No pidamos la luna…
Por alien2506
Basada en los personajes de J.K. Rowling
Canción Entre tu vida y la Mía de Franco de Vita
Nota: Este es un fic Sirius/Remus, así que si no les gusta la parejita o el shonen ai (yaoi) será mejor que no lo lean. R/R
-:-:-:-:-:-
Remus observó el cielo nocturno,
miró las estrellas que tiritaban de frío en la negrura. Su mente vagaba por
lugares de su memoria que había tenido miedo de mirar. Habían pasado tantos años
desde la última vez que lo vio. Aquél día en que el mundo mágico lo etiquetó
como criminal y lo envió a donde la gente no vuelve. Aquella vez lo odió como
jamás su alma había albergado tanto odio. Lo odió más allá de sus sentimientos
por él. Recordó lo que le gritó esa noche mientras su vieja motocicleta se
dirigía a casa de los Potter.
"No tardes, Sirius"
Y Sirius le había sonreído dándole esa paz que solía encontrar tan sólo en sus
brazos. Pero había tardado demasiado. Habían pasado casi catorce años de aquél
día. Mirando las estrellas, Remus estaba seguro de odiarlo. Lo odiaba por
haberlo dejado solo tantos años, lo odiaba por haberlo abandonado a su suerte,
lo odiaba por haberlo mantenido a oscuras, por haberlo dejado fuera. Lo odiaba y
sin embargo… Remus Lupin lloraba todas las noches por ese tonto engreído que lo
había abandonado durante tantos años. No era justo… se lo repetía una y otra vez
cada noche. No era justo lo que Sirius le había hecho. Durante su estancia en
Hogwarts había estado solo. Un niño condenado a transformarse en lobo cada luna
llena. Un niño solo por naturaleza, nadie se le acercaba… hasta que llegó él. Él
no le tuvo miedo, él no notó nada extraño en sus ojos dorados, él simplemente lo
empujó para quitarlo de su camino.
Y apareciste de pronto
cuando menos pensaba
como caído del cielo
cruzando toda frontera
"Oh, lo siento. ¡Oye! Eres el
chico que nunca habla en clase… ¿cómo era tu nombre? Mmmm…."
"Lupin, Remus Lupin"
"Sí, Remus Lupin. ¿Qué haces ahí tirado? ¡Ah es verdad, te tiré al suelo! Ven,
déjame ayudarte."
Y su sonrisa había sido tan intensa que el joven Remus no pudo evitar
sonrojarse. Sirius vio sus mejillas sonrojadas y tan sólo le guiñó el ojo.
Entonces ocurrió lo que no se esperaba, sus manos se tocaron, Sirius lo levantó
con aquella impresionante fuerza que poseía y Remus apenas podía respirar
estando tan cerca de él. Sirius se dio la media vuelta y alcanzó a sus amigos,
un chico de gafas y uno poco mas bajo de estatura. Sus ojos dorados se hundieron
nuevamente en el suelo y se dispuso a dar media vuelta.
"¡Hey! ¿A dónde vas?"
Aquella había sido el inicio de una bella amistad. Lástima que duró tan poco.
Remus suspiró hondamente. Los años lo habían cambiado. Ya no era el pequeño niño
que le temía a la noche. Del joven enamorado de las noches sin luna sólo
quedaban un par de ojos dorados envejecidos a pesar de que aún era muy joven.
- Sirius…
La noche envolvió ese nombre en su manto y lo montó en el viento de la noche
estrellándolo contra los oídos de un hombre alto y de cabello negro. El hombre
alto y delgado se acercó a Remus y lo abrazó gentilmente.
¡Cuánto lo odiaba! A pesar de la felicidad que le dio verlo vivo un año atrás,
no podía evitar odiarlo. Remus había estado muerto en vida pensando en que él
estaba muerto. Verlo vivo partió su alma en dos. Había temido todo el tiempo
tener que enfrentarse a sus ojos azules, tener que enfrentarse al odio que le
tenía y sin embargo al enorme amor que siempre le había profesado.
