Copyright © 2022 Yuleni Paredes Derechos mundiales: ©2210132320862 Capítulo 1

Era un niño deseado; pero para mi desgracia, luego fui rechazado por mis padres (en especial por el gran Guillermo Andrade). Mi papá siempre quiso un varón; lastimosamente, su único hijo a partir de los tres años presentó síntomas de tartamudez.

Gané su repudio, sin haber hecho nada. Mi madre Pamela lloraba al tener que entregar a su único hijo a la tía abuela Ema, ocultándole mi identidad a la opinión pública; hecho que le resultó desgarrador para su alma, para su ser.

Evitó como diera lugar las críticas de los medios que sólo conseguían crear zozobras, me los imaginaba acosándolos con preguntas como ¿quién manejará las empresas Andrade? ¿Quién quedará a cargo si el heredero es un tartamudo? ¿Caerán en la ruina? ¿Será confiable invertir en el consorcio Andrade? De buena fuente sabemos que el padre ya no podrá dar más hijos por su avanzada edad.

Por ese motivo, me enviaron a un condado (muy lejano) llamado Michigan, mi tía se haría cargo de mi educación y me tendría escondido el tiempo que fuese necesario.

Empecé mis estudios de preparatoria en el colegio San Thomas, ya iba a mitad de año para graduarme. En ese momento, tenía 19 años, mi tía me había cambiado en diferentes oportunidades de colegio por las mismas razones de siempre: acoso escolar. Reprobaba materias, repetía año… Y en ese lugar tampoco iba ser la excepción.

Siempre me aventaban alguna fruta en el almuerzo, huía de ellos, me aislaba en algún lugar, no quería entrar a clases. Me ponían apodos como "tartamudo cara de acné", se burlaban; me sentía el peor de todos, sólo quería morir y en ocasiones: matarlos. Mi educación cristiana me ayudó a continuar, pese a las adversidades.

En un día rutinario, al igual que el resto de los días, almorzaría debajo del árbol de manzanas. Yo acostumbraba esperar ahí hasta la hora de entrada a clases.

─Chicas, ¿qué tal si molestamos al "tartamudo cara de acné"? Ja, ja, ja, ja ─propuso maliciosamente Elvira.

─¡Me parece genial! Ese estúpido debería irse, no soporto los hombres con la cara descuidada y tartamudo para colmo ─expresó Carla con desagrado, a la vez que blanqueaba los ojos─. Odio cuando trata de participar en clases, tarda tiempo en pronunciar las palabras.

─Tienes razón; además, es larguirucho ja, ja, ja y flacuchento. Uy, guácatela, ¡de espanto! ─mencionó Karen con toda la sorna que se necesitaba para maltratar a los demás.

─Chicas, ¡vayamos a sacarlo definitivamente de este colegio! ¡No lo quiero ver más! Es un atentado ¡contra la estética de esta región!

Sin imaginar lo que me harían, comía tranquilamente el almuerzo que mi tía con todo su amor me preparó.

─Ho-la, chi-cas ─les saludé con dificultad.

─¡Cállate, no nos saludes, no te toleramos en especial cada vez que intentas hablar! ─me dijo Elvira con todo su desprecio de manera rápida e incisiva.

Agaché la mirada ante la recriminación, me quedé sin habla sintiéndome inferior, poca cosa.

─Sabes, ¿qué hacemos aquí? ─negué con la cabeza.

─Estamos aquí porque queremos que te vayas, ¡eres una abominación!

Todas se pusieron frente a mí para arrojarme comida a la cara y al cuerpo─. ¡Vete! ¡Vete! ¡Vete! ¡No te queremos, vete!

Jamás olvidaré ese momento ni lo siguiente.

─¡Chicas, ¿qué les pasa?! ¡Déjenlo en paz, ustedes son unas insolentes!

Gracias a ella pararon de acosarme.

─Te haremos caso porque eres una de las chicas más populares del colegio y la mejor porrista, te necesitamos para ganar el concurso. Pero, te advertimos que mejor te alejes de este mal formado. ─Ellas se fueron sin decir nada más en contra de mí. Yo tenía la cara tapada con mi brazo, ella se me acercó amorosamente para darme ánimos.

─Hola, ¿cómo te llamas? Déjame verte.

En ese momento, mis ojos estaban llenos de lágrimas, evité hablar.

