- Hitomi ...
No contestaba.
- Hitomi ... - Era la voz de Yukari. - ¿Te encuentras bien?
Hitomi abrió los ojos. Estaba recostada sobre una cama en la enfermería del instituto. Delante de ella estaban Yukari y Amano. Parecían preocupados.
- ¿Susumo ... ? ¿Yukari ...? ¿que ... que ha pasado? ¿que hacéis aquí? - En ese momento recordó el horrible sueño que tuvo en mitad de la clase de física del señor Tomakawa, porque comprendió que era eso, un sueño. Al recordar, Hitomi se puso pálida asustando a sus amigos.
- ¡Hitomi! ¿que te ha pasado? contesta Kanzaki ... - Preguntó Amano.
- Yo ... no lo se ... era ... era tan horrible ... - Hitomi comenzó a llorar sobre el brazo de Yukari mientras esta le acariciaba la cabeza intentando consolarla. - Estaban muertos, todos muertos ... era espantoso ...
Yukari y Amano cruzaron sus miradas intentando comprender que significaban sus palabras. Acordaron con un gesto no hablar durante unos minutos para tranquilizar a Hitomi.
- ¿Como he llegado aquí?
- Llamó a mi casa el director del instituto. - Respondió Amano. - No había nadie en tu casa y decidieron llamarme para venir a recogerte. Parece ser que te desmayaste en mitad de clase.
- ¿Realmente me desmayé?
Yukari afirmó con la cabeza.
- ¿Hay algo que necesites contarnos, Hitomi? - A Yukari no le gustaba intrometerse en los asuntos de los demás pero la que sufría era su mejor amiga. - Últimamente te portas de una manera anormal. ¿Ocurre algo?
- No se si lo entenderíais.
- Tuviste una visión ¿no es así Kanzaki?
Amano y Yukari conocían la historia de su viaje a Gaea. Hace un año desapareció sin dejar rastro después de aparecer ante ellos un enorme dragón junto con un valeroso guerrero de otro mundo, y necesitaban explicaciones. Afortunadamente la creyeron. Después de ver lo que ellos habían visto, estaban dispuestos a creerse lo que sea.
- No lo se Amano ... - Hitomi se echó las manos a la cara intentando contener las lágrimas. - Realmente no lo se ... estaban todos muertos ...
- ¿Quienes? - Amano insistía en que Hitomi recordara su sueño. Quizás encontrase una respuesta.
- Atlantes, cientos de atlantes muertos ... decapitados ... mutilados ... - Hitomi se desmoronó otra vez sobre los brazos de Yukari incapaz de contener las lágrimas. Amano comprendió su error al intentar insistir sobre el tema.
- No se realmente lo que me pasa. No debería de tener visiones sin el colgante, pero ... ¿por que? - No hubo respuesta a esta pregunta. No sabían que contestar.
- Viste algo ayer por la mañana en la estación de tren ¿verdad? no disimules. Somos amigas desde hace mucho tiempo y se perfectamente cuando estás mintiendo, Hitomi.
- Era muy extraño. Le vi, pero no era él.
- ¿A quien viste, Kanzaki?
- Tenía las alas oscuras. Creí que era Folken, pero no lo era ...
Amano y Yukari comprendieron a duras penas las palabras de Hitomi. Recordaron quién era Folken por la historia que les había contado acerca de su estancia en Gaea.
- ¿Viste algo mas? - Amano insistió al ver la mejoría de Hitomi. Yukari le pegó un codazo para que no prosiguiera.
- Si. - Hitomi recordó las figuras aladas sobrevolando el cielo. - Seres ... seres alados armados con lanzas en el cielo. - Se le formó la imagen de aquella escena al intentar recordar mas detalles. - ¡Espera ... ! - Hitomi recordó algo. - Alas oscuras, sus alas eran oscuras como la noche.
Sus dos compañeros ya no sabían que decir. ¿Que significaba su visión si es que se podía sacar alguna conclusión de aquello? Ambos abandonaron la enfermería al regresar la enfermera del instituto. Debían dejarla sola para que descansara un poco mas.
- Regresad dentro de dos horas para acompañarla a su casa. Mientras dejadla reposar.
Amano y Yukari se retiraron sin antes decirle a Hitomi que esperarían en el pasillo hasta la hora de salida.
- Recuerda que estamos cerca. - Dijo Yukari guiñándole un ojo al salir de la enfermería con su novio.
- Lo se. - Contestó con una ligera sonrisa mientras sus dos amigos abandonaban la enfermería.
