Disclaimer: Los personajes de Ranma 1/2 pertenecen a la Mangaka Rumiko Takahashi.
One-shot que participa en el Concurso We Love Fics de la página MFIYR
#Gran_Concurso_MundoFanficsIyR
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#Por_amor_al_fandom_MundoFanfics IyR
Playa nudista.
Desde que puso un pie en el aeropuerto de Tokio y abordó el avión que lo llevaría a donde estaba su esposa, en Hokkaidō; Ranma asumió que había puesto la armonía de su matrimonio sobre una cuerda floja.
Se cuestionaba por volver a sentirse —después de tantos años— tan inseguro. Se cuestionaba por haberse dejado persuadir por Ryōga, por haberse dejado arrastrar en los temores de este. Cuando en el fondo, él sabía que nada de esto tenía sentido. Ni siquiera las raras coincidencias que Ryōga mencionó al respecto. Pero lo cierto era que, cuando su amigo de la infancia le dijo que sus mujeres habían ido a una playa nudista y ninguna lo había mencionado; toda su tranquilidad se vio perturbada, toda esa seguridad de que él y su esposa tenían una relación de máxima confianza, se había ido al carajo.
Y todo comenzó por esa bendita invitación que Nabiki les hizo a sus esposas…
«Akane merece estas vacaciones», pensó Saotome.
Habían pasado más de tres años desde la última vez que Akane salió por varios días con sus amigas. Días en que Ranma se quedó solo en casa extrañándola como un ángel que añora recuperar sus alas que fueron cortadas.
—Cuatro noches y cinco días en Hokkaidō. Solo chicas, Nabiki, Ukyo y yo. Sin hijos, ni esposos. Y… partiríamos el jueves en la tarde.
Mientras Akane lavaba platos y hablaba entusiasmada de la invitación que su hermana, Nabiki, le extendió, Ranma se hallaba de pie apoyando uno de sus costados en el refrigerador; observaba el perfil de su mujer y procesaba la información con sus brazos cruzados.
No podía negar que odiaba el plan de Nabiki de querer arrebatarle a su mujer por tantos días. No obstante, aquello era un pensamiento muy egoísta y Ranma lo sabía, así que se lo reservó solo para él.
No obstante, esta vez sería distinta a la anterior, ya que una parte de Akane se quedaría con él. La pequeña Saotome —de rostro calcado a su madre y cabello azabache como el de su padre— era una niña con demasiada energía que valía por tres pequeños diablillos. Sin embargo, era una niña muy amorosa y muy amada por sus progenitores, quienes intentaban día a día ser los mejores padres para su pequeña de tres años.
«Akane merece estas vacaciones —repitió Ranma en su cabeza—, aunque solo vaya ella. Sin mí. Sin nosotros» .
—¿Y…? —preguntó Akane tras largos segundos de no recibir una respuesta de su esposo.
—¿Ah? —pronunció Saotome saliendo de sus cavilaciones, pero enseguida rescató desde su subconsciente los detalles de la conversación.
Akane dejó el último plato estilando en la rejilla y se giró para verlo.
—Que, qué opinas, Ranma. ¿Estás prestando atención?
—Sí, claro que sí.
—De todos modos… aún no he confirmado. Nabiki me avisó muy encima de la fecha, ya sabes; ella es muy espontánea. Pero, si te complica quedarte solo con Azami, puedo decir que no y...
—Debes ir, Akane —soltó finalmente.
—No lo sé, Ranma. Tal vez… —dudó y se giró para secar los platos— Azami no está lista para quedarse sin mí. Sé que las chicas lo entenderán si les explico.
—Akane… —Le habló su esposo con calma y enseguida se acercó por la espalda. Acorraló a su mujer con su cuerpo en el borde del fregadero haciéndola abandonar la acción que esta realizaba con el plato, la giró por la cintura hacia él y Akane puso atención—. No subestimes mi poder de padre Saotome. Puedo hacerme cargo de ella perfectamente, puedo ganarle a demoniejo en sus berrinches.
—¡Ranma, te he dicho que no le digas así a nuestra hija!
Saotome envolvió la cintura de Akane y silenció esos rosados labios que lo estaban regañando con un beso apasionado… Definitivamente no le gustaba la idea de que su mujer se fuera a la playa y los dejara a él y a su hija, solos. No obstante, estaba consciente de que el rol materno, no era tarea fácil, aunado a las diferentes labores que Akane ejercía fuera del hogar; era demasiado peso sobre sus hombros y, Ranma, tampoco quería que su esposa fuera una mujer infeliz a su lado. Eso sí que no se lo perdonaría. Ella necesitaba respirar otro aire. Merecía relajarse y él, no podía comportarse como un maldito opresor.
—Yo seguiré secando los platos. —Le dijo Saotome con voz ronca mientras marcaba sutiles chupetones en el cuello de su mujer— Hoy es martes, si te vas el jueves, debes preparar tu maleta desde ya.
—Dios… Si sigues haciendo eso, dejarás marcas y… menos me convenceré de ir a hacer la maleta.
—Sabes que una de mis partes favoritas de tu cuerpo es tu cuello. —Volvió a chupetear.
—Esos… —tragó duro—esos besos… Parece más una súplica para quedarme contigo que un incentivo para que me vaya.
Ranma se vio descubierto, pues si bien en su mente intentaba ser comprensivo y se convencía de que ella debía ir; su cuerpo le exigía detenerla con caricias y mantenerla lo más cerca posible. Akane lo abrazó por el cuello y coqueta le preguntó:
»—¿Me extrañarás?
—Ni un poco —mintió jugando.
—¡Oyee! —Akane lo golpeó en el pecho con el costado de su puño y aunque sabía que era una broma de su esposo agregó—: ¡Qué grosero! No pienso traerte un recuerdo.
Ranma rio divertido por molestarla.