Sirius lo abrazó cerrando los ojos, perdiéndose en el aroma que despedía el
cuerpo de Remus. No podía creer que podía abrazarlo así nuevamente. Había
esperando tantos años para esto y ahora que lo tenía entre sus brazos quería que
nadie nunca los separara de nuevo. Todos sus años en Azkaban había tratado de no
pensar en Remus para que los dementores no pudieran quitárselo. Sirius sabía el
odio que Remus le guardaba, era un odio demasiado complejo que nadie habría
entendido excepto él. Sirius lo entendía perfectamente.
- Sirius…
- Dime, Remus.
- No puedes quedarte, ¿verdad?
- No.
Lo sabía. Lo había recuperado para volver a perderlo, y sin embargo… estaba tan
feliz de estar ahí. No había luna llena, el cielo brillaba con un brillo
misterioso y Sirius lo abrazaba con fuerza. ¿Qué más podía pedir? Podía pedir
algo mas lejano como las estrellas, podía pedir que la luna ya no se llenara
nunca mas… podía pedir cualquier cosa, excepto que él se quedara a su lado.
Remus suspiró, cualquier cosa era más posible de conseguir que a Sirius. Él… él
entendía. Sirius era buscado por todo mundo, tenía la protección de Dumbledore,
pero no podía ser muy obvia o también a Dumbledore se le catalogaría como un
traidor. Remus sabía que Sirius era inocente, los acontecimientos de un año
atrás se lo habían demostrado. Para el resto del mundo, Sirius Black era el
asesino de los Potter, un traidor y un fugitivo peligroso de Azkaban. Para Remus,
Sirius era simplemente Sirius, el hombre al que amaba y había amado durante
tantos años aún creyéndolo muerto, pues en Azkaban aunque uno este vivo en
realidad ha muerto.
- ¿Te irás pronto?
- Cuando amanezca.
Sirius permanecía con los ojos cerrados. Era como si no quisiera abrirlos y
darse cuenta que seguía en Azkaban y que todo lo que había vivido hasta entonces
había sido un sueño que los dementores le quitarían.
- Sirius… ¿por qué no puedes quedarte? Tan sólo un día mas…
- Te pongo en peligro, Remsie.
¿Hacía cuánto que no escuchaba ese nombre? Casi catorce años. La última vez que
lo había escuchado había sido la noche anterior al asesinato de Lily y James.
Recordaba perfectamente esa noche y, en especial el momento en que lo llamó así.
Remus recordaba a la perfección la piel de Sirius resplandeciendo a la luz de
las velas de su alcoba, recordaba sus ojos fulgurantes como zafiros
atravesándolo, amándolo con toda la fuerza que tenía en el alma. Yacían en los
brazos uno del otro, los labios de Sirius acababan de recorrer su cuello y sus
hábiles manos acariciaban su pecho dulcemente, fue entonces cuando sus ojos
azules e intensos como dos zafiros se clavaron en los suyos.
"Remsie. Te amo."
Minutos después Sirius dormía tranquilamente abrazando a Remus. Aún dormido
parecía querer seguir protegiéndolo. Eso simplemente le fascinaba a Remus, pues
de esa manera tenía la seguridad de estar también en sus sueños, tal y como el
joven Black estaba en los suyos propios.
no tiene límites, ni forma, ni
color
esta divina sensación que se prueba
entre tu vida y la mía
Eso había sido mucho tiempo
atrás, y ahora lo tenía nuevamente junto a él, tan cerca como había deseado
estarlo desde que Sirius fue enviado a Azkaban. ¿Cuántas ideas se le habían
ocurrido para ir hacia Sirius? Tal vez cientos, quizá miles… Incluso había
ideado matar algún muggle para ser enviado a Azkaban. Habría hecho cualquier
cosa para verlo aunque fuese una vez más, incluso entregarse a la devastadora
presencia de los dementores simplemente por observar los despojos de su amado.
