El crimen de Monte Fuji.

Por: Ariadna

Basado en la novela "El crimen de la Hipotenusa" de Emili Teixdor.

Séptima parte,

La Crónica.

Esa mañana, Takeru había llegado con retraso, como de costumbre. También yo me retrasaba muchas veces. Normalmente llegaba a clase a tiempo, pero de vez en cuando me ponía a trabajar en el computador por las noches y, como no podía dejar la máquina, me dormía a las tantas de la madrugada y por la mañana no había fuerza humana capaz de sacarme de la cama.

Es lo que ocurrió en la mañana en que Miyako encontró en el fondo de su casillero la nota del hermano de Takeru. O mejor dicho, la mañana anterior, porque el sobre con la nota escrita pidiéndole que dejara la ventana abierta lo deposité yo mismo la mañana siguiente a la que no llegué a tiempo para la primera clase.

Delante del edificio del colegio había un bar sucio y oscuro, una especie de cueva, en donde nos refugiábamos los compañeros para desayunar, telefonear, jugar a las cartas o esperar la hora de la segunda clase. A pesar de sus defectos, y los tenía casi todos, el Bar Sakura tenía dos virtudes importantisimas para los estudiantes: primera, era muy barato, y segunda, la propietaria, la señora Takenouchi, nos fiaba cuando estaba de buen humor.

Esa mañana, viendo que llegaba con retraso, me dirigí directamente al bar a esperar la hora. Nada más entrar, me encontré con la sorpresa de ver a Takeru en una de las mesas escribiendo en un papel que parecía una carta. Estaba tan concentrado en su trabajo, que no se dio cuenta de mi entrada. En el local no había nadie más, solo nosotros dos y la hija de la señora Takenouchi, ordenando las sillas.

Me acerque a Takeru y me senté, rápido, frente a él. Me entró gran curiosidad de saber qué y a quién escribía, por lo que clavé los ojos descaradamente en la hoja a medio escribir.

-¡te he pillado! – me reí. – escribes cartas secretas de amor en vez de resolver la tarea del Monte Fuji.

Takeru, atrapado, me miró confuso, e intentó ocultar con la mano el trozo escrito.

-no… - tartamudeó. – no es nada…

-¿quién es ella? ¿Hikari o Mimi?

-se trata de otra…

-¿otra? ¿Miyako?

-otra cosa, quiero decir… otra cosa.

-por favor, ¡no te creo! ¡Déjame ver!

-¡no! – gritó como si lo fueran a matar.

-puedo ayudarte, si lo deseas… - me ofrecí. – ya sabes que siempre me ha ido muy bien en Literatura, porque leo y escribo mucho en la computadora. Soy capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa.

El argumento pareció interesarle. Puso cara de reflexión, y cuando empezó a hablar, los dedos de la mano que cubrían la carta la tomaron y la arrugaron hasta convertirla en una pelota de papel atrapada en su puño.

-si… - musitó. – quizá tengas razón, tú escribes mejor… y tengo que convencer a alguien con esta carta.

-¿de que se trata?

-es… algo… que me ha pedido mi hermano…

-¿ah, sí?

-pues, como él escribe mucho peor que yo, me ha dicho que le mande un papel a Miyako, pidiéndole que deje abierta la ventana del despacho de Monte Fuji.

-yo creía que un profesional como tu hermano no necesitaba ayudantes. ¿No sabe como cortar un cristal para meter el brazo y abrir desde afuera?

-no lo sé, eso es más complicado…

-bueno, dame el papel. ¿Qué pongo?

-lo que te he dicho… ah! Y hazlo como si lo hubiera escrito él. Yamato siempre dice que no quiere involucrar a nadie más, quiere toda la responsabilidad, tal como nos ha prometido.

-déjame ver lo que habías escrito tú.

-¡no! – de nuevo un grito de miedo. – está muy mal… tú lo harás mejor.

Y en un gesto brusco se volvió hacia atrás y echó la pelota de papel detrás del mostrador, donde la señora Takenouchi acumulaba su basura personal.