—Con que regreses sana y salva, me es suficiente.
Akane no pudo evitar sonreír y luego comérselo a besos. Pues con los años, Ranma, parecía ponerse más atento y romántico. La madurez le había otorgado el valor de amar sin límites; donde sea y frente a quién sea. Y eso a Akane le encantaba.
—No sabes cuanto te amo.
—¿Quieres competir para saber quién ama más a quién? —Pero lo competitivo a Saotome no se le quitaba.
—Ja, que ridículo… sabes que no es más que yo —Y a ella tampoco.
Luego de una pequeña guerrilla que acabó en cosquillas y besos. Ranma contempló a su mujer acomodándole los cabellos que él mismo despeinó en la batalla por el amor, y pensó en que deseaba sinceramente que estas vacaciones fueran perfectas para su esposa, realmente quería que ella disfrutara, así que, él, intentaría no molestar con demasiadas llamadas o mensajes y se esforzaría por hacer bien su labor en casa mientras ella no esté.
Terminó de darle la cena a su retoña quien a regañadientes se comió los últimos tres guisantes que quedaban en su plato. Le dio un baño y la acostó para hacerla dormir acariciándole la barriguita tal como acostumbraba; había cumplido con éxito su tarea y se sentía satisfecho por ello. El orgulloso padre salió de la habitación con cautela mientras un mensaje llegó a su teléfono seguido de una llamada. Rápidamente contestó:
—¡Akane!
—Hola, amor. Ya estamos en la casa de la playa.
—Que bueno oír eso —Sintió que el alma le había vuelto al cuerpo.
—Te envié la ubicación en caso de cualquier emergencia.
—Gracias. Eso me deja más tranquilo, pero espero no tener que necesitarla —se moría de solo pensar que algo malo le podía pasar— así que cuídate mucho.
—Ranma, ¡este lugar es hermoso, me encanta! —Akane se oía feliz.
—Que bien, me alegra mucho… Aquí todo está perfecto, no tienes de qué preocuparte, ¿vale? Solo diviértete.
—Está bien… pero la verdad es que, ya los estoy extrañando.
Ranma sonrió complacido y se imaginó a Akane haciendo un puchero:
—No me digas eso porque soy capaz de ir a buscarte ahora mismo para tenerte otra vez conmigo. —Usó un tono sugerente que hizo sonreír a Akane, quien ya se imaginaba las escenas que Ranma podía estar dibujando en su cabeza.
—Mmm… Eso sería muy travieso, señor Saotome. Me hará tener sueños ardientes con usted… tendré que dormir desnuda o sudaré de la excitación.
¡Qué malvada!
Ranma se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que sintió cómo sus mejillas se encendían de inmediato, mientras que una leve punzada en la punta de su miembro le indicó que era el momento pertinente para cortar la llamada antes de que su cuerpo cayera en un agónico deseo lascivo debido a la calórica elocuencia de su mujer y, no valía la pena perder el sueño tan desconsoladamente, pues Akane no estaba a su lado.
—No tienes corazón. Me dices eso estando lejos de mí… no tiene nada de corazón, señora Saotome. —La nombró por su apellido de casada— Espero que no te molestes si esta noche me acaricio en tu lugar, tus manos se perderán de tocar eso que tanto te gusta.
Ranma oyó que Akane reprimía una risa.
—Basta o realmente tendré sueños húmedos contigo. El único cruel aquí eres tú, que me haces imaginar cosas.
Ranma se divertía y sufría a la vez porque ya estaba deseando poseerla. Enseguida cambió de tema y le preguntó por las chicas.
—Ukyo sigue hablando con Ryōga, y Nabiki… bueno, Nabiki es Nabiki; apagó su celular para que Kuno no la llame.
—Sí. Y tú harás lo mismo, hermana.
—¡Nabiki! ¡Dame devuélveme el celular! ¡Estoy hablando con Ranma!
Ranma entornó los ojos, fastidiado por la intromisión de su cuñada.
—Dijimos que nos íbamos a desconectar y eso es lo que haremos.
—¡Nabiki! ¡Deja que al menos me despida de mi marido!
—Si te lo paso perderás minutos de libertad. Dile adiós desde allá.
—¡Agh! Eres exagerada. ¡Lo siento, amor! ¡Te amo! ¡Besa a Azami de mi parte! —gritó Akane alejada del aparato telefónico que seguía en manos de su hermana.
Nabiki se llevó el teléfono a la oreja y dijo:
—Lo siento cuñado, pero nada de esposos hasta que regresemos, así que no te molestes en llamar.
—Estás demente, Nabiki.
—Adiós cuñado. ¡Besos a mi sobrina!
Ranma respiró profundo. Semi-aliviado… semi-tranquilo. Pero feliz por escuchar a Akane tan feliz.
Ya habían acomodado sus pertenencias en sus respectivas habitaciones. Nabiki había pedido que les llevaran una amplia variedad de alimentos para que ninguna cocinara así que ya estaban en la mesa disfrutando de la cena.
—Nabiki, este lugar es maravilloso, y la casa es… ¡soñada! —expresó Ukyo.
—Sí. Kuno me debía un capricho, así que no se opuso cuando le hablé de este lugar. —Sonrió absolutamente complacida.
—Kuno es muy generoso —comentó Akane—. Y te agradezco la invitación. Aunque no estaba segura si venir y dejar a Ranma y Azami solos… Ranma me alentó para que viniese.
—Bueno, Ryōga también me animó. —habló Ukyo— Me es difícil dejar a mi pequeña Ryōko, pero la verdad es que, yo necesitaba salir de la rutina. Así que, también te agradezco esta invitación, Nabiki.
—Ryōga y Ranma son muy diferentes en demostrar su amor de padres, pero en lo exagerados y sobreprotectores, son bastante parecidos —mencionó Akane.
—Eso es muy cierto —confirmó Ukyo y ambas rieron por ese hecho.
