El crimen de Monte Fuji.
Por: Ariadna
Basado en la novela "El crimen de la Hipotenusa" de Emili Teixdor.
Quinta parte,
Últimos cabos sueltos…
-si, yo le ayudé a entrar por la ventana del despacho. - confesó Inoue Miyako, mirando fijamente al tribunal de expertos con una sonrisa encantadora, como si estuviera recitando una proeza con su voz alegre y segura, que en ciertas ocasiones podía resultar un poco insolente y fuera de tono. Y así era en aquella ocasión.
-explícate. – le ordenó Arveja, sin dejarse impresionar por la seguridad de la chica.
-es muy fácil. – continuó ella con satisfacción. – la clase llevaba varios días obsesionada con las aventuras del hermano de Takeru. Y de pronto se corrió la noticia de que se ofrecía para ayudar desinteresadamente a los pobres colgados en matemáticas, a los malditos del Monte Fuji. La verdad es que la evaluación se acercaba a pasos agigantados y el futuro no se veía muy brillante, pues el mismo profesor nos había convocado a una reunión en su casa para prepararnos para el desastre. Aquella oferta era como lanzar una tabla de salvación a los náufragos de Pitágoras. La verdad es, también, que nos tomamos muy en serio el milagro que Yamato nos anunciaba por boca de Takeru y de Mimi. nos preguntábamos como se las arreglaría para coger los ejercicios y pasárnoslos…
-¡directa, al grano!
-¡uy! ¿Cómo quiere que se lo explique entonces?
-déjate de tonterías y ve directa al asunto.
-para mí todo es grano. Más directa no puedo ser. lo que digo…
-¿cómo se puso el ladrón en contacto contigo?
-¿el ladrón? ¡Que palabra! Dicho así…
-¿cómo lo llamarías tú?
-el hermano de un compañero que quería ayudarnos con un favor… ¡todos creíamos que se trataba de eso! Que no le hacíamos ningún daño a nadie…
-las cosas no son tan sencillas como imaginabas…
-si… no sé por qué, siempre se complica todo…
-no lo compliques más ahora y cuenta de una vez cómo se puso en contacto contigo ese "Angel guardián".
-una mañana, justo antes de empezar la primera clase, abrí mi casillero para dejar los libros y encontré en el fondo del cajón una carta de Yamato.
-¿una carta del hermano de Takeru?
-si… al principio pensé que se trataba de una broma, pero cuando la abrí noté que era una carta especial.
-¿en qué lo notaste?
-era muy corta, como un telegrama. Sólo ponía "Si quieres que los ayude, deja abierta la ventana del despacho del Monte Fuji, el martes por la noche." Y firmaba una "Y". Nada más.
-¿por qué te pedía eso a ti, precisamente?
-quizá porque yo soy la única del grupo que va dos veces por semana a casa del señor Fujiyama. Vivo muy cerca, y él dijo hace unos meses que necesitaba a alguien para ordenar los libros de su biblioteca. Y cuando terminé de ordenar los libros, me quedé de jardinera.
-¿o sea que ya no te ocupas de sus libros?
-ahora solo coloco bien sus libros nuevos. Los papeles no los he tocado nunca para nada. Él tiene un par de super computadoras en su casa, pero no las ocupa para casi nada y los papeles son su tesoro en su propio desorden.
-¿y ayer dejaste abierta la ventana?
-en la reunión que él convocó para animarnos fue todo más fácil.
-¿más fácil? ¿Por qué?
-me daba no sé qué, aprovecharme de mi trabajo para engañarlo, porque cuando estoy en su casa trabajando en la biblioteca o en el jardín, muchas veces me deja sola porque tiene cosas que hacer afuera, y confía plenamente en mí.
-¿y a pesar de eso dejaste la ventana abierta?
-sí, claro. Todos esperaban que lo hiciera, no podía negarme…
-¿vieron la carta los siete del grupo?
Miyako cerró los ojos, como para recordar mejor.
-creo… que no.
-¿pero sabían todos lo que el hermano te había pedido hacer?
-si… todos. No hablábamos de otra cosa. Era emocionante, como un misterio.
-¿Takeru, también?
-al principio, sí, pero luego ya no tanto. Era como si las aventuras de su hermano no acabaran de gustarle o temiera comprometerle. Nosotros pensábamos que Takeru se sentía culpable porque su hermano no ha tenido tan buena suerte como él con la familia que lo adoptó. Todo el mundo decía que eran unos salvajes.
-¿qué hiciste con la carta?
Miyako me miró a mí.
-Koushirou la rompió…. Si, él la hizo pedazos, antes que pudiera verla alguien. Me convenció de que era mejor no dejar pruebas.
-pero… ¿quién depositó la carta en tu casillero?
Miyako se encogió de hombros.
-Yamato, digo yo.
-¿y cómo entró al colegio? ¿No es más difícil entrar en el colegio de noche, sin ayuda, que en casa del profesor?
-las dos cosas son difíciles, si alguien no ayuda desde dentro.
-¿no pensaron en ese detalle ni se les ocurrió preguntarse cómo había llegado la carta a tu casillero?
-no… todo lo relacionado con el fabuloso hermano de Takeru era tan emocionante, tan misterioso, que nos pareció normal el hecho de encontrar la carta en el cajón. Podía habérmela enviado por correo, o habérsela dado a Takeru para que la dejara en mi casillero o me la entregara… ¿tan importante es ese detalle?
