Los personajes de Pokémon no me pertenecen, son propiedad de Satoshi Tajiri y Game Freak.


Advertencia: contenido smut o lemon, posible OoC. Por favor, leer nota final.


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Dawn y Paul se conocieron en su infancia, cuando aún viajaban por el mundo Pokémon siendo unos novatos; esto más que nada por parte de la chica de cabello azul.

Paul no le cayó muy bien a Dawn en un principio. Ella se sorprendió al observarlo por primera vez, ya había conocido a dos entrenadores increíbles como Ash y Brock, Paul era el tercero que conocía en ese día y le parecía diferente. Lindo. Cuando Paul mostró con sus acciones el tipo de entrenador que era, Dawn se molestó.

Paul era agresivo, duro, frío y despiadado con sus Pokémon, y con quien se le enfrentara, siempre buscando capturar Pokémon fuertes para hacerlos luchar y despreciando a los que consideraba débiles.

Este comportamiento no le agradó a Dawn, quien creía que los Pokémon además de compañeros podían ser tus amigos, y no máquinas de pelea como los trataba Paul, él ni siquiera les agradecía por una batalla ni les decía al finalizar que habían hecho un buen trabajo.

Dawn hacía coraje cada vez que lo veía por el trato indiferente que les dedicaba a ella, Ash y Brock, siempre ignorándolos y nunca respondiendo a sus saludos. Paul simplemente te lanzaba una mirada fría y pasaba de ti olímpicamente, como si no te conociera.

«Ush, ¡siempre lo mismo!», gruñía Dawn constantemente.

Por un tiempo largo Dawn lo odiaba con todo su corazón, sobre todo por una vez que no la reconoció en un gimnasio. Se enfadó lo suficiente como para hacer erupcionar un volcán, pero Paul ni se inmutó.

Luego conocieron a Reggie, el hermano de Paul, quien no se parecía en nada a él, refiriéndose a la personalidad y carisma. Reggie era amable.

Sin embargo y más adelante, Dawn no pudo evitar interesarse por Paul y su estilo.

No supo si se trataba de un simple enamoramiento primerizo, un amor de infancia, una curiosidad por su actitud de «chico malo» que de alguna manera a su subconsciente de niña boba le parecía atractivo.

Dawn tenía solo 10 años y no comprendía el funcionamiento del amor.

Poco a poco empezó a reconocerlo, a diferenciarlo fácilmente entre la multitud, a llamarlo. La confianza crecía en ella haciéndola sentir Butterfrees en el estómago. Aun sabiendo que él no los consideraba sus amigos, le encantaba gozar del privilegio de conocer su nombre y usarlo. Su estúpida cabeza morada destacaba de entre todas las personas, más para Dawn quien a esas alturas no podía evitar buscarlo inconscientemente por el rabillo del ojo, se le hizo hábito o necesidad. Era inevitable que la fortaleza de Paul le pareciera genial, aún a costa de su actitud amargada.

Así como fue testigo del crecimiento y desarrollo del estilo de lucha de su amigo Ash, asimismo fue testigo del desarrollo Paul.

En un principio Paul y Ash se odiaban, pero a lo largo del viaje por Sinnoh, ambos crecieron y aprendieron a respetarse el uno al otro, y a reconocer que la habilidad y métodos de entrenamiento del contrario no eran malos, sino diferentes, pero igual de válidos.

Al finalizar su viaje, Dawn ya no odiaba tanto a Paul.

Por el contrario, llegó a admirarlo: para Dawn, Paul había estado en su auge durante el torneo de la Isla Del Valle Lily, ella se halló quedando fascinada por su habilidad y sus calculadoras estrategias y contra-estrategias al combatir.

Realmente su percepción hacia él había cambiado drásticamente, casi de manera dramática, incluso podía admitirse en voz alta que Paul era lindo.

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Posterior al término de la Liga Sinnoh de ese año, Ash y Brock partieron hacia otras aventuras mientras que ella se quedó sola, triste y llorando.

Sin embargo, tampoco es que fuera el fin del mundo. Dawn viajó por Hoenn, Johto, Kanto, luego a Unova. Antes de decidirse volver a probar suerte en su región de origen.