─Ah, ya sé, te conozco, sé tu nombre, te llamas Alberto ─me sonrió cálidamente─. Te he visto sentado en el último pupitre del salón de clases, arrinconado, aislado. Te he visto cada vez que paso cerca de tu salón para ir a mi clase de francés─. Me ayudó a levantarme admirando mi estatura, definitivamente soy un hombre de casi uno noventa, mientras ella un metro sesenta─. Me gustaría ser tu amiga, si deseas ser mi amigo parpadea una vez y dos veces si quieres decir no.

Parpadeé una vez; de esa forma, empezó nuestra amistad. El resto de los compañeros nos veía extrañamente. Estaban contrariados, en total desacuerdo que la porrista más bella y popular del colegio se fijara en mí; así fuese como amigo.

Ella me visitaba a la casa y yo iba a la de ella, mi tía se puso muy feliz al saber que por fin tenía una amiga.

─Los dejo solos, pórtense bien. ─Tía Ema nos hizo un guiño de complicidad.

─Claro tía Ema, nos portaremos bien ─le dijo Cándida, quien ya se sentía la sobrina de mi tía─. Alberto estuve investigando y tu tartamudez puede ser de origen psicológico, no sé, algo de niño que pudiste haber vivido─. Negué con la cabeza─. Ya sé, a partir de ahora haremos ejercicios para mejorar tu respiración y dicción, ¿quieres? ─Accedí a su idea─. Bien, ¿sabes? Además, he preparado varios exfoliantes naturales para limpiar tu cutis, y una crema para disminuir la grasa de tu rostro ¿Qué opinas? ¿Sí? ¡Eres el hombre perfecto, siempre escuchas! Ja, ja, ja.

Pasaron semanas y cada vez éramos más unidos. Un día estaba en la habitación de Cándida.

─Alberto, estoy feliz ¡mírate el rostro! ─Me acercó el espejo─. ¿Te ves? Se te ve más fresco, resaltan tus ojos azules claros. Poco a poco irás mejorando, me alegra saber que mis formulas dan resultados positivos. No es que te haya utilizado como conejillo de indias. Quiero ser dermatóloga, no te lo esperabas, ¿verdad?

─E-res muy in-teligen-te, me has ayuda-do.

─¡Gracias! Eres un amor, ¿te digo un secreto?

─Sí, soy de confian-za no le diré a na-die aunque quisie-ra. ─Ella dibujó en su rostro una suave sonrisa.

─De acuerdo, me has convencido. También tengo defectos como tú, ¡estoy acomplejada! Te voy a mostrar mis pechos─. Quedé sorprendido, nunca había visto una mujer sin ropa─. Debes ser sincero, ¿son pequeños? Más adelante me las operaré.

─No, no lo ha-gas, te ves… bien a-sí.

─Siempre me apoyas.

─Te quie-ro.

─Yo también te quiero. Sé que nunca me mentirías.

─No, nunca lo ha-ría.

─Deseo que mires mi cuerpo sin nada encima. ─Ella, lentamente, se quitó la vestimenta, me observaba como estudiando mis reacciones. Su mano viajó a mi ingle─. ¡Qué interesante! Te emocioné, eso es bueno. Discúlpame por haberte animado ─expresó pícaramente─. Nunca has visto a una mujer así, ¿cierto?

─Nunca.

─Lo ideal… será… que acabe con tu sufrimiento, después no podrás estar tranquilo ─me dijo con voz dulce.

Enmudecido me dejé guiar, ella me desabotonó con lentitud la camisa; disfruté el rose de sus manos con mi pecho, fue fascinante, me estremeció en todos los sentidos.

Al escuchar mi gemido, besó mi cuello. Sus labios se posaron en mi boca y se disfrutaron entre sí, hasta que ella decidió descender hasta la parte inferior de mi ombligo para deshacerse de mi ropa interior.

Sentí un poco de vergüenza; sin embargo, nos abrazamos para darnos confianza y así seguir besándonos.

─Me gustas mucho, tal cual y como eres. Quiero ser tuya para siempre.

─Siem-pre se-rás mí-a y yo tuyo.

─Gracias, mi amor. Son las palabras que quería oír. Te amo.

Ese te amo se convirtió en nuestro pacto de amor para unir nuestros cuerpos en una sola alma.

─Me duele un poco; pero, es normal, ya se me pasará; aún falta para que mi mamá llegue. El dolor es parte del amor, hay que disfrutarlo.

─Sí ─afirmé dulcemente.

