Datos a saber para entender esta historia.
— Han pasado dos años desde la batalla con Galaxia. A pesar de que Galaxia lo destruyó, Sailor Moon tiene su cetro.
— Las sailors en general son ya mayores, unos 18 y acaban de ingresar en la facultad. Con esto quiero decir que han madurado algo, incluso Bunny y Carola (bueno, esta última tampoco demasiado)
— Los nombres de los personajes están en versión del doblaje español, a excepción de Hotaru. Aquí tenéis una lista de equivalencias.
— Bunny: Serena, Usagi.
— Carola: Mina, Minako.
— Patricia: Lita, Makoto.
— Armando: Darien, Mamoru.
— Vicki: Michiru.
— Tim: Haruka.
— Raquel: Setsuna.
El comienzo de una nueva aventura. ¿Por qué no me lo habías dicho?
Bunny estiró los brazos perezosamente. Era el primer día de clase y se había hecho el firme propósito de levantarse temprano para que, por una vez en su vida, no llegase tarde. Y, contra todo pronóstico, lo había conseguido.
Desayunó con calma, se vistió con calma y se despidió de su familia con calma, mientras se marchaba calmadamente hacia el calmado campus universitario, donde había quedado con Patricia.
Luna observaba la escena estupefacta. No podía creer lo que estaba viendo. Era una lástima que las cámaras de vídeo no estuvieran pensadas para los gatos: esta era una escena que nunca más se repetiría y no iba a poder tener una prueba de su veracidad.
—Hola, Bunny— le saludó Patricia cuando vio llegar a Bunny (puntual, para asombro de Patricia, que ya se había buscado un banco donde descansar durante la larga espera)
—Buenos días, Patricia— respondió Bunny con su habitual alegría y desparpajo. Emocionada, giró sobre si misma, mirando embelesada a su alrededor—. Esto es enorme, ¿no crees?
—Sí, la verdad es que sí— respondió Patricia, ruborizándose al ver que todos miraban a Bunny y se reían al ver su comportamiento infantil—. Por cierto, ¿sabes dónde está mi facultad?— le preguntó Sailor Júpiter mientras miraba el plano que les han dado en la entrada, intrigada— Esto es tan grande que me veo totalmente incapaz de encontrarlo.
—Ni idea. Déjame mirar.
Estaban totalmente concentradas en el plano mientras caminaban sin mirar dónde pisaban que no se daban cuenta de las personas que había a su alrededor. De pronto, chocaron contra un chico, haciendo que todos sus libros cayeran estrepitosamente contra el suelo.
—¡Oh! ¡Lo siento!— exclamó Patricia mientras se agachaba a ayudar al chico. Bunny, después de agitar los brazos con desesperación y farfullar un montón de disculpas apenas audibles, hizo lo mismo, sin dejar de disculparse torpemente.
—No os preocupéis— les contestó el joven recogiendo todas sus cosas. Al terminar se puso en pie, al igual que las sailors. Estas se quedaron mirándolo boquiabiertas: el parecido con Armando era asombroso.
—Si me decís dónde queréis ir tal vez os pueda ayudar— dijo el joven, mirándolas sonriente—. ¿Sois nuevas? El primer año todo el mundo se pierde.
—Oh, claro— dijo Bunny recuperándose de la impresión— Quiero decir... que claro que queremos que nos ayudes y sí... somos nuevas y, por supuesto... es normal que todo el mundo se pierda porque este sitio es enorme y estos planos son una inutilidad total y absoluta que...
—Bunny, creo que se ha dado por enterado— le murmuró Patricia, mientras le daba un codazo a Bunny.
Después de orientarlas el chico se marchó apresuradamente, aludiendo a un importante compromiso. Bunny y Patricia se miraron la una a la otra, asombradas.
—Era idéntico a Armando. La única diferencia era que él tenía los ojos verdes y Armando los tiene azules— dijo Patricia
—No sólo es eso— protestó Bunny, en defensa del que sabía que acabaría siendo su marido—. También era un par de centímetros más bajo y más moreno de piel— Patricia la miró con reproche—. Aunque... debo reconocer que el parecido es asombroso.