Escribí en estilo telegráfico la nota que Miyako se encontró en el cajón del casillero. Yo mismo me encargaría de depositarlo a la mañana siguiente, y por ello llegaría primero que nadie a la clase, cosa que él, tardón innato, era incapaz de hacer. La idea inicial de Takeru era entregar la carta personalmente, pero lo convencí de lo contrario, era mejor hacer las cosas indirectamente.

Takeru se dejó convencer tan fácilmente que yo estaba cada vez más seguro que toda la historia de su hermano era pura comedia. Se trataba de una invención de Takeru. El hermano no existía. Pero… ¿por qué razón lo había inventado e interpretado en las dos o tres ocasiones que había dado la cara? ¿Y cómo podía probar mis sospechas?

Cuando estabamos a punto de entrar al colegio para la segunda clase, exclamé con aire preocupado:

-¡mi billetera! ¡He dejado la billetera en el bar!

Y sin esperar su reacción, me lancé a pedir a la hija de la señora Takenouchi que me pasara el papel arrugado que estaba sobre el resto de la basura. Por suerte, justamente su madre había limpiado el día anterior, y no fue difícil encontrarlo.

Falté también a la segunda clase. Pero ahora tenía pruebas en mis manos. La carta que intentaba redactar Takeru estaba escriba con una letra desfigurada que imitaba la caligrafía de otra persona. No era su letra, y las faltas de ortografía eran demasiado graves incluso para un mal estudiante como Takeru; estaba claro que trataba de hacer pensar aquel escrito como si el autor fuera otra persona, su hermano… inexistente.

La carta decía: "todo lo que encontremos en los cajones, según ha informado Takeru, servirá para ayudar al grupo. Miyako dejará la ventana abierta. Los exámenes estarán de seguro encima de la mesa." Y firmaba Yamato.

Conste que la transcripción está corregida.

Tras reflexionar durante toda la mañana, por la tarde decidí consultar el caso con la doctora Takaishi. Entre el peligro de ser acusado de delator y el de perder el curso y ser expulsado del colegio por haber confiado en un loco que se inventaba hermanos y se disfraza como delincuente para demostrarnos su existencia, me decidí por la primera solución. Al fin y al cabo, el primer traidor, el primero que se había burlado de nosotros y nos había engañado, era Takeru.

La doctora Takaishi, psicóloga del colegio, me escuchó con mucha atención, me pidió discreción absoluta y un par de días para consultar con colegas y profesores, y me prometió que no daría un paso ni diría una sola palabra en público sin consultar antes a los compañeros implicados en el misterio.

Pasados tres días, la psicóloga me llamó.

-tienes razón. – me confesó. – hemos consultado con el orfanato y con la actual familia de Takeru, y resulta que nadie conoce la existencia de ningún hermano.

Después se lanzó a discursear un rato, diciendo que seguramente se trataba de un caso de carencia afectiva, que en palabras normales significaba que Takeru era un chico que necesitaba compañía, amigos, cariño. Por eso había inventado un hermano que le ayudaba en todas las situaciones difíciles. También mencionó a individuos con personalidad dividida, o sea que actúan como si fueran dos, muchas veces sin que una de las personalidades sepa que hace la otra. Algo así como en la obra de Robert Stevenson "El doctor Jekyll y Mister Hyde". Después se enrolló con una serie de términos médicos y psicológicos que yo no entendí en absoluto.

El resumen que yo me fabriqué es éste: Takeru, abandonado por su familia de muy crío, había sufrido mucho y, como había perdido a todas las personas que quería y necesitaba, se inventó un hermano protector que no podía perder nunca, que representaba su lado malo, mientras él se mantenía en el lado bueno, y así "Yamato" sacaría la cara cada vez que había problemas. La solución perfecta.

Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar por un momento que esa historia podría haber sido la mía…

Según la doctora Takaishi este invento era muy peligroso, porque podía conducirle a engañarse a sí mismo y a no verse tal como era en realidad. Por tanto había que ayudarle a Takeru a librarse de su hermanito imaginario, eliminar a su doble mental, deshacerse de él, matarlo, asesinarlo en sentido figurado.

Los compañeros del grupo, al enterarse, se quedaron de una pieza. Y eso que no les contamos todo. Por ejemplo, no les dijimos nada del lío de las cartas, para que los interrogatorios tuvieran algún efecto sorpresivo. Todos aceptaron colaborar de buen grado en el plan que la doctora había trazado para sacar de la cabeza de nuestro amigo el fantasma de su hermano.

