Capítulo 8 - Resistencia


Aquella mañana, la prueba física iba a consistir en intentar dejar fuera de combate a los instructores: veinte agentes contra sólo dos. Y, aun así, los pobres agentes estaban más nerviosos que si tuviesen que pedir una cita al amor de su vida por primera vez siendo unos niños.

Leon aguardaba en silencio con la espalda apoyada en la pared tranquilamente, y cuando Chris entró en el gimnasio le dedicó una sonrisa torcida.

—Qué mala es la tensión sexual no resuelta —susurró a su oído de un modo malvado nada más lo tuvo a su lado.

—Que te lo digan a ti —el capitán gruñó con malos modos.

Para sorpresa de todos, el agente de la DSO empezó a reír divertido, algo que aún los puso más nerviosos. Los dos hombres se pusieron uno al lado del otro, espalda contra espalda, e hicieron gestos con la mano a sus alumnos para que atacasen sonriéndoles arrogantes.

Veinte minutos después, los veinte agentes yacían despatarrados en el suelo sin aliento y quejándose maltrechos.

—A partir de mañana, sesión intensa e intensiva de entrenamiento —Chris anunció sin piedad.

Todos maldijeron por lo bajo incapaces de aceptar su maldita suerte.

—Pero antes, esta noche Kennedy nos va a pagar unas rondas —afirmó mirando al rubio con malicia, quien ni se inmutó.

Hubo murmullos de asombro entre los agentes.

—¿Y eso? —una agente se atrevió a preguntar tras ponerse en pie con orgullo.

—Me caso —el aludido dijo sin más.

—¿Casarte, con quién? —uno de los compañeros de la chica preguntó sin pensar, y luego se arrepintió avergonzado.

—Con su hermana.

Ninguno de los presentes fue capaz de abrir la boca, imaginando con miedo cómo sería el entrenamiento teniéndolos como cuñados, si ya eran brutales siendo tan sólo compañeros.

Indiferente, Leon palmeó la espalda de Chris en un gesto amistoso y se largó hacia las duchas.

Diez minutos después, ambos coincidieron en los vestuarios. Leon estaba terminando de vestirse y el capitán entró envuelto en una toalla.

—Disfrutas acojonándolos —el moreno le dijo mirándolo divertido.

—El miedo puede llegar a ser nuestro mejor aliado, bien que lo sabes. Si lo dominan y lo doman a su antojo, puede salvarles la vida. Y si no es así, puede llegar a ser la causa de su muerte. No quiero muertos en mi unidad, Chris —él respondió con mirada penetrante.

—Eso, no vas a poder evitarlo —afirmó del mismo modo.

—Lo sé. Estos están más verdes que los ajos aun siendo agentes con experiencia, y este próximo lunes los pondremos a prueba durante una misión real. Esto no es una guardería —dejó claro, cogió su mochila y caminó hacia la puerta.

—¡Leon! —Chris lo detuvo en el último momento.

El rubio se giró para mirarlo con curiosidad.

—Has mentido a mi hermana —lo acusó con voz grave.

—¿Qué cojones quieres decir? —preguntó amenazador.

—Le has dicho que ya no formas parte de la DSO debido al compromiso que adquiriste con el gobierno para proteger a Sherry y a ella, y eso no es cierto.

El agente le devolvió una sonrisa astuta.

—No. Tan sólo le he dicho que me gusta lo que hago; y así es —aclaró, y le guiñó un ojo con complicidad antes de marcharse.

Su cuñado sonrió y negó levemente con la cabeza en señal de derrota. Sabía que Leon siempre sería esclavo de su compromiso adquirido, y aún más ahora, que el gobierno tenía más que claro que si hacía daño a Claire podría destrozarlo a él. Aquel pensamiento lo enfureció, pero él tampoco era capaz de hacer nada al respecto. Sin embargo, tenía claro que llegaría el día en que ambos podrían ser dueños de sus propias vidas, de sus propias decisiones; y ese día no estaba tan lejos como podía llegar a parecer.

UN AÑO Y MEDIO DESPUÉS

Claire observó a su hija de seis meses enternecida. La pequeña rubia de ojos azules daba manotazos encima de la mesa donde Gino, su bisabuelo, intentaba amasar una base de pizza con ella sentada en sus rodillas. La harina volaba en todas direcciones y ya los había convertido a ambos en dos muñecos de nieve mientras reían sin parar.

Jill y ella tomaban un té sentadas a una mesa muy parecida a la que Leon y ella compartieron durante su primera visita al restaurante que su abuelo había tenido en Oahu; la castaña miraba por la ventana el mar fijamente, pero ella dudaba que fuese capaz de ver algo en realidad.