Su fragancia y gemidos se quedaron grabados en mi ser… por siempre. Nunca he pasado noche alguna sin rememorarla. Esa tarde, me hizo el hombre más feliz. Nos abrazamos y descansamos un rato.

─Cándida llegué ¡Sal del cuarto!

─¡Mamá estoy ocupada con Alberto! ¿Puedes dejar de molestarme? ─Todavía estábamos en la cama.

─¿Cómo se te ocurre contestarme de esa manera? ¡Sal del cuarto o la abro!

─¡No te gustará lo que verás! ─respondió irónicamente.

─¿Intimaste con ese muchacho antes de lo debido?

─Sí, y lo disfruté.

─¡Desvergonzada!

─¡No tienes nada que recriminarme tú cambias de pareja como cambiar de cepillo dental! ─al escuchar eso, la mamá de Cándida abrió la puerta, encontrándonos medios tapados con una sábana.

─¡Yo te mantengo! ¡Tú vives de mí! ¡Harás lo que te diga! ¡Descarada! ─aseveró, dándole una bofetada─. Y tú, vístete, ¡lárgate de aquí! Y más vale que no la hayas embarazado.

En ocasiones, se portaba malcriada; era su forma de protestar; pues las parejas de María a veces le coqueteaban, lo cual la hacía sentir asco y repulsión. Su madre jamás le creía, pensaba que lo hacía para crear discordia por celos de hija. Yo quise defenderla, pero me tranquilizó diciéndome que ya todo estaba calmado, que no se meten con ella. Al transcurrir los días, Cándida discutía con su exnovio Nelson.

─Cándida, ya no sales conmigo, ¡solo te la pasas con ese adefesio! Dime ¿Por qué?

─Me enamore de él, me gusta, lo lamento: ya no podremos continuar.

─¡Eres una zorra, juro que me pagarás esta burla, abandonarme por un adefesio!

Más tarde, Nelson le comentó a su hermana lo sucedido con Cándida.

─¡De esta burla me encargaré yo! ─expresó Elvira, reflejando el odio en sus ojos, apretó sus puños con fuerza─. ¡Rechazarte por esa cosa! Ya verás lo que le haremos.

Elvira se reunió con las chicas y les platicó lo acontecido entre su hermano y Cándida.

─En realidad, ya no es feo, tiene algunas partes rojizas; pero, imagino que mejorará con el tiempo.

─¿No entiendes, Luisa? Ese hombre se ha mofado de mi hermano, deberá pagar, ¡haremos que se vaya!

─¿Cómo lo haremos? ─preguntó Karen.

─Escuchen…

En el atardecer, Alberto caminaba hacia su casa. Las chicas lo interceptaron, llevaban en sus manos verduras podridas a modo amenazante.

─Ho-la, chi-cas, ¿qué…?

─¡Te venimos a correr de nuestra ciudad!

─Déjen-me, yo no les he hecho nada.

─A nosotras no; pero a mi hermano sí, ¡bazofia! Chicas, ¡láncenle las verduras!

Me tapé el rostro, decidido me defendería sin importarme que fuesen mujeres; pero Cándida apareció de la nada impidiendo el ataque.

─¿Qué les pasa? ¿Pueden por un momento comportarse como personas? ─Ella se agachó de inmediato para ayudarme a levantar─. Beto, amor… Me nos mal decidí tomar este camino para llegar a tu casa.

─¿Por qué le dices mi amor?

─¡Porque somos marido y mujer!

─¿Te has acostado con este tipo?

─¡Infinidades de veces! Él sí es un verdadero hombre a diferencia del patán de tu hermano.

─Te tragarás tus palabras ¡zorra!

Elvira con la mirada les advirtió a sus amigas que se enfrentaría a Cándida, agarrándola sorpresivamente por los cabellos.

─¡Te dije claramente que no hicieras amistad con ese bodrio!

Todo fue muy rápido, era un hecho irreversible: enfrentaría a esas mujeres.

─¡Suéltame los cabellos Elvira o te arrepentirás!

─No te voy a soltar, te daré una paliza para que aprendas a respetar a mi familia ¡Sucia cualquiera!

─¡Verás de lo que soy capaz!

Cándida logró zafarse de su agarre quedando a la par; mientras, las falsas alentaban a Elvira:

─¡Destrózala, destroza a esa perra! ¡Siempre consigue que todos se fijen en ella! ─dijo Karen.

