Antes de que se empiecen a preguntar, como vi que muchos probablemente se
iban a preguntar más adelante decidí escribir side stories -historias
alternas. Bueno, aquí en este capítulo que sucede ocho años antes de esta
historia, espero explicar porque Alexander está siendo tan cruel con
Samantha y con sus otras dos hijas, y porque la obliga a ser una mortifago.
:p Y también, quitarle un poco de odio a Alexander, que sé lo he hecho
parecer un maldito. Y a decir verdad, me cae bien ^^U.
Estas van a ser historias basadas en Sueña Conmigo, pero van a tratar de otros personajes aparte de Draco (tal vez también haya de él, pero de más joven). ¡Espero que les gusten!
*Sueña Conmigo. Side Story. *
I've been sitting here Can't get you off my mind I'm tryin' my best to be a man and be strong I drove myself insane Wishing I could touch your face But the truth remains, you're Gone
(He estado aquí sentado No puedo sacarte de mi mente Estoy haciendo lo mejor que puedo Para ser hombre y ser fuerte Deseando que pudiera tocar tu cara Pero al verdad se queda, tu No estás)
*N'sync. 'Gone'
*Sujeto: Alexander Edward Drake.*
*El porque de las cosas.*
Muerta.....
Estaba muerta.....
Jennifer estaba muerta. Mi Jennifer. Con su suave risa y sus ojos almendrados y su suave voz de flauta. La hermosa joven de la que me enamoré como un loco cuando tuve dieciséis años y ella trece de la que veinticinco años después seguía amando igual, o aun más, la madre de mis hijas, había muerto, y un auror me lo estaba diciendo, viéndome con lástima.
¡Lástima! ¡A MI! ¡A ALEXANDER EDWARD DRAKE! ¡Miembro de una de las familias más viejas de no sólo Inglaterra, sino del mundo! ¡YO! ¡Que desciendo de los Pendragon! ¿¿¿¿Y A MI ME TIENE LÁSTIMA???? En otra ocasión, pude haberle dicho que quitara esa expresión, que no era nadie para tenerle lástima, pero no podía hablar.
La noticia me cayó como un golpe directo al estómago, y me quedé varios minutos casi sin aliento, y apenas fui conciente de los brazos que rodearon mis piernas, mientras sentía lágrimas a través de la tela de mi pantalón. Escuché sollozos ahogados, y vagamente un rincón de mi mente me dijo que era Samantha, mi hija.
- ¡Mamí! ¡Mamí no! - la escuché exclamar, y reaccioné. Alastor Moody aún debía decirme más datos, pero sabía que no lo haría frente a mi hija, por respeto a mi esposa.
Levantando a mi pequeña y liviana hija en mis brazos, la lleve hasta la sala, donde la ama de llaves y niñera de Samantha, la señora Simmons, estaba llorando.
- Por favor, cuide a la niña mientras hablo con el señor Moody. -respondí fríamente, sorprendiéndome incluso a mi.
¿Cómo podía hablar tan tranquilamente, luego de que por dentro sentía como toda mi vida se despedazaba? El frío comportamiento que me había sido inculcado por mi padre podía hacer maravillas. A pesar de que lo único que quería era romperme en los más diminutos pedazos, entré con paso firme, y me senté en mi escritorio, indicándole al auror más respetado del ministerio que ocupara asiento.
Evité ver las fotografías que había de ella sonriéndome y saludándome.
No..... no Jennifer...... ella no podía estar muerta......
Interpretando mi silencio como que podía hablar, Alastor empezó a decirme los detalles, hablando con voz baja y triste. Recordé que hacía mucho tiempo, cuando todavía iba en Hogwarts, durante el sexto grado, el auror había dado clases en Hogwarts, y le había tenido cariño a mi esposa, igual que todo el mundo.
Quizás era porque todo el mundo sentía aprecio por ella, que no podía evitar preguntarme, ¿quién podría haber hecho semejante barbarie?
- Alexander, siento mucho las noticias. Él cuerpo fue identificado por varios objetos personales, y por mi también, así que no tendrás que verlo. Probablemente el ministerio mandará los datos para disponer del.... de ella. - ..... ¿cómo fue? - pregunté en voz baja, jugando con el anillo plateado que descansaba en mi mano izquierda. El viejo auror negó con la cabeza unos momentos. - Hazme caso, chico. No quieres saberlo. - ¿Cómo fue? - volví a insistir, sabiendo que no descansaría hasta saberlo. Con un suspiro, volvió a hablar.
Fue mucho tiempo después, cuando Alastor ya se había ido y me había dado el pésame, cuando Frederick me avisó que él contactaría a mis otras hijas que pude captar bien el significado de las palabras del auror.
Violada, golpeada, le habían ejecutado varias veces el Cruciatus, probablemente hasta que había perdido la voz por tanto gritar, apuñalada y mientras sufría por el dolor de estarse desangrando, le hicieron el Aveda Kadevra.
Probablemente por el día, me había dicho el auror. Cómo recuerdo de los mortifagos por el día en que Voldermort había caído.
Grite, blasfemé, y aventé todas las cosas de mi estudio, descargando mi furia. Varias veces arañé mi brazo izquierdo, donde estaba el maldito tatuaje del señor Oscuro escondido. Hice todo por no llorar, o reír, porque encontraba demasiado cruel la ironía de que fuera precisamente por la forma en que usualmente YO había asesinado a las víctimas mujeres se repitiera en la persona más importante de mi vida.