De pronto, la joven recordó algo. Miró a su reloj con calma, miró a Patricia con calma y gritó:
—¡LLEGO TARDE!— Y echó a correr como alma que lleva el diablo dejando sola a Patricia que se quedó pensando en lo familiar que le resultaba el chico de antes. Y no sólo por el enorme parecido entre Armando y él. Y ni siquiera sabía su nombre.
Por la tarde las chicas se reunieron en el templo del abuelo de Ray. Luna y Artemís no acudieron a esta reunión, pues la madre de Bunny había decidido que ya era hora de hacerles una revisión veterinaria, de modo que había pedido hora en la consulta de las doctoras Checa para ello.
Se sentaron alrededor de un fuego y tomaron unas tazas de té, mientras comentaban cómo había transcurrido el primer día de clase en la universidad.
—No se podía parecer tanto— dijo Ray mirando a Bunny y a Patricia con incredulidad tras escuchar lo acontecido esa mañana.
—Te lo prometo, era super parecido— le contestó Patricia, mientras Bunny asentía enérgicamente—. Podrían pasar por hermanos gemelos.
—¿Y si lo fueran?— aventuró Amy— Recordar que Armando ha perdido la memoria a raíz del accidente de coche en el que murieron sus padres. Tal vez tuviese un hermano gemelo al que no recuerde.
—¿Y que no se hayan encontrado nunca? Esta ciudad no es tan grande— respondió Ray.
—¿Habéis visto hacia que facultad iba?— preguntó Carola— Tengo curiosidad por verlo con mis propios ojos.
— Yo no me he fijado— contestó Bunny un poco apenada.
— Yo tampoco— respondió Patricia con un tono tan alicaído que todas la miraron extrañadas. Luego se miraron entre si y se sonrieron, menos Bunny.
— Oye, rica, espero que no te recuerde a ningún antiguo novio...— murmuró con suspicacia.
— ¿Y lo lamentas mucho?— le preguntó Carola con retintín y una malvada sonrisa en su cara.
Patricia levantó la vista y le lanzó a Carola una mirada asesina.
— No — respondió secamente.
— ¿Y se supone que tengo que creérmelo?— le preguntó Carola a punto de estallar a carcajadas.
Patricia se dio cuenta de las intenciones de su amiga y empezó a sonreír.
— Sí— respondió intentando mantenerse seria.
Las dos se miraron y acto seguido empezaron a reírse. Las otras tres las miraron alucinadas pero la risa es contagiosa y al momento las cinco estaban riéndose a carcajada limpia. En ese momento entraron Vicki y Tim. Después de lo ocurrido con Galaxia, las sailors del sistema solar exterior mantenían mejores relaciones con las otras sailors y se veían a menudo. Las miraron extrañadas.
— Buenas tardes— consiguió decir Amy quitándose las lágrimas que le caían por las mejillas.
— Buenas tardes— respondió Tim— ¿A qué se debe esta alegría?
— Tonterías nuestras— respondió Bunny—. Oye, ¿dónde están Hotaru y Raquel?
El padre de Hotaru había vuelto a la investigación y se encontraba en algún país extranjero, por lo que les había pedido a las sailors que se ocuparan de su hija. Para evitar complicaciones de vivienda, las cuatro vivían juntas en un enorme apartamento del centro de la ciudad.
— Hotaru tiene mañana su primera cita y Raquel la ha acompañado a comprarse algo adecuado para la ocasión— contestó Tim, exasperada—. Está insoportable. No hay quien la aguante.
— No protestes tanto, Tim— la regañó Vicki—. Hotaru sólo es una adolescente normal y corriente. Es normal que se comporte así.
— Pues ojalá la reina Neherenia no la hubiese hecho crecer tantos años de golpe. Ahora deberíamos cuidar a una adorable niña de tres años y su padre sería el que tendría que acarrear con su adolescencia.
— ¿Y quien es el afortunado?— preguntó Bunny, curiosa.
— ¿Afortunado?— repitió Tim, extrañada.
— Un chico de su clase. Se llama Carlos Tsumeragui. Es un chico muy estudioso de muy, muy buena familia, estudioso y educado. Vive con sus padres en el centro de la ciudad, aunque tiene un hermano que se llama Luis, que vive solo y al que visita con frecuencia. Es importante decir que a su favor tiene que su hermano es muy amigo nuestro.
— Parece que le habéis investigado a fondo— dijo Patricia, asombrada por la cantidad de cosas que sabían del chico.
