Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi, yo sólo me divierto con ellos =)


¡Hola! Este pequeño shot fue escrito especialmente para la dinámica-concurso de la página: 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐅𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜𝐬 𝐈𝐧𝐮𝐲𝐚𝐬𝐡𝐚 𝐲 𝐑𝐚𝐧𝐦𝐚. Espero que les guste y voten por mí. =)

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Prohibido

Inuyasha x Kagome

—La señora Ishikawa ha llamado para cancelar su cita de las cinco —me comunicó Kiara en cuanto ingresó a mi consultorio. Traía el rostro pálido y desencajado.

—¿Sucedió algo? —le pregunté de inmediato, pues no era normal verla así ni tampoco que la señora Ishikawa faltase a su chequeo mensual. Era una mujer muy ordenada y responsable.

—Al parecer la pequeña Izumi ha sufrido un accidente y la llevaran con el traumatólogo.

—Oh… —Podía imaginarme el dolor que estaba sufriendo la pequeña. Aún no había decidido tener hijos, pero mi hermano siempre fue inquieto y no había día en que mi mamá o yo tuviésemos que estar curándole alguna que otra herida. Creo que, por ello, terminé siendo médico—. Le hubieras comentado que podía hablar con el doc...

De pronto, no pude continuar, todo el aire se me quedó atascado en la garganta al ver entrar por mi puerta a un hombre de cabello platinado vestido con un elegante sastre azul noche. En su brazo derecho traía su guardapolvo blanco y en la otra, un maletín pequeño.

—Buenas tardes, lamento molestar, doctora Higurashi, pero es urgente.

—¡Doctor Taisho! —Exclamó Kiara, fue obvia la fijación que tuvo hacia él. Ya antes había notado cierto interés en el platinado—. ¡Qué gusto verlo!

Inuyasha Taisho, médico oncólogo del Hospital Central Saiseikai, le sonrió educadamente y con un ademán elegante dejó su maletín en el pequeño sofá de cuero mientras que se colocaba el guardapolvo. Kiara se sintió incómoda como a la vez fascinada y no la podía culpar, ¡claro que no! El tipo era muy guapo y destilaba erotismo a cada paso. ¡Por Kami! No debería estar pensando de esta manera, ¡soy casada!

—¿Sucede algo Taisho? —traté de preguntarle lo más tranquila posible. Respira, Kagome, respira.

—Tengo un paciente que podría necesitar una interconsulta. Según los análisis preoperatorios, su sistema inmunitario produce anticuerpos que están atacando la glándula tiroidea.

—¿Hashimoto? —pregunté disimuladamente.

—Probablemente —afirmó—. Creo que podría tratarla, doctora Higurashi. Es usted la mejor endocrinóloga.

Levanté mi vista ante tal halago y lo miré con detenimiento. Era obvio que coqueteaba conmigo y yo, débil y embobada caía en su juego, pero ¿qué podía hacer? Que me hablara con esa voz tan varonil y aterciopelada usando términos tan complejos era una completa delicia.

Era tan simpático y buen mozo y el guardapolvo le quedaba excelente. Podía imaginarme lo que había debajo de ello: un cuerpo fibroso bien formado gracias a las horas que el doctor Taisho pasaba en el gimnasio. Brazos fuertes, pecho robusto... ¡No otra vez! ¡No debería estar pensando esto!

—Puedo anotarla para el próximo martes a las cuatro de la tarde, doctora. —La voz de mi secretaria me despertó del trance. Estaba a mi costado con la Tablet, revisando seguramente mi calendario.

Tragué saliva y con los nervios a flor de piel, accedí al pedido tácito que los hermosos ojos dorados del doctor Taisho me estaban haciendo. Desde que lo conocí, supe que aquella mirada sería mi perdición, el camino sublime al cielo o al infierno. Realmente no me importaba si me escocía la piel el pensar en él de manera tan indecente.

—Quería comentarle otro asunto, si me lo permite —habló con voz seria. No dejaba de observarme.

—Mi consulta de las tres está por llegar.

—No tomará ni cinco minutos. Yo también tengo que estar en mi consultorio para atender a mis pacientes, doctora.

—Bien —dije con timidez, ¿qué otra cosa me quedaba? Tenía que ser fuerte y sobrellevar esta sensación tan impertérrita y dulcemente prohibida—. Eso es todo, Kiara. Gracias.

La aludida se despidió muy cordialmente sin dejar sus lozanías de la vista del platinado.

