IV. La voz del destino.

El resplandor desapareció tras un gran estruendo. Hitomi y Van, después de recuperarse del viaje entre los dos mundos, pudieron comprobar como la Luna de las Ilusiones se erguía en el horizonte. A los lados podía observarse con cierta dificultad debido a que en Fanelia también era de noche, como una cadena montañosa semicircular rodeaba casi completamente un paisaje familiar para Hitomi.

- ¿Fanelia?

- Así es. - Van giró a Escaflowne para que Hitomi viera con detalle su país después de tanto. - Espero que te sientas como en tu propio hogar.

El dragón hizo un suave picado en dirección hacia el centro de la ciudadela que rodeaba al palacio real donde se encontraba una gran multitud reunida en una de las plazas mas importantes de la ciudad-reino. Muchas de las personas ahí reunidas pudieron ver como una gran figura blanca alada se aproximaba hacia ellos a gran velocidad. Después de unos momentos de confusión pudieron reconocer aquella aparición provocando un gran júbilo entre ellos.

- ¡Es el señor Van! ¡Se encuentra bien! - Decían algunos.

- ¡Majestad! - Decían los demás mientras que los niños alzaban las manos hacía el cielo con la intención de tocar con su imaginación la armadura de su dios.

- Debes de estar muy orgulloso de tu pueblo, Van. Te quieren mucho. - Dijo Hitomi que se mostraba maravillada antes las continuas muestras de amor a su rey por parte de los habitantes de Fanelia.

- Mi misión como rey es hacer feliz a todos mis súbditos, así es como lo hubieran querido mis padres y Folken.

Van dirigió a Escaflowne hacia la parte Oeste del castillo donde se encontraba el templo del dragón blanco. En el exterior del recinto se formaba una hilera de soldados vestidos con armaduras doradas y armados con lanzas que levantaban al cielo en señal de respeto por su dios de los cielos. Los soldados habían sido avisados rápidamente de la llegada de su rey a Fanelia. Escaflowne se posó suavemente en tierra primero con sus patas traseras para amortiguar el aterrizaje. Después de asegurarse Hitomi se encontraba bien después del tosco descenso debido a las fuertes turbulencias, bajó del guymelef junto a su equipaje ayudado por Van.

Un soldado ataviado con una armadura de samurai algo distinta a las que llevaban los otros soldados, un poco mas pequeña pero muy adornada, salió a toda prisa de una de las puertas del palacio apartando de un empujón a un pequeño grupo de soldados que le estorbaban el paso. Era alto, de unos 19 años de edad, bastante musculoso para su edad y a la vez ágil, de pelo corto y oscuro, largas patillas y barba de un par de días. Parecía nervioso.

- ¡Maldita seas, Van! ¿Que demonios ha pasado? - Se paró para recobrar el aliento. - Todos hemos estado muy preocupados desde que desapareciste. - Miró extrañado a la chica que lo acompañaba. Jamás había visto una manera de vestir tan extraña. - ¿Quien es?

- Perdona por preocuparos a todos. No tenía previsto nada de esto y estoy tan sorprendido como tú. - Se volvió y tomó a Hitomi por la mano instándola a adelantarse para presentarla ante su amigo y ante todos los soldados que allí se encontraban. - Lorel, te presento a Hitomi Kanzaki, de la Luna de las Ilusiones.

Lorel se quedó estupefacto al igual que los guerreros de Fanelia que allí se encontraban. Uno de ellos se arrodilló inmediatamente ante la chica procedente de La Tierra en señal de respeto con la mirada hacia el suelo, seguido por todos y cada uno de los soldados acompañado de un gran silencio. Esto no molestó a Hitomi, pero tampoco quería que se le tratara como alguien especial.

- ¿Quieres decir que esta muchacha es ... ?- La miró fijamente. Por un momento, Lorel también quiso arrodillarse como honra ante la persona que salvó a Gaea de la destrucción, pero después de observar en el rostro de Hitomi cierta incomodidad ante la situación que había creado decidió no hacerlo. Fue entonces cuando comprendió la verdadera naturaleza de la muchacha, una chica completamente normal que no era consciente de la importancia de sus acciones pasadas en Gaea.- ¡Vaya! ¡Todo lo que decías era verdad! ¡Es realmente hermosa!

Hitomi se puso colorada al escuchar las palabras de Lorel al igual que Van. El joven general de Fanelia se inclinó ante la invitada de su rey.

- Mi nombre es Lorel Var Sander, general de los ejércitos de Fanelia. Es un honor para mí conocer a la persona que salvó a Gaea de la destrucción y que trajo la paz a este mundo. Van no ha parado ni un momento en todo este tiempo de hablarme de todas sus virtudes, Lady Kanzaki, ¡y espero que con su presencia en nuestro humilde país le haga callar de una vez!

Las palabras de Lorel arrancaron una ligera sonrisa a Hitomi. Esta claro que la relación entre él y Van era algo mas que la de un soldado con su rey. Los dos eran grandes amigos.

- Le agradezco mucho sus palabras, general ... - Hitomi inclinó la cabeza. - ... pero todos mis amigos me llaman Hitomi ...

- Mis amigos tampoco me llaman general, señorita. Hagamos un trato; a partir de ahora yo la consideraré como una amiga y la llamaré como usted quiera si se dirige hacia mi como Lorel.

- De acuerdo, Lorel. - Contestó Hitomi entre risas ante la inusual proposición de aquel muchacho.

Lorel se giró para observar como los soldados aun estaban arrodillados. Hizo un gesto para que se levantaran pero nadie hizo caso. Todos creían que la presencia de la chica de La Tierra era una señal del dios protector de Fanelia.

- Levantaos. Se vuestra devoción por la heroína que nos salvó a todos de la destrucción, pero quisiera que durante el tiempo que se encuentre en nuestro reino se le trate como una invitada de la familia Fanel. - Dijo Van ante la imposibilidad de Lorel de hacer entrar en razón a sus hombres.

Tras un gran murmullo entre los soldados, uno de ellos decidió levantarse y, después de arrojar el arma al suelo comenzó a aplaudir a la invitada del rey como señal de respeto y alegría por el regreso de la joven de la Luna de las Ilusiones al reino de Fanelia. Esta acción fue seguida poco a poco por todos los presentes hasta terminar en una gran ovación de cientos y cientos de personas. Entre gritos y aplausos, Hitomi no pudo contener las lágrimas y rompió a llorar de emoción al ver como toda esa gente le daba la bienvenida.

