Título: A ti, desesperadamente.
Personajes: tls123/Han Sooyoung, Kim Dokja, Dokkaebi King.
Pairings: Sooyoung/Dokja.
Línea de tiempo: Semi-AU; What if.
Advertencias: Disclaimer Omniscient Reader's Viewpoint/Punto de Vista del Lector Omnisciente; los personajes no me pertenecen, créditos a Sing-Song. Posible y demasiado OoC [Fuera de personaje]. Semi-AU [Universo Alterno]. Situaciones exageradas. Nada de lo ocurrido aquí tiene que ver con la serie original; todo es creado sin fines de lucro.
Clasificación: T
Categoría: Dolor/Consuelo, Drama, Romance, Amistad
Notas: voy a admitir que me llenó de frustración el hecho de que Sooyoung 1863 no pudiera hacer algo más que escribir Ways of Survival, así que, como sigo enojadx, hice mi propia versión. Espero que no sea tan desagradable.


Summary: «Salva a Kim Dokja». Las pequeñas notas siempre están allí. La letra pintada en trazos reconocidos. Ella puede verse a sí misma en la escritura. Los mensajes nunca se van.


Un, dos, tres.

Tres gotas de sangre manchan el cuello de su camisa. Un hilo rojo deslizándose desde su pálida nariz golpeada, pasando por sus labios agrietados hasta resbalar por la pequeña barbilla y caer sobre la tela vieja de un uniforme desgastado que, pese a los años, sigue quedándole bastante bien (no es que sea bueno, en realidad es que no ha crecido lo que debería). La mancha carmesí aumenta, la ropa se humedece. La mano que le sujeta está a nada de rasgar el material de la anticuada prenda, por la manera en la que aprieta y jala de la misma.

El niño no encuentra la necesidad de preocuparse por la ropa más allá de lo habitual. Será un regaño y luego abandono, nada difícil con lo que lidiar. Está más ensimismado en el dolor desagradable de su piel golpeada y los mareos que causan la baja ingesta de calorías en los últimos días. Si pudiera, se desmayaría y dormiría allí mismo, en mitad del sucio suelo del callejón, para poder reponer las energías de las horas que estuvo despierto leyendo novelas. Pero no puede desmayarse ahora, no mientras el matón que tiene enfrente mantenga sus ojos sobre su figura temblorosa.

Está asustado. Este tipo que tiene enfrente da miedo. Su sonrisa maquiavélica, los ojos centelleantes en maldad y los músculos en tensión que avisan de un futuro movimiento en contra de su oponente; oponente que es él, este mocoso con la nariz rota, piernas débiles y ojos cansados. Es una pelea injusta (pero cuándo algo ha sido justo para él, en primer lugar).

Escucha varias risas escapando de los labios de su captor, y de los otros dos chicos que le acompañan, todos listos para atormentarlo.

—¿Qué es esa mirada, Kim Dokja?

Kim Dokja no sabe qué mirada está poniendo. Habría supuesto que una bastante lamentable. Después de todo, no es como si tuviera energías para siquiera quejarse de los golpes que ha recibido en los últimos minutos.

De hecho, es un poco sorprendente. Realmente ya no es capaz de sentir mucho más que hormigueos. Y el calor. El calor de su propia sangre manchando su uniforme.

Song Minwoo lo acerca a su rostro. Como un muñeco, Kim Dokja no encuentra la fuerza para moverse sino a cómo le ordenen. Su sangre mancha la mano ajena y es una sorpresa que el monstruo adolescente no lo note, o no le importe (tal vez lo golpeará también por eso más tarde).

—Es como si quisieras matarme.

Gracioso. Casi parece al revés.

—¿No piensas decir algo al respecto, Kim Dokja?

Kim Dokja está demasiado cansado. Cada músculo de su cuerpo se siente como plomo. Incluso su lengua es una cosa extraña dentro de su boca.

Pero aun así, se encuentra a sí mismo abriendo sus labios.

Es entonces que ocurre.

Algo se estrella contra la cara de Song Minwoo.

—¡Métete con alguien de tu tamaño, perra!

Dokja cae al suelo estrepitosamente. Terminando de costado contra el cemento que no muestra piedad para con sus pobres ropas, su codo golpea una lata y su chaqueta se empapa con un charco de agua de dudosa procedencia.

Aun así, levanta su cabeza a toda velocidad y sus ojos, grandemente abiertos y llenos de sorpresa, observan la pequeña figura de pie junto a él.

Una niña.

Una niña con un bate.

Un bate de metal.

Oh, dios mío, ¿hay sangre en el bate?

Dokja siente la bilis subir a su garganta y luego su mirada viaja a toda velocidad hacia la imagen de Song Minwoo levantándose del suelo con ayuda de los otros matones, a los cuales termina empujando antes de erguirse completamente y luego lanzar la mirada más asesina que Kim Dokja lo habrá visto poner antes. Mirada que va dirigida no a él, sino a la niña.

La niña que permanece frente a Dokja, moviendo el bate de manera amenazante y adoptando una extraña postura de pelea.

Dokja no puede ver su expresión. Sólo puede escucharla gruñir y—

—Maldición, en qué mierda me metí...

Arrepentirse.

No por menos.

—Mocosa...

Antes de que Song Minwoo pueda decir algo más, Kim Dokja no sabe cómo, pero se las arregla para volver a ponerse de pie. Su cuerpo antes pesado ahora es ligero, tanto como el aire, y lo único que le pesa es el uniforme mojado con sangre de sus heridas y el agua extraña. Pero eso no lo detiene en el momento en que extiende la mano, agarra la gorra del suéter de la pequeña y la jala a toda velocidad hacia él. Le quita el bate de las manos y, con una puntería que no reconoce, lo lanza directamente a la cabeza de alguno de los chicos que tiene enfrente.

En el instante en que escucha el quejido y la maldición salir de la boca de uno de esos muchachos, sujeta el brazo de la chica y sale corriendo.