-es importante porque demuestra que estabas tan asombrados con la figura del hermano y por la esperanza de que él resolvería todos sus problemas, que no se daban cuenta que pasaba antes sus ojos. Yamato no los dejó ver más allá de sus narices.
-¿eso quiere decir que no fue él quien dejó la carta?
-exactamente. ¿Es que tampoco reconociste la caligrafía?
-era una nota muy corta, un aviso…
-pero la letra, ¿reconociste la letra?
-¿Quiere decir que no la había escrito él?
-¿cómo podías saber tú que era su letra?
-no podía reconocerla, claro. Imaginé que sería la suya…
-¿no te pareció rara la caligrafía?
-me pareció normal.
-¿normal? ¿Qué significa eso?
-que podía haberla escrito cualquier compañero.
-exacto.
-¿o sea que…?
-el autor era un compañero de clase. El mismo que te aconsejó que, para no dejar pruebas, era mejor romperla, que no quedara ni rastro de ella. Nuestro cronista.
…
-¿Koushirou?
-sí, Koushirou.
-que hable, pues. Que diga todo lo que sabe.
-Koushirou no dirá nada. Le hemos prohibido que abra la boca. Su único trabajo es escribir. Y su declaración se incluirá al final de la crónica que ha ido redactando sobre "el crimen de Monte Fuji", el caso que nos ocupa. Su confesión, escrita, será el último testimonio de esta historia. ¡Y con eso basta!
Con esas palabras, el inspector cortó las preguntas que Miyako tenía preparadas y en la punta de la lengua, y las protestas de los demás compañeros – Hikari, Taichi, Mimi y Ken, o sea, todos menos Takeru – que habían entrado de nuevo en la biblioteca-tribunal por orden de Arveja. Vicencar los había hecho pasar a todos juntos, al grupo casi completo, y habían entrado con la mirada en el suelo, como abatidos. Con andar cansado, se sentaron al lado de Miyako, que los acogió con una sonrisa algo apagada, decepcionada del rumbo que seguían las cosas.
-un momento de atención, por favor. – continuó Arveja en un tono de voz más civilizado. – sus declaraciones han sido muy interesantes y espero que útiles.
Hizo una pausa para llenarse los pulmones de aire y pedir con la mirada la aprobación de la psicóloga que tenía a su lado.
-dentro de un momento llamaremos a Takeru. Parece que a quedado claro que el culpable es su hermano Yamato. Todas las pruebas le acusan. Pero si recuerdan alguna cosa más que pueda ayudarnos a ser más justos, díganla sin temor antes de que entre Takeru.
Mis compañeros se miraron con ojos interrogantes. Todos tenían cara de no saber que decir. Y todos evitaban mirarme a mi, que atareado con los apuntes, no levantaba la cabeza del nivel de la pantalla y sólo los espiaba de reojo.
-no… no hay nada más.
-lo hemos dicho todo…
-todo lo referente a Yamato y los exámenes…
-a Takeru no le ocurrirá nada malo, ¿verdad? – preguntó Hikari, con un tilde de inquietud. – de hecho, él…
Y se detuvo. La observamos con curiosidad, pero ella no dijo nada más. Todos comprendíamos que iba a decir: "de hecho, él no tiene la culpa de nada", pero sabíamos que eso no era completamente cierto y que por eso se había callado Hikari.
-entonces… parece que ha llegado el momento del veredicto. – anunció solemne la doctora Takaishi.
-¡un momento! – levantó las manos el inspector. – se me ocurre que quizá sea mejor hablar con Takeru a solas, sin la presencia de sus compañeros. Más que más, debe haber oído toda las declaraciones desde el cuarto de al lado…
-tarde o temprano tendrá que enfrentarse con ellos… - protestó la psicóloga. – y su padre adoptivo ya está aquí…
-no estaba previsto así. – comentó Arveja. – es lo que habíamos pensado en antes, pero ahora… es mejor hablar con Takeru y el abogado sin nadie más y dejar para más adelante el encuentro con los compañeros…
-eso significa dos terapias… - calculó la señorita Natsuko.
-depende de cómo resulte la primera sesión.
-podemos llamarle este medio día…. – propuso Mimi.
-o salir con él esta noche… - insinuó Taichi.
-si, pero sin olvidar que ustedes son tan culpables como Takeru, sino más. – precisó la doctora.
-pero… ¿no nos quita la culpa todo lo que hemos hecho durante estos días para ayudar a Takeru? – sonrió Miyako.
-hasta el profesor Fujiyama nos perdonaría, si resucitara con más sentido de humor del que tenía antes en vida. – añadió Ken, utilizando también el poder de su sonrisa.
-perdonarlos, quizá. – resumió el Inspector. – pero aprobarlos en matemáticas sin estudiar, lo dudo mucho. ¡Ni en el otro mundo la pasaran bien sin esforzarse, holgazanes!
Continuará…
Notas:
Um, la parte que tenía que agregarle simplemente no la coloqué para dejar la intriga hasta el final, además, ¿esa última conversación no les pareció extraña? Los dejaré con la duda… ^__^ a esperar el próximo cap, que es más corto, pero la historia sufre un cambio drástico… MUY drástico…
