-¿Y donde vas a comprarlo todo, brujita? Yo no conozco ninguna tienda donde vendan calderos y cosas por el estilo...-Dijo, cuando yo le recité la lista de todo lo que tenía que comprar.
-En el callejón Diagon-Contesté, recordando que mis padres habían ido a comprarlo todo allí-. Seguro que allí sí que hay tiendas de ése tipo.
-¡Ah, si! Mi amigo, ése del que te hablé, fué a comprar todo lo que necesitaba ahí. Me lo dijo el día después de haber ido. Y también me dijo que estaba aquí, en Londres. Lo que no sé es exactamente en qué parte de Londres.
-Pues eso es lo que tendremos que averiguar... Al menos, ya sabemos que no está lejos.
Caminamos y caminamos, pero no encontramos por ningún lado un letrero que indicase: "Callejón Diagon". Al final, como a las tres del mediodía, divisé un bar un tanto viejo, al parecer. Se llamaba: "El caldero Chorreante". Se me ocurrió que Jake y yo podríamos tomar algo allí antes de seguir. Se lo dije y éste contestó:
-Buena idea. Pero, no veo ése bar del que me hablas.
-¿Cómo qué no? Si está ahí enfrente, míralo-Se lo señalé.
-¿Éso es un bar?
-Oh, ya está bien. Vente-Arrastré a Jake hasta el bar y entramos.
-¿Donde estamos?-Preguntó Jake, mirando a un lado y a otro.
-En el bar ese, ¿Dónde si no?
-Ah, vale... ¿Cómo es que tú podías verlo y yo no?
Me encogí de hombros, y me acerqué a la barra. Jake me siguió. Había un montón de gente bastante estrafalaria sentada en las mesas que allí habían predispuesto. El cantinero vio que yo me acercaba, y me preguntó:
-¿Qué se te ofrece, jovencita?
-Buenas tardes... mi amigo y yo queremos tomar algo-Dije.
De repente, noté que el cantinero me miraba asombrado, y yo no entendí por qué.
-Dios santo... No puede ser... ¿Eres... Harriet Potter?
Yo asentí, extrañada.
-Todo un honor, señorita Potter... Un gran honor, créeme-Continuó el hombre, emocionado-. Vaya coincidencia, tu hermano entró aquí hace unas horas.
Me dio un vuelco el corazón. ¡Harry! ¡Había pasado por aquí!
-¡¿Mi hermano está por aquí?!-Exclamé.
-Sí, claro. Seguramente fue al callejón Diagon a comprar sus útiles.
Me dio otro vuelco el corazón.
-¿De veras? ¿Y sabe dónde está?-Quise saber, hablando deprisa por la emoción.
-Calma, muchacha. Mira, el callejón Diagon está aquí atrás, nada más cruzar la puerta trasera. Para acceder a él, tienes que tocar el tercer ladrillo de la izquierda por encima del cubo de la basura con la varita.
-Ah, bien... Lo que pasa es que hay un pequeño problema. No tengo varita aún...-Confesé, azorada.
-Ah, si es por eso, te presto sin ningún problema la mía. Tranquila, no tengo ningún inconveniente. Eso sí, devuélvemela cuando la hayas utilizado, ¿está bien?-El cantinero me tendió su varita.
-Por supuesto-Yo cogí la varita, sonriendo-. Muchas gracias, señor.
-No hay de qué.
Me volví hacia Jake, que miraba todo con cierta sorpresa.
-Vámonos, Jake... ¡¡Jake!!
-¡Ah!-Jake se sobresaltó-¿No íbamos a tomar algo?
-Ahora no-Dije-.Vamos al callejón Diagon. Ya sé donde está.
-Ah, de acuerdo. ¿Qué es eso?-Añadió, mirando la varita que me había prestado el cantinero.
-Una varita mágica-Contesté-. No es mía, me la ha prestado el cantinero para entrar al callejón.
-¿Vas a hacer magia?
-Algo parecido-Dije.
Salimos por la puerta trasera del Caldero Chorreante, y al llegar ahí, empecé a contar ladrillos por encima del cubo de la basura. Jake me miraba, sin comprender.
-... Y... ¡Sí! Aquí es, el tercer ladrillo a la izquierda por encima del cubo de basura-Exclamé, contenta.
-¿Y eso de que nos sirve?-Inquirió Jake, confuso. Le miré un poco molesta.
-Ahora lo verás-Le dije-. Tú mira, y calla.
-Vale, vale...
Con la varita del cantinero, propiné un golpe al ladrillo correcto, que, ante nuestros ojos, empezó a retorcerse y a girar, y en el muro se formó un arco, que daba acceso a una calle larga y empedrada.
-¡Aquí es, el callejón Diagon!-Exclamé, entusiasmada por haber conseguido seguir todos los pasos en el orden correcto-Estoy segura. Jake, por favor, ¿Quieres devolverle la varita al cantinero? Yo te espero aquí.
-Vale-Jake cogió la varita-. ¡No entres sin mí!
-Por supuesto que no, ¿Por quién me tomas? Venga, date prisa.
Jake entró corriendo al Caldero Chorreante y yo me quedé allí, esperándole. De repente,sonó un estruendo, y el arco se empezó a hacer más entrecho. ¡Se nos cerraba la entrada!
-Dios, Jake, deprisa...-Musité, horrorizada.
Poco después, Jake volvió, corriendo.
