CAPITULO 2
Tu padre era un hombre muy apuesto, Sakura. Podría haber elegido a cualquier mujer de Inglaterra. Sin embargo, me quiso a mí. ¡A mí! No podía creer en mi buena fortuna. Yo solo era lo bastante bonita como para resultar pasable. Además era terriblemente tímida e ingenua; todo lo contrario que tu padre. Él era sofisticado, refinado, amable y además cariñoso. Todo el mundo pensaba que era el hombre más maravilloso.
Pero todo era una horrible mentira.
Anotación en el diario, 1 de agosto de 1795.
.
.
.
Londres, Inglaterra, 1814
Iba a ser una larga noche.
El marqués Uchiha de Lyonwood suspiró disimuladamente y se apoyó en la repisa de la chimenea de la sala de recepciones de lord Hozuki. No era una postura despreocupada sino adoptada por necesidad. Al cambiar el punto de apoyo de su considerable peso, podía aliviar el punzante dolor de la pierna. La herida seguía produciéndole una constante molestia y el agudo dolor que le inundaba la rótula no hacía absolutamente nada para mejorar su sombrío humor.
Sasuke asistía a aquella fiesta bajo coacción, ya que no le habían dejado en paz hasta que aceptó cumplir con su deber de acompañar a su hermana menor, Temari. Sobra decir que no se sentía en absoluto satisfecho de su situación. Creía que debía tratar de fijar una expresión agradable en su cara, y sin embargo no lograba realizar aquella hazaña. Sentía demasiado dolor para importarle si los demás notaban su malhumor o no. Se decidió por mantener el ceño fruncido, su expresión habitual aquellos días, y luego cruzó los brazos sobre el poderoso pecho con un gesto de auténtica resignación.
El conde de Namikaze, gran amigo de Sasuke desde las diabluras de Oxford, estaba a su lado. Los dos eran considerados hombres apuestos. Naruto tenía el pelo rubio, la piel clara y más de un metro ochenta de estatura. Era más bien enjuto de complexión y su ropa y su gusto eran siempre impecables. Estaba dotado de una sonrisa sesgada que hacía que las jóvenes se olvidaran por completo de su nariz torcida. Además, estaban demasiado fascinadas por sus envidiables ojos azules para darse cuenta.
Naruto era, sin ningún género de dudas, un donjuán. A las madres les inquietaba su reputación, a los padres, sus intenciones, mientras que las hijas inexpertas no hacían ningún caso de las advertencias de sus padres y competían descaradamente por su atención. Naruto atraía a las mujeres a su lado del mismo modo que la miel atrae a un oso hambriento. Era un granuja, cierto, pero demasiado irresistible para negarle nada.
Sasuke, por otro lado, tenía la dudosa distinción de ser capaz de ahuyentar a esas mismas damitas tan dulces y decididas gritando en busca de refugio. Era un hecho indiscutible que el marqués de Lyonwood podía vaciar una habitación con una única mirada glacial.
Sasuke superaba en estatura a Naruto en casi ocho centímetros. Y debido a que tenía un pecho, unos hombros y unos muslos tan musculosos daba la impresión de ser aún más grande. No obstante, su tamaño no era suficiente, por sí solo, para intimidar plenamente a las damas de corazón más resuelto, que confiaban en hacerse con un título. Tampoco lo eran sus rasgos, si se tomaban de uno en uno. Tenía el pelo de un color negro obsidiana. Lo llevaba demasiado largo para lo que la moda y la sociedad estipulaban. Su perfil se parecía al de las estatuas de soldados romanos que se alineaban en la mansión Hozuki. Sus pómulos eran igual de patricios, su nariz igual de clásica y su boca estaba esculpida con la misma perfección.
El cálido color de su pelo era la única característica suave de Sasuke. Los ojos negros reflejaban un frío cinismo. Las decepciones habían moldeado su expresión en un ceño permanentemente fruncido. Tampoco es que la cicatriz ayudara mucho. Una fina línea irregular le atravesaba la frente, acabando bruscamente en el arco de la ceja derecha. Aquella marca le daba el aire de un pirata.
Así pues, quienes fabricaban cotilleos llamaban a Naruto calavera y a Sasuke, pirata, pero nunca, claro está, a la cara de ninguno de los dos caballeros. Esas tontas mujeres no comprendían lo mucho que sus insultos habrían complacido a ambos.
Un sirviente se acercó al marqués y dijo:
-Milord, el brandy que había pedido.
Aquel hombre de edad hizo el anuncio con una inclinación ceremoniosa mientras mantenía dos vasos grandes en equilibrio en una bandeja de plata.
Sasuke cogió los dos vasos, le dio uno a Naruto y luego sorprendió al sirviente al expresarle su agradecimiento. El hombre se inclinó de nuevo, antes de dejar solos a los dos caballeros.
Sasuke vació el vaso de un solo trago.
Naruto observó ese hecho y preguntó con voz teñida de preocupación:
-¿Te sigue molestando la pierna? ¿O es que tienes intención de emborracharte?
-Nunca me emborracho -observó Sasuke-. La pierna se va curando -añadió, con un encogimiento de hombros y dando a su amigo una respuesta indirecta.
-Esta vez, por suerte, saliste bien librado, Sasuke -afirmó Naruto-. Vas a estar fuera de servicio durante seis meses, quizá más. Gracias a Dios -añadió-. Gonbee volvería a ponerte en peligro mañana si pudiera salirse con la suya. Estoy convencido de que fue una bendición que tu barco fuera destruido. No será fácil que vayas a ningún sitio hasta que construyas otro.
-Conocía los riesgos -respondió Sasuke-. No te gusta Gonbee, ¿verdad, Naruto?
-Nunca debería haberte enviado a hacer ese último recado, amigo mío.
-Gonbee pone los asuntos del gobierno por encima de los intereses personales.
-Por encima de nuestros intereses personales, querrás decir -corrigió Naruto-. La verdad es que tendrías que haberlo dejado cuando yo lo hice. Si no fueras tan vital para...
