Disclaimer: Luces, cámara, ¡acción!


Una Historia

Se mantiene en el borde, con sus dorados cabellos arremolinándose a su alrededor a lo que parece ser un millón de kilómetros por hora; debajo, nubes apacibles salpicadas de tonos suaves cubren la amplia extensión de tierra que por ellos pacientemente espera.

En más de una forma, es solo una caída libre de allí en adelante.

Y aunque ella siempre ha intentado vivir indirectamente al límite, su inmediato presente parece tan peligroso que bien debería ser su gemela, Lana Loud, quien llevase a cabo su siguiente acción.

Se recuerda a sí misma, por ello, que cuenta con un paracaídas atado a la espalda, y que Lincoln, su hermano, está justo detrás de ella. Un sentimiento cálido palpita en su pecho cuando se gira para mirarle, durante un único y solitario segundo, antes de finalmente decidirse a saltar.

"¡Te amo!", grita casi inmediatamente al aire, mientras cae fuera del avión, tan rápido que, por un breve instante, incluso la gravedad le pierde el rastro. Sabe que no podrá oírla, y aun así, no puede evitar desear que el más leve susurro de sus palabras llegue a él.

Se siente entusiasmada, eufórica inclusive, y tira de las correas para que el paracaídas salga disparado de su espalda una vez es necesario.

Está segura, las emociones lentamente se equilibran y, sin embargo...

El noventa y nueve punto nueve por ciento de todos los cuentos de hadas comienzan con un joven héroe, y el de la historia de Lola está detrás de ella, flotando a un ritmo un poco más comedido. Están rodeados por un cielo azul brillante, y todo lo que ella quiere hacer es estirar su mano, tomar la suya y enredar sus dedos con los de él.

Su cuento de hadas comienza cuando salta de un avión, precipitándose en espiral hacia el suelo a una velocidad tan frenética que siente que se va a estrellar contra el en menos de un segundo.

Él la ayuda, y la salva, por supuesto, en más de un sentido; no es la primera vez que lo hace, ni tampoco será la última.

Sus paracaídas se enredan una vez llegan al suelo. Ella está atrapada en su pesado traje naranja con las mejillas sonrosadas, los ojos llorosos y el cabello revuelto por el viento. Lincoln le dice aun así que es hermosa, y ella se obliga a si misma a retener un sollozo quedo.

"Lo eres", murmura él, una vez su hermana intenta negar su afirmación. "Lo eres", repite enfáticamente, mientras ella continua sacudiendo la cabeza con negativa vehemencia, y él solo sonríe, comprensivamente, al mismo tiempo que se acerca y extiende su mano derecha para intentar alisar su cabello alborotado.

Casi está a punto de besarla, pero no se atreve.

El principio de una historia.

~0~

Las gemelas que alguna vez ayudaron a dar vida a la casa Loud eventualmente crecen y toman caminos separados, no obstante, los lazos que las unen son, según se esperaría, lazos para toda la vida. Así, en un principio, Lola nunca pasa una semana sin realizar una llamada telefónica y nunca pasa un día sin recibir un mensaje de texto de Lana; sin embargo, le ofrecen un contrato para hacer una película y considera el nunca mirar atrás.

Luego está Lincoln. Él va a la universidad. Ella no. Él consigue un trabajo estable. Ella no. Logra, contra el pronostico de todos los escépticos, todo lo que muy pocos esperaban que lograse.

Ella no.

Y está bien, le gusta desafiar las expectativas, escribir lo contrario en un papel en blanco, huir y dejar atrás su vida. Ella desearía poder mantener los pies plantados firmemente en el suelo, para poder exhalar un te amo que él pudiese escuchar, pero ello parece ser poco más que una imposibilidad lejana. En su lugar, firma aquel contrato y se aleja de Royal Woods.

Tiene ahora dieciocho años.

~0~

Durante una pausa en la filmación, cuando está intentado, y fracasando, en interpretar una escena de ruptura junto a un actor al que apenas conoce, está a punto de llorar de pura frustración y piensa, en un momento de desesperación, que aquella no es la vida para ella, que no esta hecha para lograr aquello que se ha propuesto lograr.

Su teléfono suena y ella contesta sin comprobar el nombre o el número de quien la llama. Su voz, de alguna manera, se las arregla para sonar cálida en el otro extremo, a cientos, sino miles de kilómetros de distancia.

"Te extraño", reconoce naturalmente él en algún punto de su conversación; y antes de que ella pueda ofrecer respuesta alguna, continúa y le dice que volará para verla, ignorando todos sus contraargumentos y su sugerencia de esperar.

Se reencontraran en tres días.

