Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.


Capítulo 3

¿Llegaste a casa bien?

Soy Edward, por cierto.

Despertar con su mensaje alivia el dolor de mi alarma de las nueve de la mañana y envía una corriente ansiosa por mi cuerpo. Verificar mi seguridad—tan deliciosamente anticuado.

Mató a Edward un poco cuando le dije que me tomaría el autobús a casa después de mi turno, pero ¿qué iba a hacer él, quedarse hasta las 2 a.m.? No puedo evitar sonreír, recordando la mirada reticente cuando se fue antes de la medianoche.

Será mejor no dejar al hombre en espera.

Sí, gracias. Todo está bien.

Tengo su número en mis contactos. Nombre: Edward. Apellido: Anticuado. Dos segundos más tarde, un emoticón sonriente aparece en mi teléfono, y sé que hace juego con mi propia expresión. Bajo el teléfono a la encimera de la cocina en caso de que Edward me escriba de nuevo mientras se hace mi café.

Mi libro de contabilidad se ríe de mí desde la mesa ratona. Apenas puedo levantar a la maldita cosa, mucho menos absorber sus contenidos. Contabilidad de Costos está pateando mi trasero. ¿Cómo me atrasé dos semanas ya? Solo es primero de octubre.

Aparto las voces en mi cabeza que amenazan con tirarme abajo: Deberías haberte quedado en la escuela la primera vez y haberte graduado como tus hermanos. No eres lo suficientemente inteligente. Aún te quedan setenta y cuatro créditos. Dedícate a atender un bar—tus tetas te harán ganar más que siendo esclava en un despacho contable.

Café.

Abre el libro.

Sigue adelante...

Mi teléfono vibra de nuevo. ¿Cómo es posible que solo hayan pasado diez minutos?

¿Qué harás más tarde? Salgo a las 11. Puedo hacerte correr para las 11:30. ;)

El viejo ligue fijo de James. El tipo no es tan malo en la cama, y el contacto piel contra piel es agradable de vez en cuando. Pero entonces, mi consolador me satisface todo el tiempo, y no tengo que patear su pálido trasero de mi cama después.

Mi nuevo trabajo funciona como una excusa fácil: Lo siento. Trabajando.

La próxima :)

Conociendo a James, él ya ha seguido con la próxima chica en su lista. De una manera, es reconfortante saber qué esperar de él—nada. De vuelta al trabajo.

Costos fijos, costos variables, costos mixtos...

«Él ha estado buscándote...»

Margen de contribución...

«Quizá debería mantenerte adivinando...»

¡Diablos, Edward me distrae! La atracción es innegable, pero también lo es la diferencia de edad. Sugar daddy. El estereotipo no nos halaga a ninguno de los dos.

—Agh. ¡De acuerdo, de vuelta a los libros!

Calcula el margen de costo de 2000 artículos...

~OS~

Mi siesta no planeada es interrumpida por el retumbe de mi teléfono. Oh, she's a brick... house...

Despego mi mejilla de la página que me hizo quedar dormida. Con suerte, algunos conceptos de contabilidad se filtraron por osmosis mientras dormía.

She's mighty, mighty... just lettin' it all hang out!

—¡Espera! —le grito a mi teléfono mientras me estiro para tomarlo. Edward Anticuado llamando—. ¡Mierda!

Mi corazón retumba en mis oídos. Me enderezo en el sofá y carraspeo antes de intentar contestar.

—¿Hola?

—Hola, Bella. Espero no molestarte. —Si cierro los ojos, puedo verlo tan claro como el día.

—Oh... no, solo estaba estudiando.

—¿Oh, sí? ¿Qué estás estudiando?

—Contabilidad de Costos. Lo mejor de lo mejor.

Él se ríe al teléfono. Prácticamente puedo sentir su aliento en mi oído.

—No pareces ser una fanática.

—¿Alguien lo es?

—No podría decirlo —contesta, su tono gentil envolviéndose a mi alrededor—. No debería interrumpir tu estudio.