-Lo he dejado, Naruto.
Su amigo no podía contener su asombro. Sasuke sabía que tendría que haber esperado para darle la noticia, porque le preocupaba de verdad que Naruto soltara un grito.
-No te quedes tan pasmado, Naruto. Llevabas mucho tiempo insistiendo en que me retirara.
-He estado insistiendo -dijo meneando la cabeza- porque soy tu amigo y muy probablemente, el único a quien le preocupa lo que te pueda suceder. Tus dotes especiales han hecho que siguieras cumpliendo. ¿De verdad te has retirado? ¿Se lo has dicho a Gonbee?
Naruto hablaba en un vertiginoso susurro mientras observaba a Sasuke atentamente.
-Sí, Gonbee lo sabe y no está muy contento.
-Tendrá que acostumbrarse -masculló Naruto y alzó el vaso en un gesto de homenaje-. Un brindis, amigo mío, por una larga vida. Que encuentres paz y felicidad. Te mereces las dos cosas, Sasuke.
Como el vaso de Sasuke estaba vacío, no participó en el brindis. En cualquier caso, dudaba que el ferviente deseo de Naruto se hiciera realidad. La felicidad -de forma esporádica-, claro era una posibilidad real, pero la paz... no, el pasado no le permitiría encontrar la paz, nunca. Era una meta tan imposible como el amor. Sasuke aceptaba la suerte que le había tocado en la vida. Había hecho lo que creía que era necesario y una parte de su mente no abrigaba ningún sentimiento de culpa. Era solo en las sombrías horas de la noche, cuando estaba solo y era vulnerable, cuando los rostros del pasado volvían para acosarlo. No, nunca encontraría la paz. Las pesadillas no se lo permitirían.
-Ya lo estás haciendo otra vez -anunció Naruto, dándole con el codo para captar su atención.
-¿Haciendo qué?
-Espantando a todas las damas con ese ceño fruncido.
-Es bueno saber que sigo teniendo esa capacidad -dijo Sasuke arrastrando las palabras.
Naruto cabeceó con gesto de desesperación.
-¿Vas a seguir frunciendo el ceño toda la noche?
-Probablemente.
-Tu falta de entusiasmo es terrible. Yo estoy asombrado de que aquella mocosa haya crecido.
-Temari está llena de ilusión -admitió Sasuke-. Ya tiene la edad suficiente para empezar a buscar marido.
-¿Sigue siendo tan... espontánea? Hace más de un año que no la veo.
Sasuke sonrió ante la torpe descripción que Naruto hacía de la conducta de su hermana.
-Si lo que me quieres preguntar es si sigue metiéndose de cabeza en cualquier situación sin mostrar la más mínima contención, entonces sí, sigue siendo muy espontánea.
Naruto asintió. Recorrió la sala con la mirada y luego suspiró.
-Figúrate, una nueva cosecha de hermosas damas, esperando ser degustadas. La verdad es que pensaba que sus mamás las habrían hecho quedarse en casa, especialmente con ese Menma y su banda de ladrones todavía merodeando por ahí.
-Me han dicho que visitaron Tokisuki la semana pasada -comentó Sasuke.
-Y provocaron un buen revuelo -agregó Naruto con una auténtica sonrisa-. Lady Tokisuki se metió en cama, jurando que no se levantaría hasta que recuperaran sus esmeraldas. Una extraña reacción, a mi modo de ver, cuando piensas en todo lo que su marido roba en las mesas de juego. Ese hombre es un tramposo redomado.
-Según me han dicho, Menma solo robó a los Tokisuki. ¿Es verdad que no molestó a los invitados?
Naruto asintió.
-Sí, evidentemente tenía prisa.
-Me parece que se muere de ganas de que lo atrapen -dijo Sasuke.
-No estoy de acuerdo -respondió Naruto-. Hasta ahora, solo ha robado a aquellos que, en mi opinión, se merecían una buena lección. La verdad es que admiro a ese hombre.
Cuando Sasuke lo miró con aire intrigado, Naruto se apresuró a cambiar de tema.
-Las damas se acercarían a nosotros si sonrieras. Y entonces quizá empezaras a divertirte.
-Me parece que has perdido definitivamente la cabeza. ¿Cómo puedes pretender que te divierte esta farsa?
-Hay quienes piensan que eres tú quien ha perdido la cabeza, Sasuke. Es un hecho que has estado apartado de la vida social demasiado tiempo.
-Y es un hecho que tú has soportado más temporadas de la cuenta -respondió Sasuke-. Tienes el cerebro hecho papilla.
-Tonterías. Mi cerebro se hizo papilla hace años cuando bebíamos mala ginebra juntos, en la universidad. No obstante, tengo que reconocer que me divierto. Y tú también lo harías si recordaras que todo esto no es más que un juego.
-Yo no juego -dijo Sasuke-. Y guerra es una palabra mejor para describir esta escena.
Naruto soltó una carcajada, lo bastante fuerte como para atraer muchas miradas curiosas.
-Dime algo, amigo mío. ¿Es que medimos fuerzas con las damas?
-Así es.
-¿Y qué buscan? ¿Qué esperan ganar si nos conquistan?
-El matrimonio, por supuesto.
-Aaah -replicó Naruto, alargando el sonido-. Supongo que usan sus cuerpos como armas. ¿Y su plan de batalla es dejarnos tan obnubilados por el deseo que les ofreceremos cualquier cosa que nos pidan?
-Su cuerpo es lo único que ellas pueden ofrecer -respondió Sasuke.
-Santo Dios, estás tan hastiado como dicen todos. Me preocupa que tu actitud se me contagie.
Naruto se estremeció al hablar, pero el efecto quedó arruinado por su sonrisa.
-No parece que te preocupe demasiado -observó Sasuke con sequedad.
-Estas damas solo van detrás del matrimonio, después de todo, no de nuestras vidas -dijo Naruto-. No tienes que seguirles el juego, si no quieres. Además, solo soy un insignificante conde. Tú, por otro lado, debes volver a casarte si quieres que el linaje continúe.