Se demoró debido al desastre de su primer Gran Festival, bueno, no un desastre de verdad, esa vez quedó segunda solo por detrás de su amiga Zoey. Al estar de vuelta, los recuerdos de su primer viaje la inundaron en oleadas gigantes como nunca antes, y fue nostálgico recordar todas sus aventuras vividas con sus amigos, incluso Paul estaba presente en esos recuerdos. Dawn se cuestionó por qué después de todos esos años volvía a pensar en él. Con 15 años recién cumplidos Dawn ya se consideraba toda una señorita experta en temas de romance y se sentía totalmente capacitada para identificar cuando un muchacho le convenía o no… más o menos.

Paul no lo hacía, pero era tan bueno.

Dawn lo sabía porque para su mala -o buena- suerte, se topó frente a frente con él en un centro Pokémon, ella recién regresaba a Sinnoh.

¿Paul?

¿Te conozco? —dijo desdeñoso. Al parecer no la reconoció. ¡Otra maldita vez!

Dawn frunció el ceño por instinto, molesta de que la historia se repetía, aunque era consciente de que la culpa fue suya por haber pensado siquiera dirigirle la palabra en primer lugar, no obstante, cuando se volteó furiosa y salió del lugar echando humo, se reprendió a sí misma porque sabía que era una tonta, y que más bien, su nombre se había escapado de sus labios sin pensar.

Fue algo en su interior, algo que resurgió, explotó, se expandió. Algo vivo e incontrolable se retorció en su estómago y la hizo sentirse emocionada por la oportunidad de volverlo a ver una vez más.

Dawn quedó oculta detrás de un árbol tratando de mantener su autocontrol. Minutos después, divisó a Paul de lejos saliendo por las puertas del Centro Pokémon; caminaba sin preocupaciones con las manos ridículamente dentro de sus bolsillos. Con ella observándolo como una boba, fue cuando se percató de que sí que estaba físicamente bueno, sus hormonas hablando por ella, claro.

No pudo evitar sonrojarse.

Actualmente con 17 años (¿o 18? Dawn no sabía cuándo era el cumpleaños de él, pero sí que sabía que compartía la misma edad que Ash), Paul ya era todo un adolescente. Era más alto, de espalda ancha, cabello largo y atado en una coleta baja igual que su hermano mayor. Paul creció y ella también, pero, al analizarlo detenidamente, a Dawn la invadió una inseguridad de que a su propio cuerpo todavía le faltaba desarrollarse, ¿ella sería atractiva a ojos de un adolescente Paul?

Pero, ¿por qué se hacía esa pregunta tan fuera de lugar? ¿Acaso le había gustado lo que había visto? ¿Le gustaba este nuevo Paul? Su corazón entonces latía desbocado… ¿que era este sentimiento tan familiar?

Sacudiendo la cabeza por el rumbo de pensamientos, Dawn volvió a casa ese día, su plan era quedarse en Pueblo Hojas Gemelas unas dos semanas a lo mucho para empezar a planear su ruta por Sinnoh otra vez.

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Paul y Dawn se reencontraron, se odiaron, se hicieron amigos y comenzaron a viajar juntos.

Así, sin más.

Todo empezó por culpa de una serie de coincidencias desafortunadas. Una tras otra. ¿Casualidades de la vida diaria cuando se está viajando por la misma región? Probablemente. Era demasiado obvio que si ambos viajaban por Sinnoh se iban a topar de vez en cuando, así como la primera vez, pero sin Ash ni Brock.

Ambos siendo jóvenes entrenadores tenían todo el tiempo para recorrer las distintas regiones del mundo Pokémon las veces que se les viniera en gana, y sinceramente, Paul terminó sintiéndose muy cómodo y hasta le resultaba útil. Se dio cuenta de que esta chica por sí sola no era tan molesta como cuando estaba con sus dos amigotes, sin duda el problema era la compañía de aquel niñito patético.

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Dawn era como una as del triunfo para Paul.

Si bien a él jamás se le despertó el interés por la Coordinación, recuerda haber visto la Copa Wallace en aquel tiempo remoto. Nada espectacular. Pero Dawn hacía de todo un espectáculo como solo ella misma.

Estando con ella, descubrió ciertos trucos que pensó no aprendería. Movimientos estratégicos que no sabía que él no sabía, y que no sabía que necesitaba saber.

¿Así que el secreto del fortalecimiento de Ash fue en parte gracias a esta chica?

Dawn era una entrenadora digna de quien aprenderle algo, y Paul era lo suficientemente inteligente para darse cuenta de ello y aprovecharlo.