-Ya estoy-Dijo, jadeando-.Tuve que buscar al cantinero porque no le encontré en la barra, y...
-¡Vamos, corre, que se nos cierra la entrada!-Interrumpí a Jake, tirando de él para entrar. Los dos entramos rápidamente, y justo detrás de nosotros, la entrada se cerró.
-Por qué poco...-Jake suspiró, aliviado.
-Bueno, lo importante es que logramos entrar-Dije, echándome un mechón de pelo para atrás, que se me había venido a la cara-. Es impresionante, ¿verdad?
-Me da la impresión de que a partir de ahora, voy a presenciar muchas cosas impresionantes...-Comentó Jake, mirándome.
-Venga, vamos. Hay mucho que comprar-Dije, empezando a caminar por el callejón Diagon. Jake iba a mi lado. En verdad, era una calle fascinante. Había de todo. Pasamos al lado de una tienda cuyo letrero decía: "El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco." Quizás al final pasaría por esa tienda, sonaba interesante...
La verdad es que todo era interesante. Unas tiendas vendían ropa, otras, instrumentos mágicos de los más raros, que yo jamás había visto, otras, ingredientes de lo más extraños para pociones, otras, pergaminos y plumas de ave....
Y entonces, mientras paseábamos por el callejón, mirándolo todo, yo advertí que, de la tienda donde vendían túnicas salía alguien, que me era familiar... Me acerqué más, para ver quién era, y entonces supe que aquella persona era... ¡mi hermano, Harry!
-¡Harry! ¡¡Harry!!-Le llamé la atención, corriendo hacia él. Harry se dio la vuelta y al verme, sonrió.
-¡Harriet! ¡Hola de nuevo!-Me saludó-. Yo ya sabía que íbamos a volver a vernos...
Sonreí yo también.
-¿Qué te trae por aquí?-Me preguntó Harry.
-Pues ya ves, voy a comprar los útiles para el colegio.
-Igual que yo. ¿Tú también vas a ir a Hogwarts?
-Sí, así es... ¿Cómo lo sabes?
-Bueno, nadie vendría al callejón Diagon para comprar útiles si no fuera porque ésos útiles que necesita son para Hogwarts. Yo también voy a ir allí.
-¿De verdad? ¡Eso es estupendo!
-Sí que lo es...-Harry sonrió- Resulta que todas esas cartas que me mandaban eran de allí. Al fin lo averigué. ¿Así que te mandaron una a ti también?
-Así es. Entonces, eres...
-Un mago-Finalizó Harry-. Hagrid me lo contó todo. También la verdad acerca de nuestros padres. Yo la verdad, no acabo de creérmelo.
-Yo tampoco podía creerme que fuese una bruja, pero una nota que me dejaron nuestros padres dentro de mi medallón me lo confirmó. Aquellos sucesos raros que ocurren a mi alrededor los provoco yo, inconscientemente.
-Lo mismo me pasa a mí.
-Por cierto... ¿Quién es Hagrid?
-Un hombre que me ha acompañado hasta aquí.... Es enorme, pero es muy buena persona. Ya le conocerás. Se ha ido a no sé donde...
-Ah, bueno. ¿Ya has empezado a comprar tus cosas?
-Sí, mira.-Sacó de dentro de un paquete una túnica larga y negra-. El uniforme del colegio. Acabo de comprarlo... Y menos mal que me he salido ya. Ahí dentro había un chico que... bueno, que no me ha acabado de caer muy bien. Cree que los magos de familias muggles no deberían poder ir a Hogwarts...
-¿Muggles?
-Son las personas normales y corrientes... Ya sabes, las que no son como nosotros.
-Ah... Pero seguramente no haría referencias a nuestra familia, ¿No? Porque papá y mamá fueron magos también....
-Supongo que no se referiría a nosotros. Pero la verdad es que no estoy seguro. No sabía quién soy... Oye, ¿ése no es uno de los hijos de los Walker?
Señaló hacia Jake, que venía hacia nosotros.
-Sí, es Jake-Confirmé-. Él es muggle, pero sabe que soy bruja. Ha querido acompañarme.
-Hagrid me dijo que los muggles no debían de saber que los magos existimos... No estoy muy seguro de por qué dijo eso, pero él dijo que "todos querrían tener soluciones mágicas para sus problemas" y que mejor sería que nos dejasen tranquilos.
-La verdad, es que pensado así, tiene razón. Podría pasar algo grave si todos lo supiesen... ¡Hola, Jake! Mira, te presento a Harry. Harry, él es Jake.
-Mucho gusto-Dijo Harry a Jake.
-Igualmente... Oye, ¿tú no eras el chico aquél que estaba en casa de los Dursley?
-Sí. Es mi hermano-Le informé a Jake, orgullosa.
-¿Tu hermano? Vaya, Harriet, cada vez me sorprendes más...
-Es una larga historia-Dije-. Lo descubrimos Harry y yo el día que fuimos a casa de tío Vernon y tía Petunia... Es que también son mis tíos, por si no te has dado cuenta-Añadí, mirando la cara extrañada de Jake.
-Ah, claro... Y Harry, ¿tú también eres brujo?
-Sí... No debiste habérselo dicho, Harriet.
-Bueno, yo confío en él, y sé que no dirá una palabra de ésto a nadie. ¿Verdad, Jake?-Di un pisotazo adrede a Jake.
-¡Ay! Sí, sí, claro.
