Capítulo 6



La advertencia de un mañana


Los dominios Hyūga estaban siendo opacados por la oscuridad de la noche del mismo día en el que el líder actual del clan ninja más poderoso de Konoha, había hablado con su primogénita y ésta a su vez, se resignaba lenta y dolorosamente a una incertidumbre social que perduraría por el resto de su vida: el de un posible matrimonio arreglado en el que ella pasaría a ser nada más una esclava de quien sería su esposo.

―Que descanse, señorita ―le dijo una de las mujeres empleadas al servicio de los Hyūga, o sirvienta como comúnmente se les llamaba.

Hinata correspondía con un: Igualmente, y un asentimiento de cabeza antes de que la mujer de mediana edad cerrara la puerta que conllevaba su nueva habitación.

En solitario, Hinata reconocía que le daba un remordimiento terrible vivir así. Porque mientras ella dormía cómodamente bajo un techo, con un futón medianamente decente; muchos de los suyos estaban afuera en el suelo, y tenían que dormir en carpas… si es que les iba bien.

A ella no le importaba el hecho de que sus empleados y algunos ninjas dijesen que merecía el cuarto por haber contribuido a la victoria, para Hinata eso era una estupidez… es decir, dormir cómodamente mientras los suyos (que también habían luchado en la guerra) se tenían que echar unos sobre los otros para no ser presas del frío que rondaba por las noches y madrugadas…

Dios, pensar en eso le daba nauseas.

«Da igual» se dijo mientras se acercaba a su futón a paso de tortuga mientras deslizaba su sudadera por sus brazos hasta dejarla caer al suelo sin dejar de caminar. La cabeza la mantenía agachada mientras que sus hombros parecían tensarse más y más mientras se acercaba al centro de su recinto. Preparada para una noche más en vela.

Suspiró cuando se tuvo que agachar para poder acomodarse en el futón, no se molestó en cambiarse la ropa, no había caso, después de todo, ahora no contaba con mucha ropa para poder estar cambiando a cada hora del día por lo que sin demora, se acostó y se echó los cobertores encima tardando en calentarse como siempre debajo de esas gruesas mantas que a veces de nada le servían para la hora de dormir en noches tan deprimentes como esa.

¿Había llorado lo suficiente? ¿Había plañido lo que tenía que plañir? ¿Había maldecido ya su posición como la heredera Hyūga las veces necesarias? No lo sabía y ciertamente ahora ya no le importaba.

Estaba muy cansada.

Mirando al techo, Hinata parpadeó varias veces en silencio antes de cerrar los ojos en un inútil intento por caer dormida. Pero como usualmente le pasaba, el dios de los sueños la ignoraba cruelmente.

Hinata quiso imaginar adentro de sus párpados un escenario donde los ninjas y los problemas dejaban de existir en su vida. Un sitio donde las cosas eran más simples y pacíficas, donde ella y Naruto pudiesen al fin ser felices dentro de lo que cabía la imaginación de una pequeña infante de 10 años.

Entonces sus manos se cerraron bajo su blusa, bajo sus crecidos senos. Y recordó la conversación que Naruto tuvo con Sakura la noche anterior.

»¿Te he tocado de forma que te incomodara? ―había dicho Naruto aquella vez. Ella en su momento no entendió el motivo de la pregunta.

»¿Q-qué?

»Sakura quiere saber si te he tocado con la intensión de tener intimidad contigo.

Hasta la fecha, Hinata todavía no entendía nada. Sabía qué significaba esa palabra, pero no la asociaba a algo específico para que Sakura se alterase así… es decir, ¿Sakura no quería que ella y Naruto tuviesen privacidad? ¿Acaso su amiga pensaba que no podía dejarlos solos?

«Intimidad» siguió pensando Hinata como queriendo encontrarle otro sentido.

En ese momento, ella no le había comentado nada a Sakura sobre su confusión pues pensó que hacerlo haría que la ninja médico se frustrara y al final decidiera mandarla a casa sola para que se enfrentara tempranamente a su padre.

Cuando la volviese a ver, Hinata se prometió que le pediría una explicación acerca de lo que esa palabra significaba en esa conversación.

—¿Por qué no logro entenderlo? —musitó Hinata con los ojos cerrados tratando de encontrar una definición clara del porqué…

Las ventanas movibles de su cuarto se abrieron de golpe asustando a Hinata, haciéndola levantarse de golpe dejando caer las colchas preparándose para una batalla.

Por si acaso llegase a haber una.

Las puertas de madera se contonearon al compás del viento relajando un poco así a la sucesora del clan Hyūga. Con mucha cautela, Hinata se acercó a la ventana para cerrar las puertas y atrancarlas bien, escuchando como el viento hacía de las suyas con los árboles cercanos.