En cuanto cerró la puerta, me levanté y me dirigí hace el estante. No quise verlo, pues hacerlo sólo me hacía recordar el momento de debilidad que tuve una vez con él hace tres años en este mismo hospital. Fue una desidia, un error, una lejana sensación de furor y pasión contenida que él empezó y que no pude detener… Hasta hoy…

De pronto, sus manos se asomaron por mi cuerpo y su cálido y estremecedor aliento me atacó el cuello. Madre mía. Su tacto era febril y estimulador. Todo él gritaba "peligro". ¡Mierda! ¿Cómo podré mirar a mi esposo a la cara? Suspiré y lo recordé… Desde que habíamos discutido, no habíamos tenido sexo y no podía hacer nada porque tuvo que viajar fuera de la ciudad… Quizá… No, las cosas se habían enfriado entre nosotros y quizá ya no habría vuelta atrás.

—Cancela tus citas de la tarde, Kagome —me pidió con voz ronca, su nariz ya subía y bajaba por toda la curvatura de mi cuello.

—No podré. Saldré a cenar con mi esposo —logré decir sin volverme hacia él.

El hombre se aclaró la garganta con claro disgusto y mis nervios aumentaron.

—Llega de viaje esta noche. Pensé que lo sabías.

—¿Por qué lo aguantas? Es un idiota.

Sonreí de lado. Me pareció ciertamente curioso que él me dijera esto. ¿Acaso no era él otro idiota? Y sí, Taisho tenía razón mi esposo era el ser más antipático y soberbio del planeta.

—Vamos, Kagome, sabes que te necesito —volvió a decir. Esa voz me estaba atormentando hasta un punto inexorable.

Cogí mi tabique de la impresión, para evitar gritar y disuadir.

—No sé por qué tendría que creerte —me volví hacia él con molestia rogando que no escuchara los latidos furiosos de mi corazón. Él al verme ceñuda trató de acariciar mi rostro, pero no se lo permití.

—Kagome… —ladeó sus labios—. Desde un inicio, siempre hemos jugado a este juego y sé que te gusta —me dijo con voz socarrona dejándome helada. Claro, era una carrera hacia la indecencia, a romper todos los esquemas y las reglas de la sociedad y saciar un hambre carnal que estaba prohibido.

Me paré y caminé al otro lado del escritorio dándole la espalda. Fingí buscar unos papeles que no necesitaría para ocultar mis nervios y disimular las miles de sensaciones que experimentaba mi cuerpo a su cercanía.

—Sé cómo te excitas cuando me miras... Kagome —susurró erizándome la piel.

—¡Inuyasha! —La presión que ejercía su pecho y su cadera en mi espalda me estaba sensibilizando a tal grado que contenía el aliento y sentía correr con ímpetu la sangre.

¿Qué tenía este hombre que con solo una mirada suya tenía mi cuerpo vibrando por placer? ¿Qué magnetismo sexual podía tener Inuyasha sobre mí?

Quise responderle, decirle que me dejara, que no me tocara, que él no era nada mío, que se alejara, pero no podía, estaba anonadada... Una fuerza interna me decía que no me importara, que dejara fluir mis sentimientos y mis ansias calmando el fuego galopante de mi interior...

¿A quién hacerle caso? ¿A la razón o a la pasión?

¡Demonios!

Me giró hacia él y atrajo mi rostro hacia el suyo para besarme los labios suavemente, fue una mezcla indescifrable, más seductor que apasionado. Separó sus labios y los llevó por un camino sinuoso desde el mentón hasta mi cuello, mi clavícula y mis hombros...

Una delicia.

—No... —logré decir, él gruñó restándole importancia. Me conocía, como quizá ningún otro y sabia que no quería que parase. Mi mente y mi corazón entraron en conflicto...

Mas todo quedó atrás cuando bajó la cremallera del lateral de mi falda para introducir con mayor facilidad su mano bajo la seda, acariciando suavemente mi abdomen, deleitándome con su piel y sus labios que ardían por todo mi cuerpo, borrando cualquier atisbo de cordura. Mi falda cayó al piso, mis convicciones con ella. ¡Por Kami! Debía ser un delito hacer esto en mi consultorio médico. Sin embargo, hasta ese momento no me había percatado de las ganas que tenía de estar con Inuyasha. No tenía idea de cuánto anhelaba sentirme deseada y amada… sentirme una mujer sexy, seductora, capaz de volver loco al hombre más guapo de la tierra.

Quería ser especial para alguien, al menos por unas horas.

Inuyasha y sus demandantes besos hicieron que mis caderas se removieran y se frotasen contra él, pidiéndole más, instándolo a que me tocara donde más lo necesitaba, que me tomara ahí mismo sin contemplaciones... Titubeó tan sólo unos segundos pues de inmediato apartó la tela de mis bragas y deslizó un dedo entre mis labios. Yo estaba más que lista para él.