¡Yo no había querido hacerlo! ¡Habían sido mis órdenes! ¡Si no lo hubiera hecho, hubieran acabado con mi esposa y con mis hijas!
Recordé como fue que mi Jennifer se enteró de que era mortifago, y como a pesar de todo eso me perdonó. Le dije todo, como mi padre había sido el que me había dicho que debía serlo, cómo había dolido la primera vez que vi en los ojos de una a ser víctima, y como luego de eso había ido con Voldermort a decirle que era mejor que hubiera un doble agente, que fingiera ser respetable para enterarse de los planes del enemigo. Él había aceptado, y así, sólo tendría que actuar, y cuando fuera la orden asesinar a alguien, ¡pero podría evitar hacerlo diario!
Mi Jennifer, con su largo y ondulado cabello castaño rojizo..... manos asquerosas habían tocado su suave piel, habían borrado de su rostro su sonrisa......
Yo hice penitencia, mucha. Di dinero a las familias de las víctimas, levanté bibliotecas, y toda una ala del hospital San Mungo se levantó gracias a mis inversiones. Fui un mejor esposo para ella, y un buen padre para Melissa, Charlotte y Samantha.
Nunca fui excesivamente cariñoso, lo sé ¡pero no podía! Luego de haber pasado toda mi vida, hasta luego de conocer a Jennifer sin conocer alegrías, era casi imposible que eso pasara. Alababa los adelantos de Melissa en el ballet, sonreí ante las dulces melodías de Charlotte en el piano, y permitía que Samantha cantara en mi rodilla, mientras se veía tierna e inocente.
Nunca le fui infiel a Jennifer, ni la golpee, ni volteé a ver a otra mujer. Era todo para mi, y traté de levantar la confianza que se había destruido cuando vio mi tatuaje siéndole completamente honesto.
¿Quién podría asesinarla?
Y ellas, las niñas ¿cómo podré volver a ver a mis hijas sin que me recuerden a mi esposa?..... Melissa con su alegre optimismo, Charlotte con su elegancia innata y voz suave...... Samantha, con su aspecto casi idéntico y la misma aura de bondad y amor que atraen a todo el mundo......
Las tres con la misma sonrisa de ella.....
Mortifagos..... ¿¿Pero porqué?? ¡Nunca los traicioné!
Termine agotado y caigo de rodillas, sintiendo las lágrimas amontonarse en mis ojos azules. La última vez que lloré de un dolor fue cuando mi esposa me dijo que se iría con las niñas por un tiempo, porque tenía que pensar. Y ahora es peor, porque sé que no regresará.
Pero no lloré. Me mantuve agachado, tratando de controlar mi respiración. Dejé que el silencio entrara en mi estudio, y quizás fue por eso que pude sentir perfectamente el leve sollozo que surgió. Volteé cansadamente, pero inmediatamente sentí las lágrimas volver con renovada fuerza cuando vi a Samantha con sus hermosos ojitos miel hinchados y rojos, su lacio cabello revuelto porque era Jennifer quien siempre se lo peinaba en una trenza para dormir. Estaba abrazando el osito que mi querida esposa le había hecho, y su labio inferior temblaba miserablemente.
Me le quedé viendo por largo rato, hasta que mi niña respondió a la pregunta que no había sido nombrada con voz temblorosa.
- So-soñe que to-todo habí-había sido una pe-pesadilla..... y que mami me consolaba y me decía que nunca se iba a ir..... ¡E-entonces desperté y fui a buscarlos a su cuarto y ella no estaba! -sollozó la pequeña de ocho años, rompiendo a llorar.
No esperé un minuto y la abracé, permitiéndole desahogarse en mi hombro, mientras yo me hundía en el aroma a fresas que también había tenido mi esposa. Mis otras dos hijas no llegarían hasta mañana, y tanto Samantha como yo necesitábamos llorar y descansar.
El entierro sería al día siguiente.
~*~*~*~*~
Fue algunas horas después que desperté, con mi pequeña hija dormida abrazándome. No se veía descansando, pero al menos había dormido. Por un breve momento sonreí al pensar lo que me diría Jennifer al vernos así.
Entonces recordé lo que había pasado la noche anterior. Tomé un fuerte aliento, recordándome que ahora debía ser fuerte, y debía volver a ser el Alexander Drake de siempre. Un Alexander Drake que no perdonaría al magucho que le había hecho esa barbarie a su esposa.
Con cuidado bajé a mi hija hasta el sofá, y para que no sintiera frío, ni una pérdida, me quité la túnica azul que llevaba, cubriéndola con ella.
Por culpa de un maldito bastardo mis hijas crecerían sin una madre. En especial Samantha y Charlotte. Pero Melissa tenía una relación muy estrecha con Jennifer. O al menos la había tenido.
Sin más por el momento, me dirigí a.... no sé a donde. Sólo empecé a caminar por la enorme mansión, que parecía más vacía que nunca. Fue entonces cuando escuché un pequeño sonido y volteé para encontrarme con mi hija mayor.
Su largo cabello de bucles pelirrojos estaba más desordenado que nunca. Su piel -morena por el sol de Egipto- se veía pálida, demasiado pálida. Sus ojos azul verdosos estaban hinchados, y estaba temblando completamente. Estaba vestida de negro, y para variar, era una túnica.
Vi que hacía esfuerzos por no llorar.
- Papá..... dime que no es cierto..... -suplicó con voz leve.
