[One-shot]

Deuda de dinero

—Hotaru H. & Suma—

«¿En qué diablos piensas, Uzui?» se dijo Hotaru dejando ir a Suma, que de nuevo, se había ido corriendo abrazándose a sí misma, como cuando se avergonzaba de algo. En este caso, de lo que ambos tenían.

Disclaimer:

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge

Deuda de dinero © Adilay Fanficker

Advertencias: UA. / Un poco de OOC. / Corto lemon.

Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".

Día 15: Primera pelea.

Notas:

Otra crack!ship que de pronto se me ocurrió. No sé, de pronto la idea de poner a un "solecito" y al "protector del solecito" me agradó. Espero que les guste.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



—Confío en ti, Suma.

La joven chica miró temerosa hacia su señor; no porque él le diese miedo (de hecho, lo estimaba muchísimo) sino porque se le había encomendado una misión muy difícil.

—Pero, señor Tengen.

—Por favor, Suma; no puedo confiar esto a nadie más; lo haría yo, pero tengo algo más que hacer. Además, Makio lo odia y Hinatsuru le tiene miedo. Sólo tú puedes hacerlo.

Suspirando, Suma accedió a lo que se le ordenó. Se puso de pie, hizo una reverencia y se marchó directamente hacia las afueras del pueblo.

A pesar de que vivían en una aldea compuesta únicamente por ninjas, había ciertas reglas que a Suma desagradaban bastante; entre ellas, la de haber sido comprometida siendo tan joven, al actual líder del clan, sin embargo, era ella o su hermanita.

La única buena noticia era que Tengen Uzui era un hombre íntegro. Cabe decir que él nunca la ha tocado, ni siquiera ahora que tenía el poder de hacerlo si eso quería; aún si ella se negaba.

Luego vinieron Makio y Hinatsuru, conformando un matrimonio de 3 mujeres y un solo hombre, a quien ellas debían honrar.

¿Cuál era el problema entonces?

Suma no honraba a su esposo, y posiblemente a estas alturas, él ya lo sabía.

—Bu-buenos días…

Después de correr entre un montón de árboles, en una casa alejada del resto, Suma pudo oler el metal, sentir el calor y confirmar que el sitio no estaba vacío. Su dueño estaba por aquí cerca.

El sonido de un martillo golpeando el hierro al rojo vivo la asustó por medio segundo; luego se calmó al darse cuenta de que… seguramente él estaba ocupado.

Confiándose, Suma entró con rapidez al interior de la casa. Temblando, agarró fuete la bolsita con monedas que transportaba y miró dónde podría dejarla; una rectangular mesa de madera.

La bolsita contenía 100 monedas; la deuda que se debía de saldar su señor con el herrero, ya mismo, por un equipo de armas entregadas a tiempo.

Se apresuró a dejar la bolsita la mesa, donde además había varios cuchillos, navajas, pedazos de katanas y kunais. Uno que otro pergamino también estaba ahí.

Con el corazón latiéndole muy rápido, Suma se dio vuelta con las intenciones de largarse deprisa, pero dio un fuerte grito cuando lo vio parado atrás de ella.

Alto, fornido y sin ninguna prenda cubriendo sus músculos del torso, cabello color negro, largo y ondulado; ojos afilados de color rojo oscuro, además de unas cejas anchas que marcaban bien su ceño fruncido… y sus labios… maldición, sus labios, tan apetecibles.

—Para ser una kunoichi no eres muy sigilosa —y esa voz tan varonil era un deleite.

No queriendo ceder a una tentación que podría costarles la vida a ambos, Suma dio 2 pasos hacia atrás golpeando sus caderas sobre el borde de la mesa.

"Indiferente" a eso, él dejó de verla a ella para echar un vistazo hacia el mueble, acercándose un poco a este, y a Suma.

—Mmm, así que ese ingrato por fin se dignó a pagarme.

Apretó con fuerza el palillo solitario que antes había sido un mitarashi dango, con una mano mientras que, con la otra, agarraba la bolsita y se alejaba.

—El señor Tengen me pidió que le diese sus disculpas…

—Sí, conociéndolo seguro eso hizo —ese frío sarcasmo, lo había extrañado también. Y aún con ese tono enojado, él la miró por encima del hombro—. ¿Algo más?

Ella desvió su mirada.

—No…

Él se mostró aún más molesto. Arrojó el palillo lejos, soltó la bolsa con el dinero, el cual hizo un ruido seco al golpear el suelo, y después de volverse hacia la puerta de la entrada y echar un vistazo, se adentró a la casa y cerró con fuerza.

—¡¿Qué haces?! —espetó Suma alarmada—, ¡¿acaso quieres morir?! ¡Abre la puerta!

—No.