~0~

Un pequeño restaurante es el sitio elegido para su encuentro; es casi medianoche cuando llega su vuelo, mas él insiste. Ella le dice que es el mejor en las cercanías, pero, en realidad, es un lugar promedio, y todo lo que honestamente puede pagar. Lincoln trabaja ahora para una reconocida firma de diseños por encargo, y si lo que ha escuchado posee algún grado de verdad, está segura de que tiene suficiente dinero en su billetera para pagar los platillos de casi cualquier restaurante.

"Luces diferente", comenta él, luego de un bocado; y ella no puede saber si lo dice como un cumplido o no. Decide ser optimista y sonríe por encima del borde de su vaso a medio llenar.

"Tú también luces diferente".

En secreto, ella lo ha estado mirando toda la noche, tratando de entender sus cambios. Es más alto, más atlético y más audaz; el torpe y escuálido niño de su niñez desapareció hace mucho, no obstante, y para su quizá egoísta satisfacción, el joven que le decía que se veía hermosa, envuelta en la seda un paracaídas con los ojos llorosos y el cabello arremolinado por el viento, permanece. "Cuéntame sobre el trabajo".

Lincoln se encoge casualmente de hombros ante su petición. "Ya sabes, es lo usual. Tinta, papel, esquemas, bosquejos, decenas de personas corriendo de un lado a otro porque no están seguros de poder terminar su proyecto a tiempo. No es tan emocionante una vez te acostumbras", comenta simplemente. "Aunque se me permite utilizar el equipo para editar e imprimir algunos de mis comics", agrega después, con una pequeña sonrisa ahora plasmada en sus labios.

"Entonces es perfecto para ti", acompaña ella, con su propia y genuina sonrisa, porque aunque los gustos de su familiar nunca han sido totalmente afines a los suyos, le alegra saber que él es feliz, o al menos, que así lo aparenta.

"¿Cómo te va a ti?", interroga él, mientras la mira fijamente.

Lola se toma un momento antes de responder, y trata de averiguar cuál es su objetivo al buscarla así, de tan insistente manera. Se pregunta si está tratando de jugar a ser el príncipe, el héroe o el caballero de brillante armadura. Espera a medias que sea una suma de todo lo anterior; y se maldice a medias a sí misma por ser tan egoísta, por querer que él la ame a pesar de que no sabe si podrá corresponderle.

"Estoy… yo", dice, en tanto un suave suspiro escapa de sus labios. "Escuchaste sobre la película, ¿verdad? Es una gran producción, aparentemente". Ella no lo dice en broma, pero él se ríe de todos modos. "Va a ser distribuida a nivel nacional".

"Vaya, eso es genial", entona Lincoln. Su expresión se suaviza, y ella baja la mirada a la mesa, a sus comidas a medio terminar y al centímetro de distancia entre sus manos. Tan cerca, y…

"Sí", afirma, y luego toma un largo sorbo de su bebida. No se le ocurre nada más que decir. Nunca habían tenido espacios como este en sus conversaciones de hace un año, pero ahora todo parece ser diferente, son ellos quizá diferentes.

A medida que pasan los segundos, Lincoln la mira y ella lo mira a él. Sus ojos se encuentran y parece que no pueden apartar la mirada. Están cerca, muy cerca, de hacer algo, cualquier cosa, tocarse, incluso besarse; y Lola requiere de un solo segundo para darse cuenta de que tiene miedo.

Ella no quiere romper el perfecto equilibrio entre sus miradas, y aun así, lo hace.

"Si tan solo…", empieza, mas no se permite terminar el pensamiento. Ella levanta su cartera, pero Lincoln niega suavemente con la cabeza, depositando su propio dinero sobre la mesa. La mesera retira sus platos y Lola intenta excusarse en voz baja.

"Te acompaño a casa", ofrece él. Su hermana asiente en silencio, de alguna manera incapaz de hacer más. Lincoln sostiene la puerta abierta para ella; una campanilla suena cuando salen a la lluvia.

Aunque corren, su cabello está totalmente mojado al llegar a la puerta de su pequeño apartamento. Y ésta, se da cuenta Lola, es la parte difícil. Ella es una joven perspicaz que conoce todos los trucos del libro, e intuye, con justa razón, que él también los conoce.

Lincoln simplemente la observa mientras ella permanece allí, torpemente, balanceándose hacia adelante y hacia atrás sobre sus tacones. Está empapada y tiritando, pero se niega a abrir la puerta. Debería entrar, prepararse una taza de chocolate caliente y tratar de olvidar aquel encuentro. Él sabe, y entiende, que ella no quiere estar atada a su pasado cuando está a punto de comenzar una nueva vida.

Debería entrar y, a pesar de ello, no lo hace.

"Toma", la auxilia Lincoln, colocando su abrigo sobre sus hombros y rozando casi con los dedos su piel mojada. Lola se estremece, replegándose sobre sí misma bajo las mangas demasiado largas que llevan el aroma de su hermano.