Mi hija siempre había sido muy valiente. No por nada -a pesar de lo decepcionado que estuve durante mucho tiempo- había sido elegida para Gryffindor. Pero ahora estaba ahí, temblando, casi como una niña indefensa.
Mi silencio le llevó mi respuesta.
Se soltó a llorar inmediatamente, y nuevamente, igual que con Samantha, le permití llorar en mi hombro, sintiendo más agujas y astillas clavarse dentro de mi.
Aun sosteniéndola por los hombros, la llevé a la sala donde dormía su hermanita, y la llevé hacia allá, tratando de bloquear la nueva oleada de dolor.
No fue mucho para que Frederick entrara, con los ojos también llorosos para indicar que mi otra pequeña, Charlotte, y el profesor Dumbledore habían llegado.
Mi hija, con su cabello negro arreglado en una hermosa trenza francesa y elegantes túnicas negras perfectas, estaba muy pálida, al igual que mis otras dos hijas. Sus ojos -idénticos a los míos- derramaban silenciosas lágrimas, y noté que estaba tomando fuertemente el brazo del director de Hogwarts, como si fuera a caerse sin su apoyo. Pero al verme, se soltó y me abrazó ligeramente, sollozando en mi pecho. No lo hizo por mucho tiempo. A pesar de todo, Charlotte era más cerrada y bastante parecida a mi, así que luego de unos segundos, se separó, y fue hasta donde Melissa estaba sentada, sosteniendo a Samantha que había despertado. Como toda hermana mayor, mi hija le abrió su abrazo a Charlotte, que rápidamente escondió su bonito rostro en el hombro de ella, mientras Samantha le tomaba de la mano.
No dejé de verlas por mucho tiempo, mientras el profesor Dumbledore me daba el pésame. Eran como una representación de la Piedad, pero en lugar de la madre y el hijo, las hermanas, unidas en la pena.
Mataría al bastardo que les había arrebatado a su madre. Hice esa promesa en silencio, ante el sollozo ahogado de las tres.
~~~~~
La reunión luego del funeral fue una experiencia horrible. Gente hablando sobre Jennifer, sobre lo dulce, buena y perfecta que era, mientras esto sólo traía más dolor. Personas diciendo sobre como nadie, y mucho menos ella se merecía eso.
Melissa estaba sentada en un rincón, sosteniendo a Samantha contra su pecho, la pequeña dormida en su regazo, mientras con sus pequeñas y blancas manos apretaba fuertemente los pliegues de la túnica, como si tuviera miedo a perder a alguien más.
Mi pobre pequeña.
Y Charlotte estaba sirviendo de anfitriona, escondiendo perfectamente todo el dolor que sentía. Sonreía cordialmente una minúscula sonrisa, y aceptaba los consuelos de las demás personas, pidiendo que no molestaran a Melissa por el momento, porque Samantha estaba muy sensible.
Mis pobres pequeñas.
Yo estaba tratando de comportarme frío, igual que siempre, sin importarme nada. Varios mortifagos vinieron, y tuve que contenerme para no hechizarlos a todos y que confesaran quien había sido el maldito que la había asesinado.
Luego de un rato vi llegar a mi mejor amigo de la escuela, Lucius Malfoy, y a su hijo, Draco. Era curioso, pero era en él una de las pocas personas en las que confiaba completamente. Incluso le había dicho que no le contaría a mis hijas sobre mi pasado, y que ellas no serían mortifagos, ni una de ellas.
Yo había hecho una promesa con Jennifer, una promesa que se conserva aun después de la muerte de una de ellas. Mi esposa me había hecho prometerle que mis hijas serían libres. Yo le había dicho que era una especia de ritual que un descendiente -o más- siguiera el camino del padre, que si no toda la familia sería asesinada. Ella me pregunto si un contrato mágico libraba eso, y cuando le contesté que si, ella y yo hicimos uno. Sólo si una de las niñas iba a Slytherin, le contaría sobre mi horrible pasado, y ella se convertiría en mortifago.
Los dos habíamos estado tranquilos. Melissa estaba ya en quinto grado de Gryffindor, Charlotte seguramente sería una Ravenclaw, y Samantha era tan parecida a Jennifer que yo podía jurar sería una Hufflepuff.
Las niñas estaban a salvo, hasta donde yo sabía.
Nunca estuve más terriblemente equivocado.
Inmediatamente, Lucius me dio el pésame. Hablamos unos minutos en voz baja, y luego me dijo que debía hablar conmigo, porque tenía información sobre el asesino.
¡Y ahí voy yo, de idiota! Creyendo que Lucius era un verdadero amigo, que al conocerme tan bien me ayudaría a matar al desgraciado.
Lo primero que hizo al entrar a mi estudio fue sellar la puerta, incluido contra sonido. En mi estúpido estupor pensé que era para prevenir que escucharan los de afuera el nombre del asesino.
Sonriendo malignamente, la misma sonrisa que ponía siempre que asesinaba a alguien, Lucius sacó de su bolsillo una delgada cadena dorada con una cruz también de oro.
Sentí que mi mundo se rompía otra vez en minutos. Las náuseas me llenaron de golpe.
Mi esposa aunque no había tenido religión muggle, había creído mucho en la palabra de Jesucristo. A cada una de las niñas, al cumplir siete años, les había dado una réplica del crucifijo que ella también usaba.
Y ese crucifijo, que había sido reportado como perdido por los medimagos, estaba siendo sostenido por Lucius 'Bastardo' Malfoy.
