Round 002 — ¿Casualidad o causalidad?
Pueblo Chouji, miércoles 4 de Octubre, Año 100 AW, 10:58 AM
El frío en Chouji no era impedimento para que sus habitantes se dedicasen con ahínco a sus labores diarias, muchos de ellos a la espera del festival que celebrarían esa noche. El lugar más gélido del pueblo en ese momento era el Gimnasio, donde irónicamente se había estado desarrollando una ardiente batalla entre Yanagi y Danot. El segundo permanecía quieto, con la cabeza gacha, mientras la réferi decretaba la derrota de Hellga; sin embargo, el chico sólo había atinado a retirarla, no a elegir a su reemplazante.
—Retador Danot; sustituya a su Pokémon o será descalificado —decretó Shima al dirigirle una mirada seria; a pesar de ello, entendía bien el duro golpe que éste había sufrido tras la evolución del Pokémon de Yanagi.
Danot no contestó a esa orden... no con palabras. Alzó la cabeza, dejando ver una expresión llena de determinación, a la vez que liberaba a su Starmie. Apenas apareció en el campo, ésta empezó a ser dañada por el granizo que caía, pero no mostró signos de incomodidad ante esto. Con la venia de Shima, el combate se dio por reanudado.
—¡Rayo Burbuja! —ordenó Danot, mientras agradecía mentalmente a Hellga por haberle dejado atisbar la fuerza del recién evolucionado Mamoswine.
—¡Ventisca! —contraatacó Yanagi con seguridad.
Alfa fijó el blanco con su percepción extrasensorial y desplegó desde su núcleo un sinfín de burbujas del tamaño de pelotas de fútbol. Viéndolas venir, el mamut se apuró en arremolinar el aire cargado de nieve y trozos de hielo en torno a sí y redirigirlo para interceptar el ataque de agua. Si bien esa Ventisca no era tan potente como la de Jynx, bastó para congelar las burbujas que no habían estallado por el granizo; siguieron así por casi un minuto, hasta que Yanagi ordenó a su Pokémon usar su Poder Pasado. Brilló de color blanco antes de atacar a Alfa con una esfera de energía grisácea que barrió las debilitadas burbujas y la golpeó frontalmente, derribándola.
—¡Alfa, levántate! —le instó Danot, preocupado tras ese fuerte golpe.
—¡Mamoswine, ya sabes qué hacer! —le indicó Yanagi, con aire misterioso.
Aprovechando que su contendiente había caído, el mamut pisó el hielo con fuerza antes de emitir un estruendoso Rugido que asustó a Alfa y la obligó a volver a su Poké Ball, para sorpresa del retador. «Dos pueden jugar el mismo juego», pareció decirle la confiada expresión de Yanagi. Viéndose obligado a hacer un cambio desfavorable, Danot tardó un poco en coger el contenedor de Ray. No obstante, al observar las condiciones del campo, pensó que podría aprovechar esa coyuntura y decidió posponer el regreso de Alfa.
—Sólo te pido que ganes un poco de tiempo, nada más —susurró a la Poké Ball de Ray antes de liberarlo, sabiendo que pedirle una victoria en su estado sería demasiado.
Ray hizo su segunda aparición en el combate, resintiendo de inmediato el tiempo adverso, pero ni siquiera ello le hizo erizar (todavía más) su pelaje como la visión del enorme contendiente que tenía enfrente. Giró para ver a su Entrenador con una mirada suplicante, preguntándose por qué le había escogido precisamente a él.
—Ese Pokémon acaba de vencer a Hellga —fue la única respuesta que Ray obtuvo.
Estas palabras bastaron para ocasionar un súbito cambio de actitud en el Pokémon eléctrico. Fijó su enojada mirada en Mamoswine, quien le respondió con una idéntica. Esto no intimidó a Ray, como demostró al avanzar tres pasos, erizando mucho más su pelaje y apretando los dientes, dispuesto a dar todo de sí para vencer al mamut, o al menos cansarlo tanto como fuese posible.
—¡Bomba Fango! —ordenó Yanagi, reservando su mejor ataque para una situación más propicia.
—¡Evádela y Doble Rayo! —indicó Danot, manteniendo la determinación con la que había reanudado la batalla.
Mamoswine tardó poco en expectorar una enorme bola de fango hacia Ray, quien aprovechando su conocimiento previo del campo se deslizó diagonalmente entre los bloques de hielo para evitar tal ataque. Tras ello, disparó rayos bicolores desde su boca para interceptarlos e intentar acertar alguno a su contendiente, aunque ello resultaba prácticamente imposible con la granizada que aún caía. Además, ésta le iba debilitando lentamente, pero nada de esto le importó más que darle un buen golpe. La oportunidad llegó tras cruzar la piscina congelada, cuando su Doble Rayo dio directamente en el rostro del mamut, obligándole a recular un par de metros. Furioso, estampó violentamente el hielo con sus patas delanteras, por indicación de Yanagi.
—¡Salta! —mandó rápidamente Danot, viendo la escena con especial atención.
Esto extrañó a Yanagi, quien esperaba un ataque directo tras lo ocurrido con Hellga, por lo que se mantuvo alerta. Observó cómo Ray aterrizaba con dificultad, procurando no resbalar, justo donde aparecería la columna de tierra, a cinco metros del mamut. Y fue entonces que Danot ordenó un segundo salto, basándose en el tiempo que le tomó a la anterior emerger del hielo. Así, valiéndose de su velocidad explosiva, el Pokémon eléctrico saltó justo a tiempo para evitar el ataque y quedar frente a frente con su sorprendido oponente. Y sin esperar, Ray le soltó un Doble Rayo a la cara, del que ni siquiera su Manto Níveo le pudo proteger, brindando al retador un tiempo vital para decidir su siguiente movimiento.
—¡Doble Patada en sucesión! —ordenó inmediatamente Danot, a sabiendas de que no tendrían otra oportunidad así.
Un derrape en medio de su veloz carrera le sirvió a Ray para ponerse de espaldas a su oponente y comenzar a arrearle en el morro y pecho una serie de rápidas patadas, para su sorpresa y la de Yanagi. No obstante, éste último se recuperó de la impresión en el acto, y le bastó una orden para que Mamoswine recobrase el enfoque y lanzase a quemarropa un proyectil fangoso que dañó al Jolteon y detuvo de sopetón su ofensiva. A pesar de ser una relativamente débil, había causado más daño del esperado.
Adolorido, embarrado y mucho más enojado que antes, Ray intentó reincorporarse ante la vista y paciencia de su oponente, a pesar de sus deseos de volver a estamparle contra el suelo por lo ocurrido anteriormente. Sin embargo, las reglas eran las reglas y debía esperar a que se levantase del todo, lo que el Jolteon aprovechó para dispararle un Doble Rayo tras un rápido giro, pero la menguante granizada acabó por debilitarle antes de poder alcanzar a su oponente.
—¡Jolteon ha sido vencido! ¡Esta ronda es para el Líder y su Mamoswine! —decretó Shima al ondear su banderín verde en dirección de estos últimos.
—Gracias Ray, buen trabajo —le felicitó Danot tras guardarlo en su Poké Ball, para después tomar la de Alfa—; ¡ve! —exclamó al dejarle salir, listo para la ronda final.
La estrella de mar apareció por segunda vez en el campo de batalla, lista para su confrontación final contra el as de Yanagi, quien la analizaba con detenimiento. Tras la indicación de Shima, Alfa desplegó un sinnúmero de veloces burbujas y Mamoswine disparó una esfera de energía grisácea. Sin embargo, en esta ocasión, ambos ataques se anularon mutuamente luego de que la granizada amainase súbitamente, tal y como Danot llevaba calculando desde que liberó a Ray.
—¡Otro Rayo Burbuja! —mandó con celeridad el retador, queriendo aprovechar esa brecha en la defensa del Líder.
—Así que por eso dejó a su Jolteon —pensó Yanagi, mientras se debatía entre atacar o usar el Granizo—; ¡Poder Pasado! —ordenó, considerando más adecuado lo primero.
Se repitió el choque de ataques en la mitad del campo, sin una ventaja clara para ninguno de los dos competidores. Sin embargo, uno de ellos ya tenía claros sus planes.
—¡Ve saltando hacia adelante y mantén la presión! —indicó Danot, sin intención de dar respiro alguno a Mamoswine.
—¡Esquiva y usa Bomba Fango! —ordenó Yanagi, recurriendo a un ataque de rápida ejecución y suficiente fuerza para darle tiempo en caso de acertar un golpe directo.
Alfa empezó a dar una serie de largos saltos diagonales en el hielo, propulsándose con el giro de su cuerpo posterior y evitando resbalar con la ayuda de su telequinesia, a la vez que disparaba andanadas de veloces burbujas. No obstante, Mamoswine dejó ver su excelente movilidad en el hielo al deslizarse lateralmente y comenzar a expeler una serie de proyectiles de fango que tampoco hallaron su blanco. Y así siguieron por casi un minuto, en el cual la distancia entre ambos se redujo a menos de la mitad.
—¡Psíquico! —ordenó Danot en el acto, queriendo aprovechar esa cercanía.
—¡Terremoto! —contraatacó Yanagi, con la misma intención.
Con su núcleo brillando de color azul, Alfa se plantó delante de su contendiente y desplegó una potente onda telequinética a la vez que éste impactaba con violencia la superficie de hielo con sus patas delanteras para causar un fuerte sismo. Así, el mamut recibió de lleno ese poder invisible y cayó de costado, en tanto que la estrella de mar resintió las vibraciones antes de ser golpeada por una gruesa estaca de tierra que emergió bajo ella, mandándola a volar. Sin embargo, al ser más resistente que Hellga a ese tipo de ataque, pudo soportarlo y situarse en un ángulo conveniente para seguir atacando a su oponente, quien acababa de levantarse.
—¡Rayo Burbuja! —ordenó Danot, para continuar el asedio sobre Mamoswine.
—¡Granizo, rápido! —indicó Yanagi con tono severo, confiando en la resistencia de su Pokémon; una vez protegido por esa técnica, ya podría contraatacar efectivamente.
