Había sido una dura mañana para Gosser. Tras pasar la revisión del día al pequeño contingente de tropas reunidas en el Derethy se ocupó de una pequeña avería en su guymelef personal de combate. Parece ser que uno de los técnicos de mantenimiento había descubierto una pequeña fisura en la junta de unión del brazo derecho del robot con la cabina de mandos. Su guymelef era un Oreades, uno de los pocos que sobrevivieron a la guerra y por lo tanto no había personal cualificado para su reparación. Tan solo él y algunos Chamanes de Zaibach conocían los secretos de construcción de tales robots.
La reparación fue fatigosa al no contar con el equipo básico necesario para ello. Ordenó que no se le molestara bajo ningún concepto mientras ponía apunto el Oreades. Algún que otro soldado despistado osó hacerlo aun sabiendo sus tajantes ordenes para informarle de cosas insignificantes. No dudó en enviarlos directamente al calabozo para el resto del día. Una vez parcheado el sistema de refrigeración del inyector derecho de líquido glima, algo de vital importancia en estos guymelefs para no sobrecalentarlos, intentó mover el brazo que tantos problemas le había dado desde dentro de la cabina. Una vez que comprobó su correcto funcionamiento ordenó a uno de los reclutas que se encontraban cerca que colocara con total suavidad el guymelef en su correspondiente rampa de lanzamiento.
- El mas mínimo golpe a la armazón y te prometo que pasarás la semana a base de pan y agua. - No quería que el trabajo de toda una mañana se estropeara por culpa de un soldado patoso. Sabía que lo mejor para que un recluta haga bien su trabajo es amenazarle de alguna forma.
- Si, señor. - Dijo el soldado inclinando la cabeza hacia abajo.
Una vez que se aseguró que el Oreades no sufriera ningún daño se dirigió a sus aposentos a descansar. Al pasar por la puerta de los hangares, un soldado que allí esperaba hizo un saludo militar. Tenía información urgente.
- Señor, hemos recibido una comunicación de la ciudadela de Zaibach. Han informado que el Chamán Yama se dirige hacia nuestra posición. Tenemos ordenes de parar los motores del Derethy para recogerle.
¿Cuando llegó el comunicado?
- Hace ... siete horas, señor. - Contestó el soldado algo asustado.
- ¿Siete horas? - Gosser no se creía lo que había oído. - ¡Siete horas! - Su grito se escuchó por todo el hangar. Todos los soldados presentes enmudecieron. - ¡Maldita sea! ¿por que no se me ha informado antes?
- Señor. Ordenó que no se le molestara bajo ningún concepto. - Dijo aquel soldado intentando excusarse con cierto tono de seguridad en si mismo. Gosser estaba sorprendido por la respuesta del joven.
- ¿Como te llamas, soldado?
Un escalofrío subió por el espinazo del recluta. El miedo le impidió contestar.
- Kiter ... - Apenas podía articular. - Kiter Fagia ... ter ... tercer pelotón ...
- ¿Cuanto tiempo llevas en el ejercito?
- Tres o cuatro días ... señor ... - No esperaba que su estatus de novato le salvara, pero si confiaba en que le rebajara el castigo.
- Quedas ascendido a Cabo. - Pensaba que se lo merecía. Nadie hasta ahora había acatado tan tajantemente sus ordenes como aquel joven soldado.
- ¿Se ... señor?
- Ya has oído. Sube al puente e comunica al navegante de frenar en seco la nave. - Gosser se acariciaba con la mano derecha el mentón mientras pensaba que hacer con el Chamán que venía hacia aquí. - Informe también al oficial de comunicaciones que advierta al Chamán de un fallo en los receptores de la nave y que recibimos el mensaje siete horas mas tarde. Envíele nuestras coordenadas actuales.
- Si, señor. - Al fin, el recién ascendido cabo terminó por creerse su nuevo cargo con una gran sonrisa en la cara. Hizo una profunda reverencia ante el comandante y se dirigió a toda prisa al elevador.
- Cabo. - Kiter frenó en seco. - Comunica también al navegante que no haga retroceder la nave si el Chamán se lo ordena.