- ¿Sabes, Alex? - me preguntó como si estuviéramos hablando de negocios, mientras jugaba con la cadena en sus manos. - Nunca me dijiste que la dulce Jen podía gritar tanto. Pero sus gritos fueron algo hermoso, te lo aseguro. Resonaron tan bien con el Cruciatus.
No evite que las lágrimas salieran esta vez. Ese..... ese.... ¡ESE BASTARDO HABÍA MATADO A MI ESPOSA! Me lancé contra él, dispuesto a matarlo, pero él fue más rápido, y yo estaba cegado por el odio. Me inmovilicé cuando vi su varita apuntarme directo al corazón.
Ese maldito había sido como un hermano, y ahora..... ¡Lo que hubiese dado por tener mi varita y estar al revés!
- ¿Recuerdas una de las primeras lecciones que me diste, Alexander? -me dijo susurrándome- Nunca muestres debilidades, a nadie.
Y así el desgraciado fue explicándome porque lo había hecho. Al parecer, no planeaba dejar que yo y mi dinero saliéramos del grupo, y no iba a permitir que corriera peligro de ser denunciado. Y aparte, había estado el pacto que había hecho.
Me obligaba a hacer a una de mis niñas mortifago.
Él había decidido que ya que el contrato mágico con Jennifer me impedía hacer algo, lo que yo tenía que hacer era asegurarme de que mi pequeña, dulce, noble y alegre Samantha, la más parecida a mi esposa, fuera una Slytherin.
Cuando empecé a decir que primero me entregaba a las autoridades, él sacó unas fotografías de su bolsillo, y me las enseñó. Las tomé precavidamente, no queriendo despegar mis ojos de ellos, pero un destello de cabello rojizo -un muy familiar cabello rojizo me llamó la atención.
No..... No lo haría......
Cientos de fotos, de mi Melissa mientras practicaba ballet, durante sus excursiones a caballo, durante su viaje a Egipto...... un año de vida de mi hija. También de mi Charlotte en Hogwarts, con sus amigos, mientras abrazaba a un chico, mientras estaba sentada junto a Percibald Weasley y Penélope Clearwater y algunas otras personas de su casa y algunos de Gryffindor. Había de su último recital, y noté de algunas que nunca había visto.
Mi Samantha..... durante la escuela que iba en las mañanas, y durante dos años de su vida, en su gran mayoría fotografiada junto a Jennifer......
Voltee a verlo, sabiendo que estaba derrotado.
- Lo de Jennifer fue sólo una advertencia, Drake.. Volverás a ir a las reuniones, y más te vale que en tres años Sammy vaya a Slytherin. Y actuarás normal cuando estemos juntos. No quiero que nadie sospeche.
Y se fue.
Había cometido el error de demostrar que lo más importante para mi eran mis hijas y mi esposa. Había dejado que todo el mundo lo supiera.
Voltee a observar una fotografía.
Melissa estaba llevando de caballito a Samantha, que estaba dormida, y Charlotte llevaba la canasta del día de campo que habían tenido. El sol se ponía, y las tres se veían tan pacíficas.....
Nunca volvería a mostrar debilidades.
Destruí todas las fotos, menos esa. Esa la dejé en mi escritorio, bien escondida con un hechizo de camuflaje. Salí, pero ahora más que nunca me comporté fríamente. Rápidamente agradecí a todos, pero dije que debían irse, porque Charlotte regresaría a la escuela al día siguiente, Melissa iría a la universidad, y Samantha tendría clases mañanas con un tutor. Todos me vieron sorprendidos, pero no dijeron nada, ni siquiera mis hijas.
Al día siguiente, destruí todo retrato, álbum, y fotografía existente de Jennifer. Estaba dispuesto a olvidar mi debilidad.
Durante un tiempo, ninguna de mis hijas dijo nada, pero seis meses después, Melissa -contra mis deseos- me dijo que se entrenaría para ser auror. Me negué rotundamente, y le dije que si ese era el caso, sólo la vería durante el cumpleaños de Samantha, y que no tendría dinero. Ella no se negó, y comenzó a decirme padre en lugar de papá. Se fue de la casa, dejando sus largos bucles como recuerdo en su antigua habitación.
Ocho meses después, le dije a Charlotte que le prohibía rotundamente tener contacto con los Weasley. Tendría el mínimo indispensable durante la escuela, pero no volvería a ir a su casa. No se negó, aunque sé que me odió durante algún tiempo. Sé que a ella le agradaba mucho Percy. No me importó, y empecé a buscarle alguien limpio y de buen nombre, lejos de Slytherin por supuesto. Le diría a los dieciocho años que estaba comprometida.
Un año después, ya había metido una gran ambición en la mente ya no inocente de Samantha. Encontrar al asesino de su madre, y acabar con él. Durante ese año aprendió la teoría sobre las maldiciones imperdonables, y moví mis influencias en el Ministerio de Magia para que si ella realizaba magia, no lo notaran. Para los diez ya dominaba los hechizos de primero y segundo grado a la perfección. Y además, le agregué la mayor ambición de todas.
Ser feliz y vivir.
No me arrepiento de las cosas que he hecho. El arrepentimiento es para los débiles. Todo esto es por mi culpa, por haber sido débil, por haber mostrado mi punto débil, mi talón de Aquiles tan abiertamente. Debí de haber sabido mejor que pensarme a salvo. Debí de haber dejado que Jennifer se llevara a las niñas lejos.
