajar), la señora Weasley acompañó a los demás. Iban todos en dos taxis: Harry, Ron y Hermione en uno, y los gemelos, Ginny y su madre en el otro (la señora Weasley estaba decidida a vigilar muy de cerca de los gemelos).
Llegaron a King's Cross con tiempo de sobra para pasar por el andén 9 y 3/4, que parecía una barrera sólida a los ojos de los muggles, justo entre los andenes nueve y diez, pero que en realidad era atravesable y conducía al Expreso de Hogwarts.
No podían pasar todos a la vez, para no llamar la atención. Harry y Ron fueron primero, mirando hacia los lados para asegurarse de que nadie los miraba. Atravesaron la barrera y, de repente, el andén 9 y 3/4 el y Expreso de Hogwarts estaba a la vista. El Expreso e Hogwarts era un tren de vapor de color escarlata, que transportaba a los alumnos de Hogwarts hasta el castillo.
Hermione y Ginny aparecieron detrás de Harry y Ron. Segundos más tarde, Fred y George hicieron su entrada, seguidos de cerca por su madre.
-Tranquila, mamá... No vamos a quemar el tren -dijo Fred.
-Saben muy bien que no me agrada del todo el tema de los chascos -dijo ella-. Me imagino que la mitad de esa valija está llena de Sortilegios Weasley, ¿verdad?
-¡Mamá! -dijo George con tono herido- ¿Cómo crees que NOSOTROS tendríamos nuestras creaciones en la mitad de nuestras valijas?
-Los Sortilegios ocupan cuatro tercios -sonrió Fred.
La señora Weasley parecía molesta.
-Muy bien... quiero que me presten mucha atención, los dos -dijo-. Este es su último año en Hogwarts. Ya acepté el hecho de que ustedes y un puesto en el Ministerio de la Magia son cosas totalmente distintas... Y... ya acepté el hecho de que quieran abrir una tienda de chascos -se acercó peligrosamente a los gemelos-, PERO... si llegan a causar problemas en Hogwarts debido a sus bromitas, ya pueden ir despidiéndose de su tienda de chascos y de todo cuanto se relacione al tema.
Después del discurso, los gemelos se miraron, y luego miraron a su madre.
-Sin bromas, entonces -sonrió Fred.
-Ni siquiera una bomba fétida -sonrió George.
-Ya, dejen esas sonrisas tontas -dijo su madre, adivinando las verdaderas intenciones de sus hijos.
Harry, Ron, Ginny y Hermione observaban el tren.
-Bueno, vamos a buscar un buen lugar -dijo Ron-. Es temprano, y no hay tantos magos.
Harry estuvo de acuerdo, pero Hermione negó con la cabeza.
-Vayan ustedes -dijo-. Yo ya tengo lugar.
-¿Qué? -dijeron a dúo Harry y Ron.
-Bueno... los prefectos tenemos reservada la parte de adelante.
-¿Vas a sentarte con los prefectos en lugar de con tus amigos? -dijo Ron.
Hermione parecía dubitativa.
-No es eso... yo... quiero ser una buena prefecta.
-Bueno, bien, pero no creo que sea estricto y necesario que dejes de ser nuestra amiga -dijo Harry.
-No voy a dejar de ser su amiga -dijo Hermione, y parecía indignada-, es sólo que quiero estar con los demás prefectos. Quiero preguntarles muchas cosas relacionadas con el tema.
Harry y Ron se miraron.
-Pues... supongo que... es lo correcto -balbuceó Ron.
-Bien.
La chica tomó sus cosas y las arrastró hasta el primer vagón. Ron y Harry la ayudaron a cargar su baúl, y también la ayudaron a subirlo a su compartimento. Ron se sorprendió ante el aspecto del vagón de los prefectos. Harry, sin embargo, no entendió cómo no se le había ocurrido eso antes.
El año anterior, Harry tuvo la oportunidad de entrar al baño privado de los prefectos. Al ver la magestuosidad de aquel recinto, se le ocurrió pensar que valía la pensa ser prefecto tan sólo para entrar a ese baño. Y ahora había pensado exactamente lo mismo al ver el vagón de los prefectos.
Tenía una hermosa decoración de flores en cada rincón, y estaba pintado por dentro con notorias pinturas. El vagón estaba dividido en cuatro zonas, sobre las cuales se podía ver, pintado en el techo, el escudo de la casa a la que pertenecían los prefectos. Había un pequeño librero al fondo que contenía muchos libros de aspecto interesante, y también había una mesita con bocadillos justo a la derecha del librero. Los asientos eran grandes y comfortables, y tenían bordado el escudo de la casa del prefecto designado. Finalmente, Harry notó que cada asiento tenía un pequeño letrero. Hermione se acercó a uno de los asientos y Harry y Ron (cargando el baúl) leyeron en el pequeño rectángulo de madera, escrito en elaborada letra roja:
Reservado para:
HERMIONE GRANGER
-Gryffindor-
-Este es el mio -dijo ella-. Pueden dejar el baúl aquí arriba.
