Notas Iniciales.- Hola, aquí les traigo el antepenúltimo capítulo de "En fuga...", es un capítulo donde trato temas algo "Fuertes" (por así decirlo), pero donde se demuestra que el amor y la amistad son mucho más fuertes que cualquier cosa negativa. Espero les guste, sé que también está algo largo, sin embargo, le puse mucho esfuerzo, así que ojalá les guste.
-- (Escrito el 11 de mayo del 2002) --
EN FUGA...
(El siguiente trozo de canción no me pertenece, tampoco los personajes de Digimon, todo esto lo hago por diversión y sin fines lucrativos)
--*--*--
Corazón, corazón oscuro,
Corazón, corazón con muros,
Corazón, que se esconde,
Corazón, que está donde,
Corazón, corazón,
Corazón EN FUGA,
herido de dudas de amor.
(Trozo de: "Quien Fuera", canción del trovador Silvio Rodríguez)
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Capítulo catorceavo "Cadena de emblemas-1"
--Taichi--
Siento y me da coraje, yo no merezco iluminarme de esa gracia, porque que soy sucio y cochambroso... ¿Qué hago aquí?, ¿Por qué está todo tan negro?, y es que comprendo que jamás merecí la luz, pero me descontrola la oscuridad. Nunca fui alguien admirable y quise serlo, aunque al contrario de lo que anhelaba, terminé helándome entre la negligencia y estupidez; desde los once años me gustó la idea de dejar de ser idiota y terco, lo logré por un día y traicioné a mi alma, luego caí en este abismo... sólo espero no haber arrastrado a nadie más.
Duele, duele mucho sentir, y sé que es un privilegio... pensé que aquí no iba a tener esa capacidad, pensé que me habían robado el alma, pero no era así, porque dolía, dolía tener la capacidad de amar, reír, llorar y odiar. Quería que todo me fuera indiferente, deseaba consumirme sin darme cuenta, y ansiaba, además, perder la conciencia y las neuronas que habitaban en mí, ¡Es que, tampoco las merecía!. Sin embargo, todo era muy claro a pesar de las neblinas densas y plateadas. Demon quería hacerme sufrir y exprimir mi espíritu, para lograr, como siempre insistió, acabar con lo bueno de forma lenta, desgarradora y cruel... ¿Acaso merecía esas consideraciones?, ¡no!, yo no tenía derecho ni a respirar, ni a la muerte... porque los abandoné, porque fui un instrumento, porque perdí la capacidad de sonreír y estar loco, todo eso fue fugaz, momentáneo y lejano... y ahora, entre las orillas de este mar eterno, lo único que podía hacer era caminar entre la arena y morirme con dolor y sacrificio.
Los años de mi niñez, estaban tan atrás y eran tan cortos, que no los recordaba muy bien, y, de forma rápida, corrían esas remembranzas con telarañas que olían a Sora, Matt, Kari, Izzy, Agumon, entre otros; eran olores fantásticos, eran la esencia de mis amigos... mismos a los que había abandonado y traicionado, porque yo, el imprudente de yo, había tratado de ir solo por una senda con muchísimos carriles más.
¿La noche era eterna aquí?, ¿Acaso el aire siempre iba a tener color gris?... estaba muy cansado de transitar, pero no podría descansar hasta saber qué había sido de mi hermana, de mi Sora, y de mis amigos. Incomodidad extrema acogía a mi cuerpo, mis movimientos eran torpes, como si me hubiera drogado o embriagado, ¡y detestaba sentirme tan imbécil!.
Era demasiado para mí y para los recuerdos; mi alma hervía de desesperación y lo único que deseaba era irme para siempre, aún sin merecerlo, no podía estar aquí, no podía, no soportaría ser eterno. Y quise desvanecerme, abandonar el mundo tirando al olvido a los seres que amaba: Sora tendría a Yamato; Hikari a su hermano... Davis y los demás también eran fuertes, y él, dedicado al liderazgo accidental, los sacaría del abismo... no me necesitaban, yo tampoco a ellos... lo mejor sería dejar de respirar.
Fui hacia la mar, caminando hacia su centro; el agua me retorcía los órganos quemados y sufría más... quería ahogarme y tragarme la salinidad podrida de odios, rencores, tristezas y maldades... se me chamuscaba la piel de forma tan terrible, que llegué a creer que dentro de mí aún habían sentimientos tan hermosos como el amor y la valentía... las olas me llevaban a mar abierto, donde transitaban ballenas diabólicas y espuma maldita; lo admito, se sentía bien derretirse entre tanto mal, hasta creí ser bueno.
¡Un paso más y me iría para siempre!, ¡La muerte estaba tan cerca!.
- ¿Ya te vas? - interrumpió una voz grave, sin vida, monstruosa.
No respondí; si era Demon, que se fuera mucho al demonio.
Esa masa maldita me sujetó con fuerza, ¿Quién era?, ¿Por qué rayos interrumpía mi muerte?, ¡No tenía derecho!, yo había sido encerrado en el Mar de la oscuridad por vender mi alma y estaba destinado a perecer aquí.
- Suéltame.
- Me dijiste una vez, que la unión hace la fuerza... me demostraste tu valentía y me sacaste de un abismo. Ahora yo quiero ayudarte.
- ¿Quién eres?
- ¿No lo sabes?, ¿No me ves?, ¿No me oyes?, ¡Soy yo!
Pero no podía reconocerlo, y el observarlo, me daba náuseas... sus palabras eran familiares y parecía que me conocía de toda la vida.
- ¿Otra vez te quieres ir? - preguntó al notar que me resistía - ¿Será que tú y yo, a pesar de nuestra amistad, nunca podremos entendernos por las buenas?
Entonces lo reconocí... era su alma, pero no era él, ¡No era él!
- ¿Matt?
- Sí, Tai.
- ¿Por qué luces así? - pregunté incrédulo, mi mejor amigo y rival siempre había parecido una estrella de la farándula. Su nívea piel, ojos claros y cabello mazorca eran historia.
- Tú tampoco te ves muy bien - agregó, como si también me viera horrendo, ¡qué va!, mis pelos parados y piel morena me hacían mucho más apuesto que él en aquellos instantes... un momento, ¿Y si él me veía como monstruo? - Pareces momia renacida. Pero tu obstinación y estupidez se captan a kilómetros, Taichi.
- ¿En serio?, pues no te quedas tan atrás con ese aspecto de espantapájaros podrido, Yamato.
- Sí, yo también te quiero.
Nos quedamos en silencio. Ya no era la misma, no me sentía solo, el calor de Matt había entrado en mí y me había llamado a la vida, por él, por ejemplo, valía la pena soñar. ¡Sentí como si su amistad me hubiera embriagado con nuevo néctar! .
- Izzy tendría una teoría para explicar nuestros aspectos ante los demás - hablé, rompiendo el hielo.
- Izzy, y los demás, deben estar por aquí - me avisó - incluyendo a Sora.
- ¿Por qué lo recalcas?
- Porque sé que es lo que más te interesa. Todos estamos en el Mar de la Oscuridad, destinados a morir.
- Es curioso, me iba a matar, pero ya no quiero hacerlo, no sin verlos otra vez.
- ¿Tai?, ¿No sientes que la sal de este mar nos quema?, si sigues caminando, la muerte te alcanzará... salgamos de aquí.
Yamato me había salvado de mi infierno apresurado, me había lanzado una flecha de su amistad, porque aunque él había dado su vida por la Tierra como yo, aún, dentro de él, habitaba una llama azul, lumbre preciosa que me devolvió la vida.
¡Vaya!, algo debí de haber recuperado, mi amigo vuelve a verse como siempre.
--Yamato--
Taichi siempre había sido medio bruto para darse cuenta de la cosas, por eso no pudo ver o sospechar que nos topamos porque íbamos al mismo lugar: a perseguir la muerte en ese caldo de oscuridad.
Me sentí impotente por no poder haber ayudado a las personas que quiero, y deduje que las ganas de suicidarme, se debían a lo siguiente:
1.- No había impedido que el loco de Yagami se fuera con la dichosa carta... si al menos hubiera sido más veloz, hubiera evitado esta tragedia.
2.- Sora no me necesita, y eso me rompe el alma, no estoy seguro de que necesite a un hombre, siempre ha sido muy fuerte, valiente y determinista... y en definitiva, yo no puedo hacerla débil para cuidarla.... pero la verdad, es que siempre he querido que la mujer que ame sea débil, para poder rescatarla.
Entonces, sin prestarle mi ayuda, ella se fue con el mal, con el viento... y una vez más, estuvo y lucho sola.
3.- Todo este tiempo siento que he ido caminado hacia atrás, me siento solo y a veces me da por pensar que mi destino es ahogarme en la muerte, estoy cansado de escalar en reversa y cada día que pasa, la melancolía me come los órganos que tiene mi alma: soy insensible, terco y muy, pero muy estúpido.