Cándida la sometió y las otras intervinieron, antes de que yo pudiese detenerlas ella se resbaló, golpeándose la cabeza contra la pared.

Cayó al piso, en fracciones de segundos apareció un charco de sangre. Cuando Elvira se dio cuenta que la atacaría, gritó:

─¡Está muerta! ¡Está muerta! ¡Tú eres el culpable! ¡Tú la mastates! Eso le diremos a la policía ¿cierto?

─¡Sí, eres un asesino! ─le apoyaron al unísono.

En ese momento, algo cambió en mí. Mi mirada se inundó de rencor, oscuridad. Ellas no tardaron en tirarme piedras, me cubrí el rostro; quería destruirlas. En mi intento, resbalé por un pequeño acantilado que me hizo quedar inconsciente por varias horas, un hombre taciturno me rescató.

─Nunca he podido olvidar ese día ─expresó Alberto, observando el ocaso del atardecer. Fue así como revivió lo ocurrido hace 20 años, su rostro se entristeció─. Hui de la ciudad, me responsabilizaron de un hecho que nunca cometí… Me acusaron de… Cielos me cuesta decirlo, expresarlo… Ella seguirá en mí, en mi mente, en mi corazón, la amo tanto. El sufrimiento de mi tía fue desgarrador para mi alma, mi espíritu; ella que me amó incluso más que mi madre, siempre permaneció a mi lado en los peores momentos. Gerardo, quiero agradecerte por haberme brindado tu apoyo incondicional cuando me encontraba casi sin vida ante la atrocidad que viví… Sin ti, jamás me hubiera convertido en el hombre que soy ahora ─dijo, mientras situaba su vaso de whisky a un lado de la chimenea.

Gerardo con serenidad y cautela comentó:

─Para mí, eres el hijo que nunca tuve… Comprendo tus emociones, sé perfectamente que es perder el ser amado. Deberías darte una segunda oportunidad, tener una relación amorosa.

─Nunca. La quiero a ella, solo a ella. Jamás me vuelvas a sugerir semejante traición. Le seré siempre fiel a la única persona que me amó incondicionalmente, sin importar mi apariencia o mis defectos, sólo he estado con una mujer y con ella me quedaré hasta el final de mis días.

─Respetaré tus decisiones, ¿qué harás con la fortuna que heredaste de tus padres?

─Utilizaré toda mi fortuna para contribuir a investigaciones en pro de la salud humana, por algo me hice médico.

─¡Uno de los mejores! Con una conducta intachable.

─En una semana regreso a Michigan ─le comunicó a la vez que miraba las fotografías y recortes de periódicos que tenía arriba de la chimenea─. Es tiempo de reencontrarme con mi pasado…

Michigan

─Amelia, estoy ¡Feliz! A partir de mañana inicio mis pasantías en el área de homicidios.

─Esperanza, como te gustan los casos de criminalísticas por Dios ¡Es horrible! Yo mejor, me voy por el área de recursos humanos.

─¡Qué alegría! Simplemente, aplicar test de personalidad a un grupo de empleados desdichados: muy sencillo, a mí me gusta la acción. Evaluar el perfil psicológico de los peores asesinos ¿Qué los lleva a cometer actos dantescos? Por eso, estudio psicología.

─Ves demasiado Lie to Me. En lo personal, a mí me aterra ¿Qué opinas si nos reunimos el fin de semana para estudiar?

─No puedo, mi hermana regresa de Francia y a mi mamá le gusta que dediquemos tiempo a convivir en familia, tu sabes por lo que le pasó.

─Ah, tu hermana ¡Excelente dermatóloga! ¿Será que me podrá recomendar un tratamiento para las manchas? Tengo una en la pierna derecha.

─Desde luego, le diré.

Universidad de Especialidades Médicas Michigan

─Daniela, llegas tarde nuevamente. Eres profesora, debes dar el ejemplo al alumnado.

─El auto se me averió, ando despistada, solo pienso en el nuevo profesor de anatomía forense, esta guapo, es un adonis, ¡todo un dios griego!

─Verdaderamente, es guapísimo y ¿adivina? Me enteré: ¡que no es casado!

─Es cierto que es muy serio, pero no le quita lo muñecote.

─Sí, y lo quiero para mi solita ¿Te digo un secreto?

─Sí, cuenta con mi discreción.

