CAPÍTULO 36: El milenio de Plata. El secreto de Guerrero Sol y Sailor Júpiter.

Bajo ellos se alzaba, majestuoso, el magnifico palacio del Milenio de Plata.

- Es... el Milenio de Plata...- logró decir Sailor Moon.

- ¿Esto es el Milenio de Plata?.- repitió Guerrero Sol, incrédulo.

"Fue algo que ocurrió hace mucho tiempo..."

Por los jardines de palacio, un joven de cabellos negros y brillantes ojos verdes con una espada en la mano, luchaba ferozmente con un joven pelirrojo, mientras otro joven, de largos cabellos negros, observa la escena impasible.

Con un certero golpe, el joven de cabellos cortos derribó a su contrincante y puso la espada en su cuello, mirandolo seriamente... para luego empezar a reir y ofrecerle su mano para levantarse.

- Felicidades, príncipe.- le felicitó el joven pelirrojo, mientras se incorporaba, con una sonrisa.- Habéis mejorado mucho en estos años que habéis estado ausente.

- No me trates con tanta ceremonia, Adonis, por favor.- refunfuñó el príncipe.- Antes de que fueses nombrado Guerrero Venus me tratabas de igual a igual.

-Era un poco irreverente, lo reconozco.- asintió Adonis, llevandose una mano a la cabeza con aire despreocupado.

- No creo que tú hayas sido irreverente nunca.- murmuró el joven de cabellos largos.

- Estoy de acuerdo con Io.- asintió el príncipe.

- Pero las cosas han cambiado.- les ignoró Adonis.- Ahora tengo un puesto importante en la corte, estoy prometido con la hermosa Princesa Venus y...

- Eres un aburrido.- le interrumpió el príncipe.- No creo que las cosas puedan cambiar tanto en unos años.

- Os sorprenderiais, alteza.- respondió Adonis.- ¿Habeis ido ya a saludar a vuestra hermana?

El joven asintió.

- Sí.- murmuró sin mucho interés. Estaba preocupado por su hermana. La había sorprendido observando a los terrestres, a los habitantes de la Tierra. Al parecer, se había enamorado de su príncipe, Endimión. Pero ahora las cosas no iban muy bien entre los dos reinos y seguro que si alguien se enteraba del amor que su hermana sentía hacia el príncipe Endimión, habría problemas. Y él lo que menos deseaba eran problemas.- Bueno, iré a dar una vuelta por ahí, a ver qué tal van las cosas.

- Como deseeis, alteza.

- ¿Os importa si os acompaño, alteza?.- preguntó Io

- No empieces tú también.- refunfuñó el principe.- ¡Y llámame Prometeo, Adonis!.- le gritó mientras se alejaba a toda velocidad, seguido de Io.

Empezaron a recorrer los jardines de palacio. No parecía cierto que hubiese estado siete años fuera de alli, de planeta en planeta, aprendiendo nuevas técnicas y haciendo reuniones supuestamente indispensables para la estabilidad del reino y para las buenas relaciones del reino. Aunque su hermana Serenity era la heredera del reino, él seguía siendo el primogénito y era a él a quien le tocaba hacer todos los viajes, ya que su madre consideraba que su hermana aun no estaba preparada para ello. Y no es que le molestase: preferia mil veces hacer esos viajes que aguantar la presión del ser el heredero del Reino de la Luna. Al menos, había conocido a gente interesante durante ese tiempo....

- Me alegro de que por fin hayais vuelto, Prometeo.- dijo Io, con una gran sonrisa.- Se os echaba de menos. La gente se aburria sin vuestras trastadas.

- Muy gracioso, Io.- protestó de broma el principe.- Creía que al ser nombrado Guerrero de Júpiter sentarias la cabeza...

- Y vos debisteis sentarla el dia en que os dieron esa espada.- señaló Io.- Es un peligro que esté en manos de alguien tan alocado como vos.

Prometeo le dio un castañazo en la cabeza.

- Bueno, y aparte de haber ascendido, ¿qué más puedes contarme?.- le preguntó Prometeo.- Ya sabes lo que me gustan los chismes.

Io se sonrojó un poco y bajó la mirada, con una sonrisa tímida.

- Bueno... si...

Prometeo sonrio traviesamente.

- ¿Cómo se llama?

