El crimen de Monte Fuji.
Por: Ariadna
Basado en la novela "El crimen de la Hipotenusa" de Emili Teixdor.
Segunda parte,
Comienza el interrogatorio.
Takeru no tuvo tiempo de sentarse ni de decir nada, todavía seguía con su cara de sueño cuando la puerta de la biblioteca se abrió de nuevo para dejar pasar a un hombretón alto y grueso, con una piel rojiza y las manos hinchadas, de seguro por falta de abrigo en el frío del exterior. Sus ojos eran pequeños y protegidos por unas grandes cejas oscuras, espesas como una cortina de pelo. El detalle más característico, no obstante, era su nariz, torcida y aplastada, una especie de carretera corvada o una arveja gigante.
-¡buenos días! – saludó el hombre con una voz que surgía de las profundidades de un pecho totalmente triturado por un montón de años de humo.
Dirigió el saludo a Vicencar, sin mirarnos siquiera a nosotros.
-¡buenos días, Inspector! – contestó con una ligera reverencia Vicencar. – ya están todos.
-muy bien. Avísele a la doctora Takaishi que puede pasar.
El otro hombre hizo otra reverencia y desapareció tras la puerta, hacia la fría inmensidad de los corredores.
Entonces, el inspector Arveja (su extraña nariz le daba derecho a ese sobrenombre) atravesó toda la biblioteca sin dignarse fijar los ojos ni un solo instante en nosotros, y fue a situarse al mismo lugar donde antes estuvo de guardia Vicencar.
Arveja tosió dos o tres veces mirándose la punta de los zapatos, luego levantó la vista y finalmente nos dio la cara.
-¿y tú, que haces ahí de pie? – retó al pobre Takeru.
-es que… no me han dicho nada…
-¡siéntate!
Takeru se apresuró a sentarse al lado de Taichi.
Otro momento de incómodo silencio.
-tengo entendido que ustedes son los siete de la lista.
Nadie se atrevió a decir ni pío.
-la lista de las siete personas que vieron por ultima vez con vida al profesor Fujiyama.
Los siete nos miramos. Miyako iba a decir algo, pero el inspector la dejó con la boca abierta.
-el señor Fujiyama desapareció de su casa la noche de ayer.
Parecía como si el inspector hablara por etapas. A golpes de revelación. De pausa en pausa hasta la gran sorpresa final.
-alguien penetró en su despacho para robar. Revolvió todos sus papeles, su biblioteca, su mesa, sus computadores, sus cosas…
A cada nuevo comunicado, la sangre se nos alejaba un poco más de la cara. Mimi y Takeru parecían los más afectados. Sus computadores, había dicho. ¡No era para tanto! Miyako nos había dicho que solo poseía dos.
-y en la alfombra y en el sillón hemos hallado manchas de sangre, que no presagian nada bueno.
A Tachikawa Mimi, sobre todo, se le notaba la alteración. Estaba a punto de desmayarse.
-y él no aparece por ninguna parte. No hay forma de dar con el profesor, ni vivo ni muerto. Como si se lo hubiera tragado la tierra.
Ken tenía su sonrisa congelada en la cara. Una sonrisa de incredulidad y unos ojos muy abiertos.
-un secuestro… o peor, quizá. Un crimen.
Yagami Taichi había cerrado los puños y los apretaba con fuerza, como si se prepara para un combate difícil.
-y ustedes, alumnos suyos, son los últimos testigos que ayer por la noche estuvieron con él y lo vieron con vida.
Unos golpes discretos en la puerta nos distrajeron un momento de las revelaciones del inspector.
Una mujer de apariencia joven, en mediados de los treinta, entró. La Señorita Takaishi Natsuko, o doctora Takaishi, psicóloga del colegio.
-pase, adelante… - la animó Arveja levantando las manos.
La recién llegada nos dedicó una leve sonrisa a todos antes de tomar asiento cerca de donde estaba yo.
-a ella ya la conocen. – el inspector continuó. – es la psicóloga escolar, que me ayudará a sacar algo en limpio de este misterio tan triste y desagradable.