—No, está bien. —Arrimo el teléfono contra mi mejilla—. Y bien, ¿qué pasa?

—Oh, eh... nada, en realidad.

Silencio.

Él me salva al interrumpir el abismo mortal.

—Solo llamaba para charlar.

—Oh.

—¿Esto es raro?

Lo es ahora.

—Quizás un poco inusual.

—Ah —dice—. Estoy siendo anticuado de nuevo, ¿o no?

Mierda.

—Supongo que no estoy acostumbrada a charlar por teléfono.

Él se ríe pero no hay ni una pizca de su encanto en ello.

—Oh, cielos. Esto va tan bien.

—Está bien —ofrezco, pero honestamente, es jodidamente incómodo—. Bueno, mira, supongo que realmente debo ponerme a estudiar. Gracias por llamar.

—Claro, Bella. Ten una buena noche. —Suena tanto aliviado como miserable, exactamente cómo yo me siento.

—Síp, tú también. Adiós. —Termino la llamada antes de que la despedida sea larga y una tortura también.

~OS~

Los viernes son fáciles comparados con los sábados por la noche. Estamos llenos desde el Happy Hour. Las alitas de pollo de diez centavos vuelan de la cocina, los perritos calientes Jager de cinco dólares siguiéndole de cerca. A las 10:30, los clientes en la barra se encuentran codo con codo, con más abarrotados detrás. Estoy trabajando duro, así que no pienso en su ausencia—hasta que de repente aparece.

Mi corazón se acelera cuando mis ojos se encuentran con los suyos—intensos, fijos, tan jodidamente azules. Él no se abre paso hacia el frente como los demás para pedir un trago, pero le sirvo uno de todos modos. Un margarita clásica: tequila, jugo de lima fresco, jarabe de agave, y sal. Sus cejas se alzan cuando pincho el gajo de lima con un paraguas verde brillante, y sus labios esbozan la hermosa sonrisa que mi memoria no podría reproducir.

—Será mejor que comiences una cuenta —dice, pasando su Amex entre dos clientes antes de tomar un sorbo de su trago.

Él se hace un lugar entre la multitud, parándose detrás de los asientos. Cada vez que le echo un vistazo, él me está observando. Sigo con lo mío, entreteniendo a los clientes. ¿Me inclino un poco más, me río un poco más fuerte, meneo mi trasero naranja un poco más que antes? Sí, ciertamente lo hago.

Un taburete se libera, y Edward lo ocupa, delicado como la seda pero con autoridad, sorprendiendo al joven que había estado cerca con un ojo en los asientos de la barra y otro en las tetas de su novia. Me muerdo el labio así no sonrío tanto cuando lanzo una servilleta nueva frente a Edward.

—Llegaste.

—Eso parece —dice, arrimando su taburete hacia la barra.

—¿Puedo ofrecerte otro margarita?

Una sonrisa pícara se asoma por su rostro tan brevemente que podría haberla imaginado.

—De hecho, ¿podrías prepararlo frente a mí?

—Veamos cómo va la noche.

Soy recompensada con una pizca de diversión en sus ojos grises.

—Me parece justo.

—¿Quieres ver un menú?

—No, gracias. No tengo hambre.

Mi atención está parcialmente en el margarita que estoy mezclando pero mayormente en Edward. Llevo su trago y me inclino así todo el lugar no puede escucharnos.

—Entonces, ¿supongo que has notado que soy mejor escuchando que hablando?

—Puedo trabajar con eso —responde con una sonrisa gentil—. De hecho, vine aquí para...

—¡Oh, definitivamente puedo trabajar con eso! —El charlatán en el taburete junto a Edward señala mi pecho con un dedo gordo.

Después de comer una ración de veinte alitas Three Mile Island y una jarra de cerveza, el hombre ha perdido el control del volumen junto con cuál sea el filtro que podría haber tenido con él. He hecho lo posible para evadir sus avances toda la noche, pero eso ahora parece imposible.