—Necesito más… —Me escuché decir. Oh Dios... ¡debo estar loca!

—¿Mmmm? — gruñó apartando mi brassier y llevando mi pezón derecho a su boca. Oh. No fue delicado, no, estaba hambriento.

—Por favor… —pedí.

—¿Así está mejor? — preguntó a la vez que introducía el dedo hasta el fondo. Subí y bajé mis caderas frenéticamente contra su dedo hasta que necesité más.

Me volteó quedando mi espalda contra su pecho, y con aquellos brazos fornidos, rompió mis bragas luego de un ligero apretón a mis muslos.

—Agárrate fuerte —sugirió.

—No... Aquí no Inuyasha... podrían escuchar... — dije sin convicción con el poco pudor que me quedaba.

Él, sin hacerme caso, es más, con éxtasis, siguió repartiendo besos húmedos por mi espalda, haciendo que ligeros temblores me sacudan y me arqueen para él. Me cogí de la mesa aferrándome a ella, clavando las uñas en la madera y sintiendo mi interior quemar, ardiendo de pura anticipación.

—Déjate llevar, Kagome —musitó—. Como aquella vez.

No podía detenerme, me froté contra él, obteniendo un gruñido de sus labios, me apretó aún más contra sí haciéndome sentir todo el calor de su cuerpo semidesnudo y la fuerza de su musculatura. ¿En qué momento se había sacado el pantalón y abierto la camisa?

—Mmmm… Kagome, estás… tan… apretada —concluyó con una sonrisa de satisfacción mientras se deslizaba en mi interior completamente. Gemimos audiblemente ante tal sensación...

—¡Oh, Inuyasha!

¡Por todos los dioses! Me mordí el labio para no gritar cuando comenzó a moverse con gran rapidez, sentí cómo su miembro crecía en mi interior cada vez que se hundía más profundo, con más fuerza, mis uñas se clavaron aún más en la mesa que retumbaba al compás de nuestra danza.

Inuyasha liberaba sus ansias lamiendo mi cuello y mordiendo mi espalda, sus manos fueron hacia mis pezones, y los volvió a jalar con avidez, entonces, un calor intenso me invadió por completo y rápidamente comencé a menearme contra él con creciente urgencia, quería más y más de él. Pude imaginar los músculos de sus glúteos y sus piernas contraídos por la fuerza que ejercía, sus manos grandes y fuertes apretando mi cadera, pequeñas gotas de sudor besando los pliegues de su piel y de sus pectorales desnudos, y por último la visión desde atrás de su miembro entrando y saliendo de mí interior… Era la gloria.

—No… no puedo más... —dije.

Como pude aparté las cosas que tenía en el escritorio dejándolas caer al suelo sin importarme. Me ayudó a deshacerme de la blusa y el brassier y me sentó sobre la mesa posicionándose entre mis piernas.

Los límites de sus labios y de sus manos no existían ya, libraban una lucha aparte por el poder y el goce. Me volvió a besar los labios devorándolos, destilando éxtasis puro, sin dejar en ningún momento de desatender mis pezones con sus dedos, los jalaba, los retorcía, los apretaba entre ellos. Mi intimidad vibraba reclamándolo, era una necesidad imperiosa por sentirlo en mi interior, embistiéndome, llenándome… a estas alturas era imposible negar lo que nuestros cuerpos exigían.

Pero… faltaba algo…

—Inuyasha...

—Dime… —El platinado sujetó mis caderas y sentí rozar la punta de su miembro en mi húmeda entrada. Me retorcí debajo de él para mostrarle que lo necesitaba, que lo anhelaba.

—Ponte… —pronuncié con un hilo de voz—. Póntelo…

Él sonrió y me miró con picardía, había entendido exactamente lo que quería. En un segundo cogió estetoscopio y se lo puso alrededor del cuello… me mordí los labios con fuerza al verlo así, cumpliendo mi fantasía, y haciendo realidad mis sueños. Sin pensarlo me dio un beso lleno de pasión y frenetismo a la par que se introducía nuevamente dentro mío. Fue tortuoso, lento, cauto y yo moría de la desesperación, quería gritarle que me haga suya, que me poseyera de mil formas, que no me haga sufrir más, pero de mi boca sólo salían jadeos.

Su cálido aliento que acariciaba mi oreja me tenía a punto de alcanzar el clímax.

Ya no podía más.