Y luego, de repente, su mano está en su cabello, enredándose en mechones húmedos; la atrae hacia él, y sus labios se encuentran en un beso frenético que dura lo suficiente como para dejarla sin aliento.

"Yo…", comienza a decir algo, pero su siguiente palabra es amortiguada por el sonido de la lluvia y sus labios contra su piel. "Tú…"

Lola finge no escucharlo; en cambio, le permite la entrada a su hogar, a su corazón, a un lugar que siempre ha protegido de él, por él, para él. Ella sabe, mientras le quita toda la ropa mojada y respira contra la curva en su garganta, que aquel es el final de todo lo que alguna vez han sido.

El comienzo de algo nuevo.

~0~

Ella se despierta antes que Lincoln y lo observa dormir, con la línea ligeramente bronceada de su espalda desnuda curvándose hermosamente contra sus sábanas blancas. La palabra hermoso se repite abruptamente en su cabeza, aunque no se atreve a pronunciarla en voz alta, por miedo a interrumpir el momento.

Y entonces, tras algunos segundos de indecisión, huye. Se pone un abrigo sobre su pijama, agarra un paraguas adornado con estrellas rosadas y se sienta en el callejón detrás de su edificio de apartamentos, apoyando la cabeza contra la pared de ladrillo y dejando que el sonido de la lluvia la acompañe en su dolor.

Lincoln se va en el vuelo de las ocho y quince de regreso a Royal Woods; una hora después, Lola recoge las sabanas, las arroja a la lavadora y espera junto a ella hasta que salen húmedas y limpias.

Una solitaria y silenciosa lágrima recorre su mejilla.

~0~

Nueve meses después, la película está lista para ser exhibida en los cines de todo el país.

Lincoln le escribe cartas, le deja mensajes, ninguno de los cuales ella responde. Tiene más miedo de su perdón que de su ira, si ha de ser sincera.

Se da cuenta, algunos días antes del primer estreno, que necesita una cita para dicho evento, un rostro conocido, familiar, alguien que la aleje de la reciente soledad que poco a poco amenaza con consumirla.

Lana es su elección.

"¡Oh, vaya! Ahora quieres hablar conmigo, justo cuando necesitas un gran favor", se queja su gemela, con buen humor, a través del teléfono; y Lola sabe que está perdonada por todos los meses de poco o ningún contacto.

Quiere poder liberarse de su pasado y, sin embargo, los lazos que existen entre ella y Lana parecen ser demasiado fuertes como para siquiera considerar el intentar alejarse en aquel momento. Así, va en la dirección contraria y trabaja para fortalecerlos.

Estar con su hermana la hace lo suficientemente feliz.

Lana la acompaña a comprar un vestido; van a una boutique que en cualquier otra oportunidad resultaría ser demasiado costosa para ser una opción, pero Lola no repara en ello, porque sabe que hay un gran cheque de pago en el correo firmado a su nombre; en pocos días finalmente podrá lucir y sentirse como la estrella que siempre ha deseado e intentado ser.

"Es rosa", juzga Lana, en un momento dado, luciendo disgustada mientras manipula con desagrado un vestido de lentejuelas. Se parece al que usó para participar en el concurso que le permitió a ella y a Lincoln visitar aquel parque temático años atrás.

"Y por eso es perfecto", defiende Lola, con un dejo de añoranza, extendiéndolo a lo largo del estante para que puedan visualizarlo mejor. Acaba siendo cuadrado y deforme, y ella frunce el ceño en consecuencia. "…O no".

Al final, a sugerencia de su hermana, Lana elige para ella un sencillo vestido azul que se abre justo por encima de sus rodillas porque, aparentemente, su mejor overol, aquel que solo tiene unas pequeñas y casi imperceptibles manchas de grasa y aceite, no es suficiente.

Lola escoge por su parte un vestido blanco, ligeramente escotado, sin tirantes, con un sutil hilado anaranjado que, sin ella saberlo, da fe de su nostalgia.

"Te vas a ver muy bien, Lols", le dice Lana, mientras se admiran en los espejos de trescientos sesenta grados.

"Si", responde Lola, a través de pequeño suspiro. Quiere poder capturar aquel momento, porque no sabe cuándo podrá volver a sentirse tan unida a su gemela. Han pasado semanas, meses, desde que realmente hablaron, y parece que, al menos por ahora, ella ha sido real y sinceramente perdonada.

La comprensión de esa conexión, la que ha puesto a prueba los límites del tiempo y del espacio, la asusta. Y por un breve instante, desea poder subirse a un avión y volar lejos, hacia el glorioso azul, donde podría permanecer a salvo, sin ser jamás alcanzada.