Si se había resistido a hacerlo era porque sabía que si hacía algo que mereciera
ir a Azkaban, simplemente lo matarían. Alegarían que Remus Lupin era un
licántropo y no podía ser permitida su presencia ni siquiera en Azkaban pues
todos ahí correrían peligro. Ni siquiera habría logrado ver a Sirius de lejos.
- No te vayas, Sirius. Al menos déjame ir contigo.
- Ya no somos adolescentes, Remus. – abrió sus ojos y atravesó con ellos a su
compañero, mirándolo intensamente, con pasión y al mismo tiempo con cariño
fraternal – No podemos hacer una locura así.
- ¿Por qué no? Quiero ir contigo, Sirius. No tienes una idea de cuánto he
esperado por volverte a ver y…
- Sí lo sé, Remsie. Yo también desee mucho el momento en que nos volviéramos a
encontrar. Mi corazón se alegró inmensamente cuando te vi en Hogwarts. La verdad
no esperaba encontrarte tan pronto.
- Quiero ir contigo.
- Yo soy un fugitivo, tú no.
Al parecer había algo de lo que Remus sí se había olvidado: el agrio humor de
Sirius Black. Siempre había detestado sus comentarios irónicos, sus palabras
sarcásticas, pero sobre todos ellos, siempre había detestado esas frases dichas
en el momento exacto para ahogarle un grito de dolor en la garganta.
Y un sentimiento profundo
despierta instintos ocultos
de pronto me desconozco
Remus miró a su compañero con
recelo. Él sabía perfectamente que también era un fugitivo, el no tener carteles
pegados en las comisarías muggle, o que el Ministerio de Magia no lo persiguiera
no lo hacía menos prófugo. Sirius sabía que su condición de licántropo también
lo hacía mudarse constantemente, lo volvía rechazado, igual que Sirius. Cansado
y derrotado sacudió la cabeza y se desembarazó del abrazo de su compañero.
Estaba tan cansado de todo, tan fastidiado. Verlo y compartir un día con él,
había resultado perfecto y maravilloso, por un día se sintió joven de nuevo,
pero el día había de acabarse y los años le pesaban enormemente. A pesar de ser
un hombre joven, cada año le pesaba como una decena, pero sobre todo, cada año
sin Sirius.
- Siempre sales con lo mismo, Sirius.
- Remsie…
- Deja de decirme así. – murmuró Remus dándose media vuelta hacia la cabaña
donde se albergaban.
¿Acaso tenía Sirius idea de cuánto lo lastimaba con sus palabras tiernas después
de sus ásperos comentarios? Dejó atrás el bello paisaje y se fue a refugiar a la
oscuridad de la cabaña. Cerró la puerta con suavidad y se sentó en silencio en
el borde de la cama. Aún en la oscuridad era capaz de apreciar la humildad de su
morada temporal. Un escritorio que era apenas una tabla con cuatro patas y un
cajón desvencijado estaba pegado a la ventana, tenía en su superficie algunos
pergaminos con escritos sobre artes oscuras y un botecito de tinta. No lejos del
escritorio estaba un sofá, y sobre él todo el equipaje de Sirius que consistía
en apenas un par de libros, pergamino suficiente como para escribir un libro y
un saco con comida. A unos pasos del sofá estaba un armario donde se guardaban
sus dos o tres prendas, estaba guardada también su varita junto a varios libros
de los que había usado para las clases en Hogwarts. A la izquierda del armario
estaba la cama, muy grande para una persona, muy pequeña para dos. Ahí estaba
sentado Remus, admirando la tristeza de la cabaña, admirando las paredes sin
cuadros. Sus ojos dorados empezaron a derramar gruesas lágrimas. El dorso de su
mano se apresuró a enjugarlas, a pesar de todo no debía sentirse triste. A pesar
de todo tenía a Sirius con él, aunque fuera una noche.