-Sabes demasiado bien que nunca volveré a casarme -respondió Sasuke, con una voz que se había vuelto tan dura y fría como el mármol contra el que se apoyaba-. Dejemos este asunto, Naruto. No tengo ningún sentido del humor cuando se trata del matrimonio.
-No tienes ningún sentido del humor en ningún caso -dictaminó Naruto con un tono de voz tan alegre que Sasuke no pudo menos de sonreír.
Naruto estaba a punto de continuar con su lista de los defectos de Sasuke cuando una dama pelirroja muy atractiva hizo que se concentrara en ella. Le dedicó toda su atención hasta que detectó a la hermana pequeña de Sasuke dirigiéndose hacia ellos.
-Será mejor que te deshagas de tu ceño -advirtió Naruto-. Temari se está acercando. Dios, acaba de darle un codazo a la condesa de Seringham.
Sasuke suspiró y luego forzó una sonrisa.
Cuando Temari se detuvo bruscamente delante de su hermano, sus rizos rubios, muy cortos, continuaron flotando en torno a su cara de querubín. Sus ojos verdes azulados chispeaban de entusiasmo.
-Oh, Sasuke, soy muy feliz al ver que sonríes. Vaya, de verdad me parece que lo estáis pasando bien. -Sin esperar a que su hermano respondiera a su observación, se volvió para saludar a Naruto con una reverencia-. Me alegro mucho de volver a verte -dijo y sonaba como si se hubiera quedado sin aliento.
Naruto inclinó la cabeza, saludándola.
-¿No es extraordinario que convenciera a Sasuke con mis súplicas para que viniera esta noche? ¿Sabes, Naruto?, la verdad es qué no le gustan mucho las fiestas.
-¿Ah, no? -preguntó Naruto, con un tono de voz tan incrédulo que Sasuke se echó a reír.
-No le tomes el pelo -dijo Sasuke-. ¿Te diviertes, Temari? -le preguntó a su hermana.
-Espero que todavía sí. Mamá estará contenta. Quizás todavía esté despierta cuando volvamos a casa para que pueda contarle todo lo de esta broche. Además, acabo de enterarme de que la princesa Sakura va a venir por aquí. Confieso que me muero de curiosidad por conocerla. He oído las historias mas maravillosas sobre ella.
-¿Quién es la princesa Sakura? -Preguntó Sasuke.
Fue Naruto quien se apresuró a contestar a su pregunta.
-Has estado aislado demasiado tiempo, Sasuke. De lo contrario, habrías oído hablar de ella. Aunque no la conozco en persona, me han dicho que es muy hermosa Además, la rodea un aire de misterio. Su padre era el soberano de un principado cerca de la frontera austriaca. Lo derrocaron durante una revolución bastante desagradable -continuó Naruto-. Lady Sakura, si usamos el título que heredó de su madre, ha viajado por todo el mundo. Mijin se enamoró perdidamente de ella nada más conocerla. Fue el primero en llamarla princesa. Ella ni aceptó ni rechazó el título.
-¿Qué le pasó a su madre? -preguntó Temari.
Parecía estar completamente cautivada por la historia de la princesa. Naruto sonrió ante su entusiasmo.
-Una tragedia, me han dicho. La madre tenía problemas mentales y...
-¿Qué quieres decir con problemas mentales? -lo interrumpió Temari.
-Demencia -explicó Naruto-. Cuando supo que iba a tener un hijo, se escapó. Hasta hace tres meses todo el mundo creía que tanto la madre como la hija habían muerto.
-¿Y qué pasó con el padre de la princesa Sakura? -preguntó Temari.
-Abandonó Inglaterra poco después de que su mujer desapareciera. Nadie ha vuelto a saber nada de él desde entonces. Lo más probable es que haya muerto -dijo Naruto, encogiéndose de hombros.
-Oh, pobre princesa -musitó Temari-. ¿Tiene alguna familia o está sola?
-Por todos los santos, Temari, ni siquiera conoces a esa mujer y ya estás dispuesta a llorar por ella -dijo Sasuke.
-Bueno, es que es una historia muy triste -dijo Temari, defendiéndose. Se volvió hacia Naruto y añadió-: Recuerdo lo insoportable que fue para todos cuando Itachi murió. Mamá todavía no se ha recuperado. Sigue encerrada en su habitación fingiendo todo tipo de enfermedades, cuando es el dolor lo que la mantiene allí.
Naruto echó una mirada a la fría expresión de su amigo y se apresuró a cambiar de tema.
-Sí, claro, todos echamos en falta a Itachi -mintió, con tono ligero-. Yo también tengo muchas ganas de conocer a la princesa Sakura, Temari. Nadie ha conseguido averiguar ni lo más mínimo de su pasado. Eso plantea un misterio que hay que resolver, ¿verdad que sí?
Cuando Naruto le hizo un guiño a Temari, esta se sonrojó. La hermana de Sasuke era todavía muy ingenua. Y ahora que la miraba con más atención, también era muy atractiva. Temari se había llenado de agradables redondeces desde la última vez que se vieron. Aquella constatación hizo que Naruto se irritara, aunque la verdad es que no sabía por qué.
-Chiquilla -balbuceó de súbito-, esta noche estás muy guapa.
Naruto hizo una mueca al oír lo agitado de su propia voz.
Temari no pareció darse cuenta. Sonrió ante su cumplido, fingió una nueva reverencia y dijo:
-Gracias, Naruto. Es muy amable por tu parte haberte dado cuenta.
Naruto frunció el ceño y le dijo a Sasuke:
-Lleva un escote demasiado pronunciado. ¿En qué podías estar pensando para dejarla que se presentara en público vestida así? Será mejor que la vigiles de cerca.
-Mientras te vigile a ti de cerca, Temari estará a salvo -respondió Sasuke.
-De todos modos, de verdad creo que...
La frase se quedó sin terminar porque Naruto acababa de mirar hacia la entrada. Soltó un silbido apenas audible. Temari se volvió rápidamente para ver qué había cautivado a Naruto de tal manera.
