El crimen de Monte Fuji.
Por: Ariadna
Basado en la novela "El crimen de la Hipotenusa" de Emili Teixdor.
Primera parte,
Los Acusados.
En las escaleras de la puerta principal había dos o tres grupos de compañeros, chicos y chicas, que me pareció comentaban el suceso, pues oía a lo lejos frases como "… es un misterio…", "… el profesor, robaron los exámenes…", "… la policía no ha querido decir nada."…
-¡Koushirou! – me llamó uno de los chicos que estaba ahí, Hida Iori. - ¿sabes…?
Lo dejé hablando solo, porque yo seguí caminando, hacía arriba, sin detenerme, saludándolo levemente con la mano, como si no lo hubiera oído.
Lo que nos temíamos, pensé, ya había sucedido. Queríamos llevar el caso con gran discreción, pero todo el colegio estaba hirviendo con rumores. La dirección echaría fuego por la boca, porque había recomendado sobre todas las cosas: discreción, discreción y discreción. Parece que olvidé algo… ah, si, ¡y discreción!
Pero la dirección vivía en las nubes si creía que nadie se enteraría del asunto. Los adolescentes olían los secretos a muchos kilómetros de distancia.
Así puse los pies en el vestíbulo, dos tipos altos y robustos, con gabardinas oscuras, como si estuvieran disfrazados de agentes secretos o policías encubiertos, me cerraron el paso.
-¿tu nombre? – me preguntó uno.
-Izumi Koushirou.
-¿curso?
-ese. – indiqué el salón.
El otro hombre consultó una pequeña libreta de mano y volvió a mirarme. Sospeché que me tenían anotado en alguna especie de lista negra, porque entre ambos posaron pesadamente sus manos en mis hombros para apartarme del corredor en el que estábamos y llevarme hasta la biblioteca, situada en el lateral izquierdo de la puerta principal.
-entra. – me indicó un tercer hombre, que parecía esperarme a la entrada del lugar. – y espera ahí.
Dentro estaban ya tres chicos que debían haber llegado antes que yo, y otro personaje con gabardina y aspecto de policía o detective. Al entrar, me quedé un momento tieso sin saber que hacer. Los tres compañeros, Taichi, Ken y Hikari, estaban sentados en la gran mesa central, formada por la conjunción de ocho a diez mesas de lectura individuales, los tres separados y con un libro abierto adelante, como si estuvieran cumpliendo un castigo.
El tipo de la gabardina estaba de pie frente a uno de los armarios repletos de libros, y era evidente que ejercía las funciones de vigilante o mejor dicho, de centinela o carcelero. Todos nos mirábamos con ojos interrogantes, tanto mis compañeros como yo, como el hombre de la gabardina.
-siéntate aquí. – me dijo, indicando una silla delante de él, lejos de los otros detenidos. – estudia y calla.
-eh… nos perderemos la primera clase de la mañana… - repliqué yo, como si me importara mucho faltar a esa clase.
-¡esta es la primera clase de la mañana! – exclamó el hombre. - ¡Y a lo mejor resulta la última!
A callar, silencio y se acabó. Me senté en la silla indicada, y al sacar un libro cualquiera de mi bolso, como para hacer que estudiaba un rato, apareció, como un negro presagio o una triste casualidad, el texto de matemáticas.
De manera, pensé, que aquí en la biblioteca han reunido a los sospechosos. O sea, es una reunión de acusados.
Fuera de este lugar, parecía aún haber acción en los corredores de la escuela, chicos dirigiéndose a clases y otros corriendo atrasados tras el timbre de inicio. La jornada escolar comenzaba como todas las mañanas, pero esta vez, sin nosotros los acusados, y sin el Monte Fuji.
La puerta de la biblioteca se abrió y uno de los policías introdujo a Tachikawa Mimi. Como en mi caso, el vigilante-centinela-carcelero le señaló un sitio en la mesa central, suficientemente alejado de los demás acusados, cuatro incluyéndome a mí; y Mimi, sin dejar de mirarnos a todos con los ojos vivos, se quitó de encima su abrigo y bufanda y después se sentó y sacó un par de libros de su bolso para seguir con la comedia del estudio como todos nosotros.
Tachikawa Mimi, o "la descarada", como la llamábamos. Mimi es una declarada defensora de los derechos de los débiles y los desprotegidos, aunque ella misma abusa de ellos si es que se le antoja o quiere un favor. Por eso es descarada, puede cambiar de opinión en menos de un segundo y si alguien la contradice, se quejará de todo y todos. Es una de esas personas que simplemente no llegas a entender nunca. Y tienes que aguantarlas como son. Era la acusada número cinco.
El número uno podría serlo yo. El segundo, sentado frente a mí, era Yagami Taichi, el atleta del curso, futuro campeón de fútbol o cualquier deporte que se plantee, con una fuerza bruta increíble, es mejor nunca hacerlo enojar. aunque a pesar de todo, es un buen amigo si te ganas su confianza… pero aún así nadie osa llevarle la contraria, por muy amigo que seas no te salvarás de su puño matador…
El tercer acusado, sentado al otro extremo de la mesa, podría ser Ichijouji Ken, el niño bonito de la escuela, por quien suspiran todas las niñas, el Adonis o el Narciso… En fin, un tipo bien plantado que es conocido también como el Sorimaki Takashi del curso, y no es necesario añadir que el apodo se lo colocaron sus fans, porque tiene un club de fans. Tras una charla sobre telenovelas una muchacha llamada Jun descubrió que Sorimaki Takashi las mataba sólo con una sonrisa o una caída de ojos, exactamente igual que Ken. Es bastante tímido también, de esos que no hablan nada, lo cual no concuerda mucho con la atención que recibe de tantas niñas.