-Bueno, tengo que seguir comprando-Dijo Harry, mirando su reloj-. Aún me quedan muchas cosas...
-¿Puedo ir a comprar contigo?-Le dije.
-¡Por supuesto! Y Jake que se venga también, si quiere.
-Claro que quiero-Dijo Jake-. Dos brujos por partida doble, de compras... ésto se empieza a poner interesante.
-Sí, pero no vayas gritándolo por ahi-Le dirigí una mirada de advertencia a Jake.
-No tendrás dinero, supongo-Harry me miró.
-Sí, quince libras, pero creo que no me alcanzará para tantas cosas...
-Aquí no se necesita la libra. Los magos tenemos nuestro propio dinero.
-¿Ah, si?
-Sí, claro. Mira...- Harry se sacó de una bolsita de cuero un puñado de monedas muy extrañas-. ¿Ves las que son de oro? Ésas son galeones. Las de plata se llaman sickles, y las de bronce son knuts, las más pequeñas. Diecisiete sickles hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle.
-Cuánto sabes-Me admiré.
-Eso es porque Hagrid me lo dijo. Hace unas horas, yo tampoco tenía ni idea de lo que eran los sickles, los knuts o los galeones. De hecho, tampoco sabía que tuviesemos nuestro propio sistema monetario...
-Son muy bonitas-Contemplé las monedas que Harry tenía en la mano-. Pero, hay un problema. No tengo nada. Ni galeones, ni sickles, ni knuts...
-No te preocupes, compartimos el dinero. Después de todo, nuestros padres nos dejaron todo el dinero de la cámara acorazada para nosotros dos. Así que no hace falta que volvamos a Gringotts... Gringotts es el banco de los magos-Explicó, al ver mi cara de perplejidad-. Hagrid y yo fuimos allí hace unos minutos a sacar dinero.
-Ah, entonces, estupendo. Vámonos a comprar, entonces.
Pasamos un rato muy agradable. Harry y yo compramos todos los útiles: Los libros, varios rollos de pergaminos, botellitas de tinta, dos plumas para cada uno, ingredientes para pociones, dos calderos, dos telescopios... Y yo me compré el uniforme también, en la tienda de túnicas. Al final, sólo nos faltaba una cosa: Las varitas.
Fuimos a comprarlas a un sitio que se llamaba: "Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.", y ahí Jake lo pasó un poco mal, porque el propietario, el señor Ollivander, nos hizo probar las varitas a cada uno para que la varita nos eligiese a nosotros(porque es la varita la que elige al mago), y cuando me tocó a mí probar una varita de madera de arce, de pelos de unicornio y de treinta centímetros y medio(las varitas siempre están hechas de madera y de alguna sustancia mágica como pelos de cola de unicornio, pluma de fénix o nervios de corazón de dragón, nos lo dijo el sr. Ollivander), la agité y salió un rayo verde, que casi hace un agujero en la gorra del pobre Jake, que tuvo que apartarse cuando vio que el rayo se dirigía hacia él. El señor Ollivander nos hizo probar muchas varitas a Harry y a mí, pero al final adquirimos una cada uno. Mi varita es de madera de magnolia, pluma de fénix y tiene veinticinco centímetros, mientras que la de Harry es de madera de acebo, pluma de fénix y tiene veintiocho centímetros. Salimos los tres de la tienda, muy contentos(aunque Jake no tanto).
-¡Eh, mirad! ¡Por ahí viene Hagrid!-Exclamó Harry, contento.
Miré hacia donde Harry señalaba, y vi a un hombre francamente gigantesco, con pelo enmarañado y negro y barba de las mismas características. A pesar de su impresionante estatura, parecía tener buen corazón. Llevaba dos helados en la mano y al ver a Harry, fue rápidamente hacia él.
-¡Harry! ¿Dónde estabas? Te he estado buscando por todas partes...-Dijo.
-He comprado ya todo lo que necesitaba, con mi hermana-Explicó Harry.
-¿Tu hermana?-Se volvió a mirarme a mí y sonrió ampliamente-¡Oh, pero si es Harriet! ¡Qué agradable sorpresa! Pensaba pasar a recogerte, pero creo que ya no hace falta... ¿Cómo estás?
-Excelente, gracias-Sonreí yo también-. Encantada de conocerte, Hagrid.
-El gusto es mío... Ah, pero qué estoy diciendo, si ya te conocía. Pero la última vez que te vi eras sólo una criaturita... Hay que ver, cuánto has crecido. Y cómo te pareces a tu padre... Bueno, al igual que Harry, debo añadir.
Me sonrojé, pero no comenté nada. Harry me guiñó un ojo.
-Bueno, había comprado un helado para Harry y otro para mí, pero creo que yo tendré que quedarme sin helado-Prosiguió Hagrid, entregándonos a Harry y a mí los dos helados.
-No hace falta-Me sonrojé más.
-No te preocupes, yo ya me compraré otro-Hagrid me sonrió-. Tómalo.
-Bueno, vale-Accedí y cogí el helado, igual que Harry cogió el suyo-. Gracias.
-No hay de qué... Harry, ¿Dices que tenéis todo?-Se dirigió a Harry.
-Absolutamente todo-Confirmó Harry.
-Bueno, yo pensaba comprarme una lechuza o algo así-Confesé.
-Eso me hace recordar... No os he dado un regalo de cumpleaños a ninguno de los dos-Dijo Hagrid.
Yo me volví a sonrojar, y Harry también se ruborizó.