-La princesa Sakura -murmuró, expresando lo evidente, con la voz llena de admiración.
Sasuke fue el último en reaccionar. Cuando miró a la visión que estaba al otro lado de la sala, se apartó de la chimenea con una sacudida. Instintivamente, todo su cuerpo adoptó una postura de batalla y sus músculos se tensaron, preparados.
Le costó recuperar el control. Se dio cuenta de que tenía las manos cerradas a los lados del cuerpo y las piernas separadas como para una pelea, y se obligó a relajarse. El brusco movimiento hizo que la rodilla empezara a dolerle rabiosamente de nuevo. Ahora Sasuke no podía hacer nada contra el dolor ni contra los furiosos latidos de su corazón.
Y por muy valerosamente que se esforzara, no conseguía apartar los ojos de la princesa.
Era cautivadora de verdad. Iba vestida de plata de la cabeza a los pies. El color pertenecía a un ángel y destacaba las hebras más pálidas de su pelo rosa.
Sin duda alguna, era la mujer más hermosa que había visto nunca. Su piel parecía no tener mácula alguna e, incluso desde la distancia que los separaba, Sasuke podía ver el color de sus ojos. Eran del matiz verde más extraordinario.
La princesa Sakura ni sonreía ni fruncía el ceño. Su expresión mostraba únicamente una ligera curiosidad. Sasuke decidió que estaba claro que era consciente de su propio atractivo y confió en que el cinismo de su propia naturaleza lo salvara de un ataque cardíaco. No le gustaba en absoluto la forma en que su cuerpo continuaba reaccionando ante ella.
-Mijin tenía razón -anunció Naruto-. La dama es embrujadora.
-Ah, espero que podamos conocerla -dijo Temar. Hablaba en un susurro, como si estuvieran en la iglesia-. Míralos, Naruto; todos están prendados de ella. ¿Crees que a la princesa le parecerá bien que me presente?
-Pero ¿qué dices, Temari? -dijo Naruto-. La princesa Sakura no podría darte de lado. Pareces haber olvidado quién es tu hermano.
Temari asintió tímidamente.
-Preciosa, yergue esos hombros y deja de retorcerte las manos. Te van a salir manchas. Buscaremos a alguien para que nos presente como es debido.
Naruto supo que la hermana pequeña de Sasuke no había oído su última frase. Ya se había recogido la falda y se encaminaba a la entrada.
-¿Y ahora qué hacemos? -preguntó cuando Sasuke lo tomó del brazo para impedirle que corriera detrás de Temari.
-Esperar y ver -aconsejó Sasuke. Su voz sonaba irritada.
-Tu hermana es tan impetuosa -musitó Naruto, cabeceando-. Ha olvidado todas sus lecciones de...
-Ya es hora de que Temari aprenda la lección de la discreción.
-Esperemos que no sea demasiado dolorosa.
Sasuke no hizo ningún comentario. Continuaba prestando toda su atención a la hermosa princesa. Una pareja de edad se acercaba a ella justo cuando llegó Temari a toda velocidad, para detenerse a pocos centímetros por delante de ellos, casi haciendo caer a Sakura de rodillas. Naruto soltó un largo gemido. La pareja de edad ni siquiera trató de disimular su desagrado cuando vieron cortado su paso de una manera tan grosera. Ambos volvieron la cara, mirándose con una incomodidad evidente.
-Dios santo, Temari acaba de colarse delante del duque y la duquesa -dijo Naruto.
Sasuke estaba furioso con su hermana. Estaba a punto de seguirla para salvarla de una humillación mayor cuando la princesa tomó el asunto en sus manos. Y lo hizo con mucha elegancia, además. Saludó a la hermana de Sasuke con lo que parecía una sonrisa sincera y luego la cogió de las manos al hablar con ella. Sasuke pensó que la princesa estaba dando, deliberadamente, a todos los que las observaban la impresión de que ella y Temari eran íntimas amigas.
Observó la manera en que Sakura hizo que Temari se pusiera a su lado, para que las dos pudieran saludar al duque y la duquesa de Devenwood. La princesa incluyó a Temari en la breve conversación, eliminando eficazmente el error que la joven había cometido.
Naruto suspiró aliviado.
-Vaya, ¿qué te parece eso? Y sigue cogiendo la mano de Temari. Un hábil ardid para impedir que Temari le dé un tortazo sin querer, diría yo.
Sasuke volvió a apoyar el hombro en la repisa, sonriendo por el comentario de su amigo.
-La verdad es que a Temari le gusta gesticular cuando habla -admitió.
-La princesa tiene buen corazón. Para ser sincero, creo que estoy enamorado.
-Tú siempre estás enamorado -respondió Sasuke.
No consiguió evitar que su voz sonara irritada. Era extraño, pero, por alguna razón, la broma de Naruto le molestaba. No le hacía ninguna gracia que la princesa Sakura quedara añadida a la lista de futuras conquistas de su amigo. Comprendió que era una idea ridícula. ¿Por qué le importaba que su amigo tratara de conquistar a aquella mujer o no?
Suspiró cuando se dio cuenta que no tenía una respuesta. En todo caso, le importaba. Y mucho. Ese sincero reconocimiento le agrió el humor todavía más. Maldición, era demasiado viejo y estaba demasiado cansado para enamorarse.
Sakura no tenía ni idea del revuelo que estaba causando. Esperaba pacientemente en medio de la entrada a que su tía acabara la conversación con su anfitriona. Una impaciente jovencita permanecía a su lado, charlando a tal velocidad que no conseguía seguir lo que decía. Fingía interés, sonreía cuando parecía lo apropiado y asentía siempre que la damita llamada Temari hacía una pausa para respirar.
Lady Temari anunció que iba a buscar a sus amigos para presentárselos. Sakura se quedó sola de nuevo. Se volvió para mirar abiertamente a todos los que la contemplaban embobados, con una serena sonrisa en la cara.