Hice el trato con ese animal de Demon, no porque quisiera que la Tierra tardara más en morir, lo hice porque inconscientemente, tenía deseos de acabar conmigo de una manera neutral, sin que pareciera suicidio... ¿Matarme?, eso no lo haría, no sé si por miedo o decencia, pero lo que sí está claro, es que si nadie me necesita, lo mejor es morir... no me importaba mucho el mundo y las tinieblas, es más, siempre he tenido facilidad en inundarme de ellas.
Es por eso que comencé a querer acabar con el dolor que sentía, el Mar de la Oscuridad hacía que mi alma estuviera con insomnio, y yo solamente quería dejar de sentir, ¡Estaba harto!, no iba a esperar a que Sora se acostara conmigo, tampoco iba a salir de los problemas para ir a tomar cervezas con mis amigos, y mucho menos, mi hermano volvería a actuar como si tuviera 8 años. Si ese mundo me iba a matar, ¿Por qué no hacerlo antes de que se terminara de consumir mi espíritu?.
Alrededor de mí había mar, mar y más mar maldito; tenía yo muchas maneras de morir, podía ahogarme en el este, oeste, sur y norte, pero sin brújula y sol, no estaba precisamente orientado, me metí al del frente, avancé con las olas, hasta ver, a lo lejos, a una figura retorcida con olor fético, sucio, asqueroso... ese sujeto lloraba, y también, como yo, quería matarse; para hacer eso tenía que tener mucho valor. Me acerqué, mi intención era pasarlo de largo, tal vez sería un villano digimon dispuesto ha hacerme morir con honor o algo así. Pero no era nadie que no conociera, esa cosa que parecía momia, tenía una mirada tan conocida por mi mente, ¡Tan querida!, que me di cuenta de que, sin duda alguna, esos ojos cafés eran de Taichi Yagami, mi mejor amigo.
El resto ya lo saben, el suceso me puso como héroe, pero no fue así, ¡él impidió que muriera!, extrañamente, sentí que su nata valentía entraba por las heridas de mi cuerpo y me fortalecía... fue como, si con el viento, una flecha de valor me hubiera enderezado el corazón chueco que ha marcado mi vida... ahora no quería morir.
--Sora--
¡Qué frío tenía!, mi vestido estaba corto y parte de mi piel desnuda, pero siendo honesta, yo no tenía hielo externo, sino interno... copos de nieve llegaban a mis canales conductores de sangre y dolía mucho, más que si estuviera ahogándome bajo un estanque congelado.
Tenía la sensación de siempre haber sido derrotada por alguien, de haber fracaso en todo y de no tener derecho de amar. Era como si mi corazón, con escarcha, estuviera protegido con muros de acero que no me permitían ser sincera ni conmigo misma.
No sabía si llorar o ponerme como loca a buscar a Taichi, sabía que estaba por aquí, había visto su espíritu desvanecerse y aparecerse en esa pirámide de Demon, ¡Y no había hecho nada por ayudarlo!; cuando éramos pequeños él me había salvado justamente en un sitio parecido y había conseguido mi emblema, pero los años de la niñez eran tan insignificantes ahora, que el mismo Tai y sus heredados googles, me parecían repulsivos. Tuve ganas de pegarle hasta dejarlo tirado en el suelo llorando, me hubiera gustado que suplicara con miedo, como un cobarde, aunque sabía a la perfección que no pasaría eso. Me sentí desdichada y con ganas de injuriar al mundo. Tenía unas ganas enormes de aventarles pedradas a mis amigos para hacerlos tropezar y reírme de ellos en su cara... sentía que el odio estaba posesionándose de mí, ¡Qué ironía!, ¡qué dolor tan simpático!, de esta manera se estaba muriendo mi alma, me estaba traicionando a mí misma, pues siempre me sentí muy limitada, jamás quise decir mis pensamientos malévolos.
El recuerdo de Yamato envenenó mi mente, y también lo maldije en silencio por haber sido mi novio de la secundaria, por seguir persiguiéndome junto a Tai, ¡Que los dos se pudrieran en el silencio de mi alma!, ¿Tenía la obligación de amarlos? ¡No!, antes sí, pero aquí adentro, mi odio era nuevo y me haría gozar hasta la muerte. La parte buena de Sora Takenouchi se estaba yendo al caño, y la suciedad correría entre mi desnudes y me haría una musa de las tinieblas, del infierno... porque, ¿Acaso una mujer como yo, con tan malos pensamientos de odio, podía pisar el paraíso?.
Era divertido ser mala, quería acabar con alguien, con una maldita alma chillando en este limbo de estupideces; estaba consciente de que no era yo misma, de que debía amar y recordar, pero ya lo dije, lejos de mí estaba una vida, y este mar que consume gente, me hacía reaccionar al contrario.
Rasguñé mi muñeca, salió sangre, la lamí extasiada, pero me di cuenta (como ser listo que soy), que no era muy entretenido hacerme daño, ¡Tenía que aniquilar a alguien antes de hacerlo con mi espíritu incomprendido!, antes de sentirme vacía, porque si hoy sentía odio, mañana no iba a sentir nada, y eso, me aterraba.
Entonces, y como si alguien hubiera deseado cumplir mi deseo, aparecieron frente a mí dos porquerías que no podían ser humanas, eran bestias, bestias peludas y chamuscadas por el agua negra que quemaba. Eran repulsivas, una parecía una momia mal vendada, con ojos color tronco de árbol seco; el otro parecía un hombre lobo envuelto en paja para regalo de caridad.
- ¡Los Odio! - grité furiosa, sin saber quienes eran, se sentía tan bien decir esa palabra, que un gozo maligno y un dolor infame me inflaron por dentro, que idiota fui, sufrir me alegraba.
Me encaramé en uno que parecía una momia, y lo mordí con ansias, placer, maldad. A penas gritó, ¡Yo quería que gimiera!. El otro no hizo nada por ayudarlo, ¡JA!, me quedaba bien claro que no eran amigos. Los mordí, rasguñé, pateé, o al menos eso imaginó mi entonces cochino cerebro.
Llegué a dominarlos a tal extremo, que terminaron el lúgubre suelo, los pisaba con un pie a cada uno por la espalda.
- ¡Los odio! - volví a gritar, y sin saberlo, comencé a llorar - Los odio a todos, estoy harta de no saber amar... ¡Me quiero morir! - sentía náuseas en mí, remordimientos raros, excitación extraña, pasión desbordante... ahora quise besarlos, atraerlos, amarlos... pero no podía cambiar de opinión como una voluble chiva... - ¡Los odio!, ¿Me oyeron?.
- Sora... yo te amo - dijo uno, no se cuál, pero decidí fingir que no le creía.
Puse más fuerza sobre ellos para lastimarlos, pero no me di cuenta de que las cadenas que me ataban al odio se estaban rompiendo por algo maravilloso. Mi boca rebelde, que no sabía más que obedecer al cerebro, les gritó:
- ¡No es verdad, nadie me ama!... porque, ¡porque yo no quiero que nadie me ame!.
Y fue la gota bendita que salió de la nada la que me sacó del hechizo. Sentí unas ganas enormes de amar...
Me debilité tanto hasta dejarme caer, justo en medio de las dos bestiales figuras, que de pronto, me parecieron tiernas. El de ojos cafés me rodeo la cintura por su lado, y el de ojos celestes también... sus esencias eran tan dulces, tan mías, que me llenaron de una calidez valerosa y me sentí acompañada.
- Yo... los conozco - comencé, sintiendo el calor del amor, el odio había quedado reducido a malos recuerdos... ellos eran algo especial.
- Mi Sora, eres un cielo que no sabe fingir... Oye, y si te regalara otro prendedor ¿me reconocerías?.
- ¡Tai!
- Siempre sales con tus estupideces, Yagami - dijo el otro, con aquellos flamantes ojos silenciosos y profundos.
- ¡Matt!
Nos pusimos de pie y dejaron de abrazarme... que lástima. Pero ahora, estando de pie, con dos amigos a mi lado, con dos amantes imaginarios, me siento dichosa en medio de un terrorífico morir. Los abracé con fuerza al mismo tiempo, entonces me di cuenta de que debía separar los afectos.. ¡qué hermoso era amar!, no sé que me habían trasmitido esos dos, pero estoy segura de que sus más grandes cualidades.
- Yamato, perdóname por preocuparte - le susurré - la verdad es que, yo sí te necesito.
Su rostro no fue tenebroso más, pude ver su cabellera lisa y rubia, su piel pálida y pulida era la de un humano apuesto de 23 años, con su mirada de siempre, fría, pero caliente. Taichi iba a retirarse sintiéndose incómodo, ¡era un tonto, no me entendía!, si estando cuerda no me había decidido por uno, menos lo haría aquí. Lo detuve tocando su hombro, me miró con dulzura, también volvió a tomar su forma humana y tierna. Llené mis ojos de lágrimas y comencé a golpearlo en el pecho en son de reclamo.