Huir es el único tipo de salvación que conoce.

~0~

Lola nunca, jamás, se ha sentido tan examinada como en esa noche.

El preestreno está sorprendentemente lleno, un gran logro en si mismo para una película de presupuesto moderado. Hay decenas de cámaras y cientos de flashes; también hay lentejuelas, adornos, brillos, pestañas perfectamente rizadas y labios cuidadosamente delineados en rojo.

Se siente demasiado baja y demasiado alta, demasiado delgada y demasiado gorda; siente que todo está mal en ella. Guarda los sentimientos para sí misma, no obstante, principalmente porque se supone que debe ser feliz. Este es el momento en el que su vida realmente empieza, el principio de algo diferente, algo completamente nuevo y mejor.

Resulta demasiado aun así, y vomita horas después en el baño de su habitación de hotel.

"Huh", resopla absolutamente ensimismada; la forma en que todo lo que ha comido en la fiesta se entremezcla con el alcohol la fascina; y le resulta peligrosamente fácil el sentirse mejor consigo misma sabiendo que su estómago está ahora limpio y vacío.

Lana llama a la puerta. "Lola, ¿estás bien?"

Y ella casi le dice.

Casi entona, sí, vomité, pero ahora ya me siento mejor, lo cual es cierto, mas no puede evitar sentir que necesita mantener en secreto lo que ha hecho, porque si lo dice, su hermana conectará los puntos y de alguna manera descubrirá el mensaje oculto en sus palabras.

Entonces, en su lugar, se aclara la garganta, se limpia los ojos y pone una sonrisa falsa en su rostro. Este es también el comienzo de algo que ella no alcanza a comprender en aquel instante, su verdadera carrera como actriz, una que ocurre totalmente fuera de cualquier set o escenario.

"Si, estoy bien", responde Lola, tirando del dobladillo de su vestido.

Las paredes se cierran a su alrededor.

~0~

"Vi la película", le comenta Lincoln, una semana después. No sabe por qué responde a esa llamada, de entre todas las que ha ignorado o silenciado en cada ocasión en la que su teléfono vibró en su bolsillo. Tal vez lo hace porque aún piensa en aquella noche, anhelando lo imposible, deseando haber podido agarrar su brazo mientras caminaba por la alfombra roja, sostener su mano y florecer bajo sus atenciones.

"¿De verdad?", pregunta ella, fingiendo una curiosidad sincera, como si no lo hubiera estado evitando durante los últimos meses, huyendo de los sentimientos con los cuales no está preparada para lidiar. "¿Qué te pareció?"

Hay una pausa, y ella casi puede ver su sonrisa. "Fue increíble, por supuesto. Estuviste increíble".

Ella se burla, por modestia y por verdadero escepticismo. "¿En serio? Pensé que era... insulsa", dice, y casi se ríe luego de pronunciar aquella última palabra, porque por alguna razón la hace sonar mucho mayor de lo que realmente es.

Se oye un crujido al otro lado de la línea; ella reconoce el sonido. Es su cabello, rozando el auricular mientras niega con la cabeza. "Escúchame Lola, lo hiciste muy bien, estuviste increíble. Confía en mí".

Ella acepta el cumplido, esta vez. "Gracias".

Hay un silencio incómodo, y el teléfono que está usando crepita penosamente en su oído mientras observa a los peatones y autos pasar a través de las ventanas del hotel.

"Te extraño", dice, por segunda ocasión en menos de un año.

Lola cierra los ojos con fuerza. "¡No! ¡No me extrañes!", piensa. "¡Solo te estás lastimando a ti mismo!", continua en su mente, con efusiva desesperación.

Odia que él la extrañe, que la perdone por cualquier cosa, por todo, por nada; odia que él no pueda odiarla incluso ahora, cuando todo lo que hace es herirlo, herirlos.

Se odia a si misma.

Y aun así, al final, en contra de su mejor juicio, no puede evitar responder. "Yo también te extraño", vocaliza, solo para arrepentirse un segundo después, una vez sabe que ya no tiene opción de retractarse.

"Entonces volveré a visitarte", dice él, con naturalidad, como si fuera la cosa más simple del mundo. "Puedo…"

"Yo…", ella toma aire, tratando de asegurarse de que su voz no tiemble. "No creo que debas hacerlo".

En medio de una nueva pausa, Lola puede oír que la respiración de su hermano se vuelve inestable; nerviosa, se clava las uñas en la palma de la mano, dejando una serie de muescas en forma de media luna en su piel.

"¿Por que no?", es todo lo que él decide preguntar.

"No puedo", responde ella. "Yo solo... no es...", prosigue, luchando por encontrar las palabras para aquello que debe decir. "No puedo hacer esto. No contigo".