Aún en el aire, Alfa desplegó desde su núcleo una gran cantidad de burbujas que golpearon duramente la retaguardia del mamut. Éste, a pesar del intenso dolor, o quizá motivado por el mismo, exhaló un espeso hálito blanco que se elevó rápidamente hacia el cielo raso y formó espesas nubes que dejaron caer una fuerte granizada sobre todos ellos. Esto anuló la mayor parte del ataque de agua. A pesar de este revés, Danot fue capaz de notar, por apenas un instante, algo que podría darle una oportunidad a pesar del tiempo adverso. Y sabía que tendría que hacerlo rápido, porque Mamoswine ya cargaba con todo su poder hacia donde Alfa había aterrizado.
—¡Salta e inclínate hacia Mamoswine! —indicó Danot, sin perderle de vista.
—¡Joh! —asintió Alfa, quien usó la fuerza de los apéndices delanteros sobre los que se apoyaba y la rotación de su cuerpo posterior para impulsarse y ganar altura.
—Buen movimiento, pero eso no bastará para ganar mi medalla —pensó Yanagi, al ver cómo la Starmie se inclinaba; sabía qué planeaba el chico y cómo contrarrestarlo.
Como Danot había previsto, el espacio frente a su Pokémon se vio libre del granizo que golpeaba su zona posterior tras colocarse en el ángulo adecuado. Y tras un súbito «¡Rayo Burbuja!», Alfa desplegó velozmente un ataque que, al estar protegido por su emisor, amenazaba con lastimar de manera considerable al mamut.
—¡Deténlo con Ventisca! —ordenó Yanagi con presteza, demostrando la capacidad de su Pokémon más confiable para atacar y defenderse al mismo tiempo.
Un atronador gruñido precedió a la formación de una vertiginosa corriente de aire, nieve y granizo en torno de Mamoswine, quien no tardó en dirigirla hacia su oponente. Así, las burbujas acabaron estallando o solidificándose, siendo estas últimas arrojadas junto a Alfa hasta la zona central del área de combate, justo encima de la congelada superficie de la piscina; un sonoro crac proveniente de ésta prosiguió a la fuerte caída. Fue entonces que, visible en medio de la granizada, un titileo de luz roja del núcleo de la Starmie se dejó ver. Era la señal de que estaba al límite de sus fuerzas.
—¡Terremoto! —ordenó Yanagi de inmediato, sabiendo que el éxito de ese ataque decidiría el resultado de la batalla.
—¡Recuperación, rápido! —le urgió Danot, consciente de que su Starmie no podría resistir otro ataque como ese en su condición actual.
Aún tendida sobre el hielo, con la hipotermia y el dolor apoderándose de todo su cuerpo, Alfa comenzó a brillar de color dorado, con lo que sus heridas superficiales desaparecieron y su vitalidad empezó a ser restaurada, justo cuando su oponente daba un pisotón doble que generó una potente onda sísmica. Ésta alcanzó y castigó tanto a la equinodermo como al trozo de hielo sobre el que estaba apoyada, y por unos pocos segundos se dio una lucha sin cuartel entre el daño y la regeneración, con una ventaja leve para la última. Sin embargo, el factor decisivo que daba tranquilidad a Yanagi no tardó en manifestarse en la forma de una gruesa columna de tierra que surgió a través del hielo… a tres o cuatro metros delante de su blanco.
A pesar de ese inoportuno error de cálculo, Yanagi mantuvo la tranquilidad y ordenó de inmediato un Golpe de Cuerpo, justo cuando Alfa se levantaba, todavía brillando. Siguiendo esa orden, Mamoswine dejó de lado el cansancio y el dolor para arremeter a toda velocidad, con un solo objetivo en mente: llevarse por delante a su contendiente. Ante tal situación, Danot enfocó su atención en el área de combate, buscando algo que le ayudase a obtener una ventaja decisiva, cualquier cosa, por más pequeña que fuese. Y fue entonces que la halló, en el lugar menos esperado.
—¡Alfa, salta hacia atrás e inclínate de nuevo! —ordenó prestamente, queriendo esconder su improvisada estrategia tanto tiempo como le fuese posible.
—¿Otra vez eso? —pensó Yanagi, escéptico al ver cómo Alfa saltaba y se inclinaba en el aire—. ¡Ventisca! —indicó cuando Mamoswine traspasó el límite de la piscina.
Deteniéndose de golpe (y fracturando un poco más el hielo con ello y su peso), el mamut volvió a arremolinar aire, hielo y nieve en torno a sí antes de dirigirlos hacia su oponente, quien acababa de alcanzar la altura máxima de su salto. El golpe resultante sería devastador si llegaba a alcanzarle, incluso con la resistencia de Alfa a los ataques de hielo.
—¡Devuelve su ataque con Psíquico! —exclamó fervorosamente Danot, queriendo transmitirle toda su determinación.
Teniendo a la Ventisca prácticamente a un palmo, Alfa generó ipso facto una fuerte onda telequinética que la detuvo de golpe, para total sorpresa de Yanagi y Mamoswine. A continuación, hizo un esfuerzo titánico para lanzar toda esa masa helada de vuelta a su emisor, quien la recibió directamente en el lomo junto al impacto psíquico. La capa de hielo sobre la piscina, que ya presentaba roturas visibles, no pudo soportar toda esa presión y terminó por ceder, despedazándose por completo. Así, varios fragmentos de hielo quedaron flotando a la deriva, al igual que el desesperado Mamoswine, quien nadaba como podía para escapar del agua que empezaba a hacerle daño.
—¡Ahora sumérgete y Rayo Burbuja! —complementó Danot su orden anterior, con toda la intención de hacerse con la victoria.
—¡Sal de ahí y usa tu Ventisca! —contraatacó Yanagi, quien incluso en esa situación adversa parecía haber hallado una forma de ponerla nuevamente a su favor.
Siguiendo esa indicación, Alfa usó la gravedad y la rotación de su cuerpo posterior para zambullirse rápidamente en la alberca y, aprovechando la libertad de moverse de forma tridimensional en ese entorno, se situó justo debajo del mamut, quien ya estaba cerca de la orilla. Sin dudarlo, disparó a quemarropa una andanada de burbujas que, inafectadas por el granizo, lastimaron considerablemente a su blanco, dejándole fuera de combate antes de que pudiese salir del agua. La equinodermo surgió poco después, con su núcleo titilando, pues la baja temperatura del agua había empezado a dañarla.
—¡Mamoswine no puede continuar! ¡Danot y su Starmie ganan esta ronda, y por lo tanto, el combate! —decretó Shima al ondear su banderín rojo hacia el lado de estos últimos, mientras el Líder hacía volver a su propio Pokémon.
—Bien hecho, amigo; hoy has luchado mejor que nunca —le felicitó Yanagi al coger cerca del rostro la Poké Ball de su fiel compañero, sintiéndose realmente satisfecho con su desempeño.
—¡Genial trabajo, Alfa! —congratuló Danot a su Pokémon, al alzar el puño derecho con fuerza; la guardó en su Poké Ball poco después, para protegerla del frío.
Cuando la granizada finalmente amainó, los tres involucrados en el batalla se reunieron al lado del pedestal, el cual se abrió cuando la réferi acercó la muñequera que llevaba en el brazo izquierdo. Así, una pequeña luz roja empezó a parpadear cerca de la ranura donde estaba alojada la Pokédex de Danot.
—Ustedes los retadores tienen mucha suerte —comentó Shima, con el mismo tono de voz que había usado antes del combate—; se quedarían sin un sólo yen si perdieran contra Yanagi de no ser por este artefacto —añadió al poner la mano sobre el pedestal, justo cuando éste expulsaba la Pokédex.
—Supongo que sí —fue lo único que Danot atinó a contestar mientras la recogía, sin saber cómo tomarse esas palabras.
—Oh, Shima. ¿No ves que estás poniendo a nuestro invitado en un aprieto? —le reprendió suavemente Yanagi, sabiendo que ella podía ser demasiado sincera a veces.
—Vamos, Yanagi, no seas aguafiestas —contestó Shima, mientras reía con fuerza; Danot no pudo evitar preguntarse qué tipo de relación tenían esos dos, pues no parecía ser estrictamente profesional.
—En fin —siguió Yanagi, tras carraspear un poco—, por tu victoria en mi Gimnasio, te entrego la medalla Ice —añadió tras sacar del bolsillo interior de su gabardina un pequeño hexágono metálico con el diseño de un estilizado copo de nieve.
—Gracias, señor —contestó el chico al recibirla, tras lo cual la situó delante del pedestal; un lector láser, casi indetectable a simple vista, registró el código de barras impreso en la parte trasera, justo encima del prendedor.
—Entonces, sólo me queda agradecerte por este combate tan divertido y desearte éxito en tu viaje —expresó solemnemente, extendiendo la mano derecha al chico.
Respondiendo a esa cortesía, Danot le estrechó la mano enérgicamente, pudiendo notar de cerca que, tras esa apariencia seria y distante, se hallaba la calidez de un ser humano. Repitió dicho gesto con la réferi y, con esa nueva medalla guardada junto a su Pokédex, se dispuso a volver al Centro Pokémon.
Estaba tan feliz por su victoria que no le molestó lo abarrotadas que estaban las calles, ni la baja temperatura ambiental (aunque tras haber estado en el frigorífico que era el Gimnasio, era comprensible). Fue recién al llegar al Centro Pokémon que empezó a sentir el trajín matutino, pero esto no le impidió dejar de inmediato a Ray, Hellga y Alfa con la enfermera, para que recibiesen un tratamiento rápido. Bastaría esto y un poco de descanso para que se recuperasen, y de ese modo todos ellos podrían honrar la costumbre que tenían de comer juntos tras ganar una batalla de Gimnasio.
Sabiendo que tendría que esperar aún un par de horas, Danot consideró adecuado dedicarse a lo que había dejado pendiente. Puso su ropa lavada en la secadora y volvió a su habitación. Una vez ahí, sacó de su mochila un estuche dorado grabado con el diseño de una Poké Ball roja en la tapa, donde colocó su medalla más reciente, junto a otras seis de formas y colores variados. Volvió a guardarlo y se sentó cerca de la mesa, tras lo cual sacó su Pokédex y empezó a buscar información sobre Mamoswine, como había querido hacer durante su batalla de Gimnasio. Tal y como había supuesto, éste tenía los tipos tierra y hielo de su preevolución, si bien su fuerza física, velocidad y resistencia eran mayores, como había podido comprobar de primera mano.