"Siempre estaréis cerca".
...
Gosser caminaba silenciosamente sin rumbo por los pasillos del crucero Derethy. Era una nave realmente monstruosa de 300 metros de largo por 200 de ancho construida sobre una enorme mole de roca volante extraída de las lejanas minas de Dásedur . Su aspecto era imponente. Parecía una enorme fortaleza de metal edificada sobre un precipicio sin fin que lo rodeaba por todas partes. En sus bodegas, donde anteriormente se almacenaban los guymelefs de intervención del imperio, ahora estaban prácticamente vacíos o utilizados en caso de necesidad para el transporte masivo de material al no disponer Zaibach de cruceros de transporte debido a las sanciones de los países aliados. Deterhy es el único gran crucero superviviente de la Gran Guerra. Los otros fueron destruidos o desmantelados por falta de presupuesto y materias primas esenciales.
Al pasar por las cercanías de los camarotes de los soldados escuchó un sonoro golpe. Parecía una bofetada, seguido de un llanto y unas carcajadas. Gosser se acercó a la habitación donde creía que provenía la improvisada fiesta ocultándose discretamente para no interrumpir con su presencia a los reclutas. Al otro lado de la puerta del camarote pudo ver toda la escena. Una mujer-gato estaba en el suelo arrodillada y apoyada a una de las paredes de la habitación. Sus ropajes estaban rasgados e intentaba sujetar parte de sus vestiduras con la mano derecha mientras que con la mano izquierda se tapaba la cara conteniendo una pequeña hemorragia visible por el fino hilo de sangre que se deslizaba por su rostro. Delante de ella se encontraba un pequeño grupo de cuatro soldados. Uno de ellos, el cabecilla, estaba adelantado a los otros mirando fijamente a la mujer mientras que los otros no paraban de reír y bromear.
- Vamos muñeca. Si te resistes te dolerá mucho mas - Dijo Dorega, el soldado que había abofeteado a la esclava.
- ¡Hazle saber a esa esclava que debe obediencia a Zaibach! - Dijo uno de sus compañeros que estaban detrás mientras levantaba una jarra de cerveza en su honor.
Dorega se aproximó lentamente a la mujer. Esta la miraba con autentico pánico mientras veía como se acercaba cada vez mas y mas, llorando e intentando pedir ayuda, cosa que no podía al tener rota la mandíbula. Cuando el soldado se acercó a tan solo un paso de su victima se vio inexplicablemente en el suelo con la nariz rota sangrando a borbotones. Alzó la vista y vio al comandante acariciándose los nudillos de su mano derecha con una mirada desafiante. Dorega supo entonces lo que había sucedido. Los otros soldados se quedaron paralizados de la sorpresa al ver como su comandante salía de la nada y propinaba tal puñetazo a su compañero.
- Pero ... señor ... ¿por que me ha pegado? - Articuló con dificultad Dorega mientras intentaba colocar la nariz en su sitio. - Tan solo nos estábamos divirtiendo ...
- Eso es precisamente lo que he hecho. Divertirme - Su fría mirada se clavó en él - ¡Soldados! Llevad al cabo a los calabozos. Veremos si es capaz de divertirse igualmente en una fría celda durante dos semanas.
Los tres soldados se pusieron firmes ante la orden de Gosser. Uno de ellos se adelantó.
- ¿Bajo que cargos, señor?
Eran las normas. Necesitaba un motivo para enviar a esa escoria fuera de su vista durante un tiempo, pero el maltrato a un esclavo no era suficiente para pudrir a un soldado en una celda de castigo. Gosser se quedó pensativo unos instantes.
- Insubordinación y agresión a un superior. - Argumentó finalmente.
- ¡Maldita sea! - Dorega estaba realmente furioso. Se levantó súbitamente mientras intentaba de taponar el flujo de sangre de la nariz con la mano. - Sabe que no hemos hecho nada que quebrante el reglamento ...
Tras oír esto, Gosser se adelantó rápidamente y le propinó otro puñetazo esta vez en la boca del estómago. Este se retorció de dolor e intentó mantener el equilibrio. Tras unos momentos de confusión se recuperó del puñetazo e inconscientemente, movido por la ira, descargó un duro golpe con el puño a la cara de su comandante. Gosser decidió no esquivarlo y el duro revés le alcanzó produciéndole un pequeño corte en la ceja. Dorega se quedó paralizado al comprender el error que acaba de cometer.
