Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.
Capítulo 4
La vida básicamente es un gran borrón hasta mi día libre el miércoles. Lidiar con dos cursos ridículamente difíciles además de trabajar treinta horas semanales tiende a acelerar el tiempo, pero está bien—me acerca a mi título técnico, ese momento donde realmente puedo celebrar mi logro y saber que llegué allí por mi cuenta. Obligo a mis ojos estudiar el libro de Introducción a las Finanzas. No puedo decidir si este es mejor o peor que Contabilidad de Costos, pero al menos estos términos son familiares. Siento que avanzo por inercia con mi tarea. Mi mente evita que gire hacia su nuevo lugar feliz—Edward.
Cumpliendo con su palabra, Edward no se ha aparecido por Hooters —no que me hubiera molestado su presencia en lo más mínimo— y no ha intentado otra llamada por teléfono. No había esperado menos del hombre, una vez que había dado su palabra. Lo que me sorprende sobre Edward los siguientes cuatro días es su juego serio de mensajes. Él es dulce y coqueto, pero hay más que eso. Le importa mis pensamientos, opiniones y mi seguridad, y comparte lo suficiente de sí mismo para mantenerme con hambre de más.
Él ha dado varias pistas sobre su profesión: no es algo típico de nueve a cinco; es su propio jefe; es algo que lo apasiona. Temprano esta tarde cuando lo incité a que me diera detalles, me escribió: "Veamos cómo va la noche...". El hombre sabe cómo tentar, ¿de acuerdo?, pero esta noche es el Edward al final de mi túnel. Oh, vaya, eso sonó sucio.
Él no me quiere decir adónde vamos, pero me asegura que unos jeans será apropiados. Combino mis jeans más elegantes con una camisola larga, unos aros colgantes, y mis botas de gamuza marrón con flecos. Es un cambio interesante vestirse más conservativa para una cita a como lo hago para el trabajo. Coqueta pero no abiertamente sexy, juvenil pero no demasiado joven para él, espero.
Bajo las escaleras con bastante tiempo de sobra. Edward jamás haría esperar a una dama, y planeo mostrarle la misma gentileza. Mi compañera de casa levanta la mirada de su cena.
—¡Oye, luces hermosa!
—Gracias, Sra. Cope. Deja los platos. Me encargaré de ellos cuando llegue a casa.
Ella rechaza mi oferta agitando la mano.
—No seas tonta. ¿A qué hora llegará tu pretendiente?
—Debería estar aquí en alrededor de quince minutos. Está ansioso por conocerte.
De hecho, Edward lo había insistido después haberle contado sobre la Sra. Cope. Hace dos años, cuando había abandonado la USF, mis padres se habían puesto firmes—no más mensualidad. Estaba trabajando en un bar cinco noches a la semana, pero mis ahorros se habían acabado durante los siguientes seis meses, y mis compañeros de piso estaban demasiado ajustados como para cubrir mi parte de la renta además de la suya. Literalmente me encontraba a veinticuatro horas de mudarme de nuevo en casa con mis padres cuando vi una nueva publicación en los clasificados que parecía ser demasiado bueno para ser real:
SE BUSCA COMPAÑERA DE CASA PARA UNA SEÑORA MAYOR.
CUARTO Y ALOJAMIENTO GRATIS A CAMBIO DE COMPRAS DE COMESTIBLES,
PREPARACIÓN DE COMIDAS, LIGERA LIMPIEZA Y MANTENIMIENTO.
NO FUMADORES, NADA DE MÚSICA FUERTE, NADA DE FIESTAS, NI DROGAS.
Respondí al anuncio aunque mi repertorio de comidas en ese momento consistía de fideos y sándwiches de queso. Estaba más que preparada para dejar las fiestas atrás, así que ese fue el menor de mis desafíos. El más grande resultó ser la Sra. Cope.
No que ella no fuera perfectamente agradable y encantadora —porque lo era, desde el comienzo— sino que ella no parecía aceptar la idea de que "una mujer con mi apariencia quisiera refugiarse con una vieja de los 'suburbios'". Ella había perdido a su marido después de una larga y horrible enfermedad. El resto de su familia —dos hijos en la costa este— la visitaban diligentemente varias veces al año, pero la Sra. Cope no quería vivir sola. Tampoco quería mudarse de su casa.