- ¿Te encuentras bien?

- Si ... - Hitomi abrió uno de los bolsillos y sacó un pequeño pañuelo de papel. - ... no solo te he echado a ti de menos, Van; sino también a Fanelia.

- !!!Señor Van¡¡¡ - Merle bajó de un salto desde uno de los balcones del palacio. Ya en el suelo se dirigió a toda prisa a abrazar a su querido Van. - ¡¡¡Señor ...!!! - La chica gato frenó en seco al ver a Hitomi junto a Van y Lorel. - ¿Hitomi? ¿de verdad eres tu?

- ¡Merle! - Hitomi corrió con los brazos abiertos para reencontrarse con su amiga. Merle también lo hizo y ambas se fundieron en un caluroso abrazo bajo la atónita mirada de Van pero la chica gato no tardó en reaccionar y separarse de ella de un empujón.

- ¿Que haces aquí? Creía que al fin me había desecho de ti ...

- Pero ... ¿pero que dices? ¿Es así como recibes a una amiga después de todo lo que hemos pasado juntas?

Merle cruzó los brazos y sacó la lengua para provocarla.

- ¡Esto es el colmo! - Hitomi estaba bastante alterada. - ¡Y pensaba que te echaba de menos! No solo sigues siendo la misma niña maleducada y malcriada ...

Los pelos de la cola de Merle comenzaron a erizarse y se hubiera abalanzado sobre ella si no fuera por la intervención de Lorel que la inmovilizó sujetándola por la cintura y llevándosela al interior del palacio como su fuera un vulgar saco de patatas.

- ¡Maldito seas, Lorel! ¡Suéltame! ¡Le voy a arrancar la piel a tiras! - Merle no paraba de patalear mientras veía como se alejaba de Hitomi y Van. - ¡Esto no ha acabado aun , Hitomi! ... ¡Miauuuuu! - Los soldados ahí presentes no pudieron evitar soltar una gran carcajada.

...

Habían pasado ya tres días desde que su nuevo amo, el comandante Gosser le salvara la vida de Dorega y sus compañeros. Durante este tiempo Alexia entabló una inusual amistad con él aunque al fin al cabo seguía siendo una esclava de Zaibach. Durante toda la mañana tan solo hizo sencillos trabajos de limpieza de determinadas habitaciones dejando otros trabajos mas duros a los soldados que habían incumplido ordenes del comandante. Después de terminar con su ronda se dirigió a su habitación para descansar cuando en el pasillo de entrada al sector de los camarotes de los oficiales algo chocó con ella arrojándola al suelo.

- Discúlpeme, no la había visto pasar. - Intentó excusarse un soldado que intentaba ayudar a Alexia a levantarse con cuidado del suelo. - ¿Se ha hecho daño?

- No, no se preocupe. La culpa es mía por ... - Alexia se levantó con dificultad gracias a la ayuda del soldado con algunos síntomas de mareo, pero era normal después de ese golpe en la cabeza. Era un joven recluta de pelo rubio y corto con grandes ojos azules de unos 16 o 17 años de edad de estatura un poco inferior a la media de los soldados de Zaibach, algo que se notaba bastante ya que tanto su uniforme como la armadura de metal le quedaban algo grande. Su mirada era la de un joven con ilusión pero notó algo de inseguridad.

- No, la culpa es mía, así que le pido que me perdone, por favor. - Dijo mientras se aseguraba con un rápido y superficial examen ocular que la esclava se encontraba bien después del encontronazo. - Resulta que tengo un día muy ajetreado y apenas me desenvuelvo por esta nave. - Sonrió un poco. - Estoy buscando el camarote del comandante. Se lo agradecería enormemente si me dijera donde puedo encontrarlo. - Alexia se sorprendió ante la simpatía y la educación del soldado ante una esclava.

- Yo soy su sirviente. Ha dado ordenes expresas que yo sea la que entregue cualquier mensaje.

- Esta bien. El Chamán Yama ha llegado al Derethy, y parece muy enfadado. Desea ver al comandante.

- ¡Cabo Kiter! - Gritó alguien que se encontraba en el pasillo.

- ¡Enseguida, señor! - Respondió el soldado. - Tengo que dejarla. Ha sido un placer conocerla. - Kiter volvió a sonreír como señal de despedida. - Por favor, no se le olvide el mensaje para el comandante.

- No, señor. - Dijo Alexia mientras Kiter se alejaba por el oscuro pasillo.

Alexia se dirigió a los aposentos del comandante. Tocó tres veces en la puerta metálica y esta se abrió automáticamente. La habitación estaba casi completamente a oscuras. La única luz irradiaba de una pequeña lámpara de energiste en una de las mesas de la sala. Al su lado, Gosser estaba sentado en un sillón con una botella de vino rojo al lado sosteniendo una copa con dicho líquido con la mano derecha. Observaba uno de los grandes ventanales de la nave con la mirada perdida en los paisajes de Astria. Parecía desolado y abatido.

- Señor, ¿se encuentra bien?

Alexia no recibió respuesta alguna.

- Señor ... jamás le he visto así. ¿Le ocurre algo?

- No - La voz de Gosser era débil y apagada. -Tan solo pensaba.

- Parecían pensamientos tristes señor.

Gosser no contestó a esto pero su silencio confirmó sus sospechas.

- ¿Puedo hacer algo por usted, señor?

- No. - Gosser se recostó sobre el sillón y cerró los ojos al mismo tiempo que suspiraba profundamente como intentara contener su dolor de alguna manera. - Nadie puede cambiar el pasado de las personas.

Hubo otro gran silencio. Alexia se entristeció por esta respuesta. Se preguntaba por el brutal cambio en el carácter de su amo, aparentemente un hombre frió y sin sentimientos ante sus hombres y una persona destrozada por la pena y el dolor en sus momentos de intimidad. ¿Cual era el verdadero Gosser? Alexia no lo sabía, pero una cosa era clara, el comandante no se molestaba en ocultar su otra cara ante ella, tal y como haría ante sus soldados. Quizás necesite a alguien para compartir su dolor. Quizás por eso la salvó de Dorega y sus hombres.

- ¿Que querías, Alexia?

- ¿Señor ...? - Alexia recordó en este momento el objetivo de su visita a los aposentos de su amo. - Ah, si. El Chamán Yama acaba de llegar. Desea verle inmediatamente.