- Preferiria no deciroslo, si no os importa.- murmuró el guerrero.- Vereis... es que ella... es terrestre.

Prometeo se detuvo en seco. ¿¡Que les había dado a todos por los terrestres?!

- ¿Una terrestre?.- repitió.- ¿Crees que es buena idea?

- No.- respondió Io.- Pero mi corazón no me ha dejado elegir. Es una chica fabulosa. Tiene largos cabellos ondulados y unos grandes ojos... y es muy inteligente.

- ¿Y qué opina ella de las relaciones entre la Tierra y la Luna?

- Ella no es partidaria de los rebeldes, si os referis a eso. Espero que pronto las cosas se aclaren y podamos prometernos.

- Que prisas teneis todos por cas...

Oyó una voz suave y dulce y se detuvo en seco. Parecía un canto.

- ¿Quién será?.- murmuró, mientras seguía el sonido de la dulce canción. Detrás de él, Io, que esbozó una sonrisa.

Caminaron hasta llegar a un pequeño lago y se escondieron tras unos arbustos, apartando un poco las hojas para poder ver. Allí, sentada sobre una roca, con los pies dentro del agua, había una joven de largas piernas y sedosos cabellos castaños. Llevaba un delicado vestido verde a juego con sus ojos y en su mano había un pajaro, que la acompañaba en su canto con su trino.

Prometeo la miró, anodadado.

- ¿Pero estas cosas pasan de verdad?.- murmuró, incrédulo.- Parece... parece una diosa... ¿quién será?

- Pues si quereis saberlo, Prometeo, ella es...- empezó Io, pero no pudo terminar. Prometeo dio un paso, tratando de acercarse más... pisando una rama por accidente. El ruido espantó al pájaro, que emprendió el vuelo, mientras la joven se volvía, sorprendida.

- ¡Perdona!- se disculpó el principe, saliendo de entre las ramas, avergonzado, mientras Io trataba de no echarse a reir.- Lo siento, no era mi intención asustar al pájaro.

Ella al principio lo miró todavía sorprendia y luego esbozó una sonrisa, mientras hacía una reverencia.

- No os preocupeis, alteza.- respondió la joven.- Veo que habéis regresado de vuestro viaje. Han pasado muchos años.

Él la miró extrañado.

- ¿Nos conocemos?.- dijo al fin. No era posible. ¿Cómo iba a olvidar a una joven tan hermosa como ella?

- Nos vimos antes de vuestro viaje.- explicó la joven, mientras salía del agua y se calzaba las sandalias.- Vos me retabais todos los días a una pelea y yo siempre os vencía. Soy la princesa de Júpiter.

- ¿¡La princesa de Júpiter?!.- exclamó Prometeo, incrédulo.- ¡No puede ser! ¡La princesa de Júpiter era un chicazo y vos... bueno..! Vos sois muy...eh... femenina.

Ella sonrió.

- Bueno, han pasado varios años desde la última vez que nos vimos, siete, si no me equivoco. En esos años las personas cambian.

- ¿Tanto?.- dijo él, sin poderlo evitar.

- No, no tanto.- respondió ella, pasando al lado y susurrandole al oido.- Todavía puedo venceros en una pelea.

Él se giró, sin saber qué decir, y la vio alejarse, mientras ella seguía sonriendo. Su corazón palpitaba rápidamente. Era tan hermosa... tan dulce... y a la vez tan fuerte. Sonrió y salió corriendo tras ella.

- ¡Eso aun está por ver! ¡Peleemos!

Io les miró alejarse, con una gran sonrisa de satisfaccion.

Durante los siguientes meses a la llegada de Prometeo, este estuvo casi siempre en compañía de la princesa de Júpiter. Eso, en cierto modo, hacía que los habitantes de palacio respirasen tranquilos, porque mientras él estuviese con ella no le daba tiempo a hacer trastadas por ahí.

Sólo su madre no parecía satisfecha de ver a su hijo tras la hermosa princesa y observaba a la pareja con preocupación.

- ¡Venga, seguro que podrías derrotarla!

- No, alteza, no creo que..

- Llámame Prometeo.- la interrumpió el joven.- Y estoy seguro de que podrías perfectamente derrotar a mi hermana en un concurso de patinaje sobre hielo. ¡Eres fantástica! De hecho, creo que eres la única que puede hacerle sombra a Serenity.