- Insubordinación y agresión a un superior. - Insistió con una sonrisa casi imperceptible acariciándose el corte que le había producido el puñetazo. Los soldados obedecieron y se llevaron a un silencioso Dorega a las celdas de castigo. Cuando se aseguró de que estaba solo junto a la esclava se acercó a ella. Estaba aterrada, sin comprender de lo que había sucedido. Gosser se agachó e intentó apartarle la mano de la cabeza para que pudiera mirar su herida. La mujer se resistía. Estaba muy asustada.
- No te preocupes, no te haré daño. - Dijo Gosser intentando tranquilizarla. No funcionó. Seguía estando aterrada.
- ¿Como te llamas? - No hubo respuesta por parte de la mujer. - Déjame ver esa herida, quizás sea grave. - Esta vez la esclava no opuso resistencia y apartó la temblorosa mano del rostro. Gosser pudo ver con estupor como tenía parte de la cara amoratada e hinchada por la paliza que le había propinado ese maldito soldado.
"Me encargaré personalmente que no puedan ver la luz del día en mucho tiempo" - Pensó refiriéndose a los causantes de todo esto mientras examinaba detenidamente a la esclava. Era realmente preciosa, o eso pensaba por la parte del rostro que estaba intacto después de la paliza. De unos 18 años, tenía el pelo dorado con algunos mechones blancos al igual que su piel. Los ojos eran azules como el cielo del mediodía. Después se fijó en la ropa que llevaba. Era la típica vestimenta de esclava pero en este caso estaba parcialmente desgarrada a la altura de los muslos y el pecho. Su heridas estaban localizadas principalmente en el rostro, donde había sido golpeada sin cesar. Le llamó la atención un brazalete de cobre que llevaba en su mano izquierda adornado con una pequeña piedra azul.
- A ... Alexia ... - Dijo muy bajo y con grandes dificultades la mujer. Gosser se sorprendió. No esperaba que la mujer tuviera fuerzas ni ánimos ni tan siquiera para hablar.
- Bien, Alexia. Ahora no debes preocuparte. Te llevaré a un lugar donde traten tus heridas. - Gosser la levantó muy despacio del suelo e intentó ponerla de pie pero Alexia apenas podía mantener el equilibrio. Decidió llevarla en brazos a la enfermería. Pudo notar que temblaba, pero no sabía si era de miedo o era debido a las palizas. Mientras la llevaba con cuidado por los pasillos, Alexia se recostó sobre el hombro de su salvador al tiempo que sentía como una gran sensación de seguridad la desbordaba y la reconfortaba de su difícil situación.
Gosser llegó a la enfermería de la nave. Se alegró de que no hubiera ningún paciente, ni tan siquiera aquel soldado con la nariz rota. Su orden se cumplió a rajatabla al enviarle directamente a las celdas de castigo.
- ¿Que desea, señor? - Era el médico jefe de la nave. Un hombre de unos 50 años aunque parecía mucho mas mayor vestido con bata blanca y con unas pequeñas gafas. - Señor ... ¿por que trae aquí a esa esclava?
Gosser entró con cuidado en la estancia. Alexia ya se había desmayado.
- Está herida. - Intentó calmarse ya que le molestó bastante la estúpida pregunta que le había formulado aquel matasanos.
- Pero ... señor, no tratamos a esclavos en la enfermería ... tan solo ... - Intentó argumentar el doctor.
- Trata a esta mujer como si fuera un soldado de Zaibach. - Respondió Gosser al tiempo que colocaba con delicadeza a Alexia en una de las camas de la enfermería.
- Señor, las ordenanzas ...
-¡Es una orden! - Gosser fue tajante en esto. El doctor se acató inmediatamente las ordenes sacando rápidamente de uno de los armarios material quirúrgico y de diagnostico, entre ellos algunas jeringuillas, numerosos frascos con diversos líquidos y ungüentos y algunas vendas.
- Asumo su propiedad. Una vez que se recupere su paciente quiero que se la lleve a uno de las aposentos de oficiales que actualmente están sin ocupar cerca de mi habitación. - Hizo una breve pausa. - Se le proporcionarán unas vestimentas mas dignas y se le alimentará como es debido, ¿lo ha entendido? - Miró inquisitivamente al oficial médico.
- Si, señor. Como usted desee. - Contestó este de manera sumisa y obediente.
...
La hoja pasó a escasa distancia de la cabeza de Van. Algo le había despistado.
- ¿Que demonios te pasa? Casi me decapitas. - Dijo mientras se aseguraba que aun seguía entero tocándose la cabeza con la mano.
