Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Chimaki Kuori.
Mystoria se lo había advertido, con una seriedad descomunal, digna de él. El químico había dado muestras de implacable molestia y ferocidad que debieron advertirle a Écarlate, pero el hombre, relajado por naturaleza, no advirtió del peligro al que se enfrentaba hasta que fue tarde y Mystoria barrió el suelo con él.
¿La razón? El trabajo.
Era sabido por todos que Écarlate no era un hombre de trabajo estable, tampoco uno muy responsable o decidido a tomar la iniciativa en algo que involucra esfuerzo físico; de la misma forma que se sabía que Mystoria era todo lo contrario, siempre trabajando, siempre buscando formas de superarse. Si bien al principio Mystoria había aceptado a Écarlate en su casa bajo la premisa de que el fotógrafo le traería muebles nuevos y los gastos serían repartidos, con el tiempo las cosas cambiaron de rumbo y una vez establecido, Écarlate volvió a sus viejas costumbres: actuar como si no importara nada más que su cámara y vivir el momento.
Mystoria, por supuesto, se molestó, y por eso dió un ultimátum, o Écarlate buscaba un trabajo estable o podría ir tomando todas sus cosas y buscar un lugar bajo un puente disponible.
—¿De verdad vas a cumplir tu amenaza de echarlo de tu departamento?
Un par de días después del anuncio del ultimátum, Mystoria se encontró con Cardinale en una cafetería de la sección de ciencias de la universidad.
—Por supuesto, me sorprende que lo dudes.
—Honestamente, después de tres años, creí que ya no era posible.
Cardinale alzó los hombros y regresó su atención a su almuerzo, se mantuvo en silencio un par de segundos, hasta que no pudo resistir continuar con el tema:
—Los demás creen que no lo va a conseguir —dijo, en realidad había una apuesta organizada por Kaiser y Caín sobre todos los posibles escenarios de la situación. Él había apostado a que Mystoria terminaba aceptando de vuelta a Écarlate después de echarlo.
—Creo que los demás deberían ocuparse de sus propios problemas, ¿qué no Caín ahora tiene novia y Gestalt está remodelando en su granjita? esas son dos cosas sobre las que podrían entrometerse.
Mystoria no estaba dispuesto a darle vueltas al tema, él ya había dado resolución y no cambiaría de postura. Écarlate tenía dos meses, el tiempo perfecto, para armar un curriculum decente y conseguir un trabajo estable, al fin.
Sus amigos sólo se mostraron seguros de una sola cosa: Écarlate no conseguiría un empleo formal, no era posible, había personas que no habían nacido para trabajar como el resto, personas que no estaban hechas para ser empleados de oficina, o trabajar en servicios, o enseñar algo, o vender cosas…
Debido a eso, cinco semanas después, todos se quedaron sin palabras cuando Écarlate apareció usando un traje.
—¿Qué? —preguntó el fotógrafo cuando se cansó de ser mirado fijamente por todos sus amigos, y Shunrei.
—¿Por qué tú traes eso puesto? —Shion alzó una ceja, sin poder creer lo que veía pero siendo el que más rápido salió de la estupefacción.
—Es lo que debo usar en el trabajo.
—¿Trabajo? —intervino Caín— ¡¿Tú?!
Nadie le creyó al principio, no fue sino hasta que el siempre serio y nada bromista Mystoria lo confirmó. Écaelate se levantaba todas las manañas a las cinco de la mañana, se iba a las seis, y no regresaba hasta las cuatro o cinco, después de una larga jornada laboral de ocho horas que a veces se alargaba un par de minutos.
Era imposible, y más importante aún, nadie le había apostado por ese escenario.
Durante los siguientes dos meses Écarlate fue cambiando poco a poco, y el primero en notarlo, una vez más, fue Mystoria. Empezó con adoptar la postura que tomaba cuando estaba frente a la computadora incluso cuando no estaba con el trabajo, después empezó a hablar sólo y exclusivamente de su trabajo, desde los reportes que tenía que entregar hasta como eran los baños y los mejores lugares para ir a almorzar. Después comenzó a usar su ropa de trabajo todo el tiempo, y empezó a verse cansado, como si toda su vitalidad fuera drenada mientras trabajaba. Parecía un zombie, sólo obsesionado con su trabajo, pensando en él, hablando de él, actuando como si estuviera en él.
