"¿Era un sueño? ¿o tal vez era una ilusión? no, todo lo que me paso fue real ... ha pasado mas de un año desde mi visita a Gaea donde conocí a la persona que da sentido a mi vida. Tan solo la posibilidad de reencontrarme con él me da fuerzas para afrontar el destino, un destino que forjo día a día. Te echo de menos, Van ..."
- Hitomi - No hubo respuesta - ¡Hitomi!
- ¿M ... mamá ...? - Le dijo Hitomi a su madre mientras apartaba la almohada de su cara.
- ¿Que haces ahí? ¿No tenias que ir a la estación de tren con Yukari?
- Mas ... mas tarde, mamá. Tengo el despertador programado ...
- Hija, hace mas de dos horas que se fue la luz ...
-¿Que? - Hitomi se levantó de un salto mientras miraba su reloj de pulsera. - ¡Las doce y media! Yukari me va a matar ... ¿por que no me has avisado antes?
- No estaba en casa. ¡Aprisa! Recuerda que tienes que llevar también a tu hermano al festival.
- Pero ... - Hitomi esperaba que su madre comprendiera lo importante que era llegar puntual a la estación, pero su madre fue tajante con este tema.
- Lo prometiste. Ya eres una mujer y tienes que ser mas responsable.
Hitomi acató las ordenes de su madre como de costumbre. No tardó en vestirse y asearse. Al menos ya se había dado un baño ayer por la noche, así que no era necesario darse una ducha ahora mismo, aunque le gustaría hacer para calmar los nervios.
"No me puedo creer que vuelva al fin Amano" pensaba mientras se cepillaba a toda prisa los dientes.
- Ya era hora de que te levantaras - Era la voz de su hermano Kenitshi, un niño de 12 años bastante despierto para su edad, aunque algo travieso, especialmente con ella. Hitomi pensaba a veces en broma que había nacido con la única intención de hacerle la vida algo mas difícil. Estaba deseando recriminarle por no haberla despertado sabiendo que tenían que ir a ese festival para niños, algo que no podía hacer sin salpicar a su hermano de pasta de dientes.
- Vamos, rápido. ¿Estás ya listo? - Preguntó a su hermano mientras guardaba su cepillo en uno de los vasos del baño.
- Claro, mucho antes que tu ... - Le contestó con cierto tono bromista. A Hitomi no le gustó nada esta respuesta, así que no dudó en agarrar a su hermano del hombro y llevárselo prácticamente a empujones con la excusa de que no llegaban a tiempo al festival.
...
-¡Ya era Hitomi! Llegas tarde, como siempre ...
-Perdona, Yukari. - dijo Hitomi apoyándose sobre su amiga, intentando recobrar el aliento. -Mi hermano me pidió en el ultimo momento que le llevara a esa estúpida feria. ¿Que te ocurre? ¿Estás nerviosa ...?
Ambas se sentaron en uno de los bancos de la estación de tren.
-¿Tanto se me nota? Yukari enrojeció.
-Tienes ganas de volver a verle ¿no es así?
-Hace ya casi un mes que se fue a esos campeonatos de atletismo en el extranjero, pero el tren se retrasa demasiado ...
- ¡Solo lleva dos minutos de retraso! -Bromeó Hitomi tratando de animarla al tiempo que se limpiaba el sudor con el pañuelo que llevaba en uno de sus bolsillos. -Si llevas un mes sin verle, podrás esperar un par de minutos mas.
-Tienes razón, no se porque me preocupo.
Un altavoz anunció la llegada del tren con origen del aeropuerto. Muchas de las personas que se encontraban en ese momento sentadas en los numerosos asientos de la estación se levantaron rápidamente para dar la bienvenida a sus amigos y parientes, entre ellos Hitomi y Yukari. El tren se detuvo justo al lado de ellas y comenzó a salir gente de él, siendo recibidos en su mayoría por las personas que esperaban. Las dos amigas decidieron quedarse quietas vigilando cuidadosamente todas las salidas del tren intentando mientras esquivar la gran cantidad de personas que en ese momento se agolpaban en las puertas.