- Esta bien, retírate.

-Si, mi señor Gosser. - Alexia hizo una profunda reverencia y abrió la puerta para salir.

- Alexia.

La esclava se detuvo.

- ¿Señor?

- ¿Como ocurrió? - Preguntó Gosser.

- Creo que no le entiendo.

- ¿Como te raptaron?

Alexia se sorprendió por la pregunta. Le resultaba difícil recordar aquellos tristes sucesos y por un momento quiso contestar que no se acordaba, pero algo le hizo decir la verdad, quizás la confianza con su señor.

- Ocurrió hace dos años. - El tono de Alexia se volvió triste y apagado al recordar tales acontecimientos. - Estaba jugando con mi hermano pequeño en el bosque cuando aparecieron tres cazadores. - Se detuvo para intentar contener las lágrimas. - Mi ... mi hermano ... murió ... y a mi me dejaron con vida porque podía ser útil como esclava. - La mujer se limpió rápidamente las lágrimas que comenzaban a aparecer en su rostro. - Tan solo conservo este brazalete que me regalaron mis padres en mi dieciséis cumpleaños.

- Lo siento. - Gosser intentaba consolarla. - Siento que hayas tenido que pasar por eso. Su estuviera en mis manos el poder liberarte de tus ataduras en Zaibach lo haría inmediatamente, pero te prometo que no terminarás tus días como esclava.

Las palabras de Gosser sorprendieron a Alexia el cual estaba dispuesto a concederle la libertad, pero desgraciadamente, solo los Chamanes de Zaibach tenían tal poder.

- Mi señor, ¿por que me salvó de aquella paliza?

El comandante del Derethy se quedó pensativo. En realidad, ni él sabía la razón.

- Redención. - Contestó finalmente. Aquella palabra confundió a la chica gato al no saber exactamente lo que quería decir.

- ¿Re ... redención? Mi señor ¿que ... que quiere decir?

- Ahora vete. En unos minutos me reuniré con el Chamán.

Alexia no quiso insistir y, tras un respetuoso saludo, abandonó los aposentos del comandante dejando a este solo junto con sus pensamientos y recuerdos.

Era un hermoso día en la región de Cafidia, al norte de la ciudad-capital del imperio Zaibach. Sus verdes praderas abarcaban todo horizonte de esta tierra aun virgen por las manos de los hombres en su continua lucha por dominar la naturaleza. En el centro de toda el territorio se encontraba un enclave secreto utilizado por los chamanes del imperio como centro de experimentación del destino, aunque también era utilizado a veces como punto de reunión para los cuatro grandes generales de Zaibach. Consistía en un enorme castillo de forma semicircular tallado en mármol con extraordinarias vistas al exterior, compuesto por un enorme muro de piedra de cuatro metros de altura, dos grandes torres de forma totalmente cilíndrica en ambos extremos de la fortaleza y una enorme puerta de forma piramidal justo en el centro del muro circular de la parte norte. De su interior destacaba el hermoso jardín rodeado de frías construcciones donde albergaban los terribles experimentos de los brujos que en ocasiones utilizaban incluso a niños con el fin de modificarles su propio destino y crear el soldado perfecto.

Gosser acababa de llegar en una diligencia procedente de la capital. Tuvo algunas dificultades de acceder al interior de la fortaleza debido a las reticencias de los chamanes para poder ver al único sujeto del experimento de modificación del destino sobre niños que había sobrevivido al proceso de transformación,  pero gracias a su estatus de antiguo miembro de la casta de los brujos consiguió una autorización especial. Ya en el interior fue recibido por algunos chamanes del imperio que le acompañaron sin mediar palabra hasta el lugar donde se encontraba Dilandau. Tras unos minutos llegaron al jardín donde pudo ver a su amigo Jajuka al que conoció varios años atrás durante su estancia en la academia de oficiales de elite como instructor jefe. Justo a su lado se encontraba una hermosa muchacha de unos 16 años de pelo rubio y ojos azules, ataviada con un ligero vestido verde movido al compás del viento. Supo entonces lo que había sucedido e hizo una señal a los chamanes que le habían acompañado para que le dejaran solo. Estos obedecieron inmediatamente alejándose por una de las puertas de metal que conectaban el patio con los demás sectores de la castillo cerrándola con un gran crujido. El sonido alertó a Jajuka y a la chica que jugaba en esos momentos con un caracol. Ambos se percataron en ese momento que eran observados. Serena reconoció inmediatamente a Gosser y corrió para reunirse con él abrazándole con cariño al tiempo que apoyaba su cabeza sobre su torso mientras que este le acariciaba con dulzura sus cabellos.

- Me echabas de menos, ¿no es así? - Gosser no obtuvo respuesta por parte de la joven, pero sabía que así era. - Yo también te he echado mucho de menos, Serena.

Jajuka se acercó. El joven comandante pudo leer en su mirada que algo terrible había sucedido.

- No esperaba que llegaras tan pronto.

- Estaba en misión de reconocimiento en una zona cercana. ¿Que ha pasado? - Gosser seguía con Serena entre sus brazos intentando reconfortarla después de todo lo que había pasado. Parecía tranquila, sin saber nada de lo que ocurría a su alrededor.

- Todo el escuadrón ha muerto a manos del rey de Fanelia.

Gosser se quedó horrorizado ante la noticia. Serena notó de inmediato el cambio en él y alzó la vista para fijarse en sus ojos. Eran los de un hombre abrumado por el miedo y la desesperación tras enterarse de la muerte de todos y cada uno de sus compañeros. Su tristeza contagió a Serena y esta le abrazó con mas fuerza. Por un momento, creía que Serena intentaba consolarle de alguna forma, como si no soportara verle afligido, así que lo único que podía hacer por ella era abrazarla también con fuerza.

- Has tenido que sufrir mucho, y todo ha sido culpa mía. Espero que me perdones algún día. - Susurró Gosser al oído de Serena.

- Ocurrió hace unas dos semanas en las proximidades del templo de Fortuna, al norte de la ciudad de Godashin, en Freid. - Continuó Jajuka. - El escuadrón tenía acorralado al Dragón cuando este decidió a atacar. Dilandau fue el único superviviente.