—Tendré que avisar a Lynn de esto —pensó seriamente, al recordar que su mejor amiga también estaba haciendo la ruta de las medallas; se preguntó cómo le iba, ya que no habían hablado desde hacía varios días.
Dejando de lado esa consideración, buscó en la Pokédex la otra cosa que le había llamado la atención durante el combate con Yanagi. Escribió «Terremoto» en el índice de ataques, con lo que la pantalla superior mostró un vídeo que fue acompañado por una descripción textual en la inferior y una voz mecánica que decía exactamente lo mismo. Era lo mismo de siempre, excepto por un pequeño botón que apareció debajo del texto cuando el vídeo terminó. Curioso, lo presionó, suponiendo que era una actualización obtenida durante la batalla. No tardó en aparecer otro texto, mucho más largo que el anterior y cuyo título le sorprendió.
—¿Variaciones de ataque? —se preguntó, extrañado ante esa novedad.
Se dispuso a leer esa entrada, la cual decía que algunos Pokémon podían usar sus ataques de modo distinto al usual, a veces conveniente para situaciones específicas. También explicaba que, por lo general, eran producto de entrenamientos enfocados en ese ataque particular, si bien existía evidencia de casos en los que habían ocurrido de forma espontánea, siendo éstas la inspiración para los primeros casos. Al final del texto halló una lista de ataques con variaciones grabados en su memoria, que actualmente sólo tenía un elemento. Danot cerró su Pokédex y la volvió a guardar.
Necesitado de descanso, se recostó en "su" cama y comenzó a imaginar todas las posibilidades que se abrían para él y sus Pokémon con dicho descubrimiento. Y tendría que hacer muchas preguntas a Yamen, comenzando por «¿Por qué no me dijiste que esto existía?». Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el tiempo no le bastaría para todo ello, no si es que la Conferencia Plateada era realmente el final de su aventura. No quiso pensar más en el asunto y decidió descansar mente y cuerpo hasta la hora de comer.
Sintiéndose mucho mejor tras un par de horas de reposo, Danot fue a la recepción a recoger sus Pokémon tras haber comprado su comida en la cafetería, la cual llevaba en un envase desechable. Con sus Poké Balls ya en el cinturón, pidió a la enfermera la misma comida que había comprado por la mañana, pagada con el dinero ganado en el Gimnasio. El chico cogió seis cuencos y los situó como había hecho por la mañana. No solía dar de comer a sus Pokémon más de una vez al día si permanecían fuera de sus Poké Balls (el alimento para Pokémon era muy completo y varios estudios confirmaban que todos ellos lo aprovechaban casi por completo), pero ésta era una ocasión especial (¡ganar una medalla de Gimnasio no era cosa de todos los días!). Cuando acabó, volvió a la recepción para recoger la comida de sus amigos y servirla donde correspondía. Se le notaba muy entusiasmado, pues estos siempre eran momentos muy especiales para todos ellos.
Cuando por fin tuvo todo listo, los dejó salir de dos en dos para no armar jaleo ni llamar demasiado la atención. Y como pasó por la mañana, todo su equipo intercambió animados saludos con él y entre sí.
—Bien, chicos; como ven, hemos ganado y vamos a celebrarlo —les dijo Danot con una sonrisa cálida, mientras se sentaba al lado de su propia comida, refiriéndose a la de ellos—; Ray, Hellga y Alfa, ¡gracias por su gran esfuerzo! —les felicitó con orgullo.
Escuchando las palabras de su Entrenador y viendo la comida que tenían servida, los saludos se convirtieron en jubilosas felicitaciones hacia quienes habían participado en el combate. Así, empezaron a festejar a su modo, comiendo juntos, intercambiando alguna gracia o comentario (aunque Danot no pudiese entenderlos, todos ellos le transmitían una sensación agradable, y con eso le bastaba). Permanecieron ahí por poco más de media hora tras acabar, para reposar un poco antes de que el chico les devolviese a sus Poké Balls y se aprestase a recoger los cuencos y dejar los desechos donde correspondía. Sólo le faltaba recoger su ropa para poder descansar tanto como quisiese, al menos hasta el día siguiente.
De nuevo en su cuarto, guardó su ropa en el mismo sitio de donde había sacado la que llevaba puesta y se acostó en la cama, para reposar mientras planeaba el viaje a través del Camino de Hielo. Si bien él y sus Pokémon lo habían utilizado como área de entrenamiento durante meses y sabían qué clase de Pokémon vivían ahí, nunca habían intentado llegar hasta el final, no con la fuerza que tenían en ese tiempo. Sin embargo, con siete medallas, la experiencia de muchas batallas y un buen equipo, sentía que estaban listos para ello. Lo único que quedaba decidir era quiénes le acompañarían. Alfa era la elección obvia, al poder encargarse de todos las especies de la ruta, pero decidió que descansase porque le hacía sentir más seguro contar con su presencia para su última batalla de Gimnasio, dada su gran versatilidad. Supuso que Salma, Mizuho o ambas podrían lidiar con los Swinub y Piloswine del lugar. Hellga, Pyro y Tsurugi ya se encargarían de los otros Pokémon de hielo, mientras que Sparkle y Ray harían lo propio con los Zubat y Golbat en la bóveda de la entrada. Se decidió por este último, dada su reciente experiencia en combate sobre hielo. Lo único que faltaba era pedírselos a Yamen, quien administraba el sistema de almacenamiento Pokémon que empleaba para los suyos.
Con eso resuelto, se sintió libre de imaginar cómo podría ser su última batalla de Gimnasio, a pesar de no saber mucho de la persona que enfrentaría. Y cuando ganase, podría participar en la Conferencia Plateada, donde seguramente hallaría Entrenadores muy fuertes con quienes medirse. A pesar de confiar en la fuerza de sus Pokémon, dudaba de que su propia habilidad fuese suficiente para ganar el torneo; además, sólo tenía diez Pokémon, un número insuficiente para una competencia donde el recambio solía ser un factor crucial para ganar desde el inicio hasta el final. Sin embargo, aquello le preocupaba muy poco, pues su meta era disfrutar de las batallas que pudiese tener, sin importar el resultado. Era una vida llena de emociones que adoraba con toda su alma y que le habría gustado seguir llevando, mas la realidad parecía dictar que con su nivel de habilidad actual no podría tener suficientes ingresos para asegurarse un buen futuro… dicho privilegio parecía estar reservado para quienes lograsen destacar de forma superlativa. Sumido en esas cavilaciones, deseándolo de corazón pero temiendo no conseguirlo, no tardó mucho en quedarse profundamente dormido.
La noche llegó sin que lo notase, y con ella, mucho más frío. Sin embargo, esto no fue impedimento para que la mayoría de habitantes del pueblo, vestidos con coloridos kimonos, saliesen a las calles a gozar del ambiente festivo. Todo ese jolgorio despertó a Danot, quien se acercó a la ventana y cerró sus postigos; fue entonces cuando recordó qué día era.
—Quizá no sea mala idea ir a ver qué hay —dijo para sí mismo, mientras encendía el radiador; le vendría bien entretenerse un poco tras todos esos días viajando.
Se sentó otra vez en la cama, y tras pensarlo un poco, empezó a liberar uno a uno a sus Pokémon, quienes, a pesar del limitado espacio del cuarto, pudieron moverse con comodidad. Se preguntaban por qué Danot los había sacado a todos a la vez.
—Chicos, voy a salir y quiero saber quién quiere acompañarme a pasear y comer cosas ricas —les dijo Danot con entusiasmo, ante sus expectantes miradas.
El prospecto de salir con el frío que hacía fuera desanimó a todos menos a Sparkle, quien se acercó al chico y se frotó contra su pierna izquierda. Sin embargo, la mención de comida causó que Pyro volviese sobre sus pasos y lo viese con interés. A diferencia de él, Alfa, Hellga y Ray se situaron frente al radiador, mientras que Tsurugi se recostó en la otra cama al no recibir ninguna objeción por parte de su Entrenador.
—Veo que sólo seremos tres esta vez —comentó Danot con una sonrisa, habiendo creído que serían menos aun—; vamos entonces —añadió al levantarse, tras acariciar a Sparkle y Pyro en la cabeza—; espero que este lugar siga entero cuando regresemos —comentó a modo de broma, a lo que sus otros Pokémon asintieron perezosamente.
Tras dejar el cuarto para que sus compañeros pudiesen pasar un rato agradable, Danot, Pyro y Sparkle bajaron tranquilamente por las escaleras, con el lagarto delante para asegurarse de que no quemase nada con la punta de su cola. Una vez en la calle, se encontraron con un mar de gente disfrutando del ambiente festivo a pesar del frío, y se adentraron en él, queriendo contagiarse de su entusiasmo.
Creyendo que las atracciones más llamativas estarían en las plazas secundarias, el muchacho guió a sus Pokémon hacia la más cercana, llamando la atención de los otros transeúntes. No tardaron en oír comentarios de niños y adultos, los primeros diciendo lo genial que se veía Pyro, y los segundos preguntándose si era uno de los Pokémon que había ayudado a resolver el incidente del año anterior. Sólo unos pocos pudieron avistar a Danot junto al aludido y confirmar sus sospechas.
Siguieron avanzando en medio de ese animado gentío, procurando no separarse al transitar por las zonas más concurridas, sobre todo Sparkle, al ser la más baja de ellos. A pesar de su esfuerzo, perdió de vista a sus compañeros cuando ambos se detuvieron en uno de los varios puestos ubicados a ambos lados de la calle, por lo que tuvo que recurrir a su olfato para encontrarlos. Al hacerlo, detectó también un aroma muy dulce en la misma dirección, lo que acabó llevándole a un stand de madera blanca, donde una anciana de apariencia gentil vendía dulces tradicionales con forma de varios peces Pokémon. Y ahí, al frente, estaban Danot y Pyro, a quienes se acercó a prisa, notando que el primero hablaba con dicha mujer.
—¿Cuánto cuestan los taiyakis? —preguntó el chico con interés, mientras a Sparkle se le hacía agua la boca.
—Seis por quinientos yenes —contestó amablemente la tendera, contenta al ver a una persona joven que parecía apreciar su especialidad.
—Entonces llevaré seis —pidió, mientras sacaba dinero en efectivo para pagarle.