Un poco más calmada, Hinata regresó al futón, acostándose, esta vez sin dejar de mirar la ventana frente a ella. Si se quedaba en vela, entonces vigilaría que nadie pasara por ésta. O al menos eso pensó hasta que unos dos dedos intrusos se posaban en su garganta con suavidad.

Ella soltó un respingo alarmado al momento en el que se quedaba paralizada sin dejar de ver la ventana y comenzar a barajar las posibilidades de sobrevivir. Pero aún no sentía una presencia cerca, era como si fuese un fantasma quién la visitaba, aunque esos gruesos dedos le decían que era un vivo quién estaba a su lado.

—Soy yo —escuchó al lado opuesto a donde veía.

—¿Na-Naruto? —susurró Hinata girando su cabeza para verlo, sintiendo cómo él quitaba los dedos de su garganta y aparecía de entre las sombras con una mirada aún oculta entre sus cabellos.

Él olía como la tierra, de hecho, su otra mano parecía estar cubierta de ella mientras que la que había usado para tocarla parecía recién lavada, la había sentido después de todo, había estado helada. Sin embargo algo en él había cambiado y Hinata temía el porqué y el qué había cambiado en él.

Una vez que Hinata se incorporó sin levantarse, Naruto se sentó a un lado de ella viendo la pared que tenía enfrente aún con algo de sudor bajándole por la espina dorsal. La chica inhaló aire varias veces y entonces se atrevió a mirar a Naruto, quien a su vez, la veía también.

Entonces, al verse a los ojos, el joven ninja de naranja se sintió de verdad como un criminal; como un vulgar ladrón que sólo por las noches podía hacer algo para solucionar sus problemas; ocasionando otros a su paso.

—Lamento si te asusté —dijo un poco apenado—, ¿y… cómo has estado? ―preguntó con voz cansada, agobiada.

Hinata tardó un poco en analizar lo que estaba pasando y entonces, cuando acabó sólo para sentirse más dudosa que al principio. Respondió a la pregunta.

―No lo sé ―sinceró recuperando un poco el control de sí misma―, ¿y tú?

Naruto rio ante el regreso de la duda.

―No lo sé ―respondió también con una sonrisa irónica en la cara―. ¿Sabes? Creo que en realidad ni siquiera sé el verdadero motivo por el cual vengo a mitades de la noche a molestarte. Tal vez sea porque necesitaba hablar con alguien. Pero… ―se detuvo a sí mismo mientras evadía la mirada de Hinata.

―¿Ah? ―articuló Hinata al enderezar su espalda―, n-no es molestia. La verdad es que, no me molestaría escucharte.

Naruto no respondió, siguió manteniendo esa mirada perdida, como la que según Hinata, ella había estado hasta hace unos minutos y sólo bastó la mera presencia del rubio para que su estado de ánimo cambiara.

—No puedo dormir —susurró ella con calma.

―¿Por qué? ―se permitió Naruto preguntar con voz baja.

Hinata entonces supo que al igual que ella, Naruto no había recibido buenas noticias el día de hoy por lo que dedujo que no debía preguntarle a él cómo se sentía o por qué se sentía así.

—Porque… supongo yo que es porque estoy muy intranquila ―dijo ella tratando de no tocar temas de los cuales no saldría muy bien parada.

No quería tomarse la confianza de llorar en el hombro de Naruto cuando él seguramente tenía problemas más graves, después de todo, en el mundo no había muchas cosas que pusieran de ese modo tan depresivo al Gran Uzumaki Naruto.

―Entiendo ―dijo él con los hombros tensos.

Hinata había estado tan apegada al silencio que ahora que estaba con Naruto le había parecido agobiante, tanto que después de agacharse un poco, tomó fuerza y se alzó enfrentándose al joven Uzumaki por primera vez en toda su existencia.

—Naruto, háblame por favor ―pidió Hinata con la poca calma que le quedaba, bien, él estaba mal, pues ella no estaba nada bien y la verdad es que la chica Hyūga no estaba para de humor para silencios incómodos, y menos si se trataba de Naruto―. ¿Qué es lo que en verdad te está molestando?

Naruto le miró de reojo, con unos ojos que le quemaron hasta el alma, unos ojos rodeados por un aura molesta, triste y desolada.

Eso acabó con la paciencia de Hinata.

Ella se levantó con brusquedad y sin pensárselo dos veces, dejó que los sentimientos que había reprimido no sólo desde ese día, sino varios atrás, unos sentimientos que había contenido hasta el final, saliese a flote ante la opaca vista azulada.