- ¡Te fuiste sin nosotros! - recriminé - ¡Eres un bobo!... ¿No te das cuenta, Tai?, nos dejaste solos y eres el líder...
- Sora, yo...
- No lo vuelvas ha hacer, a los dos los necesito; me han devuelto el alma.
Los dos amigos sonrieron ante mí, sin ninguna envidia, comprendiendo que al menos ahora, yo quería tenerlos a ambos conmigo... éramos un trío muy especial.
--Jyou--
Todo ese tiempo he sido un imbécil bien formado, evolucionado y mentiroso. La imagen que el mundo tuvo de mí va a desvanecerse de una manera tan vergonzosa, que la verdad es que hasta me causa miedo pensar que fui quien no creí o no deseé.
¿Qué me obligaba a mí a estar tras el peligro?, fui tan detestable que me puse a actuar como los demás, como mis "amigos", opté por tomarme las cosas a la ligera a pesar de que siempre tuve la intención de ser prudente. No quiero echarme la culpa, pero las cosas serían muy diferentes si hubiera sido menos vulnerable y débil.
El error principal que cometí fue pensar que tenía amigos verdaderos, ¡por Dios!, la Amistad es pura mentira, además de no ser afines en nada, ellos iban a la luna cuando yo quería caminar al sol... eran unos inconscientes, siempre poniendo a todos en peligro, siempre presumiendo su fuerza, inteligencia o idioteces por el estilo. Creí haber sido "sincero", pero nunca lo fui. A Taichi le tuve envidia por su cabeza vacía con capacidad de liderar, a Yamato quise seguirlo para copiar su estilo, a Mimi le envidié su despreocupación y pureza... y ahí estaba yo, sonriendo como si fuera alegre, era hipocresía.
Siento que mi piel se vuelve prieta y expulso una sustancia chocolatosa por mis poros, mi sangre se está oscureciendo y eso es denigrante, nauseabundo, humillante. Las letras de los libros que he leído es lo único que puedo recordar bien, lo demás son mentiras y traiciones internas bien torturadoras, que provocan en mí un dolor tan grande, que siento que me voy a desmayar... ojalá lo hiciera, ojalá jamás volviera a usar gafas.
Estoy abandonado en este mundo aún sabiendo que hay más personas, sé que Demon ya había encerrado a más de mis amigos aquí, pero yo no los veo, ¿Es que no los merezco? ¿O que no los necesito?, no sé, no me importa: Sólo me importo yo mismo, soy lo único que realmente vale la pena... ya no quiero amar ni nada de eso, quiero morir, y aunque sé que eso me pasará, quiero hacerlo lo antes posible para poder descansar en paz y dormir para siempre, ya sea en el cielo o en el infierno.
Estaba en un bosque espeso, y si me salía del sendero azabache, tocaba agua hirviente, sabía que si corría por ahí, iba a entrar a un mar que me iba a matar, que se iba a robar mi alma. Y quería irme a la muerte, pero tenía que admitir que era débil y cobarde, temeroso siempre de ponerme en peligro, esta vez no estaban mis hermanos para ponerme el ejemplo... a veces detesto a mis hermanos, no me dejan nada nuevo por hacer. Me senté y comencé a desatar mis agujetas, quería desvestirme antes de entrar al agua de sentimientos malos.
Sentí unas sombras tan intensas, que me asombró verlas a pesar de la noche, era como si esas sombras crearan una luz rara, indecente, prófuga. Me di la vuelta asustado, y arrojé mis lentes hacia ellos... ¡Eran abominaciones!, verdaderos monstruos llenos de yagas, pus, y demás cosas que siendo médico, no me resultan demasiado agradables.
La cosa que estaba en el centro parecía una víbora peluda, se arrastró hasta mi cuerpo hinchado de nervios y sufrimientos y se enrolló en mí, para picarme su veneno mortal. Decidí que no estaba del todo mal morir bajo sus colmillos, pero otra vez fui cobarde y quise huir.
- Quítate, ¡Quítate! - empujé a la criatura, que no conforme con su primer ataque, quería seguir - No quiero morir si tú me muerdes, porquería...
- Superior Joe, usted siempre seguirá siendo el mismo sincero de siempre, ¿No es así?
Me asusté, hablaba como Sora, ¿Se la había comido esa bestia?
- Además, es el más consciente de todos, ¿verdad?
Otro de los malditos había hablado, parecía ser Tai.
- Estoy enloqueciendo - dije antes de lanzarme a correr.
- ¡Alcáncelo! - ordenó una especie de espantapájaros que sonaba a Yamato.
Ágiles como halcones, me aprisionaron entre los tres, como si fuera una paloma indefensa.
- ¡Suéltenme!, ¡Suéltenme!
- ¡Qué obstinado eres Joe, Somos nosotros!
- ¡Mis amigos no tienen ese aspecto de caimanes mal nacidos!
- ¿Caimanes?, Matt, tu dijiste que parecía momia.
- A Joe se le cayeron las gafas.
Me eran tan familiares sus actuares, que creí que era un sueño, después de todo, no había una explicación coherente que me dijera el porqué ellos estaban así... como siempre, Jyou Kido andaba buscando su mundo objetivo basado en lógica.
La serpiente me cacheteó /sacó unas manos de la nada/, y al percibir ese contacto, sentí cómo una corriente de amor se apresuraba a recorrer todo mi aparato circulatorio.
- ¡Sora! - dije muy convencido, su tenebrosa imagen cambió a la de una pelirroja hermosa y contrariada. Mis amigos me abrazaron, los tres, y ahí me di cuenta de que, aunque muriera, no lo iba a ser solo, ¡La amistad existe!, no más mentiras, no más tragedias.
--Mimi--
Por primera vez en mucho tiempo, mi cuerpo estaba lleno de fango, y en mi alma sólo había mugre que enchinaba mis vellos infieles. Me sentían tan mal, tan perdida y débil, que era un gran consuelo el de la impureza, a pesar de que mi emblema era lo contrario.
Me recriminé por haber visto a Izzy desvanecerse ante mis ojos, me enchilé más todavía al recordar cómo me había ese digimon encerrado aquí, ¡Yo creí que iba a estar con mi novio!, quería alcanzarlo entre las tinieblas para ofrecerle mi todo, ¿Tiene algo de malo querer saber lo que es ese tipo de placer?, por supuesto que no. Estoy muy molesta y ni siquiera le hago caso al dolor que siento, es más grande la desilusión que embarga los muebles cochambrosos de mi cerebro al corazón. Lo peor es que no puedo llorar, nada sale de mis ojos, ni un gramo de líquido, seguro que esta oscuridad no quiere embarrarse de brillos de almas, porque justamente las lágrimas son la luz del espíritu.
Creo que no tengo ninguna necesidad de amar o de ser pudorosa, estoy tan incitada a realizar cualquier tipo de acto impuro, que no reaccionaría decentemente al ver a un ser humano, o a lo que sea. Este sentir tan ansioso es patético y no me deja respirar, ¡Por Dios!, ni siquiera me deja llorar... tal vez sea un castigo por haber chillado tantas lágrimas de cocodrilo, pero si es así ¡Maldigo al mundo!.
Qué extraño, es como si toda la vida no hubiera existido siquiera, hasta la misma Palmon está tan escondida, que parece una simple planta sembrada en una maceta vieja. Si supiera invocar a un ángel malvado o bueno, lo haría, quiero salir de este lugar, aunque tal vez, mi deseo es otro: salir de la vida y entrar a la muerte.
Estar viva no me ha servido de nada, nadie me toma en serio, nunca escucharon mis quejas. Era la ingenua del grupo, la débil y llorona, la desafortunada a la que los digimons más feos pedían citas... en estos momentos casi los aceptaría, ¡Al demonio con la dignidad y la pureza!, quiero sacar estas energías.
Si Koushiro estuviera frente a mí, me desvestiría y me arrojaría a sus brazos, ¿Y saben que haría el idiota? ¡Me rechazaría!, a pesar de que ahora, y para siempre, yo jamás sería la misma, lo repito: quiero ensuciarme todavía más.
Me dejo caer al suelo y me arrastro, seré sádica y estúpida, pero quiero humillarme, enlodarme, ser pisoteada. Entro al agua que apareció de repente, quema, me quema lo bueno y me crece lo malo. Gemí en dolor y seguí gateando... sola, como siempre debí haber estado, ¡Sola!, ¡Fuerte!, ¡Humillada!, así debía de ser, es lo que merecía por mis pensamientos impuros.
- Voy a morir sin poder hacer muchas cosas - susurré, pero la verdad es que nada más pensé en una.
Una mano, dos, tres, ¡Cuatro!, dos a cada lado y ¡Zumb!, que me sacan del mar de Demon, ¿Quiénes eran?. No sé para qué me hice esa pregunta, estaban tan feos esos individuos, que en cuanto me solté, intenté huir de ellos; me seguían, exclamaban mi nombre como si fueran mis amigos, ya había perdido el deseo de entregarme a la pasión y el miedo clásico en mí rondaba por mi cabeza como una corona de espinas.