- Pero ... ¿y si se queda sin combustible?
- Sería una gran perdida, ¿no crees?
Kiter creyó ver como se formaba una pequeña mueca en el rostro de su superior lejanamente parecida a una sonrisa.
- Como ordene, señor. - Kiter se retiró a toda prisa.
Tras esto, Gosser abandonó el hangar. El sueño le pesaba como una enorme losa sobre los hombros tras horas y horas de trabajo. Cerca de sus aposentos oyó un extraño silbido que provenía de la habitación contigua a la suya. Extrañado al creer que se encontraba desocupada dicha habitación, abrió la puerta automática de metal colocando la palma de su mano derecha sobre el panel de control mas cercano. Una vez abierta pudo ver en el interior la figura de una mujer semidesnuda con un vestido blanco en las manos. La mujer dio un grito mientras intentaba taparse con las ropas que sujetaba. Gosser no pudo mas que girar la cabeza rápidamente a un lado.
- ¿Quien demonios es usted? - Preguntó el ruborizado comandante mientras seguía mirando a unas de las paredes de la habitación.
- Perdone ... yo ... tan solo estaba ... - la chica parecía asustada.
- Cállese y vístase - Gosser estaba visiblemente nervioso.
- Si ... si señor ... - La mujer se vistió a toda prisa. Gosser seguía mirando a la pared como un estúpido hasta que decidió mirar a la chica al considerar que ya había esperado el tiempo suficiente para que al menos se hubiera puesto el vestido. Al mirarla de nuevo respiró con alivio al ver como se abrochaba los últimos botones del cuello.
- ¿Me va a contestar ahora? ¿Quién ...? - No necesitó una respuesta porque ya sabía de quién se trataba. Era Alexia, la esclava a la que había salvado de aquellos soldados de una paliza. Su rostro seguía mostrando algunas cicatrices de la paliza y aun la tenía amoratada en parte, pero la recuperación después de tan solo un día era sorprendente. La esclava también reconoció el comandante como su salvador y se arrodilló rápidamente tocando su frente con el suelo en señal de respeto.
- No, no. Levántese. - Alexia no hizo caso. - Por favor ... no me gusta que ... - Gosser no sabía como continuar sin ser demasiado brusco con la chica pero al final no tuvo mas remedio de hacer las cosas tal y como lo ha estado haciendo siempre. - ¡Levántese!
La chica-gato obedeció levantándose inmediatamente del suelo y mirando asustada al comandante.
- ¿Como se encuentra? - A Gosser le seguía preocupando su estado de salud. No es normal que en tan solo un día este prácticamente curada de sus heridas.
- ¿Se ... señor? - Alexia no comprendía la pregunta. Durante todo este tiempo como esclava, nadie se había preocupado por su estado de salud.
- Solo quiero saber como se encuentra. Se ha recuperado en tan solo un día. Jamás he visto nada parecido.
- Señor ... yo ... - No se creía que alguien se preocupara por su salud, y menos un comandante de Zaibach aun siendo su salvador. - Nosotros, los hombres bestia, nos recuperamos de nuestras heridas mas rápidamente que los seres humanos ... señor. - Eso explicaba su pronta recuperación.
- ¿Que haces aquí?
- El médico que me ha tratado me envió a esta habitación. Luego me dijo que me cambiara con en vestido que había encima de la cama y que esperara aquí mientras buscaba a mi nuevo dueño.
- Serás a partir de hoy mi sirviente.
- Señor ¿usted ...? - Alexia miró a Gosser extrañada.
- Hoy descansarás en estos aposentos. Mandaré a uno de los soldados que te traigan personalmente la comida. Si hay algún problema con alguno de ellos házmelo saber. - La esclava estaba sorprendida por el trato que estaba recibiendo por parte de su nuevo amo.
- Si, señor.
...