- No podría.- insistió la princesa.- Soy demasiado alta. Y ella tiene unos movimientos tan elegantes que...

- Tú también los tienes.- la volvió a interrumpir Prometeo.- Y el ser más alta implica piernas más largas, lo que implica saltos más largos. Sólo tienes que intentarlo, ¡seguro que puedes!

Ella le miró, no muy convencida.

- .. está bien.- dijo al fin.

Él mostró una gran sonrisa de satisfacción.

Unas semanas después hubo un campeonato de patinaje sobre hielo en el Milenio de Plata. Todo el mundo daba por supuesto que la vencedora del torneo sería la princesa Serénity, conocida tambien por su gran habilidad con sus patines.

Pero esa vez hubo una gran sorpresa: la princesa de Júpiter. Sorprendió a todos con una elegancia y un estilo equiparables con los de la princesa y, tras una dura competición, se acabó llevando el primer premio.

- Felicidades, Júpiter.- la felicitó Serénity, con una dulce sonrisa.- No sabía que fueseis tan buena sobre el hielo como lo sois luchando.

- La verdad es que yo tampoco lo sabía, alteza.- murmuró la princesa, mientras veía acercarse a Prometeo corriendo.

Serenity también vio a su hermano acercarse y esbozó una sonrisa.

- Bueno, esrá mejor que me vaya.- dijo, mientras se alejaba sonriendo dulcemente.- Y dale las gracias a tu entrenador: ha hecho un buen trabajo.

Júpiter sonrió y vio alejarse a la princesa, mientras se acercaba Prometeo.

- ¡Te dije que eras fantástica!.- le dijo, mientras la levantaba en brazos y giraba sobre si mismo.- ¡Te dije que ganarias!

Al bajarla, en plena euforia, besó tierna y rápidamente los labios de la princesa. Al separar sus labios de los de ella, se quedaron mirando fijamente el uno al otro. Sus labios volvieron a unirse, esta vez en un beso más largo y dulce.

- ¿¡Por qué no puedo?!

El príncipe Prometeo daba vueltas furioso por la habitación, mientras su madre, de pie, lo observaba, tratando de mantenerse seria, pese a lo entristecida que se sentía.

- Hijo, debes entender que...

- ¡¡No quiero entender!!.- gritó Prometeo.- ¡¡La amo más que a mi propia vida!! ¡La amo sobre todas las cosas! ¿¡Por qué no puedo casarme con ella?!

- Precisamente ese es uno de los motivos.- murmuró su madre.- Pero además, debes saber que ella está prometida desde que nació a un príncipe de una de las lunas de Júpiter, para afianzar los lazos amistosos entre ambas casas.

- ¡No me des esa excusa tan mala, madre!.- gruñó el principe, dejándose caer sobre uno de los sillones.- Tú y yo sabemos que si quisieramos, podriamos romper ese enlace sin demasiada dificultad, ya que las relaciones con las lunas de Júpiter son excelentes. Una buena compensación bastaría para ello. Estoy dispuesto a que esa compensación salga exclusivamente de mi herencia, para no implicar a Serénity en esto.

- No es sólo por eso, Prometeo.- insistió la reina, dandose la vuelta.- Es... es algo bastante más serio... ni siquiera deberías haberte enamorado de ella. Es más: creo que es mejor que a partir de ahora, no os veáis más

Prometeo se levantó de un salto.

- De modo que debería estar condenado a vivir solo toda mi vida sólo porque tú consideras que es lo que debería hacer, ¿no es eso?.- murmuró con voz gélida y mirada helada.

- No, hijo, no es eso.- murmuró la reina, lágrimas en los ojos, mientras se daba la vuelta.- Es sólo que si en una situación peligrosa tú te...

Pero Prometeo ya no estaba en la habitación.

- ¡Prometeo!.- le llamó la reina, mientras iba corriendo hacia la puerta, asomándose a los pasillos. No había rastro de Prometeo.

Preocupada, la reina Serénity salió a buscar a su hijo, recorriendo todo el palacio, mirando en todas direcciones, con preocupación. Sentado en unas escalinatas, vio a un joven con elegante traje con bordados dorados. Tenía el pelo plateado, al igual que los ojos, y estaba tomando notas en un papel con una larga pluma.

