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-Capítulo 11-
Aurors, fantasmas y prefectas

Todo estaba a oscuras. Harry podía sentir, sin embargo, que estaba recostado boca arriba en una suave superficie. Escuchaba los murmullos lejanos de curiosas voces. No quería despertar, pero los murmullos se escuchaban con mayor claridad. Empezó a entender palabras sueltas.

-... No quise... Pero la seguridad... No era... Ahora... Habría que... Está despertando.

Con esa última palabra, Harry fue consciente que le dolía la cabeza. Recordó vagamente que había sido alcanzado por un hechizo. Abrió los ojos; todo se veía borroso sin sus lentes. Había alguien frente a él... era un rostro, pero ninún rostro podía ser tan desfigurado. Quizá sea por no llevar anteojos, pensó Harry.

-Tus lentes -dijo una voz gruñona.

Alguien le puso los anteojos en la mano. Harry se los colocó delante de los ojos y volvió a observar aquel rostro. Vio dos ojos totalmente distintos, uno del otro.

AH! -se asustó, echándose hacia atrás en aquella superficie suave y notando que había una pared justo a sus espaldas.

-¡Es el colmo contigo, Potter! -se escuchó una voz femenina y muy conocida, viniendo de otra parte de aquella habitación-. ¡Si no fuera por ese problema con el sauce boxeador al inicio de tu segundo curso, diría que rompiste el récord del accidente más rápido!

Harry miró hacia su izquierda. Madam Pomfrey, enfermera de Hogwarts, lo penetraba con una mirada de impaciencia típica en ella.

Harry volvió la vista a esos ojos desiguales. Se calmó un poco, no pudiendo creer lo que veía.

-¿P... Pro... Profesor Moody? -balbuceó.

-Ah, veo que me recuerdas, Potter -respondió Moody-. Qué lástima que yo no pueda decir lo mismo de ti. Después de todo, nunca llegué realmente a conocerte. Me hablaron mucho de ti.

Era increible. Era Alastor "Ojoloco" Moody. Pero este era el verdadero Moody, y no un mortífago disfrazado, como había pasado en el curso anterior.

Ojoloco estaba igual que como Harry lo recordaba: aquella cara llena de cicatrices, la boca torcida, la nariz destrozada... y esos ojos... uno de ellos, normal; y el otro, dotado de poderes mágicos que le permitían una visión en cualquier dirección posible, atravesando incluso superficies y obstáculos sólidos.

Harry movía la boca, tratando de decir algo, pero era evidente que no podía salir de su asombro. Fue Moody el que habló primero.

-Me vas a tener que disculpar, Potter -gruñó-. Parece que tropezaste conmigo cuando me encontraba de espaldas y yo reaccioné contra ti. No te asustes, chico. Sólo fue un encantamiento aturdidor. No tienes heridas.

Harry recordó que había golpeado a alguien al saltar hacia atrás... pero... ¿Por qué había saltado hacia atrás? Pensó y recordó. Sus ojos se ensancharon.

-Yo... Yo vi... A mi lado... -gesticulaba como loco- ... era... Pero no podía ser... Pero parecía... Parecía...

Moody lo observaba con ambos ojos. Hasta parecía divertido por aquello.

-Cálmate, Potter. Cualquiera diría que viste un fantasma.

! -dijo Harry-. ¡Eso es! ¡Vi a...!

-¿A ? -dijo otra voz, al otro lado de la cama.

Harry se detuvo y lenta, muy lentamente, giró la cabeza en dirección a aquella voz tan familiar. Si sus ojos se habían ensanchado al recordar el motivo de su susto, no era nada comparado a como estaban ahora.

-¿C-Cedric? -susurró Harry.

A la derecha de su cama, en la enfermería de Hogwarts, una figura semitransparente le sonreía con calma. Harry lo conocía, por supuesto. Era Cedric Diggory, ex-integrante de la casa Hufflepuff, asesinado por Lord Voldemort al final de la tercer prueba del Torneo de los Tres Magos del curso pasado.