-¿Donde ... donde estará? -le preguntó Yukari a Hitomi.
-No ... no lo se. Hay mucha gente. - Le contestó Hitomi mientras buscaba a Amano con la mirada sin éxito.
Algo tocó la espalda de Yukari pero esta no le dio importancia, estaba demasiado ocupada intentando poder reconocer una cara entre tanta gente. La segunda vez, algo mas fuerte, la molestó bastante y no dudó en girarse rápidamente para reprender a la persona que la estaba molestando.
-¡Que demonios quiere¡- Gritó con fuerza -¡A ... Amano ...!
Hitomi, al oír a su compañera se giró y pudo ver a Amano con una amplia sonrisa, vestido con un chándal blanco y cargando con una maleta deportiva de color negro. De su cuello colgaba una medalla de color plateado. Detrás de él se encontraba un pequeño grupo de jóvenes vestidos de la misma forma pero con una sonrisa totalmente diferente, sin medallas, siendo recibidos por sus compañeros y familiares. Mientras tanto, Yukari no dudó en abalanzarse sobre él abrazándolo con tanta fuerza que no tuvo mas remedio que soltar el equipaje en el suelo para poder mantener el equilibrio consiguiéndolo a duras penas. Hitomi decidió no interrumpir a la pareja ya que habían estado separados casi un mes y necesitaban uno el abrazo del otro. Después de unos segundos, Amano al fin pudo abrazar a Hitomi, menos apasionadamente que con Yukari, pero le daba igual. Al fin estaban los tres juntos.
- ¡Vaya! ¿Solo segundo puesto? - Bromeó Hitomi mientras sostenía la medalla de Amano. - Que pena que no consiguieras el oro...
- ¡Estoy segura que el Australiano hizo trampa! - Dijo bien alto Yukari, algo que hizo mucha gracia a Amano.
- No, se mereció el oro, pero os prometo que el próximo año ganaré los 100 metros. - Este comentario entristeció a Yukari. Eso significaría estar otro mes lejos de su novio, algo que no soportaba. Amano , que notó su disgusto, no tardó en matizar que la próxima vez esperaría que viniera ella como acompañante en los campeonatos del próximo año.
-¡Seria maravilloso! - Dijo Yukari con la cara iluminada.
- ¿En que piensas, Hitomi? Estás muy callada. - No recibió respuesta. Estaba mirando el otro extremo de la vía, como si de repente hubiera visto algo que le era familiar. -¿Hitomi?
Tampoco hubo respuesta. Hitomi creyó ver algo extraño detrás de uno de los vagones del tren una extraña sombra que recordaba lejanamente a un hombre con alas en su espalda. Sea lo que sea, estaba detrás de aquel vagón de tren, o eso creía ella. Tras unos segundos pudo comprobar que no era nada mas que una ilusión.
"¿Pero, y si fuera algo mas que una ilusión?" Pensó Hitomi temerosa de retomar sus antiguos poderes, algo que desechó rápidamente al recordar que ya no llevaba consigo el colgante de su abuela.
- ¿Hitomi? - Preguntó esta vez Yukari al no recibir respuesta.
-¿Eh ... que? - Dijo Hitomi algo confundida. Vio que Amano y Yukari le miraban extrañados por su comportamiento.
Amano le preguntó si se encontraba bien al tiempo que apoyaba su mano derecha sobre el hombro de su amiga.
- No, nada. Pero ... ¿vamos a comer o que? - Tratando de cambiar de tema - Yo invito.
...