- Cometa...- murmuró la reina, mientras se acercaba.

El joven alzó la vista y, al ver de quién se trataba, se levantó rápidamente e hizo una revrencia.

- Majestad...- murmuró.- ¿Deseais algo?

- Estoy buscando a mi hijo.- respondió la reina, volviendo a mirar en todas direcciones.- Hemos... tenido una discusión...

- Estoy seguro de que el príncipe Prometeo se encuentra perfectamente, majestad.- trató de tranquilizarla Cometa.- Estará retando a alguien a una carrera o alguna cosa asi. Y sabeis como es: siempre haciendo locuras.

- Eso es lo que me preocupa...- murmuró la reina, mientras continuaba avanzando. Dio unos pocos pasos mas y se detuvo, para mirar nuevamente a Cometa, extrañada.- Cometa ¿cómo es que has adoptado tu forma humana?

Cometa sonrió ampliamente.

- Dado que la unica gata que hay en palacio es Luna y me ha rechazado en innumerables ocasiones, decidí probar suerte con las humanas.- respondió alegremente.- Había pensado en pasarme despues por los aposentos de las doncellas.

La reina lo miró y puso los ojos en blanco mientras se marchaba. Ese Cometa era incorregible.

Cometa siguió con la mirada a la reina, hasta que esta estuvo fuera de su vista. Cogió la pluma y la bajó, hasta rozar la parte exterior de la escalinata, cubierta por unas frondosas plantas. Alguien estornudó.

- ¡Cometa, no me hagas eso!.- gruñó alguien, mientras empezaba a salir de entre los arbustos, con hojas por todo el pelo y frotandose enérgicamente la nariz.

- Lo siento, alteza.- respondió Cometa, poniendo una falsa expresión de culpabilidad.- Me pareció una buena manera de deciros que vuestra madre ya se había alejado lo suficiente para que vos emprendiérais una rápida huida.

Prometeo le miró con algo de rabia... para luego bajar la mirada y suspirar. Por lo menos, no le había dicho a su madre dónde estaba.

- Gracias por la ayuda, Cometa.- murmuró, mientas se colocaba bien la capa y se disponía a marcharse.

- Alteza, me parece que ahora las relaciones con vuestra madre no son todo lo satisfacctorias que os gustarían.- le comentó Cometa, como si tal cosa.- Tal vez yo... podría ayudaros.

- No creo, Cometa.- respondió el principe, sin dejar de alejarse.- Ni siquiera sabes de qué se trata.

- ¿Acaso vuestra madre no os ha prohibido ver a la mujer que amais, la princesa de Júpiter.

Prometeo se detuvo en seco y luego se giró rápidamente para mirar a Cometa, que le obsequió con la mejor de sus sonrisas.

- ¿Y tú como sabes eso?.- le preguntó el príncipe con desconfianza.

- Alteza, no os olvideos que soy uno de los mejores espias de palacio.- le recordó Cometa.- Mi debes es enterarme de todo lo que ocurre dentro y fuera de palacio. No hay nada que no sepa. Y si quiereis, os lo demuestro: ¿habéis visto alguna vez al principe Endimión, aquel por el que vuestra hermana suspira?

Prometeo aun se mostró más sorprendido. También sabía lo de Serenity...

- No.- logró decir Prometeo.

- Pues sería como si os miraráis a un espejo.- afirmó Cometa.- Sois extraordinariamente parecidos, salvo en el color de los ojos y un par de detalles más. De hecho, vuestra hermana se dio cuenta de su presencia por ese detalle y posteriormente se enamoró de él. ¿Verdad que resulta curioso?

- Mucho.- asintió Prometeo. Bueno, al menos ya sabía cómo distinguir a Endimión entre la masa.- Y ¿en qué podrías ayudarme tú a mi?

Cometa sonrió ampliamente.

- Bueno, ya sabeis lo poco amigo que soy a las normas y prohibiciones.- murmuró Cometa.- Y me parece mal que una pareja no pueda estar junta, asi que... estoy dispuesto a ayudaros a vos y a vuestra amiga a reuniros en sitios discretos y colaborar en vuestras coartadas.

Prometeo lo miró con recelo.

- ¿Y tú qué sacas de todo esto?.- le preguntó con recelo.