— Claro, ¿acaso creías que íbamos a dejar que el primer palurdo que se lo pidiera se llevara a la sailor más poderosa?— respondió Tim con sarcasmo—. Pobre, no sabe lo que hace.
— Tim, no seas exagerada— la regañó Vicki—. Bueno, ¿y vosotras qué tal?
Bunny se apresuró a contarles la historia sobre el extraño chico de la facultad.
Vicki y Tim se miraron entre si.
— ¿Has dicho los ojos verdes y un poco más moreno?— preguntó Vicki
— Si, y más bajito. ¿Por qué?— preguntó a su vez Patricia.
— Creo que le conocemos— dijo Tim, mirando de reojo a Vicki.
— ¿Le conocéis?— preguntó Bunny, con brillo en los ojos.
— Sí— respondió Vicki con asco.
— ¿Por qué dices sí de esa manera?— le preguntó Amy, sorprendida por esa reacción en Vicki, que siempre era educada con todo el mundo.
— Porque lo odia— respondió Tim, intentando disimular una sonrisa.
— ¿Lo odia?— preguntó Ray— ¿Y eso?
— Porque es un imbécil— respondió Vicki con un tono de voz seco y cortante.
— ¿Un imbécil?— dice Carola con algo de extrañeza.
— Sí, un imbécil, un idiota, un tonto, subnormal, bobo y una larga serie de insultos que una chica bien educada no debería decir— replicó Vicki.
Las otras miraron a Tim. No era normal que Vicki insultara de esa manera a nadie. Tim se encogió de hombros.
— Se conocen del parvulario— explicó, como si sólo con eso quedara todo aclarado.
— ¿Sabrías donde podemos encontrarlo?— preguntó Carola, con esperanza— Quiero ver si es tan parecido a Armando como dicen.
— ¡Estas loca!— gritó Vicki, girándose con rabia — ¡No debéis ir! ¡Es peligroso! No tenéis ni idea de en el lío en el que os estáis metiendo.
— ¿Quién es ahora la exagerada?— murmuró Tim.
— Somos sailors— respondió Ray. También ella quería conocer al misterioso chico que tanto odiaba Vicki y que era tan parecido a Armando—. Seguro que no es para tanto.
— No— se limitó a contestar Vicki, mientras negaba con la cabeza, las manos y todo gesto que podía significar una negativa—. Es por vuestro bien.
— Yo os llevare— dijo Tim y acto seguido se tapó los oídos intentado amortiguar el grito de Vicki.
— ¡QUÉÉÉÉ!
— Te seguimos— dijo Bunny cogiendo el abrigo antes de que Tim cambiase de idea.
— ¡Pues esta noche duermes en el sofá!— se le oyó gritar a Vicki, desde atrás.
Las demás la imitaron y salieron del templo. Tim les hizo subir al coche y se dirigió hacia la ciudad a toda velocidad. Entre todas habían conseguido meter a Vicki en el coche, a base de empujones, mientras esta no dejaba de refunfuñar y las demás eran casi incapaces de contener la risa. Era tan divertido ver a la siempre calmada Vicki de tan mal humor.
Finalmente llegaron a una apartada nave industrial. Bajaron del coche y se acercaron. Al poco rato empezaron a oír música. Se miraron unas a otras extrañadas. ¿Qué estaría pasando? Tim caminó hacia la puerta y llamó con energía.
— Un momentito— dijo una voz de hombre.
La música paró y se oyeron unos pasos. Después la puerta se abrió y tras ella un atractivo chico rubio de ojos azules miró y sonrió.
— Hola Tim— le saludó el chico— ¿Qué te trae por aquí y con tanta compañía?
— Hola, Luis— respondió la guerrero, acompañado de un saludo—. Dos de estas chicas han visto a Alex esta mañana y se parece muchísimo al novio de esta — señaló a Bunny sin mucho interés.
— ¡Eh!— protestó Bunny—. Más respeto, que "esta" tiene un nombre.
—... por lo que tienen curiosidad por conocerlo— continuó Tim, ignorando las protestas de Bunny
— ¿Cómo se lo ha tomado Vicki?— preguntó el chico con un tono divertido en la voz.
— Mal— respondió la aludida—. Buenas tardes, Luis.