- ¡Mimi, deja de huir! - seguían gritando - Soy, yo...
¿Quién?, ¿La muerte?, ¿El deseo?, ¿La Oscuridad?, definitivamente yo no quería averiguarlo.
Una de esas bestias, monstruos o digimons, corrió más rápido, era el más alto de todos, y su negra mirada era temerosa, ¡Pero esa cosa no podía tenerme a mí!.
A pesar de que pensé que me iba a aprisionar, lo único que esa criatura hizo, fue pisarme el zapato y sacármelo del pie torpemente. Mi zapatilla cayó en la arena negruzca, él se agachó, recogió mi objeto, y me dijo:
- Lo siento mucho, aquí lo tienes - con eso lo reconocí, Joe Kido había hecho eso mismo una vez (sin querer) en el Digimundo, el pobre siempre había sido medio torpe, y yo, medio lenta, sin embargo, aquella vez ese error nos había ayudado a salvar a los demás... cuando éramos niños, Jyou me gustaba.
- ¡Un ogro se comió al Superior Jyou y usa su voz! - dije, usando una nueva y extraña sinceridad que mi amigo me había otorgado de alguna manera.
- Mimi, no bromees - me reprendió.
Muchas lágrimas corrieron por mis ojos, me lancé a él, agradecía tanto no estar sola... no me engañaría más, yo era débil, llorona, y también pura.
Su mano me acarició la mejilla, otra mano diferente me tocó el hombro, otra más zangoloteó mis cabellos, y una última tomó mi mano. Eran Joe, Matt, Tai y Sora; que me habían llenado de sus virtudes sagradas.
--Koushiro--
No sé nada.
Todo está tan enredado y lejano que me siento mal, absolutamente perdido en un lugar oscuro, que me había hecho perder lo que más admiraba de mí. Siempre había estado muy agradecido conmigo mismo, me había sentido útil, necesario, listo... pero todo ese tiempo me había engañado como se puede engañar a un retrazado mental. Yo no era nadie y lamenté entonces haberme creído digno de ser el dueño del emblema del Conocimiento... ¡No tienen idea de cuán orgulloso estaba de descifrar cosas!, pero todo eso era falso, esa virtud no era mía, definitivamente yo se la había robado a mi padre natural en la tumba, y ahora, entre este lodo acuático, perdía lo único que me hacía sobresalir en el mundo.
Era horrible sentirse nada, y eso justamente era: n-a-d-a. La completa ignorancia se había llevado mis pensares y no podía ayudar a mis amigos, ni siquiera a mí mismo. Aunque, realmente no tenía ganas de verlos, me iba poner nervioso cuando se dieran cuenta de que estaba vacío... ¿Qué es la amistad?, un engaño entre dos seres que dicen conocerse, ¿Qué es el perdón?, el no querer saber más; ¿Qué es el amor?, un embrujo pasajero que nos deja siempre inconformes. Esas era la únicas preguntas que podía contestar, y todas esas respuestas eran más erróneas que mi propia existencia.
Después de tantas cosas, no iba a valer la pena seguir sabiendo porque nunca iba a conseguir una respuesta. Una vez sentí algo parecido, lo recuerdo más o menos bien, porque todo está borroso... esa vez un digimon me robó la curiosidad y me dominó por completo. ¿Curiosidad?, creo que ya la he perdido.
Era tanto mi sufrimiento por sentirme inferior, que comencé a alucinar que fantasmas me perseguían pidiéndome cuentas. Estaba en tal estado de ineptitud, que sinceramente no podía saber si esas cosas eran reales o fantasías... parece que ni siquiera sé si estoy en un sueño o en una pesadilla, ni siquiera recuerdo qué hago aquí, hay un mar oscuro delante de mí, hay niebla en el ambiente, pero todo eso es poco a comparación de lo nublada que está mi mente, mi conciencia, mi "todo"... ya no era Koushiro Izumi, era el rocío de las tinieblas.
Los fantasmas se acercaban, me entró un pánico terrible, ¡Mi cuerpo no obedecía a mi cerebro!, y mi cerebro no obedecía mis órdenes.
Perdí el equilibrio y el agua chocó con mi cuerpo.... grité del susto y del sufrimiento que me causaban esas sales satánicas y traté de ponerme de pie. Si saber significaba llorar y sufrir, prefería no saber nada y vivir en la ignorancia. No me importaba olvidar lo que había hecho, mis hazañas vanas nunca sirvieron de nada, nunca me ayudaron a conquistar a una mujer o a sentirme importante, todo lo hacía por la maldita curiosidad.
Salí de ahí, pero me topé con los fantasmas, que para mala suerte mía, eran más espeluznantes de lo que pensaba.
Los burlé y me escondí tras una roca.
- ¡Váyanse! - rogué dominado por el llanto y el temor - ¡No sé nada!, lo juro, ¡No sé nada que pueda interesarles!... déjenme, no sirvo para nada, no tengo ansias de nada... sólo necesito respirar, ¡Por favor, váyanse!... soy muy poca presa para ustedes.
- ¡Por Dios!, ¿Qué fue lo que la Oscuridad le ha hecho a MI Izzy? - dijo una voz melosa y frágil.
- Parece que atentaron contra su autoestima - dijo otra voz, masculina y áspera.
- ¡Eso sí que es horrible!, ¿Izzy?, ¿Sin su curiosidad?, ¿Nos habremos equivocado?
- ¡Es él!, lo aseguro... lo veremos tal como es cuando lo hayamos salvado. - dijo otra voz de mujer.
- Sal de ahí, Koushiro. - ordenaron.
Tenía miedo de respirar, la desesperación me acogía como si siempre hubiera sido un paranoico. ¡qué horrible sensación de impotencia sentía!, ¡Qué miedo y dolor me arrastraban!, y lo más importante, mi curiosidad se había ido.
- No hay otra opción, tenemos que hacerlo volver de alguna manera... Izzy, soy Tai, ¡Tu viejo amigo!
¿Tai?, su nombre me sonaba, pero no, no lo recordaba.
- ¡Vete, no sé nada! - respondí.
Uno de los monstruos apareció frente a mí, temblé como nunca. Se agachó y me tocó. Al contacto sentí un choque eléctrico, un sentimiento fortísimo que era capaz de doblegarme ante el enemigo, y, cedí ante esas caricias excitantes.
- Quería verte - comenzó la voz melosa, se acercó tanto que me enrojecí, ¿Cómo una monstruosidad causaba esos encantos?, debía ser alguien especial, alguien a quien recientemente había olvidado, pero sobre todo: ese alguien ansiaba salvarme.
- ¿Quién eres tú?... en verdad, no sé dónde estoy ni a qué he venido.
Se lanzó a mis labios sin avisarme, quise apartar a esa cosa de sexo indefinido, pero no pude, ¡era un imán para mi boca!. Una bella princesa era la que me tocaba, tenía los ojos como la miel de abeja y la piel suave, como un botón de rosal recién nacido. Su beso y saliva se metieron en mí, llegando a mi corazón, que latió más fuerte, como el trote de una yegua enamorada. Me soltó, y pude verla mejor, en efecto, era una princesa: mi princesa.
- Tu eres a quien yo amo - le dije.
Era como el cuento del príncipe rana, el problema era que a pesar de que la amaba, no recordaba su nombre, todo era tan lejano.
- ¡Eres un pillín, Izzy! - me dijo un chico, ¡Ey!, ese hombre es amigo mío.
- ¿Saben?, todavía se ve confundido - dijo otro monstruo que se había convertido en pelirroja, ella me tocó la frente, sentí otra corriente eléctrica, amorosa, nueva... recordé el nombre de mi amante.
- Mimi... la chica que amo se llama así.
Mimi volvió a abrazarme, ahora Yamato me dio su luz de amistad y recordé a todos, Taichi me devolvió el valor, y Jyou me dio su sinceridad, pero seguía sintiéndome miserable.
- Amigos... perdónenme, no sé nada... todo es muy confuso, perdónenme, no puedo resolver nada.
Y probablemente tenía razón: yo no podía cambiar el mundo y resolver el destino... era un simple humano que tras otro beso de su novia, había recuperado la curiosidad.
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Continuará en la siguiente parte
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Notas Finales.-
Me vi forzada a dividir el capítulo para que disfruten más la lectura y no se les haga tan pesada, ya que son pocos diálogos y mucha psicología del personaje. Si ya han llegado hasta aquí, por favor, sigan leyendo =).
Aclaración: Los chicos al llegar al mar Oscuro fueron dominados y cegados por el negativismo, por ello al ver a sus amigos los vislumbran como "bestias", "monstruos" y cosas por el estilo, sin embargo, ya que son rescatados, vuelven a mirar a sus coetáneos como siempre (no sé si me expliqué, pero cualquier duda será resuelta).