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Ash y Brock no estaban desde hace cinco años.

En un principio, le pareció novedoso la tarea de viajar sola, pero conforme pasaba el tiempo, se dio cuenta de que era un reto, y de lo mucho que extrañaba su grupo. En primera, la comida de Brock, segundo, la espontaneidad de Ash.

La compañía y charlas constantes.

La protección.

Dawn se sentía más segura con ambos a cada lado, Brock era como su hermano mayor que la cuidaba y defendía hasta de los sermones de Barry, y Ash se mostraba lo suficientemente fuerte como para que nadie se metiera con ellos.

No solo por el hecho de que ella era una novata y ellos unos experimentados de los cuales aprendía bastante, también porque estando con ellos, ningún otro niño se le acercaba para acosarla.

Dawn era una niña bastante bonita. Lo sabía y le gustaba mostrar su feminidad usando vestidos y faldas cortas.

Actualmente, Dawn de igual manera se había convertido en una hermosa señorita con curvas. Muchas curvas.

Esto atraía a muchos indeseables a querer sobrepasarse con ella.

La solución de Dawn fue nunca viajar de noche, nunca acampar, mantener a Piplup fuera siempre alerta y portar a su alcance la pokébola de Mamoswine y la de Togekiss por si acaso.

Con Paul a su lado esto ya no era necesario: era lo suficientemente aterrador y poderoso para intimidar a todos los pervertidos de la región si quisiera.

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Un día Dawn caminaba de regreso al campamento que compartía con Paul, hasta hace poco había estado en la ciudad cercana en búsqueda de provisiones y comida para la cena, ella no preparaba platillos tan exquisitos como los de Brock, pero en temas de gastronomía sabía defenderse muy bien, y su huraño acompañante tampoco emitía ninguna queja.

¡Daaawn!

Repentinamente, creyó escuchar un grito lejano con su nombre, luego, otra vez, y al por fin girarse, se sorprendió. Era Barry.

¡Daaawn, oyeee Daaaaaaawn, si eres túuuu! —corrió hasta alcanzarla y detenerse a su lado—, ¡¿por qué no te detuviste?! ¡Llevo tres cuadras llamándote y por esa intolerable falta de respeto tendré que multarte!

Ah. No te escuché, lo siento.

¡Tendré que multarte dos veces entonces! Mira que tener la desfachatez de ignorarme así a mí.

Dawn parpadeó confundida sin saber qué responder a eso, Barry siempre fue un tipo raro y se la pasaba multando a la gente.

¿Así que solo vas a quedarte ahí parada con esa cara de lela y ni siquiera me darás una explicación justificada, o te disculparás? ¡Como mínimo espero unas diez reverencias!

Dawn continuaba… mirando a Barry haciendo sus peroratas.

Hola, chiquita.

¡Ay! —chilló asustada ¿y ahora? esa voz, no puede ser, era…— ¡Conway! ¿Qué estás haciendo aquí?

Yo vivo aquí, preciosa, la verdadera pregunta es qué haces tú aquí, ¿por qué no mencionaste que a esta hora salías por el pan?

Conway coqueteando con ella, no le parecía raro, sino asqueroso, pero le causaba escalofríos que apareciera de la nada como solía hacerlo cuando tenían 10 años.

¡Es el colmo, ni me estás pelando, Dawn, esta multa te saldrá el doble, ¡no!, el triple de cara, tienes diez segundos antes de que yo…

Pero Dawn ya no escuchaba a ninguno, se estaba volviendo loca con Barry gritando de un lado y Conway insinuándosele sexualmente del otro.

seis, cinco, cuatro, tres, dos…

Ah, bueno, yo…

No sabía a dónde mirar, hasta que…

Sí que son problemáticos.

El escándalo se detuvo.

¡Es Paul! —Barry exclamó, con estrellitas en los ojos.

La única chica ahí presente desvió su atención hasta el hombre alto de cabello malva que se posicionó, sospechosamente, muy cerquita de su lado.

Paul, ¿qué estás haciendo aquí? creí que estabas entrenando —aunque por dentro se sentía feliz y aliviada de ser rescatada de ese par de raros.

Lo estaba, hasta que vi que no habías vuelto con la comida. Eres lenta.