Tras recibir y contar el dinero, la anciana vertió algo de masa en moldes basados en Pokémon como Goldeen, Magikarp y Gorebyss, y puso algo de relleno dulce antes de cerrarlos y ponerlos a dorar, ante la atenta mirada de Danot. Sus Pokémon tuvieron que conformarse con olerlos, al no ser lo suficientemente altos para hacer lo mismo. Un par de minutos después, la tendera le entregó una bolsa con seis piezas aún calientes y le agradeció encarecidamente su compra.
—Tengan chicos, pero no se quemen —advirtió Danot al coger con cuidado tres de esos dulces y repartirlos con sus Pokémon, quienes los recibieron encantados.
El chico sopló suavemente su taiyaki antes de probarlo, acción que Sparkle imitó como pudo. A diferencia de ellos, Pyro se comió el suyo de un bocado, quizá porque era ridículo creer que a un Pokémon de fuego le incomodaría algo así. «A veces Danot se preocupa demasiado», pensó con una media sonrisa irónica.
Tras acabar todos la segunda ración, continuaron con su recorrido, disfrutando del contagioso ambiente festivo, visible en las sonrisas de quienes que intentaban ganar en los puestos de juegos y en las expresiones de interés de otros que observaban las curiosidades expuestas por carismáticos feriantes. Salir había sido una idea magnífica. Se lo estaban pasando tan bien que no fueron conscientes del tiempo, al menos hasta que el ruido proveniente de sus tripas les llamó la atención. Mirándose cómplicemente, corrieron con entusiasmo hacia el puesto de comida más cercano.
—Deme una docena de onigiris para llevar, por favor —pidió un distendido Danot, esperando tener suerte en el reparto de esos bocadillos.
—¿Eh?
Una de las personas en el puesto de al lado volteó al oírle, y su expresión seria se tornó en una de gran sorpresa al verle, o más exactamente, al ver a sus Pokémon. Giró su musculoso cuerpo y se ajustó la gorra negra que llevaba para disimular su mirada, mientras seguía preparando un okonomiyaki de shiitake y cebolla. Su acompañante no pasó por alto su comportamiento.
—¿Qué te ocurre, Rock? —preguntó ésta ásperamente; se trataba de una mujer de rasgos toscos y cabello castaño, quien le dedicó una mirada de desaprobación.
—Nada, Jade —contestó el aludido, tajante y sin mirarle siquiera, mientras seguía cocinando.
—Así que nada —dijo ésta con ironía, para luego dar un puntapié en la pierna de su interlocutor, quien tuvo que contener un grito de dolor para no llamar la atención.
—Sí, nada —respondió con falsa serenidad, a la vez que su aviesa mirada indicaba el puesto vecino, donde Danot acababa de recibir una bolsa con dos cajas de onigiris.
Jade entendió este gesto y fijó la mirada en la dirección indicada, entendiendo de inmediato el secretismo de su compañero. Cuando el chico y sus Pokémon estuvieron a una distancia que consideró segura, sus ojos azules llenos de enojo se dirigieron hacia Rock, quien acababa de poner el okonomiyaki en un plato.
—Espero que no estés pensando en repetir la idiotez de hace tres meses —expresó severamente, por más que supiese que sería en vano.
—Lo que yo haga es asunto mío —respondió secamente Rock, mientras empezaba a comer lo que había preparado.
—No creo que Obsidian piense lo mismo —contraatacó irónicamente Jade, tras lo cual se dispuso a preparar más masa de okonomiyaki.
Rock chirrió los dientes de ira. Si no hubiese sido porque su estirado superior había descubierto su pequeño negocio particular de venta de Pokémon shiny a coleccionistas inescrupulosos, no tendría que esforzarse en obtener ingresos adicionales para suplir el castigo monetario que había recibido hasta finales de ese mes. A veces, la vida podía ser muy dura para un soldado Rocket.
—Creo que tendrías que decírselo; quizá lo vea como un gesto de buena voluntad y hasta te dé un bono extra —expuso Jade, intentando evitar una estúpida empresa de cuyas consecuencias seguramente tendría que encargarse.
—Me lo pensaré —contestó Rock, entornado sus ojos negros como la noche; habría preferido tener todo el beneficio para él, pero dada su situación, no podía arriesgarse a otro error.
—Pues tendrás que hacerlo rápido —replicó irónicamente, al notar la presencia de dos elegantes figuras que se acercaban.
Sin estar al tanto de esa conversación, Danot y sus Pokémon siguieron paseando por las calles aledañas al centro del pueblo, viendo con curiosidad los artículos exóticos de algunos puestos. Poco después, el trío llegó a una de las plazas secundarias, donde hallaron lo más interesante que el festival podía ofrecerles: batallas Pokémon. En ese momento, se enfrentaban un conocido suyo y una chica bajita de cabello castaño atado en dos trenzas, quien dirigía a un Pokémon bípedo dos palmos más bajo que ella. Su pelaje era amarillo surcado por rayas negras, con una larga cola del mismo patrón; su oponente era el Azumarill contra el que había luchado el día anterior. Danot notó lo entusiasmados que estaban Pyro y Sparkle al ver cómo ese Pokémon se cubría de agua y prácticamente volaba como un torpedo hacia el Electabuzz de la chica. Sin perder su temple, éste la bloqueó con los brazos cruzados, los cuales se llenaron de inmediato de electricidad que echó atrás al acuaconejo, quien de inmediato recibió un fuerte azote de su cola iluminada de color metálico.
—¿Chicos, quieren luchar? —preguntó Danot en voz baja, tras hincar una rodilla, para verles cara a cara; no tardaron en afirmar, pues deseaban algo de acción tras no haber podido participar en el combate contra Yanagi—. Bien, déjenlo en mis manos —les dijo antes de retornarles a sus Poké Balls, tras lo cual se abrió paso entre los presentes.
Mientras tanto, en una calle que conectaba a esa plaza, cierto dúo disfrutaba de lo que el festival tenía para ofrecer. O al menos Shima lo hacía, viendo las atracciones de los puestos, mientras que Yanagi vigilaba a la gente a su alrededor. Había escuchado rumores de que soldados Rocket merodeaban Chouji, y no iba a sentirse tranquilo hasta que comprobase que eran falsos… o hacer algo al respecto en el caso contrario. Caminaba tan absorto que no notó lo que ocurría delante de él, de no haber sido por el aviso de Shima. Levantó la mirada y pudo ver a un lagarto de escamas doradas esquivando con una enérgica danza los Lanzallamas emitidos por un mustélido de pelaje azul en el lomo y crema en el vientre, cuya cabeza parecía coronada por un penacho de llamas. Lo que más le llamó la atención, no obstante, fue ver quién estaba dando indicaciones al primero.
—Veo que ese chico no pierde el tiempo —pensó con satisfacción al ver a Danot en batalla, sin poder evitar preguntarse cómo habría sido combatir contra su Charmeleon; recordando que también tenía una Houndoom, dedujo que debía ser el Entrenador que ayudó a resolver el incidente del festival anterior.
Sin estar al tanto de nada más que la batalla, el lagarto se acercó velozmente a su rival, eludiendo con brincos diagonales y laterales los veloces Lanzallamas que éste lanzaba a diestra y siniestra. Teniéndole ya cerca, el Quilava cambió de estrategia y se lanzó a por él a toda velocidad tras la orden de su Entrenadora, la misma del Electabuzz. No obstante, Pyro se anticipó a esa acción y disparó su propio Lanzallamas, que si bien no hizo mucho daño, le dio suficiente tiempo para seguir con una certera Cuchillada en el costado izquierdo, potenciada por el aumento de fuerza y velocidad brindado por el uso previo de su Danza Dragón. Esto bastó para noquear al otro Pokémon de fuego.
—Gracias, ha sido un gran combate —dijo un animado Danot, extendiendo la mano a su oponente luego de que ésta guardase a su Quilava.
—Lo mismo digo, me has ayudado a aprender mucho con esta batalla —contestó ella al corresponder ese gesto con entusiasmo, como demostraba el vivaz brillo de sus ojos azules—; has hecho un gran trabajo criando a tu Charmeleon —comentó gentil y sinceramente, dados su conocimiento y amor por los Pokémon de fuego; esto ocasionó que el aludido se hinchase de orgullo.
—Tu Quilava también es muy fuerte, Moe —respondió del mismo modo, pues éste les había dado más dificultades de lo que había parecido a simple vista.
A pesar de haber salido con un objetivo claro, Yanagi no pudo evitar sentir el deseo de volver a medirse contra el muchacho. Gente como él, joven y llena de pasión por los combates, le hacía volver al pasado, cuando recorría el mundo y vivía aventuras junto a sus Pokémon. Sin embargo, antes de poder decidirse, vio que Danot era abordado por un hombre vestido con un elegante kimono negro de sencillos dibujos rojos y blancos. Tenía el cabello de un lustroso color negro y era un poco más alto que su interlocutor, lo cual le hacía parecer algo más delgado que éste a pesar de tener una complexión más gruesa.
—Hayabusa Hiten, de ciudad Tokusane —se presentó el recién llegado, cumpliendo con el protocolo usual.
—Danot Bisel, de ciudad Yoshino —contestó el chico, extendiéndole la mano derecha; los ojos negros, la voz grave y el fuerte apretón de su interlocutor le hicieron pensar que éste tenía mucha autoconfianza—; ¿y qué te trae a Johto? —preguntó con curiosidad; era la primera vez que trataba con un Entrenador de Hoenn o Sinnoh desde que había iniciado su segundo viaje.
—Vacaciones —explicó sucinta pero cordialmente, quizá porque tenía más interés en luchar que en socializar—; entonces, ¿te interesaría tener una batalla doble? —inquirió, mientras esbozaba una sonrisa llena de seguridad.
—¿Batalla doble? —preguntó Danot, extrañado; pronto, un vago recuerdo llegó a su mente, sobre un tipo de combate muy extendido en Hoenn—; nunca he tenido una, pero suena divertido, así que probemos —convino, muy intrigado por las habilidades de Hayabusa.
—Entonces, empecemos —le instó éste al alejarse y situarse en el lugar que antes había ocupado Moe.