Y le duele, y la consume, el saber que él la ama y que ella quiere corresponder su amor, mas no se lo permitirá, porque tiene miedo, miedo de revelar sus sentimientos, de mostrarse vulnerable, de ofrecerle a alguien más la capacidad de destruir a Lola Loud.

"Lola…", intenta Lincoln.

La tristeza en su voz la hace a ella querer llorar. No sucede aún así, y, en su lugar, traga, y prepara las palabras que usará para finalmente romper su corazón.

"No quiero estar atada a ti mientras intento ser alguien", dice, estremeciéndose ante la dureza inesperada de sus palabras. Si están teniendo tanto impacto en ella, solo puede imaginar el dolor que le están causando a su hermano. "Necesito ser libre, para tratar de lograrlo, y contigo…", se interrumpe al sentir su garganta estrecharse y sus ojos arder. "Contigo me siento segura y terriblemente asustada al mismo tiempo, contigo soy todo y nada a la vez, contigo yo…", susurra en silencio ella, desde los recovecos más profundos de su propio corazón, donde moran todos aquellos sentimientos y emociones que jamás ha sido realmente capaz de afrontar.

"Está bien, lo… lo entiendo", expresa él, luego de una tensa pausa, con total y falsa entereza. "Supongo que este es entonces el adiós, Lola", dice, pronunciando su nombre de la forma en la que siempre lo ha hecho, aquella que musita un en ocasiones no tan secreto te amo.

"Adiós, Lincoln", se despide ella, antes de terminar la llamada, antes de que las amargas lagrimas que con tanto esfuerzo ha contenido escapen de su prisión.

La mejor y la peor de las decisiones.

~0~

Protagoniza otra película, y firma un contrato de tres temporadas para un próximo programa de televisión.

Su vida está floreciendo y, sin embargo, se descubre a sí misma odiando el reflejo que aparece en el espejo, queriendo golpear su cabeza contra la pared cuando ve una pequeña imperfección.

Se encuentra encorvada sobre los inodoros de las habitaciones de hotel más a menudo de lo que le gustaría reconocer, algunas de esas veces con sus propios dedos en la garganta.

Odia automáticamente cualquier revista que lleve su foto en la portada, y siempre se las arregla para encontrar fallas en la aerografía impecable de sus propias fotografías.

Odia que nada le falte, que todos le sonrían, que nadie la cuestione.

Odio.

La emoción que ahora gobierna su vida.

~0~

Se halla a sí misma en Viena, sentada en una azotea con un martini en la mano. Es una bebida sutil, algo endeble, pero que funciona. Las luces de la ciudad son gloriosas, y ella, una vez más, desea poder caer libremente desde el borde del edificio y precipitarse al suelo, aterrizando entre las filas de autos que se mueven a toda velocidad.

No es un deseo de muerte el suyo; de hecho, es todo lo contrario. Es un deseo de vivir, libre de miedos, de conceptos erróneos y oportunidades perdidas. Es un deseo de poder volver a casa, correr a los brazos de Lincoln y no sentir náuseas cuando él le susurre esas dos palabras, cinco letras, al oído.

Deseos y nada más.

~0~

"Eres Lola Loud, ¿verdad?", es la pregunta que la saluda minutos después de sentarse en un bar ubicado en el centro de Londres.

Está agradecida de regresar a un país de habla inglesa; ha echado de menos el idioma y sabe ahora cómo apreciar un poco más la seguridad que mana de lo familiar.

También sabe apreciar el que su rostro sea reconocible, que su nombre signifique algo hoy en día.

"La única", responde ella, con una pequeña sonrisa, dirigiendo sus palabras al hombre que se apoya en la barra a su lado; ha aprendido nuevamente con el tiempo a ser tímida, a fingir confianza, a coquetear sin exponer jamás a nadie su corazón.

El extraño sonríe en respuesta a sus palabras, de una forma que Lola encuentra levemente atractiva; tiene un piercing en la oreja izquierda y un tatuaje apenas visible bajo el cuello de su camiseta blanca.

"He visto todas tus películas", dice él, en un evidente intento por continuar con la conversación.

"¿Las dos?", lo interroga, con un sutil y bien practicado sarcasmo, mientras golpea rítmicamente sus dedos contra el mostrador, a la espera de su siguiente bebida. Sabe ahora cómo tocar todas las notas correctas en una conversación como está; en que momento presentarse audaz, y en cual ser tímida; cómo parecer interesada sin mostrase desesperada. "Que sea él quien siempre asuma todo el riesgo…", acompaña reflexivamente en su mente, con una pizca de amargura.

"Sí, las dos", responde el aún desconocido antes de tomar un sorbo de su cerveza. "También te vi en ese canal de YouTube, el de moda", afirma, un instante después. "Mm… ¿como…?"