Paul se cruzó de brazos de una manera acusadora hacia ella, y Dawn le frunció el ceño. ¿Tenía que insultarla siempre?

¿Como, están tú y él juntos, Dawn, como viajando? Tienes cinco segundos para explicarte, cinco, cuatro, tres… —Barry le susurró a la coordinadora para que nadie más oyera.

Pero Paul escuchó y dándole una mirada asesina, agarró a Dawn por el brazo y la arrastró con él por el camino de regreso a donde había dejado a sus Pokémon cuidando el campamento.

Eso no es asunto tuyo. Nos vamos.

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Paul no había dado espacio para replicar nada.

Pero tampoco es como si Dawn hubiera tenido objeción, aunado al hecho de que se quedó muda en su agarre. Su mano áspera alrededor de su muñeca se sentía bien, cálido. No estaba siendo rudo como de costumbre, era suave, y ese roce piel contra piel… le gustaba mucho. Dawn sintió como electricidad recorriendo toda la longitud de su brazo esa ocasión.

Era su idea, ¿o Paul lucía más malhumorado de lo normal?

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Conviviendo tanto tiempo, fue inevitable que indicios de algo comenzara a aflorar. Eran un par de adolescentes hormonales sin supervisión adulta, se habían besuqueado un par de veces y acercado lo suficiente como para querer explorar el cuerpo del otro, sin embargo, Paul sabía poner límites además de que siempre se mostró respetuoso, y Dawn de repente se encontraba a sí misma confundidamente frustrada por que este nunca llegara más allá. Ahora, esta "cosa" tonta que pasaba no parecía tan raro, debido a que Dawn todavía albergaba sentimientos muy fuertes de su infancia jamás se quejó, por parte de Paul, él ahora la veía como mujer.

Ese hecho fue clave.

Sí, lo más importante para Paul eran las batallas, su frío enfoque estaba totalmente volcado en entrenar a sus Pokémon para toda clase de situaciones y volverse cada vez más fuerte de lo que ya era y ser el Campeón. De niño esa tarea era sencilla, actualmente como un hombre joven de 18 años y teniendo una sexy acompañante de 16, sinceramente, las prioridades empezaban a balancearse un poco.

No importa quién seas o quién hayas sido, al crecer, los instintos sexuales comienzan a despertar. Paul entendió que ciertas necesidades que antes no tenía se vuelven irrefrenables, y que cosas a las cuales no les daba importancia se vuelven difíciles de ignorar; como por ejemplo: las niñas. Y las niñas también crecen. Se convierten en mujeres irresistiblemente hermosas. Dawn era hermosa. Y era la elegida para hacerlo en esos momentos de desesperación.

Su cuerpo pedía sexo.

Desde que empezó a ser más cercano a Dawn, su cuerpo le exigía estar con ella íntimamente.

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—Va a sonar realmente patético, pero te deseo.

Paul le había murmurado esas palabras al oído teniéndola arrinconada contra una pared de la cocina en casa de Reggie. Se habían estado besando, el pelivioleta mayor no estaba, por lo que la temperatura a su alrededor se elevaba de una manera casi infernal.

Dawn sentía que se desmayaría ahí mismo, el cálido aliento de Paul golpeando contra su cuello no la dejaba pensar con claridad: ¿se trataba de una confesión? ¿Contaba como una confesión? O mejor dicho: ¿era el tipo de "confesión" que ella querría o esperaba de su parte? Bueno, tampoco es que Paul estuviera declarándole su amor. Le dijo que la deseaba, no que la amaba; ¿estaba ella conforme con eso? aunque, por algo se empieza ¿no? Y lo más importante: ¿por qué se hacía estos cuestionamientos tan complejos ante esta situación?

Miles de dudas la inundaron, hasta que escuchó de nuevo la voz ronca y ahogada.

—Dawn —saliendo de sus pensamientos, la susodicha notó cómo la veía de frente, tratando de expresar con una mirada lo que ya no podía expresar con palabras.

Lucía tan vulnerable como nunca antes, fue cuando Dawn lo comprendió: él quería estar con ella. Así como ella, resolvió, quería estar con él. Lo supo, era así de fácil. De pronto, la seguridad se arrastró por su ser en oleadas fantásticas, nunca antes había estado tan segura de algo en su vida.