—Ven, Pyro —le llamó Danot tras hacer lo propio, y una vez ahí, liberó a Sparkle—; chicos, voy a mandarlos a luchar juntos y quiero que colaboren con el otro tanto como puedan —les pidió amablemente, confiando en que podrían hacerlo bien a pesar de su inexperiencia en esa modalidad de combate.
Pyro y Sparkle asintieron y se miraron mutuamente, creyendo que su camaradería bastaría para darles el triunfo; no era de extrañar, pues la Raichu había sido la primera compañera de entrenamiento que el lagarto había tenido. Con determinación, ambos se colocaron delante de Danot y aguardaron a que Hayabusa eligiese a los suyos. Éste no tardó en liberar a una feroz langosta de coraza roja y crema, y una confiada mofeta de pelaje mayormente púrpura, ambos de una estatura similar a la de Pyro. Crawdaunt levantó sus poderosas pinzas en un gesto amenazante, en tanto que Skuntank hizo lo mismo con su larga y gruesa cola, surcada por una irregular línea blanca que se mezclaba con la punta del mismo color. Pero sus oponentes no se dejaron amedrentar: Sparkle llenó sus mejillas de electricidad y Pyro asumió una pose que dejaba a la vista sus filosos colmillos y garras, así como la llameante punta de su cola. Al final, ninguno de los dos bandos se dejó intimidar por el otro.
—¡Crawdaunt, Danza Dragón! ¡Skuntank, cúbrelo con Pulso Umbrío! —comenzó Hayabusa, manteniendo su sonrisa llena de confianza.
—¡Pyro, bloquéalo con Lanzallamas! ¡Sparkle, salta y Rayo a Crawdaunt! —ordenó Danot, emocionado de tener a un oponente que parecía saber muy bien lo que hacía.
Skuntank se situó delante de su compañero con un largo salto y empezó a emanar una densa aura de tonos negros y púrpuras que desplegó radialmente. Viendo venir tal ataque, Pyro afirmó con fuerza sus patas en el suelo y expelió un rápido Lanzallamas que pareció detener su avance en la franja entre ambos Pokémon. Aprovechando ese choque de energías, Sparkle dio un gran brinco por sobre la derecha del lagarto y liberó una potente descarga hacia el crustáceo, quien apartado de los demás, ya había dado inicio a su frenética danza. Sin embargo, demostrando un gran control sobre su ataque, la mofeta hizo ascender tres haces oscuros para interceptar el Rayo, conteniéndolo lo suficiente como para que Crawdaunt pudiese eludirlo con su ya ganada velocidad. Esto fue aprovechado por Pyro, quien aumentó rápidamente la potencia de su Lanzallamas, logrando penetrar el Pulso Umbrío y alcanzando de lleno a su emisora, lo que le obligó a hacerse a un lado.
—Rayos —gruñó Danot cuando el ataque siniestro se disipó y vio que Crawdaunt había desaparecido, quedando sólo un agujero en el suelo detrás de la mofeta—. ¡Pyro, Danza Dragón! ¡Sparkle, Rayo a Skuntank! —indicó a sus Pokémon, preparándolos para la amenaza latente mientras lidiaban con la más inmediata.
—Pantalla de Humo —ordenó tranquilamente Hayabusa, queriendo ganar tiempo.
Sin dilación, Skuntank exhaló un espeso humo negro que le rodeó por completo, lo que le salvó de un potente Rayo que lo atravesó sin alcanzarle. Sin dejarse amilanar por ello, Sparkle disparó de nuevo tras otra orden de Danot, mientras Pyro realizaba una enérgica danza que ya había aumentado tanto su fuerza física como su velocidad, como dejaban ver los abultados músculos de sus extremidades. Viendo la situación con atención, el chico creyó que Sparkle era el blanco más probable de Crawdaunt, al ser de un tipo con ventaja contra éste y contar con menos oportunidades de eludir su ataque Excavar.
—¡Usen Rayo y Lanzallamas en el centro de la Pantalla de Humo! —ordenó Danot, queriendo probar un nuevo truco para intentar sacarse de encima a Skuntank.
Asintiendo entre sí, sus Pokémon desplegaron sus ataques hacia la nube de humo, coincidiendo ambos en su zona central. Esto produjo un fuerte estallido que lanzó a la aturdida mofeta por los aires, haciéndole aterrizar bruscamente a tres o cuatro metros de Sparkle. Este breve tiempo fue aprovechado por Crawdaunt para emerger de forma inesperada por debajo del Charmeleon, mandándole a volar también.
—¡Pyro! —le llamó un preocupado Danot, quien se calmó un poco al verle dar una voltereta en el aire y aterrizar de pie—. ¡Usa Cuchillada! ¡Sparkle, Rayo a Crawdaunt! —ordenó, queriendo acabar rápidamente con el Pokémon más peligroso de su rival.
—Defiéndete con Martillazo —indicó Hayabusa al chasquear los dedos, sabiendo muy bien que tenía la ventaja y que sería difícil arrebatársela.
A pesar del dolor, Pyro se lanzó en pos de su contendiente con sus garras al frente, mientras su compañera liberaba una descarga eléctrica. Sin embargo, Crawdaunt no se amilanó por ello y utilizó su adquirida velocidad para evitarla y recibir al lagarto con las pinzas en alto y rodeadas de una capa de agua. El violento choque de extremidades llevó a una furiosa pugna en la que el perdedor recibiría toda la potencia del ataque del otro. Aprovechando que la langosta estaba distraída, Sparkle se dispuso a usar su Rayo por enésima vez, pero no pudo. Había sido detenida en el acto por un artero zarpazo lleno de energía siniestra en el vientre, cortesía de Skuntank, quien se había levantado cuando nadie se fijaba en ella. En cuanto a los otros dos Pokémon, ninguno cejaba en su afán de ganar el pulseo que sostenían, concentrándose sólo en el otro. Aquello había devenido en un duelo personal, como demostraban las miradas llenas de ferocidad y determinación que se lanzaban mutuamente.
—¡Termínenlos con Pulso Umbrío! —ordenó Hayabusa, teniendo a los Pokémon de su contrario justo donde los quería; comprendía bien que Crawdaunt hubiese desarrollado una rivalidad hacia Pyro, pero no por ello iba a desaprovechar una buena oportunidad para ganar.
—¡Rayos! —pensó Danot, molesto consigo mismo por no haber notado la súbita reincorporación de Skuntank; esto, sin embargo, le ayudó a encontrar la solución que necesitaba en ese momento—. ¡Ambos, Excavar, ya! —fue su presurosa indicación.
Confiando por completo en el criterio de Hayabusa, Crawdaunt dejó su orgullo de lado y, al igual que Skuntank, se llenó de una temible aura negra y púrpura mientras sus pinzas perdían el agua que las cubría. Esto último supuso un alivio para Pyro, mas al oír la indicación de Danot y, sobre todo, sentir la energía siniestra, no tardó en aprovechar su aumento de fuerza para excavar velozmente ahí donde estaba. Un poco más lenta, además de adolorida, Sparkle hizo lo mismo justo a tiempo para esquivar la confluencia de Pulsos Umbríos, de la que los Pokémon siniestros salieron apenas afectados. A pesar de ello, Hayabusa sabía que acababa de perder su ventaja. Sopesando la situación, pensó por un instante en enviar a la langosta a un combate subterráneo, pero descartó esa idea enseguida al caer en que ahí debajo sería presa fácil de los ataques eléctricos de la Raichu de su oponente. Ésta y el lagarto ígneo tendrían que emerger pronto ya que, al no ser Pokémon de tierra, no podrían soportar mucho tiempo bajo ella, por lo que decidió prepararse para recibirlos.
—¡Crawdaunt, Danza Dragón! ¡Skuntank, Afilagarras! —ordenó, dejando clara su intención de contraatacar contundentemente cuando lo considerase propicio.
Siguiendo esa orden, Crawdaunt volvió a iniciar su frenética danza, agitando con vehemencia sus tenazas y las extremidades más cortas que nacían de la zona central de su cuerpo. Por su parte, Skuntank se apoyó sobre sus patas traseras para adoptar una pose encorvada y empezó a frotar entre sí sus zarpas, las cuales parecían adquirir por momentos un siniestro brillo negro. Danot observaba la escena con ansiedad, preguntándose qué harían Pyro y Sparkle, dado que no tenían ninguna indicación de a quién atacar. Sabía que podía decirlo en cualquier momento, pero no quiso prevenir a su contrincante. Por eso decidió confiar y esperar.
Hayabusa le miró con incredulidad. Eran pocos los Entrenadores que dejaban que sus Pokémon decidiesen con tanta libertad, porque era un arma de doble filo; todo ello le estaba resultando muy divertido. Ante su atenta mirada, Pyro y Sparkle emergieron a la vez, con apenas medio metro de distancia, para asestar a Skuntank fuertes puñetazos cubiertos de una fina capa de arena en los lados de la caja torácica. Danot sonrió con satisfacción ante la escena, pero su expresión pronto cambió a una de consternación al ver cómo del cuerpo de la mofeta se liberaba un fuerte estallido tras ese contacto que le había dejado ya sin sentido. Esto dañó considerablemente a sus atacantes, quienes cayeron al suelo de mala manera, demasiado cerca el uno del otro.
—Acábalos con Martillazo —ordenó inmediatamente Hayabusa, mientras hacía volver a su debilitada Skuntank; a pesar de su sacrificio, éste había resultado ser el escenario más conveniente de los tres que había previsto.
—¡Croodont! —asintió ferozmente el crustáceo, comenzando así una veloz carga frontal hacia sus lastimados oponentes.
—¡Chicos, levántense! ¡Defiéndanse con Rayo y Lanzallamas! —les animó Danot; a pesar de lo adverso de la situación, no estaba dispuesto a rendirse, no sin tratar antes.
Maltrechos como estaban, Pyro y Sparkle tuvieron que hacer un gran esfuerzo para reincorporarse, mientras Crawdaunt se acercaba a toda carrera, con sus pinzas en alto y rodeadas de una gruesa capa de agua. Sabiendo que en su estado no podrían evadir aquello, confiaron en su Entrenador y liberaron como pudieron sus respectivos ataques. Nada intimidado, Crawdaunt aprovechó su incremento para recibirlos de frente y, soportando el dolor, propinar a cada uno de sus contendientes un furibundo Martillazo directamente en el cráneo, con suficiente fuerza para noquearlos en el acto.