Y la cuarta acusada, Yagami Hikari, una chica con todas las cualidades: hermosa, inteligente, buena amiga, noble… o sea, una joya, una verdadera luz brillante en medio de la oscuridad, como aquellos rayos de sol que aparecen cuando llega el atardecer… pero tal como esos rayos, es inalcanzable por ningún chico normal, dejando a todos sus admiradores con el corazón roto. Pero no era culpa de ella, no, sino de su hermano, el acusado número dos, que no dejaba que nadie se le acercara con esas intenciones. Y como ya dije, nadie que quiera hacer enojar a Taichi está en su sano juicio.
Hikari no tenía defectos, incluso sacaba las notas más altas en todo… excepto en matemáticas. En el curso anterior, sorprendentemente, ella se hundió como el Titanic, como si la materia hubiese perdido todo interés ante sus ojos. La materia… o el profesor. Quizás la policía, en sus interrogatorios, descubriría las verdaderas razones de la falta de dedicación que le da Hikari a los números.
Cinco acusados. Según mis cálculos, todavía faltaban dos más. Siete en total. Íbamos mal en matemáticas, pero sumar cinco más dos, hasta eso si llegábamos.
El número seis no tardó en aparecer. Mejor dicho, la número seis. Inoue Miyako, "la siempre sonriente".
Como ya era difícil encontrar una silla separada de los demás, el vigilante-centinela-carcelero (desde ahora, Vicencar, para acortar) hizo la vista gorda y no dijo nada cuando Miyako, con su buen humor, se colocó a poca distancia de Mimi. E incluso disimuló, como si no se diera cuenta, cuando tras unos minutos de seriedad, las dos compañeras se acercaron más e inclinaron las cabezas para cuchichear.
Miyako poseía unos enormes anteojos redondos que eran lo único que llamaba más la atención que su amplia sonrisa. Era muy simpática y siempre tenía alguna cosa graciosa que contar.
Según ella misma aceptaba, todo el mundo le caía bien. Incluso Fujiyama-sensei, que no por eso dejaba de colocarle malas notas en sus exámenes. Era tan simpática que, cuando el profesor preguntó a la clase si había algún voluntario para ir a su casa a ayudarlo (¡pagando!) A ordenar los libros de su biblioteca, Miyako se apuntó entusiasmada, pensando que de esa manera ganaría puntos a favor para los exámenes de fin de año. Pero al darse cuenta que ni ordenando libros ganaba su aprobación, en vez de dejar plantado al Monte Fuji, se apuntó para trabajar de jardinera una vez que le había organizado todos los libros.
Pero el cambio tampoco favoreció su rendimiento en matemáticas. Y es que el Monte Fuji puede parecer agradable pero es insensible. Tiene el corazón de piedra, o de hielo.
Ocurría que los siete acusados éramos todos muy malos en mates. Era un rasgo común del grupo. A Hikari le iba bien en casi todo, en especial literatura, Taichi era bueno en los deportes, estaba claro… a mi se me facilitaba informática, y me decían que tenía gran imaginación. Habilidad que podía serme muy útil, aunque los demás no sabían mentir muy bien, y eso, en nuestras circunstancias, pondría ser fatal. Fatal.
En ese momento acababa de entrar el peor de todos en matemáticas… y en muchas otras cosas. A deshora, como siempre. Con el sueño todavía colgándole de los ojos y la cara desganada, como todas las mañanas. Con el gesto cansado de no haber dormido en toda la noche. La mayoría de los días perdía la primera clase y se pasaba la hora desayunando en la cafetería de enfrente.
El séptimo detenido: Ishida Takeru, un chico de aspecto nervioso, de no saber qué hacer ni qué decir, ya que por culpa de su impuntualidad le costaba gran esfuerzo enterarse de lo que pasaba a su alrededor cuando llegaba tarde a algún sitio.
La verdad es que a Takeru todavía no lo conocíamos muy bien. Había ingresado al colegio hace tan solo unos meses, y le había costado lo suyo adaptarse y destaparse. Al principio, ni le mirábamos, como si fuera un intruso, un ser de otro planeta, un extranjero que venía a destruir la gran familia. Con el tiempo se fue abriendo, y al final del curso ya lo habíamos aceptado plenamente, como un compañero más. Es necesario decir que en la aceptación de Takeru desempeñó un papel importante su hermano Yamato, y la fama de sus proezas. Pero el hecho fue que, a finales de curso, Takeru ya formaba parte del grupo. El más reciente. El más complicado, también.
Bien. Ya estábamos todos. Sólo faltaba que apareciera el culpable.
Continuará…
Notas:
Como ya deben haber notado, los personajes están un poco fuera de carácter, además de que esto será AU (alternive universe), aunque en realidad no importa mucho. Le puse el apellido paterno a Takeru porque a su madre la usaré en otro papel.
Sorimaki Takashi es un famoso actor de telenovelas japonés. También es modelo y cantante, pero me parece que cantando no le va muy bien… el punto es que es muy guapo. MUY guapo. Si alguno a tenido la oportunidad de ver GTO, un anime bastante conocido, pues deben saber que Sorimaki-san es quien interpreta al protagonista en la versión de imagen real de la serie.
Lamento ir tan lento, pero no se preocupen, ya en el próximo capítulo comienzan los interrogatorios, y la cosa se pondrá más interesante… ^_~