Arveja dio un par de vueltas más por la biblioteca, y después se sentó cerca de la señorita Takaishi, con aire importante.
-bien… aquí están los siete testigos. – explicó mientras sacaba unos papeles del bolsillo de su chaqueta y los depositaba sobre la mesa. - Aquí tengo las siete fichas que me he elaborado con ayuda del director y el secretario del colegio. Creo que hay de todo, como en todas partes: cuatro chicos y tres chicas, estudiantes buenos y malos, diligentes y holgazanes, puntuales y tardones, serios y bromistas, personas de fiar y mentirosos…
Dejó que este último calificativo quedara colgado en una pausa que hizo, quizá para que se grabara con más fuerza en nuestra memoria.
-pero los siete tienen un denominador común: las repetidas malas notas en la asignatura del señor Fujiyama. Eran su dolor de cabeza. – hizo una pausa. – pero dejémonos ya de historias y pongámonos a trabajar.
-vamos a perder las clases… - dijo Miyako, con voz clara pero insegura, cosa no habitual en ella, siempre tan directa y decidida.
-no importa. – opinó la doctora Takaishi. – tenemos el permiso de la Dirección.
-¿qué clase tenían ahora? – habló Arveja.
-Matemáticas… - respondió Ken.
Se hizo un silencio que duró el tiempo para mirarnos unos a otros, con sorpresa por la coincidencia y sin saber que decir al respecto.
-entonces no piensen en la clase perdida, sino en el profesor que quizá podamos ganar.
-¿qué ha ocurrido exactamente? – preguntó Takeru, en el momento en que el inspector se había calmado un poco. – como he llegado tarde… no oí bien que fue lo que le pasó al… profesor Fujiyama.
-deberás esperar. – Arveja volvió a su rigidez. Comenzó a revisar las fichas de nuevo. – necesitaré que alguien tome nota de lo que aquí se discuta. Una especie de recordatorio. ¿Quién puede encargarse de escribir la crónica de estas entrevistas?
Las miradas de todos mis compañeros se posaron en mi.
-se la pasa escribiendo en la computadora… - reveló Miyako. – aunque nunca me ha dejado ver lo que escribe…
-Koushirou escribe bien… - añadió Hikari. – y siempre trae su computadora portátil a la escuela.
-¡muy bien! ¿Tienes la máquina a mano? – el inspector no perdía el tiempo.
-si, pero yo no sé si…
-no se admiten protestas. ¡Te ha tocado a ti y no se hable más!
Me giré en busca del ordenador que traía a la escuela, avergonzado, y lo encendí de inmediato. Todo el tiempo callado como un muerto, por supuesto.
-los demás, por favor, saldrán de la biblioteca y esperarán afuera en silencio. Aquí se quedará uno solo. Y el primero será…
Arveja examinó las fichas otra vez.
-… Ishida Takeru, para que no se diga que siempre es el último en todo.
Los otros cinco descartados salieron cabizbajos, no sin antes recibir la advertencia de Arveja de mantenerse callados y no hablar ente ellos. Los policías que nos habían escoltado hasta aquí los estaban esperando afuera.
Mientras, Takeru había quedado solo ante el tribunal.
-leo aquí. – empezó el inspector, nuevamente con la ficha. – que eres alumno de este colegio desde hace poco. ¿Dónde ibas antes?
-otro colegio, en Shibuya, señor.
-¿y por qué te cambiaste?
-lo decidieron… en casa.
-¿por qué razón?
-para cambiar…
-esa no es ninguna razón.
Takeru se encogió de hombros.
-leo también aquí, que tus calificaciones no son muy buenas, especialmente en matemáticas.
Takeru volvió a encogerse de hombros.
-¿qué aficiones tienes?
-los deportes, el dibujo, la música… la astronomía…
-¿astronomía?
Por tercera vez, Takeru se encogió de hombros. Ya estaba enervando a Arveja…
-¿cuál es la profesión de tus padres?
Takeru calló por un momento, desconcertado. Con intención de ayudar al muchacho, la doctora Takaishi tomó la palabra.