—¡Stop! —exclamó Nabiki haciendo sonar sus palmas en un solo aplauso—. ¡Nada más de hablar de esposos e hijas! Les dije que aquí vendríamos a liberarnos y soltar todo ese estrés. Los chicos estarán bien, ellos saben cómo cuidar a sus hijas, ninguna es un bebé recién nacido, además, ustedes ya hablaron con ellos y ellos confirmaron que todo está bien. Así que ahora, ¡a divertirse! —Nabiki les entregó una copa de champaña a cada una. Las tres brindaron y bebieron el primer sorbo.
—Mañana tendremos un gran día —aseguró Nabiki—. Y me alegra que dejaran su modo aburrido y se animaran a venir.
—No somos aburridas, Nabiki. Cuando seas madre nos entenderás —la regañó Akane mientras que Ukyo asentía.
—Pues tendrán que sentarse a esperar que eso suceda, pero les advierto que se harán ancianas esperando —respondió Nabiki y soltó una carcajada.
Más champaña y continuaron con la diversión. Akane y Ukyo estaban felices y tranquilas, ambas confiaban en sus esposos y sabían que todo estaría bien.
—Ranma, ¡nuestras mujeres fueron a una playa nudista!
Recibió aquella revelación como una patada en el pecho. Y apretó el celular contra su oído.
—No tengo ánimo para tus bromas, Ryōga. He tenido un día muy agotador; mi hija no es una foto como la tuya.
—¡¿Crees que jugaría con algo así?! Escucha, yo estuve ahí una vez, por error y me sacaron a patadas.
—Imagino que por idiota, seguramente te perdiste.
—¡Sí, pero pon atención! Esa es una playa pequeña y privada, es un lugar carísimo, un lugar al cual solo una persona con mucho dinero podría ingresar. Pues adivina quién tiene mucho dinero.
«Nabiki», pensó Ranma y tragó en seco.
Desde que Nabiki se casó con Kuno se daba una vida de lujo en la que no escatimaba en gastos cuando de divertirse se trataba y adoraba visitar lugares exóticos.
»—Ranma, ¿te fijaste si Akane se llevó todos sus trajes de baño?
—¡¿Qué?! ¡¿Qué estúpida pregunta es esa? No lo sé, supongo que sí.
—Ukyo no llevó ni uno solo. Están todos aquí. Y me consta que no ha usado su tarjeta de crédito para comprarse un bikini nuevo.
—Me parece que estás algo paranóico, Ryōga. No deberías hurgar en las cosas de Ukyo.
—Iré por ella, Ranma. No permitiré que nadie se deleite con el cuerpo desnudo de mi mujer.
—Que harás, ¡¿qué cosa?!
—Supongo que tú tampoco permitirás que Akane camine desnuda y a la vista de todos esos tipos ricachones que van a ese lugar.
—No quiero arruinar las vacaciones de las chicas, Ryōga. Además, no es seguro que ellas hagan algo así.
—Si no vamos no lo estaremos, Ranma. Te espero en… —pensó un lugar donde no se extraviara— la puerta de mi casa. Una hora tarda en llegar la niñera aquí.
Ryōga cortó la llamada.
«¡Maldición!», pensó
Se sentó en el sofá de la sala, algo descolocado y con la mente en negro, no lograba disipar ideas, estaba recién procesando la información que Ryōga le dio. Buscó en su celular en la sección de contactos. Necesitaba recopilar información aunque fuera de un modo disimulado.
Marcó el número de Akane: Apagado. Y recordó las palabras de Nabiki: «… nada de esposos hasta que regresemos, así que no te molestes en llamar».
Maldijo nuevamente.
Unió sus palmas con el teléfono entre estas. Se inclinó hacia adelante, apoyó los codos sobre sus rodillas y la punta de su celular tocó su frente.
Pensó…
«Una playa nudista… »
No le cabía esa idea en la cabeza.
Por una fracción de segundos imaginó a su esposa con los senos al aire caminando deshinibida por la playa con su depilado y bonito sexo a la vista de todos; ese exquisito monte de venus que él disfrutaba morder a placer… expuesto.
El pulso pareció explotarle en los oídos y sacudió su cabeza para quitarse esa imagen. No porque no le gustase imaginarla desnuda, sino porque no soportaba la idea de que alguien más quedara clavado en ese cuerpo precioso que Akane tenía.
¿Y si revisaba sus prendas?
Se supone que los bikinis no deberían estar en su mueble, porque lógicamente, ¡se los llevó!
No. No iba a hacer eso… No correspondía hurgar en sus cosas. No podía estar pensando en…
Corrió a la habitación…
Buscó entre las ropas con sus manos sudorosas y desgraciadamente, los tres bikinis que tenía Akane estaban ahí.
Sintió que las piernas se le desmoronaron. ¿Cómo era posible que su reservada esposa se prestara para eso? ¿Realmente Akane era capaz de exhibir su cuerpo ante cualquier otra persona que no fuera él? ¿Por qué ella le ocultó esa información de que iría a una playa nudista? Por qué él se opondría. ¡Pero claro! ¿Qué demonios esperaba? ¡Ni que fuera un imbécil que dejaría que cualquiera babeara con el cuerpo desnudo de su mujer!
¡Maldita sea!
La sangre le hirvió y se le subió a la cabeza como agua a punto de ebullición. Ni en las peores pesadillas se imaginó algo así. ¿Pero qué demonios podía hacer? Él estaba en Tokio; un vuelo directo tardaría hora y media hasta Hokkaidō. Pero eso no era todo, pues, además estaba su hija; su pequeño tesoro dormía plácidamente en su habitación de niña, cuidada y protegida por él.
Mierda… se debatía en, si llamar a la niñera o no. Pero la chica estaba en sus días libres, ¿cómo iba a molestarla? Además ya era de noche.
