V. El ángel exterminador.

Después de dar algunas vueltas en círculo sobre el puerto volante de Palace, Escaflowne descendió lentamente a la posición donde se encontraba la comitiva de bienvenida, de entre los cuales se encontraban Millerna y Dryden. Después de tomar tierra, Van fue el primero en bajar para ayudar a Hitomi. Merle no necesitó ayuda al bajar de Escaflowne de un ágil salto con sus cuatro patas. Ahí estaban Dryden, Millerna y un pequeño grupo de caballeros del cielo, pero Hitomi se llevó una desilusión al no estar Allen entre ellos.

- ¡Hitomi! - Millerna corrió a recibir con los brazos abiertos a su amiga. Las dos se abrazaron e Hitomi hizo lo mismo con Dryden dejándose llevar por la alegría, aunque después hizo un saludo al estilo japonés ya que estaba en presencia de dos reyes.

- ¿Donde están Allen y Serena? - Hitomi estaba impaciente por volver a verles.

- Aun no saben nada de tu llegada. Hemos estado muy ocupados aquí, pero no te preocupes. Te prometo que los verás cuanto antes. - Respondió Millerna. - ¡Tengo tantas cosas que contarte y compartir contigo!

- ¡No nos hemos olvidado de ti, rey de Fanelia, aunque espero que comprendas que tras la llegada de Hitomi, puedes quedar en segundo plano! - Bromeó Dryden, como siempre. -¡Ni siquiera de ti, Merle!

- Miauuu ... - Merle sentía envidia por todas las atenciones recibidas por Hitomi.

- Ya sabes que no me importa si Hitomi está con nosotros. - Respondió Van.

- Os instalareis en el palacio. Os tenemos preparado para vosotros dos una habitación de matrimonio ...

Merle gritó mientras que Millerna le daba un golpe de atención a Dryden. Por su parte, Hitomi y Van no supieron que responder.

- ¡Perdonad! No se en que estaría pensando ...

Un caballero celeste pidió amablemente la bolsa de viaje de Hitomi y la acompañó a un lujoso carruaje que esperaba en las cercanías. Mientras tanto, Van transformó a Escaflowne y bajo indicaciones de los operarios que ahí se encontraban, entró en uno de los hangares y sentó al guymelef en un gran trono metálico diseñado específicamente para el robot de Ispano. Después de eso, Van entró también al carruaje junto con Hitomi y Merle.

- ¿Millerna, tu y Dryden no venís con nosotros? - Dijo Hitomi a través del cristal de la diligencia.

- Tenemos que recibir al embajador de Zaibach como reyes de Astria, pero no te preocupes, estaremos en el palacio lo antes posible.

El carruaje partió a toda velocidad en dirección al palacio Aston. Pasaron unos minutos cuando llegaron al puerto volante dos guerreros montados a caballo. Los dos bajaron del caballo y se inclinaron ante los monarcas.

- Perdonad nuestra tardanza, pero hemos tenidos algunos problemas en el crucero de Zaibach.

- ¿Que clase de problemas, Allen? - Dryden se mostró preocupado.

- Nada de importancia, majestad. El embajador de Zaibach insistía en utilizar su propio guymelef y escolta. - Respondió Argon, el compañero de Allen. - Por cortesía no pusimos ninguna objeción al respecto.

- Habéis actuado correctamente. Ahora mas que nunca hay que ser diplomático con Zaibach. - Dryden se limpió sus gafas de sol con su propia túnica. - Pero cambiemos a otro tema mas interesante, Allen. - Miró a Argon. - ¿Nos disculpa, caballero De Rytia?

- Si, señor. - Argon se alejó para supervisar en uno de los puestos de vigía la llegada del emisario de Zaibach.

- ¿Sucede algo, majestad?

- ¡Ha ocurrido algo maravilloso, Allen! - El rostro de Millerna se iluminó. - Hitomi está de nuevo en Gaea con nosotros.

- ¿Hitomi? ¿en Gaea? - Allen no podía creérselo. - ¿Desde cuando?

- Acaba llegar a Palace junto con Van. - Respondió Dryden. - Lo primero que ha hecho es preguntar por ti y tu hermana. Está ansiosa de volver a veros a los dos. Ambos acaban de marcharse al castillo real donde se instalarán por unos días.

- Lo que me contáis me alegra en corazón. Estoy seguro que mi hermana también se alegrará de volver a ver a Hitomi.

- Es importante que esto solo quede entre nosotros, Allen. - Dryden temía que al estar en Palace Hitomi y al mismo tiempo los representantes de Zaibach, estos volvieran a intentar capturarla, aunque tal posibilidad era improbable.