-estas fichas no están del todo completas. Takeru vive actualmente con su padre, que es abogado. Él lo adoptó hace poco más de un año. Viven los dos solos.
Tragué saliva. El tema era difícil, en especial sabiendo que yo también era adoptado… claro que no es un caso ni remotamente parecido al mío.
-bien… - reaccionó el inspector. – eso no significa nada. Carece de importancia para el caso. ¿Dónde vivías antes?
-con una familia que se ocupaba de nosotros.
-¿ustedes? ¿Cuántos hermanos?
-catorce o quince.
-¿catorce o quince hermanos?
-no hermanos de verdad, nos decían así porque vivíamos todos juntos.
-ya, comprendo. ¿Los ves alguna vez, ahora? Desde que vives con el abogado, digo.
-una vez al año, para Navidad.
-¿todos tus… 'hermanos' han sido adoptados como tú?
-casi todos.
-¿y están contentos?
-si no nos gusta donde estamos, podemos volver a la casa y esperar por una nueva familia.
-¡ah! No sabía que esas cosas funcionaran así… y a ti, ¿cómo te va con el abogado?
-bien…
-¿te quedarás con él cuando se cumpla el periodo de prueba?
La señorita Natsuko miró a Arveja con ojos de fuego que por poco lo fulminan.
-sí… - dijo Takeru con un hilo de voz. – creo que si… mi hermano… - se detuvo y no continuó.
-¿qué decías de tu hermano? – insistió el viejo nariz torcida.
-nada… que mi hermano no tiene tanta suerte con la familia con la que está ahora…
-¿y piensa dejarlos?
-seguramente.
-¿en que trabajan?
-no lo sé… parecen yakuza, o traficantes… conocen gente peligrosa.
-¿se trata de tu hermano… hermano?
-ajá.
-¿es parecido a ti?
-muy parecido.
-¿y… lo ves con frecuencia?
Takeru dijo que no con la cabeza.
-comprendo… - dijo el inspector. – es extraño que separen a hermanos de verdad.
-vivimos separados desde hace tiempo.
-¿no vivía contigo con los otros catorce niños?
-no. A él lo adoptaron enseguida, casi inmediatamente después de la muerte de nuestros padres. Éramos niños chicos.
-bien… no dejemos que los malos recuerdos nos ablanden… ¿por donde íbamos…? ¡Ah, sí! Problemas con matemáticas. Con el profesor… ¿cómo te llevabas?
-era muy exigente…
-¿no se entendían bien?
Takeru hizo un gesto vago que no daba respuesta clara.
-¿cómo aceptaste, entonces, asistir a la reunión que convocó ayer lo la noche en su casa, para tratar las dificultades que los siete convocados tenían para salvar la asignatura?
-decidimos ir todos… los siete.
-¿y quien decidió robar los exámenes que el profesor Fujiyama, o Monte Fuji, como le dicen, había preparado para la primera evaluación, del despacho de su casa?
Takeru, cogido de improviso, recuperó toda la sangre evaporada al comienzo de la sesión, y quedó completamente rojo.
-te ha sorprendido la pregunta.
El chico tragó saliva antes de responder.
-no sabía que… no sabía nada…
-¿quién robó los exámenes?
El acusado movió la cabeza para buscar ayuda en mis ojos, pero yo bajé la vista escondiéndome tras la pantalla de mi computadora. Noté un nudo en mi estómago y me sentí muy miserable por tener que abandonar a un compañero.
-del cajón de la mesa del despacho del profesor desaparecieron las preguntas y los ejercicios de los exámenes que había preparado para la próxima evaluación. Lo descubrimos porque el ladrón, en su precipitación, dejó caer una hoja en el jardín delantero. ¿Qué explicación das a todo eso?
-no sé nada…
-¿no quieres ayudarnos? ¿Sospechas de alguno de tus compañeros?
-eh, no, no…
-¿quién fue el primero en llegar a la casa del profesor?
-no sé. Cuando yo llegué, ya estaban todos.
-¿y fuiste el primero en irte?
-si, el primero.