Un ronco gemido escapó de su garganta cuando apreté mis muslos internos para atraerlo a mí y tomarlo más profundamente. Entonces, él dejó de ser gentil y acercó mis caderas al filo del escritorio para introducirse en mi cuerpo. Fue una sensación única y arrolladora que se vio intensificada cuando empezó a mordisquear mis pezones con fuerza, reclamándolos, marcándolos, fascinándome con aquella urgencia y ardor que tanto me gustaba.

Repartí húmedos besos desde su pecho hasta el hueco de su cuello. El gruñía a cada embestida, a cada golde de caderas, a cada sonido de la mesa; me tenía sobre excitada, loca de placer… el compás de nuestros movimientos se hacía más y más rápido, casi urgente.

—Llega conmigo —pidió con voz ronca. Lo miré nuevamente a los ojos, los cuales parecían agrandarse con cada movimiento, le acaricié con necesidad los hombros, el cuello, el pecho y como accediendo a su petición lo apreté más fuerte contra mí. Pude sentir toda la fuerza de su miembro con total profundidad haciéndome palpitar mientras el gemía.

—¡Oh Dios!

La sensación de satisfacción explotó en mi interior y la de él no demoró en llegar. Le sonreí lascivamente al tanto que sentía cómo se vaciaba y me marcaba como suya otra vez. No podía dejar de sonreírle, estaba plena, llena, satisfecha, y loca, completamente loca.

—¿Sabes lo excitante que resulta verte cuando tienes un orgasmo? —me mordí los labios ante tal insinuación.

Mis mejillas ardieron, algo de pudor aún me quedaba.

—¿Y sabes tú cuanto tiempo esperé para esto?

—Lo siento, fui idiota, Kagome.

Me mordí el labio.

—Prometo de ahora en adelante no ser tan celoso… pero es que Koga…

—¡Tonto! Ya sabes que él no me importa —me miró con cara de cachorrito—. Sino, ¡no me hubiera casado contigo!

Ahora sí, sus labios se curvearon en una sonrisa exquisita y mi cuerpo se extasió. Todavía él estaba dentro mío y claramente pude percatarme que en segundos él estaría dispuesto para una segunda ronda.

—Prometo ser un esposo ejemplar.

—Lo eres, tonto, lo eres —le respondí dándole un besito en los labios y acariciando sus hermosas gemas doradas con el poder de mi corazón.

―¿Sabes que estuve tentado a romperte la blusa? Es totalmente cautivadora. ¡Y la falda! No tienes idea de cuánto me reprimí para no hacerla añicos ―alzó una ceja seductoramente. Lo miré, sus orbes estaban oscurecidas y mi lado oscuro salía a relucir en esos instantes deseando internamente que lo haya hecho.

―¿Así?

―Sí, pero debía contenerme ―afirmó con convicción, haciéndome temblar al oír su voz posesiva.

―Oh... Que considerado... ―agregué con ironía pura.

―Lo sé ―sonrió de lado. Sexy―. Por eso, me quedaré con esto ―dijo pícaramente moviendo mi tanga negra de un lado a otro―. Algo debía romper y si no era tu blusa, era esto.

―¡Inuyasha! ―Exclamé. El reía divertido, como un niño frente a su más reciente travesura.

―Sólo será un pequeño souvenir ―sonrió―. Que me tentará todo el día esperando por ti en la noche ―pronunció cada palabra con un erotismo único.

—No sé si llegaré a la cita —dije, fingiendo molestia―. Mi esposo es un tonto.

—Lo sé... pero el doctor Taisho, no.

Movió sus cejas sugerentemente mientras rozaba mi intimidad nuevamente. Sólo atiné a suspirar...

La última vez, habíamos discutido por sus estúpidos celos. Habíamos pasado casi un mes sin hablarnos y aunque hubiéramos querido arreglar las cosas, fue imposible ya que él tuvo que viajar a Kioto por un congreso de oncología en la que fue ponente.

Sin embargo, al verlo ingresar a mi consultorio esta tarde, olvidé todo y sólo quise refugiarme en sus brazos y deleitarme con su exquisito aroma a caoba y menta. Era mi vida, mi corazón… y nos amábamos a nuestra manera, dulce, apasionada…

Y prohibida.


Notas:

Aquí apareciendo con un nuevo shot, algo hecho con mucho cariño para las chicas de 𝐌𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐅𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜𝐬 𝐈𝐧𝐮𝐲𝐚𝐬𝐡𝐚 𝐲 𝐑𝐚𝐧𝐦𝐚 que me invitaron a participar en el Concurso. Busquen el grupo por Facebook y síganlo. Son geniales, pacientes y siempre nos apoyan. ¡Las quiero! =)

Abrazos y Besos, Lu.