- No pasaría si estuvieras atento. - Era Lorel, amigo de Van desde su infancia dos años mayor que él y discípulo, al igual que su majestad, de Vargas.
Ambos entrenaban en una de las muchas habitaciones acondicionadas para tal uso. El nuevo palacio aun estaba en construcción, aunque, y gracias a la ayuda recibida por los reinos de Astria y Freid, las obras de reparación y reconstrucción iban a gran velocidad.
- ¿En que pensabas? No sueles bajar la guardia de esa manera.
- Nada, he tenido una extraña sensación ...
- Debes aprender a tener despejada la cabeza durante un combate. ¡Deseo conocer alguna vez la derrota! - Bromeó Lorel, pero Van seguía pensativo. - ¿Ocurre algo?
- No es nada, de verdad.
- Piensas otra vez en ella ¿no es así?
Van asintió con la cabeza. Ambos guardaron sus armas y se dirigieron a uno de los pasillos exteriores llegando a la terraza oeste del palacio.
- Es una pena que no llegaras a conocerla. Es maravillosa. - Dijo Van con nostalgia mirando al cielo estrellado. La noche era fantástica y todas las estrellas brillaban de una manera anormal, como si todas ellas acabaran de nacer irradiando su recién adquirida energía hacia todos los confines del cosmos, y la Luna de las Ilusiones, La Luna Mística, en lo mas alto de la bóveda celeste.
- Estoy seguro que volverás a verla algún día, solo tienes que confiar en ello.
Van no dijo nada. Pensaba en Hitomi.
- Aun no entiendo por que tienes que utilizar a Escaflowne para ir a Astria. Para algo tenemos nuestros recién adquiridos cruceros. - Lorel intentaba cambiar de tema. No le gustaba tocar el tema de la chica de la Luna de las Ilusiones, no delante de Van.
- No quiero dejar a Escaflowne en Fanelia mientras estoy fuera. Ya sabes que ahora numerosos reinos conocen el secreto que guarda y aprovecharían cualquier oportunidad para apoderarse de él como ya pasó hace un año.
- Sabes que lo defenderíamos con nuestra vida. - Dijo Lorel con determinación. Van sabía que su amigo daría su vida con tal de proteger a Escaflowne y a Fanelia de cualquier ataque. Por eso lo nombró General del ejercito. Además, era el único guerrero del reino que le superaba en el manejo de la espada, eso sin contar con el manejo de la ballesta, algo que Lorel era un auténtico experto. - Y la reunión de los países aliados no será hasta dentro de tres días. ¿Por que quieres partir ahora?
- Antes quiero tratar unos asuntos con el rey de Astria, Dryden.
- Al menos deberías despedirte de tu reino. Estarás fuera unos días y ya sabes lo mucho que te quieren. Les preocuparías mucho si desaparecieras tu y Escaflowne así sin mas.
- Como tu has dicho son solo unos días. Tu te encargarás del reino mientras yo estoy fuera. Ya les informarás de mi partida mañana. - Van puso su mano derecha sobre el hombro izquierdo de su amigo. - Eres la persona en la que mas confío en Gaea. Lo harás bien.
A Lorel no le gustaba que Van hablara de esa forma tan seria. Aun no se había acostumbrado que su mejor amigo fuera también su rey y señor, con toda la responsabilidad que ello conlleva.
- ¡Rey Lorel de Fanel, me gusta! ¡Aunque sea tan solo por unos días!- Dijo el joven general de Fanelia entre risas. Van no dijo nada. Seguía observando la Luna de las Ilusiones a la vez que pensaba en Hitomi.
"Se que algún día, volveremos a encontrarnos".
Después de unos minutos, Van y Lorel bajaron al templo del Dios Dragón Escaflowne. Ya era la hora de partir. La reconstrucción del templo estaba prácticamente terminada. De hecho, fue lo primero en reedificarse después de terminar la terrible guerra contra Zaibach. El guymelef se encontraba en el centro del santuario sentado en un enorme trono de metal construido a medida del gigantesco robot. Van se dirigió a una especie de pequeño mausoleo a la derecha de Escaflowne donde en su interior se encontraba el energiste con el que realizó en pacto de sangre. Una vez frente de Escaflowne oyó un grito detrás suya.
- ¡¡¡Señor Van!!!
Van se giró y pudo ver como Merle se acercaba hacia él con una velocidad endiablada dejando tras de si un rastro de polvo. También vio como Lorel estaba por los suelos al ser empujado por la chica-gato. No fue lo suficientemente rápido para apartarse de su camino. Merle era una de las pocas personas que conocían la partida de Van hacia Astria.