—¡Oye! ¡¿Qué mierda estás haciendo?! —grita ella, apenas siguiéndole la carrera.

—¡Salvarnos! —Es su única excusa.

—¡¿Salvarnos?! ¡Estamos escapando! ¡... Como unos cobardes!

Dokja mira hacia atrás un segundo.

Asiente mientras se muerde los labios y saborea su propia sangre.

Ella deja atrás el ceño fruncido que había puesto. Luego se suelta de él y, justo después, le agarra de la mano y lo hace girarse en otra dirección.

No regresan atrás.

Kim Dokja la escucha maldecir.

Quiere preguntarle su nombre, pero su curiosidad se disipa en cuanto escucha la voz de Song Minwoo llamándole, junto con el nombre de otra persona.

—¡Han Sooyoung, maldita perra!

Y esta tal Han Sooyoung solamente suelta una gran risotada tras escuchar su nombre salir de la boca de aquel bastardo.

Kim Dokja no puede decir que se siente bien al escucharla reír. Sin embargo, ese sonido hace que se olvide del terror y se centre en un nuevo dilema.

¿Por qué demonios Han Sooyoung está en este lugar?


—Tiene que ser una maldita broma...

Un gruñido entre dientes se le escapa a la niña mientras observa, con absoluto odio, la pequeña nota pegada sobre su computadora.

Deja su taza de café sobre la mesa con una rudeza innecesaria, haciendo que algo del líquido se derrame en los bordes y manche sus notas escolares, pero no le presta atención a eso. Su mirada y atención permanecen fijas en el maldito trozo de papel de color dorado que permanece allí, frente a ella, ofendiendo con su existencia la zona.

Agarra el papelito con fuerza, quitándolo de encima de su preciada laptop. Lo ojea con rapidez, sin prestar atención a la caligrafía, sólo a las palabras.

«Salva a Kim Dokja»

—¡¿Y quién carajos se supone que es esa persona?!

Maldice en voz alta y arruga la nota, tirándola con fuerza contra una pared. Gruñe de manera bestial y se jala el cabello. La frustración la embarga y tiene ganas de lanzar todas las cosas a su alrededor en mitad de su ahogamiento metafórico.

No es la primera vez que recibe una nota como esa, con esa misma frase, en el último mes.

Todas ellas siempre tenían lo mismo, pero Han Sooyoung no había llegado a comprender qué demonios significaban. No recuerda haber conocido nunca a alguien llamado Kim Dokja— ¡Pero ese ni siquiera era el problema principal! El maldito problema era que, en realidad, no había indicios de que alguien hubiera entrado a su casa para poner estas notas. Según su guardia y portero, nadie sospechoso había sido visto en el último mes, y las cámaras de seguridad de los jardines lo habían dejado claro. El culpable tampoco era alguno de los trabajadores del lugar; no la cocinera ni la que hace la limpieza, ni mucho menos el jardinero. ¡Por lo tanto, el culpable seguía siendo un jodido un misterio al día de hoy!

Han Sooyoung había llegado a pensar que tal vez se trataba de un fantasma, pero los fantasmas no podían agarrar objetos materiales para escribir, según sabía. Y si pudieran, no tendrían una letra tan pulcra, por cosa lógica.

Pero si no era nada de eso, ¿entonces qué? No sabe. Lleva el último mes tratando de descubrir al culpable. No lo ha encontrado. Ni siquiera poniendo más cámaras en la casa ha servido, todas se habían apagado a cierta hora y luego se volvían a encender. También había recurrido a poner alarmas, pero esas también fueron apagadas, como si el maldito supiera todo el tiempo sobre todo lo que hacía. Sooyoung ya habría optado por llamar a la policía en este punto, pero no podía hacer eso. Sus padres, sus malditos padres le harían un escándalo y la volverían a mudar en el momento en el que hiciera un movimiento vistoso.

Habría decidido cambiar de portero por si acaso ese sujeto había estado haciendo mal su trabajo, pero el hombre estaba bajo las órdenes de su progenitor, por lo que no podría hacer algo con él. Tuvo que resignarse. En cambio, contrató un detective privado, pero nada útil. Realmente nadie había salido o entrado a la casa de manera sospechosa.

Pero las notas nunca se iban. Siempre estaban allí en la mañana, en distintos lugares de la casa, siempre esperando a que ella las encontrara.

Cierra los ojos con fuerza y respira profundo. El dolor de cabeza, debido al extraño cansancio de los últimos días, se encuentra aumentando. No es bueno. Si pierde los nervios aquí, sería lo mismo que dejar ganar al bastardo que estaba jugándole estas bromas sin gracia. Y Han Sooyoung nunca deja ganar a alguien que no sea ella misma.

Alcanzando su taza de café, bebe un sorbo al mismo tiempo en que abre su computadora. Observa su reflejo en la pantalla apagada; hay ojeras prominentes bajo sus ojos y una mueca de molestia en sus labios, y su ceño ha estado más fruncido que de costumbre. Se decide a, al menos, dejar de arrugar la nariz.

Bebe otro sorbo mientras enciende la laptop.

Se toma un segundo para pensar sobre el bastardo de las notas. Esa persona no había tocado absolutamente nada dentro de la casa. Nada de valor, ni siquiera había movido algo más que un par de bolígrafos y el bloc de notas que Sooyoung usaba a veces para recordarse algo importante.

El mismo bloc ya estaba a nada de agotarse.

Han Sooyoung se pregunta si esos mensajes se detendrán cuando finalmente se acaben esas hojas amarillentas.

Niega con la cabeza. Bebe café de nuevo y entra a la plataforma de novelas. Tiene un capítulo nuevo que escribir y dinero que ganar.

Entre la publicidad de la página, un par de libros resaltan. Uno en específico llama su atención por un segundo. Algo sobre una vida de violencia doméstica que llevó a la ruptura mental y a un asesinato.

Han Sooyoung frunce el ceño y pasa de eso. No está interesada en autobiografías.