Era un día lluvioso en Zaibach. El cielo estaba completamente encapotado y los truenos no paraban de anunciar su llegada al país que durante decenas de décadas dominaba sobre toda Gaea mientras que en la actualidad luchaba por mantenerse unido bajo las duras e inhumanas sanciones impuestas por los países aliados. Era, sin duda, un día triste, aunque no se diferenciaba mucho del día anterior, y de todos los días desde que acabó la miserable guerra. Para Kiter era mucho mas amargo. Era su primer día como soldado aunque aun se consideraba una persona con suerte. A diferencia de la mayoría de sus amigos, él no había perecido durante la gran guerra y pertenecer al ejercito le proporcionaba privilegios que ningún otro ciudadano de Zaibach disponía. No lo hacia por él, sino por su familia. Haría lo que fuera por sus padres y hermanos, incluso hasta soportar un turno completo de guardia bajo esta intensa lluvia, odiado por cualquier otro recluta. La base ya no es la que era. Hace dos años aquí atracaban enormes navíos de guerra con cientos de guymelefs Alseides en su interior, pero ahora debido a las duras sanciones impuestas nada es como le habían contado años atrás. De las enormes grúas y cables utilizados para la sujeción de los navíos ahora solo eran utilizadas la mitad, la mayoría de ellas con graves deficiencias estructurales a causa de la falta de presupuesto en la reparación y mantenimiento de estas. Los cuarteles donde anteriormente podían encontrarse a miles de compañeros soldados tan solo quedaban 4 en funcionamiento mientras que los que aun podían aguantar el peso del techo eran utilizados como improvisados almacenes.
- ¿Así que es tu primer día? - El interesado en la respuesta de Kiter era Dales, un soldado famoso en toda la base por ser el típico bromista del pelotón, algo muy de agradecer en estos oscuros días.
- ¿Como lo sabes? - Le preguntó intentando no tiritar por el intenso frío que hacía aquella tarde, intentando abrigarse con el escueto abrigo que le habían proporcionado sus superiores.
- Solo los novatos o los holgazanes tienen todas las de hacer guardia los días de lluvia ... - Esto animó mucho a Kiter. Al fin al cabo, su compañero admitía ser un vago - y no veo que seas un mal soldado, ¡incluso te veo entusiasmado por el turno de vigilancia!
- Es lo mas interesante que he hecho hasta ahora. Supongo que esto nunca será así - Al decir esto Dales soltó una sonora carcajada - ¿De que te ríes?
- ¡Soldado! - Gritó el orondo sargento Marceus refiriéndose a Kiter.
- Señor - Respondió rápidamente, seguido del saludo típico del ejercito, una profunda reverencia. Sin dudas, para ser su primera jornada aprendía rápidamente y algún día llegaría a ser algo mas que un simple soldado de infantería. Dales se quedó completamente en silencio y en guardia. No quería otra jornada de guardia bajo la lluvia.
- El crucero Derethy acaba de llegar al puerto volante. Informe de ello al Comandante. - Acto seguido se alejó a toda prisa al barracón mas cercano.
-Si, señor. - Aunque esto no llegó a oírlo. Marceus ya se había refugiado en el cuartel.
El Comandante era una persona muy famosa, aunque no se conoce mucho de su pasado. Sin dudas los Chamanes lo ocultaron cuando entró a formar parte de la Guardia Imperial al igual que sus otros componentes con el fin de mantener en el anonimato a sus familias. La Guardia Imperial era un cuerpo de elite cuya misión era la de proteger al emperador de cualquier amenaza, llegando incluso a ser nombrado capitán. Al comenzar la guerra, Dornkirk no tuvo mas remedio que enviar a sus mejores soldados, entre ellos su Guardia Imperial a dar la vida por Zaibach en los sangrientos combates en las inmediaciones de la ciudad-capital del imperio. Kiter lo admiraba, no solo por ser el único superviviente de aquel grupo de soldados, los mejor entrenados en el combate de toda Gaea sin ninguna duda, sino por los rumores que decían que el Comandante había dado caza él solo a tres Caballeros del Celestes de Astria, considerados por muchos como uno de los únicos guerreros capaces de rivalizar con la Guardia Imperial, aunque estas muertes jamás llegaron a ser confirmadas ni siquiera por el mismo Comandante, sencillamente no le agradaba hablar de estas cosas.