Van e Hitomi se juntaron en un caluroso abrazo seguido de algunas lágrimas derramadas por esta. No paraba de decirle que le alegraba volver a verle de nuevo mientras lloraba de felicidad sobre el hombro de Van mientras que este le acariciaba con suavidad la cabeza intentando tranquilizarla, aunque al fin al cabo, eran lágrimas de alegría. Tras unos minutos, Van agarró a Hitomi dulcemente por los hombros para apartarla un poco y así poder ver su rostro. Tenía los ojos húmedos por las lagrimas, pero su mirada era la de una persona feliz.
- Cuanto he pensado en ti todo este tiempo, Hitomi.
Hitomi intentó secarse las lágrimas con la manga del chándal una vez que se había calmado.
- Yo ... yo también he pensado mucho en ti ... Van ... - Hitomi sacó de uno de los bolsillos un pequeño pañuelo blanco que usó para limpiarse algo la cara. Van miró a su alrededor intentando comprender lo que había sucedido.
- Esto es la Luna de las Ilusiones ¿verdad?
Hitomi afirmó con la cabeza.
- ¿Por que estás aquí con Escaflowne, Van?
- No ... no lo se. - La respuesta sorprendió a Hitomi. - Me dirigía a Palace con Escaflowne cuando su energiste comenzó a brillar en pleno vuelo. Entonces apareció esa extraña columna de luz del cielo.
- ¿El energiste de Escaflowne brilló?
- Así es.
Ambos se dirigieron a Escaflowne para observar mas de cerca el corazón. Notaron un ligero brillo en su interior que se apagaba cada vez mas y mas. Van parecía preocupado
- ¿Que te ocurre, Van?
- No tiene energía suficiente para regresar a Fanelia. El viaje entre los mundos lo ha dejado agotado casi completamente. Apenas tiene suficiente para volar.- Al oír esto, Hitomi se asustó.
- ¿No podrás regresar a Gaea?
- No al menos esta noche. El energiste se regenera con el tiempo. Quizás un día de inactividad sea suficiente para que se recargue completamente.
Hitomi suspiró de alivio. Aunque deseaba estar con Van durante toda su vida, su lugar no era La Tierra.
- Tendré que dormir en una posada hasta que el energiste se recupere. ¿Hay alguna cercana por aquí?
- ¿Una ... una posada? - Hitomi miró extrañada a Van. - ¡Ahh! Un hotel.
- ¿Un que? - Van estaba confuso.
- Nada, nada. Cosas mías. - Hitomi se quedó pensativa unos momentos hasta tener una idea.
- ¡Ya lo se! vendrás a dormir a mi casa. Tenemos una habitación vacía que utilizamos para los invitados. No es un palacio como el de Fanelia, pero servirá. - La chica parecía muy ilusionada con la idea.
- Tu ... tu casa ... pero ...
- ¿Ocurre algo?
- ¿Que les vas a decir?
La expresión de la cara de Hitomi cambió por completo consciente del problema. Entonces se le ocurrió la solución mas descabellada de todas.
- Les diré la verdad, o al menos lo intentaré.
Van aun no estaba muy convencido.
- Mis padres confían en mi, especialmente mi madre. Estoy segura que me creerán, tal y como creyeron en mi cuando les conté lo que me había sucedido en Gaea después de desaparecer mas de un mes. - Miró a Van que seguía sin estar convencido de la idea. - ¿O acaso tienes miedo de conocer a mis padres?
Hitomi le había descubierto.
- No ... yo no ... es que ...
- ¡No me lo puedo creer! No te dan miedo los dragones y tienes auténtico pavor de conocer a mis padres.
Van no supo responder a esto.
- Está decidido. Irás a mi casa. - Hitomi miró a Escaflowne. - ¿Que haremos con él? - Van se volvió. Escaflowne brillaba mas que nunca bajo la luz de las estrellas. - No podemos dejarlo aquí. Si alguien lo ve no quiero imaginarme el revuelo que causaría ver algo así. Aquí en La Tierra no es muy común ver robots como ese. Habrá que esconderlo.
- ¿Donde? - Preguntó Van.
- A unos metros del templo hay un viejo caserón abandonado en mitad del bosque. Supongo que ahí estará bien, al menos por un día.