Harry y Ron (que seguían estupefactos ante la apariencia del vagón) reaccionaron. Subieron las cosas de Hermione al gabinete para maletas del techo. Luego se alejaron un paso, mirando a su amiga.
-Bueno... -dijo ella, vacilante-... eso es todo.
-Sssssí... supongo -dijo Harry-. Entonces... nos veremos al llegar a Hogwarts.
-Sí, nos veremos al llegar -dijo Ron.
Hermione asintió con la cabeza, a la vez que Crookshanks saltaba al asiento reservado de la chica y se acomodaba en él. Harry y Ron abandonaron el vagón y regresaron ante sus propias pertenencias, que aún esperaban ser subidas a bordo del tren. Nadie dijo nada, aunque los dos podían sentir que una parte de ellos se había quedado en aquel vagón tan bien decorado.
Ron fue el primero en hablar.
-Qué impresionante... Cualquiera querría ser prefecto con semejantes lujos.
-Sí, supongo.
-Con razón Percy nunca iba a los vagones normales, ¿no? -Ron emitió una especie de riza forzada.
-Bueno, Hermione se lo merece.
-¡Oh, sí... sí! Seguro... No en vano es tan estudiosa... quiero decir... pues...
Harry miró a Ron. Balbuceaba como nunca.
-¿Estás bien?
-Sí, por supuesto.
-No te ves bien -dijo Ginny, de repente.
Harry y Ron reaccionaron. Se habían olvidado que ella estaba esperando con sus baúles y valijas, cuidándolas.
-No importa -dijo Ron-. Vamos, busquemos un lugar.
Harry y Ron encontraron un buen lugar con rapidez. Como lo había dicho Ron, aún no había muchos magos. Se encontraron con sus amigos: Dean Thomas, Seamus Finnigan e incluso con Neville Longbottom, un chico de cara redonda con la habilidad de tener la mayor cantidad de accidentes en clase, aunque, eso sí, un buen material de botánica.
Ginny se quedó con Ron y Harry en el mismo compartimento. Dean, Seamus y Neville les hicieron compañía mientras hablaban de Hermione y el vagón de los prefectos.
-¿De verdad tiene todo eso? -pregunto entuciasmado Seamus.
-¡Y mucho más! -decía Ron-. Ser prefecto tiene sus grandes ventajas.
Mientras Dean, Seamus y Neville escuchaban a Ron, Harry permaneció absorto en un pensamiento. Hermione actuaba un tanto extraña en el vagón de los prefectos. Parecía ser que algo la molestaba, pero no quería admitir nada.
Se escuchó un silvato que sacó a Harry de sus pensamientos. El Expreso de Hogwarts se movía. El viaje había comenzado.
-¡Adiós, mamá! -gritaban Ron y Ginny, asomándose por la ventana.
-¡Adiós, señora Weasley! -gritaba Harry a su vez.
-¡Adiós, cariño! ¡Y tú también, Harry!
-¡Adiós, mami! -se escuchó saludar a los gemelos en tono burlón, desde varias ventanas más atrás.
-¡Pórtense bien! -dijo la señora Weasley, seria de repente.
El tren aumentó la marcha, y los padres, despidiéndose de sus respectivos hijos, se volvían cada vez más pequeños a medida que el tren se alejaba de la estación. Cuando ya no se podían distinguir las formas sobre la plataforma 9 y 3/4, las cabezas de las ventanas regresaron al interior.
Dean, Seamus y Neville fueron a sus propios compartimentos.
-Bueno, y... ¿Qué hacemos ahora? -dijo Ron.
-Esperar -comentó Harry-. No creo que hagamos nada hasta no llegar a Hogwarts.
El tiempo pasaba extrañamente lento. Ron y Harry miraban al paisaje, al otro lado de las ventanas. Ginny también miraba, pero parecía que sus ojos ibas más hacia Harry que hacia las ventanas.
-Extraño a Hermione -dijo Ron, de repente.
Harry y Ginny lo observaron con sorpresa. Ron parecía no darse cuenta. Tenía la mirada fija en el cristal de la ventana.
-No es lo mismo sin ella -dijo-, leyendo y hablando de encantamientos... criticando a todos... cargando a ese molesto ser...
-¿Croockshanks? -preguntó Ginny.
-Sí, ese.
Ron quedó en silencio. Harry y Ginny intercambiaron una rápida mirada. Harry trató de animarlo.
-Ron... parece que...
No pudo terminar la frase. La puerta del compartimento se abrió, y las tres personas más desagradables de Hogwarts aparecieron: Draco Malfoy y sus guardaespaldas, Crabbe y Goyle.
-Hola, Potter... pobretones -dijo, mirando a Ron y Ginny.
-Vaya, esto es un record, Malfoy -se quejó Ron-. Ni siquiera pasaron treinta minutos de viaje que ya estás molestando.
-Palablas, Weasley... ¿Y dónde está Granger? Quizá la echaron del tren por ser sangre sucia, ¿no? -sonrió.