-¿Cómo estás? -preguntó Cedric en total calma.

-Creo que está pazmado -sugirió Moody al notar que Harry no contestaba... y que su cara se había quedado tiesa en una mueca de sorpresa algo desagradable.

-Harry, soy yo, Cedric... Ahora soy un fantasma -rió-. No te asustes, como pasó en el Gran Salón.

-¿Qué haces aquí? -balbuceó Harry, todavía sin poder creerlo.

-Bueno, luego que liberaste mi alma (estaba prisionera en la varita de Voldemort), esta regresó a mi cuerpo para avanzar hacia el otro mundo... pero se me dio la opción de negarme.

-¿Ne... Negarte?

-Claro. Me negué, porque quería ser un fantasma, aquí, en Hogwarts -sonrió-. Deberías haber visto la cara de mis padres cuando me vieron en casa... En fin, llegué aquí luego de dos semanas de flotar por allí en busca de mi cuerpo. No te imaginas todo lo que pasó.

Harry se llevó las manos a la cabeza. Le dolía.

-¿Y por qué está usted aquí? -dijo, volviendo la vista a Moody.

-Bueno, si alguien debe saberlo, ese eres tú, Potter -dijo Moody-. ¡ALERTA PERMANENTE! -bramó, haciendo que Harry (e incluso el fantasma de Cedric) saltara del susto-. Estoy aquí para ayudar en la seguridad. Sí, Potter, dije "seguridad". Soy consciente que estoy jubilado, pero desde que el Señor Tenebroso resurgió, no puedo quedarme sin hacer nada. Dumbledore ha llamado a muchos viejos amigos en quienes tiene plena confianza, así que no te sorprendas si ves muchas caras nuevas en el colegio.

En ese momento, y antes de que Harry pudiera agregar nada, la puerta de la enfermería se abrió y Ron entró corriendo. Detectó a Harry y se apresuró a correr hacia él. No pareció asombrarse de ver a Ojoloco o al fantasma de Cedric en aquella habitación.

-¡Harry! ¡No sabes lo que te perdiste! ¡El banquete estuvo genial, y la selección...!

-¿Qué? ¿El banquete ya terminó? Pero... ¿Cuanto hace que estoy aquí?

-Una hora... casi dos -respondió Madam Pomfrey.

A Harry, de repente, le dio un retorcijón en el estómago.

-No te preocupes, traigo algo de comida -le dijo Ron-. En fin, te contaba de...

-¿Y Hermione? -preguntó Harry.

-¿Eh? Ah, ella... -Ron hizo una mueca-. Como es prefecta, está guiando a los alumnos a la torre de Gryffindor.

-¿Prefecta? -sonrió Cedric-. ¡Qué bien! He oido mucho de ella. Seguro que lo va a hacer muy bien.

-No tienes ni idea... -murmuró Harry para sí mismo.

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Madam Pomfrey insistió mucho para que Harry se quedase en la enfermería, pero Harry ya se sentía mejor. Incluso Moody le dijo que estaba en perfectas condiciones.

Ron y Harry caminaron hacia su torre. Cedric se ofreció a acompañarlos. Ron lo puso al tanto de lo que pasó en el Gran Salón.

-... y entonces golpeaste sin querer a Moody y, bueno, ya sabes lo paranóico que es ese tipo; se dio vuelta y te echó un maleficio, pensando que eras un asesino, o algo así.

-¿Y luego? -preguntó Harry.

-Se armó un pequeño alboroto. Dumbledore hizo una serie de estallidos con su varita, para llamar la atención, y luego ordenó que te llevaran a la enfermería. Moody se ofreció de inmediato. Supongo que quería disculparse. Ah, sí, también Cedric lo acompañó.

-Sí, así es -confirmó Cedric-. No quería asustarte, Harry. Eh, supongo que no esperabas volver a verme.

-No te ofendas, Cedric, pero no es nada agradable que un muerto se te aparezca así de repente.