—¡Ábrela! —exigió, más asustada que cualquier otra cosa.

De nuevo. Suma no le temía miedo al hombre que tenía enfrente. Le tenía miedo a la situación.

Ella se acercó con las intenciones de quitarlo de en medio e irse. Pero apenas se acercó a él, ese hombre tan impaciente y agresivo con casi todo el mundo, la sujetó de ambas mejillas y sin la más mínima delicadeza, la besó con toda su intensidad.

Suma hizo un gemido ahogado mientras tensaba sus manos para no ceder a la primera reacción que se le vino a la cabeza: abrazar su cuello.

Sus bocas se movían en una extraña sincronía, pues mientras él era más agresivo e intenso; ella lo recibía con cierta timidez, pero con esa misma necesidad.

Hotaru Haganezuka, de pronto bajó uno de sus brazos hacia la mesa, sin dejar de besarla, y un estruendo confirmó que él había arrojado las cosas que tenían encima. Suma ni se dio cuenta de en qué momento su cuerpo desnudo (salvo por su calzado) cayó de espaldas sobre la mesa desocupada.

—De-debemos… parar… —fue lo primero que salió de sus labios, hinchados y rojizos, mientras él lamía, besaba y hasta mordía uno de sus pechos.

—¿Por qué él te envió aquí? —exigió saber en un gruñido casi animal. Sujetando su mentón, obligándola a verlo a los ojos—. Pudo haber venido… y matarme.

—Dijo que tenía cosas que hacer —dijo temblorosa, sintiendo muchísima humedad en su entrepierna.

—Estupideces —espetó volviendo a ella; esta vez, devorando a su cuello, llevando una de sus manos a su intimidad, acariciando lento y firme; metiendo suavemente sus dedos adentro de ella—. ¿Qué tanto sabe él de nosotros, eh?

—¡No lo sé! —gritó ante un espasmo ocasionado por su pulgar frotando su clítoris.

—Sí lo sabes —le gruñó Hotaru sobre su oído sin dejar de atormentarla con su mano—. Él ya lo sabe. Lo sabe todo.

Como si estuviese haciéndola pagar por algo, Hotaru bajó hasta que sus labios pudieron hacer contacto directo con su vagina, comenzando a lamerla sin clemencia, haciéndola retorcerse sobre la mesa, gritando su nombre.

Perdida, Suma llevó sus manos a su cabellera oscura, empujándolo más hacia ella, sonriendo, incapaz de negarse a tal experiencia.

El orgasmo la asaltó con rapidez; cayendo cansada sobre la mesa, respirando agitada.

Hotaru se incorporó, agitado también, sin embargo, a diferencia de ella, él aún necesitaba alivio propio.

Mientras Suma volvía un poco en sí, él se descubrió su miembro, masturbándose un poco. Luego la jaló de las caderas hacia las suyas, rozando su pene sobre su sensible vagina; ella lo miró desde abajo, llevando una de sus manos hacia su vientre musculado, delineando cuanta piel pudo con sus uñas.

—Soy tan indigna —masculló ella llena de vergüenza, pero también de placer.

—Eres digna de todo, maldición —espetó enojado, entrando en ella. Suma se echó para atrás, recibiéndolo. Las embestidas no tardaron en comenzar, con fuerza y rapidez—. ¡Deja de infravalorarte así!

Suma abrazó a Hotaru con sus piernas, meciendo sus propias caderas en busca de obtener más de él. Gritaba su nombre, perdida en un mundo donde sólo existían ellos; sin clanes, sin matrimonios forzados, sin tener que ocultarse.

—¡Estoy… estoy…! ¡Ya casi!

Tensándose, aferrándose a su ancha espalda, Suma soltó un fuerte grito ante su segundo orgasmo, y ante sus constantes palpitaciones internas, él no tardó en seguirla también, adentrándose tan profundo como pudo, agarrándola con fuerza de las piernas, jalándola hacia sí mismo.

Ambos, agitados, él sobre ella, se dieron su tiempo para pensar.

¿Por qué Tengen había enviado a Suma con Hotaru?

Y si él ya sabía de la relación adúltera que su mujer tenía con el herrero de las armas, ¿por qué todavía no la ha castigado?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Acaso quería agarrarlos infraganti?

Porque si era así ya se estaba tardando.

Mientras volvían a vestirse, Suma miraba temerosa la puerta en espera de que de pronto llegasen 100 ninjas dispuestos a cortarla en pedazos.

—¿Quieres quitar esa mirada? —le preguntó él recogiendo de nuevo la bolsa con monedas; la abrió y se encontró con una nota, la cual no le mostró a Suma. La leería cuando estuviese solo; no quería preocuparla más de lo que ya estaba.

—Esto está mal… no me gusta.