-No te molestes-Dijimos al mismo tiempo. Nos miramos, y nos echamos a reír.
-Ya sé que no tengo que hacerlo, pero os lo merecéis-Objetó Hagrid, mirándonos a ambos-. Harriet, me has dado una idea. Os voy a comprar una lechuza a cada uno. Son muy útiles, llevan la correspondencia y demás.
-Bueno, repito que no tienes por qué molestarte, pero gracias, Hagrid-Le dije, cuando se me pasó el ataque de risa. Harry asintió con la cabeza, como apoyando lo que yo decía.
-De nada. Bueno, en marcha.
Empezamos a caminar, Harry y yo detrás de Hagrid, comiéndonos nuestros respectivos helados. Llegamos al Emporio de la Lechuza, que estaba oscuro y lleno de ululares. Salimos de la tienda, llevando cada uno la jaula de su lechuza. Yo estaba entusiasmada con la mía. Era preciosa, de color miel y de mediano tamaño. La de Harry tampoco estaba nada mal: Era del mismo tamaño que la mía y blanca como la nieve. Ambas estaban dormidas. Agradecimos el regalo a Hagrid como un millón de veces, y es que no era para menos. A mí, nunca me habían hecho un regalo de cumpleaños como ése. De repente, mientras caminábamos, me di cuenta de algo:
-¿Dónde está Jake?
-No sé... ¿No estaba contigo?-Inquirió Harry.
-No... la última vez que le vi fue cuando salió de la tienda del señor Ollivander. Y ya no le he vuelto a ver....
-¡Eh, mira! ¿No es aquél?-Harry de repente señaló hacia un escaparate.
Miré hacia allí y, sí, Jake estaba ahí, contemplando embobado los artículos que había en un escaparate de instrumentos mágicos.
-¡Jake! ¡Baja de la nube!-Le grité-¡Nos vamos!
-¿Eh? Ah, vale, ya voy-Jake se fue con nosotros.
-¿Quién es?-Quiso saber Hagrid.
-Es un amigo mío, Jake Walker. Jake, él es Hagrid-Hice las presentaciones.
-Madre de Dios-Jake miró boquiabierto a Hagrid, de abajo arriba.
-Tranqui, que no muerde-Le dije al oído, por si acaso.
-Mucho gusto, Jake-Dijo Hagrid-. Harriet, ¿Los Walker no es la familia con la que vives?
-Sí... ¿Cómo lo sabes?
-Yo mismo te dejé en el umbral de aquella puerta... No sabes cuánto me dolió hacerlo, pero eran órdenes de Dumbledore.
-¿Dumbledore? ¿El director de Hogwarts?-Inquirí, recordando la carta del colegio.
-Exacto. En fin, es una larga historia... Te la contaré cuando salgamos.
Salimos del callejón Diagon, con todas nuestras compras, y fuimos a comer a un restaurante. Luego, Jake se despidió de nosotros(había quedado con sus amigos), y Harry y yo nos fuimos con Hagrid a la estación de trenes King's Cross, donde nos dio a cada uno un sobre.
-Tomadlo-Nos dijo-. Es vuestro billete para el 1 de Septiembre, en ésta misma estación, en el andén nueve y tres cuartos. Os veré allí. Harry, tienes que regresar a tu casa... Tu tren está en el andén ocho. Date prisa. Yo ya me voy. ¡Hasta el 1 de Septiembre!
-Adiós, Hagrid-Le despedimos Harry y yo, viendo cómo se marchaba.
-Bueno, yo me voy también-Me dijo Harry-. Nos veremos en el tren, espero.
-Claro que sí. ¡Hasta luego, Harry!
-¡Hasta luego, Harriet!-Harry me dio un abrazo y luego se metió en el andén ocho, con todas sus cosas. Yo me fui de la estación hasta casa. Había sido el mejor cumpleaños de toda mi vida.
Al llegar a casa, Dennis curioseó todas mis cosas.
-¿Qué es ésto?-Me dijo, en un todo desconfiado.
-Son mis cosas del colegio, así que no las toques-Contesté, con displicencia. Como era de esperarse, Dennis no me hizo caso:
-Un caldero, una lechuza, libros de encantamientos... Cuántas cosas raras. ¿Es que acaso eres bruja, o algo así?
-Pues mira, Dennis, has dado en el blanco-Le sonreí maliciosamente-. Sí, soy una bruja, y te advierto una cosa desde ya... Como vuelvas a molestarme o a inculparme de cosas que no he hecho, te voy a tirar un maleficio... O convertirte en algo, no sé, ya veré en qué. Así que no me hagas enfadar, o sufres las consecuencias-Añadí, sacando la varita, y tirando unas pocas chispas ante la mirada aterrorizada de Dennis-. Ya lo sabes.
Yo no sabía aún nada de hechizos, pero quería divertirme un rato viendo cómo Dennis empalidecía y miraba mi varita con ojos desorbitados. Tuve que contener la risa cuando titubeó, retrocediendo:
-No... n-no me hagas nada, por favor... Haré lo que quieras, no te molestaré, pero por favor, no me... ¡¡¡¡¡MAMAAAAAÁ!!!!-Salió corriendo despavorido hacia la cocina, hasta perderle de vista. Yo subí las escaleras con todas mis cosas, partiéndome de risa. Se lo tieme merecido, por fastidiarme día sí y día también.