— Hola, Vicki. Pasad dentro — dijo dirigiéndose a todas.
Las chicas entraron en la nave y vieron unos instrumentos musicales y unos micrófonos en la parte trasera de la nave. Junto a los instrumentos, cuatro chicos más. Uno de ellos tenía el pelo castaño, otro pelirrojo y los otros dos negro. De repente, Bunny se quedó quieta.
— ¿Qué te pasa?— le preguntó Amy, dándose cuenta de la reacción de su princesa.
— Ese de ahí es Armando— le contestó, muy sorprendida.
— ¿No será el que se le parece mucho?— dijo Amy.
— No, ese es el de al lado— añadió Bunny, cada vez más enfadada.
— ¿Cómo puedes estar tan segura?— se extrañó sailor Mercurio.
— Amy, por favor, lo conozco desde hace cientos de años. Creo que sé cómo es Armando de espaldas.
— Sí, pero...
En ese momento Luis estaba hablando con los otros chicos y uno de ellos se volvió rápidamente.
— ¡ARMANDO!— exclamaron todas excepto Bunny que se limitaba a mirarlo muy seria.
— Hola, chicas— respondió Armando con precaución, acercándose hacia ellas muy despacio. Había visto la mirada de Bunny.
— Estooo...— empezó— ¿Cómo estás, Bunny?
Ella le miró sin responder, con los brazos cruzados y sin dejar de mover el pie. Armando tragó saliva. Estaba enfadada.
— ¿Has tenido un buen día?
Igual. Estaba muy enfadada.
— ¿Te ha gustado el almuerzo?
Igual. Estaba enfadadísima.
— ¿Quieres que vayamos el viernes al cine?
Igual. Nunca había estado tan enfadada.
— Esto... mira, yo... te explico— empezó Armando.
— ¡CÓMO QUE ME EXPLICAS!— gritó Bunny, con toda la fuerza de sus pulmones (que era mucha)— ¡De modo que tú te dedicabas a tocar en un grupo y no me lo dices! ¡Tienes un amigo idéntico a ti y no me lo dices! ¡Venga, estoy deseando oírte!
Armando la miró casi asustado. Caray, sí que estaba cabreada.
En un rincón, detrás de la batería, los otros cuatro chicos se escondían, mientras miraban con miedo a Bunny
— Es que... era una sorpresa.
— ¡Claro, cómo no! ¡Era una sorpresa!.— dijo Bunny. Mientras, las lágrimas empezaban a asomar por sus ojos.
Armando la miró alarmado. Oh, no. Si lloraba, estaba perdido. Nunca había sabido qué hacer.
— Todo se arregla diciendo que era una sorpresa, ¿verdad?— dijo, mientras su voz empezaba a quebrarse por el llanto contenido.
Sus amigas la miraban, también algo asustadas por el enfado de Bunny. Y lo peor empezaba ahora.
— ¡Lo que pasa es que tú no me quieres!— sollozó Bunny amargamente, mientras las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas y se las enjugaba con las dos manos.
Sus amigas suspiraron, mientras los amigos de Armando lo miraban como si fuera un desalmado y este no sabía qué decir o hacer.
— Venga... por favor, Bunny... no llores— dijo Armando, acercándose para abrazarla.
— ¡No!— puchereó Bunny—. Eres... malo conmigo.
— Bunny, de verdad que lo siento— dijo Armando—. No sé por qué no te lo dije. Soy un tonto, lo reconozco.
— Y un desconsiderado— añadió Bunny, todavía con pucheros
— Sí, y un desconsiderado— reconoció Armando.
— Y un tonto, y un idiota, y un bobo, y un egoísta y...— continuó Bunny.
— ¡Bunny!— gritó Ray, sin poder contenerse más— Ya basta. Te ha pedido perdón y ha reconocido que cometió un error. No es necesario que continúes.
— Pero...— dijo Bunny, todavía puchereando.
— ¡He dicho que basta y punto!
— Está bien— dijo Bunny—. Entonces te perdono— añadió mientras se lanzaba de un salto en brazos de Armando que, acostumbrado, ya estaba preparado.
Los chicos salieron con precaución de detrás de la batería.
— ¿Ha pasado ya la tormenta?— preguntó uno de ellos con precaución. Era pelirrojo con el pelo rizado. Tenía la cara plagada de pecas y unos enormes ojos castaños.