—Paul… —ella le dedicó una mirada igual de determinada, su mano derecha acunando la mejilla izquierda de él—, deja eso, no eres patético, eres humano como yo. Y también te deseo. No podría estar más feliz de que seas tú el primero.

Ella le sonrió dulcemente.

Dejando de lado sus pensamientos y monólogos internos, Dawn se arrojó a reanudar su beso a uno más apasionado que antes. Paul aceptó gustoso, estrechándola con más vehemencia entre sus brazos.

Él la guió hasta su dormitorio en el segundo piso, agradecía a Arceus que su habitación fuese la más alejada y al fondo del pasillo, así si Reggie llegase a aparecer antes de lo previsto, no sospecharía de su ausencia, aunque dudaba que su hermano lo hiciera en un buen rato.

Cerró la puerta de una patada, apenas si alcanzó a poner el seguro, por si acaso. Dawn se abrazaba a su cuello con sus delicados brazos, mientras que él la sujetaba firmemente por la cintura. Sus manos comenzaron un sinuoso recorrido por toda la extensión de su espalda, aunque lo que verdaderamente ansiaba tocar se hallaba mucho más al sur.

Cumpliendo su fantasía se aventuró a estrujar su bonito trasero, este era suave y redondo y Paul solía mirarlo a menudo durante sus viajes cuando ella le daba la espalda. No se consideraba a sí mismo un pervertido, pero siempre había querido propinarle una nalgada a esa chica problemática. El peli violeta se mantuvo manoseándola aún con la falda de por medio hasta que la levantó, alcanzando así la delgada tela que cubría su más recóndita intimidad. Parecía que ella no estaba usando una ropa interior convencional, sino una especie de short muy corto y ajustado ¿o sería una tipo pantaleta? ¿O un bóxer de esos de mujer? Sea como sea, la imagen de Dawn usando ese pedazo de tela solo avivó su excitada imaginación.

Mientras Paul hacía su trabajo con el cuerpo femenino, Dawn no se quedaba atrás: había comenzado a meter sus palmas por debajo de la playera de él, trazando sus abdominales y su pecho bien formado. La chica era consciente de que su acompañante se había vuelto algo más musculoso con el paso de los años (fruto de entrenar junto con sus Pokémon), pero verlo casi desnudo por accidente no era lo mismo que tocarlo, y ahora por fin se estaba dando el placer. Mucho placer.

Paul gruñía gustoso por las caricias propiciadas por esta mujer, le gustaba, lo hacía sentir caliente, muy caliente, se tuvo que apartar unos centímetros para retirarse la playera que ya les estorbaba. Acto seguido, volviendo a tomar a Dawn bruscamente de las caderas, la jaló para estrellar su pelvis contra la de ella. Dawn gimió al percatarse del tamaño del bulto frotándose contra su centro, y Paul de nueva cuenta escabulló sus manos por debajo de su falda con urgencia, usando sus dedos, acarició su muslo derecho bajando hasta la rodilla y luego, levantando su pierna, la enganchó en su propia cadera.

Continuaron besándose y refregándose como dos animales salvajes en esa posición. Lentamente Paul fue subiendo el vestido de Dawn hasta enrollarlo en su cintura, entonces, decidió que era tiempo de deshacerse de él y lo arrojó lejos, quedando esta solamente en su ropa interior de encaje.

Dawn se encogió un poco, sintiéndose tímida por su exposición, por su parte, él eliminó sus inseguridades lamiendo y mordiendo traviesamente desde su cuello hasta su clavícula, donde se entretuvo. Dawn echó la cabeza hacia atrás dándole espacio. Pasado un rato, Paul se hartó y la empujó de espaldas a la cama, listo para devorarla.

Sin embargo, se detuvo un segundo para observarla mejor, la vista desde arriba era espectacular: Dawn con sus cabellos revueltos enmarcando su dulce rostro, sus mejillas destellando de un color escarlata, su níveo cuello, sus pechos rebosando en el sujetador que moría por quitar, su estrecha cintura y de ahí hasta sus caderas anchas. Qué decir de sus piernas, y de su trasero perfecto, el cual ya había sido ultrajado, pero no le molestaría verlo o hundir su cara en él.

Arrodillado sobre la cama, Paul empezó a desabrocharse el cinturón, un gesto burdo y simple, sino fuera porque lo hizo mirándola fijamente a los ojos. Esto le otorgó a Dawn una de las escenas más eróticas que haya visto en su vida. ¡Por Arceus! Esos ojos grises y peligrosos irradiaban lujuria pura, su ceño fruncido le parecía sexy y la mueca en su boca como intento de sonrisa malvada lo hacía lucir como un depredador.