Van comprendió que era lo único que se podía hacer por el momento, así que se dirigió a Escaflowne junto con Hitomi. Después de asegurarse ambos que no había nadie por los alrededores, Van accionó los motores situados en las alas del guymelef para elevarse unos metros. Con las indicaciones de Hitomi pasaron por encima del templo para llegar a una vieja casa en ruinas en mitad del bosque. Tras unas maniobras, Van consiguió introducir a Escaflowne en un viejo y deteriorado almacén. Una vez seguro y ligeramente camuflado con lo primero que tuvieron a mano se dirigieron a la estación de tren sin antes convencer a Van de que dejara su espada junto a Escaflowne. A Van le costó algo acceder a esto al ser la espada el símbolo de Fanelia y estaba obligado a llevarla como rey.
Hitomi intentó por todos medios que Van pasara desapercibido por la ciudad hasta que llegaran a su casa. Discretamente, ambos tomaron en la estación el tren que pasaba por el barrio de Hitomi. Van no paraba de hacer preguntas de las extraños artefactos que veía, desde coches, aviones, letreros de neón ... incluso el propio tren. También hablaron de otras muchas cosas. Hitomi estaba muy interesada por la reconstrucción de Fanelia y de Merle. También preguntó sobre sus amigos de Gaea. Supo de Van que Allen y su hermana Serena vivían felizmente en Palace intentando olvidar su duro pasado mientras que Millerna y Dryden se volvieron a casar tras la muerte del rey Aston. Actualmente eran los reyes de Astria. Hitomi respondía también las numerosas preguntas de Van acerca de su vida y también como supo que vendría a La Tierra, pero en ningún momento tocó el delicado tema de sus últimas visiones. No quería que se preocupara.
Una vez que el tren de detuvo, tardaron unos minutos en llegar a la casa de Hitomi. Esta intentaba por todos los medios no cruzarse con las pocas personas que circulaban por la calle a estas horas. Al llegar, Hitomi abrió con cuidado la puerta intentando no hacer ningún ruido para no sobresaltar a su familia. Después de comprobar que no había nadie en el salón, hizo un gesto con la mano para que entrara Van.
- ¿Tus padres duermen ahora?
- Shhhh ... puedes despertarles. Ahora te llevaré a la habitación de invitados. Mañana por la mañana les explicaré a mis padres ... - La luz del salón se encendió inesperadamente.
- ¡Hitomi! - Detrás suya estaba su madre con una mano en el interruptor de la luz. A su lado estaba su padre.
- ¿Que hacías fuera a estas horas? ¿y quién es ese chico? - Le preguntó su padre.
- Mamá ... Papá ... yo ... - Hitomi miró a Van. Estaba confundido. - He tenido que ir a ... a recoger a este amigo ... a la estación ...
- No nos engañes, jovencita. Conocemos a todos tus amigos y jamás hemos visto a este chico por aquí. - Le dijo su madre. - Ahora nos vas a contar lo que has estado haciendo a estas horas de la noche.
A Hitomi no le quedaba otra opción. Al fin al cabo, se lo contaría todo tarde o temprano.
- ¿Recordáis cuando el año pasado desaparecí sin dejar ni rastro durante un mes?
- ¿Que tiene que ver eso, hija? - Le preguntó su padre.
- Él es ... - No sabía como continuar.
- ¿Quién, Hitomi?
- Es algo difícil de explicar, Papá.
- Bueno, tenemos todo lo que queda de noche para que nos lo expliques.
- Esta bien. El ... - Hitomi volvió a mirar a Van. A cada minuto que pasaba se le veía cada vez mas confundido. -El es el rey del que os hablé, la persona que me cuidó durante mi estancia en Gaea, Van.
Sus padres se quedaron callados intentando digerir las palabras de su hija.
- Hitomi, ya se que ...
- ¡Jamás te mentiría, mamá!
- Hitomi, debes comprender que decirnos eso ... es algo difícil de creer ... - Hitomi miró sorprendida a su padre al oírle decir esto.
- ¡Papá!
