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-Capítulo 10-
Llegada al castillo

El viaje en el Expreso de Hogwarts continuó en un ambiente de confusión. Hermione le había sacado puntos a Gryffindor, su propia casa. Para peor, a sus propios amigos.

-Te dije que nos iba a traer problemas -dijo Fred.

Fred y George se quedaron en el mismo compartimento, con Harry, Ron y Ginny.

-Cinco puntos... -decía George-. Ni siquiera era un maleficio peligroso.

-Lo de ser prefecta se le subió a la cabeza -se quejaba Ron.

Harry no quería opinar. También estaba sorprendido por la actitud de Hermione, y estaba convencido de que iba a seguir igual de estricta durante todo el resto del curso.

-Va a fastidiar nuetros planes -dijo George. Fred asintió con la cabeza.

-¿Qué planes? -preguntó Harry, curioso.

Los gemelos intercambiaron una mirada.

-Supongo que podemos contarles... -dijo George.

-... y puede que hasta nos ayuden -agregó Fred.

-Bueno... les contaremos.

George buscó en sus bolsillos y sacó un gran pedazo de pergamino doblado. Se lo dio a Harry. Este lo desenvolvió. Era un anuncio. Lo leyó en voz alta, mientras Ron y Ginny curioseaban a sus espaldas.


LA INCREIBLE BATALLA DE CHASCOS

Para el mago y la bruja traviesos, llega una gran oportunidad.
La increible Batalla de Chascos, patrocinada por Zonko.
Durante el presente curso, aquellos que se inscriban en la
Competencia, deberán acumular puntos mediante bromas
Realizadas a compañeros, profesores y prefectos.
Al final del curso, aquel con más puntos ganará un gran
Premio, consistente en 200 Galleons y una dotación de
Tres meses de las mejores bromas de Zonko.

Inscripciones abiertas en Zonko, el local de bromas de
Hogsmeade. ¡Dense prisa!

Harry observó a los gemelos por sobre el anuncio.

-Pues... ¡Vaya idea!

-Sí -sonrió Fred-. Si nuestra madre nos descubre, nos mata.

-Ya entiendo por qué Hermione los va a fastidiar... No va a ser fácil ocultar esto con ella alrededor.

-¡Yo me quiero inscribir! -dijo Ron-. Ya tengo a las víctimas: Snape y Malfoy.

Todos se rieron.

-Bueno, entonces espera a la primer visita a Hogsmeade para inscribirte -dijo Fred.

-Sí, le sugerimos la idea al señor Zonko...

-.... para promocionar los Sortilegios Weasley...

-.... y aceptó encantado.

El viaje transcurrió sin mayores novedades. Los gemelos abandonaron el compartimento para buscar a su amigo, Lee Jordan, por lo que Harry, Ron y Ginny se quedaron a solas. La bruja regordeta apareció con el carrito de comida y Harry compró dulces para todos, mientras planeaban divertidas formas de hacer caer a Malfoy y a Snape en las bromas.

-Ron, hacerle bromas a Malfoy es una cosa... pero a SNAPE...

-Sí, entiendo... Es muy peligroso... ¡Ah, pero sería genial!

Comenzaba a oscurecer a medida que el Expreso de Hogwarts se acercaba a destino. Harry notó que Ron había quedado con la mirada fija en la ventana desde hacía más de treinta minutos.

-Ron...

Ron no se movió. Incluso Ginny lo observaba con preocupación.

-Ron...

Volvió a ignorarlo. Harry sonrió de forma extraña.

Weasley! -gritó en el mejor tono "Snape" que su garganta pudo simular. Ron, asustado, volvió la vista a Harry.

-¿Eh? ¿Qué? ... Ah, eras tú...

-¿Qué te pasa?

-Nada -mintió Ron, volviendo a mirar a la ventana.

Harry se arriesgó a adivinar.

-Es por Hermione, ¿verdad?

Ron giró lentamente la cabeza hacia Harry. Luego de una pausa, miró a Ginny.