—¿Tú crees que realmente ha sido una buena idea mudarnos a este país? —su cuñada le preguntó pensativa sin dejar de mirar por la ventana.

—No puedo saberlo. Pero por el momento nadie ha descubierto que estamos aquí y, al menos, disponemos de una ruta rápida de escape si las cosas empeoran —respondió mirándola con cariño.

—Pero ambos siguen sufriendo, continúan luchando —se lamentó con angustia—. Leon y tú destapasteis los oscuros y trágicos sucesos de Penamstan y, desde entonces, el gobierno os la tiene jurada. Hasta ahora no ha podido haceros daño, y tampoco a Sherry, quien se ha unido a vuestra causa y está protegida por su 'padre'. Pero esto puede cambiar.

—Lo sé, no creas que no soy consciente de ello. Leon y yo lo sabíamos perfectamente cuando decidimos hacer pública la información que el chip contiene. Y tu hermano y tú nos ayudasteis a conseguir las pruebas irrefutables que la respaldan, convirtiéndoos en proscritos también —recordó con voz grave—. Al menos, las farmacéuticas, la propia BSAA y el gobierno de los Estados Unidos incluso, están en el ojo del huracán cada vez que un país estornuda. No se ha logrado erradicar la experimentación biológica ni la comercialización de los virus bioorgánicos en el mercado negro, pero el mundo ha comenzado a dejar de temerlos y día a día está más preparado para combatirlos. Y eso es gracias a tu marido y al mío, y a todos aquellos que nos hemos unido a su causa de un modo desinteresado —argumentó orgullosa de ambos.

—Mal momento para ampliar la familia —Jill afirmó angustiada.

—Nunca es mal momento para eso, amiga. Mi hermano se pondrá como loco de alegría cuando le des la noticia, ya lo sabes —le aseguró sonriente.

—Sí, lo sé... Y nada más ver cómo Leon babea por la pequeña Claire y ella adora a su padre, vivir la vida vale la pena y yo vuelvo a tener esperanza.

Ambas se abrazaron cariñosas bajo la atenta mirada de Gino, quien no había dejado de observarlas de un modo disimulado preocupado por ellas.

Apenas un momento después, la puerta de la casa se abrió y Sherry entró, saludó con un escueto 'hola' y se marchó escaleras arriba hacia su cuarto. Leon y Chris entraron apenas unos segundos después tranquilamente cerrando tras ellos. Nada en su ropa o en su actitud hacía notar que ambos eran los líderes del grupo internacional independiente más numeroso, influyente y extendido a nivel mundial: la UFF o United For Freedom.

Nada más ver entrar a su padre, la bebé comenzó a gritar y a saltar en brazos de su bisabuelo, quien la llevó encantado de inmediato junto a él. Sin importarle que lo llenase de harina, Leon cogió a su hija en brazos, la besó cariñoso y le hizo pedorretas en el moflete, y ella no paró de reír y reír.

—¿Qué le sucede a la ragazza? —Gino preguntó a su nieto mirando fijamente en la dirección en la que se había marchado.

—Que no voy a permitir que ponga su vida en peligro, y a la organización, liándose con el hijo de un bioterrorista declarado —Leon dejó claro tajante, y Chris asintió con la cabeza en señal de apoyo.

Gino observó a ambos atónito.

—¿Pero ese 'hijo de un bioterrorista declarado' es un 'bioterrorista declarado'? —el hombre preguntó confundido.

—No, que nosotros sepamos —Chris respondió con voz neutra—. Pero el niñato va a tener que demostrar mucho y de muchas maneras su lealtad a la causa antes de que le permitamos acercarse a ella siquiera —continuó decidido.

Claire se puso en pie, caminó hasta su esposo y su hija y lo abrazó enamorada.

—Ella tiene veintidós años, mi vida —le recordó y besó sus labios con cariño.

Él enarcó una ceja suspicaz.

—¿Y?

—Que es muy joven, está enamorada de un joven como ella, ambos se quieren...

—¿Qué sabes tú sobre eso? —la interrogó alarmado.

—Ella lo ha traído a casa esta mañana para que lo conozcamos. Él es un buen chico, Leon, puede que sea hijo de Wesker, pero...

No pudo terminar su argumento, porque él la miró indignado con ojos desorbitados por la sorpresa. De inmediato, puso a su hija en brazos de Chris, quien la puso en brazos de Jill —quien se había reunido con él para abrazarse a su cuerpo—, y ambos hombres se enfrentaron a los allí presentes con alarma.

—¿Qué? ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Recogedlo todo! ¡Ya! ¡Nos largamos de aquí! —Leon ordenó intentando pensar a la carrera—. Chris, ¿cuánto tiempo puedes tardar en traer el Rover sin que levante sospechas?