- Me gusta hacer cosa que no estan permitidas.- admitió Cometa.- Pero... debo admitir que una ayudita con Luna no me iría mal.

- Tendrás que pedirme algo que tenga una minima posibilidad de conseguir, ¿no crees?

- Podeis ordenarle que al menos baile conmigo en el baile de máscaras de la próxima semana.

- ¿Cómo le voy a ordenar a Luna eso?

- Pues con voz suficientemente autoritaria. Pero si deseais hacerlo más discretamente posible, simplemente decirle que baile conmigo por compasión. Al ser vos de la familia real no se negará.

- ¿Y da igual cómo acabe el baile?

- Yo me encargaré de que salga todo bien.- le restó importancia Cometa.- Pero ahora, nos dedicaremos a ayudaros a vos con vuestra hermosa princesa.

Durante el resto de la semana, apenas se pudo ver a Cometa, a Prometeo y a la princesa de Júpiter.

- Luna.- llamó la reina.

En la sala del trono entró una gata negra con una luna en la frente.

- ¿Llamabais, su majestad?

- Si, Luna, dime, ¿tú sabes donde anda mi hijo?

- Le oí decir a Cometa que él y el príncipe iban a ir a cazar, majestad.- respondió la gata.

La reina bajó la mirada, algo apenada. Desde esa discusión que tuvo con su hijo, no le había vuelto a dirigir la palabra (las pocas veces que lograba verlo)

- ¿Y la princesa de Júpiter?

- Se fue con las demás princesas a una excursión, majestad.

La reina arqueó ligeramente la ceja.

- Que extraño...- murmuró.- Bueno, no creo que las demás princesas dejen que Prometeo se una a ellas ni que dejen que Júpiter se vaya con Prometeo. Pero, ya que antes has mencionado a Cometa, ¿sabes si ha redactado ya los ultimos informes sobre las actividades rebeldes de la Tierra?

- No lo sé, majestad, pero tan pronto lo vea le preguntaré.

- Bien.- asintió la reina.- Las cosas están un poco tensas con la Tierra ultimamente. No debemos permitir que Cometa olvide sus obligaciones.

Cometa y Prometeo se asomaron entre la maleza, con todo el silencio del que eran capaces.

- ¿Y como va a conseguir Júpiter venir sin que las demás se den cuenta?.- gruñó Prometeo.- Seguro que mi madre ya les ha comentado algo.

- No os preocupeis, lo tengo todo preparado.- replicó Cometa.- Ahora sabreis como...

Las princesas, entre risas, sacaron una extraña bola dorada y empezaron a jugar... hasta que Júpiter, de un golpe, la mandó lejos del grupo... justo por donde estaban Prometeo y Cometa.

- ¡Oh, lo siento!.- se disculpó Júpiter.- ¡Iré a buscarla!

- Pero si tenemos más, Júpiter.- dijo la princesa de Mercurio.

- Pero son unas bolas dificiles de conseguir y detestaria que se perdiese una por mi culpa.- insisitó Júpiter.- Seguid sin mi, ahora volveré.

La princesa se alejó rápidamente para reunirse con Cometa (que se alejó discretamente al llegar ella, tras saludarse rapidamente) y Prometeo, que la tomó de las manos.

- ¿Creeis que esto está bien?.- murmuró Júpiter.- Vuestra madre me dijo que no debía veros... y vuestra madre es muy sabia...

- Mi madre no sabe lo que está diciendo.- replicó Prometeo, frunciendo el ceño.- No desea que me case con vos solo porque eso igual no da la imagen que ella desea para el reino. Yo os amo y quiero pasar el resto de mi vida con vos. ¿Vos no me amais?

Ella le miró a los ojos y se acercó a él.

- Más que a mi vida.

Llegó la esperada noche del baile de máscaras. Prometeo se miró al espejo. Tenia pinta de payaso con esas ropas y esa máscara. Bueno, al menos podría bailar sin problemas con Júpiter, ya que, en teoría, nadie sabria quien seria.

Bajó las largas escaleras y fue a reunirse con su madre. Ya que su padre había muerto hacía ya varios años, era él el que hacía de acompañante de su madre en las fiestas.

Al llegar junto a la reina, se limitó a saludarla cortesmente y tomar su brazo con delicadeza, pero con frialdad.