"Totes Faxion", interrumpe y soluciona Lola la incompleta pregunta, ahora con total neutralidad.

"Ese mismo", celebra él, excesivamente jubiloso, sin notar el cambio en el tono de su voz. "Solía verlo, ¿sabes? Aunque al principio creí…"

Un relato divertido, quizás, que se pierde en la vorágine de recuerdos que asaltan sin aviso a la joven Loud.

Fue una idea simple aquella, en realidad; decenas de vestidos y diseños a medio terminar; ella, como única modelo; su primer contacto claro y deliberado con el mundo audiovisual; la creciente confianza en su paso, y la forma en que solía sonreír a través de la lente de una cámara risueña y atrapaba a Lincoln devolviéndole la sonrisa.

Todos ellos eventos que parecen haber sucedido hace ya mucho tiempo, que parecen ahora pertenecer a otra versión de si misma.

"¿Oye, estas bi…?"

Sin dejarlo nuevamente terminar, Lola lo agarra por el cuello y le acerca para darle un beso, sin que ninguno de los dos esté preparado para ello. Sus cálidos labios no son los de Lincoln, pero en la ligera bruma inducida por el alcohol, están lo suficientemente cerca como para que ella pueda fingir; después de todo, como ella misma ya ha empezado a entender, la mayor parte de su mejor actuación siempre ha ocurrido fuera del set.

Su beso se vuelve acalorado; están apoyados contra la pared. Lola no se preocupa por ser reconocida, porque está segura de que nadie asumirá que es la chica ligeramente borracha que se besa con un completo desconocido en la parte trasera del bar.

Odia la forma en que todos, Lincoln principalmente, siempre piensan y esperan lo mejor de ella.

El primer paso hacia la autodestrucción.

~0~

Aparece en los titulares de los periódicos y en las portadas de las revistas al día siguiente, junto con fotos borrosas de ella en el bar. Lola Loud fue captada besuqueándose con un desconocido en un bar de Londres.

"Genial, simplemente genial", considera amargamente, antes de salir de la farmacia y tirar la revista a la basura.

Lana es quien la llama, horas después. "Bonitas fotos, Lols. ¿Estás tratando de sacar a relucir tu Lindsay Sweetwater interior?"

Odia inmediatamente la idea de estar relacionada a un, en su opinión, nombre tan infame. "Fue un error, simplemente sucedió", se defiende Lola en voz baja, con ligera pero aun evidente irritación.

"¿Ah, sí?, bueno, si eso es todo lo que fue", acepta rápidamente Lana la escueta explicación, sin querer, en ese preciso momento, exacerbar en demasía el genio de su hermana. "Solo espero que lo próximo que sepa de ti no sea: detienen a princesita remilgada por conducir en estado de embriaguez; le grito a los policías, ¿qué acaso no saben quien soy yo?", advierte a su gemela, en tono humorístico.

Lola bufa indignamente, antes de reír, porque aunque dicho futuro es, en el mejor de los casos, posible, está muy lejos de ser probable. "Procurare… procurare que no sea así", promete a Lana entre risas.

Lo improbable no refleja lo imposible.

~0~

Ella aborda otro avión y regresa a casa, o lo más cerca que puede llegar sin sentir que está tentando al destino. Se aloja en un hotel en la parte sur de una ciudad cercana, relativamente lejos de Royal Woods. Allí, se entera de una fiesta a través de simples conversaciones; el actor con el que trabajó en su primera película la organiza, y ella va.

No conoce personalmente a nadie, pero todas las caras le son familiares, las ha visto en las portadas de revistas y en anuncios de televisión; así que se queda cerca de la barra, bebiendo una copa tras otra.

Ayuda, pero es solo una cura a corto plazo para todos sus sentimientos conflictivos, y sabe que se despertará por la mañana arrepintiéndose de ello.

En el transcurso de la noche, besa a dos chicos cuyos nombres jamás aprende, y termina sin sostén y usando la camisa de otra persona, desplomada en el callejón detrás del edificio. Una sensación de déjà vu la abruma, aunque rápidamente se da cuenta de que son solo náuseas.

Vomita sobre el borde de un contenedor de basura. Y entonces, en su silencio borrado por las lágrimas, no puede evitar revisar su teléfono. La pantalla está en blanco, no hay mensajes nuevos, ni llamadas perdidas.

Lola deja escapar un largo suspiro, y se distrae brevemente al ver como el mismo se desvanece frente a ella.

Si alguna vez hubo un momento para un hada madrina, un genio, o un deseo, sería este. Su cuento de hadas se ha descarrilado y no sabe cómo ya darle sentido, cómo reescribir la historia y corregir todos sus errores. La única opción posible que ve es huir, como siempre hace, dejando más y más desastres a su paso.