- Escaflowne y su piloto habrán entrado ya en simbiosis. Es la única explicación posible. - Dijo Gosser. - Ahora es casi invulnerable. Debemos impedir que Dilandau entre en combate contra Van Fanel.

- ¿Que haremos entonces?

- Sabes que no dudaría en encargarme personalmente del rey de Fanelia, pero Dornkirk tiene otros planes para mi. Me han asignado una incursión en Bashram y tengo las manos atadas. Tendrás que protegerla tu mismo.

- Sabes que no puedo. Soy un esclavo y no tengo derecho a participar en el conflicto como soldado.

- Eres la única persona en la que confió plenamente. Los Chamanes no dudarán por un momento en concederte la libertad a cambio de proteger a Dilandau, y se que lo protegerás incluso con tu vida.

- Si ese es el único modo, así lo haré. - Dijo Jajuka con determinación.

- En cuanto a ti, Serena ... - Gosser la apartó suavemente de él para que pudiera verle. No le entendería sus palabras,  pero tenía la esperanza que leyera en su rostro todo lo que quería decirle. - ... te prometo que volveremos a estar juntos cuando termine esta cruenta guerra. - El rostro de la joven se entristeció.

- Es hora de descansar, Serena. - Jajuka tomó su mano instándola a acompañarle a una de las habitaciones contiguas al jardín. Esta se alejó con el hombre lobo pero con la mirada puesta en todo momento en Gosser, que la observaba mientras se alejaba por uno de los pasillos.

...

El día transcurrió tranquilo en las calles de Fanelia. Van decidió dar un paseo por algunas de las calles de la ciudad que aun estaban en reconstrucción junto con Hitomi, llevando para tal ocasión un sencillo pero hermoso vestido blanco sin mangas con pequeños triángulos azules en la parte inferior de la larga falda que solo permitía verle los pies y como calzado unas cómodas sandalias naranjas. Van quería que se pusiera algo mas lujoso ya que era su invitada de honor, pero ella insistía en vestir el típico vestido de Fanelia.

La gran mayoría de los edificios estaban aun por edificar y tan solo unos pocos de ellos estaban siendo pintados para que la madera, material con el que se construían todas las edificaciones extraído del bosque cercano a la ciudad, resistiera el clima húmedo y lluvioso de la zona. Hitomi se mostraba interesada en todo momento por los trabajos de reconstrucción ya que consideraba Fanelia como su segundo hogar, a pesar de haber pasado muy poco tiempo en aquel lejano país.

- Ha pasado mas de un año y la ciudad está casi reconstruida por completo. Jamás hubiera pensado que os recuperarais del ataque de Zaibach tan pronto.

- Después de la guerra, los reinos de Astria y Freid nos prestaron su ayuda para reconstruir Fanelia lo antes posible. Han sido muy generosos con nosotros, especialmente Astria con Dryden a la cabeza.

- Me gustaría tanto volver a verles.

- Los veras, si no te importa abandonar Fanelia por unos días y ir conmigo a Palace.

- ¿Lo dices en serio? - Hitomi agarró fuertemente el brazo a Van obligándole a detenerse.

- ¡Claro! En dos días se reúnen los representantes de las naciones aliadas para tratar unos asuntos. Podremos quedarnos una vez que termine la reunión e instalarnos en el palacio Aston como invitados de los reyes Dryden y Millerna. - Ambos continuaron su recorrido por las calles de Fanelia. - He enviado a Lorel para informar a los reyes de tu llegada.

- Os he estado observando todo este tiempo y parece que sois grandes amigos, pero no recuerdo haberle visto durante mi primera estancia en Fanelia.

- No le gusta hablar de aquello, aunque su ausencia fue lo que le salvó la vida. Estaba en misión diplomática en Daedalus cuando Zaibach nos invadió. Fue en aquel reino donde le llegó la noticia y regresó a Fanelia lo antes posible para poder comprobar con sus propios ojos la devastación. Quedó muy afectado por todo aquello.

Hitomi se entristeció. Parece que muchas heridas de la antigua guerra no habían cicatrizado.

- Tiene suerte de tenerte a ti como amigo. Tu debes de ser la única persona en toda Gaea capaz de comprender sus sentimientos.

- Siempre lo he considerado como a un hermano. Ha sido difícil convencerle para que deje Fanelia y se dirija a Astria. Creo que teme que se vuelva a producir un ataque y él no esté aquí para defender a su país.

Hitomi y Van siguieron caminando por las largas calles de Fanelia acompañados por una pequeña hueste de soldados para velar por la seguridad de su rey y de su acompañante.

- Pareces preocupada. - Van notó una cierta intranquilidad en Hitomi. Algo en el cielo la había alertado. - ¿Ocurre algo?

- No, no pasa nada. - Agitó la cabeza como si hubiera visto una alucinación. Van no quiso insistir pero sabía que algo extraño sucedía.

Hitomi volvió a mirar al cielo y ahí seguía, una extraña figura con alas oscuras sobrevolando el cielo de Fanelia, pero sabía no era real, tan solo una ilusión ya que ella era la única persona capaz de verla.

"¿Que significado tienen todas estas visiones?¿Por que la misma figura una y otra vez? ¿Por que alas completamente oscuras?" Algo le decía que pronto recibiría la respuesta a todas estas preguntas, y eso la aterraba.

La noche llegó al reino del dios dragón Escaflowne. Van organizó una gran cena en el interior del palacio con abundante comida y bebida invitando para ello a numerosos comensales, desde soldados y oficiales del ejercito de Fanelia hasta simples campesinos. Los que no tuvieron la oportunidad de pasar al interior del palacio se conformaron con una gran fiesta que se celebraba a las puertas del palacio. En el salón de fiestas del castillo no había lugar para la tristeza, muy al contrario, los asistentes no paraban de brindar espontáneamente a la invitada.

- Tienes las mejillas coloradas, Hitomi. ¿Ocurre algo? Supongo que quizás nos hayamos excedido ...

- ¡No, Van! Es ... es este vino ... ¡está riquísimo! ... ¡hic!

- ¡Fíjate! Está mas borracha que una cuba. - Dijo Merle intentando provocarla.

- Quizás deberías dejar de beber vino y tomar algo de aguamiel. Veo que no estás acostumbrada a beber.

- ¿De ... decías algo, Van? ... ¡hic!

Van se disculpó ante sus invitados y llevó en brazos a Hitomi con cuidado a su habitación al no estar en condiciones para seguir en pie.