No podía creer que ya se hallaba buscando un modo de dejar a su hija en casa bajo el cuidado de alguien, cuando a él le correspondía hacerlo. Y solo para ir a fregarle las vacaciones a su mujer porque ni siquiera estaba seguro de lo que Ryōga decía. No obstante, no podía aceptar que Akane le hubiera ocultado algo así. Ranma realmente quería confiar en ella, pero por alguna razón, sus celos parecían despertar desde los pasados instintos adolescentes. Cuando él hacía miles de estupideces por celos, cuando era capaz de ponerse en las situaciones más vergonzosas para asegurarse de que ningún idiota se pasara de listo con Akane. Tal cual, así se sentía en ese momento, solo que ahora tenía 35 años.
Patético.
De pronto, pensó en alguien que estaba seguro que no le fallaría, se llevaba muy bien con Azami y siempre tenía muy buena voluntad. Aunque no le agradaba la idea, pero tan solo por esta vez… era necesario.
—Aló… ¿Ranma?
—Hola. Sí, soy yo.
—¿Qué sucede?
—Escucha… lamento molestarte tan tarde, pero necesito que me hagas un favor.
—Es una mañana hermosa —comentó Akane.
—Aahh… bebí demasiado anoche. —Se reprochó Nabiki con la voz ronca por la resaca— Necesito un café bien cargado.
—¡Ay! Pero lo mejor fue cantar las canciones de Given en el Karaoke —expresó Akane con alegría.
—¡Si! MADAAAAAAA~ —cantaron Nabiki y Ukyo al unísono y rieron.
Ukyo añadió:
—Bueno prepararé el desayuno para que vayamos pronto a la playa, ¿les parece?
—¡Estupendo! Yo ya quiero tostar un poco más mi piel —dijo Akane.
—Por cierto, Nabiki… nos debes los detalles de tu luna de miel con Kuno en Brasil.
—Bueno, en la playa les contaré… y hablando de la playa, supongo que ninguna trajo bikinis o traje de baño. Tal y como les dije; no los necesitarán.
Ambas asintieron con la cabeza y sonrieron de forma traviesa.
—¡Perfecto! —celebró Nabiki
Definitivamente, acababa de encender la cuerda que haría explotar la pólvora.
Aún no era mediodía cuando Ranma y Ryōga atravesaron un pequeño bosque, llegaron a la dichosa playa y encontraron la casa en la que se estaban quedando las chicas. Había alrededor de seis casas enormes que desbordaban lujo por donde se les mirara. La casa en la que estaban sus esposas se hallaba emplazada sobre un alto roquerío en el cual chocaban las olas del mar por un costado. Por delante, a los pies de una gran escalera de piedras comenzaba la arena blanca y sedosa. Y solo unos cien metros más adelante se mecía el mar marcando una blanquecina orilla.
Hibiki y Saotome se ocultaron tras unas rocas y esperaron a que las mujeres salieran. Media hora más tarde, con el sol ardiendo sobre sus pieles, observaron a Nabiki bajar la escalera seguida por Ukyo y Akane. Las tres mujeres llevaban sus cuerpos envueltos y cubiertos completamente por una especie de tela delgada que se cruzaba por la garganta y se ataba en la parte de atrás del cuello. La tela caía como un vestido que flameaba y se abría entre las desnudas piernas. Era una prenda bastante colorida y muy extraña, jamás habían visto que sus mujeres la usaran.
—Ranma, ¿crees que vayan desnudas bajo ese… paño que las cubre? —en respuesta, Hibiki recibió el puño de Saotome en su cabeza—. ¡¿Por qué me golpeas?! —Le reclamó.
—No te imagines desnuda a Akane, infeliz.
—¡No estaba pensando en ella imbécil! Por si te olvidas, mi mujer también está ahí, y en la misma condición.
Pese al momento tenso y de suma alteración, intentaban no gritar, para evitar ser descubiertos.
—Como sea, ya vimos que todo está bien; tienen ropa puesta y aquí solo veo casas, pero no hay gente en la playa, es bastante privado. Regresemos, Ryōga, afortunadamente nos equivocamos.
Ranma se estaba dando la vuelta cuando oye a Nabiki decir:
—¡Bien chicas, llegó el momento de lucir nuestros cuerpos! Pronto llegarán más personas y, ¡quiero que sus atributos deslumbren a todos, merecemos sentirnos hermosas!
«¡¿Qué?!», Ranma sintió qué se engrifó como un gato.
»—Bien, Akane, tú te descubrirás primero. —La animó Nabiki— Te ayudaré a desatar el nudo del pareo.
Los hombres se quedaron viendo; ambos fruncieron el ceño.
—Oh, yo desataré el mío, creo poder con este nudo —dice Ukyo y lleva sus manos tras su cuello para ejecutar lo dicho.
Ryōga se estaba desesperando. Tragó duro. Los hombres agasajados tras las rocas estiraron más sus cuellos por sobre la superficie de esta. El sudor les bajaba a ambos por el costado de la sien. Y de forma individual pensaron:
«Ukyo… no serías capaz de…»
«Akane… no serías capaz de…»
Nabiki desató el nudo del pareo de Akane y en un solo movimiento lo abrió de par en par, exponiendo la parte delantera de Akane, pero no le sacó totalmente la prenda, pues seguía cubriendo su espalda.
—¡Woooww! Akane… qué cuerpazo, ¡la maternidad no te afectó en nada!
Los hombres que debido a su ubicación oculta, solo veían las espaldas de las chicas —aún cubiertas por el pareo—; palidecieron. Instantáneamente uno le cubrió los ojos al otro y comenzaron a discutir.
—¡¿Qué haces, Ryōga?!
—¡No quiero que veas desnuda a Ukyo, Ranma! ¡Además tú también me tapaste los ojos, no puedo ver nada!