Debí de haberme atrevido a matar a Lucius Malfoy.
Nadie lastimará a mi familia más. Aunque no lo saben, ni ellas ni nadie, siguen siendo mi mayor debilidad.
Así que ahora ya saben el porque de las cosas.
FIN.
Estas van a ser historias basadas en Sueña Conmigo, pero van a tratar de otros personajes aparte de Draco (tal vez también haya de él, pero de más joven). ¡Espero que les gusten!
*Sueña Conmigo. Side Story. *
I've been sitting here Can't get you off my mind I'm tryin' my best to be a man and be strong I drove myself insane Wishing I could touch your face But the truth remains, you're Gone
(He estado aquí sentado No puedo sacarte de mi mente Estoy haciendo lo mejor que puedo Para ser hombre y ser fuerte Deseando que pudiera tocar tu cara Pero al verdad se queda, tu No estás)
*N'sync. 'Gone'
*Sujeto: Alexander Edward Drake.*
*El porque de las cosas.*
Muerta.....
Estaba muerta.....
Jennifer estaba muerta. Mi Jennifer. Con su suave risa y sus ojos almendrados y su suave voz de flauta. La hermosa joven de la que me enamoré como un loco cuando tuve dieciséis años y ella trece de la que veinticinco años después seguía amando igual, o aun más, la madre de mis hijas, había muerto, y un auror me lo estaba diciendo, viéndome con lástima.
¡Lástima! ¡A MI! ¡A ALEXANDER EDWARD DRAKE! ¡Miembro de una de las familias más viejas de no sólo Inglaterra, sino del mundo! ¡YO! ¡Que desciendo de los Pendragon! ¿¿¿¿Y A MI ME TIENE LÁSTIMA???? En otra ocasión, pude haberle dicho que quitara esa expresión, que no era nadie para tenerle lástima, pero no podía hablar.
La noticia me cayó como un golpe directo al estómago, y me quedé varios minutos casi sin aliento, y apenas fui conciente de los brazos que rodearon mis piernas, mientras sentía lágrimas a través de la tela de mi pantalón. Escuché sollozos ahogados, y vagamente un rincón de mi mente me dijo que era Samantha, mi hija.
- ¡Mamí! ¡Mamí no! - la escuché exclamar, y reaccioné. Alastor Moody aún debía decirme más datos, pero sabía que no lo haría frente a mi hija, por respeto a mi esposa.
Levantando a mi pequeña y liviana hija en mis brazos, la lleve hasta la sala, donde la ama de llaves y niñera de Samantha, la señora Simmons, estaba llorando.
- Por favor, cuide a la niña mientras hablo con el señor Moody. -respondí fríamente, sorprendiéndome incluso a mi.
¿Cómo podía hablar tan tranquilamente, luego de que por dentro sentía como toda mi vida se despedazaba? El frío comportamiento que me había sido inculcado por mi padre podía hacer maravillas. A pesar de que lo único que quería era romperme en los más diminutos pedazos, entré con paso firme, y me senté en mi escritorio, indicándole al auror más respetado del ministerio que ocupara asiento.
Evité ver las fotografías que había de ella sonriéndome y saludándome.
No..... no Jennifer...... ella no podía estar muerta......
Interpretando mi silencio como que podía hablar, Alastor empezó a decirme los detalles, hablando con voz baja y triste. Recordé que hacía mucho tiempo, cuando todavía iba en Hogwarts, durante el sexto grado, el auror había dado clases en Hogwarts, y le había tenido cariño a mi esposa, igual que todo el mundo.
Quizás era porque todo el mundo sentía aprecio por ella, que no podía evitar preguntarme, ¿quién podría haber hecho semejante barbarie?
- Alexander, siento mucho las noticias. Él cuerpo fue identificado por varios objetos personales, y por mi también, así que no tendrás que verlo. Probablemente el ministerio mandará los datos para disponer del.... de ella. - ..... ¿cómo fue? - pregunté en voz baja, jugando con el anillo plateado que descansaba en mi mano izquierda. El viejo auror negó con la cabeza unos momentos. - Hazme caso, chico. No quieres saberlo. - ¿Cómo fue? - volví a insistir, sabiendo que no descansaría hasta saberlo. Con un suspiro, volvió a hablar.
Fue mucho tiempo después, cuando Alastor ya se había ido y me había dado el pésame, cuando Frederick me avisó que él contactaría a mis otras hijas que pude captar bien el significado de las palabras del auror.
Violada, golpeada, le habían ejecutado varias veces el Cruciatus, probablemente hasta que había perdido la voz por tanto gritar, apuñalada y mientras sufría por el dolor de estarse desangrando, le hicieron el Aveda Kadevra.
Probablemente por el día, me había dicho el auror. Cómo recuerdo de los mortifagos por el día en que Voldermort había caído.
Grite, blasfemé, y aventé todas las cosas de mi estudio, descargando mi furia. Varias veces arañé mi brazo izquierdo, donde estaba el maldito tatuaje del señor Oscuro escondido. Hice todo por no llorar, o reír, porque encontraba demasiado cruel la ironía de que fuera precisamente por la forma en que usualmente YO había asesinado a las víctimas mujeres se repitiera en la persona más importante de mi vida.
¡Yo no había querido hacerlo! ¡Habían sido mis órdenes! ¡Si no lo hubiera hecho, hubieran acabado con mi esposa y con mis hijas!