El cielo nocturno sobre ella brilla intensamente, con miles estrellas y las pequeñas luces parpadeantes de varios aviones. Pide un deseo a cada estrella que puede ver, pero todas le fallan.

¿Tienen todos lo cuentos de hada un final feliz?

~0~

Un avión la lleva a Praga, y otro a Copenhague; recorre Varsovia, y luego París; se refugia en Bruselas, y también en Ámsterdam.

Todos ellos lugares a los que alguna vez quiso poder ir.

Su desesperado escape la acerca a una tierra familiar, que ha visto en sueños, pero cuyo nombre no se molesta en recordar; una tierra de cielos grises, donde camina sumergida bajo un grueso impermeable, tratando de permanecer irreconocible para las personas que se arremolinan a su alrededor.

Está cansada, francamente hastiada, y lo último que quiere es firmar otro trozo de papel que algún turista o algún fan saca de su bolso o su billetera. Lo último que quiere es escuchar las palabras: "¿Eres Lola Loud?", porque no sabe ya cómo responderlas.

"Una vez lo fui", quizá.

Ella puede apenas hilar tal pensamiento. No sabe exactamente quién es ahora; solo otra chica perdida tal vez, una alguna vez brillante estrella, nadie que signifique nada para nadie. Y todo es su culpa, porque ella ha alejado a todos, y ahora...

Ahora solo está sentada allí, como una damisela en apuros, aunque está lejos de estar atrapada en la cima de una torre. Ha entregado, comido y sobrevivido a la manzana envenenada, porque siempre ha sido su destino ser bruja y princesa. Una descarriada, sin identidad, que ahora busca en las estrellas la respuesta al cómo seguir adelante, cómo prosperar después de un largo invierno de letargo.

Érase una vez una princesa que inventó su propio felices para siempre.

~0~

Abordar y luego bajar del siguiente vuelo a Royal Woods es, quizá, lo más aterrador que ha hecho jamás.

Desde el aeropuerto, tarda una hora en encontrar el camino hacia el apartamento de Lincoln; todo lo que tiene es un mensaje de Lana, un paraguas empapado y la ropa que lleva puesta. Está delgada, el rímel le recorre las mejillas y su andar es lento e inseguro. No tiene nada que ofrecer a nadie, y lo único que espera es que él vea en ella aquello que todos los demás, incluida ella misma, han olvidado, que vuelva a encender esa chispa que solía tener cuando le ayudaba a prepararse para un concurso, cuando le sonreía, con cariño y amor, a través de la lente de una cámara.

En 3, 2…

Llama a su puerta, suavemente al principio y luego con más fuerza.

Él abre, y ella casi tropieza y cae de rodillas. Está cansada, mojada y tiene frío, y quiere que él la tome en sus brazos y la lleve lejos, a un lugar donde puedan caminar, finalmente libres, hacia la puesta del sol.

No sucede, por supuesto, ni lo uno ni lo otro, y en su lugar, Lincoln se limita a mirarla fijamente, aparentemente sin palabras.

Lola respira entrecortadamente, tratando de vocalizar sus pensamientos a través de dientes titilantes y una barbilla temblorosa. "L-Lincoln, yo… yo…", intenta, tremulosa, y consciente de que está prácticamente al borde de las lágrimas. "Te necesito", espeta ella por fin, con interna frustración, pues sus escasas palabras están lejos de ser el te amo y te extraño que palpitan en su corazón.

Él solo continúa observándola, con una expresión ilegible en sus ojos.

"Di algo, por favor", susurra Lola, casi suplicando. Ya no puede soportar más su silencio. Se siente como un rechazo, y no está segura de poder manejar más de ello.

"Me necesitas", dice. Es una simple repetición, sosa y sin emoción. Solía ser buena leyendo su rostro, pero ahora solo puede ver una piedra perfectamente impasible. Ella se estremece. "Siempre has necesitado de mi… de Lana, de mamá y papá, de todos nosotros".

"Sí", murmura ella. "Si", reitera, aun en voz baja, pero con mayor desesperación.

Quiere arrojarse a sus brazos, aunque le aterra el rechazo que ahora parece inminente. Quiere arrojarse a sus brazos, porque está segura de que será como volver a vivir, no una vida a medias, amortiguada por el entumecimiento del alcohol y un dedo en la garganta, sino una vida simple, plena, como entiende ahora era la suya, antes de todas las complicaciones, la ostentación y el glamour.

Ella solo quiere abrazarlo y que él le susurre dos palabras, cinco letras, al oído.

"¿Me necesitas?", vuelve a decir Lincoln, esta vez más como una pregunta que como una afirmación. "Quizás si, quizás no", prosigue, su voz suena distante, sinceramente abatida. "Tal vez solo necesitas a alguien, y soy solo yo quien está aquí".