—¡Porque no dejaré que veas a Akane desnuda! Al menos yo tengo confianza con Ukyo, es como mi hermana. ¡No seas idiota y quítame las manos de los ojos!
Alguien aclaró fuerte su garganta encima de ellos. Y los hombres se quedaron paralizados; se silenciaron.
—¡Dejen de cubrirse los ojos, ya vimos que están aquí! —Era la voz de Nabiki.
—¡No dejaré que Ryōga vea a Akane desnuda! —habló molesto. Ya los habían descubierto, ya importaba un carajo si Akane se enojaba, es más, ¡que se enterara! Que él no era un imbécil, pues su pequeño secretillo de ir a mostrarse desnuda a la playa, lo había descubierto.
Akane quedó boquiabierta al igual que Ukyo cuando Ryōga dijo que tampoco descubriría los ojos de Ranma, pues no permitiría que este se deleitara con el cuerpo desnudo de ella.
—¡Nadie está desnuda aquí, par de bobos! —exclamó molesta Nabiki.
Los hombres se atrevieron a mirar finalmente y descubrieron que sus esposas vestían un hermoso bikini colorido que ellos nunca habían visto. Sin embargo, el escalofríos les recorrió el espinazo cuando observaron que el semblante casi oscuro de Nabiki; era espeluznante. Y poco más atrás, el aura de sus mujeres se percibía mucho más aterrador.
Iban a morir.
Ahí mismo.
Los dos.
A manos de sus mujeres y de Nabiki por cagarse en sus vacaciones.
Nabiki puso las manos en el pecho de ambos y, de tanta furia casi los deja en pie cuando jaló de sus ropas.
—¡¿Qué demonios les hizo pensar que estaríamos desnudas?!
—Cuando me enviaste la ubicación, supe qué clase de lugar era este. Estuve aquí una vez, antes de estar con Ukyo. —Miró a su esposa quien ya lo asesinaba con la vista— Y vi con mis propios ojos que se trataba de una playa nudista.
—¿Playa… nudista? —articuló Nabiki con el rostro descolocado y soltó las ropas de ambos. Akane y Ukyo quedaron atónitas.
Ryōga continuó:
—Sí. Además, Ukyo… Ni tú, ni Akane habían empacado sus trajes de baño.
—Ryōga, ¡sigues confiando en tu mala orientación! ¡Esto no es una playa nudista! —Exclamó Ukyo.
Pero los hombres, ya se habían dado cuenta de eso y ambos querían enterrarse ahí mismo.
Akane pareció salir del shock. Pero habló algo perturbada:
—Ustedes… Ranma, tú… ¿Revisaste mi ropa para comprobar que…?
Mierda, su rostro de decepción lo mató y le hizo ver su estúpido y enorme error.
—Akane… yo… no quería…
—No puedo creerlo, Ranma.
—Santo cielo… —habló Nabiki tapándose la cara con una mano; se hallaba superada por tanta estupidez junta—. No puedo creer que se hayan casado con este par de idiotas e inseguros. ¡Escuchen cabezas huecas! Creo que están en un margen de error geográfico de tres malditos kilómetros. Porque tras esas rocas enormes que se ven allá —apuntó el lugar con su dedo índice— está la playa nudista que ustedes mencionan. Esta playa es privada, pero es absolutamente normal. Y si Akane y Ukyo no trajeron sus trajes de baño, es porque yo les dije que no lo hicieran, porque les compré esos pareos y unos nuevos bikinis cuando fui a la luna de miel con Kuno, ¡en Brasil!
Ranma y Ryōga se quedaron mirando. Un recuerdo llegó a la mente de Ryōga.
—Ahora que mencionas lo de las rocas… —se rascó la cabeza y riendo nervioso continuó—: Recuerdo que la playa a la que yo llegué, estaba rodeada por rocas enormes, similares a aquellas, en cambio esta playa está escondida por el bosque que hay detrás.
Ranma no lo soportó más, atrapó a Ryoga por las solapas, lo jaló le gritó:
—¡Cállate, maldito imbécil! ¿Qué acaso no ves? ¡Esto no es lo que dijiste por ninguna parte! ¡Hiciste que viniera en vano y arruinara las vacaciones de Akane!
—Bien, ¡suficiente! —dijo Nabiki y separó a los hombres—. Creo que este no es lugar para un escándalo. Esto es… desconcertante y agotador. —se giró hacia las chicas y dijo—: Estaré en la casa suerte con sus esposos.
Ukyo y Akane echaban humos y no eran capaces de decir una sola palabra, porque en realidad querían golpearlos. Y si abrían la boca para regañarlos, solo gritos iban a salir de estas y no querían causarle problemas a Nabiki.
Ukyo comenzó a caminar a zancadas hacia el bosque y Ryōga la siguió a tropezones.
El matrimonio Saotome Tendo se quedó en el mismo lugar. Ranma se sentía la peor escoria del mundo por echar todo a perder. Y en un intento banal, con voz suave indagó:
—Akane…
—¡¿Dónde está nuestra hija?! —Sus palabras salieron como el filo de una katana que corta todo a su paso.
Mierda… era el peor momento para esa pregunta.
—Ella está bien, no te preocupes.
—¿Que no me preocupe? —lo miró hastiada de la situación.
—Akane… la están cuidando bien.
—Estás aquí cuando se supone que deberías estar en casa con ella. ¡No puedo creer que también hayas interrumpido el descanso de la niñera, Ranma!
—Por favor, cálmate. No lo hice. Sha-Shampoo la está cuidando.
—¡¿Qué?!
—Sabes que ella y Azami se llevan bien.
—¡Shampoo es muy descuidada y siempre deja que Azami se maquille o haga lo que quiera, Azami solo tiene tres años, Ranma. Y… ¡Shampoo no sabe de límites! ¡¿Cómo pudiste?!
Las lágrimas de Akane comenzaron a asomar.