No creía que nunca llegara a acostumbrarse a ellos. Los ingleses eran una gente muy peculiar. Aunque ya llevaba tres meses en Londres, seguía perpleja ante los extraños rituales que aquellos blancos parecían tan decididos a soportar.
Los hombres eran igual de tontos que las mujeres. Además, todos se parecían, vestidos como iban con trajes negros idénticos. Los pañuelos blancos que llevaban al cuello estaban tan almidonados que daban la impresión de que iban a causarles la muerte por asfixia, una impresión reforzada por sus mejillas enrojecidas y rubicundas. Sakura se corrigió en silencio: no se llamaba pañuelo sino corbatín. No debía volver a olvidarlo.
Había tanto que recordar. Sakura había estudiado con diligencia desde que llegó a casa de su tía Furofuki en Boston, un año atrás. Ya hablaba francés e inglés. El misionero que Lobo Negro había capturado años antes la había enseñado muy bien.
Sus lecciones en Boston se centraron en la conducta que se espera de una dama. Sakura se esforzó por agradar a su tía y también por apaciguar algunos de sus temores. La agria mujer era el único vínculo de Sakura con la familia de su madre. No obstante, más tarde, cuando hubo conquistado la palabra escrita lo bastante para comprender el sentido del diario de su madre, sus motivos cambiaron. De forma radical. Ahora era imperativo que Sakura conquistara un lugar temporal en aquella extraña sociedad. No podía cometer ningún error hasta cumplir su promesa.
-¿Estás dispuesta, Sakura?
La pregunta la hacía tía Furofuki. La anciana se puso al lado de Sakura y la cogió del brazo, con una mano que parecía una garra.
-Tan dispuesta como llegaré a estarlo nunca -respondió Sakura. Sonrió a su tutora, se volvió y entró en aquella multitud de extraños.
Sasuke la contemplaba atentamente. Observó lo protectora que se mostraba hacia la mujer de la cara arrugada que se aferraba a su brazo. Observó también lo absolutamente correcta que era aquella hermosa mujer en todo lo que hacía. Pensó que incluso parecía una conducta aprendida. La princesa saludaba a cada persona que le presentaban con una sonrisa estudiada que no acababa de llegarle a los ojos. A continuación venía una breve conversación y, al final, una despedida rápida y eficaz.
Sasuke no podía menos de sentirse impresionado. La dama era buena, sin duda. No era de extrañar que Mijin estuviera prendado de ella. La princesa seguía todas las normas de una conducta apropiada. Pero Naruto se equivocaba. No era tan diferente de las demás. No, parecía tan rígida, tan refinada y ciertamente tan superficial como todas las demás damas de la sociedad. Mijin era un apasionado defensor de la superficialidad. Sasuke la detestaba.
No estaba decepcionado por sus conclusiones sobre la princesa. Antes al contrario, ya que se había sentido desconcertado desde el momento en que la vio. Ahora estaba recuperando su equilibrio en toda su fuerza. Sonrió aliviado. Entonces vio cómo Naruto se abría paso entre la aglomeración de invitados para llegar a la princesa. Sasuke habría apostado sus numerosas propiedades a que la mujer le prestaría mucha más atención que a los otros hombres. En Londres, todo el mundo conocía a la familia de su amigo y, aunque no era el caballero con más títulos de la fiesta, sí que era, sin ninguna duda, uno de los más ricos.
Sasuke habría perdido la apuesta. A Naruto no le fue mejor que a los demás. Una chispa de perversa satisfacción hizo aparecer, a su pesar, una sonrisa en su cara.
-Estás perdiendo tu toque mágico -comentó Sasuke cuando Naruto volvió junto a él.
-¿A qué te refieres? -preguntó Naruto, fingiendo perplejidad.
Sasuke no se dejó engañar ni por un momento. Podía ver el ligero rubor que cubría la cara de su amigo. Se dio cuenta de que estaba empezando a divertirse. Decidió hurgar en la herida de su amigo como haría cualquier buen compañero.
-¿Son imaginaciones mías o la princesa te otorgó el mismo trato que a todos los demás hombres de la sala? La verdad es que no pareció muy impresionada por tus encantos, amigo mío.
-Tú no tendrás mejor suerte -dictaminó Naruto-. Realmente, es un misterio. Recuerdo haberle hecho varias preguntas pertinentes y, sin embargo, cuando me fui...
-Quieres decir cuando ella se fue, ¿verdad?
Naruto miró a Sasuke con ceño de tormenta y luego se encogió de hombros.
-Bien, sí, cuando ella se fue, me di cuenta que no había conseguido ni una respuesta. Por lo menos, no me parece que la consiguiera.
-Estabas demasiado interesado en su apariencia -respondió Sasuke-. Una cara bonita siempre ha logrado arruinar tu concentración.
-¿Oooh? -dijo Naruto alargando el sonido-. Muy bien, hombre, veamos cuántas respuestas consigues tú. Apuesto una botella de mi mejor brandy contra una de las tuyas.
-Acepto -anunció Sasuke.
Recorrió la sala con los ojos y encontró a la princesa Sakura casi inmediatamente. Tenía la ventaja de ser más alto que todos los demás ocupantes de la habitación y el objeto de su búsqueda era la única mujer pelirosa que había allí.
Estaba de pie, al lado de sir Mikotado, un viejo amigo de su padre. A Sasuke le satisfizo constatar que la adusta guardiana de Sakura estaba sentada al otro lado de la sala.
Cuando, finalmente, Sasuke consiguió captar la atención de sir Mikotado, le comunicó, con un arrogante movimiento de cabeza, que quería ser presentado.
Sir Mikotado asintió -con un entusiasmo algo excesivo, en opinión de Sasuke- luego se inclinó y murmuró algo al oído de la princesa. Sakura le daba la espalda a Sasuke, pero este vio cómo hacía un gesto casi imperceptible de asentimiento. Pasaron unos largos minutos antes de que la robusta señora que hablaba con la princesa se detuviera para respirar. Sir Mikotado cogió la oportunidad al vuelo para despedirse. Sasuke llegó a la conclusión de que en su apresurada explicación seguramente estaba incluida la mención de su nombre, ya que la mujer le dirigió una mirada asustada, se recogió la falda y se marchó a toda prisa en la dirección opuesta. Se movía como un gordo ratón con un gato pisándole los talones.