—Feliz cumpleaños, señorita —La voz amable del hombre suena tan falsa, al igual que la sonrisa que le regala mientras extiende hacia ella una bolsa de marca y una caja bien decorada—. Sus padres le han mandado esto por su décimo quinto–

—Sí, sí. Ya. Déjalos en la puerta, los recogeré en un rato.

Han Sooyoung pasa de la mirada molesta del portero y camina en dirección a la casa. Sacando sus llaves, entra al lugar, arrastrando sus pies contra la alfombra. No le importa quitarse los zapatos, no le importa si está ensuciando el suelo, tampoco le importa tirar su bolso y demás útiles escolares hacia cualquier lugar. Lo único que le importa es llegar a su habitación en este momento.

Cuando abre la puerta del dormitorio principal, escucha un rechinido que hace eco por todo el desolado lugar. Dirige sus ojos hacia la cama, y luego hacia el escritorio, donde permanece su preciada computadora. A un lado de ella, está el bloc de notas amarillas.

Vacío.

Las páginas se han acabado. No recuerda cuándo, pero supone que ha sido ayer debido a que no ha encontrado ningún mensaje esta mañana.

Inhala un poco, pero se detiene antes de soltar ese suspiro de tristeza que apenas nota que estaba a punto de soltar. Niega rápidamente con la cabeza. Su corto cabello negro golpea su rostro varias veces y ella rápidamente se dirige hacia su cama, tirándose sobre ella boca abajo mientras soporta el picor tras sus ojos.

De nuevo, otro cumpleaños en soledad.

No es que hubiera esperado algo más. No si entendía perfectamente que era una niña que no debió existir. Pero entenderlo era igual de molesto que aceptarlo.

No quería entender. No quería aceptar.

Se pregunta si estaría bien simplemente salir a la calle a gritar que es su cumpleaños y que todos estaban invitados a hacerle la mejor fiesta de la historia, debido a que es hija del político que han elegido y la actriz que tanto adoran ver en películas, como agradecimiento por su existencia inmerecida.

Aunque realmente no necesita algo así. Hubiera estado bien simplemente invitar a sus compañeros de clases pero, por alguna razón, algo en ella se agrió en el momento en que despertó y no vio la nota por ningún lugar de la casa.

Masculla una maldición y golpea el colchón.

—Maldita sea, por qué demonios... Ugh... —Alcanza una almohada y la abraza. Su cabello cubre la mitad de su rostro mientras observa con enojo el bloc de notas vacío—. Ni siquiera conozco a esa persona... Ni a ese tal Kim Dokja... ¿No serán la misma persona? Agh, pero estos imbéciles, justo hoy... Arruinaron mi día.

Maldice otro par de veces mientras golpea la almohada entre sus brazos.

No había descubierto al culpable. No sabía quién era Kim Dokja. Y se había aislado a sí misma en su propio cumpleaños.

No estaba bien.

Golpea una última vez y luego rueda sobre su espalda, quedando boca arriba sobre el colchón, mirando con cansancio el cielo raso de la habitación.

Realmente es absurdo. Tan absurdo.

La soledad es absurda. Debería estar haciendo otra cosa, no lamentarse por haberse librado de las notas raras de un completo desconocido que no dejaba de molestarlo con respecto a una persona con un nombre extraño.

Bufando ruidosamente, se levanta de un salto de la cama y se lanza sobre su silla con ruedas, deslizándose hasta llegar a su escritorio. Enciende inmediatamente su laptop.

—¡A escribir! Nadie más que yo tiene derecho a arruinar mi día —se alienta a sí misma, dispuesta a hacer un desastre con alguna de sus novelas por hoy, sólo para ver cuántos lectores comenzarán a molestar de verdad.

Probablemente su editor la matará, pero nada grave. Algo de diversión en este día lo valdrá completamente.

Ese es el plan y, sin embargo, acaba entrando a la zona de comentarios de su novela más popular antes de escribir de verdad.

Y allí encuentra un nombre peculiar.

Kim Dokja

Su mano sobre las teclas se detienen antes de que pueda escribir una respuesta para el comentario de esa persona.

Sus pupilas tiemblan sin darse cuenta y su respiración se corta. Algo frío sube por su columna. Luego se levanta abruptamente. Cierra la computadora con algo de fuerza y la aparta de sí misma.

Entonces lo ve.

La pequeña nota escondida bajo el objeto.

La agarra, con manos temblorosas.

«Feliz cumpleaños, Han Sooyoung»

—Ah... —Hace un sonido bajo y agudo, parecido a un llanto ahogado.

Da la vuelta a la hoja.

«Por favor, salvemos a Kim Dokja»

De reojo, observa de nuevo la computadora.

Sus pupilas brillan mientras una sonrisa tensa se dibuja en su rostro, hasta que se vuelve en una mueca perfecta que enseña sus blancos colmillos.

Finalmente ha encontrado verdaderas pistas.

Y un plural que ha comenzado a comprender.


Su nueva escuela es una mierda, eso es lo primero que nota Han Sooyoung el primer día que asiste a ella.

No podría ser menos si es que ya había recibido miradas de burla debido a su baja estatura en el momento en que se presentó a la clase entera. Nadie la notó más allá de su altura. No miraron su rostro bonito ni la diferencia en modales ni la apariencia bien cuidada de una niña rica. No. Sólo le vieron la estatura.

Malditas escorias.

Aun así, hizo caso omiso a tales cosas. Al menos el profesor la había reconocido, y probablemente intentaría ganarse su favor más tarde o algo así. No importaba. Nada ganaría de Han Sooyoung, quien sólo era una niña abandonada con mucho dinero en una cuenta bancaria a su nombre. Pero estaba bien, mientras tuviera a los adultos de su lado, sería más sencillo conseguir su objetivo.