Y Dawn era la presa.

Paul se bajó los pantalones y los pateó, mientras gateaba hasta quedar sobre ella. Él era más grande, por lo que tuvo cuidado de no aplastar su frágil cuerpo.

Sí, pese al calor del momento, Paul se preocupaba por ella.

—¿Estás segura de querer esto? —susurró con voz ronca al borde de sus labios, sus rostros muy cerca.

—Sí. ¿Y tú?

Paul enarcó una ceja, extrañado. Se supone que eran los hombres quienes daban esa última advertencia, porque una vez tomada la decisión no habría vuelta atrás, no se detendría; sin embargo, aquí estaba Dawn lanzándole su misma pregunta de todos modos, ¿estaría tan nerviosa?

—Por supuesto —sonrió y la besó brevemente—,…puedo detenerme en cualquier momento en que no llegues a sentirte cómoda. ¿De acuerdo?

El corazón de Dawn dio un vuelco ante ese intento por relajarla, de todos modos, era su primera vez y Paul no estaba siendo un idiota.

—No hay necesidad de preocuparse —fue su turno de tranquilizarlo a él—. Pero muchas gracias, eres muy considerado.

No esperó respuestas, Dawn se enganchó a su cuello nuevamente y lo atrajo de manera desesperada a continuar lo que dejaron. Paul sonrió en el beso, tocándola desde sus muslos y ascendiendo por la hermosa curvatura de su cadera. De ahí a su cintura, hasta llegar a acunar sus pechos.

Cuando su brasier comenzó a ser retirado, la mente de Dawn reflexionó acerca de que está a punto de mostrarle una parte muy privada a un chico, y ese chico no era otro que Paul, ese niño extremadamente arrogante e indiferente que se la pasaba peleando con Ash. Aún le costaba procesarlo que ni siquiera fue capaz de reaccionar o cubrirse, cuando él ya estaba tomando un pecho en su boca. Ella gimió extasiada por la nueva sensación. Con su historial, Dawn nunca creyó que Paul sería del tipo con apetito sexual, aunque supone que los hombres siguen siendo hombres después de todo.

Esto en parte la ponía feliz, porque significaba que Paul sí tenía sentimientos después de todo, y que ya no era tan malo como en su niñez. Y sí, ella había presenciado un vistazo breve de su comportamiento durante sus recientes viajes juntos, pero este momento era la cúspide.

Sin embargo, era un secreto que le encantara que siguiera actuando rudo y agresivo. Como por ejemplo, uno de los detalles era ese ceño fruncido marcado en su masculino rostro cuando se irguió para admirar su arte en su pecho ahora marcado y rojizo.

Siempre se consideró una chica recatada, pero ella se pondría de rodillas solo por esa mirada.

—No dejaras de molestarme después de que te diga esto, pero eres hermosa.

Dawn rodó los ojos. La capacidad de Paul para romper atmósferas era asombrosa.

—Tú tampoco estás tan mal, eres guapo y musculoso —le devolvió el intento de cumplido, propinándole un par de caricias descaradas a sus bien formados bíceps—. Y créeme, a mí no me da miedo que me molestes después de haberlo dicho.

Sonrió divertido.

—Incluso cuando estamos a punto de tener relaciones no puedes mantener tu boca cerrada, cielos sí que eres problemática —Dawn se indignó un poco, pero…—, aunque supongo que si es por mi culpa, toleraría tus gritos toda la noche.

Dawn se estremeció, su mente quedando en corto circuito por el tono ligeramente sensual y ronco. Diablos sí, que Paul la dejara afónica si esa era su más grande y generosa voluntad.

—Entonces ya hazlo, tonta cabeza de uva. —Casi gruñó.

Dawn ya no tenía un ápice de paciencia y Paul no quería sentirse adolorido.

Como un último paso, él retiró la única pieza que la cubría quedando así en total desnudez. Repitió la acción consigo mismo y Dawn, curiosa, lo observó allá abajo de una vez.