La sonrisa de Sasuke se acentuó. Su alarde ante Naruto no había sido en vano. La verdad es que él no había perdido su toque.
Borró a aquella pobre boba de su mente cuando la princesa Sakura apareció directamente frente a él. Sir Mikotado andaba a su lado como un ángel guardián inquieto. Sasuke dejó lentamente su perezoso descanso y esperó pacientemente a que ella ejecutara la pequeña y perfecta inclinación que había hecho ante todos los demás.
Sakura tenía la cabeza inclinada, pero aun así pudo ver que, después de todo, no estaba tan absolutamente desprovista de defectos. Podía ver una rociada de pecas en la parte alta de la nariz. Esas marcas la hacían parecer menos una muñeca de porcelana y mucho más alguien fácil de tocar.
La mujer le llegaba apenas a los hombros. Decidió que tenía un aspecto muy delicado y era demasiado delgada para su gusto. Y entonces ella lo miró. Tenía una mirada directa, firme, cautivadora.
Sasuke se olvidó hasta de su propio nombre.
Sabía que, después, daría gracias a Dios por la intervención de Sir Mikotado.
Oía cómo la voz de este seguía y seguía desgranando los numerosos títulos de Sasuke. La larga lista le dio tiempo para recuperarse.
Nunca en su vida se había sentido tan trastornado. Fue la inocente mirada de la mujer lo que lo cautivó. Y sus ojos también, como admitió a regañadientes. Eran de un matiz de verde que nunca había visto.
Sabía que tenía que recuperar el control. Deliberadamente bajó los ojos, se detuvo en la boca de la mujer y, en un instante, comprendió su error. Notó cómo reaccionaba físicamente.
Sir Mikotado acabó por fin su letanía afirmando:
-Me parece, querida, que ya has sido presentada al conde de Namikaze.
-Sí -intervino Naruto, sonriendo a Sakura.
-Sasuke, ¿me permites que te presente a la princesa Sakura? -dijo Sir Mikotado y sonó terriblemente ceremonioso.
Los ojos la delataron. Algo dicho durante la presentación la había trastornado. Sin embargo, se recuperó rápidamente y Sasuke supo que si no la hubiera estado observando tan de cerca, se le habría pasado por alto la sorpresa que apareció en su mirada.
-Me siento muy honrada de conocerle, señor -musitó Sakura.
Su voz lo atraía. Era suave, sensual. También observó el inusual acento. Sasuke había viajado mucho, pero no pudo identificar su origen con certeza. Eso le intrigó casi tanto como su insensato impulso de cogerla, llevársela a las profundidades de la noche y seducirla.
Gracias a Dios que ella no podía saber qué le pasaba por la cabeza. De saberlo, sin duda huiría gritando en busca de un refugio seguro. Sasuke no quería asustarla. Por lo menos, todavía no.
-Naruto ha sido amigo de Sasuke desde hace muchos años -dijo Sir Mikotado interrumpiendo el incómodo silencio.
-Soy su único amigo -comentó Naruto con una sonrisa. Sasuke notó que su amigo le daba con el codo-. ¿No es cierto?
No hizo caso alguno de la pregunta, prefiriendo preguntarle él a Sakura:
-¿Es usted una princesa?
-Parece que en opinión de muchos así es -respondió ella.
Sasuke comprendió que no había respondido del todo. Naruto tosió y Sasuke pensó que era un ardid para ocultar lo que se estaba divirtiendo.
Sakura se volvió hacia Naruto.
-¿Se está divirtiendo esta noche?
-Inmensamente -afirmó Naruto. A continuación miró a Sasuke y dijo-: ¿Tus preguntas?
-¿Preguntas? -dijo Sakura, con un gesto de perplejidad.
-Me estaba preguntando a qué lugar llama su hogar.
-Al de mi tía Furofuki -respondió Sakura.
-Sasuke, estoy seguro de que recuerdas a lord Chūkaku Jofuku -interrumpió Sir Mitokado con un gran alarde de entusiasmo-. Era conocido de tu padre.
-Por supuesto que recuerdo el nombre -respondió Sasuke.
Lo intentó, pero no parecía capaz de apartar, la mirada de Sakura el tiempo suficiente para mirar siquiera un momento a Mikotado. Pensó que, seguramente, era muy descortés, aunque era consciente de que no iba a hacer nada al respecto.
-Veamos -continuó sir Mikotado-. Chūkaku, al que Dios tenga en su gloria, fue nombrado para un cargo en las colonias hace años. Murió en Boston y la condesa ha vuelto a Inglaterra con su encantadora sobrina.
-Ah, entonces, ¿hace dos años que está en Inglaterra? -preguntó Sasuke.
-No.
A Sasuke le costó todo un minuto darse cuenta de que ella no iba a ampliar su brusca respuesta.
-Pero se crió en las colonias.
Era una afirmación, no una pregunta y Sasuke ya había empezado a asentir.
-No.
-¿Nació allí?
-No -respondió Sakura, mirándolo con la sombra de una sonrisa.
-Pero ¿vivió en Boston?
-Sí.
-¿Sí?
La verdad es que no tenía intención de levantar la voz, pero la princesa Sakura estaba demostrando ser exasperante en extremo y las risas ahogadas de Naruto no mejoraban mucho las cosas.
Sasuke lamentó inmediatamente haber dejado que viera su irritación, seguro de que trataría de escapar de él a la primera oportunidad. Sabía lo mucho que podía intimidar.
-¿Está disgustado conmigo porque no nací en las colonias? -preguntó Sakura-. Su ceño parece indicarlo.
Percibió en su tono que se estaba divirtiendo. Además, le chispeaban los ojos. Era evidente que no estaba intimidada en lo más mínimo. De no haber sabido que no era cierto, habría creído que se estaba riendo de él.