—Diez minutos a lo sumo —el moreno afirmó poniéndose en marcha de inmediato.

Pero su hermana se atravesó en la puerta de entrada impidiéndole salir.

—¿Vais a escuchar o no, par de tozudos? —les preguntó alzando la voz cruzada de brazos—. Jake está huyendo de la crueldad de su padre y quiere combatirla, igual que nosotros —les aseguró convencida.

—¿Jake? ¿Ese niñato ya tiene nombre y todo? —su esposo le reprochó mirándola como si se hubiera vuelto loca—. Eso es lo que dice él, Claire. Parece mentira que seas capaz de tragarte una bola semejante con la edad que tienes y todo lo que has vivido —la acusó con malos modos.

Un fuerte golpe en la puerta interrumpió su pelea. De inmediato, él y Chris sacaron sus pistolas y se apostaron al lado de la entrada. Claire se apartó de inmediato e hizo un gesto a los demás para que corriesen a ocultarse en las escaleras. Chris abrió la puerta con un tirón seco y un hombre se desplomó dentro envuelto en sangre. Chris lo recogió mientras Leon lo cubría y cerraron inmediatamente después.

—¡Un herido! —Leon gritó —y los demás acudieron en su ayuda.

—Vamos a inspeccionar los alrededores —Chris propuso a Leon, quien asintió con la cabeza.

Segundos después, los dos hombres se hubieron marchado.

Tardaron una hora en regresar y, cuando lo hicieron, entraron en la casa muy serios. Claire y Jill los estaban aguardando angustiadas y se echaron en sus brazos nada más verlos.

—No parece haber nadie más —Chris afirmó.

—Pero no podemos bajar la guardia —Leon le tomó el relevo—. Este hombre ha venido en algún vehículo que debe haber dejado abandonado cerca de aquí lleno de sangre. Y no tenemos ni idea de quién...

—Él es Jake, el hijo de Wesker, el novio de Sherry —Jill les contó cruzándose de brazos junto a Claire.

Los dos hombres se miraron atónitos, se habían marchado con tanta prisa que no habían reparado en ello, tan ensangrentado como estaba.

—¿Cómo está? —el rubio preguntó preocupado.

—Medio destrozado. Hemos tenido que hacer venir a Rebecca porque nosotras no somos capaces de ayudarlo. Ha recibido varios disparos a bocajarro, aunque ninguno parece haber alcanzado un punto vital. Aun así, ha luchado una buena pelea, está molido a golpes. No quiero pensar cómo habrá quedado quien le ha hecho esto —argumentó decidida.

—Joder... No podemos abandonarlo —Chris afirmó mirando a Leon preocupado.

—No, no podemos, sea quien sea.

Suspiró pensativo.

—Chris, por favor, moviliza al equipo. Vamos a intensificar la vigilancia durante unos días. Encontremos el vehículo que ha usado para venir y destruyámoslo —añadió decidido.

—Jill y yo nos encargamos, no te preocupes. Tú ve con Sherry —le pidió—, ella debe estar hecha polvo, Leon, y tú eres su padre, al fin y al cabo; te necesita.

El rubio le devolvió una mirada agradecida.

Claire se abrazó a él y guiñó un ojo disimuladamente a su cuñada instándole a que diera la noticia al excapitán cuanto antes.

—¿Dónde está Claire? —preguntó a su esposa una vez se hubieron quedado a solas.

—Ella está dormida en su cuna, Gino está velando su sueño —respondió serena—. No le ha hecho ninguna gracia haber pasado de brazo en brazo como si sobrara —le reprochó, aunque con voz dulce—. Tendrá medio año, pero sabe perfectamente cuando molesta.

Él suspiró avergonzado.

—Ella jamás molesta. Es sólo que me ha venido a la mente la imagen de esta casa siendo atacada, de una pelea brutal por nuestras vidas, por la suya... He querido ponerme en marcha de inmediato para intentar evitarlo, amor, no ha tenido nada que ver con ella...

—Lo sé.

De pronto rió divertida y él la observó suspicaz.

—¿Qué pasa? —preguntó curioso.

—Que tienes una hija de medio año y otra de veintidós —respondió enternecida—. Anda, ve con Sherry. Ella no se ha despegado del lado de Jake ni por un instante, y está destrozada; te necesita.

Leon estrechó a Claire en sus brazos y la besó apasionado.

—Ni siquiera recuerdo cómo era mi vida sin ti porque no tenía sentido —le confesó enamorado.

La pelirroja sonrió emocionada, se abalanzó sobre él y lo abrazó con todas sus fuerzas sin dejar de besarlo.