- ¡Merle, espera ...! - Demasiado tarde. Se abalanzó con tal fuerza que tiró a Van de espaldas. En el suelo, la chica-gato no paraba de lamerle la cara mientras Lorel trataba de incorporarse después del tremendo empujón. Tras unos momentos, dejó de relamer la cara de su señor al percatarse de la brusquedad de sus acciones.
- ¿Por que no puedo ir contigo, mi señor? - Dijo mientras ayudaba a Van a levantarse.
- Estaré de vuelta pronto. Además, ya sabes que es una reunión muy importante. - Le contestó Van con un tono serio.
- Pero ... señor Van ... yo ...
‑Ya le has oído Merle. - Lorel se acercó con una pequeña molestia en la rodilla. - Se trata de una importante reunión junto con los representantes de las otras naciones implicadas en el anterior conflicto. Estoy seguro que te aburrirías.
- ¡Pero yo quiero estar con el señor Van!
- Ya basta, Merle. Estaré de vuelta tan pronto como me sea posible, pero esto es muy importante. Entiéndelo, por favor.
- Miauuuuuu ... - Dijo Merle desistiendo de su intento al ir con su señor.
Van se acercó al depósito del energiste de Escaflowne y alojó la gema rosada en su corazón. Unos instantes después comenzó a latir indicando con ello que el dragón de su interior había despertado de su letargo. Entonces tocó con la palma de la mano la gema y la cabina se abrió tras expulsar una abundante cantidad de vapor al exterior. Escaflowne regresaba a la vida. Tras colocarse la multitud de enganches necesarios para mover al guymelef y asegurarse de su correcto estado de funcionamiento, Van avanzó con cierta dificultad debido a la falta de práctica hacia la salida del santuario dedicado al dios de Fanelia.
Lorel agarró del brazo a Merle con la intención de apartarla del camino del guymelef. Ya en el exterior del templo, Escaflowne se transformó en dragón alado. Ya sobre los lomos de Escaflowne, Van se despidió de sus amigos con un gesto con la mano. Estos imitaron el gesto en señal de adiós. Entonces Van sujetó con firmeza las riendas del guymelef y comenzó a elevarse. Una vez a unas decenas de metros del suelo justo encima del gran árbol de Fanelia, Escaflowne viró en dirección a Astria. Tras unos segundos, Van sintió una extraña vibración en el fuselaje de la armadura dragón no dándole importancia ya que seguramente habrían sido producidas por los fuertes vientos existentes a esa altitud. De pronto el corazón de Escaflowne comenzó a brillar de manera anormal. Tal brillo rojizo podía ser divisado a decenas de kilómetros sin dificultad, y por lo tanto visible por las gentes de Fanelia, entre ellos Lorel y Merle. Esta empezó a asustarse mientras veía como por encima de su señor se formaba una extraña columna de luz azul cuyo origen era la Luna de las Ilusiones. Van miró al cielo y pudo ver como aquella luz que le era familiar se acercaba hacia él a gran velocidad.
- Pero ... ¿que demonios es ese resplandor? - Se preguntaba Lorel. No sabía lo que estaba sucediendo.
- No ... no puede ser ... ¡Mi señor Van! - Gritó Merle con todas sus fuerzas. En ese momento, Escalfowne y su piloto se desvanecieron en aquel haz de luz.
- ¡Señor Van ...!
...
- ¡Van ...! - Hitomi se despertó con súbitamente de la cama.
"No, era tan solo una pesadilla, otra horrible pesadilla mas". Hitomi recordó lo que había soñado. Estaba en una especie de coliseo romano. En un extremo estaba Escaflowne pilotado por Van. En el otro extremo se encontraba una armadura roja que le era familiar, una armadura de gran envergadura con grandes hombros semiesféricos, enormes piernas y sin manos ... "no puede ser ... era el robot de Dirlandau ... ¿como es posible". El sueño seguía. Escaflowne desenvainó su espada y la armadura roja formó con ese extraño líquido una espada en cada brazo para después abalanzarse sobre Van. Tras unos momentos de tensión, la armadura roja propinó un golpe con el hombro en la cabina de Escaflowne tumbándolo en el suelo. Entonces se colocó justo encima de Van para después disparar una andanada de lanzas metálicas sobre la cabeza de Escaflowne. En el momento en el que impactaban, Hitomi se despertó.