Danot suspiró, resignado, mientras hacía volver a sus Pokémon y les agradecía el esfuerzo hecho, tras lo cual se acercó a Hayabusa, quien acababa de guardar al suyo.
—Buena batalla —expresó Danot con sinceridad, extendiéndole la mano derecha.
—Lo mismo digo —respondió Hayabusa, tras algunos segundos de duda que disimuló con una expresión confiada—; espero no haber lastimado demasiado a tus Pokémon —agregó en el acto, mostrándose preocupado al respecto.
—Tranquilo; son muy resistentes y se recuperarán en poco tiempo —contestó con calma, para quitar hierro al asunto; de todos modos, seguramente debería olvidarse de contar con Pyro para cruzar el Camino de Hielo—. Tu Crawdaunt es muy fuerte; mira que resistir un Rayo a tan poca distancia —comentó animadamente, muy impresionado por dicho Pokémon y mucho más por que el tiempo no hubiese mellado las habilidades de Hayabusa, si es que su suposición de que éste no era un Entrenador activo era cierta; sin embargo, también pensó que no se podía decir lo mismo de su uso del protocolo.
—Los tuyos también; estoy seguro de que con más entrenamiento llegarán a ser aun más fuertes que Crawdaunt —respondió éste, con tono de voz neutral, mientras pensaba que, por actitud y aptitud, Danot le recordaba mucho a sí mismo en sus años de Entrenador viajero, antes de su forzado retiro; éste había sido el verdadero motivo de su demora al corresponder al saludo, y no un olvido, como su interlocutor creía.
—Lástima, ya no podrás retarlo —le dijo Shima al oído, habiendo notado lo que el Líder pensaba por la forma en la que había empezado a observar el combate.
—Quizá haya sido lo mejor, Shima —respondió éste, con expresión severa; algo de lo ocurrido en esa batalla no le había gustado nada y quería comprobar sus sospechas.
—¿Y eso por qué? —preguntó ella, extrañada por su actitud.
—Te lo diré mañana, cuando nos veamos en el Gimnasio —contestó tajantemente, tras lo cual se marchó sin decir más.
Shima entendió inmediatamente que se trataba de algo serio y que Yanagi le había dejado de lado por su seguridad. Si bien tuvo el impulso de seguirlo, decidió respetar su decisión y verlo al día siguiente en el Gimnasio, como llevaban haciendo desde hacía muchos años.
Considerando que era tarde y que sus Pokémon necesitaban tratamiento antes de ser enviados con Yamen, Danot se dispuso a volver al Centro Pokémon. Su oponente se quedó viéndole un rato mientras se alejaba de él, y con una sonrisa de satisfacción, dio media vuelta y se perdió también entre la animada multitud.
El camino de vuelta fue más tranquilo de lo que esperaba, pues mucha gente ya había vuelto a casa. Así, tuvo la calma necesaria para decidir a quién llevaría al Camino de Hielo en caso de que necesitase sustituir a Pyro. Al entrar, halló a la enfermera en la recepción, y sin demora, le dio las Poké Balls de éste y Sparkle.
—Por favor, dales un tratamiento rápido —pidió, sin querer entrar en detalles; su expresión seria lo decía todo.
Luego de que la enfermera entrase en la sala de tratamiento, Danot fue a sentarse en el mismo lugar que había ocupado durante el almuerzo con sus Pokémon. Se pasó la siguiente media hora reflexionando sobre su última batalla, analizando en qué puntos podría haber actuado de forma diferente para ganar. Su conclusión final fue que habían sido ampliamente superados en fuerza y experiencia, por lo que debería entrenar más con sus Pokémon, como había dicho Hayabusa. Tendría que hacerlo mucho mejor si quería hacer un buen papel en la Conferencia Plateada, y sabía que el mejor lugar para pulir sus habilidades sería el siguiente Gimnasio.
—Tus Pokémon ya están listos —dijo la enfermera con suavidad, si bien su tono de voz denotaba algo de cansancio; aparentemente, había tenido un día muy ajetreado.
Tal llamada de atención sacó a Danot de sus cavilaciones respecto a cómo mejorar sus entrenamientos. Caminó hacia la recepción y recogió a Pyro y Sparkle después de prometer a la encargada que ambos tendrían descanso suficiente y adecuado (por dos días, había dicho ella). Con las Poké Balls en un bolsillo de su jersey, volvió a su cuarto para despertar a los demás y guardarlos, además de dejar la bolsa con onigiris sobre la mesa. Luego, se dirigió hacia la sala de comunicaciones y llamó a Yamen, quien seguía trabajando en el laboratorio a pesar de ser tan tarde. Éste adoraba tanto su trabajo que Danot a veces pensaba que hasta parecía casado con él.
—Vaya, creía que ya no llamarías —comentó el mayor con tono jocoso, tras dar un sorbo a su taza de café, su fiel compañero para las noches de trabajo.
—Bueno, me he distraído más de la cuenta en el festival de aquí —confesó Danot, un poco avergonzado.
—¿Con el festival o con las batallas? —preguntó divertidamente antes de dar otro sorbo a su bebida, sabiendo muy bien qué tipo de cosas podían absorberle así.
—Con las batallas —admitió sonriente, como quien ha disfrutado de hacer una travesura.
—Pensaba que tendrías suficiente con tu batalla de Gimnasio —comentó Yamen, irónico, pero también interesado en cómo se había desarrollado ésta.
Riendo ante esas palabras, Danot le contó con lujo de detalles cómo había sido su batalla contra Yanagi, haciendo especial hincapié en el peculiar uso del Terremoto por parte de su Mamoswine.
—Sí, alguna vez había oído de ello, pero no se trata de algo genético, sino de algo que se va adquiriendo con la práctica, según tengo entendido —explicó Yamen, cuyo campo de estudio era cómo la genética de los Pokémon influía en sus habilidades de batalla.
—Ya veo —contestó Danot, preguntándose qué clase de entrenamiento necesitaría para enseñar a sus Pokémon a usar así sus ataques.
—En todo caso, asumo que mañana te dirigirás a Fusube; ¿harás algún cambio en tu equipo? —preguntó con seriedad, sabiendo lo que ello implicaba para su hermano menor.
—Sí, quiero que me mandes a Salma, Mizuho y Geist —contestó, refiriéndose a su Quagsire, Wartortle y Haunter, respectivamente—; te enviaré a Alfa, Pyro y Sparkle —añadió al sacar las Poké Balls que llevaba en el jersey, y una de su cinturón—; deja que descansen fuera, que lo necesitan —pidió cuando empezó a colocar, una a una, esas esferas en el pequeño transportador acoplado al videoteléfono.
—Me aseguraré de que lo hagan —prometió Yamen, aceptando el envío y situando el lugar de llegada en el transportador que tenía cerca; a diferencia de los laboratorios más grandes, como los de Ookido y Utsugi, el suyo no tenía un sistema automatizado para el almacenamiento masivo de Pokémon.
Tras recibir la última Poké Ball, Yamen se puso de pie para ir a traer los Pokémon que Danot le había pedido; los guardaba en un estante con capacidad para sesenta Poké Balls, en ese momento ocupado sólo por cuatro de ellas. Puso las tres que tenía en los espacios libres de arriba y cogió las otras tres, las cuales transfirió al regresar al videoteléfono.
—Bien, ya los tengo —dijo Danot mientras ponía las recién llegadas Poké Balls en su cinturón—; te llamaré cuando llegue a Fusube, si es que no surge algún imprevisto —dijo a modo de despedida, sintiéndose algo cansado tras su divertida salida nocturna.
—Entonces estaré esperando tu llamada —respondió Yamen, tras lo cual colgó.
Con eso listo, Danot volvió a su habitación para cambiarse de ropa y disponerse a dormir. Puso la alarma del Pokégear a las siete de la mañana, con lo que descansaría lo suficiente para poder salir temprano.
A las ocho de la mañana del día siguiente, ya estaba vestido y listo para continuar su viaje. Salió del Centro Pokémon tras despedirse de la enfermera y sacó una bicicleta plegable de una de las cápsulas que guardaba en la mochila, con la que se dirigió hacia el este, pedaleando con fuerza para quitarse el frío que llenaba las calles de Chouji a esa hora. Aunque no tenía la intención de detenerse hasta la hora de comer, lo hizo al llegar al lindero del pueblo. Se dio un momento para dedicarle una mirada llena de añoranza, pues todo ello prácticamente marcaba el límite de lo que conocía en Johto… tras lo cual empezó a pedalear, sintiéndose listo para lo que deparase el camino, como dejaba ver su expresión decidida.
Su recorrido por la ruta cuarenta y cuatro fue muy tranquilo, al no dar suficiente tiempo a otros Entrenadores para retarle al ir a prisa en su bicicleta; habría preferido ir a pie y acompañado de Hellga y los demás, pero al no haber ningún Centro Pokémon a medio camino entre Chouji y Fusube, prefirió evitar que se cansasen en la medida de lo posible. A pesar de ello, no se negó a los desafíos que le hicieron cuando se detuvo a descansar o comer, lo cual rompió un poco la monotonía que le producían las decenas de kilómetros de camino flanqueado por árboles leñosos y pequeños arbustos de hojas amarillentas, similares a los que poblaban la ruta entre Enju y Chouji. Pasó la noche en una cabaña para viajeros cercana a un río que se originaba en la imponente montaña que albergaba al Camino de Hielo y volvió a emprender la marcha al romper el alba. Lo único llamativo que vio esa mañana fue un helicóptero negro que también se dirigía hacia el este.
Danot llegó por fin a la entrada al Camino de Hielo cerca de las cuatro de la tarde. Hambriento y cansado, se sentó a un lado del camino, cobijado por unos arbustos, para poder comer con tranquilidad. Con eso hecho, guardó su bicicleta, sacó una bolsa de dormir y se acurrucó dentro de ella para dormir unas cuatro o cinco horas. Empezando a esa hora, llegaría a Fusube antes del mediodía si iba a paso moderado.
