XIIº capítulo

El Extravius

 

Harry había sacado unas notas bastante buenas; en Pociones había tenido un Bien, y en las materias restantes, notas más altas, y estaba muy contento. Hermione, como era de suponer, tenía todo Sobresaliente, excepto Pociones, que había sacado un Notable alto. La nota más baja de Ron era un Suficiente, en Adivinación, por no haber conseguido acertar de casualidad (así fue como lo intentó) lo que pensaba la profesora Trelawney, que era en lo que consistía el examen. En esa prueba, Harry había sacado Sobresaliente, pero para él era mucho más sencillo que para su amigo, porque la profesora, siempre pensaba que Harry iba a morir pronto. Y además, Gryffindor había ganado a Slytherin, doscientos sesenta a cero, pese a las faltas que cometieron los de la casa perdedora. Las vacaciones de Navidad eran las favoritas de Harry, porque no tenía por qué pasarlas con los Dursley, no se movía de Hogwarts, que estaba vacío, y Ron, sus hermanos, y Hermione se quedaban con él. Harry, Ron y Hermione descansaban sin deberes, ni preocupaciones en la sala común de Gryffindor. A Harry se le había ocurrido coger el Candelabro de Salem para intentar averiguar el otro poder, el cual sólo lo conocía su padre. El candelabro seguía tal cual, no le habían afectado ninguno de los hechizos de Hermione, que había encontrado en un libro bastante antiguo que había en la biblioteca. Probar a encender las velas y soplar para ver si no se apagaban (algo que no ocurrió), fue una de las extravagantes ideas de Ron. Viernes entró en la sala de repente, justo cuando Hermione estaba pronunciando uno de los conjuros más extraños. Los tres chicos giraron la cabeza y la miraron, y cuando volvieron a dirigir la vista hacia el Candelabro, unas llamas azules se habían encendido en las mechas de este.

-¡Harry!, ¡mira eso, Harry!-gritaba Ron dando saltos en el sillón en el que estaba.

-¡Oh no! he perdido la página en la que estaba el conjuro-dijo Hermione nerviosa, ya que una corriente de aire que había entrado cuando Viernes había abierto la puerta, había movido las páginas.

-Bah, no tiene importancia-dijo Harry, pero Hermione pasaba frenéticamente las hojas del libro.

-¡Los siento!¡Harry, disculpa!¡Ha sido sin querer, de verdad!-dijo Viernes avergonzada sentándose junto a Hermione, y rebuscando con ella en el libro.

-¡He dicho que no os preocupéis, bastada ya de pedir perdón!-chilló Harry, y agarrando con fuerza el candelabro, puso rumbo a la puerta por la que se entraba a la escalera de caracol del cuarto de los chicos. Dio un portazo con ella y las velas se apagaron, subió por la curva escalera, y cuando entró en la habitación de los de quinto curso, se echó en la cama.

-Harry, ¿por qué te has puesto así, tío?, ellas sólo querían ayudar...-dijo Ron, que había entrado detrás de él.

-Sé que querían ayudar, ¿pero sabes por qué se han puesto tan histéricas?, porque Hermione había descubierto algo bastante importante para mí, y les daba apuro no saber qué era, y... ¡Oh!, déjalo, sólo son tonterías mías.

-Te ha dado rabia, ¿verdad?, quiero decir, que te ha fastidiado que se perdiera la página... yo sé que es por eso, aunque tú no quieras admitirlo, Harry.

-¡¿Ahora tú?!¡Me voy de aquí!-se levantó de la cama y añadió-: ¡con Cho!, supongo que a ella no le importa todo mi pasado, y piensa en mí como en otro cualquiera-y salió de la habitación hecho una furia. Ron lo siguió. Cuando cruzaron el hueco del cuadro de la señora Gorda Ron se apresuró a decir.

-¡Ah!¡apropósito!¡¿no te gustaba Hermione?, ¿o es que ya lo has olvidado?!

-¡CÃ