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La maldita.

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Por: Xeina Phi.

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Cuando vi la información en la pantalla de mi monitor, el semáforo rojo, junto con las advertencias del ticket de mi último compañero, supe que sería una llamada difícil.

—Estamos trabajando en su reembolso —expliqué cansino por enésima vez.

—Pss, Naruto, ¿supiste lo del güey de sistemas? —escuché un murmullo junto a mí, que presagiaba inquietantes noticias.

Dejé a mi cliente en mute y me asomé cual suricato a la mampara de Kiba. Digan lo que digan, el chisme es la única motivación que tenemos para trabajar, es el oxígeno de nuestro entorno.

—No, ¿qué pasó? ¿Se tiró a la de recursos humanos? ¿A Sakura? —pregunté alarmado. Mi cliente empezó a gritonearme, sin perder la oportunidad de mencionar a mi madrecita santa, puse los ojos en blanco y lo retomé—. Sigo trabajando en su solicitud —dije mecánico y lo puse en espera.

—Sí, cabrón, los cacharon afuera del cinco letras, ese que está cerca del metro.

—Bien que lo conoces, eh. —Le piqué en tono acusador.

Kiba alzó su dedo medio y gesticuló un «pendejo» sin levantar la voz, mientras seguía con su llamada. Parloteó un par de cosas y colgó.

—Chaaale —dije apesadumbrado—. Y yo que le iba a echar los perros a Sakura.

—Ni modo mi buen, te dije que tenías que aventarte cuando nos fuimos de parranda. —Se encogió de hombros—. Ahora Kakashi te comió el mandado.

Fue mi turno de alzar el dedo medio y Kiba rio a costillas de mi desgracia. Noté que algo llamó su atención, porque se giró, para después observarme con una mueca burlona mientras señalaba la fila al inicio de las mamparas.

—Ahí va el castroso de tu jefe. A no, que es tu novio, ¿verdad?

Entorné los ojos e imprimí todo el odio que fui capaz en mi mirada, percatándome de que en efecto, ahí venía Sasuke, coordinador de área y el más terrible dolor de huevos que se puedan imaginar. Después de que nos diéramos un pico en el más bochornoso y ridículo accidente, no habían parado de echarme carrilla con eso de que éramos novios. Quizá pude haber pasado por alto todo ese cotorreo si Sasuke no fuera tan mamón, las personas como él me cagan simplemente, aunque, debo reconocer que el tipo está carita y tiene un cuerpo trabajado, digo, no es que sea gay ni mucho menos, solo estoy siendo honesto.

Miré de reojo y lo vi acercarse a nuestra fila, me acomodé en mi lugar y regresé a mi llamada (en el momento que quité el hold, mi cliente me mentó la madre, por cierto). Sentí su presencia a mis espaldas, así que me giré con disimulo, y antes de que pudiera preguntar cualquier cosa, me indicó con un ademán de mano que dejara en espera a mi cliente un momento.

—Cuando termines con tu llamada necesito que te desconectes.

Decir que se me heló la sangre y se me bajó la presión es poco. No supe si el bastardo ese habrá visto en mi rostro el desasosiego que me causaron sus palabras, porque si lo hizo no lo expresó. Ni siquiera había terminado de asimilar semejante bomba cuando lo vi seguir recorriendo el pasillo con paso altivo hasta su oficina. En cambio, Kiba sí que notó mi reacción.

—¿Te corrieron? —preguntó sin más, cubriéndose la boca con las palmas de la mano, en un gesto que era tan incrédulo y desconcertante como el mío; y es que la mayoría de las veces, siempre que alguien era citado a esa oficina era para darle cuello.

Me encogí de hombros, y pese a los insistentes gritos de mi cliente, terminé mi llamada lo mejor que pude. Cuando me levanté de mi silla; me persigné, porque más valía que diosito me agarrara confesado. Recordé las muchas veces que comenté que si me corrían de aquí me estarían haciendo un favor, pero al momento de enfrentarme a la realidad ya no me pareció tan genial, faltando tan poco para la quincena, para poder solicitar mis primeras vacaciones y para el cobro de utilidades. Lo sentí como una mentada de madre.

—Cierra la puerta —me indicó Sasuke con gesto severo, una vez que estuve en el umbral. Vi que tenía su laptop abierta, y en la pantalla, en un archivo de Excel estaban las llamadas que había recibido el pasado viernes—. Me gustaría que me expliques qué pasó con este cliente —señaló en el archivo la última llamada de mi turno, esa que me había caído dos minutos antes de que finalizara la jornada, "la maldita". Recuerdo que esa señora empezó a echar ajos y cebollas por unos cargos no reconocidos en su última factura, me pidió un desglose total de todos sus consumos, y sinceramente, yo no iba a enzarzarme con una llamada de por lo menos media hora en un be-viernes.

—Ah, ya —dije con nerviosismo, jugándole al tonto—, lo que pasa es que tuve un problema con la computadora y se cortó la llamada.

Sasuke me miró con condescendencia, cómo aquel que se sabe satisfecho de pillar a alguien infraganti. Rodeó su escritorio y se acercó a mí.

—Liberaste la llamada —afirmó curvando media sonrisa, sin ocultar la satisfacción en sus palabras. Ese bastardo estaba disfrutando de echarme a la calle como perro. Tensé la mandíbula y apreté los puños, la adrenalina se irrigó por mis venas predisponiéndome ante el inminente final. Sasuke se acercó un poco más—. ¿Sabes que esto es un business critical y que es baja automática de la empresa?

No supe por qué la vista se me nubló en ese momento, ni por qué sentí que la voz se tropezaba a trompicones en mi garganta. No obstante, y pese a mis irrefrenables deseos de rogar por una segunda oportunidad, le sostuve la mirada, esperando su resolución final, a que me dijera cuándo tenía que regresar por mi finiquito.

—¿Qué estás dispuesto a ofrecer?

Su pregunta me sacó de onda por completo, supongo que él lo notó, porque después aclaró:

—A cambio de conservar tu trabajo, tarado.

—¿Qué quieres tú? —pregunté receloso, aún sin poder creer del todo que ese bastardo estuviera dispuesto a negociar. Hubo un brillo malicioso y febril en sus pupilas que me provocaron un escalofrío, pero no de esos desagradables, sino de esos que se sienten como mariposas en el estómago.

Sasuke se acercó lento, aprisionándome contra la pared.

—Sabes que no puedo poner en riesgo mi trabajo por tus tonterías, ¿no? —Apoyó su antebrazo a la altura de mi rostro, acercándose un poco más, tanto, que su tibio aliento rozó mis labios—. ¿Tú qué me das a cambio?

Sí bien mi primera reacción fue de rechazo, una vez que asimilé su ofrecimiento (y sin que pudiera negarme a mí mismo que el tipo me atraía), no pude evitar esbozar una sonrisa, entre incrédula y salaz, aceptando su indecente propuesta. Debo decir que desde entonces, cuando me llega a caer "la maldita", la libero sin remordimiento alguno solo para poder escaparme con Sasuke, y desde luego, sin temor a represalias.

Fin.

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Notas:

Creo que nunca había escrito un fic con tantos modismos, que si bien fueron pocos, para mí fue una labor especialmente difícil, quizás por el simple hecho de que siempre he optado por escribir neutro. Aunque debo reconocer que me encantó el resultado, imaginar a Naruto y Sasuke en un call center fue muy divertido.