La alarma del Pokégear sonó poco después de las nueve, y lo primero que Danot halló al abrir los ojos fue el cielo estrellado sobre él; era un espectáculo tan bonito que decidió quedarse así por un rato, contemplándolo fascinado. Treinta minutos después, ya estaba de pie, con prendas de abrigo por encima de su ropa y con Hellga y Ray a su lado, listo para adentrarse en el Camino de Hielo. Los tres observaron con reverencia la cima nevada que se alzaba a cientos de metros sobre ellos, para luego bajar la mirada hacia la amplia abertura en el pie de la montaña; esa vista les recordó el tiempo que habían entrenado ahí para prepararse para el viaje que estaban realizando.
—Bueno, vamos ya —instó Danot a sus Pokémon, apuntando hacia adelante con la linterna que llevaba en la mano izquierda.
Con paso decidido, se adentraron en esa oquedad, encontrándose con una enorme bóveda de roca que siempre les había hecho sentirse diminutos. Danot tuvo cuidado de no apuntar el haz de luz demasiado alto y, al igual que sus Pokémon, intentó no hacer demasiado ruido al andar. Lo último que necesitaban era un grupo de enfadados Zubat y Golbat dándoles problemas ya desde el principio.
Avanzaron con sigilo hacia el centro de la bóveda, desde donde pudieron avistar el amplio túnel que llevaba a Fusube, por lo que apresuraron el paso. Sin embargo, al acercarse, Danot vio una luz tenue a varios metros a su izquierda y, casi sin pensarlo, apuntó su linterna hacia ésta, con lo que pudo atisbar por un instante varios Pokémon de tipo bicho y roca que se disponían a perforar el muro de roca. Lo siguiente que vio fueron dos veloces esferas provenientes de ese mismo punto que casi les arrollaron, para luego dar vueltas en círculos a su alrededor, cortándoles cualquier vía de escape.
Danot no pudo evitar temblar ante la situación. No era la primera vez que tenían que defenderse del ataque de múltiples Pokémon, pero sí la primera en que éste era dirigido por humanos, como confirmó al ver aproximarse a dos figuras que llevaban uniformes negros con una gran R roja en el pecho. Tragó saliva al darse cuenta de que la situación era peor de lo esperado.
Jade y Rock les veían con altanería, sabiéndose en ventaja contra lo que pensaban que eran presas indefensas. Habían tardado demasiado en encontrar lo que buscaban, por lo que para el segundo fue una enorme satisfacción y tranquilidad tener enfrente a su boleto para congraciarse con su superior o sacar un cuantioso beneficio económico.
—Chico, dame el Charmeleon y te dejaré ir —dijo Rock, con marcada malicia en sus ojos negros como la noche; era obvio que estaba mintiendo.
«¡¿Pyro?!». Danot sintió de inmediato un escalofrío recorriéndole la espina dorsal. Ese bandido lo había visto en algún momento previo con su Charmeleon y se lo quería arrebatar. Sabía bien que su situación había ido de mal a mucho peor, como comprobó cuando una tercera esfera atravesó el cerco formado por las otras dos para intentar golpearlo. La rápida reacción de Hellga le salvó cuando su Lanzallamas paró en seco y debilitó a dicho Pokémon, una esfera con ojos similar a una Poké Ball, pero mucho más grande.
—Siempre tiene que ser por las malas —musitó Jade con sequedad, al liberar a dos de sus Pokémon para ayudar a los de Rock, mientras éste hacía volver a su debilitado Voltorb.
Delante de los soldados Rocket aparecieron unas enormes abeja reina y avispa que no tardaron en expectorar hilos de seda pegajosa hacia Danot y sus Pokémon. Hellga disparó otro Lanzallamas para quemarlos, haciendo reaccionar a su Entrenador. Tenían que salir de ahí cuanto antes.
—¡Sigue con tu Lanzallamas, Hellga! ¡Ray, Rayo a esos Pokémon! —ordenó a toda prisa, habiendo pasado ya del choque inicial de esa situación.
Hellga volvió a exhalar un torrente de fuego que incineró los Disparos Demora, tras lo cual Ray desplegó una rápida centella. El primer ataque casi alcanzó a la Vespiquen de Jade, mientras que el segundo no hizo mella en los Pokémon de Rock, que seguían rodando a toda velocidad. Danot supuso que eran Pokémon de tipo tierra y pensó por un instante liberar a sus Pokémon de agua, pero eso le obligaría a dividir demasiado su atención, lo cual podría resultar contraproducente en esa situación. Fue entonces que el recuerdo de su batalla con Hayabusa le dio una idea que podría ayudarles.
—¡Rayo y Lanzallamas a Beedrill y Vespiquen! —indicó súbitamente, sabiendo que se arriesgaba a quedar indefenso ante un posible ataque de los Pokémon rodantes; fue entonces que decidió hacer algo más, por lo que llevó rápidamente la mano derecha a su cinturón.
—Ha caído —pensó Rock con satisfacción, saboreando la situación—; ¡a por él! —ladró a sus Pokémon.
Los ataques de fuego y electricidad redujeron a cenizas la seda de los insectos de Jade y les obligaron a alejarse entre sí para no recibir los siguientes que vinieron. Tanto Ray como Hellga eran conscientes de lo peligrosa que era la situación y no iban a dejar que nadie lastimase a Danot ni a sus compañeros. Los soldados Rocket tuvieron que empezar a moverse también para evitar ser lastimados, lo cual no les dejó ver cómo una gran ave metálica aparecía delante del chico y usaba sus resplandecientes alas de color metálico para detener en seco a los dos Pokémon rodantes.
—¡Lanzallamas y Rayo cruzados! —ordenó inmediatamente Danot al señalar hacia los Rockets, justo antes de que Tsurugi venciese la resistencia de sus atacantes y les mandase a volar.
Tomados por sorpresa, ambos Rockets atinaron a alejarse antes de que los ataques les alcanzasen, sólo para darse cuenta de que éstos no iban dirigidos hacia ellos. La explosión resultante les hizo caer de lado y desestabilizó el vuelo de los Pokémon de Jade, mientras un espeso humo negro les dificultaba la respiración. Lo único que pudieron ver a través de éste fue a un veloz proyectil plateado que se dirigía hacia el túnel con dirección a Fusube. Haciendo un gran esfuerzo, Jade ordenó un Tornado con el que Vespiquen despejó el humo, dejándoles ver a los debilitados Geodude de Rock.
—¡Ese cabrón…! —masculló Rock, mientras guardaba a sus Pokémon—. Cuando le ponga las manos en… —sin embargo, fue silenciado por un rápido manotazo de Jade.
—Silencio —fue lo único que dijo, con expresión preocupada, mientras observaba cada rincón de la bóveda.
Ambos pudieron escuchar un creciente rumor que parecía venir de todas partes, una mezcla de chirridos y rápidos aleteos que no tardaron en reconocer. Sin embargo, fueron demasiado lentos para intentar escapar del numeroso y enfurecido grupo de murciélagos de piel azul y alas de membrana morada que había descendido desde el techo de la bóveda.
Sin mirar atrás, Danot se aferró con fuerza a la espalda de Tsurugi mientras ésta volaba a través del túnel de paredes cubiertas de hielo, impulsándose con sus afiladas garras y alas extendidas cada vez que perdía altura. Aunque esa manera de "volar" era poco eficiente, no le pidió detenerse, pues ignoraba si los Zubat y Golbat de la primera cámara serían suficiente distracción para sus atacantes. Había sido mucha suerte tener tiempo suficiente para guardar a Hellga y Ray y subirse a cuestas de la Skarmory tras la explosión, a pesar de nunca haberse aventurado a volar montado sobre ella, dada su inexperiencia y un leve temor a las alturas. Sin embargo, su plan había funcionado, por el momento.
En la cámara cercana a la entrada, unos extenuados Rock y Jade estaban sentados espalda contra espalda, rodeados de pilas de murciélagos debilitados, la gran mayoría de ellos pequeños y sin ojos. Los otros eran más grandes, dotados de vista, amplias alas y colmillos prominentes. Sus propios Pokémon no estaban en mejor estado, pero al menos habían logrado ahuyentar a los demás Zubat y Golbat.
—Ha... escapado… —dijo entrecortadamente Rock, intentando recobrar el aliento.
—No me… había… dado cuenta —respondió irónicamente Jade, a pesar de tener la misma dificultad que su interlocutor.
Intercambiaron miradas de enojo entre sí, mientras esperaban que sus pulmones se llenasen de nuevo de aire limpio. Ambos pensaban que el otro podría haberlo hecho mejor, pero se abstuvieron de increpárselo y se dispusieron a encauzar la situación a su favor. Jade cogió una pequeña radio negra que llevaba al lado del cinturón, mientras Rock aplicaba a los Pokémon de ambos medicina que guardaba en uno de los bolsillos de la enorme y vacía mochila negra que llevaba a cuestas.
—¿¡Cómo es que se atreven a llamarme recién ahora!? —exclamó una enojada voz femenina a través del auricular, con tanta fuerza que incluso a Rock se le erizó todo el vello del cuerpo.
—Lo siento mucho, señora; hemos tenido dificultades inesperadas —explicó Jade, intentando apaciguar a su superior; no lo hacía por gusto, sino porque era ella quien firmaba sus cheques de pago.
La soldado Rocket explicó detalladamente su propia versión de los hechos, dejando a Danot como el culpable de la demora en su misión. Esto llenó a Rock de anticipación, pues sus superiores seguramente se encargarían de él y podría congraciarse con ellos a pesar de su fracaso inicial si les hacía saber que era el mismo Entrenador del que les había hablado la noche anterior, durante el festival.
—Si realmente es tan fuerte como dices, avancen y cierren el camino detrás de él; el comandante y yo nos encargaremos del resto —indicó secamente, tras lo cual colgó.
—Ya oíste, grandote; nos vamos —le instó Jade, con una mezcla de camaradería e ironía; a pesar de sus discusiones, ambos sabían entenderse bien cuando se trataba de trabajar.
Con sus Pokémon ya recuperados, los soldados Rocket se dispusieron a hacer una última cosa antes de marcharse. Los dos Geodude de Rock y un tercer Pokémon de roca más grande que ellos, de expresión altanera y seis extremidades, se lanzaron contra la pared de roca para dejar expuesto lo que los humanos buscaban: una gran cantidad de piedras celestes similares a trozos de hielo, las que Jade y Rock recogieron enseguida. Con sus mochilas completamente llenas, guardaron a sus Pokémon y se aprestaron a avanzar por el mismo camino que Danot había usado, y una vez dentro, Rock liberó al único Pokémon que no había usado para combatir. Se trataba de un pequeño Pokémon metálico de cuerpo redondo y un único ojo en la zona central, que levitaba a varios centímetros del suelo gracias a los magnetos en forma de herradura a ambos lados de cuerpo, los cuales agitó con vehemencia al ver a su Entrenador, exigiéndole así algo de acción.
