¡Hola! ¡Hola!
¿Qué tal? ¿Cómo estais?
Buah, tenía muchísimas ganas de subir este One Shot. En serio. Desde que se filtró la "posible" escena de celos que Nami tuvo en la nueva pelicula de One Piece, no he podido dejar de pensar en escribir algo sobre eso, y tras ver unos fanarts de ello, me vino a la mente esta idea.
Cabe mencionar que como aún no ha salido la pelicula en España y Latinoamerica, la información que hay en esta historia la he recogido de internet, así que pido perdón si hay algo erróneo.
En fin, no tengo mucho más que decir excepto que espero que os guste mucho.
¡Nos leemos abajo!
| - * - Capítulo único : Un simple abrazo. - * - |
La noche había caído sobre el mar en el que los mugiwaras navegaban, y en la cubierta del barco se encontraban dos de los diez tripulantes que viajaban en la nave: el capitán, y su hermosa navegante.
Con la luz de la luna iluminándola, la joven muchacha no podía dejar de rememorar una y otra vez la breve escena ocurrida en Elegia entre la diva y el muchacho.
De todo lo que había pasado aquel día, que su mente le recordara aquello sin parar era absurdo.
Observó la espalda de su capitán, quien sentado sobre la barandilla de estribor tarareaba sin parar una de las canciones de Uta.
Hizo una mueca de disgusto al sentir su corazón encogerse de dolor, y dejándose guiar por ello comenzó a caminar con lentitud hacia el pelinegro.
Realmente absurdo.
Al llegar y sin decir ni una sola palabra, Nami rodeó la cintura de Luffy en un abrazo.
El joven no se sorprendió por aquel acto. Sabía que la muchacha había estado observándolo desde hacía un buen rato, por lo que supuso que en algún momento se acercaría hacia donde él estaba.
— ¿Estás bien, Nami? – preguntó segundos después.
La nombrada no respondió. Se limitó a sentir el calor del muchacho recorrerle su delgado cuerpo y a aspirar sin miedo su característico aroma. No pensó jamás que algún día ese simple contacto y esa fragancia podría llegar a calmarla. Carne, licor y mar.
Los minutos pasaron, y lejos de buscar una respuesta inmediata, Luffy se mantuvo quieto y en total silencio mientras que Nami se aferraba un poco más fuerte a él.
Hacía tiempo que los sentimientos de la joven por su idiota capitán habían crecido más de la cuenta, y por supuesto que ella se había dado cuenta.
Quizás nunca había experimentado ese sentimiento llamado amor, pero no por ello significaba que no lo entendiera. Lo hacía, lo entendía. No era estúpida, solo precavida… Por ello, cada vez que se topaban, intentaba ignorar las repentinas ganas que surgían desde el fondo de su corazón de estar aún más cerca de él. Intentaba tratarlo como siempre, como al resto.
— "Siempre lo has tratado diferente." – le comentó Robin una vez.
Ella lo negó de inmediato algo avergonzada, e incluso cuando su compañera siguió insistiendo en que así era, se excusó diciendo que solo lo hacía porque él era el capitán.
— "Sabes que no es por eso." – repitió la morena. – "Te gusta."
En ese momento Nami solo pudo callar y admitirse a sí misma que quizás su amiga tenía un poco de razón. Le gustaba su tonto e infantil capitán.
Y ahora, por esa misma razón, estaba sintiendo lo que nunca pensó sentir por nadie: un pequeño ataque de celos.
¿Quién podría imaginarlo? Ella celosa.
Si lo hubiera pensado en otro momento hubiera sido hasta gracioso, sin embargo la realidad era esa. La escena de Luffy y Uta abrazándose con tanto cariño por su reencuentro la había molestado ligeramente.
Era absurdo ¿verdad? Eran amigos de la infancia, y por miles de razones hacía años que no se veían, era normal para ellos actuar de esa manera, abrazarse…
Nami se quería dar de cabezazos contra una pared. Estaba siendo egoísta…
Sin embargo no podía olvidarlo.
Cuando la tripulación se separó durante dos años, Luffy no actuó de esa manera con ella. Cierto es que no fueron tantos años como con Uta, pero aun así…
Con la tristeza inundando su corazón, se alejó lentamente de él.
— Lo siento, Luffy. – comentó cabizbaja. El muchacho giró su vista hacia ella sorprendido por lo repentino de sus palabras. – Perdóname.