―Entonces. ¿Sabes qué ha pasado conmigo, ya que tú no me dices lo que ocurre contigo? ¡Bien, de acuerdo, te lo diré! ―empezó Hinata con el nudo en su garganta a punto de salir disparado―. Este maldito mundo en el que vivimos está quebrado, viniéndose abajo, y en un patético intento de que regrese a ser como era antes, pero yo sé la verdad, posiblemente ya nada será como antes; todo se ha adelantado para mí y para muchos otros, ¡no he cumplido ni la mayoría de edad y en una semana tengo que empezar a liderar un clan entero! ―explotó al fin una bomba que ya se había formado desde ya hace mucho tiempo.

Naruto la miró obviamente sintiéndose un poco intimidado por primera vez en su vida frente a ella y eso muy en lo más profundo de su ser… aquello lo desconcertó.

—Un clan que sé —continuó Hinata—, aún siente que soy incompetente para poder guiarlos; me siento mal, sé que hay muy pocas expectativas en mí y aún mi padre siendo quién es trata de apoyarme ―soltó una carcajada cargada de enojo. Naruto sólo miraba, sin perder el hilo de lo que ella al fin descargaba―, trata de que esto sea más llevadero para su hija "la inútil" ―hizo unas comas al aire con sus dedos de ambas manos―. Pero sé que él tampoco confía mucho en mí pero es algo que debe hacer aunque él no lo quiera para poder liberarse de la carga que lleva sobre su espalda desde que el tío Hizashi dejó de existir. ¡Yo no quiero esto! ¡No quiero tomar liderazgo de un clan que a pesar de todo sigue odiándome! ¡Qué sigue viéndome así! ―exclamó con furia―, estoy cansada de ver cómo me observan, cómo me ven como si fuese una niña en un mundo de adultos; sé a lo que me enfrento, ¡maldita sea, lo sé! ―Naruto ensanchó los ojos al escucharla exclamar la maldición―, ni siquiera he empezado y ya siento que he fallado. ¡Y por si eso no fuese poco! ¡Ja, ja! ―rio con una arrogancia y un profundo odio que Naruto apenas y creía lo que veía y escuchaba provenir de ella―, ¡ya veo los planes para una boda arreglada con un hombre cualquiera que creerá estar por encima de mí! ¡Ya veo al inepto sentándose en la cabecilla de la familia mientras yo me dedico a servir el té!

Naruto alzó las cejas, vaya, vaya, Hinata aparentemente no se había podido desahogar como él pudo hacer en la tarde, y desde ya hace mucho.

Qué pena que no había tiempo de transportarlos a un lugar donde ella pudiese descargar su ira mejor. Tal vez después de que terminara con lo que tuviera que decir le preguntaría si necesitaba aire. Sólo esperaba que nadie acudiera a la ayuda de su próxima líder después de escucharla gritar sus inconformidades. Después de todo, que Hinata nunca dijese nada al principio no quería decir que no tuviera nada que decir, ¿o sí?

―¡Estoy cansada que no me vean como la kunoichi que me he vuelto! ―continuó―. ¡En la ninja que me he esforzado en ser! ―exclamó perdida en su mundo comenzando a dar vueltas por la habitación―, ¡sí, soy menos expresiva e inteligente que Sakura! ¡Soy menos extravagante y decidida que Ino! ¡Soy menos socialmente política que Temari! ¡Soy menos femenina que Tenten! ¡¿Y qué?! ¡Yo sólo soy yo! ¡Y no porque a esa manada de arrogantes no les guste no significa que yo seguiré tratando de complacerlos! ¡Ya lo he decidido! ¡No cambiaré lo que soy, jamás!

Y Naruto estaba de acuerdo con eso, sin poder evitarlo, él sonrió ante el desahogo que Hinata estaba prolongando, eso era algo bueno para ella, al menos eso él creía, pero esa curvatura de sus labios desapareció al instante cuando notó que la voz de Hinata comenzaba a quebrarse y sus ojos comenzaban a dejar caer lágrimas gruesas.