Había escuchado que la primera vez de una mujer podía ser dolorosa, pero esto solo ocurría cuando no se tenía la suficiente estimulación y lubricación, también tenía que ver el tamaño del pene del hombre, junto con el grosor. Algunas decían que entre más grande mejor, para más placer y blabla. Otras afirmaban que realmente era todo lo contrario y un pene grande podía lastimarte, por lo que uno pequeño sería lo "ideal". Por su parte, esperó que el miembro de Paul no fuese ridículamente enorme, porque, en parte, quería comprobar alguna de las dos teorías. Ella no había visto ninguno en persona, no sabía que opinar del de Paul, era… normal. Supuso.

—No me digas que tienes miedo —la voz de Paul sonaba baja y oscura, la expresión en su rostro maliciosa por encontrarla espiando su longitud, pero Dawn sabía que escondida se hallaba la preocupación porque ella decidiera echarse para atrás. Ella no lo haría.

Emitió un ruido similar a una carcajada.

—Claro que no. Adelante. —Lo desafió.

Esto a Paul por dentro le parecía interesante, muy interesante y divertido. Jamás pensó que en la cama ella sería igual de atrevida y problemática, como solía llamarla. Bueno, él domaría a esta fierecilla.

Paul se arrodilló entre las piernas femeninas. Dando un vistazo a su intimidad, agachó la cabeza para besar la parte interna de sus muslos cremosos, usando también su lengua y labios por toda la zona, alternaba del muslo derecho al izquierdo, en un momento hizo ademán de subir hasta su punto más sensible, para luego denegárselo. Dawn gimió, frustrada por ese juego malvado de Paul. Quiso cerrar las piernas como un modo de vengarse de él, pero no se lo permitió.

Rápidamente tomó un preservativo que guardaba en su cajón de la cómoda al lado de su cama, por suerte los tenía a la mano, cortesía de su hermano metiche. Aunque esa vez no importaba, agradecía en silencio cada una de las charlas incómodas de Reggie, incluso las que incluían demostraciones con plátanos.

Se lo colocó con cuidado. Con su mano guiando su miembro hasta el espacio entre las piernas de Dawn, se le ocurrió realizar movimientos circulares desde su clítoris hasta sus labios externos, y deleitándose por la gloriosa sensación. Dawn gimió, era tortuoso.

No aguantó más y finalmente la penetró.

Estar dentro de ella fue indescriptible, un nuevo mundo frente a sus ojos y que no tenía nada que ver con los Pokémon, con ser más fuerte ni ser campeón de nada. Al sentir su calidez y humedad envolverlo, se olvidó de todo eso.

No obstante, volvió a la realidad cuando escuchó un leve quejido de Dawn, se sintió culpable de golpe. Si bien sabía que sería imposible que ella sintiera algo de dolor, trataba de reducirlo al mínimo. Estuvo a punto de retirarse, si no fuera porque ella llevó sus piernas entorno a su cintura para mantenerlo en su sitio.

—No.

Paul vaciló, pero ese brillo salvaje en la mirada azulada de ella lo dejó hipnotizado.

Estuvieron así un rato, quietos, mientras que Dawn se acostumbraba a la intrusión. Él como una muestra de "lo siento" hundió su cara entre el hueco de su cuello y hombro, repartiendo tiernos besos de mariposa para consolarla. Ella lo abrazó por la espalda, disfrutando de tenerlo en esa posición.

Paul adoraba su cuerpo, y se lo demostró con cada caricia y cada beso.

Eso hasta que Dawn lo instó a moverse dando unos inofensivos empujes con su cadera. Entonces, las cosas volvieron a su cauce.

Salió de ella con cautelosa lentitud, apoyando los brazos a cada lado de su cabeza, tomó un impulso y dio el primer empellón. Luego otro, y otro y otro. Sosteniendo así un ritmo profundo, suave y pausado, como la cadencia de las olas golpeando las orillas del mar, hasta que gradualmente la velocidad fue aumentando.

—¡Paul… mmm! ¡Ah! —Dawn se retorcía, suspiraba y gemía debajo de él, estaba siendo presa de tanto placer que apenas se aferraba a lo que podía.

Se veía linda, pensó él, observándola desde arriba. Pero sobre todo: ella lo estaba disfrutando. Y él también. Su estrechez femenina recibiéndolo en cada nuevo envite lo embriagaba, era jodidamente delicioso sentir sus paredes ceñirse alrededor.