- ¿Por ... por que me llevas a mi habitación ... ¡hic!

- Conviene que descanses y que tengas mañana la cabeza despejada. El viaje a Palace puede resultar algo pesado si te levantas con resaca.

- Pero si me encuentro ... ¡hic! ... perfectamente ... - En ese momento, Hitomi se desvaneció.

Dentro de la habitación de invitados, Van acostó con mucho cuidado en la cama. La tapó lo mejor que pudo sin llegar a despertarla y apoyó suavemente su cabeza sobre la almohada y en ese momento, cuando sus caras estaban lo suficientemente cerca la una de la otra, Hitomi abrió los ojos y besó los labios de Van apasionadamente mientras lo abrazaba con fuerza. Lo único que podía hacer Van en ese momento era dejarse llevar y besarla con la misma pasión aunque no sabía si lo que hacía era lo correcto. Después de unos segundos, los brazos de Hitomi perdieron toda su fuerza y liberaron a Van para quedarse profundamente dormida. Van acarició suavemente el rostro de Hitomi antes de marcharse de vuelta a la fiesta.

Durante la noche, Hitomi tuvo muchos y extraños sueños. En uno de ellos estuvo presente en la destrucción de Atlantis, en otros se encontraba sobrevolando una enorme ciudad flotante donde se erguían enormes edificaciones, pero en el sueño mas extraño, ella se encontraba en un lugar totalmente dominado por la oscuridad. A lo lejos pudo observar como una persona se acercaba a ella lentamente con paso firme pero en ningún caso pudo ver su rostro debido a la tinieblas que ahí reinaban.

- ¿Eres tu la chica de la Luna Mística? - Pregunto el hombre.

- ¿La Luna Mística? ¿Quién eres?

- ¿Eres tu la chica de la Luna de las Ilusiones?

Hitomi no respondió movida por el miedo. El misterioso individuo se adelantó lo suficiente para que esta pudiera sus ojos. Estos estaban llenos a la vez de esperanza y de odio, pero a Hitomi le llamó mas la atención sus pupilas, totalmente rojas, del color de la sangre.

- Te he estado buscando durante mucho tiempo, chica terrícola. Eres capaz de cambiar el futuro, ¿pero eres igualmente capaz de cambiar el pasado de las personas?

Hitomi no sabía que responder pero poco importaba. Una brillante luz  la hizo desaparecer así como su misterioso acompañante en aquel mundo de tinieblas.

...

El recién estrenado crucero de Fanelia atracó con facilidad en uno de los numerosos anclajes construidos para tal propósito en el puerto volante de Astria. Lorel ordenó a la tripulación que se aseguraran que la bandera de Fanelia estuviera izada por completo para que los responsables de aquellas instalaciones le atendieran con prontitud su solicitud de desembarcar en tierra. No pasó mucho tiempo hasta que le llegó la respuesta. Desde una de las torres cercanas se ondeó un pequeño blasón verde triangular seguida de una bandera con el emblema de Fanelia. No solo significaba que le concedían el pertinente permiso, sino que eran bienvenidos a Astria. Lorel descendió en una pequeña plataforma junto con un reducido grupo de valerosos guerreros de Fanelia enfundados en sus armaduras al igual que él. Ya en tierra fueron recibidos por una pequeña hueste de caballeros perfectamente uniformados con elegantes trajes azules.

- La orden de los Caballeros Celestes os da la bienvenida a Astria. - Dijo uno de los caballeros. Parecía ser el mas viejo de todos, aunque su edad no pasaría de los 35 años. Miró con detenimiento al grupo de soldados de Fanelia y echó en falta al rey. - ¿Y su majestad?

- Me llamo Lorel Var Sander, general del ejercito de Fanelia. Me envía mi señor Van Slanzar de Fanel para entregar un urgente mensaje para sus majestades Dryden y Millerna Aston. - Lorel le entregó al caballero un pequeño pergamino firmado por el rey para autentificar su identidad. Después de unos segundos examinando el documento, el caballero celeste hizo una señal a unos de los carromatos del hangar para que se acercara.

- El cochero tiene ordenes de acceder al palacio mientras nosotros lo escoltamos por el camino. Pueden acompañarle sus hombres si así lo desea, general. - El caballero le abrió una de las puertas invitándole a entrar en el carro. Lorel ordenó a sus hombres esperar en el interior del crucero y entró en el carro para ser conducido al palacio Aston.

Tardaron unos minutos en atravesar toda la ciudad de Palace para llegar al palacio real, un hermoso castillo construido sobre una isla artificial rodeado casi por completo por los canales de agua que recorrían toda la ciudad. En el palacete interior fue recibido por otro grupo de caballeros celestes.

- Nos han informado de su llegada, general. Los Aston le esperan en la sala del trono. - Dijo uno de ellos. - Le pedimos sin embargo que nos entregue su arma como medida de seguridad.

Aunque le incomodaba entregar su preciada arma perteneciente a su difunto padre a un extraño, comprendía las razones de los caballeros celestes ya que él hubiera hecho lo mismo en su lugar. Confió su arma a uno de ellos y le condujeron a la sala del trono, una enorme estancia con el techo adornado en oro y grandes pilares de mármol y dos grandes sillones de piel justo en el centro. Dos caballeros celestes le acompañaron justo en el centro de la estancia para luego regresar a la entrada de la sala y cerrar las dos enormes puertas de madera con un gran estruendo. Después de unos segundos de espera admirando la majestuosa bóveda de la cámara una pequeña puerta justo delante de él se abrió. De ella salieron dos personas; una de ellas era un hombre ataviado con unos ropajes inapropiados para el monarca de un país tan próspero como Astria, mas bien como las de un comerciante de las lejanas tierras del este, con una larga falda verde, camisa desabrochada a la altura del cuello y una chaqueta de grandes mangas. Tenía el pelo largo, algo descuidado y cierto aire intelectual en su rostro. A su lado entró por el contrario una hermosa mujer de largos cabellos dorados recogidos en parte con un gran lazo rojo, vestida de manera mucho mas elegante, un atuendo negro con una larga falda completamente blanca y brazos cubiertos por una delicada malla dorada.

- ¡Nos halaga ver su admiración por nuestro palacio, general Lorel! - La voz de Dryden resonó por toda la estancia.

Lorel se dio cuenta que se encontraba ante los monarcas de Astria, Dryden y Millerna y se arrodilló ante ellos como general de Fanelia que era.