— Sí, Dani, sí— le dijo Tim con una sonrisa—. Bueno os voy a presentar: estos son Dani, Luis, Carlos y Alex. Ellas son Bunny, Carola, Ray, Patricia y Amy.
Alex miró a Patricia durante un momento y al cabo de unos instantes la reconoció.
— Tú eres la chica de esta mañana, ¿no? La que estaba perdida.
— Sí— dijo Patricia, sonrojándose ligeramente—. Me llamo Patricia.
— Yo soy Alex.
— Eso ya lo sabe, so idiota— soltó de pronto Vicki.
Alex se giró y miró a Vicki, frunciendo el ceño.
— ¿Tú aquí otra vez? ¿No te había explicado que no podías venir porque los animales están prohibidos por aquí?
— Pero si esa prohibición fuera cierta, tú ya no estarías por aquí— le replicó Vicki.
— Tú verás, el que avisa no es traidor. Pero mantente apartada, no sea que esa enfermedad cerebral tuya sea contagiosa.
— Por lo menos tengo cerebro en el que tener una enfermedad.
Mientras Vicki y Alex continuaban mostrándose esas muestras de "afecto", los demás se dieron cuenta que Dani y Carola se miraban embelesados, rojos como tomates y sin ser capaces de decir una sola palabra.
— Hola— dijo por fin Dani.
— Hola— respondió Carola, con timidez.
Silencio.
— ¿Quieres que te enseñe la batería?— preguntó Dani, ilusionado, brillándole los ojos.
— ¿De verdad?— respondió Carola, también ilusionada.— ¡Me encantaría!
Dani, sin atreverse a mirarla a la cara, la cogió de la mano y la llevó hasta el instrumento (el cual, por cierto, no se hallaba muy lejos), mientras Carola, más roja de lo que nadie podría estar, miraba al suelo con una sonrisa tímida.
— Parecen dos colegiales— gruñó Ray.— ¿Se puede saber qué pasa con estos chicos? Bunny con Armando, Carola con Dani y Vicki discutiendo. Por lo menos dos esta...— Ray se quedó pasmada al ver que uno de ellos, Carlos, se había ido a un rincón con Tim para comentar una impresionante moto que había allí. Este chico era el más alto de todos y con diferencia, de cabellos castaños un poco largos y unos ojos negros que brillaban igual que los de Tim al hablar de motos.
— Genial— volvió a gruñir Ray—. Sólo quedas tú, Luis.
Al mirar a este, vio que Luis miraba a Vicki con devoción, mientras esta discutía acaloradamente con Alex.
— Ejem, ejem— tosió Ray, para llamar su atención—. ¿Podrías hacer tú de anfitrión, puesto que los demás están tan ocupados? ¿O prefieres seguir babeando mientras miras a Vicki?
Luis se ruborizó violentamente, mientras Ray pensaba que el pobre muchacho lo tenía realmente difícil con Vicki.
— No, si yo no...— tartamudeó.
— Déjalo, no me intentes dar excusas— suspiró Ray—. ¿Qué es lo que hacéis aquí dentro?
— Acabamos de formar un grupo, ¿sabes?— dijo Luis— Después de las clases venimos aquí a ensayar un poco.
— ¿Tocáis en algún local?— preguntó Amy, interesada.
— ¡Oh, no!— rió Luis— Esto es más un hobby. No tenemos intención de ir a ningún sitio a tocar. Además, eso nos restaría mucho tiempo de estudio.
— ¿Y qué tocáis cada uno?— intervino Patricia.
— Dani es el compositor y el batería, Carlos toca el piano eléctrico, Alex el bajo, yo la guitarra y Armando es el cantante.
— ¿Y no tenéis voz femenina?— preguntó Ray, interesada.
— Pues... Dani no ha compuesto nada que la necesi...
— ¡Pues claro que lo he hecho.— intervino este, que ya le había enseñado a Carola la batería— Lo que pasa es que no os las he enseñado porque como sólo éramos chicos... pero sí tengo, ¡y muchas!
— Pues si queréis yo podría cantarlas— dijo Ray.
— ¿De verdad?— respondió Dani, emocionado y con los ojos llenos de lágrimas de alegría.