Paul cerró los ojos dejándose llevar por ese cosquilleo electrizante que nacía en su abdomen, era placentero, la adrenalina en su sangre aumentaba a cada latido de su corazón, con cada respiración, lo que lo impulsaba a ir más de prisa, provocando así un ritmo aún más frenético de sus embestidas, volviendo loca a Dawn quien ya no podía reprimir sus escandalosos gemidos y jadeos.

—¡Síii, ah, más rápido, Paul! ¡Más duro! ¡Ah! ¡Paul! ¡Ah!

Que ella gritara esas obscenidades junto a su nombre de esa manera encendió todos y cada uno de sus sentidos. Le gustó. Abrió un poco la boca por la sorpresa, pero igual la complació.

Dawn experimentaba el placer recorriendo cada partícula de su cuerpo, la sensación electrizante haciendo mella en su vientre, estaba tensa y sudorosa, y sentía que explotaría en cualquier momento.

Ese momento llegó minutos después.

Algo estupendo y ardoroso se retorció en su bajo vientre, sus paredes se contrajeron alrededor del miembro dentro de ella, succionándolo, apresándolo, y fue delicioso.

Sin embargo, Paul no se detuvo y siguió embistiendo duro. Al parecer aún no había conseguido liberarse.

El ya de por sí frenético chasquido que producía el golpe entre ambos sexos se volvió aún más desmedido cuando Paul volvió a acrecentar sus movimientos, arremetía con rudeza usando toda la fuerza que le quedaba, hasta que por fin sintiendo su propia liberación en la punta de su miembro, se dejó ir.

Ambos cayeron agotados, si bien no habían alcanzado el orgasmo al mismo tiempo se sentían igual de satisfechos, Paul trató torpemente de no aplastar a Dawn con su peso, así que se hizo aún lado. Ella se movió de igual modo dándole espacio en su propia cama.

Sus respiraciones agitadas eran lo único audible en la penumbra de la habitación, no sabían cuánto tiempo había pasado. Sucedió así por unos segundos, o minutos, hasta que se regularizaron.

Dawn se quedó quieta, no sabía lo que seguía, ¿Paul se iba a quedar dormido como decían que sucedía con todos los hombres después de las relaciones? Pues lo averiguaría.

No obstante, no se atrevía a mirarlo aún, y ella misma comenzó a sentir sus párpados pesados.

Y así comenzó a quedarse dormida, pensando y repasando en la increíble experiencia que había sido estar con Paul. Ese frío, y desalmado Paul, quien hace unos momentos se había sentido tan cálido entre sus piernas. Paul, quien le pasó un brazo por la cintura desde atrás.

Sonrió suavemente.

Por ahora, estaba bien.

Mañana, seguro dolería.

Esperaba que el dolor permaneciera solamente en el plano físico, y que no traspasara al lado emocional ni sentimental.

Dawn nunca, nunca lo vio venir; nunca, jamás pensó que sería él. Después de la realización y de este día, jamás volvería a ser la misma.


N/A: hola, volví. Me tardé un poco más de lo planeado, las cosas casi se me salieron de las manos, tipo: solo mil palabras más, y pum, fueron tres mil más jaja. Okey, tengo algunas explicaciones: esta historia la empecé llevando la línea temporal del anime, basándome en Dawn y Paul, obvio, y la cual no se mantuvo necesariamente directa ni mencioné cada una de sus interacciones (cosa que sí quería), sin embargo me gustó el resultado, fue más espontáneo y menos rígido. Otra cosa, no sabía cuál iba a ser el título, al final recurrí a Taylor Swift, State Of Grace (Taylor's Version) es la primera canción del álbum Red (Taylor's Version), estuve investigando, y Taylor la describe como "enamorarse épicamente por primera vez de alguien" yo dije: wow, sí, eso quiero reflejar y definitivamente queda con Dawn, aunque también traté de que estuviera dudosa o confundida acerca de sus sentimientos. La escena lemon la hice porque tenía ganas de hacerlo, son contados los fics Ikari con lemon incluído, y me dije, si nadie lo hace tengo que hacerlo yo. Y pues por qué no empezar con su primera vez juntos en el mundo canon :D Posiblemente, más adelante intente hacer escenas más subidas de tono, wink wink, jsjs

Una disculpa si encuentran algún error o error de dedo, suelo quedar con la cabeza echa un desastre cuando termino de editar.

Gracias por leer, saludos.