- En nombre de Van Slanzar de Fanel y el reino de Fanelia quisiera ante todo dar las gracias a sus majestades por la ayuda recibida por Astria.

- Nosotros somos los que tendríamos que estar agradecidos a Fanelia. Si no fuera por el valor y coraje de vuestro amado rey durante la guerra, no solo Astria, sino toda Gaea hubiera sido aniquilada por Zaibach. - Dijo la reina. - ¿A que debemos su visita?

- Traigo un mensaje personal de Van Fanel. - Lorel se levantó. - Pide disculpas por su ausencia estos días en Palace, pero ha surgido algo de gran importancia y trascendencia. Aun así, llegará a vuestra ciudad mañana para asistir a la reunión de los países aliados.

- No hay ningún problema. - Dryden se acercó a uno de los dos grandes sillones del salón del trono y se sentó seguido de Millerna. -Van Fanel será recibido igualmente con el mayor de los honores.

- También he de dar a sus majestades la gran noticia del regreso de Hitomi Kanzaki, la chica de la Luna de las Ilusiones, a Gaea. - Dryden y Millerna no pudieron ocultar su sorpresa y alegría ante la noticia. - Mi señor os pide permiso para permanecer en Palace unos días junto con la chica como invitados.

- ¡Hitomi ha vuelto! - Millerna se levantó de un salto del sillón. Dryden por el contrario fue mas pausado.

Ya de pie, el rey toco con fuerza las palmas y las puertas de la sala se abrieron de par en par. Entraron numerosos sirvientes y esperaron las ordenes de su señor.

- ¡Preparad el mayor recibimiento de toda la historia de Astria! ¡No quiero que escatiméis en gastos ni en personal! ¡Se van a enterar los de Bashram de como somos los Astrianos preparando fiestas!

- Mi señor Dryden. - Era Lorel. - Aunque la señorita Kanzaki está exuberante de felicidad al estar de nuevo en Gaea, ella preferiría que su recibimiento por parte de sus majestades fuera menos espectacular. Me temo que aun no es consciente de su importancia para el futuro de nuestro planeta.

- ¡Se equivoca! - Millerna rió. Era la típica actitud de Hitomi. - Se ve que Hitomi no ha cambiado nada. - Se volvió hacia Dryden, que parecía algo decepcionado ya que era muy aficionado a organizar grandes fiestas, pero feliz en el fondo. - Me temo que tendrás que demostrar nuestras habilidades ante Bashram mas adelante.

- ¿Regresará ahora a Fanelia, general? - Preguntó Dryden.

- Mi señor me ha dado ordenes expresas de quedarme en Palace como escolta, si su majestad no tiene ningún inconveniente. Me alojaré en el crucero ...

- ¡De ninguna de las maneras! Usted y sus hombres se alojarán en el castillo como invitados. - Millerna parecía ofendida al igual que Dryden. Jamás permitirían que un enviado de Fanelia no se alojara en el palacio real, y menos cuando era el portador de tan buenas noticias.

- El reino de Fanelia les vuelve a dar las gracias ante todas sus muestras de hospitalidad, mis señores Dryden y Millerna.

...

Hacía ya varias horas que se hizo de día y partieron Van e Hitomi hacía Palace abordo de Escaflowne con la compañía de Merle, que estuvo apunto de quedarse en tierra si no fuera por su increíble habilidad de conseguir cualquier cosa que se propusiera.

- ¿De verdad creías que os iba a dejar a ti y a mi señor solos en Astria?

- ¡Cállate o te arrojo por la borda!

- ¡Uyyyy! Parece que aun sigues con resaca ... - Merle, que estaba detrás de Hitomi, se acercó con cuidado a su oído.

- ¡Ni lo intentes! - Hitomi supo de las intenciones de Merle y esta se sentó a cuatro patas lamiéndose los brazos.

- ¿Te sigue doliendo la cabeza, Hitomi? - Preguntó Van.

- Un poco ... pero lo que mas me molesta es que no recuerdo nada de lo que pasó ayer por la noche ...

- ¿De verdad no recuerdas nada de lo que paso? - Las palabras de Hitomi confirmaron las sospechas de Van, que se preguntaba si recordaba el beso que le dio en la habitación.

- Lo ultimo que recuerdo es estaba en la fiesta cuando ... - Hitomi trataba de recordar, pero le producía dolores de cabeza. - ... cuando todo se volvió negro ¿ocurrió algo importante?

- No te preocupes. - Algo dentro de Van se sintió aliviado, pero también apenado. Era su primer beso pero Hitomi no lo recordaba. - ¡Mira! ¡Hemos llegado!

En ese momento, Escaflowne cruzó una larga hilera de montañas para ver al otro lado la ostentosa y bulliciosa ciudad de Palace. El dragón alado fue divisado en seguida por numerosos puestos de vigilancia que inmediatamente anunciaron la llegada del rey de Fanelia a la capital utilizando para ello pequeños instrumentos en forma de caracol generando un sonido muy característico.

- Hemos llegado. - Van señaló con la mano uno de las numerosas torres de vigía que ondeaban una pequeña bandera triangular. - La ciudad de Palace nos recibe con una calurosa bienvenida.

- ¡Mira Van! - Hitomi vio en el horizonte una enorme fortaleza construida sobre una mole de piedra levitante se acercaba a la ciudad. Estaba parado justo encima del puerto volante de la ciudad.

- Se trata de una fortaleza volante de Zaibach. - Van quería tranquilizar a Hitomi. - Ahí debe viajar su embajador ante las naciones aliadas. No tienes por que temer nada.

Escaflowne se acercó a la posición del crucero de Zaibach. Era una gran fortaleza de color azul oscuro dividida en tres zonas, dos de ellas con cúpulas metálicas semiesféricas y una tercera construida con la misma piedra que la base con forma cilíndrica, todas unidas por una especie de túnel también cilíndrico. Había numerosos ventanales cubriendo prácticamente la totalidad de los tres edificios y parte de la plataforma central donde se podían observar con cierta claridad la presencia de numerosos soldados.

Hitomi sintió algo inusual. Tuvo la extraña sensación de que en aquel navío había algo oscuro, una entidad llena de odio y rencor que incluso podía ser percibida en la distancia, mientras que una enigmática voz emergía del susurro del viento.