―Yo sólo soy yo, ¿por qué no pueden aceptarme así? ―gimió como si estuviese cansada, de tanto pelea, de tantas dudas implantadas por el arrogante ambiente en el que había crecido; Naruto no quería ni imaginarse lo que ella había sentido, encerrada en una casa donde sólo pueden reprimirte a ti mismo; y entonces, él reverenció mentalmente el verdadero valor y la suprema fuerza de Hinata―; no puedo cambiarme, no puedo fingir todo el tiempo que estoy bien cuando en realidad no lo estoy ―tomó una abocada de aire ajena a lo que sus palabras provocaban en su ídolo―. Mi padre me tiene tan poca fe que piensa que debe dejarme todo el trabajo hecho antes de darme el liderazgo, él piensa que si tengo amigos o alguien que pueda escucharme dejaré mis obligaciones como líder del clan. Piensa que yo dejaré a la deriva el clan si encuentro la felicidad ―rio con desgano―, estoy segura de que ni siquiera me dejará casarme con alguien que siquiera me respete porque eso me haría feliz… y la felicidad es una distracción ―se dejó caer en suelo de rodillas justo debajo de la ventana que Naruto había usado para poder entrar.

Al cabo de un corto tiempo en silencio, Hinata al pensar en frente de quién había dicho todo aquello, gimió con vergüenza y tapó su cara colorada puesto que había visto de reojo a Naruto viéndola con atención al segundo de terminar su frase.

Sus mejillas estaban ardiendo, además, por si eso fuese poco, la mucosa nasal comenzaba a molestarla y se veía obligada a tragársela.

¿Por qué no podía llorar como en los libros? ¿Por qué no con elegancia y feminidad? ¿Por qué tenía que enseñarle a Naruto lo poco limpia que podía llegar a ser con su nariz sonadora?, sí, esas cosas sólo le pasaban a ella dentro de un desahogo infernal del que creyó que sería presa para siempre.

―Me siento mal. Contadas son las veces que me siento bien en esta casa ―admitió con suma vergüenza―, en paz. ―Se tomó la cara con ambas manos con mucha fuerza mientras ahogaba sus desgarradores gemidos, unos que había apretado en lo más profundo de su pecho desde que su padre había dejado su despacho, dejándola a ella sola. Asustada―. No he empezado… ―musitó con la voz cortada―, y ya estoy cansada.

Naruto simplemente la vio, debatiéndose entre ir y abrazarla o simplemente dejarla desahogarse en aquel rincón. Entonces como si alguien a sus espaldas le hubiese dado una patada en la cabeza, el rubio se levantó y con pasos rápidos y silenciosos, se acercó a Hinata. Se agachó hasta su altura estando ella aún de rodillas, sentada en sus glúteos, y acercó su mano a la cabeza, que se agachó mucho más al sentir su toque.

―Llora, Hinata ―acarició la melena oscura con cierta dulzura, si algo Naruto sabía a ciencia cierta, era que aguantarse las lágrimas jamás resolvería nada. Era mejor dejar salir todo dolor en su debido momento o saldría en otro, y lo haría con un ímpetu peor.

¿Quién más podía saberlo mejor que él?

Un niño huérfano cuyos padres murieron por una aldea que despreció al único hijo de dos grandes héroes que lo único que habían pedido para él al momento de fallecer era su felicidad, y al contrario, él sólo obtuvo rechazo y soledad. Naruto sabía que Hinata debía llorar lo que tenía que llorar, que tenía que gritar lo que tuviese que gritar. Sin pena, sin remordimiento. Cuando el cuerpo de Hinata se alzó ante un gran sollozo, Naruto le miró.

―Ven.

Hinata sintió como Naruto la acercaba a su sólido y masculino pecho y la dejaba llorar ahí, acariciándole la cabeza con su mano izquierda mientras que con la derecha procuraba sobar con cuidado el brazo de la morena. Hinata, ya de regreso al mundo real, se planteaba una y mil maneras para poder excusarse por su arranque de ira; Naruto había acudido a ella para que lo escuchará a él, y para variar terminó siendo al revés.

¿Por qué ahora su sentido del desmayo le fallaba? Naruto estaba técnicamente abrazándola, y ella estaba llorando y con el rostro rojo por la vergüenza de verse tan patética, si había un buen momento para besar el suelo, era ahora. Además de que se suponía que ella debía verse fuerte para él, para que Naruto viese que no era la jovencita tímida e inútil que no valdría la pena que lo acompañase toda la vida. Que ahora era una kunoichi hecha y derecha.

Pero no, como siempre sus planes tenían que ser arruinados por su propia mano de la forma más patética posible.

«Seguro Dios ha de estar aburrido» pensó Hinata con desánimo.

―Es increíble ¿no? ―le habló Naruto en un tono tan tranquilo que desconcertó a Hinata―, cuando entré a tu habitación, con toda honestidad te digo que lo hice sin pensar muy bien en lo que haría, en lo que te diría. Simplemente me dejé llevar por esa intranquilidad que no me dejaba en paz. Esta mañana recibí una noticia desagradable ―sinceró pero no se detuvo a dar detalles, aún no era el momento―. Cuando repasé lo que se supone que debería hacer o pensar, de pronto pensé en ti.

