XVIIº capítulo              La transformación de Hermione  

 

Bien chicos-comenzó la profesora McGonagall el lunes a primera  hora sin conseguir la atención de los alumnos-¡os recuerdo que  el fin de semana ha terminado!-gritó, y todos los alumnos  miraron a la pizarra-. De acuerdo, así está mejor. Decía que  pronto muchos de vosotros conseguiréis transformaros, pero hay una chica en esta clase que conoce los secretos de la  transformación en animal desde el verano...-los alumnos miraron  a Hermione, que se sonrojó-veo que ya sabéis de quién se  trata. Hermione, ¿te importaría transformarte? Un oscuro cuervo revoloteó por encima de las cabezas de los  chicos. Hermione, se posó en su pupitre, y volvió a ser normal. Un ¡guau! se oyó en la clase. Hermione estaba en esos  momentos mucho más colorada que anteriormente. Ron, que  estaba a su lado le pegó un codazo. Entraron en el aula de Encantamientos, y el profesor Flitwick no  se encontraba allí. Se sentaron junto a Hannah Abbott, Justin  Finch- Fletchley y Ernie Macmillan.

¿Y Flitwick?-preguntó Hermione mirando el reloj nerviosamente,  puesto que no le gustaba perder clases.

Ha dicho que tenía que ir a por unas cosas-le respondió Hannah. Ron se acomodó en su silla, y cruzó los brazos tras la nuca. Al  contrario que a Hermione, lo que más aborrecía Ron era dar  clases, y si se perdía tiempo de alguna, mucho mejor. Cerró los  ojos, y estiró las piernas. No tenía a nadie delante, porque los  tres se habían sentado en primera fila.

Tardará bastante, no creo que tan bajito pueda con todo...- murmuró Ron. El profesor Flitwick entraba en el aula unos segundos después,  cargado de libros hasta la cabeza que le tapaban la visión. Por  esa razón, no vio las largas piernas de Ron, y tropezó con ellas,  desparramando todos los libros por la clase. Hermione sacó la  varita, y con un par de movimientos de esta se los devolvió al profesor.

Gracias señorita Granger-agradeció el profesor. Al ver que todos los estudiantes la miraban, se puso colorada, y  Ron la miró, y, moviendo los labios, consiguiendo que ni siquiera  un sonido escapase de su garganta, pero que Hermione se diera  cuenta de que la estaba llamando pelota. Hermione giró la cabeza indignada, y miró a la pizarra. Ron rió en silencio. Estudiaron los encantamientos de distracción, y la clase fue un  desastre, porque causaban efecto. Todo el mundo, incluido el  profesor Flitwick, hubiera llegado tarde a su siguiente clase si no  hubiera sido por Hermione, que sabía como repeler aquellos  encantamientos. Harry, Ron y Hermione salieron los primeros hacia el Gran  Comedor. Harry tenía un hambre atroz, e iba delante de Ron y  Hermione. Alguien chocó su hombro contra el de Harry. Había  sido Draco Malfoy.

¿No te cansas nunca de molestar?-dijo Harry olvidandose de su  apetito. Ron y Hermione también se detuvieron.

No-dijo Malfoy, y Crabbe y Goyle rieron su gracia tontamente.

¿Sabes qué, Harry?-dijo Hermione ignorando completamente la  presencia de Malfoy y sus secuaces-, creo que Malfoy, si no  tuviera a sus dos amigotes cerca no se atrevería a meterse  contigo...

Eh, sangre-sucia, no permito que me ignoren-dijo Malfoy,  arrastrando la palabras más que nunca, y sacando la varita. Ron se abalanzó hacia él, pero Hermione lo detuvo.

No eres capaz-dijo Hermione. Un corrillo de chicos se formó a  su alrededor.

Hermione-susurró Ron-, sabes que si hay pelea te meterás en  un buen lío... Las palabras de Ron no sirvieron para nada. Hermione seguía  mirando a Malfoy, sin hacer nada, no había sacado la varita,  pero Malfoy la mantenía en alto, y algunas chispas salían de su  punta.

Vámonos chicos, no debemos preocuparnos, pronto el Señor  Tenebroso acabará con la gente como ella-dijo Malfoy  tranquilamente, dándose la vuelta.

¿Veis?, necesita ayuda, no sabe hacer nada el solito...- murmuró Hermione lo suficientemente alto para que Malfoy la  oyera.