"¿Es capaz la chica de la Luna de las Ilusiones cambiar el pasado de las personas?"

"¿Otra vez tu?¿Quién eres? ¿Por que te diriges a mi?" - Dijo Hitomi mentalmente. Era la voz del misterioso individuo de ojos completamente rojos de su último sueño.

"¿Eres capaz de evitar lo ya sucedido? Evitar hacerle daño a las personas queridas"

"¿Tanto dolor sientes? Dime quién eres, ¡yo puedo ayudarte!"

"No ... nadie puede ... nadie puede cambiar el pasado de las personas" . La voz se apagó.

- Te encuentras bien, Hitomi. - Merle le tiró un poco de la falda para llamarle la atención. La veía preocupada por algo.

- ¿Ocurre algo? - Van se alertó por las palabras de Merle.

- No. No pasa nada. ¡Os lo juro! - Contestó ella, pero Van sabía que algo pasaba. - ¡Mira! ¡Son Dryden y Millerna! - Hitomi señaló a una de las plataformas de aterrizaje donde se encontraban los actuales reyes de Astria. Hizo un saludo con una mano y a pesar de la altitud en la que se encontraba Escaflowne, sus amigos le devolvieron efusivamente el saludo. La habían visto.

...

- Ya era hora. Te estaba esperando con impaciencia, mi querido comandante.

Gosser se quedó en silencio. No quería ser respetuoso ante un Chamán, y menos ante Yama, el que fuera su antiguo mentor.

- He tenido algunos problemas en llegar al Derethy. Mi guymelef se quedaba sin combustible y tus hombres ignoraban mis órdenes para que retrocediera la nave a mi posición. ¿Tienes algo que ver?

- Si, yo di la orden. No convenía retrasarnos mas de la cuenta. La reunión de los países aliados será mañana e íbamos con retraso. Además, conozco bien los guymelefs Alseides y su autonomía es mucho mayor de lo que crees.

- Bien. Por un momento pensé que era un capricho de tu oficial navegante. Afortunadamente veo que tus soldados carecen de iniciativa propia.

Gosser se adelantó hacia el Chamán de manera amenazante llevándose su mano derecha a la empuñadura de su espada.

- No te permito que hables así de mis hombres. El contingente Quimera es el mas capacitado y preparado de todo Zaibach y lo sabes perfectamente. Si el emperador nos hubiese dado la orden de atacar al enemigo cuando aun teníamos las fuerzas suficientes, Gaea ya sería nuestra.

- Si, es una pena que se desperdicien tan buenos soldados en misiones diplomáticas. - Se mofó Yama.

- Este tipo de misiones son aun mas importantes que las misiones de guerra. - Le replicó el comandante.

- Entonces comprenderás de la importancia de la misión.

Gosser apartó la mano de la empuñadura de su espada.

- ¿Que quieres decir con eso? - Preguntó extrañado. - ¿Para que demonios has venido a mi nave?

- El consejo está preocupado al ser tú el embajador que representará a Zaibach ante las potencias aliadas. Me han enviado aquí para asegurarme que cumples la misión que se te fue encomendada. - Yama se sentó en el sillón que había detrás suya. - Ya sabes a lo que me refiero.

- ¿El consejo teme que mate al rey de Fanelia? ¡No necesito una niñera! Ya sabes que siempre he cumplido vuestras ordenes por sucias que fueran. - Gosser se lo tomó las palabras del Chamán como un insulto a su persona.

- El consejo se percató de tu situación hace mucho tiempo, ¿o creías que somos idiotas?

Gosser quiso contestar a esta pregunta afirmativamente, pero prefirió callarse para no empeorar aun mas las cosas.

- Queremos que dejes de un lado tus estúpidas ansias de venganza. No podemos permitirnos nuevas sanciones por parte de Astria y sus aliados. Nuestro pueblo se muere cada día debido a las duras sanciones impuestas. - El tono de Yama se hacía cada vez mas duro.

- Los Chamanes tramáis algo. - Gosser estaba seguro de ello. Si de verdad la prioridad de la misión era minimizar las sanciones impuestas al imperio durante la cumbre en Palace hubieran elegido a otra persona para representar a Zaibach ante los otros reinos. Él no era el mas indicado. - Si me elegisteis es porque soy el mejor guerrero del imperio, no por mis dotes diplomáticas.

Yama rió al oír tales palabras.

- ¡Olvidaba que además de buen guerrero eres muy inteligente! Fue una pena que abandonaras la casta. Tu y Folken teníais un gran futuro como brujos al servicio del imperio. Afortunadamente, fuiste algo mas inteligente que él.

- ¿Que demonios pretendéis hacer en Palace?

- No es necesario que lo sepas por ahora. Limítate a cumplir las órdenes.

- Soy el comandante de esta nave, general de los Quimera y el responsable de la seguridad de mis hombres y exijo saber lo que está pasando - Gosser estaba realmente furioso. -Si no fueras un Chamán te arrojaría por la excusa de aire mas cercana para alimentar a los buitres.

- En un pasado fuiste un gran Chamán y gracias a ti hicimos grandes progresos en nuestros experimentos de modificación del destino. Fue una suerte que nos trajeras un sujeto tan interesante como aquella niña. Es por eso por lo que te permitimos ciertas insubordinaciones, pero nuestra paciencia tiene un límite. ¡No la malgastes!

- ¡Eran niños con los que experimentasteis! - Gritó Gosser. Sus ojos se encendieron de ira mientras volvía a empuñar su katana desenvainándola por la mitad. Yama se levantó súbitamente del sillón encarando sin miedo a su sublevado comandante.

- Retírate. - Le dijo Yama con tono desafiante a unos pocos centímetros de su cara. Sus miradas se cruzaron hasta que el comandante del Derethy decidió obedecer al Chamán. Ardía en deseos de atravesarle con su espada, pero su devoción a Zaibach era demasiado fuerte como para cometer tal acción. Estaba completamente a su merced, pero mantenía la promesa que juró ante la tumba de Dilandau y sus hombres.

"Juro por todos los dioses que mataré a Van Fanel y a todo aquel que se interponga en mi camino, y quizás tu seas el siguiente, Yama"

Gosser salió enfurecido de la habitación del Chamán hacia sus aposentos justo en el otro extremo de la nave. Después de dar un rodeo con el objetivo de calmarse por el encuentro con Yama se encontró en uno de los pasillos cercanos con el hangar principal a Kiter. Parece que estaba buscándole.