- Hijo...- murmuró la reina, meintras les anunciaban y se abvrían las cortinas para que descendiesen por las escaleras hacia el salón de baile.- Hijo, creo que no entendiste los motivos por los que te dije lo que te dije. Te fuiste antes de que...

- Sé muy bien lo que querias decir, madre.- replicó Prometeo duramente.

- Hijo, yo...

Pero al llegar abajo, su hijo se soltó de su brazo y se perdió entre los invitados, dejando a su madre con un duque que se había acercado para alabarla.

Miró entre la gente, tratando de encontrar a Júpiter. A lo lejos, vio a su hermana bajar por las escaleras y un joven vestido de negro con un antifaz y a su encuentro. Por la mirada de su hermana, dedujo que se trataba de Endimión y sonrió ligeramente. Debía de amarla mucho, si se atrevía a ir a una fiesta en el palacio de la luna...

Estuvo dando vueltas por la sala buscando a su amada, pero no lograba dar por ella.

- No puede haber faltado...- murmuró, preocupado. ¿Cómo era posible que no la hubiese encontrado todavía?

Entonces vio salir de la sala a su hermana y a Endimión (nota de la autora: espero recordar más o menos bien lo ocurrido ^^U). No era normal. Ni siquiera siendo él un terrestre.

Salió fuera. Algo iba mal, seguro.

- ¿Prometeo?

Se giró, sorprendido y vio a Júpiter, transformada en sailor. A lo lejos, los guardias de palacio iban tomando posiciones.

- ¿¡Qué está pasando?!.- preguntó él, alarmado, mientras se apresuraba a ir al lado de la sailor.

- La Tierra nos ataca.- explicó la sailor, agarrándole de la mano.- Debes ir a un lugar seguro.

- No.- replicó él, soltándose y mirándola fijamente.- Buscaré a mi hermana y juntos combatiremos al enemigo. Hemos estado entrenando durante años para ello. No estoy dispuesto a dejar que sean otros los que luchen por mi reino. Y menos que tú estés entre esos otros.

Ella le miró, sorprendida y luego asintió, sonriendo ligeramente. Vieron llegar corriendo a Guerrero Júpiter.

- ¡Prometeo, debeis poneros a salvo!.- gritó.

- ¡No, iré a buscar a mi hermana!.- replicó el príncipe, mientras salía corriendo hacia la parte trasera del palacio. Si estaban en algún lugar, era allí, sin duda.

- ¡Pero...!.- intentó protestar el guerrero, sin ningún éxito.

Para entonces, el cielo ya se había teñido de rojo y los gritos de la batalla atormentaban los oidos de los habitantes y guerreros del reino de la Luna. Los enemigos, fuertemente armados, llegaban sin cesar a través de una especie de camino oscuro. En sus ojos había odio y rencor y buscaban saciar su sed de sangre con la gente que había tenido la desgracia de cruzarse en su camino.

Prometeo corrió hacia los jardines traseros, seguido de Sailor y Guerrero Júpiter.

- "Por favor, que esté allí...".- murmuró para sus adentros. El ataque era mucho más poderoso de lo que jamás podria haber imaginado. No se explicaba de dónde habían sacado los terrestres ese inmenso poder. Si no encontraba a su hermana pronto, todo quedaría reducido a cenizas en pocas horas.

Giró la última esquina, conteniendo la respiración. Si no estaban allí... por suerte, a unos pocos metros les vio a los dos, a Serenity y a Endimion. Este la estaba protegiendo de una mujer de largos cabellos rizados que los miraba con odio.

- ¡Beryl!.- gritó Guerrero Júpiter, horrorizado y sorprendido.- ¿¡Qué haces aquí?!

La reina lo miró con desdén.

- Intenté utilizarte para que me facilitases datos sobre el Milenio de Plata, pobre estupido..- replicó con desdén Beryl.- Pero tu lealtad era demasiado fuerte para mi, de modo que tuve que buscar otro modo. Y ahora moriréis todos.

- Creia que...- murmuró el guerrero, con lágrimas en los ojos. No fue capaz de terminar la frase, pues un nudo le atenazaba en la garganta, un terrible dolor casi físico le impedía mover los músculos del cuerpo.

- ¿Creias que te amaba?.- se burló Beryl.- ¡Eres aun más estúpido de lo que pensaba! ¿Cómo iba a amar a un habitante del Milenio de Plata? ¡Morirás con todos ellos!