Es así que, ese primer día, no hace más que garabatear en su cuaderno ideas aleatorias sobre qué hacer a continuación. Ya había llegado al lugar donde la información que consiguió le había dicho que se encontraría esa persona de nombre extraño, pero no había planeado más allá de esto. En realidad, en su extraña euforia, había olvidado que no conocía a ninguno de los intrusos en su vida, y que realmente no sabía de qué o por qué demonios debía salvar a este tal Kim Dokja.

Bufa, restándole importancia. Bien, al fin y al cabo, esto sólo era un capricho. Si resultaba que Kim Dokja era un maestro de esta escuela, entonces tal vez se trataría de una broma o alguna misión secreta para ser ayudante suyo o algo así. Si era un estudiante, la cosa sería incluso más sencilla. Tendría que acercársele y obligarlo a soltar la verdad, puesto que probablemente el mismo imbécil de las notas era el propio Kim Dokja. Cosa lógica.

Detiene su bolígrafo en cuanto llaman su nombre. Responde en voz alta las respuestas, por supuesto, todas correctas. Regresa a su paz y saca del bolsillo de su abrigo la nota de esta mañana.

Observa con atención la letra.

Los escalofríos le recorren. Desde su cumpleaños, ellos siguen atormentándola. Pero es seguro. El culpable de los mensajes es Kim Dokja.

Porque aunque esta sea su letra, no podría ser ella misma quien—


De reojo, nota la puerta abierta de un aula vacía. Dentro del aula hay alguien.

Han Sooyoung observa sólo por dos segundos antes de volver a desviar la mirada. La imagen de una figura pequeña, sangrante y débil se hunde en sus pupilas y se pierde en sus otras memorias.

No es su problema.

Sujeta con más fuerza la caja de libros. Tiene trabajo en esta mierda de escuela, a diferencia de otras personas que pasan las horas extras victimizándose.


—¿Qué...?

Escucha unas risas bajas del resto de sus compañeras de aula. Ellas empiezan a murmurar algo, a continuar con su charla, que la incluía a ella, claro.

Pero Han Sooyoung siente su mente perdida luego de haber escuchado un sólo nombre.

Kim Dokja.

Se pone de pie con lentitud. Sus ojos tiemblan y traga pesado. Intenta hablar, intenta preguntar, pero la información y las frases se arremolinan en su mente y crean un caos. Apenas es capaz de oír y mantenerse erguida. Sus dedos se mueven ligeramente, su mano tantea su suéter, buscan los bolsillos y, cuando encuentra, hunde su mano allí y agarra con fuerza el trozo de papel que ha escondido para sí misma.

Es este mensaje, el que contiene la misma frase de siempre.

«Salvemos a Kim Dokja»

Salvemos. Salvemos. Salvemos.

El plural se siente más pesado que antes, pero al mismo tiempo es mucho más claro. No cree entender el porqué.

—¿Qué sucede, Sooyoung-ah?

El llamado a su nombre le saca de su trance y observa de nuevo a esta niña.

Han Sooyoung parpadea varias veces.

—Es como si hubieras visto un fantasma. ¿Qué es? ¿Tú también has escuchado hablar de Kim Dokja?

—¿Cómo no? ¡Todos en Seúl lo conocen desde ese libro! Sooyoung-ah también debería–

—¿Que él hizo...? —Han Sooyoung, a pesar de todo, todavía se encuentra casi sorda a sus palabras. Hay una sola cosa que se repite en su mente, algo que no queda claro pero que al mismo tiempo es casi tan obvio como el dolor tras un corte de papel—. ¿Qué... fue lo que dijiste que él hizo? Hace un momento tú...

—¿Oh? ¿Hablas de que tuvo un intento de suicidio? Saltó desde una ventana hace dos años.

—Y creo que ha estado recibiendo acoso desde entonces.

Sooyoung olvida cómo respirar.

Salvemos a Kim Dokja.


Duele. El dolor en sus piernas es lo suficientemente fuerte como para obligarla a aminorar el paso, pero aun así no se detiene. No mientras exista la más mínima posibilidad de que Song Minwoo llegue a saltar sobre ellos.

Pero su compañero no parece pensar lo mismo.

—¡Detente...! Yo...

Y justo después tropieza.

Han Sooyoung cae con él.

Los dos ruedan una vez por el asfalto. Las rodillas descubiertas de la niña se raspan, pero nada se nota bajo su falda debido a los pantaloncillos. Acaba boca arriba, mirando el cielo nublado, y su cabello alborotado tapa parte de su vista. Su acompañante, en cambio, termina golpeando su frente contra el duro suelo, y Sooyoung está segura de que escuchó una especie de crujido, pero no está segura de qué cuerpo escapó ese sonido, si del suyo o el de este chico.

Pensando en ello, Sooyoung rápidamente se sienta y luego gira hacia la persona a su lado. No se mueve. Él no se mueve.

Cuando está a punto de tocarlo, oye un desagradable quejido.

Suspira aliviada, pero luego se pregunta por qué acababa de suspirar. Niega para sí misma y se pone de pie. Sisea de dolor debido a las raspaduras y los golpes, pero lo deja a un lado para caminar hacia la otra persona, y luego sentarse en sus talones para mirarlo más de cerca.

—Oye, tú —lo llama, y golpea con sus dedos la cabeza del chico. Este mismo vuelve a quejarse, sin hacer algún movimiento. Ella tiene que ayudarlo a dar la vuelta su cabeza, y hace una mueca cuando nota la raspadura en la frente y la sangre brotando de la nariz—. Ugh. En serio te ves horrible.

Él abre lentamente los ojos, y su ceño se frunce. Han Sooyoung no piensa mucho en lo bonitas que son sus pestañas, sino que decide concentrarse en cómo mueve la boca para hacer varias muecas de dolor.

No lo culpa. Seguramente fue él el causante de ese sonido de ramita rota.

—¿Llamo a una ambulancia? —se pregunta la chica en voz alta, pero en el instante de haber terminado esa frase, como si hubiera presionado un botón mágico, el chico se levanta con ayuda de sus brazos y la mira con horror.