- Señor. - Kiter hizo un largo saludo militar, pero Gosser no estaba para tonterías.

- ¿Que sucede, soldado? - Dijo rápidamente interrumpiendo el saludo del cabo.

- Acabamos de llegar a Palace, señor.

- Bien. - Al fin recibía buenas noticias. Al menos le daría la oportunidad de alejarse de aquel maldito Chamán pero le preocupaba el plan secreto del consejo.

"¿Una invasión? No. Aun siendo los Quimera, nuestros efectivos serían insuficientes para tomar la ciudad. Además, no podríamos trasladar tropas desde Zaibach al no disponer de otros navíos de las mismas características que el Derethy, incluso apenas disponemos de guymelefs para sitiar a Palace. ¿Que tramarán? ¿Y por que me necesitan?"

- Cabo, ¿sabes pilotar un Alseides?

- Claro señor, pero ... no dispongo de mucha experiencia en su manejo. - Contestó Kiter. Durante su corta instrucción en la base de Zaibach había aprendido a manejar el Alseides pero tan solo los conceptos básicos.

- Aprenderás a marchas forzadas. Además, te he estado observando mientras entrenabas y escondes un gran potencial como guerrero, y por lo tanto como piloto. - Las palabras de Gosser entusiasmaron a Kiter. No se creía lo que su comandante decía de él. - Escoge a otro hombre de tu confianza. Ambos seréis mi escolta en Palace. Estaréis listos en 15 minutos el en hangar principal. ¿Entendido?

- Si ... si señor. - Dijo Kiter mientras hacía una profunda reverencia.

El Derethy atracó con suavidad en uno de los numerosos puertos de Palace justo en la loma de una gran montaña en la parte norte de la ciudad. De unas enormes puertas metálicas construidas en la base de la fortaleza volante arrojaron numerosos garfios y arpones de colosal tamaño para utilizarlos como sujeción para la enorme mole de piedra. Después de atracar en el puerto, un pequeño crucero de Astria apostado en uno de los hangares al aire libre del puerto despegó en dirección al Derethy. El pequeño y anticuado navío en forma de flecha impulsado por un par de motores en la cola y equipado con dos piedras volantes esféricas en sus lados se posó con suavidad en una de las rampas preparadas para tal uso. La totalidad de los oficiales del crucero de Zaibach tenía la orden de estar presente en el hangar principal de la nave para recibirlos, entre ellos, y adelantado a todos los demás por su condición de comandante y jefe, Gosser. Justo detrás suya se encontraban sus escoltas Kiter y su compañero de guardia en Zaibach Dales, los cuales se habían hecho muy amigos desde entonces.

Una vez que el navío de Astria detuvo los motores, la puerta se abrió saliendo de él un pequeño grupo de soldados e perfecta formación armados con lanzas y alabardas portando uno de ellos el símbolo de su país, encabezados por dos hombres por cuyas ropas, Gosser pudo identificarlos como Caballeros Celestes. Uno de ellos tenía una larga melena rubia como rasgo mas característico y bastante alto mientras que el otro era algo mas bajo, de pelo gris muy oscuro y con un semblante aristocrático. Pronto, ambos identificaron al comandante y se inclinaron ante él de manera respetuosa.

- El reino de Astria os da la bienvenida a Palace, embajador. - Dijo el caballero de la melena rubia. - Somos los caballeros Allen Schezar - El caballero hizo un gesto con su mano derecha colocándosela sobre su corazón. - y Argon de Rytia.

- Nos han encomendado la misión de escoltarle hasta el palacio donde se alojará hasta el comienzo de la reunión de los países aliados. - Continuó Argon.

- Yo, Gosser Názarie - Allen reconoció inmediatamente tal nombre. - y Zaibach os agradece vuestra hospitalidad y la de Astria. Sin embargo, prefería desembarcar en el puerto con mi guymelef junto con mi escolta personal. Espero tener autorización de su majestad, Dryden. - En un principio no tenía pensado utilizar su Oreades en Palace, pero las palabras de Yama indicaban que algo importante se cernía sobre la ciudad y era conveniente estar preparado para cualquier cosa.

- No hay ningún problema si ese es vuestro deseo. - Contestó Argon aunque tenía ciertas dudas al igual que Allen, pero no era conveniente negar tal derecho al embajador de Zaibach. Acto seguido, los Caballeros Celestes abandonaron el crucero de guerra abordo del navío de Astria utilizado como transporte seguidos de los soldados que los habían acompañado. Durante el transito, Argon notó una cierta inquietud en Allen.

- ¿Que demonios te ocurre, Allen?

- Es ese hombre. Hay algo en él que no me gusta. Además ... - Allen estaba visiblemente inquieto, no por el hecho que el embajador de Zaibach utilizaría su propio guymelef como medio de transporte, eso no le daba importancia. - Olvídalo. No pasa nada. - Dijo Allen queriendo terminar con la conversación.

Mientras tanto en el Derethy, Gosser preparaba su desembarco y el de sus hombres. Facilitó dos Alseides en perfectas condiciones para su escolta personal mientras que él pilotaría su Oreades. Kiter y Dales estaban visiblemente nervios al ser la primera vez que pilotaban un guymelef a tal altitud. Su comandante les tranquilizó diciéndoles que lo único que tendrían que hacer para tomar tierra era activar a una altura de unos 100 metros los retromotores del guymelef, pero decidió no decirles nada de las posibles turbulencias que encontrarían durante el descenso para no preocuparles mas de lo que estaban.

Una vez listos todos los preparativos, Gosser y sus hombres entraron en sus respectivos guymelefs. Con unas enormes grúas, estos fueron colocados en las rampas de lanzamiento del Derethy. Cada robot estaba sujeto por la espalda por un gancho mecánico mientras se abrían las enormes compuertas de salida observándose gran parte de la ciudad de Palace, una hermosa ciudad costera y con una gran estatua del dios Jichia en mitad del mar.

"Serena" Gosser recordó por un instante el rostro de aquella con la que había entablado amistad estos últimos años. "Mis compañeros murieron por ti, pero no te lo reprocho. Pronto nos reuniremos, pero antes juro que vengaré tu muerte"

Los brazos metálicos del hangar soltaron a los tres guymelefs dirigiéndose estos a Palace.

"Con tu muerte, Van Fanel, el escuadrón del dragón será vengado"