La puerta se abrió revelando la silueta de Sirius, la luz de la noche iluminó
por un breve instante el rostro del ex profesor de Hogwarts. Sirius se sentó en
la orilla opuesta, de espaldas a Remus. Los dos permanecieron en silencio,
cobijados bajo la oscuridad de la cabaña. De repente, como por arte de magia,
Remus sintió que aquella precaria vivienda adquiría la calidez propia de los
lugares que solemos llamar hogar. Más lágrimas brotaron de sus ojos dorados,
mismas que no llegaron a tocar sus mejillas gracias al dorso de sus manos.
Apretó los dientes para dejar de llorar y por primera vez deseó que la luna
llena saliera, lo transformara en la monstruosa bestia que tanto detestaba.
Deseaba esa transformación porque sólo cuando adquiría esa forma no había nada
que hiriera su corazón, no había recuerdos que nublaran su vista con lágrimas,
no había ningún Sirius en su mente que retorciera de dolor su alma. Sólo
transformado en esa abominable bestia podía lograr lo que deseaba en ese
momento: dejar de sentir.
Giró su cabeza hasta lograr ver a Sirius por el rabillo del ojo, él seguía de
espaldas. ¿En verdad quería dejar de sentir? Sí. Quería dejar de sentir que su
corazón se destrozaba de angustia, quería dejar de sentir el dolor que los
recuerdos le traían al presente, quería dejar de sentir que la tristeza volvía
hacerlo su presa… pero más que nada, quería dejar de amarlo. Todo sería más
fácil si dejaba de amarlo, si dejaba de sentir que esa llama vibrante en su
corazón consumía todo su interior. Si dejaba de amarlo el adiós sería menos
agonizante.
- Sigues comportándote como cuando éramos jóvenes. – susurró Sirius sin girar su
cuerpo.
- ¿Qué dijiste? – balbuceó Remus al verse sacado sorpresivamente de sus
pensamientos.
- Que sigues actuando como cuando aún estábamos en Hogwarts. Te sigues ocultando
en la oscuridad para llorar. Sigues apretando los dientes mientras piensas en
algo que desearías que ocurriera. – hizo una pausa en la que Remus sintió que el
corazón se salía de su pecho para ponerse en órbita alrededor del planeta - No
necesito mirarte para saber que has puesto cara de asombro. Así como tampoco
necesito leer tu mente para saber que en este momento me estás odiando con todo
tu ser.
- ¿Qué? ¿Odiarte…? Sirius yo…
- No necesitas darme explicaciones, Remsie. Tampoco necesitas inventarte nada.
Sabes que te conozco demasiado bien. – dijo agregando un tono algo sombrío a su
última frase – Aún… te conozco demasiado bien… - murmuró para sí mismo.
Sirius tenía razón, cómo lo odiaba en ese momento. Quería saltarle encima y
caerle a golpes. Lo odiaba, siempre había odiado que lo conociera como la palma
de su mano, que lo conociera tanto que le bastaba estar en la misma habitación
para saber lo que el dulce lobo estaba pensando y sintiendo. Nunca había
entendido cómo es que lo lograba. Cómo conseguía adivinar su pensamiento, leerlo
como se lee un libro abierto de letras enormes.
Deja vu.