—¡No! —exclama el niño, con las pupilas brillando en algo parecido a desesperación.

Han Sooyoung enarca una ceja.

—¿No? ¿Por qué? Literalmente escuché uno de tus huesos–

—¡No!

—¡Bien! ¡Pero no te atrevas a volver a gritarme, Kim Dokja!

De nuevo, otra reacción. La expresión de pánico del chico se desvanece para dar paso a una ligera confusión, y luego a la resignación.

A Sooyoung no le gusta.

Kim Dokja asiente en silencio, tal vez hacia ella o para sí mismo, aunque no importa. Luego, con esfuerzos y otras cuantas caras de dolor, se sienta en suelo y decide no mirarla, mientras usa una manga para limpiarse la sangre seca de la nariz.

Han Sooyoung tuerce los labios en enojo.

—¿Dónde está mi agradecimiento?

—¿Hm? —Él vuelve a mirarla, casi con sorpresa. El entendimiento pasa por sus ojos y rápidamente muestra una cara nerviosa, volviendo a desviar la vista—. Uh, yo... Lo siento...

—Dije agradecimiento, no disculpas —le interrumpe, y rueda los ojos—. Mira que eres desagradecido. Incluso me hiciste perder mi bate favorito.

—Ellos lo habrían usado para golpearte —declara de repente, con una seriedad absoluta.

Sooyoung bufa, restándole importancia al cambio de actitud del chico cada vez que recuerda a sus acosadores.

—Los habría golpeado más fuerte —afirma ella, con confianza—. Lo suficiente como para que no volvieran a levantarse.

—Realmente creo que no–

—Ok, charla desagradable —Tras interrumpirle descaradamente, se yergue y sacude el polvo en su falda. Gruñe debido a los raspones que se han llenado de suciedad, y luego vuelve a mirar a Kim Dokja—. Vamos. Tenemos que limpiarnos.

—¿Qué?

—Tienes un brazo roto, ¿no? —Lo mira con atención, haciendo una expresión de dolor al ver la cantidad de sangre y suciedad sobre el escuálido cuerpo adolescente. Él abre la boca para responder, pero ella habla en su lugar—. Traeré un médico privado, no importa. Sólo ponte de pie. Te necesito con vida para que me devuelvas el dinero que gasté en ese bate.

Kim Dokja parpadea, y luego sus mejillas se tiñen de suave rosa. Con algo de dificultad, se pone de pie, y camina detrás de Han Sooyoung hacia un destino desconocido.

E incluso si le parece raro que una niña extraña lo guíe, no encuentra que sea peor a cualquier otro lugar que conozca.


—No creas que algo de esto es gratis.

Kim Dokja no puede evitar atragantarse con el vaso de agua que estaba bebiendo. Algo de líquido se derrama por su barbilla, pero en cuanto intenta limpiarse con su mano libre, recuerda que está enyesado. Así que deja el vaso en la mesa y usa esa mano sana para arreglar su estado tanto como le sea posible.

La mirada fija de Han Sooyoung no ayuda mucho a los nervios, y Dokja sólo acaba moviendo los dedos de manera nerviosa por encima de la suave tela de la camiseta que le han prestado. Tiene un olor demasiado dulce que le molesta la nariz, pero no se puede quejar. Hace una mueca, antes de aclararse la garganta, decidiendo hablar.

—Lo siento, yo–

—Sé que estás quebrado —le interrumpe la pequeña señorita. Dokja maldice interiormente y desvía la mirada, sintiendo su cara caliente. Ella golpea sus uñas por sobre el mueble que los separa, sin dejar de mirarlo, manteniendo un ceño fruncido que, al parecer de la misma, se ve amenazante—. Así que te daré un buen plazo. ¿Qué edad tienes?

—Um... Cumplí diecisiete hace unos meses...

—¡Bien! —Ella golpea sus manos en la mesa cuando se pone de pie, espantando al pobre chico herido. Una sonrisa astuta adorna su bonito e infantil rostro—. ¡Tienes hasta los veintiocho para pagarme por completo!

Dokja guarda silencio. Abre y cierra la boca un par de veces, antes de fruncir las cejas con extrañeza.

—¿Por qué hasta los veintiocho?

—¿Quieres que acorte el plazo?

—No, veintiocho está bien. Gracias —Sonríe de manera tensa, y Sooyoung le devuelve el gesto. Un momento después, deja ver de nuevo una expresión curiosa y también nerviosa—. Aunque... Eh... ¿Puedo saber...? Um...

—¿Por qué te estoy ayudando?

—Sí, eso. Yo realmente no te conozco y–

—Yo tampoco te conozco —declara severamente, volviendo a tomar asiento. Cruza los brazos mientras recibe una mirada confusa de parte del chico. Chasquea la lengua con cierto enojo, desviando la mirada antes de hablar—. Pero alguien me ha estado molestado mucho con respecto a ti.

—¿Quién...?

—No lo sé —le corta, y es básicamente la verdad, porque sabe que nada es seguro en una suposición, mucho menos en una ridícula. Decide dejarlo pasar—. Aunque eso no importa ahora. Lo que importa es que abras la boca. Dime, Kim Dokja, ¿quién eres tú?

Kim Dokja abre los ojos un momento, probablemente sorprendido por una pregunta tan absurda luego de las horas que habían llevado juntos y la ayuda que había recibido. Pero esa sensación de confusión se disipa para dar paso a un pensamiento frío.

El chico aprieta los labios en una línea. Hay incomodidad en sus ojos, pero también cierta furia triste.

—Estoy seguro de que ya lo sabes. Suelo aparecer en las noticias a veces. El hijo de un asesino.

Han Sooyoung no le cree.

—Bien.

—... ¿No vas a echarme luego de...?

—Pediré pizza.

—... ¿Es tu manera de decirme que puedo quedar...?

—De piña.

—Dios, no, por favor.