Cuando Kaiser, Izo y Mystoria encontraron a Écarlate encerrado en su habitación, que había tapizado con hojas de su trabajo, balbuceando cosas sobre su trabajo, aparentando que estaba frente a su computadora cuando en realidad era un caja de cereal, y presionaba como teclado una hoja de papel.
Era tenebroso… y preocupante, pero más que nada tenebroso.
—Necesitamos hacer una intervención —sentenció Ox, después de escuchar tan escalofriante anécdota.
—Necesitamos llamar a un psiquiatra e internarlo en el centro más alejado de la ciudad —determinó Gestalt, temblando sólo de imaginar tan escalofriante momento.
En ese momento se encontraban en casa de Dohko y Shion, este último había intercambiado una mirada con Cardinale, ambos pensando en lo mismo. Días atrás habían discutido sobre el tema y habían llegado a la resolución de que la única persona que debía hablar con Écarlate era Mystoria, puesto que él lo había llevado a ese extremo.
¿Quién le recordaría a Mystoria sus responsabilidades? Ese era un tema que ninguno quiso discutir.
—Mystoria, es tu turno —dijo de inmediato Death Toll, quien en solitario también había determinado lo mismo.
—Yo no creo que exista algún problema, para mí Écarlate se ve completamente normal.
Mystoria cruzó los brazos y le restó importancia a la discusión. Sí, Écarlate se estaba comportando extraño, pero no era nada comparado a la forma en la que todos sus amigos se comportaban.
—Bien, pero si un día despiertas y lo ves al lado de tu cama sosteniendo un cuchillo, quiero que quede en el acta que tu muerte fue un suicidio, pudiste enviarla —señaló Kaiser—. Fue un placer conocerte.
—Todos ustedes están exagerando, todo está bien y es completamente normal.
Y así pasó un mes más, un mes donde la precaria salud mental de Écarlate se vino aún más abajo y Mystoria poco a poco comenzó a temer por su vida, en especial cuando despertó a mitad de la noche y encontró a Écarlate al lado de su cama, sosteniendo una engrapadora mientras lo miraba fijamente.
—Se me acabaron las grapas…
Todo rastro del antiguo Écarlate había desaparecido, y con el paso de los días Mystoria comenzó a resentirlo; de repente le pareció que estaba viviendo solo de nuevo, sin alguien que hablara sobre las nuevas noticias del mundo, o que todos los días llevara algo para comer que se saliera de lo habitual.
Tal vez se había equivocado; tal vez sus amigos tenían razón y no toda la gente había nacido para tener un trabajo normal, comportarse normal o ser simplemente normal.
—Me equivoqué —dijo, con algo de dificultad, un fin de semana en el que todos sus amigos estaban reunidos, de nuevo, en casa de Dohko y Shion para ver el fútbol—. Écarlate está a una junta de trabajo de vender por completo su alma a esa compañía en la que trabaja y convertirse en su esclavo.
—Creí que nunca escucharía eso —murmuró Ox.
—¿Crees que podrías repetirlo? Lo usaré como tono de llamada.
Death Toll recibió un golpe en la cabeza de parte de Mystoria que casi hacía volar su peluquín nuevo. Podría ser algo orgulloso, pero Mystoria sabía reconocer cuando se equivocaba, y rectificar, que era lo más importante, él sabía rectificar.
—Iré a investigar qué clase de cloaca chupadora de almas es la empresa en la que trabaja Écarlate, ¿quién viene conmigo?
Shunrei fue la primera en alzar la mano, interesada por saber si las oficinas de verdad era como las pintaban las películas, pero Dohko la detuvo. Era una misión suicida, ninguno sabía que tan malvada era la empresa donde trabajaba su amigo, ni los peligros a los que se enfrentarian, era demasiado riesgo para alguien tan joven como Shunrei.
—Shunrei, si no regreso… recuerda que nadie es digno de salir contigo…
Y así, Mystoria dirigió el reducido grupo de amigos, compuesto por Ox (que iba para asegurarse de que nadie hiciera nada ilegal), Dohko, Shion y Gestalt hacia el edificio en el que laboraba Écarlate. Los cuatro fueron los elegidos para la misión, siendo despedidos por el resto de sus compañeros, que debía trabajar, como si fueran héroes camino a una enorme batalla.
Y lo era, una batalla contra una malvada bestia que absorbía la vida de la gente inocente; una bestia que esclavizaba y quitaba todo, tiempo, juventud y estabilidad emocional.