Esa misma escena ya la habían vivido. Años atrás durante el cuarto curso se
había presentado una situación muy similar. La noche era oscura como jamás se
había visto, la lluvia azotaba con furia todo lo que había sobre la superficie
de la tierra y los relámpagos entablaban furiosas conversaciones con los
truenos. Unos chicos de Slytherin habían arrojado a Remus fuera del colegio
antes de que comenzara la tormenta y habían cerrado con llave la puerta
principal. A esa hora de la noche las demás entradas estaban también cerradas
mágicamente. Remus habría podido abrir la puerta de haber tenido su varita con
él, por desgracia, la varita se le había salido de la túnica cuando los chicos
lo levantaron y lo arrojaron hacia fuera. Había gritado hasta que sintió que su
voz no volvería a salir jamás. La tormenta inició en ese momento, con los
truenos nadie había podido escucharlo y nadie había notado aún su ausencia en
los dormitorios. Había decidido esperar a que sus amigos notaran que no estaba y
fueran a ayudarlo. Un rayo cayó derribando dos árboles del límite del Bosque
Prohibido. El lobo dentro de Remus estaba aterrado, la tormenta dejó que las
nubes vaciaran su colérico llanto provocando que el lobo tomara control de los
sentidos de Remus. Su instinto le decía que se escondiera, le gritaba que debía
ponerse a salvo, buscar un sitio donde la tormenta no pudiera asustarlo. Así
había atravesado los campos del colegio en una frenética carrera. Allí afuera,
Remus y el lobo no eran más que un cachorro aterrado por la tormenta. Corrió
hasta encontrar un cobertizo donde se ocultó y en la oscuridad comenzó a llorar.
Estaba empapado hasta los huesos, el frío le calaba y lo peor: se encontraba
totalmente solo a la mitad de la peor tormenta en años. Fue Sirius quien logró
dar con él, quien entró en el cobertizo y se encontró con Remus hecho un ovillo
en un rincón, llorando mientras abrazaba sus piernas y murmuraba cosas que
Sirius no pudo entender.
"Remsie, ¿estás bien?"
También había sido la primera vez que él lo había llamado así.
"¿Remsie? Anda responde algo."
Pero Remus, más bien el lobo, seguía paralizado de terror y todo lo que deseaba
era mantener su mente alejada de la tormenta. Sirius se sentó junto a él y lo
cubrió con su túnica, antes de salir en su búsqueda se había tomado la
precaución de ponerse un impermeable, así que su túnica estaba prácticamente
seca. Remus sintió la presencia de su amigo y se abrazó a su cintura temblando
como un cachorro.
"Ya, exagerado. Es sólo una tormenta."
Sirius comenzó a tararear una canción mientras acariciaba el cabello de Lupin
como si fuera un cachorrito al que había que darle confianza. Y de hecho dio
resultado pues Remus comenzó a tranquilizarse a pesar de que la tormenta
empeoraba. Al cabo de un rato, ya ni se acordaba de la tormenta. Los dos jóvenes
yacían recostados uno junto al otro sobre una improvisada cama de paja que se
habían logrado con lo que habían encontrado en el cobertizo.
"Deberías quitarte esas ropas mojadas. Te vas a enfermar."
"Buen chiste, Black. Tú sabes que no me enfermo."
"Oh, es verdad. Mal pretexto, Sirius, mal pretexto."
Y después le había guiñado un ojo, la reacción de Remus fue sonrojarse por
completo.
"¿Pretexto para qué?"
"Para nada, Lupin."
La situación se había tornado un poco incómoda para Remus que no estaba
acostumbrado al coqueteo descarado que Sirius usaba con las chicas. Se alisó la
ropa en un claro gesto de nerviosismo. No, definitivamente no estaba
acostumbrado a ese coqueteo descarado. Siempre le incomodaba cuando Sirius lo
usaba en su contra a pesar de que ya tenía todo el año haciéndolo. En otras
ocasiones el joven lobo no tenía oportunidad de vengarse de su amigo Black pues
aún tenían que mantener en secreto la relación que habían decidido comenzar. En
secreto aún para sus amigos pues no sabían cómo reaccionarían. Sin embargo,
aquella vez era perfecta para una venganza así que se acurrucó junto a Sirius y
le susurró al oído:
"¿Seguro? Porque podrías aprovechar… aquí sólo estamos tu y yo."
"¿A... aprovechar qué?"
¡Bingo! Había puesto nervioso a Sirius Black, conquistador de conquistadores.