Kiter se dirigió a toda prisa al cementerio construido justo en el centro de la base. Era la única estructura que no presentaba grietas. Los arquitectos tenían la orden de no reparar en gastos en su diseño y mantenimiento, ya que los que aquí yacían murieron por y para el emperador y por lo tanto debían de ser enterrados con los mas altos honores. Dentro del cementerio, separado del resto de la base por un muro circular blanco de tres metros de altura se podían encontrar cientos y cientos de lápidas todas ellas perfectamente alineadas. Tenían inscritas el símbolo del pelotón al que pertenecían y el nombre del soldado. Kiter vio como en el centro había un hombre de espaldas vestido con un traje largo de licra totalmente negro velando una de las tumbas.
- Co ... Comandante Gosser ... su ... - Estaba nervioso - su ... su crucero está listo para ... partir ...
No dijo nada, como si no le hubiera escuchado. Kiter pensó que era normal por el ruido que producía la lluvia y los truenos.
- Comandante ... - Decidió no proseguir con el aviso al ver como levantaba la mano indicándole que se callara. Le había escuchado perfectamente pero no sabía si había hecho bien en insistir . Después del saludo militar (estaba de espaldas y no podía verle, pero el reglamento es el reglamento) y antes de volver a su puesto de vigilancia pudo ver el nombre inscrito en la lápida que velaba, "Dilandau Albatou, Capitán del Escuadrón del Dragón" y a su lado otra lápida con tan solo un nombre, "Jajuka".
- Tal y como te prometí, aquí estás descansando con tu escuadrón. - Gosser levantó la vista y pudo ver justo delante de él una serie de lápidas mas juntas de las otras que poblaban el cementerio. En todas ellas, además del nombre del soldado caído también se podía leer "Miembro del Escuadrón del Dragón, dando su vida por su capitán" - Pensé que te gustaría estar junto a tus hombres. Ellos también lo hubieran querido así - Se agachó para colocar la diadema que utilizaba Dilandau encontrada por él mismo hace ya casi un año junto a su Oreades y el de Jajuka. Esto le hizo recordar los dolorosos acontecimientos de aquella guerra que acabó para él en tragedia. - Todo es por mi culpa. Espero que me perdones algún día.
Su Oreades funcionaba a la perfección. Sin ninguna duda, los Chamanes de Zaibach se habían superado a si mismo mejorando lo que parecía inmejorable. Ante él se encontraba un duro adversario. Por su guymelef sabía que se trataba de un Caballero del Celeste de Astria, lo que significaba momentos de diversión, si es que una guerra se puede tener tales momentos. Accionando su inyector izquierdo de líquido glima disparó una andanada de lanzas metálicas hacia su adversario esquivándolos sin aparente dificultad. Entonces, con una velocidad endiablada intentó asestar a su Oreades un golpe con su pequeña pero letal espada esquivándolo también sin dificultades. Se intercambiaron duros golpes cuerpo a cuerpo que solo consiguieron mellar ambas armas, su espada Glima y la cimitarra de su adversario, pero eso no era problema para el Oreades. Siempre podría crear otra espada mientras que el Caballero Celeste o tan solo disponía de un arma.
El guymelef de Astria cargó de nuevo. Gosser se preparó para recibir el impacto cuando escuchó un pitido. Era la radio de comunicaciones que incorporaba el Oreades.
- Gosser - Era Jajuka. Esto le hizo perder la concentración unos instantes aprovechados por su adversario para encajar un golpe oblicuo sobre unos de los hombros de su guymelef. Afortunadamente, los daños eran mínimos por el momento.
-¡Maldita sea Jajuka! ¿Que ocurre? - Esperaba que fuera importante porque el combate era mas duro de lo que en un principio había supuesto y cualquier error, por pequeño que sea le costaría la vida.
- !He perdido de vista a Dilandau!
- ¿Que quieres decir? - Preguntó mientras esquivaba otro golpe. No podía atacar mientras estuviera hablando con Jajuka. Decidió ponerse a la defensiva utilizando para ello sus dos inyectores glima para así repeler los rápidos ataques de su rival.