Mystoria dirigió el pequeño ejército, sin paradas, hasta que llegaron a la recepción; ahí, una mujer con un ajustado peinado, y expresión molesta los miró.
—Queremos hablar con el jefe —dijo Mystoria, serio.
¿Su plan? Exigir el despido inmediato de Écarlate, y una mejora en el sistema de trabajo.
—¿Y ustedes son?
Dohko, detrás de su amigo, estaba por intervenir cuando Ox se adelantó, sabiendo que si no lo hacía los echarían a patadas del lugar.
—Departamento de policía de Atenas —expuso, mostrando su placa. Caín lo mataría cuando se enterará.
—Ajá… —la mujer no cambió su expresión.
—Esta es una misión importante de la fuerza de la ley —intervino Dohko— ¿quiere que la arrestemos por obstrucción a la justicia?
La mujer continúo inexpresiva, sólo se movió para tomar el teléfono a su lado y presionar un teléfono. Después de un par de segundos e intercambio de palabras, colgó y los miró, indicándoles que tenían permiso para subir.
Así, el pequeño ejército se dirigió hacia el elevador en el vestíbulo, al menos hasta que la mujer volvió a llamar su atención.
—El elevador es para empleados y trabajadores— dijo, mirando justo una puerta en la esquina, casi al lado de los elevadores: la escalera de incendios.
Con toda la indiferencia que Mystoria pudo mostrar, corrigió su camino y abrió la salida de emergencia, comenzando a subir las escaleras sin mirar atrás. Sus compañeros, por otro lado, se detuvieron para mirar el infinito número de escaleras sobre sus cabezas.
—¿A qué piso nos dirigimos con exactitud? —preguntó Shion, sintiendo que las piernas le temblaban sólo de ver todo lo que tendría que recoger.
—El último, el jefe final siempre está hasta arriba.
Después de responder, Ox siguió a su amigo, escaleras arriba, al igual que Gestalt, que sólo había soltado un chiflido por lo bajo, y Dohko, que había alzado los hombros, mostrando que no tenían más opciones.
—Me hubiera quedado con Shunrei…
Así, el grupo inició su larga, larga, larga subida hasta la cima del edificio, la cumbre del mal, el escondite del dragón, el origen de todos sus problemas. Al principio, una pequeña charla había aminorado su épico viaje de rescate, pero conforme subían, las charlas quedaron olvidadas ante la idea de que alguno desmayarse por el cansancio.
Aunque Ox y Dohko tenían más resistencia física, ambos comenzaron a cansarse más pronto de lo estimado, en especial considerando que ninguno estaba vestido para la ocasión o había calentado antes; frente a ellos, Mystoria no había cambiado la expresión de determinación que se dibujó en su rostro apenas comenzaron a subir, ni siquiera el dolor o el cansancio lo hicieron flaquear; Gestalt estaba soportando bastante bien, pero sus piernas comenzaban a temblar, mientras que Shion, al final, luchaba por no desmayarse.
—Ya… no puedo…
Sin embargo, sus esfuerzos terminaron siendo en vano, puesto que después de diez pisos todo lo que Shion hizo fue sentarse en los escalones, rendido. Dohko, alarmado, no tardó en acercarse a su amigo, sosteniéndolo de forma que la cabeza de Shion quedó sobre sus piernas.
—¡Shion! ¡¿Qué sucede, amigo?! ¡Hablame!
—Ya no puedo, Dohko… —murmuró Shion, agotado— Estoy agotado… quiero irme a casa…
—Resiste, Shion, sólo nos faltan como catorce pisos más.
—No, Dohko… ya no más… déjame aquí… —suplicó Shion— Los esperaré justo en este escalón, tal vez vaya a ver si en este piso tienen algo de comida… pero en definitiva me quedaré aquí, sólo cerraré mis ojos un momento…
—Shion…
—Estoy seguro que ustedes podrán completar la misión —Shion se acomodó sobre las piernas de su amigo—. Por Écarlate, que mi sacrificio no sea en vano…
—Shion… —murmuró Dohko, con lágrimas en los ojos— Shion, te vengaré.
—¡Cielos! La subida les afectó la cabeza —murmuró Gestalt, viendo cómo Dohko ponía con delicadeza a Shion en el suelo, como el soldado caído que era, y se limpiaba las lágrimas.
Después de despedirse de Shion, Dohko comenzó a subir con energía renovada, casi empatando a Mystoria que no se había detenido ni por la triste despedida de Shion. El grupo subió y subió y subió escaleras, hasta que finalmente llegaron al último piso, el piso donde estaba el jefe final.