Sooyoung sonríe y corre hacia el teléfono antes de que Dokja pueda siquiera ponerse de pie.


Hay una nota sobre la computadora.

«Salvaremos a Kim Dokja»

Han Sooyoung observa con cuidado los trazos. A diferencia de otras veces, son más limpios, más pulcros, más suaves y precisos. Como si el que hubiera escrito estas notas finalmente estuviera tranquilo. Es tan diferente, que el horror de haber encontrado una de estas anteriormente ya no se siente por ningún lado.

Pero Han Sooyoung ya no puede negarlo.

Esta es su letra.

No hay horror, pero es algo más. Un miedo atroz que repta por su garganta. Ya no está dirigido a lo desconocido, sino a su propio ser.

El miedo a sí misma la abruma. Su visión se nubla.

Entonces escucha un golpe contra la puerta de su cuarto.

—Han Sooyoung, ya está el desayuno.

Es la voz de Kim Dokja.

Sooyoung se reprocha por haberlo dejado quedarse en su casa, pero luego se dice que es mejor así. Al menos de esa manera tienen una excusa y pueden volver juntos, y los matones ya no lo perseguirán, además de que evitaría que Dokja se metiera en problemas con sus cuidadores sólo por existir cerca de ellos.

Han Sooyoung no puede negar la lástima que siente por el chico, pero tal cosa se opaca cada vez que debe convivir con él.

Da varias zancadas hasta abrir la puerta y regalar una expresión rabiosa hacia el chico.

—¡Más te vale no haber quemado la comida!

Corre.

La nota cae al suelo y se pierde.


Hay rojo en su visión otra vez. El repulsivo aroma a sangre inunda el cuarto cerrado y le causa desagradables náuseas, que la obligan a tragar con fuerza la bilis que sube a su lengua. Quema. Quema tanto como su interior, de una manera no física, mientras la escena frente a ella se desarrolla en cámara lenta.

Han Sooyoung siente sus dedos helarse y, antes de darse cuenta, corre a toda velocidad hacia adelante. Sus manos alcanzan el brazo y la muñeca ajenas, las separa una de otra. La sangre caliente y pegajosa ensucia sus propias manos pero no puede sino mirar hacia el rostro de esta persona.

Las lágrimas transparentes dan un brillo enfermizo a la piel de porcelana. Los ojos apagados y la expresión vacía de Kim Dokja contrastan con las manchas carmesíes en la mejilla y la barbilla del joven. El pelo oscuro está enredado y enmarañado, como si él hubiera estado horas jalando del mismo, y si Sooyoung prestara atención, podría ver hebras negras alrededor de los dedos del chico y ensuciando el azulejo del piso al igual que la sangre que escapa de una muñeca cortada.

Ella abre la boca, pero no sale ni un solo sonido. Así que aprieta los dientes y zarandea la mano que sostiene la cuchilla, obligándolo a soltarla. El metal también manchado hace un sonido seco al caer, y luego rebota una, dos, tres veces hasta chocar contra la bañera. Ella no lo mira. Ella observa el corte en la piel y los borbotones lentos escapando de las venas azules.

Quiere preguntar por qué.

Por qué. Por qué. Por qué. Por qué. Por qué. Por qué. Por qué. Por qué. Por qué. Por qué.

Y, sin embargo, en cuanto mira de nuevo el rostro de Kim Dokja, entiende el porqué.

Pero eso no significa nada.

—¡Idiota...! ¡Tú...!

—Han Sooyoung...

Él se desmaya.

Sooyoung, por primera vez, realmente debe llamar al hospital.

Horas más tarde, finalmente, realmente, entiende el porqué de las notas.

«Salvaremos a Kim Dokja»

Han Sooyoung llora al lado de una cama de hospital mientras insulta al niño acostado allí.


—No puedo creer que hayas intentado cocinar mientras no estaba.

—Incluso si estuvieras, no haría mucha diferencia.

—Cállate. Yo al menos sé cómo se usa un extintor.

Kim Dokja guarda silencio un momento, antes de tararear en afirmación, rendido, dándole toda la razón a Han Sooyoung. La niña sonríe por un momento, saboreando con gusto la victoria, antes de recordarse que no es un buen momento para sonreír.

No mientras los bomberos hacen todo lo posible por apagar el fuego que inunda su casa.

Si fuera otra persona, probablemente se enojaría del hecho de que su compañero de vivienda acababa de carbonizar su hogar sólo por querer cocinar un postre. Pero ella es Han Sooyoung, y algo así, bueno, no diría que no había pasado por algo parecido antes.

—Tendremos que quedarnos en un hotel.

—Lo siento...

—No quiero disculpas. Voy a subir esto a tu cuenta, que quede claro.

Dokja de verdad llora después de eso.

Sooyoung tiene que lidiar con las miradas de reproche de las personas a su alrededor, y aunque tenga ganas de decir que todo el incendio fue culpa de este idiota a su lado, no lo hace. El chico ya está sufriendo lo suficiente por sí mismo.

Han Sooyoung suspira.

Al menos ha podido sacar su computadora.


—Han Sooyoung, ¿no notaste que tu novela se parece mucho a esta?

—¿Uh? ¿Qué te hace pensar tal cosa? Mis novelas son originales y yo–

La niña guarda silencio mientras lee las líneas a través de la pantalla rota del teléfono del muchacho.

El silencio permanece otro par de minutos.

—... Bien. Esto es aterrador.

—Yo digo que deberías–

—¡Voy a terminar mi novela antes que ese idiota!

—No, Han Sooyoung, eso no es lo que yo...

Los sonidos veloces de las teclas siendo presionadas interrumpen las palabras de Dokja. El chico no tiene de otra más que suspirar con cansancio y volver a acomodarse sobre el sofá para seguir leyendo la nueva actualización.

De reojo, observa a Sooyoung trabajando rápidamente. Sonríe un poco al verla cambiar ciertos aspectos en su tan famosa novela. Probablemente fingirá demencia cuando le diga que ha hecho bien en no actuar como una mala escritora.