─¡Me invitó a salir este fin de semana! ¿No te parece genial? Pero, es muy discreto y caballeroso. No quiere generar habladurías innecesarias, ya conoces como son en este pueblo, iremos poco a poco.

─¡Quedas perdonada! ¡¿Quién no perdería la cabeza por ese hombre?!

─Gracias, amiga, te dejo, daré clases. Luego, me prepararé para la gran salida de mi vida con el hombre que toda mujer desea tener a su lado, el hombre perfecto. Besos. ─Daniela se despidió llena de felicidad por haber encontrado al chico de sus sueños.

─¡Hermana que felicidad, volviste! ─ambas se abrazaron fuertemente.

─¿Estás bien? ¡Te mareaste otra vez! ¡Mamá!

─¡Hija! Esperanza, trae un vaso con agua enseguida por favor.

─¡Sí, mamá!

En un bar adyacente al pueblo de Michigan, Daniela se encontraba sentada en la barra de un bar clandestino. Un hombre misterioso se le acercó para colocarle discretamente en la pierna: una nota, contrariada la agarró.

Te espero en la parte trasera del bar, no digas a nadie.

Diana se extrañó; no obstante, le resultó excitante. Pagó el trago e hizo caso a lo escrito.

Ella llevaba un vestido negro corto, ajustado. Se veía como una modelo profesional gracias a sus tacones de ajuga del mismo color. Se contorneaba sexymente. En ese aislado lugar, aún se podía percibir un hilo musical de la banda: Heavy Metal Hard Rock Music proveniente del establecimiento nocturno.

─Hola, nena, te ves preciosa ─se escuchó una voz ronca.

Diana algo nerviosa respondió:

─Como siempre galante…

─¡Silencio! No pronuncies mi nombre. ─Se le acercó al oído para decirle unas palabras.

─De acuerdo, acepto ¿A qué se debe tu cambio? Pregunto por tu atuendo, realmente te cuidas demasiado, no deseas que nadie ponga en tela de juicio tu buen nombre.

─¡Así es! Te pediré algo.

─Claro.

─Amárrate el cabello, me gustan las mujeres que se les pueda apreciar el rostro en todo su esplendor.

─Tengo una leve cicatriz de mi oído derecho.

Él sonriente respondió:

─Lo sé. ─Seguidamente, agregó─: ustedes, las mujeres, caen con facilidad ante la presencia de un hombre apuesto… Acceden a sus peticiones sin refutar. Solo les interesa cómo se ven. Que las demás mujeres las envidie por andar con el más atractivo ¿cierto?

─Me estas asustando, parece un reproche.

─Es un reproche. Me has divertido, pronto tendrás respuesta a tu incertidumbre.

Se aproximó cautelosamente hasta ella; mientras, sacaba de su bolsillo derecho un pañuelo impregnado de cloroformo, ella sin percatarse fue tomada por sorpresa. Agitó sus brazos para defenderse, pero se durmió.

Horas después, en una enorme mansión, Daniela despertó desnuda. Estaba dentro de una caja llena de hielo. El frío le impedía moverse con facilidad, tartamudeaba.

─¡Qué cosas tiene la vida, ahora tú… tartamudeas! ─Ella lloraba desconcertadamente.

─No en-tien-do, ¿por qué me ha-ces es-to? Yo no te he hecho nada.

─¡Qué casualidad! Ja, ja, ja. Esas mismas palabras se las dije a ustedes.

─No com-pren-do, ¿nos cono-cemos de la uni-ver-si-dad?

─No, no Danielita. Nos conocemos desde hace veinte años. ─Con una actitud fría y calculadora se sentó en una silla que le hacía quedar a la cabecera de ella.

─No pue-de ser ¡eres tú! Per-dóna-me, per-dóna-me te lo supliiicooooo ─imploró entre lágrimas─. No me ha-gas na-da, te pi-do una según-da opor-tuni-dad.