Bueno, ya estoy muy cansada. Hoy ha sido un día estupendo, y me muero de ganas de llegar a Hogwarts.
Besos,
Harriet Potter.
-En el callejón Diagon-Contesté, recordando que mis padres habían ido a comprarlo todo allí-. Seguro que allí sí que hay tiendas de ése tipo.
-¡Ah, si! Mi amigo, ése del que te hablé, fué a comprar todo lo que necesitaba ahí. Me lo dijo el día después de haber ido. Y también me dijo que estaba aquí, en Londres. Lo que no sé es exactamente en qué parte de Londres.
-Pues eso es lo que tendremos que averiguar... Al menos, ya sabemos que no está lejos.
Caminamos y caminamos, pero no encontramos por ningún lado un letrero que indicase: "Callejón Diagon". Al final, como a las tres del mediodía, divisé un bar un tanto viejo, al parecer. Se llamaba: "El caldero Chorreante". Se me ocurrió que Jake y yo podríamos tomar algo allí antes de seguir. Se lo dije y éste contestó:
-Buena idea. Pero, no veo ése bar del que me hablas.
-¿Cómo qué no? Si está ahí enfrente, míralo-Se lo señalé.
-¿Éso es un bar?
-Oh, ya está bien. Vente-Arrastré a Jake hasta el bar y entramos.
-¿Donde estamos?-Preguntó Jake, mirando a un lado y a otro.
-En el bar ese, ¿Dónde si no?
-Ah, vale... ¿Cómo es que tú podías verlo y yo no?
Me encogí de hombros, y me acerqué a la barra. Jake me siguió. Había un montón de gente bastante estrafalaria sentada en las mesas que allí habían predispuesto. El cantinero vio que yo me acercaba, y me preguntó:
-¿Qué se te ofrece, jovencita?
-Buenas tardes... mi amigo y yo queremos tomar algo-Dije.
De repente, noté que el cantinero me miraba asombrado, y yo no entendí por qué.
-Dios santo... No puede ser... ¿Eres... Harriet Potter?
Yo asentí, extrañada.
-Todo un honor, señorita Potter... Un gran honor, créeme-Continuó el hombre, emocionado-. Vaya coincidencia, tu hermano entró aquí hace unas horas.
Me dio un vuelco el corazón. ¡Harry! ¡Había pasado por aquí!
-¡¿Mi hermano está por aquí?!-Exclamé.
-Sí, claro. Seguramente fue al callejón Diagon a comprar sus útiles.
Me dio otro vuelco el corazón.
-¿De veras? ¿Y sabe dónde está?-Quise saber, hablando deprisa por la emoción.
-Calma, muchacha. Mira, el callejón Diagon está aquí atrás, nada más cruzar la puerta trasera. Para acceder a él, tienes que tocar el tercer ladrillo de la izquierda por encima del cubo de la basura con la varita.
-Ah, bien... Lo que pasa es que hay un pequeño problema. No tengo varita aún...-Confesé, azorada.
-Ah, si es por eso, te presto sin ningún problema la mía. Tranquila, no tengo ningún inconveniente. Eso sí, devuélvemela cuando la hayas utilizado, ¿está bien?-El cantinero me tendió su varita.
-Por supuesto-Yo cogí la varita, sonriendo-. Muchas gracias, señor.
-No hay de qué.
Me volví hacia Jake, que miraba todo con cierta sorpresa.
-Vámonos, Jake... ¡¡Jake!!
-¡Ah!-Jake se sobresaltó-¿No íbamos a tomar algo?
-Ahora no-Dije-.Vamos al callejón Diagon. Ya sé donde está.
-Ah, de acuerdo. ¿Qué es eso?-Añadió, mirando la varita que me había prestado el cantinero.
-Una varita mágica-Contesté-. No es mía, me la ha prestado el cantinero para entrar al callejón.
-¿Vas a hacer magia?
-Algo parecido-Dije.
Salimos por la puerta trasera del Caldero Chorreante, y al llegar ahí, empecé a contar ladrillos por encima del cubo de la basura. Jake me miraba, sin comprender.
-... Y... ¡Sí! Aquí es, el tercer ladrillo a la izquierda por encima del cubo de basura-Exclamé, contenta.
-¿Y eso de que nos sirve?-Inquirió Jake, confuso. Le miré un poco molesta.
-Ahora lo verás-Le dije-. Tú mira, y calla.
-Vale, vale...
Con la varita del cantinero, propiné un golpe al ladrillo correcto, que, ante nuestros ojos, empezó a retorcerse y a girar, y en el muro se formó un arco, que daba acceso a una calle larga y empedrada.
-¡Aquí es, el callejón Diagon!-Exclamé, entusiasmada por haber conseguido seguir todos los pasos en el orden correcto-Estoy segura. Jake, por favor, ¿Quieres devolverle la varita al cantinero? Yo te espero aquí.
-Vale-Jake cogió la varita-. ¡No entres sin mí!
-Por supuesto que no, ¿Por quién me tomas? Venga, date prisa.
Jake entró corriendo al Caldero Chorreante y yo me quedé allí, esperándole. De repente,sonó un estruendo, y el arco se empezó a hacer más entrecho. ¡Se nos cerraba la entrada!
-Dios, Jake, deprisa...-Musité, horrorizada.
Poco después, Jake volvió, corriendo.
-Ya estoy-Dijo, jadeando-.Tuve que buscar al cantinero porque no le encontré en la barra, y...