—Luego, Magnemite; ahora tienes trabajo que hacer —le amonestó Rock, ya que a pesar de agradarle ese carácter conflictivo tan parecido al suyo, consideraba que era demasiado débil para luchar—; usa tu Electrotela y cierra el camino —ordenó con una sonrisa malévola.
Frunciendo el ceño (si es que realmente se le podía llamar así), Magnemite generó una espesa fibra electrificada entre los dos tornillos situados en su zona inferior, hasta que ésta le igualó en tamaño. Produciendo fuerza magnética, la lanzó hacia el inicio del túnel; ésta fue desenrollándose conforme se alejaba, hasta pegarse a la roca y el hielo con cierta dificultad.
—Vamos, que aún tenemos mucho trabajo por hacer —les urgió Jade, con ambas manos cerca de su cinturón; su compañero y Magnemite no tardaron en ir tras ella.
Mientras tanto, varios cientos de metros más adelante, Tsurugi comenzaba a dar señales de fatiga. Y no era para menos: habían atravesado sin descansar tres túneles y tres bóvedas más grandes que la primera, ignorando a los pocos Pokémon salvajes que se les habían cruzado. Pero no podían detenerse, al menos no hasta tener la certeza de que se habían alejado lo suficiente de sus atacantes. De tanto mirar hacia atrás, ni Danot ni Tsurugi notaron a tiempo la densa red electrificada que bloqueaba el paso. Queriendo proteger al chico, la Skarmory se inclinó hacia la derecha para dejarle caer con tanta suavidad como le fue posible. Así, ella acabó rodando y enredándose con ese obstáculo, que al contacto le asestó una potente descarga; hizo un gran esfuerzo para liberarse, cortándola con las afiladas plumas de sus alas, sólo para caer inconsciente apenas se la quitó de encima.
—¡Tsurugi! —le llamó Danot, a unos pocos metros de distancia; los raspones de la caída empezaban a doler, pero sabía que eso era nada en comparación a lo que su Pokémon podría haber sufrido a causa de la red electrificada.
Sin demora, se descolgó la mochila y buscó su botiquín a toda prisa, pero al abrirlo se encontró con una desagradable sorpresa: la mayoría de recipientes de medicina se había roto con la caída, quedando sólo los más básicos. Se mordió el labio inferior, para luego aplicar lo que quedaba a su debilitada Skarmory. Sin poder curar a sus Pokémon en caso de tener que volver a luchar, sólo le quedaba huir antes de que diesen con él.
—Muchas gracias, Tsurugi —expresó sentidamente Danot, antes de guardarla en su Poké Ball; no tardó en coger otra y liberar a otro de sus Pokémon.
Se trataba de un risueño espectro de cuerpo (o cabeza, según se viese) púrpura y gruesos picos a los costados. Sus ojos, triangulares y de pequeñas pupilas negras, se clavaron en Danot con cierto aire de reproche. No era de extrañar, pues eran raras las ocasiones en las que éste le incluía en su equipo, dada su renuencia a cualquier tipo de entrenamiento; la última había sido para la batalla de Gimnasio en Tanba. No obstante, no tardó en dejar ese puchero y lo "abrazó" con sus manos de gruesos y puntiagudos dedos, las cuales estaban separadas del resto de su cuerpo.
—También me alegra verte, Geist —le dijo Danot, al acariciarle la zona superior de la cabeza, tangible en ese momento.
No se habría atrevido a hacer tal temeridad con cualquier otro Haunter, salvaje o no, dada la toxicidad de los gases que esa especie emitía. Sin embargo, si estaban en confianza y no consideraban a la persona o Pokémon como una presa o amenaza, eran capaces de suprimir ese mecanismo natural.
—Vamos —le instó seriamente mientras apuntaba hacia adelante con la linterna; esperó que la compañía del juguetón y despreocupado Geist le ayudase a mantener la compostura y evitar que el miedo le nublase el juicio.
—¡Jon jon jon! —rió contentamente Geist tras ponerse al lado de Danot (y dejar ver que era casi tan alto como él), pues no le gustaban las luces intensas.
—Usa Tinieblas en esa red y sigamos —indicó Danot, sintiéndose ya un poco más tranquilo; aun así, no podía quitarse la preocupación de lo nuevo y amenazante de su situación, sobre todo si Jade y Rock no eran los únicos Rockets en el Camino de Hielo.
Notando la preocupación de su Entrenador, Geist se tomó el asunto con seriedad a pesar de no dejar de sonreír. Sin demora, disparó desde sus ojos un par de tenebrosos rayos púrpuras que desintegraron la red desde el centro. Con el camino libre, ambos avanzaron tan velozmente como las piernas le permitieron al muchacho… hasta que se toparon con otra Electrotela bloqueando el paso. Geist la destruyó con otra emanación sombría, mientras su Entrenador le iba explicando lo ocurrido.
Las siguientes horas fueron más de lo mismo y el fantasma comenzaba a mostrar señales de aburrimiento, más que de cansancio. A pesar de no tomarse a broma la situación, quería algo de acción, pues ni siquiera los Pokémon salvajes salían de las madrigueras camufladas por el hielo de las paredes. Era como si tuviesen mucho miedo de algo o alguien. Sin embargo, cuando desintegraba la enésima Electrotela que bloqueaba el camino, fue golpeado por una esfera sombría que explotó en su cara, dejándole fuera de combate en el acto.
—¡Geist! —le llamó un preocupado Danot al girarse; le hizo volver rápidamente a su Poké Ball y se dispuso a tomar la de Hellga.
Pero no pudo hacer mucho más que esto pues, al girarse hacia adelante, se topó con un par de pequeños ojos rojos rodeados de un relajante fulgor azul. La Hipnosis no tardó en hacer efecto sobre él, con lo que cayó pesadamente al suelo, indefenso.
—Bien hecho, Drifblim —le felicitó una mujer joven de ojos color miel y expresión seria—; cárgalo, que el comandante Obsidian ya ha esperado demasiado —indicó a continuación, mientras se apartaba con elegancia los mechones de cabello rojo que tapaban parcialmente su ojo derecho.
Dicho Pokémon, un globo aerostático fantasmal de color púrpura, utilizó sus cuatro apéndices similares a cintas lavandas y amarillas para envolver con fuerza las piernas y torso de su víctima. Mientras tanto, su dueña liberaba a una polilla morada de alas rojiverdes y gruesas antenas amarillas, casi tan grande como Drifblim, quien medía cerca de metro y cuarto desde la nube blanca sobre su cabeza hasta el agujero inferior con el que regulaba su volumen corporal.
—Vamos ya —les instó Ruby, de pie detrás del fantasma; su Dustox se situó entre ambos y empezó a aletear con algo de fuerza, proveyendo a su compañero el impulso necesario para moverse con la carga que llevaba.
Danot se sentía muy ligero y, a la vez, muy frío. Todo a su alrededor era oscuro y sus sentidos estaban completamente adormecidos. Lo primero que recobró fue el oído, y con ello, su sentido del equilibrio. Así, pudo escuchar las pisadas de la persona que iba detrás de él y el aleteo que la acompañaba. Lo siguiente fue el tacto, lo cual le permitió saber que estaba siendo sujetado con firmeza y, junto al sentido anterior, que estaba siendo llevado hacia algún lugar en contra de su voluntad. El gusto y el olfato no le brindaron ninguna información relevante, salvo el agradable aroma del perfume de su captora. Cuando por fin pudo volver a ver, notó que se movía a unos pocos centímetros del suelo. Intentó zafarse, pero le resultó imposible. Todavía tenía buena parte de sus músculos entumecidos.
Tardaron poco en llegar a una bóveda mucho más grande que las anteriores, casi tanto como el estadio principal de cualquier liga regional. En el centro de ésta estaba alguien que los esperaba, pero Danot sólo pudo ver sus botas negras y la parte inferior de su elegante pantalón púrpura, justo cuando empezaba a recuperarse por completo del efecto de la Hipnosis. Pudo comprobar que su captora vestía algo parecido cuando ésta se le acercó. Aquel individuo hablaba por radio con Jade, a quien ordenó apurarse en alcanzarles.
—Señor, aquí tiene al chico problemático —informó Ruby con tono de voz marcial, al dedicar un saludo igual a su superior.
—Excelente, Ruby —le felicitó cordialmente el aludido; su voz era grave y su tono, confiado.
Algo no acababa de encajar para Danot. Podía entender lo de problemático, dado lo ocurrido en la primera bóveda, pero había algo más que sabía que estaba ahí y era incapaz de identificar.
—¿Qué hago con él, señor? —preguntó Ruby, expectante; normalmente, ya se habría encargado de que no volviese a ser una molestia, pero la orden había sido sólo traerlo; supuso que su superior quería encargarse personalmente del asunto.
—Por ahora, ponlo en posición vertical —indicó, con marcada seguridad.
—Drifblim —dijo ella, a modo de orden para su Pokémon.
Dicho y hecho, el fantasma desenvolvió uno de los apéndices que tenía en torno al pecho de Danot para luego rodearle con éste el hombro izquierdo, y repitió esto con el otro para cogerle el derecho. Teniéndole así, empezó a levantarlo poco a poco, pero el chico siguió viendo sólo las piernas de Obsidian, al tener la cabeza gacha, mientras sentía que su entumecimiento desaparecía del todo. Cuando Drifblim finalmente le dejó perpendicular al suelo, su víctima alzó la mirada gradualmente, fijándose en la cómoda chaqueta púrpura con una R roja mediana estampada en la parte izquierda del pecho. Danot no dio importancia a ello cuando pudo ver por fin el rostro del jefe de su captora. Ojos negros, cabello corto del mismo color y expresión de total confianza, mezclada en ese momento con una mueca de diversión.
Danot por fin comprendió por qué esa voz, ese tono y esa seguridad se le hacían tan conocidos.
El respetado y temido comandante Obsidian era… Hayabusa Hiten.