Bien. Su irritante amiga tal vez podría ser de todo, excepto una plagiadora. O al menos eso le decía el tiempo que ya llevaba a su lado.

Sólo que este parecido sigue siendo extraño.

... Lo dejará pasar.


—Feliz cumpleaños.

Algo frío se pega a su mejilla, haciendo que suelte un grito de sorpresa y sacándola a la fuerza de sus pensamientos. Gira la cabeza con rapidez, y se topa con la sonrisa indescifrable de Kim Dokja. Antes de poder gruñirle y maldecirlo por aparecerse de la nada y espantarla con su desagradable presencia, nota que el objeto frío permanece cerca de su rostro.

Al tomarlo, lo mira un par de segundos, para después ver al muchacho y enarcar una ceja hacia él.

—Estoy segura de que esto no es del todo legal.

—Ya eres mayor de edad —declara él, con confianza, abriendo su propia lata de cerveza y chocándola con la de ella. Sooyoung pone una cara ofendida, antes de rodar los ojos y finalmente aceptarlo todo en silencio, decidiendo beber al igual que él. Dokja esconde una sonrisa malvada—. Aunque ya te he visto tomar alcohol antes de hoy.

Han Sooyoung se atraganta y tose hacia el lado contrario. Él termina su cerveza en silencio, mientras ella siente su cara ponerse completamente caliente.

La chica gruñe un par de palabrotas y le da un golpe ligero a su compañero, y él simplemente se ríe.

Ambos miran en silencio las estrellas.

—Quemaste el pastel que querías hacerme, ¿verdad? —pregunta de pronto Sooyoung, bebiendo otro sorbo mientras escucha a Dokja toser esta vez.

—No... Tú... Cómo...

—Tienes harina en el pantalón.

—Maldición. Debí cambiarme antes de salir.

—No me digas... ¿Saliste a comprar cerveza con harina en el pantalón?

—Plan de emergencia. Tenía que darte algo memorable hoy.

—Oh, y qué memorable. Esa mancha de harina tiene la forma de Jesús.

—Cállate.

Han Sooyoung se ríe ruidosamente. Decide olvidar sus dedos entumecidos por la lata fría, o las alergias que le causan las flores primaverales, o el hecho de que no hay llamada o mensaje alguno de parte de las personas que la habían traído a este mundo. Aunque eso realmente no le importa del todo, pero ya se había acostumbrado a ellos, así que no haberlos visto esta mañana o no haber recibido un regalo había sido una sorpresa no grata.

Sin embargo, hay otro regalo ahora mismo a su lado, y puede concentrarse en él antes que en los objetos olvidados en su armario y en la habitación de reserva.

Eso está bien, se dice, bebiendo más de la asquerosa marca que es la favorita de Kim Dokja.

Inesperadamente, en este cumpleaños no se siente tan sola.


—Han Sooyoung, ¿no quieres leer–?

—No.

—Pero ni siquiera me dejaste–

—No voy a leer esa novela basura.

—... No es basura.

—Kim Dokja, tu negación no hará que mágicamente deje de serlo.

—Eres cruel.

—Lo sé. Bueno, ¿qué quieres cenar hoy? ¿Sopa de tomate? Oh, bien, deja llamo al restaurante.

—Detente, por favor.


—Oye, ¿a qué universidad vas a entrar?

—Uh... No lo he pensado.

—¿Cómo no? Ugh. No puedo creerlo. Preocúpate más por tu futuro, hombre.

—Claro. Lo dice la escritora que actualiza su novela cada vez que le da la gana.

—Eh, yo al menos tengo un futuro asegurado. Tú, a diferencia de mí, sólo eres un pobre ente desdichado que no tiene a nadie más que a su hermosa y perfecta benefactora para sobrevivir a este mundo.

—Me encantó la parte en la que me despreciaste para enaltecerte a ti misma. En serio, cada día eres mejor persona, Han Sooyoung.

Sooyoung da una patada ligera al chico, consiguiendo que finalmente quite la mirada de su teléfono.

Dokja está a nada de quejarse por el golpe innecesario, pero en cuanto observa mejor la expresión seria de su mejor amiga, decide mejor callarse.

Apaga su celular y se recuesta en el sofá. Ella le acompaña, y ambos se quedan en completo silencio por un rato.

—No creo ser apto para una buena universidad —admite de repente el muchacho, cerrando los ojos y tirando cabeza para atrás, soltando un largo suspiro de resignación.

Sooyoung lo mira. Aprieta el puño. Tiene tantas ganas de darle a este idiota un golpecito demasiado fuerte y soltar una mala broma para aligerar el ambiente, pero no encuentra la energía ni la voluntad para hacer alguna de esas cosas.

En cambio, también suspira y, luego de un momento, se tira contra el hombro de su compañero. Lo siente tensarse, así que le da un codazo en el costado para que no se atreva a levantarse justamente mientras trata de animarlo.

—No eres tan idiota.

Sí, bien hecho, Han Sooyoung.

Inesperadamente, Kim Dokja se ríe un poco. Con dolor debido al golpe, pero al menos se está riendo.

—Está bien.

—E incluso si sales mal, todavía te obligaré a trabajar. No olvides que me debes dinero.

—Oh, pero creí que ya te había pagado con mi cuerpo.

—Tres meses de lavar los trastes no paga todos los ingredientes que desperdiciaste al hacer mala comida.

Dokja vuelve a reírse.

Sooyoung sonríe, y se pega un poco más a él, deseando echarlo del sofá.


«Salvaremos a Kim Dokja»

Estas palabras, puestas tan pulcramente sobre el papel rojo, le dan un mal sentimiento.

O simplemente podría ser el malestar luego de haberse tomado cinco tazas de café luego de que, por alguna razón, se hubiera levantado más cansada que nunca.

—Te ves peor que de costumbre.