-¡Vamos, corre, que se nos cierra la entrada!-Interrumpí a Jake, tirando de él para entrar. Los dos entramos rápidamente, y justo detrás de nosotros, la entrada se cerró.
-Por qué poco...-Jake suspiró, aliviado.
-Bueno, lo importante es que logramos entrar-Dije, echándome un mechón de pelo para atrás, que se me había venido a la cara-. Es impresionante, ¿verdad?
-Me da la impresión de que a partir de ahora, voy a presenciar muchas cosas impresionantes...-Comentó Jake, mirándome.
-Venga, vamos. Hay mucho que comprar-Dije, empezando a caminar por el callejón Diagon. Jake iba a mi lado. En verdad, era una calle fascinante. Había de todo. Pasamos al lado de una tienda cuyo letrero decía: "El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco." Quizás al final pasaría por esa tienda, sonaba interesante...
La verdad es que todo era interesante. Unas tiendas vendían ropa, otras, instrumentos mágicos de los más raros, que yo jamás había visto, otras, ingredientes de lo más extraños para pociones, otras, pergaminos y plumas de ave....
Y entonces, mientras paseábamos por el callejón, mirándolo todo, yo advertí que, de la tienda donde vendían túnicas salía alguien, que me era familiar... Me acerqué más, para ver quién era, y entonces supe que aquella persona era... ¡mi hermano, Harry!
-¡Harry! ¡¡Harry!!-Le llamé la atención, corriendo hacia él. Harry se dio la vuelta y al verme, sonrió.
-¡Harriet! ¡Hola de nuevo!-Me saludó-. Yo ya sabía que íbamos a volver a vernos...
Sonreí yo también.
-¿Qué te trae por aquí?-Me preguntó Harry.
-Pues ya ves, voy a comprar los útiles para el colegio.
-Igual que yo. ¿Tú también vas a ir a Hogwarts?
-Sí, así es... ¿Cómo lo sabes?
-Bueno, nadie vendría al callejón Diagon para comprar útiles si no fuera porque ésos útiles que necesita son para Hogwarts. Yo también voy a ir allí.
-¿De verdad? ¡Eso es estupendo!
-Sí que lo es...-Harry sonrió- Resulta que todas esas cartas que me mandaban eran de allí. Al fin lo averigué. ¿Así que te mandaron una a ti también?
-Así es. Entonces, eres...
-Un mago-Finalizó Harry-. Hagrid me lo contó todo. También la verdad acerca de nuestros padres. Yo la verdad, no acabo de creérmelo.
-Yo tampoco podía creerme que fuese una bruja, pero una nota que me dejaron nuestros padres dentro de mi medallón me lo confirmó. Aquellos sucesos raros que ocurren a mi alrededor los provoco yo, inconscientemente.
-Lo mismo me pasa a mí.
-Por cierto... ¿Quién es Hagrid?
-Un hombre que me ha acompañado hasta aquí.... Es enorme, pero es muy buena persona. Ya le conocerás. Se ha ido a no sé donde...
-Ah, bueno. ¿Ya has empezado a comprar tus cosas?
-Sí, mira.-Sacó de dentro de un paquete una túnica larga y negra-. El uniforme del colegio. Acabo de comprarlo... Y menos mal que me he salido ya. Ahí dentro había un chico que... bueno, que no me ha acabado de caer muy bien. Cree que los magos de familias muggles no deberían poder ir a Hogwarts...
-¿Muggles?
-Son las personas normales y corrientes... Ya sabes, las que no son como nosotros.
-Ah... Pero seguramente no haría referencias a nuestra familia, ¿No? Porque papá y mamá fueron magos también....
-Supongo que no se referiría a nosotros. Pero la verdad es que no estoy seguro. No sabía quién soy... Oye, ¿ése no es uno de los hijos de los Walker?
Señaló hacia Jake, que venía hacia nosotros.
-Sí, es Jake-Confirmé-. Él es muggle, pero sabe que soy bruja. Ha querido acompañarme.
-Hagrid me dijo que los muggles no debían de saber que los magos existimos... No estoy muy seguro de por qué dijo eso, pero él dijo que "todos querrían tener soluciones mágicas para sus problemas" y que mejor sería que nos dejasen tranquilos.
-La verdad, es que pensado así, tiene razón. Podría pasar algo grave si todos lo supiesen... ¡Hola, Jake! Mira, te presento a Harry. Harry, él es Jake.
-Mucho gusto-Dijo Harry a Jake.
-Igualmente... Oye, ¿tú no eras el chico aquél que estaba en casa de los Dursley?
-Sí. Es mi hermano-Le informé a Jake, orgullosa.
-¿Tu hermano? Vaya, Harriet, cada vez me sorprendes más...
-Es una larga historia-Dije-. Lo descubrimos Harry y yo el día que fuimos a casa de tío Vernon y tía Petunia... Es que también son mis tíos, por si no te has dado cuenta-Añadí, mirando la cara extrañada de Jake.
-Ah, claro... Y Harry, ¿tú también eres brujo?
-Sí... No debiste habérselo dicho, Harriet.
-Bueno, yo confío en él, y sé que no dirá una palabra de ésto a nadie. ¿Verdad, Jake?-Di un pisotazo adrede a Jake.
-¡Ay! Sí, sí, claro.
-Bueno, tengo que seguir comprando-Dijo Harry, mirando su reloj-. Aún me quedan muchas cosas...
-¿Puedo ir a comprar contigo?-Le dije.