─Lo siento ─dijo encogiéndose de hombros─, las segundas oportunidades no existen. ─Se paró de la silla─. Hoy te daré una clase, se llama… Así que buscas la forma de levantarte. Es imposible. Sientes impotencia ¿verdad? Por cierto, ¿Sabes qué es? No, no lo sabes, porque nunca lo has sentido… hasta ahorita, claro está ─sonrió satisfactoriamente─. Bien, te explicaré porque yo sí la conozco, conozco ese sentimiento y desde hace tiempo; sabes, es cuando tratas de defenderte y defender a la persona que más ama… Tristemente por más que intentas, así como tú tratas de salir corriendo y salvarte del destino que te espera: tus acciones terminan siendo inútiles. ─Daniela abría los ojos enormemente, sentía un fuerte frio al punto que le quebraba los labios, los nervios la carcomían, sus ojos le lagrimeaban incesantemente─. ¡Justamente eso sentirás! Mi adorada muñequita… Te preguntas ¿Por qué te quité la ropa? Simple para someterte a una buena obra… por primera vez en tu vida harás una o ¿varias?

─Déja-me ir te lo su-plico, ten piedad, por lo que más amas en esta vida ten com-pa-sión de mí.

─¡¿Lo que más amo?! ─Le agarró los cabellos con fuerza─. Escucha perra, gracias a ti ya no tengo lo que más amo ¡Desgraciada! ─La soltó bruscamente. Inmediatamente, recuperó la cordura y su equilibrio emocional que lo caracterizaba─. En cuanto a perdonarte, no soy Dios para perdonarte; soy un buen samaritano que puede ayudarte a lavar tus pecados ¿Cómo? Ayudarás con tu cuerpo a los más jóvenes, a los niños indefensos a continuar con sus vidas, mira a tu alrededor ─dijo abriendo los brazos como si de un espectáculo de circo se tratase─. Te acostaré en esta camilla totalmente estéril ¿Qué opinas de la mesa? ¿Posee todo el instrumental necesario, doctora Daniela?

─Te… im-plo-ro nue-va-men… te. ─A Daniela ya le era imposible articular palabra alguna debido al frío intenso.

─¿Así como yo les supliqué? ¿Ah? ¡Responde! ─Tomó la bandeja de psicotrópicos y se la mostró─. Aquí tenemos el hipnótico, te… hace olvidar lo traumático… No lo necesitamos… Hm… el analgésico de alto espectro… tampoco… lo necesitamos. Con el relajante muscular será suficiente, así sentirás todo el dolor y sufrimiento que yo sentí. ─La agarró por el brazo para sujetarla a la cama, en donde le cateterizó una vena para inyectarle 10 mg de Bromuro de Rocuronio; de inmediato, la intubó. Ella sentía ganas de vomitar, la tráquea le dolía descomunalmente.

─¿Te duele? En segundos, te garantizo ─sonrió con deleite─ que te dolerá más, lo más interesante de todo: es que tienes asiento de primera para mirar lo que te sucederá. En los ojos te pondré este separador oftálmico, quiero que observes ¡todo lo que te haremos! Sin poder hacer… ¡nada! Y a esto se le llama: ¡Impotencia! ─Su ayudante entró para monitorizarla─. Pronto contribuirás con una causa justa. ─Él caminó alrededor de ella, se detuvo a nivel de su ombligo y con el dedo índice recorrió su estómago, señalándole la ubicación de cada órgano.

─Debemos estabilizar sus signos vitales, su frecuencia cardiaca y respiratoria aumentan. Debemos evitar la hipertensión, de lo contrario, sus riñones se infartarán, quedarán inservibles.

─¡Tienes razón! Le administraré una pequeña dosis de sedante. ─Varios profesionales ingresaron al área─. Danielita sé que me oyes. ─Con una sonrisa sarcástica, agregó─: En nombre de todos a los que ayudarás, te agradezco.

─¿Cómo estás? Eres el único multimillonario que se da el lujo de tener un quirófano en casa ─dijo su colega en son de broma─. ¿Qué le ocurrió?

─Lo de siempre, accidente cerebrovascular.

─Es una lástima, es una mujer joven. ¿Tienes el consentimiento firmado, más toda la documentación requerida?

─Me conoces, sabes que reviso todo el protocolo antes de llevar a cabo este tipo de procedimientos; aquí tienes la gráfica con todo lo requerido.

─Eres un profesional intachable. Luego lo reviso ¿Iniciamos?

─Cuando gustes. ─Se acercó al oído de Daniela para decirle─: creo que sólo podrás mirar la primera incisión, porque… no creo que aguantes el resto. Quieres gritar, ¿cierto?

Ella quería pedir perdón por todo lo que hizo en el pasado; pero era tarde, su corazón se aceleraba con cada corte que le hacían.

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Les recuerdo que soy asesor literario; periodista con especialidad en dramaturgia, edición de libros entre otros estudios relacionados a la escritura.

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