— ¿Por qué te disculpas? – inquirió el chico encarnando la ceja. —¿Acaso has hecho algo malo?
Aunque la hubiera formulado, aquella última pregunta ya tenía una clara respuesta para él. No, la muchacha no había hecho nada malo, y lo sabía a ciencia cierta antes de tan siquiera dejar que contestara. Era Nami al fin y al cabo.
La vio negar con la cabeza y hacer una pequeña mueca parecida a una sonrisa. Estaba claro que no.
— No lo he hecho. – dijo ella.
— Entonces no tienes nada de lo que disculparte.
Nami lo observó. Para el muchacho era muy fácil restarle importancia a las cosas, y aunque eso en ocasiones podía llegar a ser un problema, la joven debía admitir que para otras muchas era un alivio.
Luffy tenía por naturaleza propia la capacidad de eliminar las preocupaciones interiores de la gente con unas simples palabras y una sonrisa. Y claro que a veces se equivocaba minimizando situaciones que en realidad eran un gran problema, pero también otras muchas veces los problemas no llegaban a ser tan graves como parecían tras compartirlos en voz alta con el resto.
— Supongo que tienes razón, pero quiero hacerlo. – soltó. – Yo… he tenido pensamientos que no debería haber tenido. – explicó jugando tímidamente con su anaranjado cabello. – Y ahora me siento avergonzada por ello.
Luffy la observó durante unos segundos con el rostro serio. Ese comportamiento no era normal en ella, o al menos no era algo que él hubiera visto con anterioridad. Algo pasaba, algo la preocupaba.
— ¿En qué has pensado? – se atrevió a preguntar mientras giraba por completo su cuerpo hacia ella.
Nami sintió sus mejillas arder y movió las manos de un lado a otro restándole importancia. No le apetecía mencionar en voz alta lo que sentía.
— En nada, en nada. – dijo. – Solo… cosas absurdas…
— ¿Qué cosas? – insistió él.
— No es nada, en serio. – contestó ella con una pequeña sonrisa. – No te preocupes.
— Claro que me preocupo. – soltó el pelinegro frunciendo aún más el ceño. Su voz sonaba levemente enfadada, como si estuviera regañándola. Con algo de sorpresa Nami volvió a posar su vista en él. – Si hay algo que te molesta, incomoda, o te hace sentir mal quiero saberlo. Quiero poder ayudarte, Nami. – declaró.
Aquellas palabras las había oído mencionar más de una vez, no era algo nuevo, sin embargo su corazón palpitó con fuerza tras escucharlas nuevamente.
Era algo característico de él querer ayudar a las personas, y aún más si de sus amigos se trataba, por lo que no tenía porque sentir emoción por ello. No había nada raro en esa frase, nada escondido que le indicara algo más de lo que realmente significaba.
Entonces ¿por qué estaba tan nerviosa?
Luffy la observó con paciencia. Supo que su compañera se estaba debatiendo en si contarle lo que le pasaba o insistirle en que lo dejara estar.
Ella sabía que podía llegar a ser muy pesado si se lo proponía, y él por su parte sabía que de ser otra persona simplemente le restaría algo de importancia o incluso le daría su propio espacio, pero tratándose de ella no podía dejarlo pasar. Aunque tampoco quería recibir un golpe por su parte.
— ¿Alguna vez… has estado celoso? – la escuchó preguntar.
Nuevamente Nami agachó la vista, y él no pudo hacer más que ladear la cabeza, confundido.
¿Celoso? Esa palabra le era familiar.
— ¡Claro que sí! – contestó él de inmediato.
Aquella rápida respuesta sorprendió enormemente a la joven. Esperaba que no entendiera la palabra y le preguntara su significado, esperaba cualquier otra cosa que no fuera admitirlo.
— ¿Cómo que sí? – preguntó ella dando un paso hacia él. – Es decir… ¿por quién?
En esos momentos no podía parar a pensar que era Luffy de quien se trataba, y por tanto quizás esos celos que había sentido no eran como los de ella. Únicamente por su mente pasaba la misma cuestión: ¿Quién era esa persona por la que Luffy se había puesto celoso?
— ¿Por quién? – repitió. —¡Por la carne!
Nami detuvo por un momento sus parpadeos, intentando comprender lo que había dicho.
¿Carne?