-¡Por supuesto! Y Jake que se venga también, si quiere.
-Claro que quiero-Dijo Jake-. Dos brujos por partida doble, de compras... ésto se empieza a poner interesante.
-Sí, pero no vayas gritándolo por ahi-Le dirigí una mirada de advertencia a Jake.
-No tendrás dinero, supongo-Harry me miró.
-Sí, quince libras, pero creo que no me alcanzará para tantas cosas...
-Aquí no se necesita la libra. Los magos tenemos nuestro propio dinero.
-¿Ah, si?
-Sí, claro. Mira...- Harry se sacó de una bolsita de cuero un puñado de monedas muy extrañas-. ¿Ves las que son de oro? Ésas son galeones. Las de plata se llaman sickles, y las de bronce son knuts, las más pequeñas. Diecisiete sickles hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle.
-Cuánto sabes-Me admiré.
-Eso es porque Hagrid me lo dijo. Hace unas horas, yo tampoco tenía ni idea de lo que eran los sickles, los knuts o los galeones. De hecho, tampoco sabía que tuviesemos nuestro propio sistema monetario...
-Son muy bonitas-Contemplé las monedas que Harry tenía en la mano-. Pero, hay un problema. No tengo nada. Ni galeones, ni sickles, ni knuts...
-No te preocupes, compartimos el dinero. Después de todo, nuestros padres nos dejaron todo el dinero de la cámara acorazada para nosotros dos. Así que no hace falta que volvamos a Gringotts... Gringotts es el banco de los magos-Explicó, al ver mi cara de perplejidad-. Hagrid y yo fuimos allí hace unos minutos a sacar dinero.
-Ah, entonces, estupendo. Vámonos a comprar, entonces.
Pasamos un rato muy agradable. Harry y yo compramos todos los útiles: Los libros, varios rollos de pergaminos, botellitas de tinta, dos plumas para cada uno, ingredientes para pociones, dos calderos, dos telescopios... Y yo me compré el uniforme también, en la tienda de túnicas. Al final, sólo nos faltaba una cosa: Las varitas.
Fuimos a comprarlas a un sitio que se llamaba: "Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.", y ahí Jake lo pasó un poco mal, porque el propietario, el señor Ollivander, nos hizo probar las varitas a cada uno para que la varita nos eligiese a nosotros(porque es la varita la que elige al mago), y cuando me tocó a mí probar una varita de madera de arce, de pelos de unicornio y de treinta centímetros y medio(las varitas siempre están hechas de madera y de alguna sustancia mágica como pelos de cola de unicornio, pluma de fénix o nervios de corazón de dragón, nos lo dijo el sr. Ollivander), la agité y salió un rayo verde, que casi hace un agujero en la gorra del pobre Jake, que tuvo que apartarse cuando vio que el rayo se dirigía hacia él. El señor Ollivander nos hizo probar muchas varitas a Harry y a mí, pero al final adquirimos una cada uno. Mi varita es de madera de magnolia, pluma de fénix y tiene veinticinco centímetros, mientras que la de Harry es de madera de acebo, pluma de fénix y tiene veintiocho centímetros. Salimos los tres de la tienda, muy contentos(aunque Jake no tanto).
-¡Eh, mirad! ¡Por ahí viene Hagrid!-Exclamó Harry, contento.
Miré hacia donde Harry señalaba, y vi a un hombre francamente gigantesco, con pelo enmarañado y negro y barba de las mismas características. A pesar de su impresionante estatura, parecía tener buen corazón. Llevaba dos helados en la mano y al ver a Harry, fue rápidamente hacia él.
-¡Harry! ¿Dónde estabas? Te he estado buscando por todas partes...-Dijo.
-He comprado ya todo lo que necesitaba, con mi hermana-Explicó Harry.
-¿Tu hermana?-Se volvió a mirarme a mí y sonrió ampliamente-¡Oh, pero si es Harriet! ¡Qué agradable sorpresa! Pensaba pasar a recogerte, pero creo que ya no hace falta... ¿Cómo estás?
-Excelente, gracias-Sonreí yo también-. Encantada de conocerte, Hagrid.
-El gusto es mío... Ah, pero qué estoy diciendo, si ya te conocía. Pero la última vez que te vi eras sólo una criaturita... Hay que ver, cuánto has crecido. Y cómo te pareces a tu padre... Bueno, al igual que Harry, debo añadir.
Me sonrojé, pero no comenté nada. Harry me guiñó un ojo.
-Bueno, había comprado un helado para Harry y otro para mí, pero creo que yo tendré que quedarme sin helado-Prosiguió Hagrid, entregándonos a Harry y a mí los dos helados.
-No hace falta-Me sonrojé más.
-No te preocupes, yo ya me compraré otro-Hagrid me sonrió-. Tómalo.
-Bueno, vale-Accedí y cogí el helado, igual que Harry cogió el suyo-. Gracias.
-No hay de qué... Harry, ¿Dices que tenéis todo?-Se dirigió a Harry.
-Absolutamente todo-Confirmó Harry.
-Bueno, yo pensaba comprarme una lechuza o algo así-Confesé.
-Eso me hace recordar... No os he dado un regalo de cumpleaños a ninguno de los dos-Dijo Hagrid.
Yo me volví a sonrojar, y Harry también se ruborizó.
-No te molestes-Dijimos al mismo tiempo. Nos miramos, y nos echamos a reír.
