Dios cuelga de sus pestañas, le regaló el sol a sus irises y la tierra fértil de su cabello le hace querer pisar, pasear, quedarse. Flores completan el cuadro y la esencia de su aroma parece una absurda imitación del aroma de su piel por las mañanas.

Un ser divino lo dotó de proporciones como el David, y unos hombros enormes que cargan la justicia que un humano no podría. Su cintura es pequeña, e inversamente proporcional a su corazón. Alguien midió mal la escultura, dotándolo de un órgano tan enorme como el planeta que habita, tan bondadoso y empático que parece fantasía

¿Y el aura? El dinero le ha otorgado el poder de evaluar esa chispa en las personas, ese tipo de vibra animal del ser, y su inspector es color blanco, blanco y dorado, un poco de primavera y brisa cálida. Es Haru, un nombre tan dulce que es miel para su garganta, es la persona elegida, la persona correcta, sinónimo de hogar. No hay nadie más, no hay otra decisión a tomar aún si hubiera otra opción.

Y el diablo también estuvo allí, regalándole terquedades y pecados, inseguridades, riesgos, tretas. El tridente otorgando deseo, arrebato, una pasión casi incendiaria, es una sexualidad sacada del apocalipsis. El millonario se entrega a esta droga hecha persona en cuerpo y alma mientras se clava hasta la empuñadura contra la pieza del rompecabezas que es su alma gemela, todos los días de la semana si es posible, en una cama de miles de dólares y sábanas egipcias. Daisuke salta, tiene una venda en los ojos impuesta por si mismo y ora largos mantras de amor en voz alta cuando sabe que él está durmiendo.

Su majestad de los cielos y el rey del subsuelo juegan con Katou en una balanza perfecta, pero Daisuke se arrodilla ante Dios y al Diablo por igual sin importar qué, directo al suelo ante las piernas de su amado, o al altar con el anillo en la mano. Casado con cualquier religión, con cualquier pretexto. Su inspector en la ecuación es sencillamente el resultado y no podría esperar otra respuesta, un oráculo pagado por si mismo se lo dijo en una noche de Domingo.

Si el pecado quisiera consumir su sangre, o la salvación resarcir su pasado, el gran Kambe Daisuke se entregaría, frente a los invitados, los desconocidos o los medios de prensa, la ley o al mundo, y se va con su premio después, es un jackpot para toda la vida.

Haru era su primer y último Dios, así en la tierra como en el cielo, con la voluntad de mil hombres y la fuerza de los mares. Y que así sea, con o sin palabras, incluso sin mirar. La fé es ciega, pero cuando ve los ojos de Katou Haru, sabe que creer es oro. Daisuke cree, y Dios lo avala, incluso si ha pactado con el diablo, porque un regalo divino de este calibre no puede ser real.

—Si, acepto.

—Yo los declaro marido y mujer.

Daisuke firma, besa la eternidad, y si se seca una lágrima al salir de la iglesia solo él lo sabe.

Ah, pasen buenos fics, si saben...estoy leyendo algunos del 2021 en Ao3 y me quedo sin material.

Si les gustó y les apetece, pueden escribir un "eh, me cabe el drabble, grax" y nada eso, que tengan linda semana, chill.