Ginny se tapó la boca. Ron saltó de su asiento. "Sangre Sucia" es un gran insulto en el mundo de los magos, y se la utiliza para denominar a aquellos que proceden de familias muggle.
Por fortuna para Ron, Harry se interpuso entre él y Malfoy.
-Para tu información, Hermione es PREFECTA, por lo que está en el primer vagón, que está reservado para ellos.
La sonrisa de Draco se desvaneció.
-¿Prefecta? -susurró-. ¿Esa sangre sucia sabelotodo es PREFECTA?
-¡No le digas así! -advirtió Ron.
Draco no contestó. Parecía que no quería hablar.
-¿Y qué quieres aquí, de todas formas? -dijo Harry-. Sabes bien que no eres bienvenido.
Draco volvió a sonreir.
-Sólo pasaba y decidí entrar a molestar. Eso, y una pequeña venganza con respecto a cierto incidente al final del último curso.
Harry observó que Malfoy, Crabbe y Goyle sacaban sus varitas al mismo tiempo, mientras Draco hablaba. Se dio cuenta. Malfoy iba a maldecirlos en venganza a los maleficios que les echaron en el tren, meses atrás.
Harry se apresuró a sacar la varita, pero alguien lo hizo antes.
-¡Errare! -gritó alguien en el pasillo.
El maleficio le acertó a Crabbe, a quien se le cayó la varita de las manos. Se apresuró a agacharse a recogerla, pero perdió el equilibrio y cayó sobre Goyle, empujándolo. Goyle también perdió el equilibrio y cayó sobre Malfoy, quien también cayó al suelo, perdiendo la varita.
-¡Quítense de encima! -gritaba Draco a sus torpes guardaespaldas mientras Ron y Ginny se reian.
Malfoy consiguió salir de debajo de sus pesados amigos y, a tientas, buscó su varita. La encontró, y sin pensarlo dos veces apuntó a Harry con ella.
-¡Petrificus Totalus! -gritó, con la cara encendida en furia.
Harry cerró los ojos, esperando el golpe.
¡PLOP!
No hubo ninguna señal de encantamiento, excepto por Ron y Ginny, que se reian con más fuerza. Harry abrió los ojos y observó que Malfoy tenía la mano de la varita extendida hacia él, pero en lugar de varita, sostenía un ramo de flores.
-¡Ja! ¡Varita falsa! -gritaron dos personas, detrás de Crabbe y Goyle.
Todos miraron. Eran Fred y George, con sus varitas en alto y con la varita verdadera de Draco en una mano.
-Te vas a ir a otra parte, chico... -dijo Fred.
-... o te volvemos a maldecir -añadió George, moviendo la varita hacia él.
Draco parecía furioso. Arrojó el ramo de flores al piso y lo aplastó con un pie. Le hizo una seña a Crabbe y Goyle y los tres salieron del lugar.
-¡Eh, Malfoy! ¡Tu varita!
Fred le arrojó a Malfoy su varita. La atrapó en el aire, pero no dijo nada. Parecía ser que no aceptaba otra derrota. Se fueron a otra parte.
Los gemelos entraron al compartimento, riendo.
-¿Qué maldición era esa? -preguntó Harry.
-¿Cuál, "Errare"? Es muy divertida. Hace que el maldecido cometa errores.
-O sea, que tenga mala suerte -dijo George.
-Malfoy ya quería vengarse -dijo Ron, sacudiendo la cabeza-. Me parece que va a ser un muy largo año.
-Sí, pero valdrá la pena -dijo George, entusiasmado.
-Ya lo creo que valdrá la pena -acotó tu hermano gemelo.
Harry y Ron se miraron. Era evidente que los gemelos tenían alguna de sus ideas y querían contarla.
-Bueno, ya... ¿Qué están planeando? -dijo Harry.
-Disculpa, Harry, pero todavía no podemos decirlo -comentó Fred.
-Sólo digamos que va a ser muy divertido -sonrió George.
-Sí... MUY divertido -aseguró Fred.
En ese momento, y para sorpresa de todos, la puerta del compartimento volvió a abrirse. Hermione estaba ahí, y observaba al interior del resinto con los ojos bien abiertos.
-¡Hermione! -dijo Ron-. Qué bueno que viniste. No sabes lo que Malfoy...
-¿Alguno de ustedes hizo un maleficio, recientemente? -preguntó la chica, interrumpiendo a Ron.
-Sí, yo -sonrió George-. Le acerté a Crabbe con un maleficio "Errare" y no pudo...
-Cinco puntos menos para Gryffindor, por arrojarle maleficios a otra persona en el tren -interrumpió Hermione, con una expresión muy seria en el rostro.
-¡¿Qué?! -gritaron todos, incluso Ginny.
-La próxima vez, piensen antes de actuar.
Hermione cerró la puerta, dejando a todos estupefactos.
-Pues... ¿saben algo, chicos? -dijo Ron con voz suave-: yo no me estoy divirtiendo. Para nada.
