TERCER CAPITULO

CAZANDO AL SOL

A media noche, o medio día, los mareos la aplastaron con su potencia. Se levanto y penso en pedir ayuda para poder ir al baño, pero su orgullo se lo impidió. Como pudo llego hasta el lavabo del baño y se refresco la cara. Ni un alma se veía. Tenia esa rabia. Latente. Llenándola de remordimientos. De dolor. Remordimientos por no haber hecho movimientos más certeros, estrategias más perfectas. Por no ser mejor, más acuciosa, más rápida. Por estar con vida.

Y no sentía nada mas que esa ira repentina. No sintió los pasos detrás de ella, ni que esos pasos se detenían en la puerta del baño, ni que un par de ojos azul intensos, la observaban. Ojos muertos. Mareos. Él los conocía. Mareos. Dolor. Ira muerta. Ojos intensos que no la perturbaban. No por hoy.

Con calma, levanto su mano derecha. La estudio. Estaba casi sana. Casi no había cicatrices. Nada que la hiciera recordar, al menos físicamente, lo que había hecho. Escarbar la tierra y enterrar a sus amigos. Se vio al espejo con serenidad, y Mcqueen no pudo hacer nada cuando estrello su puño contra el espejo.

Corrió a su lado, pero su mirada vacía en el espejo lo paro en seco. Ella miró su mano sangrante y noto que no tenía dolor. Otro mareo la sacudió y se volteo hacia el retrete, notando por primera vez al hombre junto a ella. La vergüenza de su debilidad, mas su orgullo, la hizo rechazar con su otra mano, la ayuda que él le ofrecía para llevarla hasta la taza. Sola, se afirmo en los lavabos y se acerco hasta la taza, donde devolvió nada mas que líquido.

Se quedo con los ojos cerrados un momento. Acepto con calma, el hecho de que no podía levantarse sola. El orgullo y la vergüenza le impidieron decir nada, y luego de un segundo mas, coloco su mano sobre la orilla de la taza para impulsarse. Ahora él si estaba alerta y sin que ella pudiera evitarlo, pasó su mano por su cintura y la levanto sin ningún esfuerzo. Era curioso como él la hacia sentir tan débil. Odiaba eso. Pero no completamente, tal vez ahí estaba esa sensación de miedo que aveces la invadía al pensar en él. La llevo hasta el lavabo, detrás de ella, sosteniéndola. Reprimió el impulso de apoyar su cabeza hacia atrás. Y con calma, tomo su mano. Delicadeza. Eso la sorprendió. Hizo correr el agua y enjuago su mano delicadamente. Tardó un segundo en registrar el hecho de que él le estaba hablando.

- ¿Va a ser esto un problema?- el timbre de su voz profunda sobre sus cabellos. Sin considerarlo siquiera. Mcqueen olió su pelo. Suave. Olor a limpieza y jazmín. No supo porque no sé sorprendió ante lo agradable de su olor. Nunca antes había pensado en el. No quiso saber el porque eso le pareció mentira.

No…- la miro con seriedad, intentando descifrar su expresión. Tarea nada fácil, pero a la vez conocida. Y cada vez menos indescifrable. No dio pie a mas pensamiento sobre ese tema. - es una singularidad- añadió ella, sin notar lo ingles de su expresión. Él mostró un asomo de entendimiento en sus ojos. Siempre alerta. Termino de lavar su mano y busco una toalla. Quedara una cicatriz. Pequeña. - la miro de nuevo. Disecándola. Lo entendió. La doctora hará un buen trabajo.- dijo casi a la defensiva, y él para su sorpresa sonrío. Suave. Mas sorpresa aun. Lo hará. ¿Puedes moverte sola?- pregunto con en parte con preocupación y en parte porque sabia lo avergonzada que se sentía y quería que al menos se enfocara en la aversión latente que percibía hacia él a veces, aunque no sabia porque. No. - tardó un segundo en contestar. Él la cargó antes de que pudiera decir nada y la llevo hacia su cama. La sentó como si fuera una niña y la miro muy serio. Curiosa la familiaridad. Curiosa ara no haber cruzado mas de tres frases seguidas en las seis semanas que llevaba despierta y en la segunda semana que llevaba realizando algunas labores de servicio. Por requerimiento propio. No había nada que le importara allí, penso él. Entonces porque no podía dormir. Y porque estaba ahí. No te muevas. - se fue y ella tardo un segundo en comprender dos cosas, una era que la estaba tuteando, y la otra, era que ella había asentido como niña pequeña. Y no quería desobedecerlo. Llegó un segundo después con una enfermera que la curo en silencio. Al parecer instruida por él, porque cuando ella quiso preguntar algo, él la cortó con un marcial gracias. Ella se estaba familiarizando con esa marcialidad. Sala de ejercicios. Ambos reponiéndose de injurias aunque él estaba mucho más adelantado. Las conversaciones de paz casi lo habían matado. En su caso, no había corrido con tanta…¿suerte?. Se quedaron solos. Ella se recostó en la cama, el calmante, mezclado con los medicamentos usuales, empezaron a hacerle efecto. Él la tapó y para su sorpresa se sentó a su lado y noto que había un libro sobre su velador. No era suyo. Él siguió su mirada y con voz extrañamente cálida le dijo- supe que se le acabo la provisión de libros. Faetón- leyó. Vi su lista de libros… - voz casi…¿avergonzada?, Se pregunto.- casi todos los que tengo, los ha leído. Releído. -a su pesar sonrío. Se sentía tan avergonzada. Avergonzada de que él hubiera visto su debilidad. Avergonzada de no haber estado sola y terminar el trabajo, avergonzada de pensar eso. Pense que le gustaría algo clásico. Muy amable de su parte señor… gracias. - la niña inglesa educada, se dijo él, a veces estaba apunto de gritarle que podría tomar su educación y metérsela por donde deseara. Siempre la usaba como escudo cuando por alguna razón no concordaban en algo, en las reuniones de inteligencia. Ella lo sabia, él lo odiaba. Pero a la vez era parte de su encanto. "¿De donde salió eso?". Se pregunto alarmado. Familiaridad. Mcqueen busco una razón para no sentirla. Se me informo que padece de insomnio. Siempre lo he padecido- se le escapo. Como si a él le interesara. También se me informo de sus pesadillas. … Estoy a cargo de su supervisión. Lo sé. Me es difícil ignorar el hecho. - dijo con una cuasi sonrisa. Suavidad. Entiendo el sentimiento. - dijo él en otro extraño desplante de humor. No habrá problemas coronel. … Eso espero…- ella fue cerrando los ojos y él abrió el libro. No tenía sueño. No estaba cansado. Al menos, no físicamente. La respiración de la joven fue desacelerándose y acompasándose poco a poco. Entonces, él dejó de ver hacia el libro, y se le quedo viendo. Estuvo así por mucho tiempo. Hasta que la cordura le llamo y abrió el libro. Faetón. Faetón y la caída. Faetón y ella… Faetón y él.

CONTINUARA ESO ESPERO. DÍGANME QUE LES PARECE.