¡Atrofium!-gritó Malfoy. Harry, Ron y Hermione se agacharon y el conjuro no les alcanzó,  pero en ese instante se dirigía hacia ellos Snape, con Pansy  Parkinson en cabeza.

¡¿Qué pasa aquí...?!-dijo Snape antes de caer rígido como un  palo contra el suelo, junto con Pansy Parkinson, que estaba en  el mismo estado que el profesor. Flitwick y McGonagall fueron avisados por varios alumnos de  segundo, y se presentaron en el lugar de los hechos con la  señora Pomfrey, que se llevó a Snape y a Pansy en unas  camillas flotantes. Los dos profesores se llevaron a Malfoy, a  Crabbe, a Goyle, a Harry, a Ron y a Hermione al despacho de Dumbledore. Harry, Ron y Hermione le contaron lo que había  ocurrido detalladamente. Crabbe y Goyle no pronunciaron una  sola palabra. Se quedaron de pie, con los brazos cruzados,  como si no supieran hablar. Malfoy sin embrago interrumpía las  narraciones de Harry, Ron o Hermione, con un sonoro ¡MENTIRA!¡Se lo están inventando director!. Snape entró en el despacho con los ojos inyectados en sangre.  Al abrir la puerta había dado un portazo tremendo que  sobresaltó a todos los allí presentes. Crabbe y Goyle, que estaban cerca de la puerta retrocedieron dando un paso atrás.  Malfoy agarró instintivamente los brazos de la silla en la que  estaba sentado.

Severus, me alegro de que te hayas recuperado, siéntate, por  favor, los chicos no se ponen de acuerdo. Snape se sentó junto a los otros dos profesores, y miró a  Malfoy con odio. La vena de la sien le palpitaba vigorosamente,  parecía que le iba a estallar, y rechinaba los dientes.  Tamborileaba con los dedos los gruesos brazos de madera de la  silla.

Bien, Draco, según me estabas diciendo, tú no lanzaste contra  Hermione el hechizo atrofiador, ¿cierto?-dijo Dumbledore desde  detrás de su escritorio. Malfoy, que hacía sólo unos segundos afirmaba que el conjuro lo había lanzado hacia el techo como una advertencia, en esos  instantes no estaba tan seguro de poder mentir con Snape  cerca, mirándolo de aquella forma.

Bueno... yo... es que... ¡ella me provocó!-dijo señalando a  Hermione.

¿Es eso verdad, Hermione?-preguntó Dumbledore.

Sí, es cierto...

¡Pero, Hermione sólo se defendió!-gritó Ron exaltado-¡él dijo  que El Señor Tenebroso acabaría con ella! Snape se levantó de golpe.

¡¿Cómo te atreves a hablar de él?!-le gritó a Malfoy-, ¡no  sabes nada pequeña sabandija!, ¡debería ser expulsado, Albus!

Severus, tranquilizate, por favor...-dijo Dumbledore  acercándose a Snape, y llevándolo hasta su silla-. Draco, si  vuelves a pronunciar el nombre de Voldemort en esta escuela  serás expulsado inmediatamente, te lo advierto- al oír el temido  nombre de Voldemort, Flitwick se cayó de la silla, y McGonagall  se llevó una mano al pecho. Snape jadeaba, y no dejaba de mirar a Malfoy.

Ahora, id al Gran Comedor a almorzar, debéis de tener hambre. No, Harry no tenía ni pizca de apetito. Se fue a la sala común  de Griffindor, que estaba vacía, y se sentó junto a la chimenea,  había empezado a llover, y hacía frío. El calor de las llamas que  ardían en la chimenea le dio sueño, y prefirió rendirse ante él. Tuvo un sueño muy extraño; miles de escobas sobrevolaban el  colegio, y la fría risa de Lord Voldemort resonaba por todos  lados. La luz verde del Avada Kedavra resplandecía de vez en  cuando por algún rincón, y un grito ahogado rompía el silencio  que había en los pasillos. Unos minutos después de despertar, Harry olvidó repentinamente todo. La profesora McGonagall les había mandado como deberes una  redacción de tres pergaminos sobre las dificultades de convertirse en animago, y las facilidades de serlo. Mientras  hacía los deberes con Ron y Hermione, un flash de una cámara  fotográfica lo desconcertó. Parpadeó un par de veces, y luego  dirigió la vista hacia el lugar desde donde había provenido la luz;  Colin Crevey felicitaba a su hermano pequeño Dennis.

¡Tu primera foto de Harry Potter!¡oh, estoy tan orgulloso de ti,  Dennis!-y lo abrazó. 

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