-Por supuesto que no estoy disgustado -anunció Sasuke-, pero ¿va a responder a todas mis preguntas con un sí o un no? -inquirió.
-Así parecería -dijo Sakura. Le ofreció una sincera sonrisa y esperó su reacción.
La irritación de Sasuke se desvaneció. La franqueza de aquella mujer era refrescante y su sonrisa, cautivadora. No trató de contener la carcajada. El retumbante sonido resonó por toda la sala, provocando expresiones de sobresalto en algunos de los huéspedes.
-Cuando ríe, señor, suena como un león -dijo Sakura.
El comentario lo descentró. Era una observación tan extraña.
-¿Ha oído rugir a los leones, Sakura? -le preguntó dejando de lado el título oficial.
-Oh, sí, muchas veces -respondió Sakura antes de pensarlo mejor.
Realmente sonaba como si estuviera diciendo la verdad. Y eso, por supuesto, no tenía ningún sentido.
-¿Dónde podría haber oído un sonido así?
La sonrisa desapareció bruscamente de su cara. Sin darse cuenta, la habían llevado a revelar más de lo que la prudencia aconsejaba.
Sasuke esperó que le respondiera. Sakura lo miró con cautela y luego se volvió hacia sir Mikotado. Le deseó buenas noches, explicando que ella y su tía habían prometido pasar por otra fiesta antes de volver a casa. Se volvió de nuevo hacia Sasuke y Naruto y se despidió de ambos con la elegante eficiencia propia de una reina.
Sasuke no era un hombre acostumbrado a que lo dejaran así.
Antes de que pudiera mencionarle este hecho, la princesa Sakura había desaparecido.
Sakura sabía que tenía que alejarse de él. Podía notar cómo su compostura se tambaleaba. Su tutora estaba sentada en una butaca junto a la pared.
Sakura se obligó a andar con un paso lleno de dignidad hasta llegar junto a ella.
-Me parece que tendríamos que prepararnos para marcharnos -musitó.
La condesa había vivido con su sobrina el tiempo suficiente para saber que algo iba mal. Su avanzada edad no había afectado su viva inteligencia ni su buena forma física. Prácticamente se puso en pie de un salto, se sujetó al brazo de Sakura y se encaminó hacia la puerta.
Sasuke se quedó con Naruto y sir Mikotado. Los tres hombres observaron cómo Sakura y su tía se despedían rápidamente de su anfitrión.
-Pasaré mañana a recoger esa botella de brandy -anunció Naruto, dándole un codazo a su amigo para captar su atención.
-Naruto, si vuelves a incrustarme el codo en las costillas, juro que te lo romperé -murmuró Sasuke.
A Naruto no pareció preocuparle la amenaza. Le dio una fuerte palmada a su amigo en la espalda.
-Creo que iré a custodiar a tu hermana en tu nombre. No me parece que estés capacitado para la tarea.
En cuanto Naruto se fue, Sasuke se volvió hacia sir Mikotado.
-¿Qué sabe de Furofuki Jofuku? -preguntó-. La verdad, hágame el favor, sin florituras ni evasivas.
-Me insultas, Sasuke -dijo sir Mikotado, con una sonrisa que contradecía el comentario.
-Es usted bien conocido por su diplomacia -respondió Sasuke-. Ahora veamos, ¿qué hay de la tutora de Sakura? ¿Qué puede contarme de ella? Seguramente se conocían cuando eran jóvenes.
-Por supuesto -dijo Mikotado-. Siempre nos invitaban a las mismas recepciones. Sé que no vas a divulgar mis comentarios, así que te diré la negra verdad. Esa mujer es malvada. No me gustaba entonces y no me gusta ahora. Antes, su belleza compensaba su... actitud. Se casó con Chūkaku cuando su hermano mayor cayó enfermo. Ella creyó que iba a morir en cualquier momento. Furofuki era como un buitre, esperando heredar las propiedades. Pero el hermano de Chūkaku fue más zorro que ella. Vivió sus buenos diez años más de lo que todos esperaban. Chūkaku se vio obligado a aceptar un nombramiento en las colonias para no ser enviado a prisión por no pagar sus deudas.
-¿Y qué hay del padre de Furofuki? ¿No intentó liquidar las deudas de su yerno? Habría pensado que lo embarazoso de la situación habría influido en él, a menos, claro, que no tuviera suficiente dinero.
-Oh, sí, era rico de sobra -respondió sir Mikotado-, pero ya se había lavado las manos respecto a su hija.
-¿Quizá porque se había casado con Chūkaku?
-No, no es eso lo que dijeron los rumores -afirmó Mikotado, con un gesto negativo-. Furofuki siempre fue una mujer abrasiva y codiciosa. Fue responsable de muchas crueldades. Una de sus pequeñas bromas acabó en tragedia. La joven que fue el blanco de su jugarreta se mató. No quiero entrar en más detalles, Sasuke, pero baste decir que no parece haber cambiado con los años. ¿Has observado la forma en que vigilaba a su sobrina? Me dio escalofríos.
Sasuke se sorprendió de la vehemencia que había en la voz de sir Mikotado. El viejo amigo de su padre era bien conocido por su calma y su carácter fácil de complacer. Sin embargo, ahora estaba prácticamente temblando de ira.
-¿Ha sido víctima de alguna de sus crueldades? -le preguntó.
-Lo fui -admitió Mikotado-. La sobrina parece una florecilla tan amable, tan vulnerable. No la crió su tía, estoy seguro. Compadezco a la pobre niña. Va a pasarlo mal si trata de complacer a la vieja bruja. La condesa no dudará en venderla al más alto postor.
-Nunca le había oído hablar así -dijo Sasuke, hablando también en un susurro-. Una última pregunta, señor, porque veo que esta conversación le altera.
Sir Mikotado asintió.
-Ha dicho que el padre de la condesa era un hombre rico. ¿Quién heredó sus bienes?
-Nadie lo sabe. El padre depositó todo su afecto en su hija menor. Se llamaba Mebuki.