Recordé como fue que mi Jennifer se enteró de que era mortifago, y como a pesar de todo eso me perdonó. Le dije todo, como mi padre había sido el que me había dicho que debía serlo, cómo había dolido la primera vez que vi en los ojos de una a ser víctima, y como luego de eso había ido con Voldermort a decirle que era mejor que hubiera un doble agente, que fingiera ser respetable para enterarse de los planes del enemigo. Él había aceptado, y así, sólo tendría que actuar, y cuando fuera la orden asesinar a alguien, ¡pero podría evitar hacerlo diario!
Mi Jennifer, con su largo y ondulado cabello castaño rojizo..... manos asquerosas habían tocado su suave piel, habían borrado de su rostro su sonrisa......
Yo hice penitencia, mucha. Di dinero a las familias de las víctimas, levanté bibliotecas, y toda una ala del hospital San Mungo se levantó gracias a mis inversiones. Fui un mejor esposo para ella, y un buen padre para Melissa, Charlotte y Samantha.
Nunca fui excesivamente cariñoso, lo sé ¡pero no podía! Luego de haber pasado toda mi vida, hasta luego de conocer a Jennifer sin conocer alegrías, era casi imposible que eso pasara. Alababa los adelantos de Melissa en el ballet, sonreí ante las dulces melodías de Charlotte en el piano, y permitía que Samantha cantara en mi rodilla, mientras se veía tierna e inocente.
Nunca le fui infiel a Jennifer, ni la golpee, ni volteé a ver a otra mujer. Era todo para mi, y traté de levantar la confianza que se había destruido cuando vio mi tatuaje siéndole completamente honesto.
¿Quién podría asesinarla?
Y ellas, las niñas ¿cómo podré volver a ver a mis hijas sin que me recuerden a mi esposa?..... Melissa con su alegre optimismo, Charlotte con su elegancia innata y voz suave...... Samantha, con su aspecto casi idéntico y la misma aura de bondad y amor que atraen a todo el mundo......
Las tres con la misma sonrisa de ella.....
Mortifagos..... ¿¿Pero porqué?? ¡Nunca los traicioné!
Termine agotado y caigo de rodillas, sintiendo las lágrimas amontonarse en mis ojos azules. La última vez que lloré de un dolor fue cuando mi esposa me dijo que se iría con las niñas por un tiempo, porque tenía que pensar. Y ahora es peor, porque sé que no regresará.
Pero no lloré. Me mantuve agachado, tratando de controlar mi respiración. Dejé que el silencio entrara en mi estudio, y quizás fue por eso que pude sentir perfectamente el leve sollozo que surgió. Volteé cansadamente, pero inmediatamente sentí las lágrimas volver con renovada fuerza cuando vi a Samantha con sus hermosos ojitos miel hinchados y rojos, su lacio cabello revuelto porque era Jennifer quien siempre se lo peinaba en una trenza para dormir. Estaba abrazando el osito que mi querida esposa le había hecho, y su labio inferior temblaba miserablemente.
Me le quedé viendo por largo rato, hasta que mi niña respondió a la pregunta que no había sido nombrada con voz temblorosa.
- So-soñe que to-todo habí-había sido una pe-pesadilla..... y que mami me consolaba y me decía que nunca se iba a ir..... ¡E-entonces desperté y fui a buscarlos a su cuarto y ella no estaba! -sollozó la pequeña de ocho años, rompiendo a llorar.
No esperé un minuto y la abracé, permitiéndole desahogarse en mi hombro, mientras yo me hundía en el aroma a fresas que también había tenido mi esposa. Mis otras dos hijas no llegarían hasta mañana, y tanto Samantha como yo necesitábamos llorar y descansar.
El entierro sería al día siguiente.
~*~*~*~*~
Fue algunas horas después que desperté, con mi pequeña hija dormida abrazándome. No se veía descansando, pero al menos había dormido. Por un breve momento sonreí al pensar lo que me diría Jennifer al vernos así.
Entonces recordé lo que había pasado la noche anterior. Tomé un fuerte aliento, recordándome que ahora debía ser fuerte, y debía volver a ser el Alexander Drake de siempre. Un Alexander Drake que no perdonaría al magucho que le había hecho esa barbarie a su esposa.
Con cuidado bajé a mi hija hasta el sofá, y para que no sintiera frío, ni una pérdida, me quité la túnica azul que llevaba, cubriéndola con ella.
Por culpa de un maldito bastardo mis hijas crecerían sin una madre. En especial Samantha y Charlotte. Pero Melissa tenía una relación muy estrecha con Jennifer. O al menos la había tenido.
Sin más por el momento, me dirigí a.... no sé a donde. Sólo empecé a caminar por la enorme mansión, que parecía más vacía que nunca. Fue entonces cuando escuché un pequeño sonido y volteé para encontrarme con mi hija mayor.
Su largo cabello de bucles pelirrojos estaba más desordenado que nunca. Su piel -morena por el sol de Egipto- se veía pálida, demasiado pálida. Sus ojos azul verdosos estaban hinchados, y estaba temblando completamente. Estaba vestida de negro, y para variar, era una túnica.
Vi que hacía esfuerzos por no llorar.
- Papá..... dime que no es cierto..... -suplicó con voz leve.
Mi hija siempre había sido muy valiente. No por nada -a pesar de lo decepcionado que estuve durante mucho tiempo- había sido elegida para Gryffindor. Pero ahora estaba ahí, temblando, casi como una niña indefensa.
Mi silencio le llevó mi respuesta.