- Hitomi, hija mía. Ya sabes que yo te creí desde el primer día, al igual que creí a tu abuela, pero esto ... - Su madre reparó que el chico que acompañaba a su hija comenzó a quitarse la camisa. - Pero ... ¿que hace ese muchacho?
Hitomi se giró y vio como Van desplegó sus blancas alas al quitarse la camisa ante la atónita mirada de sus padres que no se creían lo que estaban viendo. En unos segundos, toda la habitación se llenó de plumas como una gran nevada en invierno.
- Van ...
- No te preocupes. - Los ojos de Van eran las de un hombre triste al tener que mostrar sus alas pero no tuvo mas remedio. Supo que así, Hitomi convencería a sus padres.
- Gracias, Van.
...
- Alas ... alas completamente blancas. ¿Eres ... ?- Preguntó la señora Kanzaki a Van.
- Mamá. Dudo que Van pueda entenderte ...
- No soy un ángel, si eso es a lo que se refiere. - Van entendió la pregunta de la madre de Hitomi perfectamente. Luego se inclinó con sus alas aun extendidas tocando el puño derecho y la rodilla izquierda con el suelo mirando a los padres de Hitomi. - Me llamo Van Fanel, rey de Fanelia, piloto de Escaflowne y descendiente del pueblo de Atlantis. Es para mi un honor conocer a los padres de la persona que salvó Gaea de su destrucción.
La madre de Hitomi se sintió halagada por el gesto del joven rey mientras que el padre no sabía lo que estaba pasando.
- Por favor, rey Fanel. Está usted invitado en nuestro hogar. Agradecemos sus palabras pero somos nosotros los que deberíamos postrarnos ante usted - Su madre se inclinó en señal de saludo y respeto al estilo japonés. - ¡Pero discúlpeme si lo hacemos mal! Hasta ahora no hemos tenido la suerte de conocer a un miembro de la realeza. - La madre de Hitomi se adelantó con una cálida sonrisa y le tendió la mano al joven para que se levantara y así lo hizo mientras recogía las alas hasta hacerlas desaparecer. Ahora era Van el que se sentía halagado.
- ¿Puedes entenderle? - Le preguntó el padre de Hitomi a su mujer.
- Claro. ¿Tu no?
Su marido negó con la cabeza. Hitomi se sorprendió ante la afirmación de su madre. La única explicación que pudo encontrar es que tan solo entendiera el lenguaje de Gaea los miembros de la familia por parte de su madre. Su hermano también debería entenderle, pero en este momento había ido a pasar el fin de semana en casa de un amigo suyo y no podía probar esta suposición.
La noche transcurrió tranquila. Hitomi y Van conversaron durante toda la noche con sus padres. La comunicación entre su padre y Van resultaba algo difícil al tener que traducir cada palabra de decían, pero aun así todos hablaron horas y horas. Van les contó todo sobre Fanelia, Astria, Atlantis y muchas cosas mas. También habló de la estancia de Hitomi en Gaea evitando en todo momento aquellos temas que hubieran preocupado a sus padres, como por ejemplo su rapto por parte de Zaibach o las terribles guerras que había presenciado en aquel lejano planeta. Lo poco que quedaba de noche la aprovecharon para reponer fuerzas. La madre de Hitomi se esforzó en acondicionar la habitación de invitados lo mejor que pudo pese a los ruegos de Van por no hacerlo. No quería causar mas molestias pero su madre no conseguía quitarse de la cabeza la idea de que tenían como invitado a un rey.
- Supongo que no muchas personas de Fanelia visitan La Tierra. - Bromeó la madre de Hitomi ante Van mientras cambiaba las sábanas de la cama. - Solo quiero que se sienta como en su hogar, aunque tendrá que disculparnos si el árbol de nuestro jardín no es igual de grande que el suyo.
- No se preocupe. Agradezco enormemente su hospitalidad. Tan solo espero que algún día intercambiemos los papeles y toda su familia sea la invitada y yo el huésped en mi reino.