Hacía dos noches que no podía dormir. Las continuas pesadillas le impedían pegar ojo por las noches y no sabía lo que hacer.
"Las tres de la mañana". Hitomi miró su despertador. Sabía que no volvería a dormir en toda la noche, así que se dirigió a la ventana. Llevaba puesto su pijama así que no dudó en abrirla para observar el cielo al recordarle mucho a las noches de Fanelia, las que pasaba junto a Van contemplando juntos las estrellas. Al abrirla una súbita ráfaga de viento entró en la habitación con tanta fuerza que abrió uno de sus armarios tirando algunas cosas. Hitomi se dirigió a recogerlas cuando vio en el suelo dos cartas, una encima de la otra. Una de ellas era La Torre. "Un gran viaje" pensó. Con algunas dudas, apartó esa carta para ver la que estaba debajo de esta. "¡El Dragón! ¿que significa? no será ... ¿Escaflowne?". Otra ráfaga de viento entró en la habitación arrojando al suelo otra de las cartas del tarot que tenía guardadas en aquel armario. La carta cayó boca abajo. Tenía miedo de girarla para ver de cual se trataba. "Es imposible, ya no puedo adivinar el futuro, no puede ser. Ya no dispongo de control sobre el destino ¿será todo una casualidad?" Hitomi cogió la carta cuando tuvo una extraña sensación. Pudo ver como Van aparecía de los cielos pilotando a Escaflowne en forma de dragón en la pista de atletismo de su instituto. Giró la carta que se había caído boca abajo y pudo ver que se trataba de El Amor. Su corazón comenzó a latir con fuerza por lo que podrá significar todo eso sin entender del todo el por que de todos estos acontecimientos.
"Tengo que ir. Me está llamando". Hitomi se cambió rápidamente de ropa poniéndose el chándal que utilizaba para ir a los entrenamientos. Salió silenciosamente de casa en dirección a la estación de tren para tomar uno que le llevara al instituto. Afortunadamente salían trenes a estas horas de la mañana de la estación. Ya dentro del veloz tren magnético no paraba de pensar en Van.
"¿Será verdad?¿veré a Van?. Estaba tan nerviosa que apenas podía contener la emoción. Quería gritar de alegría, gritar bien alto para que todo el mundo supiera lo feliz que se encontraba. Estaba segura que se encontraría con su amado después de un año. "Puedo sentirlo. Él está cerca, llamándome ¡Es Van!". Tras unos largos e interminables minutos el tren se detuvo a unos metros del instituto. Tras salir del vehículo, Hitomi se dirigió a toda velocidad a la pista de atletismo. Estaba todo totalmente a oscuras, apenas podía distinguir las líneas de la pista al estar iluminadas únicamente con la luz de la Luna y el brillo de las estrellas. Hitomi pensó que jamás las había visto brillar de tal manera, ni tan siquiera en Fanelia.
Tras unos segundos de tensa espera se oyó un gran estruendo. A su espaldas, a unos 50 metros, pudo ver como una gran cantidad de relámpagos se concentraban en un solo punto a escasos metros del suelo. Entonces una gran columna de luz azul surgió de aquel punto dirigiéndose hacia el firmamento. Hitomi miró al cielo y divisó una extraña figura blanca con alas en el interior de la columna de luz. La figura fue tomando forma al acercarse mas y mas al suelo hasta que se posó en él. La columna desapareció y entonces Hitomi pudo ver a Escaflowne de espaldas en forma de dragón con alguien en su lomo agarrando con fuerza las riendas del guymelef.
- ¡Van! - Gritó Hitomi mientras corría a abrazarle.
Van no sabía donde había llegado a parar. Todo lo de su alrededor le resultaba familiar, pero no podía recordar en donde se encontraba. Escuchó una voz detrás suya, giró a Escafowne y pudo ver como una muchacha con unos extraños ropajes corría hacia él. No podía distinguir el rostro debido a la oscuridad de la noche pero reconoció la voz inmediatamente.
- ¿Hitomi? ¿de verdad eres tu?
La figura se acercó lo suficiente como para ver con claridad el rostro de la chica. Van aun no se lo podía creer. Era de verdad Hitomi que corría a recibirle con lágrimas en los ojos.
- ¡Hitomi! - Gritó esta vez Van con fuerza mientras se bajaba de un salto de Escalfowne.
- ¡Van! - Dijo Hitomi al mismo tiempo que intentaba contener las lágrimas. Ambos corrieron para abrazarse después de estar un año sin verse, sin hablarse, sin amarse ... al fin estaban juntos de nuevo.