Mystoria miró a sus compañeros de viaje y una vez que ellos le regresaron la mirada, decididos, abrió la puerta sin titubear.
La habitación en la que entraron eras de colores rojos, frente a ellos había un escritorio, donde no había nadie, lleno de papeles y cosas; del lado izquierdo, había una puerta doble de madera, y a la derecha un largo pasillo que terminaba con las puertas del asesor. El lugar estaba en silencio, ni siquiera el aleteo de una mosca se atrevía a interrumpirlo.
Mystoria no perdió tiempo y abrió la puerta de madera sin presentación, agradeciendo que la asistente no estuviera. Los demás lo siguieron casi pegados a él, y miraron con sorpresa la amplia oficina a la que habían entrado.
Pintada también en rojo, con sillones de cuero negros de un lado y un gran estante lleno de libros en el otro extremo, lo más atractivo de la oficina era sin duda el escritorio de vidrio que estaba hasta el fondo, justo frente al enorme ventanal que cubría esa parte y la parte donde estaban los sillones.
Y sentado en su elegante silla, dándoles la espalda, estaba el enemigo final, el jefe de Écarlate, el dueño de esa malvada corporación.
—Muy bien, señor esclavista, es hora de la verdad —dijo Mystoria, golpeando el escritorio.
Una mano fue lo primero que se dejó ver, mano que dejó en su lugar el auricular de un teléfono que estaba sobre el escritorio; después la silla giró lentamente, dejando ver a su enemigo, el villano de la historia, el origen de todos sus males.
—¡¿Shijima?! —exclamó el grupo de guerreros cuando vieron que su enemigo era un viejo amigo.
Shijima estaba a punto de saludar a sus amigos y preguntarles por qué parecía que habían corrido un maratón cuando Mystoria lanzó un rugido molesto seguido de un "¡Te voy a matar!" que sonaba bastante serio y lo obligó a levantarse de su lugar y salir corriendo por su vida.
—Vaya, pero que buen giro de acontecimientos —murmuró Gestalt, viendo cómo Shijima corría alrededor de toda su oficina, saltando objetos y arrojándole a Mystoria todo lo que se encontraba en su camino.
Dohko, por su parte, se recostó en uno de los sofás de cuero y esperó hasta que Ox logró ser la voz de la razón y calmar la reciente furia de Mystoria. Lamentablemente, fue algo tarde, debido a que primero tuvo que aparecer Hysminai, alertada por el bullicio en la oficina principal, cargando una vieja y reluciente escopeta, a punto de deshacerse de cualquiera que atentara contra la integridad de su millonario jefe.
—... ya veo —Shijima asintió en comprensión, después de que le explicaran toda la situación. Ya todos más calmados—. No puedo creer que Écarlate tenga un trabajo…
—Lo dijo el hombre que sólo iba a su empleo dos horas al día y después resultó ser un heredero multimillonario que nunca ha necesitado trabajar —señaló Dohko.
—Como verás Shijima, está situación se ha vuelto insostenible —ignorando a su amigo, Ox miró a Shijima.
—Esta es una empresa corrupta que se dedica a explotar a sus empleados empleando las técnicas más bajas, y de reglamento, del capitalismo —Mystoria golpeó el escritorio, con expresión dura e inflexible—. Deberías sentir vergüenza.
Shijima alzó los hombros.
—... este sería un buen momento para sacar mi teléfono celular con funda de oro y la chaqueta con botones de diamantes que me regalaron los tíos de Shaka —murmuró Shijima en voz alta, provocando que Mystoria casi se levantara para volver a corretearlo.
En su lugar, Dohko lo hizo a un lado y golpeó con las dos manos el escritorio.
—¡Shijima! ¡Este no es el momento para uno de tus momentos! —dijo, con una expresión seria— Perdimos a Shion en la misión de este día… —la voz de Dohko se quebró, pero la determinación continuó brillando en sus ojos— No podemos perder a Écarlate también… Por Shion, debemos vengarlo…
—¿Esto es sobre Écarlate o Shion? —preguntó Shijima, alzando una ceja.
—Escucha, Shijima, no pedimos mucho, sólo queremos que despidas a Écarlate… —explicó Gestalt.