El corazón de Hinata se detuvo, ella lo supo, sintió como su cuerpo se tensaba, ya entre los brazos de Naruto. Él, aparentemente ajeno a esa acción (no dejó que aquello lo descontrolara por ningún segundo, ya que eso no sería muy propio en ese momento; aunque realmente le causó un estrago muy fuerte en el pecho saber que ella aún seguía siendo tan tímida con él, además de que ahora, Naruto sabía muy bien el porqué), continuó:

―Pensé en ti y me pregunté si tú también habías recibido una noticia que te dejara con la misma emoción que yo ―sonrió cerrando los ojos disfrutando de la ahora relajada respiración de Hinata―, no me equivoqué. Tal vez… ―Naruto decidió callarse, no quería intranquilizar a Hinata con esas chorradas del destino, era más que claro que le harían recordar a Hyūga Neji y por ende, la paz de Hinata disminuiría aún más.

―Tal v-vez… ―incitó Hinata a que continuara, encerrada en un cálido y refrescante abrazo que se juró a sí misma, no olvidar jamás. Naruto pareció contraerse un poco.

―Tal vez ―musitó. «Vamos piensa rápido, ¿qué podrías decir? ¡No te quedes callado!», le decían varios pequeños clones de él volando por su cabeza, Naruto incluso podría jurar que uno estaba bailando La Macarena arriba de su cabeza.

Hinata sonrió, ése era su Naruto. No era oficialmente suyo pero, claro, no estaba de más soñar un poco más mientras aún pudiese hacerlo.

―¿Lo has olvidado? ―preguntó Hinata con una leve sonrisa en el rostro, entonces Naruto se permitió respirar tranquilamente.

―Y así soy yo ―respondió Naruto más animado (por no decir, aliviado).

Nada que ver con el Naruto que entró a la alcoba de Hinata. El que pasó toda la tarde debatiéndose afuera de los dominios Hyūga entre entrar a la morada y así ver a Hinata o no, entre si su intervención podría causarle problemas a ella o no, entre si su padre le reprendería a él el estar con su hija o no. Y lo más importante, entre si ella aceptaría a escuchar sus patéticos lloriqueos o no. Pero al final, Naruto se había decidido y había entrado dejando las puertas de la ventana mal cerradas, ocultándose en las sombras como el ninja que era para verla separarse de sus prendas, decaída, molesta, sola.

―Así eres tú ―recitó débilmente Hinata, arrullada con el compás de las respiraciones de Naruto, ésta la sintió incluso más ligera que antes―. Perdóname ―musitó entonces―, no te dejé hablar ―cuando Hinata respiró de nuevo, el sonido de la intervención de la mucosa acumulada la hizo respingar de sorpresa y ocultarse entre las ropas de Naruto, uno que rio levemente ante eso.

¿Por qué ella se avergüenza?, se cuestionaba él entre leves risas. Era normal tener mucosa nasal al llorar, él y muchos la tenían cuando lloraban; ya hace tiempo Naruto había aprendido que los llantos de los libros y demás derivados no eran como en la vida real, en la vida real el cuerpo humano tenía reacciones, reacciones que no siempre iban a hacerte lucir cool. A menos de que seas mujer claro estaba, porque Naruto no había conocido mujer en el mundo, que al llorar luciera ridícula. Él había visto llorar a grandes monumentos femeninos del arte ninja: empezando por la gran ninja médico Sakura Haruno, también había visto llorar a la fabulosa Tsunade Senju, había visto a su maravillosa y hermosa madre, Kushina Uzumaki, aferrarse a él mientras las lágrimas caían de su rostro. Joder, incluso había visto a ancianas llorar por diversos motivos en sus viajes con Jiraiya. ¡Era normal tener que limpiarte la nariz al llorar! No sabía el motivo científico de ese hecho pero vamos no era tan tonto ni tan insensible como para reírse a costa del dolor Hinata. Él sabía lo horrible que se sentía eso.

Pero aunque a él no le incomodaba o le hiciera gracia que Hinata tuviese problemas para respirar por su timidez, Naruto se negó a apartarse, o al menos hasta que la incomodidad de Hinata le llegara hasta el pecho y le hiciera pensar.

―Hinata ―llamó decidido a hacer lo correcto, después de todo, era Hyūga Hinata con la que trataba, ella no contestó a su llamado pero sabía que lo escuchaba―, saldré de tu habitación. Creo que necesitas estar sola. ―Cuando iba a separarse de Hinata, las manos aferradas a su sudadera se lo impidieron, Naruto sonrió enternecido―. Debes descansar.