-¿Mebuki era la madre de Sakura?
-Sí.
-¿Y estaba tan demente como todo el mundo cree?
-No lo sé, Sasuke. Me encontré con Mebuki varias veces. Parecía todo lo contrario de su hermana. Tenía un carácter dulce y era tímida, terriblemente tímida. Cuando se casó, su padre se sintió muy complacido. Se ufanaba como un pavo real. Su hija, ¿comprendes?, había pescado a un rey. Todavía recuerdo los bailes dados en su honor. Eran de una opulencia pasmosa. No obstante, algo lo ensombreció todo. Nadie sabe realmente qué pasó -dijo y suspiró largamente-. Un misterio, Sasuke, que nunca se desvelará, supongo.
Aunque había prometido restringir sus preguntas, Sasuke se sentía demasiado curioso para dejar el tema en aquel punto.
-Entonces, ¿conoció usted al padre de Sakura? Un rey, dice. Sin embargo, yo nunca he oído hablar de él.
-Nos presentaron, pero nunca llegué a conocerlo bien. Se llamaba Kizashi -recordó Mitokado-. No me acuerdo del apellido. Me caía bien. A todo el mundo le pasaba igual. Era muy considerado. Y nada partidario de la pompa. En lugar de tratarnos con prepotencia, insistía en que lo llamáramos barón, en lugar de rey. Había perdido su reino, ¿sabes?
Sasuke asintió.
-Es un enigma, ¿no es cierto? -comentó-. Esa Mebuki me intriga.
-¿Por qué?
-Se casó con un rey y luego huyó de él.
-Las razones de Mebuki están enterradas con ella -dijo sir Mikotado-. Creo que murió poco después de nacer Sakura. Nadie sabe más de lo que acabo de contarte, Sasuke. Y después de tu muy unilateral conversación con la encantadora princesa, me parece evidente que ella guardará sus secretos.
-Solo si yo lo permito -dijo Sasuke, sonriendo por la arrogancia de su comentario.
-Ah, entonces, ¿es que te interesa la princesa? -preguntó sir Mikotado.
-Solo siento una ligera curiosidad -respondió Sasuke con un encogimiento de hombros.
-¿Me dices la verdad o se trata de florituras y evasivas?
-Es la verdad.
-Ya veo -dijo Mikotado, con una sonrisa tan amplia que hizo creer a Sasuke que en realidad no lo veía en absoluto.
-¿No sabrá, por casualidad, adónde iban Sakura y su tutora cuando se marcharon de aquí? Oí que Sakura decía que tenían que detenerse en otro sitio antes de acabar la tarde.
-A casa de lord Aburame -dijo Mikotado- ¿Piensas dejarte caer por allí? -preguntó con voz anodina.
-Mikotado, no le dé a esto más importancia de la que tiene -dijo Sasuke-. Es solo que quiero averiguar más sobre la princesa. Por la mañana mi curiosidad habrá quedado satisfecha.
Lo tajante de la voz de Sasuke le indicó a Mikotado que tenía que dejar de hacer preguntas.
-Todavía no he saludado a tu hermana. Me parece que iré a decirle hola.
-Tendrá que apresurarse -anunció Sasuke-. Temari y yo vamos a marcharnos dentro de unos minutos.
Sasuke siguió a Mikotado hasta donde estaba la mayoría de invitados. Le concedió unos minutos a Temari para conversar y luego anunció que era hora de marcharse.
La decepción de Temari fue evidente.
-No te pongas triste. Me parece que todavía no os vais a casa -dijo Mikotado con una risita cloqueante.
A Sasuke aquello no le divirtió en absoluto.
-Sí, es que, mira Temari, había pensado en pasar por casa de Aburame antes de acompañarte a casa.
-Pero Sasuke, si declinaste esa invitación -arguyó Temari-. Dijiste que era un plomo.
-He cambiado de opinión.
-¿Ya no es un plomo? -preguntó Temari, con aire de estar absolutamente perpleja.
-Por todos los santos, Temari -masculló Sasuke, mirando a Mikotado de reojo.
La acritud de la voz de Sasuke sobresaltó a la joven.
Y su ceño fruncido lo dejó claro.
-Vamos, Temari. No quiero que lleguemos tarde -advirtió Sasuke, suavizando el tono.
-¿Tarde, Sasuke?, lord Aburame ni siquiera sabe que vamos a ir a su fiesta. ¿Cómo podríamos llegar tarde?
Cuando su hermano se encogió de hombros por toda respuesta, Temari se volvió hacia sir Mikotado.
-¿Sabe qué le ha pasado a mi hermano? -preguntó.
-Tiene un ataque de ligera curiosidad, querida -respondió sir Mikotado. Se volvió hacia Sasuke y añadió-: Si disculpas la interferencia de un viejo, me gustaría sugerirte que dejaras aquí a tu hermana un rato más. Me sentiré muy honrado de acompañarla a casa.
-Oh, sí, Sasuke, por favor, ¿puedo quedarme? -preguntó Temari.
Sonaba como una niñita impaciente. A Sasuke no le habría sorprendido que empezara a batir palmas.
-¿Tienes alguna razón en particular para quedarte? -preguntó.
Cuando su hermana se sonrojó, Sasuke tuvo la respuesta.
-¿Cómo se llama? -inquirió.
-Sasuke, por favor -susurró Temari, con aire incómodo-, no me avergüences delante de sir Mikotado -suplicó.
Sasuke suspiró, exasperado. Su hermana acababa de repetir su opinión de que Aburame era un plomo y ahora tenía la audacia de decirle que la estaba avergonzando. La miró con cara de enfado. .
-Ya hablaremos de esto más tarde -dijo, tajante-. Gracias, Mikotado, por vigilar de cerca a Temari.
-Sasuke, no necesito un guardián -protestó Temari.
-Eso es algo que todavía tienes que demostrar -dijo Sasuke antes de despedirse de Mikotado con un ademán y salir de la sala.
De repente tenía unas ganas enormes de llegar a casa de aquel plomo.