—Inmediatamente —concordó Mystoria—. O llamaré a la prensa y le diré a todo el mundo que tu división en Grecia explota a sus trabajadores…
—Si puedes, por favor —terminó Ox, con tono amable.
Shijima se mantuvo en su elegante silla al frente de su imponente escritorio. Con expresión seria, miró el rostro de sus cuatro amigos uno a uno, y después al pequeño reloj que tenía sobre su pared derecha.
—Tengo una junta de negocios.
Shijima se levantó, a su lado, su asistente extendió un saco negro muy elegante y una corbata roja que le puso con cuidado. Apenas terminó de vestirse correctamente, Shijima les dedicó una mirada de reojo.
—Caballeros.
Se despidió, caminando hacia la salida de su oficina con Hysminai siguiéndolo de cerca.
Mystoria no tardó en seguirlo, con sus amigos pisándole los talones, esperando poder continuar con la discusión, no dispuesto a rendirse hasta escuchar una respuesta positiva. Sin embargo fue detenido por la recepcionista de mirada aburrida antes de poder entrar al elevador junto con su multimillonario amigo. Ninguno supo qué estaba haciendo ella ahí, pero no fue bueno.
—El ascensor es de uso exclusivo de trabajadores y gente con cita —dijo la mujer, señalando la puerta por la que habían entrado, donde estaban las escaleras.
—Recuerdenme asesinar a Shijima cuando volvamos a verlo.
Gestalt endureció sus facciones cuando la recepcionista lo miró con sorpresa. Detrás de él, Ox sólo le dió una palmada en el hombro y caminó hacia la puerta, directo a las escaleras de emergencia, seguido de Dohko.
Mystoria quiso quedarse, pero no tardó en entender que a veces era bueno retroceder. Era bueno ceder algunas batallas en pro de obtener la victoria en la guerra. El asunto aún no se terminaba, y ahora que sabía quién era el dueño, y lo conocía desde hacía más de cinco años, esperaba que las cosas fueran más sencillas.
Así, el grupo bajó de nuevo las escaleras, encontrándose a Shion en el escalón donde dijo que estaría con un vaso de agua y una galleta. Para cuando terminaron de bajar, Shion ya estaba enterado de todo y cada uno de los detalles, incluyendo la vieja escopeta que tenía Hysminai.
—Esa cosa debe tener como cien años…
—¿A quién rayos le importa cómo estaban armados? Debemos llamar a la prensa y denunciar a esta empresa del mal con todo el mundo, si dañamos su imagen apuesto a que Shijima no tendrá más opciones que despedir a Écarlate…
—Mystoria, creo que ya está hecho —Shion sostuvo a su amigo de los hombros una vez que salieron del edificio—. Si Shijima lo sabe todo está bien.
—Le das demasiado mérito a un hombre que dice que existen tres versiones de él que lo maltratan o lo benefician —negó Gestalt.
—Solo confíen, Shijima es nuestro amigo, él nos ayudará, podrá ser un loco, pero se preocupa por nosotros.
Mystoria se mantuvo en silencio. Si bien la situación estaba escalando, conocía a Shijima lo suficiente para creer en las palabras de Shion, y si no… la prensa se enteraría.
Dos semanas después, el pequeño batallón estaba reunido con el resto del ejército, todos viendo a Écarlate tomarle una foto a Shunrei y sus amigas.
—¡Esta es la buena, chicas! Tardaré uno o dos días en sacarla, pero les aseguro que todas tendrán una copia de su foto.
—¿Y no puedes sacarlas ahora? Sólo hay que ir a imprimir…
—¡¿Cómo te atreves a preguntar eso?! —preguntó Écarlate, escandalizado, mirando a Freya como si la chica hubiera dicho una locura— La fotografía es un arte, sacar una foto al mundo requiere un cuidadoso maravilloso trabajo que inicia cuando…
Mystoria asintió cuando comenzó a escuchar una larga e innecesaria explicación sobre el arte de las fotografías.
Écarlate había regresado.
—¿Cuál fue la justificación de Shijima para despedirlo? —preguntó Caín, mirando a Mystoria.
—La sede en Grecia ha decidido modernizar sus instalaciones para estar a la altura de un país tan avanzado como este, así que decidieron prescindir de los servicios del chico de las copias dándole una copiadora a cada uno de los trabajadores…
Los amigos compartieron una sonrisa. Sí, eso sonaba bien para ellos, y al menos a Écarlate le dieron su liquidación, y un poquito más por ser tan entregado a su trabajo.