Hinata negó con la cabeza conteniendo respirar, de nuevo. Mierda, entonces sería al modo difícil.

―Sólo saldré de tu habitación por diez minutos ―dijo como último recurso―, ¿de acuerdo?

―T-te i-irás ―musitó ella entre temerosa y avergonzada tratando de que su voz no sonase ronca o graciosa. Naruto suspiró aún con la sonrisa plantada en su cara.

―¿Quieres que lo haga? ―ella negó levemente―, entonces diez minutos mientras te despejas bien. ¿Sí?

Naruto al ingresar de nuevo a la habitación de Hinata se encontró con una grata sorpresa, la encontró durmiendo encima de las colchas de su futón, más precisamente de cabeza dejando la ventana arriba de su cara, con las piernas muy separadas una de la otra y las manos de lado al lado de su cabeza, con la boca entreabierta emitiendo leves ronquidos y las mejillas bien sonrojadas, varios papeles a su alrededor dejándole ver a Naruto que tan poco Hinata había podido respirar en su presencia (rio de sólo pensarlo) y el cabello completamente desperdigado por el futón y el suelo. Sin duda, una imagen que guardaría sólo para él a pesar de que sus sentimientos hacia Hinata no estuviesen del todo definidos.

Sin poder evitarlo, se agachó y quedó de rodillas a un lado de ella. Miró a Hinata con cuidado y sin que ella se percatara de nada, Naruto pasó sus dedos por el contorno de su mentón, incapaz de siquiera cuestionarse el tocar sus labios; no podía evadir la realidad, Hinata comenzaba a atraer al hombre que había en él, a esa parte suya que a veces detestaba por el simple hecho de que cuando dejaba que el hombre dominara a veces las cosas no le salían nada bien, sin embargo no así su corazón, ese que aún se resignaba a pesar en Hinata más que en Sakura.

Porque a pesar de todo, su corazón sufría por la partida inminente de su compañera, de su amiga, de su primer amor. Pero también comenzaba a sufrir por Hinata, por la mujer de un corazón tan puro que el suyo se negaba a contaminarlo con su presencia, por la mujer que se había abierto a él en medio de su desesperación. Sakura jamás había hecho eso, ella jamás se había abierto a él con tanta familiaridad a pesar de llevar años prácticamente criándose juntos, a menos de que quisiera pedirle que la ayudara claro estaba.

Pero Hinata, sin condiciones y sin nada más, se había echado a llorar a pesar de que eso le causaría una gran vergüenza después. ¿Por qué su corazón aún no aceptaba a Hinata de una buena vez? Ella había arriesgado su vida por él, más de una vez. Le había demostrado una y mil veces que se preocupaba por él más que cualquier otra persona. Además de que era una cocinera excelente capaz de hacer feliz el estómago de un hombre.

»¡Ya veo al inepto sentándose en la cabecilla de la familia mientras yo me dedico a servir el té! —había dicho ella.

¿Acaso sería verídico?

¿Su clan la obligaría a contraer matrimonio una vez que fuese nombrada líder de los Hyūga?

¿En verdad su propia familia haría con ella algo tan cruel e inhumano?

La noche transcurrió como normalmente, nada diferente en lo que la naturaleza correspondía. Sin embargo algo muy distinto pasó aquella madrugada. Un muchacho rubio corriendo como si el diablo lo estuviese persiguiendo en dirección a su casa con un solo pensamiento en la cabeza: "Soy un maldito".

Sí, Uzumaki Naruto se había declarado a sí mismo un verdadero… ¿cómo lo llamaría su madre? Ah sí: un soberano imbécil.

Porque aquella noche, en aquella habitación. Naruto había pensado sin razonar muy bien lo que estaba pasando por su mente. Él sabía que Hinata era una buena chica, una buena compañera y una buena oyente. Y él era el hijo maldito de Kushina y Minato Namikaze. "Un bastardo", sería la definición más acertada.

Si Madara u Obito supiesen lo que él había pensado y más tarde había sentido miedo de ello, seguramente se cagarían de risa de él, y después lo intentarían matar de nuevo.

Lo había pensado, en uno de sus momentos: Hijo de puta, él había pensado lo más ruin y degenerado que puede pensar un hombre de una mujer como Hinata.

"A pesar de que él sabía bien que su corazón no pertenecía a Hinata Hyūga. No permitiría que el corazón de ella perteneciese a alguien más".

Al llegar a su casa, se dio tantos topes en la cabeza cómo pudo hasta caer al suelo con la mirada fija en su techo. Debía borrarse esa maldita idea arrogante y posesiva de la cabeza. Su tiempo en el corazón de Hinata ya tenía fecha de caducidad y el reloj eterno no esperaba a nadie. Debía decidirse pronto.