- Estábamos juntos en el sector sureste de la ciudad. En ese momento el general Adelphos informó que Escaflowne se encontraba en las inmediaciones del norte la ciudad-capital y ordenó a los regimientos 6 y 7 dirigirse inmediatamente hacia su posición para interceptarle mientras que a las demás unidades deberían de proteger la parte Oeste de la ciudadela, pero Dilandau no acató las ordenes ...
- ¡Debes encontrarle! - Le interrumpió Gosser mientras aprovechaba un error de su adversario para asestarle un rápido y mortal golpe en la cabina del guymelef cortándolo por la mitad matando instantáneamente a su piloto. "Otro maldito héroe mas", pensó - Me reuniré contigo lo antes posible.
- Si, señor.
- Jajuka - Esta vez su tono era mucho mas tranquilo y relajado. No quería hablar como superior, sino como amigo - Deberías odiarme por lo que hice - Jajuka no contesto - ¿Jajuka?
- No solucionaremos nada lamentándonos ahora- Se oyó un "clic", sonido que indicaba que la comunicación había terminado. Sin tiempo que perder, Gosser accionó los potentes motores del Oreades impulsándolo lo suficiente para vencer a la acción de la gravedad y dirigirlo hacia el lugar donde se encontraba el guymelef Escaflowne.
"Donde esté el rey de Fanelia estará Dilandau"
Tras unos minutos de vuelo intentó establecer comunicación con Jajuka. No contestaba. Hizo lo mismo con Dilandau pero tampoco lo hizo. Esto no le extrañaba. Seguramente lo habría desconectado para no tener que dar cuentas antes sus superiores por su actitud. Durante este tiempo había observado continuos movimientos de tropas enemigas que se dirigían hacia la capital. El grueso del ejercito de Zaibach había caído tras una potente explosión de procedencia desconocida, quizás una deshonrosa arma de destrucción masiva utilizada por Bashram, reino que competía con Zaibach en la supremacía tecnológica en Gaea. La guerra estaba perdida y el imperio empezaba a desmoronarse pero eso ahora le daba igual. No tardó en localizar el guymelef de Jajuka, y junto a él se encontraba el Oreades rojo de Dilandau, ambos totalmente calcinados. Esto aterró a Gosser que aterrizó a una velocidad endiablada. Al tomar tierra las piernas de su Oreades apenas pudieron soportar la tremenda presión ejercida en el aterrizaje quebrándose en gran parte pero aun en funcionamiento. No tardó en abrir su cabina y descendió de su vehículo de un salto para correr hacia el guymelef rojo. La impresión fue demasiado dura para él. Tanto el Oreades de Dilandau como el de Jajuka estaban totalmente consumidos por las llamas. A sus pies pudo ver algo que le era familiar, la diadema que llevaba Dilandau en la frente.
Gosser colocó la diadema en la tumba para después abandonar silenciosamente el cementerio. Antes de salir se giró para mirar por última vez la tumbas de tantos amigos caídos en esta cruenta guerra; Chester, Gaty, Daletto, Violet y Jajuka. Se fijo especialmente en la tumba de Dilandau, ya que sabía que esta sería la última vez que volvería a este lugar.
- Hasta siempre, Serena - Y se alejó hacia el crucero Derethy, rumbo a Astria.
...
El día siguiente de la llegada de Amano resultó demasiado duro para Hitomi. Durante toda la noche estuvo celebrando la medalla conseguida en casa de Yukari junto con la familia de Susumo y la de su amiga con ella como invitada. Eran las nueve menos cinco de la mañana y era hora de comenzar las clases en el instituto. Hitomi esperaba el timbre en la entrada del edificio principal con algunas amigas aunque echó en falta a Yukari. Decidió quedarse con Amano toda la mañana para ir al cine inventándose una gripe. También le mintió a Amano explicándole que hoy en su clase tenían unas actividades extras en las que no era obligatorio asistir.