"Nada, Black."
"¡Oye! ¡Eso es trampa!"
"Nada de eso, señor Black, esto es trampa."
Sus labios se unieron primero tiernamente, después era un beso apasionado,
delicioso, lleno de dinamita. Remus mordió el labio de Sirius iniciando una
batalla por ver quién daba el beso más dulce o más apasionado. La batalla
terminó con los dos chicos tirados en el suelo exhaustos y durmiendo un sueño
profundo. Fue hasta muy entrada la mañana que James y Peter dieron con ellos y
para entonces Remus y Sirius se habían vuelto un poco mas unidos.
- Te amo, Sirius. – dijo Remus girándose hacia él y abrazándolo fuertemente.
- Yo también te amo, Remsie. – respondió Sirius correspondiendo el abrazo.
- Y te odio.
- Eso ya lo sabía.
- ¡Qué bueno! Así no te sentirás mal si te lo repito: Te odio.
- Oye, oye, el sarcasmo y la ironía son míos.
- Tienes razón. – rió brevemente el licántropo.
Sus miradas se interceptaron y no hubo necesidad de decir nada más. Los dos
sabían lo que ambos querían expresar. Se abrazaron fuertemente y fue Sirius
quién rompió el abrazo para tomar a Remus de la barbilla y depositar un dulce
beso en sus labios. El ósculo fue breve, pero no necesitaba ser más extenso para
expresar la gama de emociones por las que el corazón de Sirius Black estaba
pasando. Remus sonrió posando una mano sobre la nuca de Sirius y empujándolo a
un beso más largo, mas intenso, mas profundo. Sus manos habían ansiado
terriblemente recorrer su cuerpo, observarlo después de tantos años. Más que una
noche de pasión que compensara los años perdidos, lo que Remus Lupin deseaba era
una noche en la que los dos se encontraran nuevamente, en la que se descubrieran
como lo hicieron la primera vez, que en sus cuerpos brotara el rubor de la
juventud y que poco a poco, con besos fugitivos y caricias sosegadas se
deshicieran de cualquier tabú que guardaran sus almas.
me aclaras que soy humano
de carne y hueso,
y un toque mágico
me hace llegar a donde nunca he llegado
me hace sentir cosas que nunca he sentido
La noche se extendió sobre la
cabaña y poco a poco fue muriendo herida por la luz del día siguiente. El viento
sopló fresco y jovial sobre la campiña inglesa y llevó el aroma fresco hasta la
colina donde una cabaña casi destruida se mantenía en pie. El sol se asomó en la
ventana con las cortinas que habían olvidado correr y su dorado rostro se
ruborizó al observar la evidencia que había dejado la noche que acababa de
matar. Encogió su cabeza entre dos nubes que pasaban por ahí, tristemente
apenado por haber dado fin a una noche que, estaba seguro, no debía haber
terminado nunca.
En el piso de la cabaña se observaban dos túnicas, una negra y una gris
remendada, a su lado se encontraban dos pares de zapatos que habían quedado
según habían caído cuando los arrojaron, el cobertor más grueso yacía la mitad
en el suelo y la otra mitad colgaba peligrosamente de la cama. Sobre la cama
había dos cuerpos entrelazados, el de un hombre con cabello negro atado con una
cinta y el de un hombre con cabello castaño veteado de gris. El de cabello
negro, Sirius Black, abrazaba por la cintura a su amigo, su confidente y su
amante protegiéndolo contra las pesadillas que provoca la oscuridad de la noche.