-¿Por qué no vas a buscar a alguno de tus amigos para charlar? Quisiera hablar con Harry.

-Pero si puedes hablar de todas fo...

-En privado.

-Ah...

Ginny se levantó y abandonó el compartimento. Harry y Ron volvieron a mirarse.

-Bueno... ¿Qué ibas a decirme? -preguntó Harry.

Ron hizo algo muy extraño. Fijó sus ojos en los de Harry, penetrándolo con la mirada. Harry observó que los ojos de Ron se humedecían notablemente, y que sus mejillas se ponían muy coloradas.

-¿Ron? ¿Estás...?

Pero no pudo terminar. Ron se lanzó sobre él, tomándolo de los hombros y hundiéndole la cabeza en el pecho. Comenzó a llorar.

-¡Harry, ya no lo puedo ocultar! ¡Se lo tengo que decir a alguien! -lloró-. ¡Me gusta Hermione! ¡Me gusta mucho, muchísimo! ¡Me gusta desde aquel día que me di cuenta (por fin) de que era una mujer!

-De... ¿Desde el baile de Navidad del curso anterior?

-¡Sí! -levantó la mirada, y sus ojos se chocaron con los de Harry-. La amo... -susurró-... Realmente la amo...

Harry no sabía qué decir. Consideremos que Ron le estaba sujetando los hombros con tanta fuerza, que Harry simplemente no podía moverse.

-Bueno... eh... esto es... bastante... bastante inesperado. Quiero decir...

Pero se detuvo al ver la expresión de Ron. Seguía con los ojos llorosos, pero sonreía. Finalmente, y ante la sorpresa de Harry, lo soltó y regresó a su asiento, apoyando su espalda contra el respaldo y riendo como loco mientras se llevaba las manos a la cara.

Harry no entendía nada. Fue sólo varios minutos más tarde que pudo enterarse, cuando Ron dejó de reir.

-Te... te... -trataba de hablar Ron-. ¡Te hice caer! ¿De verdad te lo creiste?

Harry no sabía qué decir.

-¡No es cierto! -gritó Ron, sonriendo-. ¡Te hice pensar que a mí me gustaba Hermione! Como te dije, quiero inscribirme en la Batalla de Chascos.

Harry estaba anodadado, aunque también comenzó a reir, segundos después.

Sin embargo, algo no estaba bien. Lo de Hermione podría haber sido una broma, pero Ron volvió a mirar con seriedad a la ventana, algunos minutos más tarde.

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Luego de un par de horas, el tren comenzó a disminuir velocidad. Estaban llegando a Hogwarts. Ron y Harry se pusieron las túnicas negras y esperaron a que el tren se detuviese en la estación de Hogsmeade. Bajaron con el resto de los alumnos, y lo primero que notó Harry fue que Hagrid no estaba a la vista.

En su lugar, era Argus Filch, el detestable celador de Hogwarts, quien ordenaba los grupos.

-¡A ver, no se dispersen! ¡Los alumnos de primer año por aquí! -gritaba Filch, blandiendo una lámpara en su mano.

-¿Qué hace Filch aquí? -preguntó Ron-. ¿Y Hagrid?

-Ni idea... -respondió Harry.

Harry estaba agradecido de no estar en primer año, porque eso hubiera significado tener que dar un paseo en bote, guiado por Filch. Aquello era un ritual para sorprender a los nuevos integrantes con la magestuosidad del castillo.

Pero como Harry y Ron estaban en quinto, lo que debían hacer era subirse a una de las cien carrozas (sin caballos) y esperar a ser transportados a Hogwarts.

Se subieron a una que estaba vacía.

-¡Esperen! También subo...

Giraron. Era Neville Longbottom, que pedía que lo esperasen. Dejaron que Neville subiera primero, y luego entró Ron y finalmente, Harry.

Había lugar para cuatro personas en cada carroza, y la cuarta persona de aquella entró un instante después que Harry.

-¡Hola!

-¡Hermione!

Hermione sonreía al entrar, pero dejó de hacerlo tan pronto como se sentó y observó a Ron.