O hacia algo para evitar que Hinata se casara y le esperara hasta que su corazón se decida a aceptarla, o él se arriesgaba a verla en brazos de otro hombre.

Lo peor es que imaginarla en brazos de un chico sin rostro no le provocaba ningún pensamiento bueno en Naruto, ningún pensamiento que un héroe como él debiese tener.

¿Celos? ¿Miedo? ¿Qué era lo que no lo dejaba en paz?

Habían pasado apenas 2 días y él ya estaba perdiendo la cabeza.

―No te apresures aún… recuerda que… al menos debes conocerla ―se decía el rubio mientras poco a poco iba cayendo (esperaba él) a los brazos de Morfeo aún con el frio que se colaba por la apertura donde aún faltaba una puerta.

No debía ser apresurado, estaba hablando de su futuro. No sólo de su futuro sino también del de Hinata. Bien se quedaba con esa ridícula idea de que no compartiría a la primogénita de Hiashi con nadie más y qué pasaría si en verdad no era el destino de ambos estar juntos, ¿y si el corazón de él jamás la aceptaba? ¿Qué ocurría con Hinata después? Un hombre como quiera puede conseguir pareja hasta los 30 años y más, pero ¿una mujer tenía la misma suerte?

"Cambia una vida, y cambiarás cien", le había dicho un viejo sabio hace mucho en uno de sus viajes cuando Naruto había hablado de querer estrangular a su mentor por un nuevo asalto de éste a su economía para el burdel del pueblo.

Pero como sea que fuese, debía ser rápido y está vez, debería tener cuidado con lo que hacía y decía, porque la felicidad de Hinata y la felicidad (por no decir, cordura) de él dependían de ese foco mal encendido que Naruto sabía, que tenía por cerebro.

Y de pronto rio irónico; tener que dejar a Sakura marcharse, ya se había convertido en el menor de sus preocupaciones.

Un lobo a las afueras de la aldea, aulló al mismo tiempo en el que Hinata abrió los ojos de nuevo, a pesar de lo poco que había conseguido dormir, Hinata se sentía muy ligera y descansada. Sin embargo, al echar una mirada a su alrededor, notó que no había nadie cerca de ella. Y no sentía la presencia de Naruto cerca. ¿Acaso la había dejado?

«Pues claro», le dijo su mente, «tú también te irías si él se durmiese a mitad de una charla ¿o no?», cierto, ella se había dormido.

Se sentó en el futón notando que tenía las colchas encima, bien puestas y que sus ventanas nuevamente estaban abiertas. Pero ya no había aire que las azotara, de hecho, era muy raro que no hubiese viento.

¿Naruto había dejado la ventana abierta o…?

Un escalofrío recorrió la espalda de Hinata, uno que la obligó a levantarse bruscamente y ponerse en posición de ataque.

―Muéstrense ―ordenó Hinata a un rincón oscuro de su habitación.

Grande fue su sorpresa cuando de las sobras, aparecieron Shino y Kiba

―Pero… ¿qué hacen aquí?

―No era el tipo de bienvenida que esperaba ―dijo Kiba sencillamente.

¿Acaso todos se habían puesto de acuerdo para invadir la habitación de Hinata esa noche?

―¿Estás bien, Hinata? ―preguntó Shino tomándola por sorpresa. ¿A qué se refería?

―Sí, Shino. ¿Por qué la pregunta?

―Bien, supongo que debemos decir el motivo por el cual venimos ¿no? ―habló Kiba, Hinata asintió con la cabeza―. El motivo es que, mientras nos encaminábamos en una patrulla nocturna vimos a Naruto salir corriendo de tu casa como si hubiese cometido el crimen de su vida ―dijo Kiba alzando los hombros notando la incredulidad en la cara de Hinata―. Te lo pondré más sencillo ―su rostro tomó un matiz mucho más serio cuando continuó―: Su chakra se descontroló por un segundo y no habló de un desliz normal sino uno que sólo puede ser provocado por…

―Por… ―Kiba suspiró.

―El miedo.

―Kiba, creo que exageras. S-sí, hablé un poco con Naruto pero, no… ―que vergüenza admitir que se había quedado dormida después de echarse a llorar en el hombro del rubio. Además de que si le decía que había permanecido dormida, Kiba se preocuparía más.

―Provengo de los clanes de rastreadores más poderosos, Hinata ―dijo como si hubiese sido ofendido―. Y si tengo una especialidad que no muchos poseen, es la capacidad de olfatear los problemas a kilómetros de distancia.