Se soltó a llorar inmediatamente, y nuevamente, igual que con Samantha, le permití llorar en mi hombro, sintiendo más agujas y astillas clavarse dentro de mi.
Aun sosteniéndola por los hombros, la llevé a la sala donde dormía su hermanita, y la llevé hacia allá, tratando de bloquear la nueva oleada de dolor.
No fue mucho para que Frederick entrara, con los ojos también llorosos para indicar que mi otra pequeña, Charlotte, y el profesor Dumbledore habían llegado.
Mi hija, con su cabello negro arreglado en una hermosa trenza francesa y elegantes túnicas negras perfectas, estaba muy pálida, al igual que mis otras dos hijas. Sus ojos -idénticos a los míos- derramaban silenciosas lágrimas, y noté que estaba tomando fuertemente el brazo del director de Hogwarts, como si fuera a caerse sin su apoyo. Pero al verme, se soltó y me abrazó ligeramente, sollozando en mi pecho. No lo hizo por mucho tiempo. A pesar de todo, Charlotte era más cerrada y bastante parecida a mi, así que luego de unos segundos, se separó, y fue hasta donde Melissa estaba sentada, sosteniendo a Samantha que había despertado. Como toda hermana mayor, mi hija le abrió su abrazo a Charlotte, que rápidamente escondió su bonito rostro en el hombro de ella, mientras Samantha le tomaba de la mano.
No dejé de verlas por mucho tiempo, mientras el profesor Dumbledore me daba el pésame. Eran como una representación de la Piedad, pero en lugar de la madre y el hijo, las hermanas, unidas en la pena.
Mataría al bastardo que les había arrebatado a su madre. Hice esa promesa en silencio, ante el sollozo ahogado de las tres.
~~~~~
La reunión luego del funeral fue una experiencia horrible. Gente hablando sobre Jennifer, sobre lo dulce, buena y perfecta que era, mientras esto sólo traía más dolor. Personas diciendo sobre como nadie, y mucho menos ella se merecía eso.
Melissa estaba sentada en un rincón, sosteniendo a Samantha contra su pecho, la pequeña dormida en su regazo, mientras con sus pequeñas y blancas manos apretaba fuertemente los pliegues de la túnica, como si tuviera miedo a perder a alguien más.
Mi pobre pequeña.
Y Charlotte estaba sirviendo de anfitriona, escondiendo perfectamente todo el dolor que sentía. Sonreía cordialmente una minúscula sonrisa, y aceptaba los consuelos de las demás personas, pidiendo que no molestaran a Melissa por el momento, porque Samantha estaba muy sensible.
Mis pobres pequeñas.
Yo estaba tratando de comportarme frío, igual que siempre, sin importarme nada. Varios mortifagos vinieron, y tuve que contenerme para no hechizarlos a todos y que confesaran quien había sido el maldito que la había asesinado.
Luego de un rato vi llegar a mi mejor amigo de la escuela, Lucius Malfoy, y a su hijo, Draco. Era curioso, pero era en él una de las pocas personas en las que confiaba completamente. Incluso le había dicho que no le contaría a mis hijas sobre mi pasado, y que ellas no serían mortifagos, ni una de ellas.
Yo había hecho una promesa con Jennifer, una promesa que se conserva aun después de la muerte de una de ellas. Mi esposa me había hecho prometerle que mis hijas serían libres. Yo le había dicho que era una especia de ritual que un descendiente -o más- siguiera el camino del padre, que si no toda la familia sería asesinada. Ella me pregunto si un contrato mágico libraba eso, y cuando le contesté que si, ella y yo hicimos uno. Sólo si una de las niñas iba a Slytherin, le contaría sobre mi horrible pasado, y ella se convertiría en mortifago.
Los dos habíamos estado tranquilos. Melissa estaba ya en quinto grado de Gryffindor, Charlotte seguramente sería una Ravenclaw, y Samantha era tan parecida a Jennifer que yo podía jurar sería una Hufflepuff.
Las niñas estaban a salvo, hasta donde yo sabía.
Nunca estuve más terriblemente equivocado.
Inmediatamente, Lucius me dio el pésame. Hablamos unos minutos en voz baja, y luego me dijo que debía hablar conmigo, porque tenía información sobre el asesino.
¡Y ahí voy yo, de idiota! Creyendo que Lucius era un verdadero amigo, que al conocerme tan bien me ayudaría a matar al desgraciado.
Lo primero que hizo al entrar a mi estudio fue sellar la puerta, incluido contra sonido. En mi estúpido estupor pensé que era para prevenir que escucharan los de afuera el nombre del asesino.
Sonriendo malignamente, la misma sonrisa que ponía siempre que asesinaba a alguien, Lucius sacó de su bolsillo una delgada cadena dorada con una cruz también de oro.
Sentí que mi mundo se rompía otra vez en minutos. Las náuseas me llenaron de golpe.
Mi esposa aunque no había tenido religión muggle, había creído mucho en la palabra de Jesucristo. A cada una de las niñas, al cumplir siete años, les había dado una réplica del crucifijo que ella también usaba.
Y ese crucifijo, que había sido reportado como perdido por los medimagos, estaba siendo sostenido por Lucius 'Bastardo' Malfoy.
- ¿Sabes, Alex? - me preguntó como si estuviéramos hablando de negocios, mientras jugaba con la cadena en sus manos. - Nunca me dijiste que la dulce Jen podía gritar tanto. Pero sus gritos fueron algo hermoso, te lo aseguro. Resonaron tan bien con el Cruciatus.