-Comprendo -sonrió Cedric.

-En fin... -continuó Ron-, en cuanto ustedes se fueron, los alumnos volvieron a ordenarse, se sentaron en sus mesas y esperaron a que llegaran los de primero -Ron hizo una mueca-. Es muy raro, pero parecía que había mucha menos gente que en los otros años, ¿sabes? No pude dejar de notar muchos espacios vacíos en las mesas.

-¿Y luego? -preguntó Harry.

-Luego estuvo la selección de nuevos alumnos. Duró bastante menos de lo que había pensado. Será que estaba más preocupado por ti, aunque McGonagall me hizo regresar a mi lugar hasta que la ceremonia termine.

-¿Y por qué no fuiste a verme después de la ceremonia?

-Ah... -Ron se sonrojó-, porque... después apareció el banquete... y yo tenía hambre.

Harry se sonrió ante esa revelación.

-A propósito, Cedric es el fantasma de Quidditch -agregó Ron.

-¿El qué?

-El fantasma de Quidditch -repuso Cedric-. Como las cuatro casas ya tienen un fantasma asignado, Dumbledore me otorgó la custodia de la cancha de Quidditch.

-Ah, me alegro por ti -felicitó Harry, y era verdad. Sabía que a Cedric le encantaba el Quidditch, y había tenido que enfrentarse a él en un difícil partido durante el tercer curso.

-Por cierto, Harry... -dijo Cedric, sonriendo-... eres el nuevo Capitán del equipo de Gryffindor.

Harry se detuvo. Ron también.

-¡¿Eh?! -dijeron ambos, a dúo.

-Lo que oyeron. Como Oliver (el anterior Capitán) ya dejó la escuela, hay que buscar un nuevo Capitán. El Capitán anterior debe designarlo, y Wood te seleccionó a ti. Dijo que nadie volaba como tú, y yo le doy toda la razón.

Harry estaba pazmado. Capitán de Quidditch... Era fabuloso. Miró a Cedric, que le sonreía; y luego a Ron... pero Ron no estaba sonriendo.

En un rápido repaso de acontecimientos pasados, Harry recordó la vez que Ron se miró en el Espejo de Erised. "Soy Capitán de Quidditch", le decía Ron con voz de ensueño. Ese era el sueño más desesperado de su corazón, y podía asegurarlo, porque era lo que ese espejo enseñaba. Pensando más rápido de lo que Harry se hubiera creido capaz, le llegó a la mente un triste recuerdo del curso anterior, en el que Ron y él se habían peleado a causa de un muy justificado ataque de celos de parte de Ron, quien estaba convencido de que a Harry le pasaba lo mejor y que a él no le quedaba ni un sorbo de fama o admiración para tomar.

Harry vio, casi en cámara lenta, cómo la cara de Ron dibujaba una sonrisa de amargura y cómo levantaba su mano derecha, con el dedo índice extendido, dispuesto (más que seguramente) a criticar aquella suerte tan injusta que afectaba a ambos.

Por fortuna, Harry habló primero.

-¡Y como Wood se fue, aún queda el puesto de Guardián! -casi llegó a gritár Harry... pero funcionó: Ron se detuvo con la mano en alto y los ojos (repentinamente) muy abiertos-. Eh... ¿Quieres probar, Ron? Tal vez podamos jugar juntos.

Si había algo que hizo sentir a Harry aliviado, luego de todo lo que había pasado hasta el momento aquella noche, fue ver a Ron sonriendo como tonto... y mantiniendo aquella mano y aquel dedo índice paralizados en el aire.

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Llegaron al retrato de la Dama Gorda, que era la entrada secreta a la torre de Gryffindor. Fue cuando se percataron que no se sabían la contraseña.