— ¡Y yo también!— gritó Bunny— Creo que yo sería la más indicada para el cargo puesto que mi novio es el cantante. De este modo...
— Pues yo también lo haría bien— añadió Carola.
— Seguro que cantas como los ángeles— dijo Dani.
Las tres muchachas se pusieron a discutir a voz en grito sobre cual sería la más adecuada para ser la cantante.
— ¿Y vosotras?— preguntó Luis a las demás chicas— ¿No queréis intentarlo?
— Me temo que no puedo dedicarme a cantar. Tengo que estudiar— rehusó Amy con una sonrisa.
— Me temo que mi voz es como la de un carretero en la ducha— dijo Tim.
— ¿Y tener que ver a Alex todos los días? ¡Ni loca!— se apresuró Vicki.
— ¿Y tú?— preguntó a Alex a Patricia, al ver que esta se quedaba callada— ¿No quieres intentarlo?
— ¡Oh, no!— se sonrojó Patricia—. No creo que lo hiciera bien.
— ¡Venga, inténtalo!— la animó—. No pierdes nada. Vamos a hacer una audición.
La primera en intentarlo fue Bunny. Su... "melodiosa" voz estuvo a punto de hacer estallar los oídos de todos los presente.
— Ehh... empezó Dani al terminar Bunny. ¿Cómo decirle a esa fiera que ni loco?— Creo que tu voz... no cuadra con las canciones.
— ¿Y eso por qué?— preguntó Bunny.
— ¡Porque cantas peor que una rana afónica!— le gritó Ray.
De nuevo empezaron a discutir. Los demás suspiraron y decidieron que lo intentara Carola... la cual cantó de un modo muy similar al de Bunny.
Al terminar, todos miraron a Dani. ¿No le iría a dar el puesto, verdad?
— Carola...— empezó Dani.
Todos contenían la respiración.
—... tu modo de cantar es... demasiado... moderno para nosotros. En el futuro conseguirás ser una gran cantante— dijo Dani, satisfecho de su ocurrencia.
— ¿Lo dices en serio?— respondió ella, emocionada.
— ¿Te mentiría yo?
Era el turno de Ray. Muy decidida, cogió el micrófono y se puso en el centro de la sala.
— Vamos allá— dijo con firmeza.
La música comenzó y Ray también empezó a cantar, con su bella voz.
Al terminar, Dani la miró.
— Cantas muy bien. Pero, ¿sabes leer partituras?
— Claro que sí— le respondió Ray, algo enojada, ¿qué estaba insinuando ese?
— Pues has cambiado toda la entonación de la canción. Mira, en esta parte debías ir más rápido, en el estribillo alargarlo y aquí cortar.
— Pero queda mejor más despacio, reducirlo y prolongarlo hasta el final— repuso Ray—. Yo también compongo, sabes?
— No lo dudo y seguro que lo haces muy bien, pero son mis canciones y se cantarán como yo diga.
— Suena mejor como digo yo— insistió Ray.
— Mira, yo lo he puesto así por un motivo y así se queda, ¿capisci?
— ¡Pero...!
— ¡Siguiente!— se apresuró a decir Carlos, al ver que esa discusión no iba a terminar nunca.
Patricia se situó tímidamente y miró a los demás con nerviosismo.
Empezó a cantar. Su suave y melodiosa voz empezó a inundar la sala, embriagándoles a todos con las delicadas notas que salían de su garganta.
Cuando terminó, todos quedaron callados durante unos instantes, todavía sobrecogidos por la belleza de su canto.
— Creo que ya está adjudicado— dijo Dani.
— ¿¡Se lo vas a dar a ella?!— gritó Ray— ¡Yo lo he hecho igual de bien!
— Ella lo ha hecho mejor y además no me discute. Asunto concluido.
Cuando se marcharon era ya bien entrada la noche. Armando se llevó a Bunny en la moto y Dani a Carola en su coche, junto a Carlos y Alex (que tenía la moto estropeada y sirvió para que Vicki le llamara inútil). Luis se ofreció a llevarlas en su enorme coche, pero ellas prefirieron irse con Tim.
— ¿Por qué no nos habías dicho que Armando los conocía?— le preguntó Amy con curiosidad.