Su amargura es inesperada, casi hiriente, mas ella no puede enfadarse con él por ello. Incluso de pie en el umbral de su puerta, arrojándose a él de cualquier forma posible, sabe que ha sido egoísta durante demasiado tiempo. Pero la idea de irse le parece insoportable.

"No", niega Lola. "Yo te quiero, yo…", procura, aunque no puede, por mucho que lo intenta, no puede hacer que sus propios labios formen las palabras que quiere escuchar de él. Se sentía segura gritándolas al aire libre, hace tantos años, pero ahora…

El rostro de Lincoln tiembla, con emociones apenas contenidas; y para Lola ello resulta difícil de ver, porque su hermano, su caballero de brillante armadura, es fuerte e inquebrantable, y no debería ser ella quien lo orille a ser un hombre que parece estar a punto de disolverse en lágrimas.

"Sabes cuánto desearía que fuese suficiente", masculla finalmente él, resistiendo el impulso que lo invita a morderse el labio inferior hasta sangrar. "Pero no lo es… quiero decir, te amo, pero no es tan simple. No es tan fácil. Tú eres tú, eres famosa, tienes grandes sueños, y yo…"

"¡No me importa!", estalla ella; las lágrimas se asoman desde las esquinas de sus ojos, y no tiene más remedio que dejar que se derramen sin control una tras otra. "No me importa nada de eso. Solo quiero… solo quiero…", intenta e intenta, mas no puede pronunciar sus palabras a través de los repentinos sollozos que se forman en su garganta.

Él avanza y la toma suavemente de la muñeca, aplastando la tela de su manga en su agarre. "Lola, dime, por favor, incluso si es por esta única vez, ¿qué quieres?"

"Yo solo…", suspira, al tiempo que se inclina contra él, enterrando su rostro en su hombro y empapando su camisa con su cuerpo húmedo. "Quiero que me dejes entrar. Quiero abrazarte…", continua, mientras envuelve sus brazos alrededor de su cintura, acercándolo aun mas a ella. "Quiero darme una ducha", casi exige, antes de levantar la cabeza y sonreírle con una particular mezcla de suficiencia y timidez. "Y quiero que me beses, en este mismo momento".

"Entonces…", susurra Lincoln, bajando la cabeza y dejando sus labios a centímetros de los de ella. "Nada que realmente no pueda cumplir, ¿verdad, Lola?", termina, antes de besarla, enhebrando en el contacto su nombre, de aquella misma forma que ambos saben musita un en ocasiones no tan secreto te amo.

El final de una historia.


Si, lo sé, lo sé, lo sé.

Y créanme, usualmente yo sería el primero en quejarme del dubitativo y no contextualizado inicio [elimine las primeras 282 palabras del relato hace solo un par de días], de las múltiples falencias en el desarrollo [había un fragmento en el que Lola chocaba un auto en Roma; no hubiese resulto nada, pero me falto incluir esa ciudad en la historia y habría servido como otra reminiscencia de mi idea original], y especialmente, del final apresurado y poco elaborado [no pude dar forma adecuada a las dos escenas de auto-reflexión que deberían suceder justo antes de ese último encuentro; una para Lola, mientras volaba nuevamente de regreso a Royal Woods; y otra para Lincoln, que se desarrollaba a través de una conversación telefónica que sostenía con Lana].

No obstante, en esta ocasión, debo, o quizá debemos, alegrarnos de que Lincoln y Lola estén simplemente vivos, porque verán, en la idea que precede a esta, los dos hermanos simplemente morirían en un accidente automovilístico mientras conducían en dirección al 1216 de la Franklin Avenue, luego de viajar [en avión] por el mundo.

¿Por qué?

Por qué me obsesione con establecer una especie de metáfora en la que el amor de Lincoln y Lola podría germinar y florecer en los cielos, mas no así en la tierra, porque allí eventualmente serían destruidos, por el rechazo y el abandono.

Pero entonces, cuando eso no funciono, escribí esto [y me gustaría señalar que la dinámica de Lincoln y Lola, como camarógrafo y modelo, está inspirada directamente en la dinámica de Peter y Mary Jane].

Así que sí, a pesar de las evidentes faltas y fallas, al menos podemos alegrarnos de que caballero y princesa están vivos, ¡hurra!

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Y ya para terminar, porque odio la notas de autor excesivamente largas, aunque a veces no lo parezca: ¿Qué creen que hace que un autor, retirado aproximadamente hace 8 años, regrese a este lugar, solo para eliminar todos sus relatos? ¿Hastió? ¿Vergüenza? ¿Ira?

~0~

Un saludo.

Dark's Loud Symphony.