Gracias por seguir leyendo, no se pierdan la segunda parte del episodio.
Por cierto, no se olviden del Review n_n.
-- (Escrito el 11 de mayo del 2002) --
EN FUGA...
(El siguiente trozo de canción no me pertenece, tampoco los personajes de Digimon, todo esto lo hago por diversión y sin fines lucrativos)
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Corazón, corazón oscuro,
Corazón, corazón con muros,
Corazón, que se esconde,
Corazón, que está donde,
Corazón, corazón,
Corazón EN FUGA,
herido de dudas de amor.
(Trozo de: "Quien Fuera", canción del trovador Silvio Rodríguez)
--*--*--
Capítulo catorceavo "Cadena de emblemas-1"
--Taichi--
Siento y me da coraje, yo no merezco iluminarme de esa gracia, porque que soy sucio y cochambroso... ¿Qué hago aquí?, ¿Por qué está todo tan negro?, y es que comprendo que jamás merecí la luz, pero me descontrola la oscuridad. Nunca fui alguien admirable y quise serlo, aunque al contrario de lo que anhelaba, terminé helándome entre la negligencia y estupidez; desde los once años me gustó la idea de dejar de ser idiota y terco, lo logré por un día y traicioné a mi alma, luego caí en este abismo... sólo espero no haber arrastrado a nadie más.
Duele, duele mucho sentir, y sé que es un privilegio... pensé que aquí no iba a tener esa capacidad, pensé que me habían robado el alma, pero no era así, porque dolía, dolía tener la capacidad de amar, reír, llorar y odiar. Quería que todo me fuera indiferente, deseaba consumirme sin darme cuenta, y ansiaba, además, perder la conciencia y las neuronas que habitaban en mí, ¡Es que, tampoco las merecía!. Sin embargo, todo era muy claro a pesar de las neblinas densas y plateadas. Demon quería hacerme sufrir y exprimir mi espíritu, para lograr, como siempre insistió, acabar con lo bueno de forma lenta, desgarradora y cruel... ¿Acaso merecía esas consideraciones?, ¡no!, yo no tenía derecho ni a respirar, ni a la muerte... porque los abandoné, porque fui un instrumento, porque perdí la capacidad de sonreír y estar loco, todo eso fue fugaz, momentáneo y lejano... y ahora, entre las orillas de este mar eterno, lo único que podía hacer era caminar entre la arena y morirme con dolor y sacrificio.
Los años de mi niñez, estaban tan atrás y eran tan cortos, que no los recordaba muy bien, y, de forma rápida, corrían esas remembranzas con telarañas que olían a Sora, Matt, Kari, Izzy, Agumon, entre otros; eran olores fantásticos, eran la esencia de mis amigos... mismos a los que había abandonado y traicionado, porque yo, el imprudente de yo, había tratado de ir solo por una senda con muchísimos carriles más.
¿La noche era eterna aquí?, ¿Acaso el aire siempre iba a tener color gris?... estaba muy cansado de transitar, pero no podría descansar hasta saber qué había sido de mi hermana, de mi Sora, y de mis amigos. Incomodidad extrema acogía a mi cuerpo, mis movimientos eran torpes, como si me hubiera drogado o embriagado, ¡y detestaba sentirme tan imbécil!.
Era demasiado para mí y para los recuerdos; mi alma hervía de desesperación y lo único que deseaba era irme para siempre, aún sin merecerlo, no podía estar aquí, no podía, no soportaría ser eterno. Y quise desvanecerme, abandonar el mundo tirando al olvido a los seres que amaba: Sora tendría a Yamato; Hikari a su hermano... Davis y los demás también eran fuertes, y él, dedicado al liderazgo accidental, los sacaría del abismo... no me necesitaban, yo tampoco a ellos... lo mejor sería dejar de respirar.
Fui hacia la mar, caminando hacia su centro; el agua me retorcía los órganos quemados y sufría más... quería ahogarme y tragarme la salinidad podrida de odios, rencores, tristezas y maldades... se me chamuscaba la piel de forma tan terrible, que llegué a creer que dentro de mí aún habían sentimientos tan hermosos como el amor y la valentía... las olas me llevaban a mar abierto, donde transitaban ballenas diabólicas y espuma maldita; lo admito, se sentía bien derretirse entre tanto mal, hasta creí ser bueno.
¡Un paso más y me iría para siempre!, ¡La muerte estaba tan cerca!.
- ¿Ya te vas? - interrumpió una voz grave, sin vida, monstruosa.
No respondí; si era Demon, que se fuera mucho al demonio.
Esa masa maldita me sujetó con fuerza, ¿Quién era?, ¿Por qué rayos interrumpía mi muerte?, ¡No tenía derecho!, yo había sido encerrado en el Mar de la oscuridad por vender mi alma y estaba destinado a perecer aquí.
- Suéltame.
- Me dijiste una vez, que la unión hace la fuerza... me demostraste tu valentía y me sacaste de un abismo. Ahora yo quiero ayudarte.
- ¿Quién eres?
- ¿No lo sabes?, ¿No me ves?, ¿No me oyes?, ¡Soy yo!
Pero no podía reconocerlo, y el observarlo, me daba náuseas... sus palabras eran familiares y parecía que me conocía de toda la vida.
- ¿Otra vez te quieres ir? - preguntó al notar que me resistía - ¿Será que tú y yo, a pesar de nuestra amistad, nunca podremos entendernos por las buenas?
Entonces lo reconocí... era su alma, pero no era él, ¡No era él!
- ¿Matt?
- Sí, Tai.
- ¿Por qué luces así? - pregunté incrédulo, mi mejor amigo y rival siempre había parecido una estrella de la farándula. Su nívea piel, ojos claros y cabello mazorca eran historia.
- Tú tampoco te ves muy bien - agregó, como si también me viera horrendo, ¡qué va!, mis pelos parados y piel morena me hacían mucho más apuesto que él en aquellos instantes... un momento, ¿Y si él me veía como monstruo? - Pareces momia renacida. Pero tu obstinación y estupidez se captan a kilómetros, Taichi.
- ¿En serio?, pues no te quedas tan atrás con ese aspecto de espantapájaros podrido, Yamato.
- Sí, yo también te quiero.
Nos quedamos en silencio. Ya no era la misma, no me sentía solo, el calor de Matt había entrado en mí y me había llamado a la vida, por él, por ejemplo, valía la pena soñar. ¡Sentí como si su amistad me hubiera embriagado con nuevo néctar! .
- Izzy tendría una teoría para explicar nuestros aspectos ante los demás - hablé, rompiendo el hielo.
- Izzy, y los demás, deben estar por aquí - me avisó - incluyendo a Sora.
- ¿Por qué lo recalcas?
- Porque sé que es lo que más te interesa. Todos estamos en el Mar de la Oscuridad, destinados a morir.
- Es curioso, me iba a matar, pero ya no quiero hacerlo, no sin verlos otra vez.
- ¿Tai?, ¿No sientes que la sal de este mar nos quema?, si sigues caminando, la muerte te alcanzará... salgamos de aquí.
Yamato me había salvado de mi infierno apresurado, me había lanzado una flecha de su amistad, porque aunque él había dado su vida por la Tierra como yo, aún, dentro de él, habitaba una llama azul, lumbre preciosa que me devolvió la vida.
¡Vaya!, algo debí de haber recuperado, mi amigo vuelve a verse como siempre.
--Yamato--
Taichi siempre había sido medio bruto para darse cuenta de la cosas, por eso no pudo ver o sospechar que nos topamos porque íbamos al mismo lugar: a perseguir la muerte en ese caldo de oscuridad.
Me sentí impotente por no poder haber ayudado a las personas que quiero, y deduje que las ganas de suicidarme, se debían a lo siguiente:
1.- No había impedido que el loco de Yagami se fuera con la dichosa carta... si al menos hubiera sido más veloz, hubiera evitado esta tragedia.
2.- Sora no me necesita, y eso me rompe el alma, no estoy seguro de que necesite a un hombre, siempre ha sido muy fuerte, valiente y determinista... y en definitiva, yo no puedo hacerla débil para cuidarla.... pero la verdad, es que siempre he querido que la mujer que ame sea débil, para poder rescatarla.
Entonces, sin prestarle mi ayuda, ella se fue con el mal, con el viento... y una vez más, estuvo y lucho sola.
3.- Todo este tiempo siento que he ido caminado hacia atrás, me siento solo y a veces me da por pensar que mi destino es ahogarme en la muerte, estoy cansado de escalar en reversa y cada día que pasa, la melancolía me come los órganos que tiene mi alma: soy insensible, terco y muy, pero muy estúpido.