— No lo sabía— respondió Tim—. La última vez que hablé con ellos sobre el grupo todavía no tenían cantante. Me dijeron que se lo iban a pedir a un amigo, pero no sabía que se trataba de Armando.
— Son muy agradables— dijo Patricia.
— Sí, mucho— gruñeron Ray y Vicki al mismo tiempo.
— ¿Estas enfadada conmigo?— le preguntó Patricia a Ray preocupada.
Esta le sonrió.
— No, te merecías el puesto mucho más que yo. Pero déjame que me enfade un poco, ¿vale? Mi orgullo está herido. Por cierto, hablando de esto, ¿se puede saber qué demonios te ha pasado, Carola? Con lo bien que cantas y te ha salido casi tan mal como a Bunny.
Carola se ruborizó.
— Es que... me puse tan nerviosa de pensar que Dani me estaba mirando que no conseguí afinar bien.
— ¿Me estás diciendo que eres capaz de ganar un concurso de cazatalentos y no eres capaz de hacerlo bien sólo porque te está mirando un chico al que acabas de conocer?
— Bueno, cada una tienen sus fallos.
Bunny bajó de la moto de Armando de un salto, intentado no hacer mucho ruido. Su padre todavía se ponía hecho una fiera cada vez que veía a Armando, aunque su madre estaba deseando conocerle (todavía no habían tenido oportunidad).
— De nuevo te pido perdón por no decírtelo. Todavía no era nada seguro y...
— Ya está olvidado— le dijo Bunny, con una sonrisa— ¿De qué conoces a Alex?
— Del orfanato. Cuando mis padres murieron, me mandaron a uno y allí encontré a Alex
— ¿Nunca creíste que podría ser tu hermano? Os parecéis tanto...
— Él llevaba toda su vida allí, de modo que era bastante improbable que fuéramos parientes. De todos modos, y sólo para salir de dudas, hace ya un tiempo nos hicimos unos análisis del ADN, que demostraron que no nos une ningún lazo familiar.
— Pero eso es muy caro.
— Lo sé, pero Alex tiene muchos contactos y nos salió bastante bien. En el orfanato nos hicimos amigos, pues además de parecernos físicamente tenemos unos gustos muy similares. Sin embargo un tiempo después nos adoptaron a cada uno una familia distinta y perdimos el contacto. Durante años no supe nada de él, por eso no te hablé de su existencia: pensé que ya no le volvería a ver. Pero, hace cosa de un año o año y medio recibí una carta suya. Tenía un amigo, Luis, que era muy rico. Le habló de mí y contrataron a un detective para que me localizara. Resulta que vivía en esta misma ciudad.
— ¿Y nunca os habíais encontrado?— se extrañó Bunny—. Qué raro.
— Supongo que esta ciudad es más grande de lo que parece. El caso es que volvimos a retornar nuestra vieja amistad. Él me presentó a Carlos, Luis y Dani y yo quería esperar a tu cumpleaños para presentártelo, como una sorpresa. Él tenía muchas ganas de conocerte.
— Siento haberme puesto así— dijo Bunny, tristemente.
— No importa.
Arropados por la oscuridad de la noche, se besaron con ternura.
— ¡BUNNNNNNYYYYYYYYYYY!— Se oyó de pronto— ¡Y EN NUESTRO PROPIO PORTAL!
— ¡Papá!— se aterrorizó Bunny.
— ¡Creo que será mejor que ponga pies en polvorosa!— dijo Armando mientras ponía la moto en marcha y se daba al acelerador— ¡Te veré mañana!
El padre de Bunny apenas tuvo tiempo de ver cómo giraba la esquina.
— ¡Y no vuelvas!— gritó. Se giró hacia su hija, con los ojos llenos de lágrimas— Hija, cómo puedes hacerme esto a mí.
— Qué cruz— dijo Bunny, al más puro estilo Luna, la cual, por cierto, en ese momento se encontraba en la habitación de Bunny jurando y maldiciendo a las veterinarias y no estaba dispuesta a escuchar las paparruchas que le pudieran haber ocurrido a la cabeza de chorlito de Bunny.
— ¿Cuándo iniciaremos el ataque?— dijo una voz masculina desde la oscuridad.
— Pronto. Muy pronto. Y nuestro objetivo es la nave industrial de las afueras— contestó una voz mucho más vieja.