— ¿Cómo que carne?
— Sí, ya sabes. Cuando veo que alguien tiene más carne que yo o que quiere robarme la mía. – pronunció sonriendo de la única manera que él sabía hacer.
Un pequeño tic apareció en el ojo izquierdo de la chica.
¿Lo estaba diciendo en serio?
La muchacha se palmeó la cara soltando así un gran suspiro. Quería golpearlo…
— Eso se llama envidia, idiota. – le corrigió.
— ¿Envidia? ¿No es lo mismo?
La mirada inocente con el que el chico la observaba logró calmarla un poco. Era Luffy al fin y al cabo.
— Supongo que es fácil confundirse, pero no, no es lo mismo. – contestó con tranquilidad. — Los celos son otra cosa, dirigido más a las personas que los objetos en sí.
— ¿Qué es entonces?
Nuevamente la joven enrojeció.
— Es complicado. – respondió girando la vista a un lado. – Olvidalo, ¿vale?
— No quiero. – contestó él agudizando un poco la voz. Sonaba casi como un niño. – Explícamelo, sino no podré ayudarte.
Nami cerró los puños con fuerza a causa de los nervios que esa situación le provocaba. ¿Por qué no podía darse por vencido y aceptar que no quisiera hablar de ello?
— "Esta preocupado…" – se dijo a sí misma.
Sabía que si no contestaba terminarían en una larga discusión en la que posiblemente ella le golpearía, y por ende él se enfadaría, y sinceramente no le apetecía. Además, no quería que el chico sufriera por su culpa, así que cerrando sus puños con fuerza y tomando el valor que pudiera tener en esos momentos, gritó:
— ¡Uta!
Luffy parpadeó sorprendido por el repentino sonido de su voz.
— ¿Uta? ¿Qué pasa con ella?
— Os… abrazasteis… — soltó la navegante bajando de nuevo el volumen de su voz. – Y muy cariñosamente.
— Sí. ¡Me hizo muy feliz verla, shishishi! – contestó él soltando una risa.
Aquella alegría en el muchacho causó cierta incomodidad en ella.
— Sí, ya lo vi. – respondió inflando las mejillas a modo de enfado.
— ¿Y qué pasa con eso? – preguntó el joven.
Pasaron unos segundos en los que ambos se miraron fijamente esperando dicha respuesta. Nami quería dársela, pero no era tan fácil como creía.
— Que… me puse celosa de que ella te abrazara… — murmuró con cautela.
No quería darle mucha importancia al asunto, de verdad que no, pero si su capitán le preguntaba algo acerca de ella y de lo que sentía, no podía no responder.
— ¿Eh? ¿Por qué?
— "Porque me gustas." – quiso decir, sin embargo aún no se sentía preparada para dar ese paso, así que en vez de eso soltó: — No lo sé…
Era una clara mentira, pero confiaba en que el chico no se diera ni cuenta.
— ¿Te sentiste mal cuando Uta me abrazó? – lo escuchó preguntar.
Nami asintió en silencio y con lentitud. En su cabeza esas palabras sonaban estúpidas, pero escucharlas en voz alta y en boca de su capitán, las hacían sonar aún más absurdas.
De repente y sin esperarlo, la risa del chico hizo eco en el lugar. La joven alzó la cabeza en su dirección con el rostro claramente sorprendido.
— ¿De qué te ríes? – inquirió con el ceño fruncido.
Esperaba que aquella carcajada no tuviera nada que ver con la afirmación que acababa de hacer. De ser así le daría una buena paliza por reírse de sus sentimientos.
— He pensado que puede que sea porque tú también quieres abrazarme. – respondió el chico más tranquilo. – Aunque no creo que…
— ¿Y si es así qué? – interrumpió ella.
Luffy quitó de golpe la sonrisa, y observó fijamente y con sorpresa a la muchacha tras aquellas palabras. Tenía los puños cerrados, el ceño fruncido y las mejillas ligeramente coloradas.
— ¿Eh…?
— ¿Habría algún problema si yo también quisiera abrazarte? – inquirió de nuevo.
Estaba avergonzada, y mucho más de lo que ella misma pensaba, pero ya que había empezado a hablar, no iba a detenerse ahora. Su corazón comenzó a latir con fuerza al verlo sonreír con dulzura.
— Si es así solo tienes que pedirlo, Nami. – dijo soltando una pequeña risa.