Remus descansaba su cabeza sobre un brazo de Sirius y él también lo abrazaba por
la cintura. Sirius abrió los ojos primero y dio gracias de que así fuera. No
habría soportado la mirada dorada de Lupin tornándose plateada de tristeza. Lo
observó un rato. Quería grabarse el rostro de su amado Remsie pues no sabía
cuánto tiempo pasaría antes de volverlo a ver… la última vez habían pasado trece
años. Con sumo cuidado, Sirius se desembarazó del abrazo de Remus y se levantó
de la cama, se vistió sin hacer ruido y se sentó a observar a su amado
nuevamente. Suspiró y empacó sus cosas. Se dirigió a la puerta y notó algo que
no había visto el día anterior durante su estancia. La puerta tenía una puerta
para perro, para un perro bastante grande si se consideraban las medidas de la
abertura. Se sonrió y giró sobre sus talones para ver a Remus.
Entre tu vida y la mía
un paso al infinito
- Así que ya sabías que vendría
a ti. – pensó.
Tomó un profundo respiro y se transformó en el enorme perro negro que le servía
de disfraz. Con cuidado colocó sus cosas del otro lado de la puerta y salió por
la puerta que había sido diseñada para que entrara y no para que se fuera. En la
seguridad del exterior Sirius volvió a su forma humana y escribió una nota en un
pergamino, luego deslizó la nota bajo la puerta. Convertido en el perro negro
nuevamente tomó su saco y comenzó su descenso por la colina.
Cuando el sol se encontraba cerca de anunciar las diez Remus se desperezó
abriendo los ojos y encontrándose con lo que más temía. Él se había ido. Quizá
nunca había estado ahí, no era la primera vez que soñaba tan vívidamente con
Sirius. Se sentó en la orilla de la cama con la mirada más triste que jamás
había poseído. Miró su ropa en el suelo y sacudió la cabeza para evitar comenzar
a creer que Sirius en realidad había estado ahí. Levantó su ropa y volvió a
ponérsela, no tenía ningún ánimo de ponerse una túnica limpia. Se estaba
calzando los zapatos cuando vio un trozo de pergamino doblado en la entrada. Con
hondo pesar recogió el pergamino del suelo y salió de la cabaña. Ahí adentro se
habían guardado recuerdos muy hermosos, no había necesidad de mancharlos con uno
triste. Desdobló la nota y leyó la caligrafía que reconoció inmediatamente como
la de Sirius.
- Tu letra sigue siendo horrible, Sirius. – murmuró al viento.
Remsie:
Desearía dejarte de amar para que
este inminente adiós no me desgarrara el alma.
Bien sabes que no deseaba irme, aún
ahora que escribo esto a la puerta de esta
cabaña no deseo irme. Pero no puedo
quedarme, lo último que deseo es causarte
problemas, tú ya tienes suficiente
con los tuyos como para todavía ocuparte de los míos.
No te preocupes por mí, estaré bien.
Esto de ser animago no registrado da buen resultado.
El Ministerio no se imagina que quien
andan buscando es un perro negro que se pasea
en sus narices, y los muggle… bueno,
ellos JAMAS sospecharían de un perro.
Discúlpame que no me haya despedido
pero no te haré llorar con mi partida por
eso me voy mientras duermes.
Lo siento.
Sirius.
Remus leyó cientos de veces la
pequeña carta y después la guardó en su túnica. Volvió a sacar el pergamino y
leyó nuevamente el contenido. Remus sacudió tristemente la cabeza y sacó su
varita de entre sus ropas.
- Cómo te odio, Sirius Black. Ni siquiera pudiste dejarme una nota con la cual
pudiera quedarme. Ignis memento. – de la punta de la varita saltó una chispa que
comenzó a quemar el pergamino. - Eres un tonto, Sirius…
Cuando del pergamino no quedaba nada excepto cenizas Remus guardó la varita y
comenzó a andar hacia la cabaña. Levantó su cabeza hacia el cielo y rogó que
Sirius estuviera bien, pidió que no le pasara nada a ese tonto que tanto amaba.
Sin proponérselo, las nubes lo llevaron a un pasaje de su vida que nada tenía
que ver con Sirius, al menos no era uno donde Sirius hubiera estado presente…
físicamente al menos.
tu vida y la mía
lugar desconocido
"Lupin, ¿te puedo hacer una
pregunta?"