-Ya sé que no tengo que hacerlo, pero os lo merecéis-Objetó Hagrid, mirándonos a ambos-. Harriet, me has dado una idea. Os voy a comprar una lechuza a cada uno. Son muy útiles, llevan la correspondencia y demás.
-Bueno, repito que no tienes por qué molestarte, pero gracias, Hagrid-Le dije, cuando se me pasó el ataque de risa. Harry asintió con la cabeza, como apoyando lo que yo decía.
-De nada. Bueno, en marcha.
Empezamos a caminar, Harry y yo detrás de Hagrid, comiéndonos nuestros respectivos helados. Llegamos al Emporio de la Lechuza, que estaba oscuro y lleno de ululares. Salimos de la tienda, llevando cada uno la jaula de su lechuza. Yo estaba entusiasmada con la mía. Era preciosa, de color miel y de mediano tamaño. La de Harry tampoco estaba nada mal: Era del mismo tamaño que la mía y blanca como la nieve. Ambas estaban dormidas. Agradecimos el regalo a Hagrid como un millón de veces, y es que no era para menos. A mí, nunca me habían hecho un regalo de cumpleaños como ése. De repente, mientras caminábamos, me di cuenta de algo:
-¿Dónde está Jake?
-No sé... ¿No estaba contigo?-Inquirió Harry.
-No... la última vez que le vi fue cuando salió de la tienda del señor Ollivander. Y ya no le he vuelto a ver....
-¡Eh, mira! ¿No es aquél?-Harry de repente señaló hacia un escaparate.
Miré hacia allí y, sí, Jake estaba ahí, contemplando embobado los artículos que había en un escaparate de instrumentos mágicos.
-¡Jake! ¡Baja de la nube!-Le grité-¡Nos vamos!
-¿Eh? Ah, vale, ya voy-Jake se fue con nosotros.
-¿Quién es?-Quiso saber Hagrid.
-Es un amigo mío, Jake Walker. Jake, él es Hagrid-Hice las presentaciones.
-Madre de Dios-Jake miró boquiabierto a Hagrid, de abajo arriba.
-Tranqui, que no muerde-Le dije al oído, por si acaso.
-Mucho gusto, Jake-Dijo Hagrid-. Harriet, ¿Los Walker no es la familia con la que vives?
-Sí... ¿Cómo lo sabes?
-Yo mismo te dejé en el umbral de aquella puerta... No sabes cuánto me dolió hacerlo, pero eran órdenes de Dumbledore.
-¿Dumbledore? ¿El director de Hogwarts?-Inquirí, recordando la carta del colegio.
-Exacto. En fin, es una larga historia... Te la contaré cuando salgamos.
Salimos del callejón Diagon, con todas nuestras compras, y fuimos a comer a un restaurante. Luego, Jake se despidió de nosotros(había quedado con sus amigos), y Harry y yo nos fuimos con Hagrid a la estación de trenes King's Cross, donde nos dio a cada uno un sobre.
-Tomadlo-Nos dijo-. Es vuestro billete para el 1 de Septiembre, en ésta misma estación, en el andén nueve y tres cuartos. Os veré allí. Harry, tienes que regresar a tu casa... Tu tren está en el andén ocho. Date prisa. Yo ya me voy. ¡Hasta el 1 de Septiembre!
-Adiós, Hagrid-Le despedimos Harry y yo, viendo cómo se marchaba.
-Bueno, yo me voy también-Me dijo Harry-. Nos veremos en el tren, espero.
-Claro que sí. ¡Hasta luego, Harry!
-¡Hasta luego, Harriet!-Harry me dio un abrazo y luego se metió en el andén ocho, con todas sus cosas. Yo me fui de la estación hasta casa. Había sido el mejor cumpleaños de toda mi vida.
Al llegar a casa, Dennis curioseó todas mis cosas.
-¿Qué es ésto?-Me dijo, en un todo desconfiado.
-Son mis cosas del colegio, así que no las toques-Contesté, con displicencia. Como era de esperarse, Dennis no me hizo caso:
-Un caldero, una lechuza, libros de encantamientos... Cuántas cosas raras. ¿Es que acaso eres bruja, o algo así?
-Pues mira, Dennis, has dado en el blanco-Le sonreí maliciosamente-. Sí, soy una bruja, y te advierto una cosa desde ya... Como vuelvas a molestarme o a inculparme de cosas que no he hecho, te voy a tirar un maleficio... O convertirte en algo, no sé, ya veré en qué. Así que no me hagas enfadar, o sufres las consecuencias-Añadí, sacando la varita, y tirando unas pocas chispas ante la mirada aterrorizada de Dennis-. Ya lo sabes.
Yo no sabía aún nada de hechizos, pero quería divertirme un rato viendo cómo Dennis empalidecía y miraba mi varita con ojos desorbitados. Tuve que contener la risa cuando titubeó, retrocediendo:
-No... n-no me hagas nada, por favor... Haré lo que quieras, no te molestaré, pero por favor, no me... ¡¡¡¡¡MAMAAAAAÁ!!!!-Salió corriendo despavorido hacia la cocina, hasta perderle de vista. Yo subí las escaleras con todas mis cosas, partiéndome de risa. Se lo tieme merecido, por fastidiarme día sí y día también.
Bueno, ya estoy muy cansada. Hoy ha sido un día estupendo, y me muero de ganas de llegar a Hogwarts.
Besos,
Harriet Potter.