Todavía con lágrimas en los ojos, Guerrero Júpiter apretó los dientes y los puños, lanzó una última y terrible mirada a Beryl y se acercó a Sailor Júpiter.

- Unamos nuestras fuerzas ahora que podemos.- murmuró, tragándose toda su pena. La sailor, sintiendo el dolor que él sentía, asintió en silencio y unieron sus manos. Pronto se produjo la explosión.

- ¡Serenity!.- exclamó Prometeo, mientras tanto, corriendo hacia su hermana.- ¡Rápido, unamos nuestras fuerzas! Beryl es muy fuerte, debe haberse aliado con algún ser extraordinariamente poderoso. ¡Tenemos que intervenir!

- Sí.- asintió Serenity con decisión. Se volvió hacia Endimión y le sonrió con dulzura.- No te preocupes por nada, nosotros destruiremos a Beryl y detendremos esta guerra.

Endimion asintio y se alejó unos pasos, atento a los movimientos de Beryl por si tuviese que intervenir.

Prometeo y Serenity enlazaron las manos y se concentraron.

- ¿¡Qué estais haciendo?!.- gritó Beryl, alzando los brazos. Había visto lo que era la unión de dos guerreros y no estaba dispuesta a dejar que los príncipes del Milenio de Plata tambien unieran sus fuerzas- ¡No pienso permitirlo!

Beryl lanzó un poderoso rayo contra los príncipes del reino de la luna, pero alguien se interpuso.

Era Sailor Júpiter.

- ¡Arghhhh!.- gritaron Sailor y Guerrero Júpiter al mismo tiempo. Cuando el ataque perdió intensidad, ambos cayeron al suelo.

- ¡¡¡¡NOOOOOO!!!!!.- gritó Prometeo.

Separó sus manos de las de su hermana, rompiendo la unión y haciendo que ambos cayesen al suelo, sin energía. Aun asi, él se fue arrastrando hacia la sailor

- Sailor... Júpiter.- sollozó Prometeo, poniendose al lado de la joven. Esta entreabrió los ojos.- No... no te vayas... ahora no...

- Prometeo...- murmuró la joven, alzando una mano para que él se la sujetase.- Debes... salvar el reino... de la luna...

- ¿Cómo voy a salvar el reino... si ni siquiera te he podido salvar a ti?.- lloró el joven, apretando con fuerza la mano de la sailor.

- Yo... no soy importante... debes salvar... el reino...- insistió la sailor, mientras sus ojos se iban cerrando.- Te... te quiero, Prometeo...

Su mano cayó sin vida al suelo, junto con una lágrima.

- ¡¡¡No, Júpiter!!!.- lloró el principe, abrazando el cuerpo de la sailor.- No te vayas... por favor...

- Estúpido principe.- le oyó decir a Beryl. Alzó la mirada. En los brazos de la malvada bruja se enconraba Guerrero Júpiter, sin vida. Aprovechando que él también había quedado sin energía tras la muerte de Sailor Júpiter, Beryl lo había atacado y acabado con su vida.- Ella tenía razón, no debiste romper tu concentración. Al hacerlo, has perdido la unica posibilidad que teníais de salvar vuestro estúpido reino.

Lanzó al suelo el cuerpo del guerrero, como si se tratase de algo sin ningún valor. En los ojos del guerrero aún había lágrimas.

Prometeo lo miró horrorizado y luego miró a su alrededor. Había cientos de cuerpos sin vida. Cientos de personas que habían luchado por su reino. Un reino que él podía haber salvado. Miró una vez más el rostro inerte de la mujer a la que había amado y cerró los ojos con fuerza. Cuando los abrió, trató de ponerse en pie, empuñando su espada.

- Aunque... no tenga... la fuerza de antes...- murmuró, haciendo esfuerzos por incorporarse, apoyándose en su espada.- Te mataré... por matar a Jupiter ... y a Io... y a todos...

- Muere.- se limitó a decir Beryl, lanzando un rayo que atravesó al principe, cayendo al suelo, junto al cuerpo de su amada. No pudo decir nada. Sólo movió los ojos y miró por última vez a Júpiter, mientras trataba de tocar su mejilla por última vez. No pudo ser.