La noche transcurrió tranquila para todos excepto para Hitomi. En uno de sus sueños se veía en un extraño y onírico lugar. El cielo dominaba todas partes de aquel extraño paisaje compuesto por extrañas e irreales formaciones en piedra que parecían flotar en el aire, como si el cielo fuera un inmenso océano compuesto por pequeñas islas de piedras que flotaban en el aire, muchas de ellas unidas entre si por larguísimas escaleras incapaces de desplomarse debido a su peso. En la mayoría de las islas volantes se podía ver un hermoso edificio construido en mármol con grandes tejados triangulares. Hitomi se encontraba en una de las enormes rocas libre de edificios pero con el suelo totalmente pavimentado con el mismo material. Hitomi se adelantó al borde de la estructura para mirar hacia abajo y pudo ver como se repetía el mismo escenario una y otra vez hasta el infinito. Cientos de islas volantes parecían gobernar el lugar.
- Fortuna. - Dijo una extraña voz que provenía justo detrás de ella. Hitomi se giró y pudo observar como decenas de atlantes, con las alas totalmente desplegadas y la miraban fijamente mientras todos repetían sin cesar la misma palabra.
- Pero ... ¿donde estoy? - Preguntó Hitomi visiblemente asustada. Nadie contestó, tan solo seguían diciendo "fortuna".
- ¿Que significa esto? - Volvió a preguntar. En ese momento todos callaron. Una figura, también atlante, se aproximaba a ella mientras los otros se apartaban para dejarla pasar. Hitomi pudo ver que era una mujer vestida de manera diferente a los demás. Mientras los atlantes vestían únicamente con túnicas de colores claros, tanto hombres como mujeres mientras que la extraña mujer vestía con ropas azules adornado con un gran lazo celeste y rojo a la altura de su cintura.
- Fortuna. - Dijo la mujer. Su mirada era dulce así como su voz, inspirando a Hitomi una sensación de tranquilidad.
- Pero ... tu ... tu eres Varie, la madre de Van ...
- Debes regresar a Gaea. Allí encontrarás tu verdadero destino.
- ¿Mi verdadero destino? - Preguntó Hitomi.
Una sombra cruzó el cielo. Hitomi miró hacía arriba preguntándose que era aquello y pudo ver cientos de oscuras figuras aladas armadas con brillantes lanzas volando en dirección a una extraña luz en el horizonte. La luz comenzó a expandirse a gran velocidad consumiendo todas las islas que encontraba en su camino, entre ellas la isla donde se encontraba Hitomi. Esta se despertó inmediatamente de la cama empapada de sudor.
"¿Que significa todo esto?¿mi verdadero destino?¿a que se refiere?¿Estarán aquí Van y Escaflowne solo para llevarme de vuelta a Gaea?" Hitomi no paraba de pensar en todas estas preguntas.
- Fortuna. - Dijo una voz. Hitomi volvió la cabeza asustada y pudo ver como en el espejo de su habitación el rostro de Varie para luego desvanecerse completamente.
Al día siguiente, después de pasar toda la jornada junto a Van, llegó la hora de las despedidas. Hace ya un buen rato que se hizo de noche y el energiste de Escaflowne se debería de haber regenerado por completo. Era hora de partir y Van parecía dolido por volver a separarse de Hitomi.
- Les estoy enormemente agradecido por su hospitalidad. - Hizo una profunda reverencia a los padres de Van. - En cuanto a ti, Hitomi. - Van la miró con cierta tristeza. - Me ha encantado volver a verte, pero ... es hora que nos tengamos que separar de nuevo.
- Van, hay algo que quiero decirte. - Hitomi agarró con fuerzas las manos de Van.
- ¿Que es?
- Quiero volver contigo ...
- ¡Hija! - Sus padres no se creyeron lo que acababan de oír, al igual que Van.
Hitomi se dio la vuelta para mirar a sus padres.
- Papá, mamá ... tengo que ir con él ...
- Hija, no puedes ...
- Necesito ir con él, papá. No se como explicártelo, pero lo necesito ... necesito regresar a Gaea ...
Van no quería intervenir. Por un lado deseaba regresar a Gaea junto a ella, pero por otro lado, comprendía a sus padres.