-¿Qué te pasa? -preguntó.

-¿Por qué le sacaste puntos a Gryffindor en el tren? -cuestionó Ron, al tiempo que la carroza comenzaba a avanzar.

-Sólo cumplía mi deber como prefecta.

-Bueno, está bien, pero no tenías que empezar en el tren. Además, aquel maleficio fue en defensa personal.

-No importa. Lo único que importa es que FUE un maleficio. Punto -dijo Hermione en un tono muy peligroso.

Harry se apresuró a cambiar el tema, lo que fue un alivio para todos.

Las carrozas avanzaban hacia el castillo, entrando a los terrenos por las ya conocidas estatuas de cerdos con alas. Ron no pudo evitarlo y volvió a sacar el tema de los puntos sacados a su propia casa, a lo que Hermione lo cortó con un muy tajante:

-Pretendo ser una buena prefecta, Ron. Eso significa ser imparcial... Así que acostúmbrate.

-Vamos, Hermione -le reprochaba Ron-. ¡No puedes estar así todo el curso! ¡Nos vas a volver locos a todos! ¡Mis hermanos no van a poder hacer la batalla de cha...!

Y se llevó las manos a la boca. Por desgracia, ya había dicho demasiado.

-¿La qué? -preguntó Hermione.

-Nada...

-Escuché algo... La batalla de... de... Vamos, ¿batalla de qué?

-No es nada, en serio.

Hermione frunció el entrecejo.

-Bueno, en ese caso, dile a tus hermanos que no intenten nada fuera de las reglas. Los voy a vigilar.

Harry estaba seguro que Ron estaba maldiciéndola desde adentro, aunque prefirió no decir ni una palabra más. Después de todo, ya había dicho demasiado.

Los carruajes llegaron a la entrada del castillo. Todos los alumnos bajaron de estos y entraron al vestíbulo.

-Eh... mejos asegúrense que Peeves no anda por ahí -sugirió Ron, recordando la "bienvenida" que Peeves les había otorgado en el pasado curso.

Peeves era un poltergeist. Adoraba el caos y siempre estaba dispuesto a hacer de las suyas, molestando a todo alumno que se cruzase por su camino. Si había alguien a quien Filch odiara más que a todos y cada uno de los alumnos de Hogwarts, era sin duda a Peeves.

Parvati Patil, que había entrado primero, miró en todas direcciones.

-No hay nadie. Pueden pasar.

El resto de los alumnos fueron apareciendo en el vestíbulo. Segundos más tarde, la profesora McGonagall, de lentes cuadrados y rodete muy apretado, apareció en el recinto.

-Por favor, por aquí -dijo-. Vayan hacia el Gran Salón y esperen a los de primer año para la ceremonia de selección.

La selección de alumnos en Hogwarts era una ceremonia que se realizaba justo antes del banquete de la primera noche. Había cuatro casas en el castillo: Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff y Ravenclaw. La selección era llevada a cabo por un sombrero mágico, muy viejo y muy gastado, pero a la vez muy sabio.

Fue ese mismo sombrero el que indicó que Harry debía pertenecer a Gryffindor, aunque por un momento intentó colocarlo en Slytherin, la casa a la que todos los magos tenebrosos conocidos asistieron.

Harry y el resto de los alumnos avanzaban hacia el Gran Comedor. Entraron y Harry observó al techo, que estaba hechizado para que pareciese que no había techo.

Fue entonces que una voz lo sacó de sus pensamientos.

-¡Hola, Harry!

Harry miró a un lado... y se detuvo en seco. Aquella visión lo había tomado por sorpresa, a tal punto que dió un tremendo salto hacia atrás.

Aaaahhhh! -gritó Harry en el instante de saltar.

Se dio cuenta que su espalta le había pegado a alguien. Hubo algunos gritos, y una voz ronca que gritó un hechizo.

Desmaius! -fue lo último que Harry escuchó, antes de que un destello rojo le cegara la vista.

Sintió que su cuerpo golpeó contra el suelo... y todo se oscureció.

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