—Oye, nena, perdí mi número de teléfono. ¿Puedo tener el tuyo? —Su dedo está ubicado sobre tu teléfono, esperando a que le recite los dígitos. Sí, cómo no.

—Realmente desearía poder hacerlo, pero la gerencia no aprueba que demos nuestra información personal.

Su actitud relajada y ebria cambia en un momento. El vello en mi nuca se eriza, llamando mi atención. Es hora de llamar a las tropas. Camino tranquilamente hacia atrás, y es entonces que Edward se pone de pie y coloca una mano sobre el hombro del hombre. Diablos, y realmente me gustaba su rostro bien arreglado.

Cerebro de cerveza voltea sobresaltado y fulmina con la mirada a Edward.

—¿Qué quieres ?

Él evade el insulto sin inmutarse.

—Quiero ayudarte a salvar tu dignidad antes de que sea demasiado tarde, y estás peligrosamente cerca de eso.

—¿Qué te pasa? Uuh, ya entiendo. ¡Te gusta esta chica!

—Lo que tengo por esta... señorita... se llama respeto.

—¡Pff! —Rocía la barra con saliva—. ¿Acaso no viste el "Hooters" escrito en su pecho?

La atención de Edward permanece en el tipo asqueroso, quien gira a mirarme lascivamente. Me cruzo de brazos y permanezco firme en mi lugar.

Señor —dice Edward—. Con gusto debatiría este punto con usted cuando se encuentre sobrio. ¿Quizás quiera mi número...?

—No, gracias, abuelo. No me atraen los tipos mayores.

Emmett aparece a mi lado, con el pecho inflado y listo para romper la cabeza de alguien.

—¿Todo bien por aquí, caballeros?

—Sí —contesta Edward—. Solo estaba por decirle a este caballero que con gusto pagaré su cuenta si me permite acompañarlo hasta la puerta.

El borracho sonríe como si hubiera encontrado un comprador para el Puente de Brooklyn.

—¿En serio? Comí un millón de alitas. Y planeaba dejar una enooooorme propina. —Su intento de guiñarme el ojo revuelve mi estómago—. Puede que no te quede suficiente para tu viagra.

—No te preocupes por mí, príncipe encantador. Cuidaré bien a la señorita. —La promesa de Edward envía un estremecimiento por mi cuerpo.

—Hecho. —El borracho se tambalea al bajarse de la silla, milagrosamente aterrizando sobre sus pies—. Buenas noches, cariño.

Emmett le asiente a Edward.

—Te veré en la puerta. Gracias. —Observando a Edward desaparecer en la multitud, tengo que admitir que realmente me está gustando.

Regresa unos minutos después, sentándose en su taburete con un pesado suspiro.

—De parte de mi género, me gustaría disculparme por la conducta deplorable de ese hombre.

—¡Hombre Paraguas salva el día de nuevo!

Me da una sonrisa avergonzada.

—No podía dejar que ese patán borracho te hablara de esa manera.

—¿Va en contra de tu naturaleza? —bromeo.

—No me digas, ¿estaba siendo anticuado de nuevo?

—Por supuesto. Fue dulce de tu parte defender mi virtud. Gracias.

Él asimila mi sonrisa agradecida.

—Emmett parece ser un buen tipo.

—Sí, es un jefe increíble.

—Bien. Porque, a pesar de que la evidencia diga lo contrario, no planeo aparecer aquí todos los días que estés trabajando.

—¿No?

—Solo quería venir aquí brevemente esta noche, para invitarte a una cita, en persona, porque lo había arruinado tremendamente por teléfono. —Dios, él es realmente, realmente adorable.

—Oh, ¿eso era lo que intentabas hacer?

Él sacude la cabeza y suelta una risita.

—Qué manera de patear a un hombre mientras está en el suelo.

—Entonces, ¿vas a invitarme a salir o qué?