- Hija mía. - Dijo su madre. - Nos preocupa que te vayas a un lugar tan lejano.
- No lo entiendes. No puedo explicártelo ... quizá sea la necesidad de estar mas tiempo junto a Van, o el de volver a ver a mis amigos ... no lo se ... pero algo dentro de mi ansía regresar a Gaea. Quizás allí encuentre respuestas ...
- ¿Respuestas? - Preguntó su padre. - ¿Respuestas a que?
- No lo se. No se nada, pero necesito ir. - En los ojos de Hitomi comenzaron a brotar lágrimas. - Os prometo que volveré, pero os lo pido por favor ...
Sus padres se quedaron pensativos.
- Hitomi ¿te ocurre algo? - Le preguntó Van.
- No te preocupes, me encuentro bien. - Contestó ella.
- Hija. - Era su madre. - sabes que queremos lo mejor para ti, incluso sabemos que el rey Fanel cuidaría de ti tal y como lo hizo hace un año ...
- Prométenos que regresarás pronto y que recuperarás las clases perdidas en el instituto. - Le interrumpió el padre de Hitomi. Esta al oírle saltó de alegría y corrió a abrazar a sus padres. Van también estaba visiblemente alegre por la noticia. La idea de volver a estar con Hitomi en Gaea era algo con lo que había soñado todo este tiempo.
Hitomi no tardó mucho en cambiarse de ropa y recoger algunas de sus cosas para meterlas en su mochila deportiva como equipaje. Una vez lista, se despidió de sus padres con un caluroso. Van por su parte les juró por su honor que cuidaría de ella durante su estancia en Gaea. Tras las despedidas, ambos tomaron el tren que les llevaría al instituto para después dirigirse en cuestión de minutos al viejo caserón abandonado pasado el templo y las pistas de atletismo. Allí, Van pudo comprobar el estado del energiste de Escaflowne después de apartar algunos matojos y hojas que había utilizado el día anterior para camuflar al guymelef.
- Parece que tiene buena pinta. Podremos regresar a Gaea. - Dijo Van. Hitomi se entusiasmo pensando que dentro de poco volvería a estar en Fanelia.
Van se montó en lomos de Escaflowne y lo sacó con cuidado al exterior del viejo almacén donde lo esperaba Hitomi. Se montó con cierta dificultad aun siendo ayudado por Van dándole la mano. Parecía nerviosa.
- Antes de partir quisiera darte esto. - Van agarró el colgante que una vez perteneció a Hitomi y se lo ofreció.
- No es necesario, Van. Quédatelo.
- Quisiera que lo tuvieras, al menos mientras te encuentres en Gaea. Te traerá suerte.
Hitomi desistió y tomó el colgante para después ponérselo. Resultaba extraño, hacía mucho tiempo que no llevaba el colgante y empezaba a echarlo de menos.
- ¿Estas lista?
- Si. - Contestó la chica. Van entonces tiró de las riendas de Escaflowne y comenzó a elevarse lentamente. Desde arriba ambos pudieron observar la ciudad desde las alturas, cientos y cientos de luces de todos los colores del espectro brillando sin parar como si una noche estrellada se tratara, como si fuera un enorme lago reflejando el cielo de Fanelia en las noches de verano.
- En mi vida he visto algo tan hermoso. - Dijo Van. Hitomi se sorprendió por estas palabras. Jamás hubiera esperado que Van pudiera decir algo así.
- Si, la vista de la ciudad desde las alturas es muy hermosa. - Dijo Hitomi observando maravillada la ciudad de Tokio.
- No me refería a tu ciudad. - Van la miraba a ella, no a la ciudad. El rostro de la chica reflejaba casi completamente la luz de la Luna mientras que el ligero viento movía sus cabellos.
Esta se sonrojó al oír las palabras de Van. Tras esto, Van tiró de las riendas de Escaflowne haciendo que este tomara impulso en dirección a la Luna. Hitomi se agarró fuertemente de la cintura de Van mientras el guymelef conseguía cada vez mas y mas velocidad hasta que un resplandor les sorprendió.