Nuevamente la vista de la joven se posó sobre el suelo.
— No es tan fácil.
— ¿Ah no? ¿Acaso crees que me negaré o algo así? – preguntó con cierta duda. No lo creía hasta que la vio asentir tímidamente. — ¡Por dios! ¡Si eres tú por supuesto que aceptaré!
Fue tal la seguridad con la que lo dijo, que Nami volvió a alzar la cabeza con mucha más sorpresa que antes.
— ¿Lo dices en serio…?
— ¡Claro! – respondió, y dando un pequeño salto hacia la cubierta, se colocó de pie frente a ella. — Me siento bien cuando estamos juntos, Nami.
— Luffy…
La muchacha no podía creer lo que estaba escuchando de sus labios.
— Las pocas veces que nos hemos abrazado mi corazón se sentía bien, cálido… — continuó él. — Así que no me supone ningún problema abrazarte. Lo haría las veces que hiciera falta. Solo tienes que pedírmelo.
No podía creer que ese tonto capitán suyo le hubiera soltado con tanta tranquilidad y naturalidad esas palabras. ¿Cómo lo hacía?
— Me da vergüenza decirlo… – respondió ella intentando no apartar la mirada.
Y justo en ese momento pudo jurar ver sobre los labios del chico una juguetona sonrisa.
— Entonces te abrazaré yo.
A la muchacha no le dio tiempo reaccionar cuando sin previo aviso sintió los delgados brazos del pelinegro rodear su pequeña cintura. Abrió sus ojos en grande por la sorpresa, y esta vez si que terminó por enrojecer.
— ¡L—Luffy! ¡¿Qué estás haciendo?! – gritó mirando nerviosa hacia los lados.
Sus compañeros estaban cada uno en sus dormitorios durmiendo plácidamente, o eso quería imaginar. No sabría como reaccionar si alguien los viera de aquella forma.
— Abrazarte, por supuesto.
— ¿P—Pero por qué?
— Porque tú no me lo vas a pedir, así que tengo que hacerlo yo. – contestó, y posando su mano tras la cabeza de la chica, la acercó hacia él para que reposara la cabeza sobre su pecho. – Que no te de vergüenza, Nami. Abrázame.
Con el corazón bombardeándole con fuerza, la chica alzó los brazos con algo de duda y los rodeó tras su cintura.
Nuevamente sintió el calor de su capitán recorrerle el cuerpo, esta vez con más claridad que antes.
Respiró profundamente intentando calmar sus nervios y cerrando los ojos se dejó hacer.
El silencio inundó el lugar, y solo entonces pudo escuchar las olas lejanas del mar, y los cercanos latidos del corazón de Luffy.
Se sentía bien, realmente bien.
— Gracias… — murmuró con una pequeña sonrisa. – Lo necesitaba…
— Puedes abrazarme siempre que quieras, Nami.
Ella soltó una pequeña risa. Luffy era pesado en muchos aspectos, pero si se tomaba literalmente esas palabras, la que terminaría por ser pesada sería ella.
— Lo estaría haciendo cada día. – mencionó separándose un poco para mirarlo. – Acabarías alejándote de mí.
Ella sonreía, sin embargo el muchacho no lo hizo. Su rostro se volvió serio, y frunció el ceño a punto de reprocharle aquello.
— No digas eso nunca más, Nami. Ni lo pienses. – regañó. – Jamás en la vida podría alejarme de ti.
— Luffy…
La joven no sabía que responder ante eso. No lo había dicho de mala manera, tan siquiera lo pensaba, pero esa sinceridad en sus palabras había evitado un futuro miedo a que aquello sucediera de verdad.
— Y si alguna vez llegara a pasar, creeme que no sería por voluntad propia, y antes de eso lucharía todo lo posible para que no pasara. – pronunció el chico, y de un segundo a otro sustituyó la seriedad por tristeza. – Solo de imaginarlo me duele…
El rostro de Nami también cambió, sin embargo no quiso pensar en ello.
— Perdona Luffy. Ha sido una tontería decir eso.
— Sí lo ha sido. – concordó él. – Así que si quieres abrazarme cada día, así será.
— Cada día es un poco…
Sinceramente la idea de tocarlo cada día la emocionaba, e incluso ya podía imaginarlo, sin embargo no podía dejar de pensar en lo agobiante que quizás podría llegar a ser para él.