Logré convencerla de que me diera una oportunidad, y celebramos la noche que me mudé con un par de filetes que metí en la parrilla (después de mirar un vídeo en YouTube hasta tener las instrucciones memorizadas), una papa horneada que partimos a la mitad y la mejor ensalada césar que hice jamás. La Sra. Cope estaba encantada. Yo estaba determinada. Ella detalló sus expectativas, y cumplí cada una. Básicamente, la Sra. Cope y yo nos salvamos la una a la otra.
Suena el timbre —ocho minutos temprano— y mi corazón salta a mi garganta. La Sra. Cope sonríe mientras se pone de pie para abrir la puerta.
—¿Quieres que lo interrogue? —pregunta—. Puedo hacerlo, ¿sabes?
—Sí, lo recuerdo, y no, gracias.
Le da un apretón a mi brazo al pasar por mi lado.
—Cielo, estoy bromeando. No asustaré a tu hombre.
Observo a una distancia segura mientras abre la puerta. Allí se encuentra Edward, luciendo más apuesto que nunca con una camisa blanca y definida de mangas cortas sobre un par de jeans oscuros de vestir. En su mano, un ramo de margaritas se asoman sobre un moño blanco con puntos rosas. Mi corazón.
—Bueno, hola. Supongo que eres Edward.
—Sí, señora. —Su suave risita derrite mi interior. Solo han pasado cinco días desde que lo vi por última vez, pero de alguna manera logré olvidar lo cursi que él me hace sentir—. Estas son para usted.
La mirada de Edward se mueve rápidamente en mi dirección, y me guiña un ojo—así no me siento excluida, supongo.
—¡Oh! ¡Qué encantador! —La Sra. Cope lleva una mano a su corazón mientras toma las flores—. ¿No son encantadoras, Bella?
—Lo son. —Le sonrío a Edward. Él me la devuelve.
Me muevo hacia la puerta, insegura de cómo saludarlo exactamente. No estamos en términos de abrazos, pero estrechar la mano sería simplemente raro. Opto por el incómodo:
—Hola.
De alguna manera, cuando él lo dice también, esos ojos azul grisáceos enfocándose en los míos como si estuviéramos solos en el cuarto, las cuatro letras tienen la promesa de una noche mágica.
—Hola.
La Sra. Cope me da un suave empujón fuera de la puerta.
—Tengan una noche encantadora.
Edward estrecha su mano.
—Usted también. Fue un placer conocerla, Sra. Cope.
Giro para despedirme de ella, pero ya está cerrando la puerta detrás de mí. No puedo evitarlo, me río.
Él voltea con una sonrisa divertida.
—¿Qué?
—La Sra. Cope es increíble. ¿Eso lo sabes, no?
—Ella es muy dulce.
La mano de Edward se acerca para descansar en mi espalda mientras me guía hacia su coche y abre la puerta del pasajero para mí. No puedo decir que recuerde a alguna de mis citas previas hacer eso. No puedo apartar la mirada de su expresión mientras él se asegura que esté bien ubicada antes de cerrar la puerta. Este tratamiento anticuado definitivamente me está gustando, y al juzgar por la pequeña sonrisa engreída en su rostro cuando se acomoda detrás del volante, creo que Edward también lo sabe.
—Oye, si tienes un coche, ¿por qué estabas viajando en el autobús el otro día?
—Primero que todo, amo caminar bajo la lluvia. Siento que el suave repiqueteo es muy pacífico. De hecho, si Shady Acres no estuviera tan lejos, hubiera caminado hacia allí. Y en segundo lugar, subirme a mi coche y viajar desde el punto A a punto B es eficiente, pero no logro interactuar con personas nuevas. Jamás te hubiera conocido, por ejemplo.
—Me hubieras conocido cuando fueras a Hooters.
—Creo que ya hemos establecido por qué fui a Hooters. —Sí, lo hemos hecho, pero es tan divertido escucharte admitirlo de nuevo.
Edward pone en marcha el motor y se estira en busca de la palanca de cambios entre nosotros.