- Que mala cara tienes Hitomi ¿pasa algo? - Le preguntó unas de las amigas que la acompañaban en el tren que tomaban para ir al a las clases.
- No, nada. No he podido dormir en toda la noche.
- ¡Dirás que no has querido! - Dijeron las otras amigas entre risas - ¿Que tal la fiesta?
- No era una fiesta. Era una reunión entre amigos para celebrar la medalla de Amano ...
- ¡Vamos, Hitomi! ¿Por que no nos invitaste? - Preguntó Ayumi, la mas cotilla e indeseable de todas, o al menos eso era lo que pensaban, y con razón, todas las chicas del instituto.
- Os repito que era tan solo una reunión de amigos y familiares - Intentó aclarar Hitomi para no quedar mal con sus compañeras. Todas la comprendieron excepto Ayumi.
- Venga, Hitomi. ¿Conociste a algún chico guapo en la fiesta? - Preguntó de nuevo Ayumi - Todas sabemos que desde que Yukari te quitara el novio ... -Esto enfureció a Hitomi. No soportaba que hablaran así de su mejor amiga tratándola como una arpía.
- ¡Amano jamás fue mi novio! - Le respondió Hitomi rápidamente.
- No intentes ocultarlo. Todas las chicas sabíamos que entre tu y Susumo había algo mas que una buena amistad - Las otras chicas se dieron cuenta que Ayumi comenzaba a hablar sobre temas muy espinosos y algunas de ellas la instaron a callarse.
- Amano fue la que eligió a Yukari, nada mas - Al decir esto comprendió que se había descubierto.
- O sea, que admites que estabas enamorado de Susumo. Incluso diría que aun sigues enamorada de él - En su cara se dibujó una expresión de alegría por el dolor ajeno al ver como se formaba una lágrima en los ojos de Hitomi.
- Perdona ... tengo que irme - Hitomi no soportaba que hablaran así de Yukari. Ella decidió estar con Amano, y él con Yukari. Además, le molesta que la gente comente que aun sigue enamorada de Susumo cuando no es así. Se excusó también ante sus otras amigas diciéndoles que tenía que ir a los servicios. Estas hablaron entre cuchicheos entre ellas y comprendieron el mal que Ayumi le había hecho a Hitomi. Después la dejaron sola en señal de repulsa por sus comentarios.
- Pero ... ¿que he dicho?
Hitomi quería estar sola por unos momentos, así subió a la azotea del edificio para relajarse y meditar antes de que sonara el timbre que indicaría el comienzo de las clases. Allí arriba se tumbó boca arriba mirando al cielo, pensativa. No quería que esos comentarios acabase con la amistad que tenía con Yukari por culpa de sus estúpidos comentarios aunque sabía que si hubiera estado ahí no dudaría en defenderla de los ataques de Ayumi. Era una buena amiga. Además admitía que estaba enamorada de Amano en un pasado, pero ahora era diferente.
"¿Que estará haciendo Van ahora?" No lo sabía, pero algo le decía que se encontraba bien y eso le hacía sentir mejor. En estos últimos días no paraba de recordar los momentos pasados junto a Van y todos sus amigos de Gaea. "Millerna, Dryden. Espero que seáis felices, estéis casados o no". También se acordó de Allen y su hermana Serena a la que conoció durante su corta estancia en Palace antes de partir a Fanelia para después regresar a La Tierra. Ambas se habían hecho grandes amigas a pesar de lo que había hecho durante la guerra "No era ella. No tiene la culpa de lo que hizo". También se acordó de Merle, echando de menos su actitud pueril y sus peleas por Van. "Espero que sigas siendo la misma, Merle".
...
- ¿Lo ha entendido señorita Kanzaki? - Era el profesor Tomakawa dirigiéndose a Hitomi. Al observar que no respondía le lanzó el pequeño trozo de tiza.