- ¡Hermano! ¡No!.- lloró Serenity. Rapidamente, delante de ella se puso Endimión.

- Maldito traidor.- gruñó Beryl.

La reina pudo ver cómo sus hijos morían junto a las personas que amaban.

Cuando todo se calmó, la reina se acercó a sus hijos y tomó con cuidado el cuerpo de Prometeo y lo miró, con lágrimas en los ojos. A su lado, tres gatos observaban la escena, muy afectados. Especialmente uno de color ceniza.

- Prometeo...- lloró la reina.- Yo era feliz por que hubieses encontrado a alguien a quien amar, alguien por quien estuvieses dispuesto a cambiar, a darlo todo... pero si no queria que amases a Júpiter no era por egoismo o por política. El cristal de plata me lo mostró en mis sueños. Sabía que si algo ocurría en el Reino de la Luna, ella no dudaría en morir por ti... y tú por ella. Pero... asi olvidariais todo lo demás... tú... aun eras demasiado alocado para entender tu responsabilidad en una situación asi... No debiste enamorarte de ella... Tu vinculo con ella... era tan fuerte que logró romper la concentracion que tenías en el momento de la unión... Y eso nos ha destruido a todos... Quise que dejases de verla para que esos vinculos fueran desapareciendo, pero... no pudo ser... tu error fue amarla demasiado...

- Majestad... yo.- murmuró Cometa, con lágrimas en los ojos.

- Ya no importa Cometa.- replicó la reina, sin volverse a mirar al gato.- Ya no importa.

Cometa agachó la mirada, apesadumbrado. Luna y Artemis tambien lo miraron, pero en sus miradas no había la indulgencia de las palabras de la reina.

- Cometa, no sólo ayudaste a Prometeo a desobedecer las ordenes de su madre.- murmuró Luna, muy afectada.- Sino que ademas desatendiste tus obligaciones como espia y no te enteraste del ataque al palacio de esta noche.

- Lo siento.- murmuró Cometa, con lágrimas en los ojos.

- ¡Con sentirlo no basta!.- gritó Luna.- ¡Todos están muertos! ¡Y ha sido por tu culpa!

- Yo... creí que pasaria igual tarde o temprano y...- trató de justificarse el felino.

- Cada cosa debe tener su tiempo, Cometa.- murmuró la reina, poniendose en pie.- Pero ya no tiene arreglo. Sin embargo, me gustaría hacer una última cosa.

La reina alzó su cristal de plata.

- Luna...- murmuró la reina, moribunda y con voz debil.- Escucha bien lo que voy a decirte.

- Si, mi reina.- asintió Luna, llorando.

- Vosotros también ireis a la Tierra. Los tres.- explicó la reina.- Pero... Cometa, Prometeo y los guerreros, sólo despertaran cuando el peligro en la Tierra no pueda ser vencido por mi hija y las sailors. Por eso... cuando ellas despierten, para que no hagan preguntas... solo recordarán parte de lo ocurrido en la Luna. Tambien por ello, no alcanzarán su máximo poder hasta que no sea realmente necesario. Asi... irán aprendiendo a controlar su fuerza. Pero... no dejes que Prometeo y Júpiter... cometan el mismo error.. Por favor... cuidad de ellos...

- Sí, mi reina.

Una lágrima cayó por la mejilla de Guerrero Sol, que luego miró el rostro sin vida de Sailor Júpiter.

- Mi error fue amarla demasiado...- murmuró, mientras la abrazaba aun con más fuerza.-

- Ella pasó a ser la primera, cuando debías centrarte en otras cosas en la batalla.- murmuró el Señor del Antifaz.- Que terrible es... que alguien muera porque se le ame demasiado...

- Si lo hubiese sabido antes...- lloró el guerrero, abrazando el cuerpo de la sailor.

- Si lo hubieses sabido, probablemente no lo hubieses creido.- respondió en voz baja Guerrero Mercurio.- Y habrias hecho lo mismo que ahora.

- Si ya habeis terminado la charla, tenemos un asunto pendiente.

Todos se volvieron. Caos estaba listo para continuar luchando.

Notas de la autora:

El personaje de Adonis aparece en el manga de Sailor V (tomo 3), pero como en la serie de animacion no aparece, me parecio que seria la pareja perfecta para Venus.

Io es el nombre de una de las lunas de Júpiter.