—¿No te gusta esto? —la miró de reojo—. ¿O te molesta que esté mal?

Suma no respondió a eso, pero su silencio y gestos faciales fueron claros. No le gustaba guardar secretos, pero le gustaba estar con él. Lo cierto era que, tal vez, por esto, ella ya estuviese esperando un hijo suyo. Claro, a menos que bebiese tés o algún otro tipo de remedio precisamente para evitar eso.

—¿Sigues enojado conmigo? —preguntó Suma de pronto.

—¿Contigo?

—La última vez que estuve aquí…

Cierto, ellos habían discutido por su situación.

La primera discusión que han tenido desde que estaban juntos. Cosa rara ya que Hotaru Haganezuka era muy bien conocido por ser un tipo explosivo. Pero nunca lo había sido con Suma… hasta ese día.

Él estaba dispuesto a dejarlo todo y huir con ella lejos; hasta el fin del mundo; pero Suma tenía mucho miedo. Le tenía terror a intentar ser libre, y de cierto modo él la entendía; pues a diferencia de Hotaru, Suma tenía familiares que quizás tendrían que responder si ella desertaba.

Y ahora que Hotaru lo pensaba, esa era la primera vez que discutían de esa forma tan fuerte. Claro, a veces tenían sus malentendidos o sus diferencias, pero jamás se habían gritado así.

Él dijo cosas de las que no estaba muy orgulloso, y ella también lo hizo.

Ambos se hirieron con palabras, luego se separaron por un tiempo…

Hasta que el propio esposo de Suma la mandó con él.

«¿En qué diablos piensas, Uzui?» se dijo Hotaru dejando ir a Suma, que de nuevo, se había ido corriendo abrazándose a sí misma, como cuando se avergonzaba de algo. En este caso, de lo que ambos tenían.

Sujetó la bolsa de dinero y la abrió, leyendo por fin la nota:

"Más te vale no volver a hacerla llorar. Creo que ella está embarazada y si es así, sé que es tuyo. Estoy dispuesto a hablar".

Sin decir nada ni mostrarse perturbado por confirmar que, en efecto, Tengen Uzui ya sabía lo que él estaba haciendo con una de sus esposas, Hotaru quemó la nota después de leerla, pensó mucho en su situación, y se dijo que no habría otra opción.

«Es hora de morir, supongo» se dijo resignado.

A decir verdad, no estaba inconforme con su vida. A sus 30 años, aún tenía salud, así no sentía que podía ser tan exigente.

Aquella noche, por fin se vio cara a cara con Tengen Uzui, él no sintió ningún miedo. No quiso pedir perdón ni otra oportunidad para demostrar que no volvería a tocar a Suma; lo haría cuantas veces pudiese porque ella no sólo era la mujer que encendía su libido como nada en su vida antes lo había hecho, sino porque ella era una persona por la que valía la pena morir.

—Jamás quise tomar a tres mujeres como esposas —comenzó a decir el hombre de cabello blanco—, pero de igual forma fui obligado a hacerlo; lo haya deseado o no, ellas son mi responsabilidad. Y como tal, debo cuidarlas.

Hotaru lo dejó hablar; siendo franco, no esperaba tener que decir nada. Oiría, y luego moriría con dignidad.

—Durante todos estos años que he vivido con Suma, jamás la había visto tan feliz hasta hace cinco años, ¿te suena eso?

Desde hace 5 años que ellos se veían a escondidas.

—Sí.

—Sólo por eso decidí hacerme el estúpido y no indagar. En realidad, Suma es una mujer que puedo querer. Pero no de esa forma. ¿Entiendes lo que te digo?

—Sí.

—¿Entenderás que quise matarte cuando de pronto me di cuenta de que lloraba por las noches?

Sí, también lo entendía.

—¿Cuál es tu punto? —preguntó Hotaru impaciente—. ¿Vas a matarme o no?

—Si te mato, Suma moriría de tristeza. No soy capaz de hacerle eso.

Así que de eso se trataba.

Hotaru Haganezuka suspiró haciendo una sonrisa falsa.

—¿Y es verdad? ¿Espera un bebé?

—Ni idea. Hinatsuru cree que sí, pero no puedo obligarla a hablar.

—Puedes, pero no quieres.

—Sí. No quiero. No soy un animal.

Haganezuka por otro lado…

—¿Y si resulta que lo está?

—No tendría otra elección que unírmeles en la mentira y fingir que ese bebé es mío.

Eso le dolió.

Pero ni siquiera Hotaru estaba tan loco como para encapricharse por no reclamar un bebé que sería suyo y de Suma.

—Entiendo.

Así eran las cosas. Y así serían, quizás para siempre.

—FIN—


¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!


Reviews?


Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)