— ¿Cuál es el problema? – inquirió el muchacho volviendo a fruncir el ceño.
— Que no quiero que nadie lo sepa. – respondió.
No era su máxima preocupación, claro estaba, pero si pensaba fríamente en las posibilidades de abrazarse a diario, en algún momento alguien podría darse cuenta, y aunque eso a nadie le incumbía, habría muchas preguntas que querrían hacer. En esos momentos no estaba capacitada para eso.
— ¿Por qué? – preguntó él.
— Es vergonzoso…
— ¿No te he dicho que no debes tener vergüenza?
— Lo sé, pero no puedo evitarlo. – contestó inflando las mejillas a modo de enfado.
Por mucho que quisiera hacerle caso y minimizar ese miedo, no podía deshacerse rápidamente de ello.
— Pero quieres abrazarme ¿verdad?
Ella asintió.
— Entonces hagámoslo.
— ¿No te acabo de decir que no quiero que nadie lo sepa? – repitió frunciendo el ceño.
— Sí, y no lo entiendo. – contestó. Nami iba recordarle de nuevo que aquello le avergonzaba, pero Luffy continuó sus palabras interrumpiéndola. – Pero si quieres que así sea solo hay que escondernos.
— ¿Escondernos?
Él asintió, y ensanchó los labios en una sonrisa.
— Lo haremos a escondidas.
Si no fuera Luffy quien hubiera propuesto aquello, Nami se hubiera sonrojado con violencia al pensar en una situación +18. Aun así sí que sintió sus mejillas arder ante la idea.
— ¿Estás seguro? – preguntó. Él ladeo la cabeza a un lado. – Es decir… ¿No sería molesto?
— Ya te he dicho que no. Me gusta esto que siento cuando estoy contigo, esa calidez al tocarte, al abrazarte. – repitió alzando un poco la voz. – También quiero hacerlo.
— ¿Seguro?
No podía creerse que de verdad Luffy le dedicara tiempo solo a ella a espaldas de los demás y por voluntad propia. No le entraba en la cabeza.
— ¡Nami! – regañó él.
— Está bien, está bien. Perdón. – se disculpó alzando los brazos. – Pero no tiene que ser cada día.
— ¿Por qué no? – preguntó él. La vio abrir la boca para decir algo, y creyendo saber lo que era la interrumpió. — ¡Y no digas "porque podría ser molesto"!
Nami volvió a cerrar los labios y giró su vista a un lado avergonzada y quizás algo enfadada. No había otro motivo, solo ese, y en serio creía que en algún momento sería molesto. Estaba siendo sincera.
Lo oyó suspirar, y notó como su animó decaía. Estaba siendo pesada.
Escuchó ser llamada por el muchacho, y al girar la vista nuevamente al frente, sintió las manos del chico rodear una vez más su cintura atrayéndola hacia él. De la sorpresa ella alzó las manos posándolas sin querer entre su pecho y el de él.
— Luffy… — murmuró posando su vista sobre el serio rostro del chico.
— Escuchame, Nami. Como parece que no puedo convencerte de que no me molesta lo que vamos a hacer, te lo diré de otra manera. – pronunció. – Quiero abrazarte cada día.
— ¿Eh?
— Quiero encontrarme contigo a solas y a diario en algún lugar del barco y abrazarte. – repitió. – Quiero hacerlo porque quiero hacerlo, no porque tú quieras.
— Luffy…
— Quiero que me hagas sentir cada día esa calidez que solo tú puedes crear dentro de mí.
En esos momentos debía creer en lo que le decía, debía hacerlo. Estaba siendo sincero, claro, y Luffy no sabía mentir, así que por supuesto que estaba expresando lo que sentía y quería.
— Entonces… ¿Lo haremos cada día? – preguntó con un pequeño sonrojo.
El capitán sonrió y asintió.
— Cada día.
Justo entonces lo creyó, y no pudo evitar sonreír enormemente al imaginarlo.
— Gracias Luffy… — pronunció soltando una pequeña risa. – Gracias.
Estaba feliz. Nerviosa pero feliz.
Y aunque quizás no lo pareciera, Luffy también lo estaba. Soltó una carcajada y con las olas de fondo, y la luz de la luna iluminándolos, se aferró un poco más en ella disfrutando del momento y el calor que su pecho sentía al tenerla cerca.