Hice el trato con ese animal de Demon, no porque quisiera que la Tierra tardara más en morir, lo hice porque inconscientemente, tenía deseos de acabar conmigo de una manera neutral, sin que pareciera suicidio... ¿Matarme?, eso no lo haría, no sé si por miedo o decencia, pero lo que sí está claro, es que si nadie me necesita, lo mejor es morir... no me importaba mucho el mundo y las tinieblas, es más, siempre he tenido facilidad en inundarme de ellas.
Es por eso que comencé a querer acabar con el dolor que sentía, el Mar de la Oscuridad hacía que mi alma estuviera con insomnio, y yo solamente quería dejar de sentir, ¡Estaba harto!, no iba a esperar a que Sora se acostara conmigo, tampoco iba a salir de los problemas para ir a tomar cervezas con mis amigos, y mucho menos, mi hermano volvería a actuar como si tuviera 8 años. Si ese mundo me iba a matar, ¿Por qué no hacerlo antes de que se terminara de consumir mi espíritu?.
Alrededor de mí había mar, mar y más mar maldito; tenía yo muchas maneras de morir, podía ahogarme en el este, oeste, sur y norte, pero sin brújula y sol, no estaba precisamente orientado, me metí al del frente, avancé con las olas, hasta ver, a lo lejos, a una figura retorcida con olor fético, sucio, asqueroso... ese sujeto lloraba, y también, como yo, quería matarse; para hacer eso tenía que tener mucho valor. Me acerqué, mi intención era pasarlo de largo, tal vez sería un villano digimon dispuesto ha hacerme morir con honor o algo así. Pero no era nadie que no conociera, esa cosa que parecía momia, tenía una mirada tan conocida por mi mente, ¡Tan querida!, que me di cuenta de que, sin duda alguna, esos ojos cafés eran de Taichi Yagami, mi mejor amigo.
El resto ya lo saben, el suceso me puso como héroe, pero no fue así, ¡él impidió que muriera!, extrañamente, sentí que su nata valentía entraba por las heridas de mi cuerpo y me fortalecía... fue como, si con el viento, una flecha de valor me hubiera enderezado el corazón chueco que ha marcado mi vida... ahora no quería morir.
--Sora--
¡Qué frío tenía!, mi vestido estaba corto y parte de mi piel desnuda, pero siendo honesta, yo no tenía hielo externo, sino interno... copos de nieve llegaban a mis canales conductores de sangre y dolía mucho, más que si estuviera ahogándome bajo un estanque congelado.
Tenía la sensación de siempre haber sido derrotada por alguien, de haber fracaso en todo y de no tener derecho de amar. Era como si mi corazón, con escarcha, estuviera protegido con muros de acero que no me permitían ser sincera ni conmigo misma.
No sabía si llorar o ponerme como loca a buscar a Taichi, sabía que estaba por aquí, había visto su espíritu desvanecerse y aparecerse en esa pirámide de Demon, ¡Y no había hecho nada por ayudarlo!; cuando éramos pequeños él me había salvado justamente en un sitio parecido y había conseguido mi emblema, pero los años de la niñez eran tan insignificantes ahora, que el mismo Tai y sus heredados googles, me parecían repulsivos. Tuve ganas de pegarle hasta dejarlo tirado en el suelo llorando, me hubiera gustado que suplicara con miedo, como un cobarde, aunque sabía a la perfección que no pasaría eso. Me sentí desdichada y con ganas de injuriar al mundo. Tenía unas ganas enormes de aventarles pedradas a mis amigos para hacerlos tropezar y reírme de ellos en su cara... sentía que el odio estaba posesionándose de mí, ¡Qué ironía!, ¡qué dolor tan simpático!, de esta manera se estaba muriendo mi alma, me estaba traicionando a mí misma, pues siempre me sentí muy limitada, jamás quise decir mis pensamientos malévolos.
El recuerdo de Yamato envenenó mi mente, y también lo maldije en silencio por haber sido mi novio de la secundaria, por seguir persiguiéndome junto a Tai, ¡Que los dos se pudrieran en el silencio de mi alma!, ¿Tenía la obligación de amarlos? ¡No!, antes sí, pero aquí adentro, mi odio era nuevo y me haría gozar hasta la muerte. La parte buena de Sora Takenouchi se estaba yendo al caño, y la suciedad correría entre mi desnudes y me haría una musa de las tinieblas, del infierno... porque, ¿Acaso una mujer como yo, con tan malos pensamientos de odio, podía pisar el paraíso?.
Era divertido ser mala, quería acabar con alguien, con una maldita alma chillando en este limbo de estupideces; estaba consciente de que no era yo misma, de que debía amar y recordar, pero ya lo dije, lejos de mí estaba una vida, y este mar que consume gente, me hacía reaccionar al contrario.
Rasguñé mi muñeca, salió sangre, la lamí extasiada, pero me di cuenta (como ser listo que soy), que no era muy entretenido hacerme daño, ¡Tenía que aniquilar a alguien antes de hacerlo con mi espíritu incomprendido!, antes de sentirme vacía, porque si hoy sentía odio, mañana no iba a sentir nada, y eso, me aterraba.
Entonces, y como si alguien hubiera deseado cumplir mi deseo, aparecieron frente a mí dos porquerías que no podían ser humanas, eran bestias, bestias peludas y chamuscadas por el agua negra que quemaba. Eran repulsivas, una parecía una momia mal vendada, con ojos color tronco de árbol seco; el otro parecía un hombre lobo envuelto en paja para regalo de caridad.
- ¡Los Odio! - grité furiosa, sin saber quienes eran, se sentía tan bien decir esa palabra, que un gozo maligno y un dolor infame me inflaron por dentro, que idiota fui, sufrir me alegraba.
Me encaramé en uno que parecía una momia, y lo mordí con ansias, placer, maldad. A penas gritó, ¡Yo quería que gimiera!. El otro no hizo nada por ayudarlo, ¡JA!, me quedaba bien claro que no eran amigos. Los mordí, rasguñé, pateé, o al menos eso imaginó mi entonces cochino cerebro.
Llegué a dominarlos a tal extremo, que terminaron el lúgubre suelo, los pisaba con un pie a cada uno por la espalda.
- ¡Los odio! - volví a gritar, y sin saberlo, comencé a llorar - Los odio a todos, estoy harta de no saber amar... ¡Me quiero morir! - sentía náuseas en mí, remordimientos raros, excitación extraña, pasión desbordante... ahora quise besarlos, atraerlos, amarlos... pero no podía cambiar de opinión como una voluble chiva... - ¡Los odio!, ¿Me oyeron?.
- Sora... yo te amo - dijo uno, no se cuál, pero decidí fingir que no le creía.
Puse más fuerza sobre ellos para lastimarlos, pero no me di cuenta de que las cadenas que me ataban al odio se estaban rompiendo por algo maravilloso. Mi boca rebelde, que no sabía más que obedecer al cerebro, les gritó:
- ¡No es verdad, nadie me ama!... porque, ¡porque yo no quiero que nadie me ame!.
Y fue la gota bendita que salió de la nada la que me sacó del hechizo. Sentí unas ganas enormes de amar...
Me debilité tanto hasta dejarme caer, justo en medio de las dos bestiales figuras, que de pronto, me parecieron tiernas. El de ojos cafés me rodeo la cintura por su lado, y el de ojos celestes también... sus esencias eran tan dulces, tan mías, que me llenaron de una calidez valerosa y me sentí acompañada.
- Yo... los conozco - comencé, sintiendo el calor del amor, el odio había quedado reducido a malos recuerdos... ellos eran algo especial.
- Mi Sora, eres un cielo que no sabe fingir... Oye, y si te regalara otro prendedor ¿me reconocerías?.
- ¡Tai!
- Siempre sales con tus estupideces, Yagami - dijo el otro, con aquellos flamantes ojos silenciosos y profundos.
- ¡Matt!
Nos pusimos de pie y dejaron de abrazarme... que lástima. Pero ahora, estando de pie, con dos amigos a mi lado, con dos amantes imaginarios, me siento dichosa en medio de un terrorífico morir. Los abracé con fuerza al mismo tiempo, entonces me di cuenta de que debía separar los afectos.. ¡qué hermoso era amar!, no sé que me habían trasmitido esos dos, pero estoy segura de que sus más grandes cualidades.
- Yamato, perdóname por preocuparte - le susurré - la verdad es que, yo sí te necesito.
Su rostro no fue tenebroso más, pude ver su cabellera lisa y rubia, su piel pálida y pulida era la de un humano apuesto de 23 años, con su mirada de siempre, fría, pero caliente. Taichi iba a retirarse sintiéndose incómodo, ¡era un tonto, no me entendía!, si estando cuerda no me había decidido por uno, menos lo haría aquí. Lo detuve tocando su hombro, me miró con dulzura, también volvió a tomar su forma humana y tierna. Llené mis ojos de lágrimas y comencé a golpearlo en el pecho en son de reclamo.
- ¡Te fuiste sin nosotros! - recriminé - ¡Eres un bobo!... ¿No te das cuenta, Tai?, nos dejaste solos y eres el líder...