No evite que las lágrimas salieran esta vez. Ese..... ese.... ¡ESE BASTARDO HABÍA MATADO A MI ESPOSA! Me lancé contra él, dispuesto a matarlo, pero él fue más rápido, y yo estaba cegado por el odio. Me inmovilicé cuando vi su varita apuntarme directo al corazón.
Ese maldito había sido como un hermano, y ahora..... ¡Lo que hubiese dado por tener mi varita y estar al revés!
- ¿Recuerdas una de las primeras lecciones que me diste, Alexander? -me dijo susurrándome- Nunca muestres debilidades, a nadie.
Y así el desgraciado fue explicándome porque lo había hecho. Al parecer, no planeaba dejar que yo y mi dinero saliéramos del grupo, y no iba a permitir que corriera peligro de ser denunciado. Y aparte, había estado el pacto que había hecho.
Me obligaba a hacer a una de mis niñas mortifago.
Él había decidido que ya que el contrato mágico con Jennifer me impedía hacer algo, lo que yo tenía que hacer era asegurarme de que mi pequeña, dulce, noble y alegre Samantha, la más parecida a mi esposa, fuera una Slytherin.
Cuando empecé a decir que primero me entregaba a las autoridades, él sacó unas fotografías de su bolsillo, y me las enseñó. Las tomé precavidamente, no queriendo despegar mis ojos de ellos, pero un destello de cabello rojizo -un muy familiar cabello rojizo me llamó la atención.
No..... No lo haría......
Cientos de fotos, de mi Melissa mientras practicaba ballet, durante sus excursiones a caballo, durante su viaje a Egipto...... un año de vida de mi hija. También de mi Charlotte en Hogwarts, con sus amigos, mientras abrazaba a un chico, mientras estaba sentada junto a Percibald Weasley y Penélope Clearwater y algunas otras personas de su casa y algunos de Gryffindor. Había de su último recital, y noté de algunas que nunca había visto.
Mi Samantha..... durante la escuela que iba en las mañanas, y durante dos años de su vida, en su gran mayoría fotografiada junto a Jennifer......
Voltee a verlo, sabiendo que estaba derrotado.
- Lo de Jennifer fue sólo una advertencia, Drake.. Volverás a ir a las reuniones, y más te vale que en tres años Sammy vaya a Slytherin. Y actuarás normal cuando estemos juntos. No quiero que nadie sospeche.
Y se fue.
Había cometido el error de demostrar que lo más importante para mi eran mis hijas y mi esposa. Había dejado que todo el mundo lo supiera.
Voltee a observar una fotografía.
Melissa estaba llevando de caballito a Samantha, que estaba dormida, y Charlotte llevaba la canasta del día de campo que habían tenido. El sol se ponía, y las tres se veían tan pacíficas.....
Nunca volvería a mostrar debilidades.
Destruí todas las fotos, menos esa. Esa la dejé en mi escritorio, bien escondida con un hechizo de camuflaje. Salí, pero ahora más que nunca me comporté fríamente. Rápidamente agradecí a todos, pero dije que debían irse, porque Charlotte regresaría a la escuela al día siguiente, Melissa iría a la universidad, y Samantha tendría clases mañanas con un tutor. Todos me vieron sorprendidos, pero no dijeron nada, ni siquiera mis hijas.
Al día siguiente, destruí todo retrato, álbum, y fotografía existente de Jennifer. Estaba dispuesto a olvidar mi debilidad.
Durante un tiempo, ninguna de mis hijas dijo nada, pero seis meses después, Melissa -contra mis deseos- me dijo que se entrenaría para ser auror. Me negué rotundamente, y le dije que si ese era el caso, sólo la vería durante el cumpleaños de Samantha, y que no tendría dinero. Ella no se negó, y comenzó a decirme padre en lugar de papá. Se fue de la casa, dejando sus largos bucles como recuerdo en su antigua habitación.
Ocho meses después, le dije a Charlotte que le prohibía rotundamente tener contacto con los Weasley. Tendría el mínimo indispensable durante la escuela, pero no volvería a ir a su casa. No se negó, aunque sé que me odió durante algún tiempo. Sé que a ella le agradaba mucho Percy. No me importó, y empecé a buscarle alguien limpio y de buen nombre, lejos de Slytherin por supuesto. Le diría a los dieciocho años que estaba comprometida.
Un año después, ya había metido una gran ambición en la mente ya no inocente de Samantha. Encontrar al asesino de su madre, y acabar con él. Durante ese año aprendió la teoría sobre las maldiciones imperdonables, y moví mis influencias en el Ministerio de Magia para que si ella realizaba magia, no lo notaran. Para los diez ya dominaba los hechizos de primero y segundo grado a la perfección. Y además, le agregué la mayor ambición de todas.
Ser feliz y vivir.
No me arrepiento de las cosas que he hecho. El arrepentimiento es para los débiles. Todo esto es por mi culpa, por haber sido débil, por haber mostrado mi punto débil, mi talón de Aquiles tan abiertamente. Debí de haber sabido mejor que pensarme a salvo. Debí de haber dejado que Jennifer se llevara a las niñas lejos.
Debí de haberme atrevido a matar a Lucius Malfoy.
Nadie lastimará a mi familia más. Aunque no lo saben, ni ellas ni nadie, siguen siendo mi mayor debilidad.
Así que ahora ya saben el porque de las cosas.
FIN.