—Vamos Akane… —habló con derrotada calma—. Sé que esa no es tu mayor molestia en este momento.
—¡Tienes razón! Por primera vez en mi vida, Ranma, ¡quisiera no verte! —exclamó y lo miró absolutamente decepcionada.
El corazón de Saotome se contrajo. Pero su orgullo se mantuvo intacto.
—Está bien, ¡me iré! No te preocupes.
—Sí. Pero nos iremos a casa juntos. ¡Se acabó! No debí venir a este estúpido viaje.
—¿Qué? —El orgullo se le fue al carajo, porque, si de competencias de orgullo se hablaba, Tendo superaba a Saotome— ¡No! Akane, el error es mío, por favor, quédate. —Ranma la tomó del brazo—No te molestaré más. Lo prometo.
—Déjame. —Se zafó del agarre— Ya es tarde para eso.
—Akane, por favor, no hagas esto.
—¡Suéltame, Ranma! No quiero que me toques en este momento. Solo espera aquí porque iré por mis cosas.
Dos hombres que salieron de otra casa pasaban cerca de ellos.
Akane pasó a Ranma por el costado y caminó en dirección al edificio. Él se quedó mirando hacia el mar, lamentándose de la estupidez que había hecho.
—¡Ranma! —La oyó gritar y se giró. Akane ya había llegado a los pies de la escalera de piedra— ¿Crees que tengo que pedirte permiso para exhibir mi cuerpo? —Akane se llevó las manos peligrosamente hacia la espalda.
Ranma abrió los ojos como plato.
Y con una voz cargada de rabia, Akane cuestionó:
—¡¿De esto estabas tan asustado?! —Desató el broche de su bikini y se lo quitó dejando sus senos al aire, los hombres aplaudieron al verla y elogiaron sus preciosas perlas. Akane pensó que enfurecer a Ranma menguaría su propia ira. Pero acababa de desatar la furia Saotome; la cuerda había llegado a la pólvora y estalló.
En tres segundos Ranma llegó hasta ella y la cubrió con eso que Nabiki llamó pareo. Inmediatamente amenazó a los dos hombres que la seguían mirando.
Luego la observó con los ojos inyectados de ira y exclamó:
—¡Qué crees que haces! ¡¿Te volviste loca?!
—¡Eres un gran tonto!
—¡Y a ti, te gusta lucirte!
La bofetada se oyó en toda la playa.
Ranma giró su rostro enrojecido para mirarla nuevamente. Sus cejas casi se unían en el centro donde el relieve de una arruga se marcaba.
—Ve a vestirte de inmediato —ordenó con un tono seco. Ahora él estaba decepcionado—. Te esperaré acá.
Akane no respondió y solo se giró indignada para subir las escaleras y entrar a la casa por sus cosas.
Ranma se quedó apretando los puños y los dientes. No podía creer lo que ella había hecho. Si antes se sentía apenado por haber desconfiado de Akane, pues ahora estaba furioso por lo atrevida que fue.
«¡Maldita sea, Akane!»
En el avión de regreso a casa. Akane llevaba la vista perdida hacia la ventana y Ranma apoyaba su codo en el apoya brazo del asiento, mirando un punto fijo en el suelo del pasillo.
El silencio entre ambos era inquietante y a la vez doloroso. Se habían lastimado como en el pasado, cuando peleaban siendo unos explosivos adolescentes. Pero eran dos adultos y ambos habían pasado los límites.
Ranma ya no lo soportaba más, quería arreglar las cosas con Akane, pues sabía que el principal culpable de todo había sido él por haber hecho ese viaje ridículo para comprobar una estupidez, pero cuando se decidía en decir una palabra, recordaba a Akane enseñado sus pechos, recordaba a los babosos mirándola y la sangre volvía ha hervir a través de sus venas. Entonces su orgullo se apoderaba de él y mandaba al carajo la intención de reconciliarse.
Por parte de Akane, su molestia había menguado y sentía más decepción porque él había desconfiado de ella, porque fue capaz de caer tan bajo y dejarse persuadir por las inseguridades que Ryōga le transmitió. No obstante, sabía que ella se había dejado llevar por la rabia del momento y, ¡Dios! Estaba muy avergonzada de haber mostrado tan abiertamente sus senos. Pero ya estaba hecho y sabía que había roto el orgullo de Ranma.
Sexta vez, y la asistente de vuelo le buscaba conversación a Ranma. Akane estaba fastidiada y asqueada. Pues la mujer le coqueteaba de forma descarada a su marido, sin tomar en cuenta que, quién se sentaba junto al pasajero guapo de trenza sensual era la esposa. Estaba ahí mismo, ¡pero claro! Era lógico que la asistente no notara la presencia de la esposa, si al fin y al cabo viajaban juntos, pero como no se hablaban, ni se miraban, ¡parecían simples desconocidos!
—Señor Saotome, ¿le gustaría beber algo? ¿O leer alguna revista de deportes? Se ve que usted se ejercita— le dijo la mujer peligrosamente cerca del oído.
—No, gracias. Estoy bien así.
«¡Por dios! Se fijó en sus músculos, ¿pero no se fijó en el anillo de casado? Qué falta de ética», pensó Akane y no lo soportó más. Se puso de pie bruscamente. Necesitaba salir un momento del lado de Ranma. Pero este, inmediatamente le atrapó la muñeca.
—¿Me permite pasar, por favor…? Señor Saotome —lo nombró Akane con tono despectivo y lo miró molesta.
—¿A dónde vas?
La asistente reparó por primera vez en la mujer que iba al lado del pasajero guapo, miró el anillo de bodas que tenía y comprendió que era la esposa.
—Bueno, no a saltar del avión precisamente, señor Saotome, pero necesito refrescarme un poco, ¿me permite?