"Claro, Martha."
Martha había sido compañera de la banda de Merodeadores en Hogwarts y era una
amiga muy querida de Remus. Los años los habían llevado por caminos separados,
pero en una ocasión tuvo la oportunidad de platicar con ella en el Callejón
Diagon cuando hacía unas compras.
"Si pudieras pedir un deseo ¿cuál sería?"
Aquella pregunta había sido hecha un par de años antes de que Remus supiera la
verdad sobre lo que había ocurrido con los Potter y con Peter Pettegrew. El mago
suspiró hondamente y meneó la cabeza con tristeza.
"Si pudiera pedir un deseo, pediría que Sirius fuera inocente y que no estuviera
en Azkaban."
"Esos son dos deseos, tramposo ja, ja, ja."
"Entonces deseo tener a Sirius a mi lado."
"Remus… a pesar de todo lo sigues queriendo."
"Sí, Martha. Quizá eso me hace a mi también un traidor de mis amigos."
A pesar de todo lo quería, lo amaba. A pesar de todo lo había esperado todos
esos años, y su deseo se había cumplido mas o menos como él había pensado.
Sirius había resultado ser inocente, y por fortuna había sobrevivido a Azkaban.
- Te odio, Sirius. Te odio porque me dejas con una esperanza atravesada en el
corazón.
Unas fuertes manos acariciando sus caderas y atrapando su cintura lo sacaron de
su trance. Estaba listo para sacar la carita cuando unos labios por demás
hábiles atacaron su cuello, mordiéndolo y besándolo. Remus reconoció aquellos
labios, se giró sin desembarazarse del abrazo y fundió sus labios con aquellos
que lo habían asaltado. Cuando el beso se rompió, Remus tenía la mirada clavada
en los azules ojos de Sirius, todo el cielo con sus nubes se veía reflejado en
ellos.
tu vida y la mía, tu vida y la mía
- Volviste. – le sonrió el lobo.
- Aún tengo muchas cosas que contarte.
- ¿Te quedarás entonces?
- Una noche más.
- Está bien, una noche más.
Entraron a la cabaña tomados de la mano, felices de estar juntos, con un velo de
tristeza cubriéndoles el alma pero al fin y al cabo juntos, y quizá… tan sólo
quizá, esa noche duraría para siempre. O tal vez la siguiente.
Entre tu vida y la mía
Fin
Nota de la Autora: Esta es la primer historia de dos que pienso hacer que
espero estén relacionadas entre sí de alguna manera mas profunda que solamente
los títulos. Je. La idea es que los títulos formen una frase, y espero que las
historias formen una emoción conjunta. Pero eso lo sabremos hasta que escriba la
otra historia :P
Agradecimientos:
Quiero agradecer a Patty porque sin ella este fic no sería una realidad. Ustedes
se preguntarán, ¿y qué hizo Patty para contribuir a esta historia? Pues ella me
pasó un fic precioso de Remus y Sirius. Gracias a esa historia no puedo pensar
en ellos dos como seres separados que no sienten nada uno por el otro excepto
amistad. No puedo. Gracias a Patty me gustó la pareja que hacen estos dos.
También quiero agradecer a la admirable Sra. Rowling por crear a estos dos
personajes, sin ellos mi fanatismo creciente por Harry Potter no se habría dado
y yo no habría cubierto el logo de Compaq de mi laptop con una calcomanía del
escudo de Hogwarts ^.^;; Ahora es una laptop mágica.
También agradezco a Franco de Vita por escribir canciones tan bonitas que
inspiran historias como esta. (Perdón por cambiar la letra, pero es que sonaba
raro que estuviera la canción dirigida a una mujer siendo este un fic shonen ai
^^; )
Y por último quiero agradecerle a una jovencita (tú sabes quien eres) su apoyo
incondicional en todo lo que hago.