- Eh ... si ... claro ... - Contestó súbitamente al notar la ligera presión en la cabeza. Le había pillado con los ojos cerrados en mitad de la clase.
- Bien, entonces sabrá el nombre del científico de cuyas investigaciones ayudaron a calcular con mayor facilidad los campos magnéticos de las distribuciones de carga ...
Hitomi no entendió una palabra de lo que decía su profesor, así que admitió que se había quedado dormida. La sinceridad que demostró sorprendió incluso a su profesor no dándole mayor importancia al asunto.
- Bien, prosigamos - Dijo mientras se dirigía a la pizarra volviendo a sacar un trozo de tiza de su mesa.
"No volveré a hacer caso a Yukari. ¡Celebrarlo toda la noche teniendo hoy instituto!" Hitomi cerró los ojos con fuerza intentando concentrarse. Cuando creyó estar despejada completamente volvió a abrirlos cuando descubrió que ... ¡no había nadie en el aula! Giró rápidamente hacia atrás para comprobar que exactamente no había absolutamente nadie.
- ¿Hola? - Dijo en voz alta. No recibió respuesta. Esto la puso muy nerviosa - Si es una broma no tiene gracia - Nadie contestó.
- ¡Basta, maldita sea ...! - Grito casi sollozando. Parecía una pesadilla, una de esas horribles pesadillas que no tenía desde hacia mucho tiempo. Vio algo moverse en el jardín del instituto, una sombra justo en una de las esquinas de la entrada. Hitomi no dudó en irse del aula para comprobar lo que había visto por la ventana. Al salir pudo comprobar que no había ni un alma en el edificio, ni siquiera en el exterior. Todo era tan silencioso ... ni pájaros, ni aviones ... ni tan siquiera se oía el tráfico de la autovía cercana al instituto. Bajó rápidamente los escalones de dos en dos hasta llegar al primer piso. Posteriormente se dirigió a la salida donde creía haber visto la misteriosa sombra. Allí pudo ver justo delante suya y en medio del pequeño parque de la entrada la figura de un hombre que le daba la espalda, y ... ¡tenía alas! ¡alas completamente oscuras! Se acercó a tan solo unos metros temerosa de lo que podría significar esto.
- ¿Folken? - Sin duda creía que era el desaparecido hermano de Van por sus alas negras, aunque no llegaba a verle la cara - ¿Eres tu, Folken? - No recibió respuesta alguna. La figura se giró lentamente pero se desvaneció antes de poder ver su rostro. Después escuchó un gemido detrás suya y luego un lamento. Asustada, se volvió y pudo ver horrorizada como el sonido provenía de una persona horriblemente empalada boca arriba con una lanza de metal clavada en el suelo. Vestía una túnica blanca enrojecida por la sangre que manaba de su cuerpo y dos alas blancas con también enrojecidas le salían de la espalda. Hitomi creyó perder la razón cuando escuchó un horrible grito detrás suya seguido de mas lamentos. Se giró rápidamente y pudo ver la misma escena. Donde antes creyó ver a ese ser de alas oscuras, en su lugar se encontraban decenas de atlantes cruelmente empalados y mutilados, la mayoría aun vivos retorciéndose de dolor mientras suplicaban morir para acabar con su sufrimiento. Muchos de ellos tenían los ojos arrancados de sus cuencas así como otros miembros de su cuerpo; otros vomitaban sangre y los mas afortunados yacían moribundos en el suelo con la espalda destrozada a flechazos. Hitomi no podo mas y lanzó un grito de horror tapándose la cara con la manos desplomándose sobre el suelo, llorando y suplicando que acabara todo esto. Después se hizo un silencio atronador, alzó la vista al cielo y pudo divisar cientos, quizás miles figuras aladas armadas con lanzas planeando en dirección a una extraña luz que se divisaba a lo lejos. El destello se hizo cada vez mas intenso consumiendo todo lo que encontraba a su alrededor para finalmente convertirse en una enorme bola de fuego que alcanzó a Hitomi de lleno sin tiempo ni tan siquiera a gritar.