-"Peralomanea" -dijo Cedric-. Aún siendo el fantasma de Quidditch, tengo acceso a todas las claves -sonrió y guiñó un ojo fantasmal, al tiempo que el retrato se hacía a un lado, mostrando la entrada-. Bueno, me tengo que ir. Voy a hablar con el Fraile Gordo, a ver si me ayuda a mejorar mis habilidades de fantasma... ¡Adiós, Harry! ¡Cuídate!

Harry y Ron saludaron con la mano, al tiempo que Cedric intentaba sin éxito atravesar la pared.

-¿Estás bien? -preguntó Harry.

-Sí, je, je... -se "sonrojaba" Cedric-. No es fácil atravesar cosas y volar, ¿saben? Me tengo que olvidar que ya no soy sólido, y si no lo hago, entonces no sirvo como fantasma... Eh... mejor uso las puertas, por lo menos hasta que aprenda, je... Adiós.

Y el fantasma de Cedric se alejó, no atravesando la pared, sino caminando por el pasillo, como cualquier alumno regular.

Harry y Ron entraron a la sala común. Había algo raro... y ese "algo" era un desmesurado silencio. Los alumnos de Gryffindor estaban sentados en los sillones frente al fuego, y otros estaban en pequeños grupos, pero todos hablaban casi en susurros.

-¿Qué les pasa a todos? -preguntó Ron.

-Sssssshhh... -chistó Neville, parado justo a un lado de Harry-. No hagan mucho ruido, o se va a enfadar.

-¿Quién se va a enfadar? -preguntó Harry, temiéndose la respuesta.

-Hermione -susurró Neville-. Se ha vuelto un poco... quisquillosa... desde que es prefecta.

Harry observó la sala común. Hermione estaba sentada, leyendo con tranquilidad uno de los libros del nuevo curso. Croockshanks ronroneaba feliz, acurrucado al lado de su ama. Harry avanzó hacia ella, pero Ron lo detuvo.

-Estaba pensando... ¿Y si la dejamos un día o dos? Se calmará cuando todos empiecen a reclamarle -dijo Ron.

-Hmm... Bueno... Pero sólo un par de días.

De todas formas, se acercaron a hablar con ella. No fue una charla muy inusual, aunque era incómodo hablar en murmullos.

Le contaron a Hermione todo lo que Cedric y Ojoloco les habían dicho, y ella se mostró muy conforme y en acuerdo con Dumbledore.

-Ya lo sabía -acotó Hermione-. McGonagall llamó a los prefectos durante el banquete para contarnos de las nuevas medidas de seguridad.

-¿Qué medidas? -preguntó Harry-. Y... ¿para qué?

-Eso no lo explicaron... Pero sí nos presentaron a varias personas muy interesantes. Bueno, ya vieron a Moody y también a Cedric, pero hay muchos más. Los presentaron a todos cuando terminó el banquete. Pero dejaré que ustedes los conozcan por sí mismos... quiero leer este capítulo.

-Eres una luz en nuestras vidas -bromeó Ron-. ¿Y no dijo nada sobre Hagrid? ¿Por qué no estaba en la estación del tren?

-¿Hagrid? -dijo Hermione, sin sacar la vista del libro-. Hagrid está con Olympe, en las montañas, cumpliendo un pedido de Dumbledore. Se supone que regresarán en un par de semanas.

Hermione se enfrascó en su lectura, por lo que Harry y Ron, conociendo sus nuevos poderes como prefecta, decidieron no molestarla. Fueron su habitación, que quedaba en la cima de una de las torres, subiendo por una escalera de caracol, y se encontraron con las cinco camas, con sus respectivos equipajes puestos a los pies de estas. Harry y Ron conversaron sobre las grandes noticias relacionadas al Quidditch, y de cómo Ron podría ser parte del equipo.

Minutos más tarde, ya recostados en sus camas, las palabras parecían ahogarse en un mar de sueño que pronto los invadió. Harry no pudo, sin embargo, pensar en que si el propio Ojoloco Moody había decidido conveniente su estadía en el castillo, era debido a que esperaba que algo grande... y seguramente peligroso, pasara por aquellos lugares.

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