- Sora, yo...
- No lo vuelvas ha hacer, a los dos los necesito; me han devuelto el alma.
Los dos amigos sonrieron ante mí, sin ninguna envidia, comprendiendo que al menos ahora, yo quería tenerlos a ambos conmigo... éramos un trío muy especial.
--Jyou--
Todo ese tiempo he sido un imbécil bien formado, evolucionado y mentiroso. La imagen que el mundo tuvo de mí va a desvanecerse de una manera tan vergonzosa, que la verdad es que hasta me causa miedo pensar que fui quien no creí o no deseé.
¿Qué me obligaba a mí a estar tras el peligro?, fui tan detestable que me puse a actuar como los demás, como mis "amigos", opté por tomarme las cosas a la ligera a pesar de que siempre tuve la intención de ser prudente. No quiero echarme la culpa, pero las cosas serían muy diferentes si hubiera sido menos vulnerable y débil.
El error principal que cometí fue pensar que tenía amigos verdaderos, ¡por Dios!, la Amistad es pura mentira, además de no ser afines en nada, ellos iban a la luna cuando yo quería caminar al sol... eran unos inconscientes, siempre poniendo a todos en peligro, siempre presumiendo su fuerza, inteligencia o idioteces por el estilo. Creí haber sido "sincero", pero nunca lo fui. A Taichi le tuve envidia por su cabeza vacía con capacidad de liderar, a Yamato quise seguirlo para copiar su estilo, a Mimi le envidié su despreocupación y pureza... y ahí estaba yo, sonriendo como si fuera alegre, era hipocresía.
Siento que mi piel se vuelve prieta y expulso una sustancia chocolatosa por mis poros, mi sangre se está oscureciendo y eso es denigrante, nauseabundo, humillante. Las letras de los libros que he leído es lo único que puedo recordar bien, lo demás son mentiras y traiciones internas bien torturadoras, que provocan en mí un dolor tan grande, que siento que me voy a desmayar... ojalá lo hiciera, ojalá jamás volviera a usar gafas.
Estoy abandonado en este mundo aún sabiendo que hay más personas, sé que Demon ya había encerrado a más de mis amigos aquí, pero yo no los veo, ¿Es que no los merezco? ¿O que no los necesito?, no sé, no me importa: Sólo me importo yo mismo, soy lo único que realmente vale la pena... ya no quiero amar ni nada de eso, quiero morir, y aunque sé que eso me pasará, quiero hacerlo lo antes posible para poder descansar en paz y dormir para siempre, ya sea en el cielo o en el infierno.
Estaba en un bosque espeso, y si me salía del sendero azabache, tocaba agua hirviente, sabía que si corría por ahí, iba a entrar a un mar que me iba a matar, que se iba a robar mi alma. Y quería irme a la muerte, pero tenía que admitir que era débil y cobarde, temeroso siempre de ponerme en peligro, esta vez no estaban mis hermanos para ponerme el ejemplo... a veces detesto a mis hermanos, no me dejan nada nuevo por hacer. Me senté y comencé a desatar mis agujetas, quería desvestirme antes de entrar al agua de sentimientos malos.
Sentí unas sombras tan intensas, que me asombró verlas a pesar de la noche, era como si esas sombras crearan una luz rara, indecente, prófuga. Me di la vuelta asustado, y arrojé mis lentes hacia ellos... ¡Eran abominaciones!, verdaderos monstruos llenos de yagas, pus, y demás cosas que siendo médico, no me resultan demasiado agradables.
La cosa que estaba en el centro parecía una víbora peluda, se arrastró hasta mi cuerpo hinchado de nervios y sufrimientos y se enrolló en mí, para picarme su veneno mortal. Decidí que no estaba del todo mal morir bajo sus colmillos, pero otra vez fui cobarde y quise huir.
- Quítate, ¡Quítate! - empujé a la criatura, que no conforme con su primer ataque, quería seguir - No quiero morir si tú me muerdes, porquería...
- Superior Joe, usted siempre seguirá siendo el mismo sincero de siempre, ¿No es así?
Me asusté, hablaba como Sora, ¿Se la había comido esa bestia?
- Además, es el más consciente de todos, ¿verdad?
Otro de los malditos había hablado, parecía ser Tai.
- Estoy enloqueciendo - dije antes de lanzarme a correr.
- ¡Alcáncelo! - ordenó una especie de espantapájaros que sonaba a Yamato.
Ágiles como halcones, me aprisionaron entre los tres, como si fuera una paloma indefensa.
- ¡Suéltenme!, ¡Suéltenme!
- ¡Qué obstinado eres Joe, Somos nosotros!
- ¡Mis amigos no tienen ese aspecto de caimanes mal nacidos!
- ¿Caimanes?, Matt, tu dijiste que parecía momia.
- A Joe se le cayeron las gafas.
Me eran tan familiares sus actuares, que creí que era un sueño, después de todo, no había una explicación coherente que me dijera el porqué ellos estaban así... como siempre, Jyou Kido andaba buscando su mundo objetivo basado en lógica.
La serpiente me cacheteó /sacó unas manos de la nada/, y al percibir ese contacto, sentí cómo una corriente de amor se apresuraba a recorrer todo mi aparato circulatorio.
- ¡Sora! - dije muy convencido, su tenebrosa imagen cambió a la de una pelirroja hermosa y contrariada. Mis amigos me abrazaron, los tres, y ahí me di cuenta de que, aunque muriera, no lo iba a ser solo, ¡La amistad existe!, no más mentiras, no más tragedias.
--Mimi--
Por primera vez en mucho tiempo, mi cuerpo estaba lleno de fango, y en mi alma sólo había mugre que enchinaba mis vellos infieles. Me sentían tan mal, tan perdida y débil, que era un gran consuelo el de la impureza, a pesar de que mi emblema era lo contrario.
Me recriminé por haber visto a Izzy desvanecerse ante mis ojos, me enchilé más todavía al recordar cómo me había ese digimon encerrado aquí, ¡Yo creí que iba a estar con mi novio!, quería alcanzarlo entre las tinieblas para ofrecerle mi todo, ¿Tiene algo de malo querer saber lo que es ese tipo de placer?, por supuesto que no. Estoy muy molesta y ni siquiera le hago caso al dolor que siento, es más grande la desilusión que embarga los muebles cochambrosos de mi cerebro al corazón. Lo peor es que no puedo llorar, nada sale de mis ojos, ni un gramo de líquido, seguro que esta oscuridad no quiere embarrarse de brillos de almas, porque justamente las lágrimas son la luz del espíritu.
Creo que no tengo ninguna necesidad de amar o de ser pudorosa, estoy tan incitada a realizar cualquier tipo de acto impuro, que no reaccionaría decentemente al ver a un ser humano, o a lo que sea. Este sentir tan ansioso es patético y no me deja respirar, ¡Por Dios!, ni siquiera me deja llorar... tal vez sea un castigo por haber chillado tantas lágrimas de cocodrilo, pero si es así ¡Maldigo al mundo!.
Qué extraño, es como si toda la vida no hubiera existido siquiera, hasta la misma Palmon está tan escondida, que parece una simple planta sembrada en una maceta vieja. Si supiera invocar a un ángel malvado o bueno, lo haría, quiero salir de este lugar, aunque tal vez, mi deseo es otro: salir de la vida y entrar a la muerte.
Estar viva no me ha servido de nada, nadie me toma en serio, nunca escucharon mis quejas. Era la ingenua del grupo, la débil y llorona, la desafortunada a la que los digimons más feos pedían citas... en estos momentos casi los aceptaría, ¡Al demonio con la dignidad y la pureza!, quiero sacar estas energías.
Si Koushiro estuviera frente a mí, me desvestiría y me arrojaría a sus brazos, ¿Y saben que haría el idiota? ¡Me rechazaría!, a pesar de que ahora, y para siempre, yo jamás sería la misma, lo repito: quiero ensuciarme todavía más.
Me dejo caer al suelo y me arrastro, seré sádica y estúpida, pero quiero humillarme, enlodarme, ser pisoteada. Entro al agua que apareció de repente, quema, me quema lo bueno y me crece lo malo. Gemí en dolor y seguí gateando... sola, como siempre debí haber estado, ¡Sola!, ¡Fuerte!, ¡Humillada!, así debía de ser, es lo que merecía por mis pensamientos impuros.
- Voy a morir sin poder hacer muchas cosas - susurré, pero la verdad es que nada más pensé en una.
Una mano, dos, tres, ¡Cuatro!, dos a cada lado y ¡Zumb!, que me sacan del mar de Demon, ¿Quiénes eran?. No sé para qué me hice esa pregunta, estaban tan feos esos individuos, que en cuanto me solté, intenté huir de ellos; me seguían, exclamaban mi nombre como si fueran mis amigos, ya había perdido el deseo de entregarme a la pasión y el miedo clásico en mí rondaba por mi cabeza como una corona de espinas.