Enseguida Ranma la soltó y le permitió pasar. No sin antes dedicarle una mirada suspicaz. Un minuto después sintió la necesidad imperiosa de terminar con este asunto. Miró el reloj y vio que aún quedaban 40 minutos de vuelo. Así que, solo para sacarse de encima a la asistente, le pidió una soda con mucho hielo y una revista. Aprovechó la ausencia de la mujer para ponerse de pie y siguió a Akane. Esperó en la puerta del baño hasta que su esposa salió Akane salió y se quedó viéndolo con cara de asombro.
—Ranma…
—¿Qué fue eso? —cuestionó molesto sin dejarla salir por completo del baño.
—¿Qué cosa?
—Eso de «señor Saotome».
—¡Oh! ¿Te molesta que yo te lo diga?
—¿Estás celosa?
—¿Celosa? ¿De la atención especial que te ha brindado la asistente de vuelo? Es su trabajo preocuparse del absoluto bienestar de cada pasajero. Aunque creo que se acaba de dar cuenta que yo existía en el otro asiento. Sin embargo, no tengo motivos para estar celosa.
—Exacto. A diferencia de tí, no te he dado motivos para estarlo.
—No fastidies, Ranma —siseó—. Tú provocaste que yo-
—¡No me jodas, Akane! —golpeó el marco de la puerta con el borde de su puño y notó que hizo mucho ruido. Miró por la cortinilla hacia el pasillo; la asistente se dirigía hacia el baño.
Empujó suavemente a Akane al interior del baño y cerró tras él la puerta con seguro.
—¿Qué haces, Ranma? No podemos estar aquí los dos.
—No saldremos de aquí hasta que aclaremos todo esto.
—Ya no tiene sentido, ya estoy donde tus ojos me vean, ¿o no?
—No viajé por eso, ¡maldición! Solo…
—No confías en mí, por eso viniste, porque crees que soy una-
Ranma se acercó a ella y la silenció besándola con fuerza. Akane sintió la ira de su esposo en esa presión que él ejercía con sus labios y la forma agitada de su respirar. Intentó apartarlo, pero él la acorraló en el pequeño espacio de la pared, le agarró la nuca y con la otra mano le aprisionó la cintura para que Akane no se apartara ni un solo centímetro.
Le dio un respiro y se acercó al oído de Akane.
—Tengo esa imagen tuya y la de esos tipos babeando por ti. ¿Cómo se supone que debo borrar eso de mi mente ahora?
—Ranma, yo… tenía…
—¿Tienes idea de cómo me sentí cuando Ryōga mencionó que estabas en una playa nudista y luego vi que no llevaste tus bikinis?
—Tú y Ryōga son unos bobos y desconfiados.
—Si no confié en ti. ¡Fue porque tú omitiste cosas, Akane!
La aludida pasó saliva, la voz cargada de celos… El enfado y el deseo que Ranma evidenciaba entre líneas comenzaron a erizar su piel.
—¡No debiste dudar jamás, ni siquiera esperaste a preguntarme! —El aliento escapó desde su garganta con impulso al sentir el apretón en su glúteo. La mano de su marido tenía fuerza y la tironeaba hacia él con necesidad y una buena cuota de furia.
—Siento que no puedo perdonarte, Akane. Y ahora tengo una insana necesidad de hacerte saber que solo eres mía.
La mano de Ranma descendió desde la cintura hasta el muslo de Akane y desde ahí comenzó a subirle el vestido color turquesa que ella llevaba, arrastraba hacia arriba la tela con los dedos y la arrugaba en el interior de su mano. Akane comenzó a respirar de manera errada.
—Ranma, estamos en el baño de un avión, pronto vendrán y querrán ocuparlo.
—¡Estoy tan molesto que me importa un carajo si alguien nos escucha!
Saotome deslizó sus dedos por la piel descubierta de los muslos de Akane y luego ascendió hasta la intimidad de su mujer.
Estaba tibia. Rozó con la yema de sus dedos y pudo sentir por encima de la delgada prenda, los relieves de la carnosa y blanda feminidad. Akane siento que el hormigueo le recorrió desde ahí, hasta la cabeza. Tomó una bocanada de aire cuando lo sintió a él gozar de aquel tacto.
Ranma le besó el cuello y luego de frotarla en su sexo las veces necesarias para despertar la pasión de su mujer, introdujo su mano por un costado de las bragas. Y palpó una pequeña muestra de fluidos, su mujer se estaba humedeciendo rápidamente con cada caricia que él ejercía.
Akane gimió. Y se aferró al cuello de Ranma.
—Lo siento…
—¡Demonios! No puedo evitar pensar en que dejaste que esos idiotas te vieran.
Sus rostros estaban muy cerca. Ranma masajeaba el sexo de Akane y se deleitaba con las expresiones de placer que ella hacía.
—Lo… Ahh… Lo siento, Ranma.
—No tenías derecho a ponerme en ridículo —Mordió su cuello. Y Akane sintió que la excitación tomaba partido con ritmo acelerado.
—No sé por qué lo hice, me dejé llevar por… ¡Dios!
—Ya es tarde… estoy muy contrariado. Por el momento… solo necesito hacerte mía.
En una mezcla de ira, pasión y deseo, Ranma se apoderó de la boca de su mujer. mientras con sus manos le bajaba el tirante que sostenía el vestido por los hombros para descubrir uno de sus senos. Entonces en un movimiento brusco que a Akane la encendió como papel en la hoguera, Ranma la volteó y le apretó los senos a placer mientras le repetía en la oído.
—¡Míos! No vuelvas a exhibirlos de esa manera —Lamió toda la parte de atrás de su oreja y enseguida levantó el vestido de Akane y le bajó las bragas. Akane sacó un pie.
—Abre bien tus piernas, Akane —le ordenó y su mujer obedeció.