Kim Dokja, siempre amable y cordial y tan buen amigo, lanza hacia ella una barra de chocolate. Han Sooyoung apenas tiene los reflejos para agarrarla, y luego de tener el objeto ya seguro entre sus manos, le regala una mirada molesta el chico.

Su ceño se frunce cuando percibe la sonrisa vacía del mismo. Y después ve la mochila en su hombro.

Decide desviar la vista y abrir su barra de chocolate. Come un pedazo.

—Tú no te ves mejor —contraataca pobremente, demasiado cansada mental y físicamente como para pensar en otro insulto.

Lo escucha reírse un poco.

—¿Cómo lo estaría? Es el servicio militar.

—Creí que estarías feliz con la idea de estar rodeado de un montón de chicos fuertes.

—¿De dónde sacas eso? No me gustan los chicos.

—Mal mentiroso, Dokja. La otra vez escuché un muy largo comentario tuyo defendiendo la buena apariencia de un tipo de la universidad. ¿Cómo se llamaba? ¿Jaehw–?

—Me gusta la gente de buena apariencia. No sólo los chicos. Las chicas también —se defiende, con una seriedad ridícula. Sooyoung tiene la tentación de reírse en su cara y recordarle otros momentos, pero opta por quedarse callada y sólo soltar una carcajada sarcástica. Él no parece afectado por ello, pero no se ve más animado—. Aunque, sinceramente, no creo que haya mucho que ver a donde iré. No es como que estuviera yendo a un campamento de idols.

—Mal por ti. Yo iré a uno. Y luego te lo restregaré en la cara —Sonríe de lado, con maldad. Dokja estrecha los ojos y le devuelve la mueca.

—Bien. No olvides tomar fotos —Es un claro reto. Ahora ella de verdad tendrá que conseguir conocer en persona a un idol o perderá este juego.

Han Sooyoung sonríe más grandemente y da otra mordida a la barra.

A pesar de la dulzura, se siente amargo.

Ve de nuevo los ojos apagados de Kim Dokja.

No puede evitar arrugar el papel en su mano.


—¡¿Qué?! ¡¿Te ascendieron?!

Salta de su asiento inmediatamente, haciendo que la silla caiga para atrás, espantando a su pobre y demacrado editor. La gente a su alrededor pronto empieza a mirarla, pero Sooyoung no les presta el mínimo de atención. Simplemente agarra con más fuerza el teléfono en su oreja y se dirige a la salida, sin hacer caso a los gritos desesperados del hombre aquel al que no recuerda el nombre todavía.

Sí, sí. No grites, por favor. Todavía estoy en el metro y ya hay suficiente estrés por aquí.

La escritora enseña una sonrisa con todos los dientes. Una extraña alegría brilla en sus ojos.

—Bueno, esto significa que finalmente serás capaz de pagarme apropiadamente, Kim Dokja.

No lo olvidas, eh —Él suspira largamente, pero Sooyoung sabe que sólo está exagerando. Casi puede verlo sonreír al otro lado de la línea—. Qué interesada. ¿Siempre se trató del dinero? Creí que éramos amigos.

—Mala creencia —Se encoge de hombros, y evita hacer caso al extraño pero agradable hormigueo que se asienta en su vientre luego de las palabras del hombre. Niega con la cabeza, poniendo una sonrisa petulante que sabe que él podrá reconocer a través de su voz—. Yo solamente soy tu patrocinadora. Te crié para este momento.

Soy dos años mayor que tú. No me criaste.

—Estuve presente en tu desarrollo como un miembro útil para la sociedad. Tendrás que darme algo de crédito.

Como sea. Pero te equivocaste en cuanto a la paga. Hoy cierro toda mi deuda contigo. ¿Ya revisaste tu cuenta?

—Boo. Qué aguafiestas —Pese a su abucheo, su sonrisa brillante se mantiene—. Realmente no eres divertido, Kim Dokja. Así nunca conseguirás un novio.

Que no soy gay.

—Debatible. Nunca intentaste seducirme. Eso deja en claro muchas cosas.

Eso no... No creo que eso cuente.

—¿Y por qué no? ¿Acaso los chicos normales no intentan coquetear cuando alguien les gusta? ¿O resulta que tú eres del tipo que calla sus sentimientos por la persona que ama? Qué cliché.

Luego de eso, hay un silencio profundo en la línea.

Han Sooyoung apenas es capaz de procesar ese silencio. Un momento después, su postura relajada se vuelve tensa y su sonrisa se borra lentamente hasta convertirse en una cara nerviosa y confusa. Los dedos que sostienen el teléfono inteligente tiemblan suavemente, y su mirada baja lentamente hasta el piso. Algo más fuerte se adhiere a su cuerpo, una cosa asfixiante que la quiere hacer tambalear.

Espera un poco más. Sigue sin haber señales.

Al menos, hasta que escucha una respiración baja.

Yo... te llamo después.

A pesar del pitido que inunda su oído, Sooyoung casi puede evocar la expresión sonrojada de Dokja. La misma que ha puesto antes y la cual, de alguna manera, se le había hecho molesta en todas esas veces.

Sólo que en esta ocasión no es capaz de—

Traga pesado. Siente su rostro entero calentarse. Mira su teléfono con furia.

—Tú... Maldito...

Observa la hora.

06:55 PM

Suspira por lo bajo. Tiene que regresar a casa. Tendrá que pedir algo de comida y luego—

Ya verá qué hacer con Kim Dokja.

Antes de que pueda moverse de su lugar, su celular vibra. Lo abre a toda velocidad, esperando que se trate de un mensaje de ese idiota.

Sin embargo, es de alguien más.

En cuanto lo lee, su sangre vuelve a estar fría como la primera vez.

«Salvamos a Kim Dokja»

Han Sooyoung nunca ha estado más en desacuerdo.

Con una mueca de enojo, empieza a escribir una respuesta.

«Él no...»

No termina de escribir. Otro mensaje llega.

«Ahora deja que él nos salve»

—¿Qué...?

07:00 PM