—¿Sabes de lo que me acabo de dar cuenta? —me pregunta, una enorme y maravillosa sonrisa en su rostro—. Esta es la primera vez que realmente hemos estado juntos y solos. Sin las personas en el autobús, ni clientes de Hooters, ni chaperona. Solo tú y yo.
—¿Te das cuenta que habrá otras personas en el restaurante? Quizás deberíamos simplemente sentarnos aquí en la entrada toda la noche.
Sus ojos se entrecierran ligeramente, lo suficiente para enviar ola de emoción a través de mi cuerpo.
—Buen punto. La próxima vez, cocinaré para ti.
Me deja considerando ese delicioso escenario mientras el coche comienza su retirada de la entrada. Edward y yo, solos, en su casa, sin zapatos, copas de vino llenas, velas encendidas, música romántica de fondo, un hombre sexy trabajando para mí...
—¿Qué cocinaste para la Sra. Cope esta noche? Olía bien.
—Solo un salteado, nada elegante.
—¿A menudo comen juntas?
—A veces, pero no siempre. Ella nunca me ha presionado para cenar juntas, pero si las horas en mi trabajo y en mis clases cuadran, disfrutamos de la compañía de la otra. Y me gustan los platos que ella me ha enseñado a cocinar.
—Parece como un acuerdo perfecto.
—Sé que es un poco raro, considerando la diferencia de edad, pero respetamos el espacio de la otra, y honestamente nos hemos vuelto buenas amigas.
Él resopla. Ups.
—Edward, ¿sabes que ella es lo suficientemente mayor para ser tu madre, cierto?
—Está bien, Bella. No creo que sea un gran secreto que soy mayor que tú.
—Bueno, lo era. —Sonrío cuando él me mira—. ¿Deberíamos hablar sobre esto?
—Estoy feliz de hablar sobre lo que quieras.
¿Quiero abrir esta caja de pandora ahora? ¿En los primeros momentos de nuestra primera cita? Qué demonios. Supongo que es mejor saber en lo que me estoy metiendo temprano antes que tarde.
—De acuerdo, supongo que tengo una pregunta para ti.
Su concentración jamás abandona el parabrisas, pero puedo ver la sonrisa asomándose por sus mejillas.
—Adelante.
No estoy segura de lo que haya con estar a solas con Edward en persona que lo hace mucho más fácil de hablar con él que nuestro incómodo intento de charla telefónica, pero siento como si puedo preguntarle lo que sea ahora mismo y él me dará una respuesta honesta sin sentirse ofendido.
—¿Todas las mujeres con las que sales son mucho más jóvenes que tú?
—Vaya. Fuiste directamente allí. —Me echa un vistazo, y puedo ver que su expresión sigue siendo divertida, lo cual es un enorme alivio—. He salido con mujeres de mi edad, más jóvenes, e incluso mujeres mayores que yo. Le doy una oportunidad a todas.
—Suena como si hubieras salido con muchas mujeres.
Él sacude la cabeza con una risita amarga.
—No puedo ganar aquí, ¿o no?
—Solo estoy bromeando. Gracias por responder.
—De nada. ¿Y tú, Bella? ¿Te gustan los hombres mayores?
—No —respondo un poco demasiado rápido, provocando que Edward arquee una ceja—. Quiero decir, no tengo ningún tipo de fetiche.
Él estalla en carcajadas.
—Supongo que me lo gané. —Me encojo de hombros—. ¿Te gustaría preguntar cuántos años tengo?
Lo he catalogado como a principios de sus cuarenta, al menos una buena década más joven que papá.
—De hecho, me gustaría saber si estás viendo a alguien ahora mismo.
—Sí —dice, volteando en mi dirección lo suficiente para añadir—. A ti.
Y me derrito. Pero no estoy completamente lista para dejarlo libre.
—¿Ah sí?
—A menos que quieras contar a mi madre.
—Agh, no. —Ambos nos reímos.
El aire se detiene de nuevo.
—¿Y tú? —Hay suficiente gravedad en su tono para hacerme saber que le importa mi respuesta.
—Nop.
Esa hermosa sonrisa que se asoma por sus mejillas lo dice todo.
—Muy bien, entonces.
—Bien —digo más para mí misma que para Edward.
Un silencio satisfecho permanece entre nosotros hasta que llegamos al restaurante.
Otro capi extra por el amor que le dan a este Edward 💖