―¿Estás diciendo que Naruto será un problema? ―preguntó Hinata con cierto enojo, ¿por qué todos ahora trataban de alejarla de él?

―No estoy diciendo eso ―aclaró Kiba. Pero Shino le cortó el discurso.

―Sólo estamos previniéndote, Hinata ―dijo él―, por el equipo que fuimos, y por los camaradas que hemos sido desde la infancia, nos preocupamos por ti y aunque no lo creas, también por él. ―El domador de los insectos se plantó frente a Hinata y le miró fijamente a los ojos aún a través de sus gafas oscuras―. Hinata, mientras más poder posea un ser humano, más fácil es hacerle perder la cordura por muy buena persona que ésta haya sido en un pasado. Naruto acaba de recibir demasiadas habilidades en el transcurso de esta guerra, además de que si mal no recuerdo, su mente fue puesta en diversas pruebas y si eso no fuese poco, el olor a muerte siempre es más potente cuando posees parte de ella adentro tuyo.

—Kyūbi no Yōko ―musitó Hinata comenzando a analizar el punto de sus camaradas. Esto no pintaba para nada bien.

―Naruto pareció perder algo hace unos momentos, ni siquiera se dio cuenta cuando los seguimos y eso nos preocupó aún más. Cuando lo vimos parecía un perro enjaulado.

―Oye ―se quejó Kiba ofendido. Shino le gruñó.

―Hinata ―continuó―, sólo te pedimos que no bajes la guardia en ningún instante cuando estés con él.

―Naruto jamás me haría daño. Jamás.

―Hace muchos años, eso mismo dijo un domador de insectos que de forma inesperada terminó siendo devorado por hormigas negreas que terminaron comiéndolo desde el interior. Aun cuando él había tratado con esos insectos desde niño.

―¡Naruto no es un insecto! ―exclamó Hinata levantándose, Shino la imitó.

―Claro que no ―dijo ladeando la cabeza―, es algo más inestable. Y por ende, más peligroso.

Hinata dio un paso atrás. ¿Sería verdad? ¿Sería verdad lo que Shino y Kiba habían decidido decirle a mitades de la madrugada?

―Confió en él ―dijo finalmente. Shino asintió mientras Kiba soltaba un gruñido típico de cualquier persona molesta.

―Entonces nosotros hemos cumplido con avisarte. Es tu vida y sólo tú decides ―dijo Shino encaminándose hacia la puerta―. Pero, si en algún momento nos necesitas, sabes dónde encontrarnos.

―Lo sé, Shino ―musitó ella agradecida―. Gracias por…

―De nada, vámonos Shino ―dijo Kiba antes de lanzarse de la ventana, Shino miró a Hinata.

―Se le pasará ―dijo refiriéndose al enojo que Kiba estaba experimentando―, la conducta de Naruto le dejó asustado.

El corazón de la mayor de los Hyūga se quedó en shock. ¿Kiba asustado por Naruto? ¿Eso era posible?

―¿Asustado? ―musitó Hinata sorprendida.

―Así es ―dijo Shino―. Espero que sabiendo eso, puedas intentar tomar un poco de más precaución cuando estés con él. No me refiero a que le temas o que dejes de verle, simplemente, no le des la espalda cuando esté molesto ―terminó Shino, le dio la espalda y antes de irse como Kiba, le dijo―: cuídate mucho, hermana.

Hinata bajó la mirada al son de que las puertas se azotaban por el ya presente aire.

―Locura ―susurró Hinata acercándose a la ventana para ver al horizonte, aún no aparecían los rayos del sol, pero estaba segura que no tardarían.

¿En verdad Naruto algún día perdería la cabeza? Y sí así era, ¿qué ocurriría con ambos? El miedo se había incrustado en su corazón, el simple hecho de pensar en un Naruto fuera de control le hacía pensar en un final nada feliz.

«No» se dijo decidida. No permitiría que Naruto cayese en la locura (si es que él podía caer en ella), no sabía cómo lo haría, pero lo lograría. Después de todo, se lo debía.

Y más allá del deber, estaba su amor por él. Porque esa era la verdad.

―Lo amo ―se dijo―. Lo amo más que a cualquier otra cosa en el mundo.

CONTINUARÁ


Trataré de ir lo más rápido que pueda, disculpen si se me pasaron fallas ortográficas o gramaticales, quizás después las edite.

Espero que este fic les siga gustando, me alegra que siga habiendo personas leyendo jejeje.


Muchas gracias por leer y comentar a:

Miss Tsuki, Okashira Janet, liseth tkm, Hinaru16241, Tsuki, nova por siempre, Lilipili, Nuharoo, Lynn S 09, hinamel, Sara, Y eliuska20.


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