-¡por una vez no fuiste el último!
-el autobús que me dejaba en casa pasaba a las once.
-¿saliste solo?
-ajá… la reunión ya había acabado.
-¿con qué resultado?
-el… señor Fujiyama nos aconsejó, todo el rato, que no nos desanimáramos si nos iba mal en la primera prueba. Dijo que después nos haría un repaso, y si lo hacíamos bien entonces, nos subía las notas de la prueba final.
-¿los dejó solos en algún momento?
-dos o tres veces… cuando entraba a la cocina a buscar comida.
-¿y ustedes se quedaban solitos en el comedor?
-la casa no tenía comedor.
-¿ah, no?
-no, había una mesa en la cocina, pero no cabríamos todos ahí, así que estabamos en la sala de estar.
-¿cómo sabes que no cabrían todos en la mesa si no entraste a la cocina?
Takeru no esperaba la pregunta y tardó unos momentos en contestar.
-la puerta de la cocina estaba abierta y se podía ver su interior desde donde estabamos.
-¿y el despacho?
-estaba al otro lado de la sala de estar, con todas las paredes llenas de libros hasta el techo.
-y una ventana…
-si…
-que alguien dejó abierta por dentro para poder entrar más tarde desde el jardín.
-eso no lo sé.
-pero conoces muy bien la casa y el jardín.
-como los demás.
-antes dijiste que no entraste al despacho.
-yo no dije eso.
-pues dímelo ahora, ¿quién entró en el despacho y por qué razón?
-yo no vi que entrara nadie.
-¿y como sabes donde se encuentra y que tiene una ventana que da al jardín y que está todo lleno de libros? No me digas que lo viste a través de la puerta…
Takeru frunció el ceño y vio al inspector con rabia.
-la puerta estaba media abierta y se veía algo.
-¿muy abierta?
-a medias.
-¿el despacho estaba iluminado o a oscuras?
-a oscuras, pero entraba luz de la sala.
-¿y alcanzabas a ver que los libros llegaban hasta el techo?
-no lo sé… se veían muchos libros…
-¿hasta el techo?
-yo pienso que sí. No se podía ver el final de las estanterías.
-y la ventana, ¿se veía?
-desde el jardín, al entrar. La casa tiene muchas ventanas.
-yo pregunto si la veías desde el interior.
-si, me parece que sí…
-¿solo te parece?
-no me fijé.
-¿cuántas paredes llenas de libros viste?
-una o dos.
-¿se veía la mesa también?
-sí…
-¿volviste solo a casa?
-sí…
-¿por qué no esperaste a tus compañeros?
-ibamos en diferentes direcciones.
-bien… - suspiró el inspector con voz cansada, como para indicar que el interrogatorio había terminado. – luego volveremos a la casa del profesor para comprobar tus observaciones.
-muchas cosas no se distinguían con claridad. – puntualizó Takeru con voz dudosa. – y muchas cosas las hablábamos entre nosotros…
-¿qué significa eso?
-comentábamos entre nosotros mientras el profesor estaba en la cocina.
-¿qué decían?
-nada, eran bromas.
-¿bromas?
-siempre las hacemos antes de los exámenes. Que si alguien se atrevía a entrar al despacho y copiar los ejercicios de las pruebas y cosas así, que no se dicen en serio… imaginábamos que las pruebas estarían sobre la mesa del despacho.
-¿quiere decir que la mesa no era visible?
-los libros si se veían en la pared, pero la mesa no recuerdo si era visible o solo hablábamos de ella como si alguien supiera que estaba ahí.
-bien… - repitió el hombre. – ya lo comprobaremos.
Continuará…
Notas:
Ok, ya averiguaron porque esto es AU. La historia de Takeru y Yamato es muy distinta, pero es importante mantenerla así, más adelante verán porque…
Los Yakuza son los gángsters japoneses.
Como ven, esto es lento y trabajado, porque sigue los pasos de un caso casi de verdad, y eso implica preguntar cosas que parecieran no tener sentido… pero que dan pistas y respuestas a futuro. Los siguientes interrogados serán los Yagami.