- ¡Mimi, deja de huir! - seguían gritando - Soy, yo...
¿Quién?, ¿La muerte?, ¿El deseo?, ¿La Oscuridad?, definitivamente yo no quería averiguarlo.
Una de esas bestias, monstruos o digimons, corrió más rápido, era el más alto de todos, y su negra mirada era temerosa, ¡Pero esa cosa no podía tenerme a mí!.
A pesar de que pensé que me iba a aprisionar, lo único que esa criatura hizo, fue pisarme el zapato y sacármelo del pie torpemente. Mi zapatilla cayó en la arena negruzca, él se agachó, recogió mi objeto, y me dijo:
- Lo siento mucho, aquí lo tienes - con eso lo reconocí, Joe Kido había hecho eso mismo una vez (sin querer) en el Digimundo, el pobre siempre había sido medio torpe, y yo, medio lenta, sin embargo, aquella vez ese error nos había ayudado a salvar a los demás... cuando éramos niños, Jyou me gustaba.
- ¡Un ogro se comió al Superior Jyou y usa su voz! - dije, usando una nueva y extraña sinceridad que mi amigo me había otorgado de alguna manera.
- Mimi, no bromees - me reprendió.
Muchas lágrimas corrieron por mis ojos, me lancé a él, agradecía tanto no estar sola... no me engañaría más, yo era débil, llorona, y también pura.
Su mano me acarició la mejilla, otra mano diferente me tocó el hombro, otra más zangoloteó mis cabellos, y una última tomó mi mano. Eran Joe, Matt, Tai y Sora; que me habían llenado de sus virtudes sagradas.
--Koushiro--
No sé nada.
Todo está tan enredado y lejano que me siento mal, absolutamente perdido en un lugar oscuro, que me había hecho perder lo que más admiraba de mí. Siempre había estado muy agradecido conmigo mismo, me había sentido útil, necesario, listo... pero todo ese tiempo me había engañado como se puede engañar a un retrazado mental. Yo no era nadie y lamenté entonces haberme creído digno de ser el dueño del emblema del Conocimiento... ¡No tienen idea de cuán orgulloso estaba de descifrar cosas!, pero todo eso era falso, esa virtud no era mía, definitivamente yo se la había robado a mi padre natural en la tumba, y ahora, entre este lodo acuático, perdía lo único que me hacía sobresalir en el mundo.
Era horrible sentirse nada, y eso justamente era: n-a-d-a. La completa ignorancia se había llevado mis pensares y no podía ayudar a mis amigos, ni siquiera a mí mismo. Aunque, realmente no tenía ganas de verlos, me iba poner nervioso cuando se dieran cuenta de que estaba vacío... ¿Qué es la amistad?, un engaño entre dos seres que dicen conocerse, ¿Qué es el perdón?, el no querer saber más; ¿Qué es el amor?, un embrujo pasajero que nos deja siempre inconformes. Esas era la únicas preguntas que podía contestar, y todas esas respuestas eran más erróneas que mi propia existencia.
Después de tantas cosas, no iba a valer la pena seguir sabiendo porque nunca iba a conseguir una respuesta. Una vez sentí algo parecido, lo recuerdo más o menos bien, porque todo está borroso... esa vez un digimon me robó la curiosidad y me dominó por completo. ¿Curiosidad?, creo que ya la he perdido.
Era tanto mi sufrimiento por sentirme inferior, que comencé a alucinar que fantasmas me perseguían pidiéndome cuentas. Estaba en tal estado de ineptitud, que sinceramente no podía saber si esas cosas eran reales o fantasías... parece que ni siquiera sé si estoy en un sueño o en una pesadilla, ni siquiera recuerdo qué hago aquí, hay un mar oscuro delante de mí, hay niebla en el ambiente, pero todo eso es poco a comparación de lo nublada que está mi mente, mi conciencia, mi "todo"... ya no era Koushiro Izumi, era el rocío de las tinieblas.
Los fantasmas se acercaban, me entró un pánico terrible, ¡Mi cuerpo no obedecía a mi cerebro!, y mi cerebro no obedecía mis órdenes.
Perdí el equilibrio y el agua chocó con mi cuerpo.... grité del susto y del sufrimiento que me causaban esas sales satánicas y traté de ponerme de pie. Si saber significaba llorar y sufrir, prefería no saber nada y vivir en la ignorancia. No me importaba olvidar lo que había hecho, mis hazañas vanas nunca sirvieron de nada, nunca me ayudaron a conquistar a una mujer o a sentirme importante, todo lo hacía por la maldita curiosidad.
Salí de ahí, pero me topé con los fantasmas, que para mala suerte mía, eran más espeluznantes de lo que pensaba.
Los burlé y me escondí tras una roca.
- ¡Váyanse! - rogué dominado por el llanto y el temor - ¡No sé nada!, lo juro, ¡No sé nada que pueda interesarles!... déjenme, no sirvo para nada, no tengo ansias de nada... sólo necesito respirar, ¡Por favor, váyanse!... soy muy poca presa para ustedes.
- ¡Por Dios!, ¿Qué fue lo que la Oscuridad le ha hecho a MI Izzy? - dijo una voz melosa y frágil.
- Parece que atentaron contra su autoestima - dijo otra voz, masculina y áspera.
- ¡Eso sí que es horrible!, ¿Izzy?, ¿Sin su curiosidad?, ¿Nos habremos equivocado?
- ¡Es él!, lo aseguro... lo veremos tal como es cuando lo hayamos salvado. - dijo otra voz de mujer.
- Sal de ahí, Koushiro. - ordenaron.
Tenía miedo de respirar, la desesperación me acogía como si siempre hubiera sido un paranoico. ¡qué horrible sensación de impotencia sentía!, ¡Qué miedo y dolor me arrastraban!, y lo más importante, mi curiosidad se había ido.
- No hay otra opción, tenemos que hacerlo volver de alguna manera... Izzy, soy Tai, ¡Tu viejo amigo!
¿Tai?, su nombre me sonaba, pero no, no lo recordaba.
- ¡Vete, no sé nada! - respondí.
Uno de los monstruos apareció frente a mí, temblé como nunca. Se agachó y me tocó. Al contacto sentí un choque eléctrico, un sentimiento fortísimo que era capaz de doblegarme ante el enemigo, y, cedí ante esas caricias excitantes.
- Quería verte - comenzó la voz melosa, se acercó tanto que me enrojecí, ¿Cómo una monstruosidad causaba esos encantos?, debía ser alguien especial, alguien a quien recientemente había olvidado, pero sobre todo: ese alguien ansiaba salvarme.
- ¿Quién eres tú?... en verdad, no sé dónde estoy ni a qué he venido.
Se lanzó a mis labios sin avisarme, quise apartar a esa cosa de sexo indefinido, pero no pude, ¡era un imán para mi boca!. Una bella princesa era la que me tocaba, tenía los ojos como la miel de abeja y la piel suave, como un botón de rosal recién nacido. Su beso y saliva se metieron en mí, llegando a mi corazón, que latió más fuerte, como el trote de una yegua enamorada. Me soltó, y pude verla mejor, en efecto, era una princesa: mi princesa.
- Tu eres a quien yo amo - le dije.
Era como el cuento del príncipe rana, el problema era que a pesar de que la amaba, no recordaba su nombre, todo era tan lejano.
- ¡Eres un pillín, Izzy! - me dijo un chico, ¡Ey!, ese hombre es amigo mío.
- ¿Saben?, todavía se ve confundido - dijo otro monstruo que se había convertido en pelirroja, ella me tocó la frente, sentí otra corriente eléctrica, amorosa, nueva... recordé el nombre de mi amante.
- Mimi... la chica que amo se llama así.
Mimi volvió a abrazarme, ahora Yamato me dio su luz de amistad y recordé a todos, Taichi me devolvió el valor, y Jyou me dio su sinceridad, pero seguía sintiéndome miserable.
- Amigos... perdónenme, no sé nada... todo es muy confuso, perdónenme, no puedo resolver nada.
Y probablemente tenía razón: yo no podía cambiar el mundo y resolver el destino... era un simple humano que tras otro beso de su novia, había recuperado la curiosidad.
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Continuará en la siguiente parte
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Notas Finales.-
Me vi forzada a dividir el capítulo para que disfruten más la lectura y no se les haga tan pesada, ya que son pocos diálogos y mucha psicología del personaje. Si ya han llegado hasta aquí, por favor, sigan leyendo =).
Aclaración: Los chicos al llegar al mar Oscuro fueron dominados y cegados por el negativismo, por ello al ver a sus amigos los vislumbran como "bestias", "monstruos" y cosas por el estilo, sin embargo, ya que son rescatados, vuelven a mirar a sus coetáneos como siempre (no sé si me expliqué, pero cualquier duda será resuelta).
Gracias por seguir leyendo, no se pierdan la segunda parte del episodio.
Por cierto, no se olviden del Review n_n.