Ranma se agachó y se acomodó como pudo entre sus largas piernas. El lugar era estrecho, pero logró quedar perfecto. La vista desde abajo era una completa exquisitez, tener a su mujer a su merced con su sexo en amplitud, solo para él, le aguaba la boca y la besó ahí; justo en su intimidad. Con su lengua le brindó un envolvente placer; jugó con esa deliciosa parte y hacía que Akane ahogara sus gemidos para no ser escuchada.
La lengua de Ranma, suave y caliente acariciando su clítoris endurecido la tenían casi al borde.
Pero Ranma se detuvo, se puso de pie, desabotonó su pantalón para liberar su hombría y la frotó contra los glúteos de su mujer quien estaba completamente excitada y humectada para recibirlo. Akane ya deseaba tenerlo en su interior, ¡con impaciencia! Y Ranma no la hizo esperar más, palpó la entrada de Akane con su glande y se hundió profundo en ella.
La ola de placer que los envolvió fue indescriptible aunado a la adrenalina del momento. Pues la asistente de vuelo comenzó a golpear la puerta.
—¿Señorita?
Los amantes jadeaban en el interior de ese pequeño baño. Ranma apoyaba una mano en la pared mientras rodeaba la cadera de Akane con la otra y la embestía con fuerza. Akane sentía sus piernas desfallecer y se sujetaba como podía mientras la excitación y el placer nublaban su cordura.
Otro golpe a la puertecilla y la mujer insistió:
»—Señorita, se oyó un ruido fuerte desde aquí, ¿está usted bien?
Ranma se acercó al oído de su esposa y con la voz agitada, pero muy baja dijo:
—Respóndele.
Pero Akane sentía que no podía articular una sola palabra.
—¡¿Señorita?! ¿Necesita ayuda?
—N-no… —respondió con voz débil. Ahogó un gemido cuando Ranma le atrapó la quijada y arremetió contra ella—. Salgo en… un momento —avisó apenas a la asistente— Su interior gozaba de una salvaje fricción que la estaba enloqueciendo. Su hombre parecía estar en un ferviente frenesí y honestamente… ella no deseaba nada más que disfrutar del golpeteo y rose de sexos.
—¿Pero está usted bien, señorita?
—¡Sí! —dijo aferrándose al pequeño lavabo. Aquel «sí», salió casi como un gemido de satisfacción.
La auxiliar de vuelo se alejó del baño. Y un ahogado quejido masculino avisó el orgasmo de su esposo; justo en el momento en que ella también alcanzó su punto álgido de placer. Su sexo completamente empapado, se contraía en deliciosos espasmos y Akane soltó el aire que se retenía en sus pulmones.
Ranma volvió a atraerla hacia atrás del mentón para besar su boca y juguetear con sus lenguas. Y aún acoplado a ella, le dijo:
—Eres mía, Akane. No vuelvas a hacerme algo así.
Akane solo respondió con otro beso. Estaba con el pulso disparado aún.
Ranma salió del interior de su esposa y la ayudó a limpiarse. Una vez que terminó y se lavaron las manos. Akane se giró hacia él y respondió:
—Y tú. No vuelvas a…
Ranma la abrazó con fuerza y sin dejarla continuar dijo:
—No. No lo haré… no volveré a desconfiar de ti. Y quiero que mañana regreses con las chicas.
—No. No es necesario.
—Lo es. Mañana regresarás. Azami y yo te iremos a dejar al aeropuerto.
—Mmm… En realidad cambié de opinión, eso no es lo que realmente quiero hacer.
—¿Entonces qué quieres hacer, Akane?
—Hablemos con Shampoo para que cuide de Azami por dos días más, no gratis, por supuesto —Akane atrajo a Ranma desde el cuello y rozando los labios le dijo—: Necesito más de lo que pasó hoy.
Los ojos de Ranma brillaron ante la fantástica idea que le proponía su mujer. No habían salido solos desde que se habían convertido en padres. Pero aún así, no quiso ser egoísta y preguntó:
—¿Estás segura de no regresar con Nabiki y Ukyo?
No quería apresurarse, pero Shampoo ya se lo había ofrecido.
—Sí, además Nabiki está tramitando la compra de esa casa en Hokkaidō, así pronto podré ir cuantas veces quiera.
—Bien. Siendo así, entonces.. Nos merecemos estas vacaciones.
—Por cierto, los chicos no estaban babeando conmigo —Ranma alzó una ceja. No entendía a qué se refería, si él vio todo con sus propios ojos—. Verás… La noche anterior vimos a esos chicos en la playa y... se estaban besando.
Ahora Ranma alzó ambas cejas, pues entendió a qué se refería.
»—Sí. Eran pareja. Creo que solo quisieron felicitarme por enfrentarte. De seguro nos oyeron discutir.
—Bueno, no sé si sentir alivio por eso. Simplemente, no quiero volver a pasar por algo así.
—No sucederá, amor. Lo prometo.
—¿Me sigues amando? —preguntó Ranma con un punchero.
—Pero, ¿qué pregunta es esa? ¡Sabes que sí!
—Pero no más qué yo, ¿verdad?
—Ok, sigamos este debate fuera del baño, ya verás que yo soy la que más ama aquí.
Ambos rieron, se besaron y salieron con sus diferencias aclaradas. Tal como Saotome quería que pasara. Pues no se bajarían de ese avión si no era, de la mano de su esposa y más enamorados y ardientes que nunca.
Fin.
¡Aaaahh! Corrí para poder tener esta historia lista antes de que cerraran el concurso.
¡Holis!
Mil gracias por pasar a leer y principalmente, quiero dar las gracias a la página MFIYR por todo el apoyo y ayuda que me han brindado cada vez que promocionan una de mis historias. ¡Adoro!
Créditos por la portada que utilicé, a mi linda PenBagu no olviden seguirla en su redes de Instagram y Facebook.
Hasta una próxima historia.
Abracitos.
~Phanyzu~