El profesor Fujiyama convocaría una reunión en su casa para facilitar las cosas. No se comunicaría nada a la policía para no perjudicar a Takeru y porque los sucesos previstos no llegaban a la criminalidad. Se trataba de una enfermedad y nada más.

La doctora Takaishi y el director del colegio ya habían hablado con el abogado, padre adoptivo del chico, y él no había puesto ninguna dificultad porque se trataba de ayudar a Takeru. Era preciso darle una buena lección, hacerle comprender de una manera práctica que aquella solución de dar vida a un hermano capaz de hacer a escondidas lo que él no se atrevía a hacer a plena luz, era un camino peligroso y equivocado.

Un buen susto, un golpe muy fuerte, y el chico reaccionaría.

¿Y que impresión más fuerte que simular que el profesor, al que intentaba robar los exámenes, había sido asesinado y que él podía verse envuelto en el crimen?

Discutimos durante horas y horas sobre la oportunidad del escarmiento. En general, mis compañeros pensaban que se trataba de una medicina demasiado fuerte. Pero la experta opinaba lo contrario: que si no se le daba una lección contundente, no reaccionaría.

-en el tribunal ficticio que montaremos a la mañana siguiente, – dijo la psicóloga. – y en el que todos debemos actuar de la forma más natural posible, como si los estudiantes de psicología que nos ayudarán fueran policías de verdad, se aclarará todo. Y las manchas de sangre, indicios del asesinato del profesor, se convertirán en la sangre de su hermano. Así le daremos la posibilidad de no hablar más de él, de eliminarlo con total limpieza, sin que Takeru tenga que avergonzarse de nada. Asesinaremos metafóricamente al hermano, y Takeru no tendrá que dar explicaciones a nadie. Será como empezar de nuevo desde cero, sin mentiras ni fantasías enfermizas para él.

-pero él… - dudó Hikari. – él sabrá que no es verdad…

-será él mismo quien entre por los exámenes… - Taichi, apoyando a su hermana, tampoco lo veía muy claro.

Uno de los doctores presentes, colegas de la señorita Takaishi, carraspeó para llamar nuestra atención.

-escuchen: él, al salir del despacho, habrá dejado la ventana abierta y no sabrá si después de él ha entrado alguien más, no previsto en su esquema inicial. Además, Takeru no sabe ni sabrá que ustedes lo saben todo. Y si le ofrecen una salida elegante para salvarse y deshacerse de su hermano, es muy posible que acepte.

-muy cierto, profesor Kido. Una cosa: si no trae los exámenes, es una señal de que acepta que su hermano a desaparecido… para siempre.

-esperemos doctora, que no se trate sólo de un alejamiento temporal.

-pero… ¿es que alguien va a pensar en los exámenes y en las evaluaciones con el profesor asesinado? – se rió Miyako.

-ya hemos convenido que resucitará el mismo día, la misma mañana. Y los exámenes se realizarán SÍ o SÍ.

-¡por favor, que no haya represalias! – rogó Ken, mirando con cara de pena al profesor Fujiyama, también presente, que ni siquiera en esa ocasión se dignó a rebajar el nivel de su rígida exigencia.

Pasado todo, cuando Takeru regresó al colegio, no trajo consigo los ejercicios de matemáticas. Como si hubieran desaparecido junto con el hermano, supuesto autor del asalto al despacho.

Nunca más volveríamos a escuchar de él…

¿¿Fin??

Notas:

Si creían que el cap anterior tenía un giro de 360° pues se dan cuenta que la tortilla se ha vuelto a invertir… un poco complicado, ne? Pues de lo poco que sé de psicología, me encantó el cambio cuando leí el libro del cual me basé… aunque… aún queda el epílogo… me creen capaz de dar un NUEVO giro en esta historia??? ^___~ Una cosa si, les aviso que desde ya vayan preparando sus neuronas, que esto se enreda!! Si! AÚN más!!

Por cierto, ¿no les parece curioso que al final el asesino no haya sido ni Yamato, ni Koushirou, ni Fujiyama si no la doctora Takaishi? Jajaja…

Espero sus comentarios!!