- Lo comprendo. Lo mejor es que Hitomi pase desapercibida en Palace, aunque espero que no vista de aquella manera tan extraña como la última vez ...

- ¡Guymelefs de Zaibach!

El grito era de Argon. Allen y los reyes de Astria miraron al cielo donde se encontraba la fortaleza volante. En uno de sus extremos podía verse como tres figuras surgían de un gran agujero perforado en la roca dirigiéndose a gran velocidad hacia el puerto. Los soldados de Astria se movieron rápidamente para disparar sus armas antiaéreas contra los robots invasores.

- ¡Es el embajador! - Gritó Allen haciendo también señales con ambas manos. - ¡No uséis las balistas! ¡Se trata del embajador de Zaibach!

Los soldados obedecieron inmediatamente las ordenes de su capitán y dejaron de apuntar a los guymelefs aunque siguieron en su puesto de vigilancia vigilando de cerca sus movimientos.

- No hay nada por que temer - Dryden tomo la mano de Millerna. - ¿no es así, caballero Schezar?

Allen no contestó. Seguía atento la trayectoria de los tres guymelefs. Estos bajaban a gran velocidad y tras unos segundos, pudo distinguir el color y la forma de uno de ellos.

- No puede ser. Es ... es un guymelef rojo ... - Allen creyó por un momento que estaba pilotado por el mismísimo Dilandau.

A unos cien metros del suelo, dos de los guymelefs de Zaibach comenzaron a reducir su velocidad de descenso excepto del robot rojo, cuyo modelo pudo reconocer Allen ... era el mismo que el último utilizado por Dilandau en la Gran Guerra, un Oreades. El citado guymelef no solo no disminuyó su velocidad de caída, si no que incluso la aumentó considerablemente. Parecía estar descontrolado, o eso era lo que se temían los soldados, que ya era demasiado tarde como para poder derribarlo en el aire.

Sin pensarlo, Dryden agarró de un brazo a Millerna y se situó delante de ella para evitar en lo posible que saliera herida de aquello, pero sabía que si el robot impactaba a tal velocidad nadie saldría vivo. Lo mismo hizo Allen para proteger a sus reyes ante la inminente catástrofe.

Justo en el momento en el que iba a impactar, el guymelef rojo se detuvo en seco a escasos de la colisión. Todos los allí presentes respiraron de alivio mientras veían como los otros dos guymelefs, modelo Alseides de color azul, aterrizaron suavemente al mismo tiempo que el enorme Oreades activaba sus piernas retráctiles y se posaba con un violento golpe agrietando en gran parte el suelo pero sin mayores desperfectos. Dryden y Millerna se recuperaron del susto poco a poco.

Allen dio una orden y todos los guerreros se colocaron en formación de ataque justo delante de los guymelefs. El primero en abrirse fue el Oreades, soltando un largo y espeso chorro de vapor al exterior. De él descendió un hombre alto, de unos 25 años de pelo largo oscuro llegándole a los hombros de tal manera que solo era posible observar su rostro por alguien que tuviera justo enfrente. Vestía con un traje de licra completamente negro compuesto por unos pantalones y una chaqueta larga con refuerzos de metal azul en hombros, brazos, piernas y manos. Al tener la chaqueta abierta, lo que le daba un aire mas informal, podía observarse como vestía por dentro con una camisa compuesta de numerosas tiras de cuero negro enlazadas todas ellas con pequeñas anillas. También podía verse algunas piezas rectangulares con bordes alisados del mismo metal azul a modo de protección incrustadas en el torso y abdomen. En una de ellas, situada a la altura del corazón, tenía grabada un extraño símbolo que representaba a una criatura con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón que vomitaba llamas, pero lo que mas llamaba la atención no era aquel extraña runa, ni tan siquiera la mirada fría y penetrante de aquel hombre, sino sus ojos de color rojo sangre.

- ¿Es así como Astria recibe a los emisarios de Zaibach? - Aquel misterioso hombre se vio rodeado de soldados con sus armas desenfundadas. Detrás suya, los dos guymelefs Alseides que lo acompañaban se abrieron descendiendo de ellos dos soldados. - Mi nombre es Gosser Nazarie, embajador ante las potencias aliadas.

Allen dio la orden de envainar las armas.

- Agradecemos que no nos haya matado a todos nosotros, embajador ...

El tono de Allen no le gustó nada a Gosser.

- No tienes autoridad para dirigirte a mi de esa manera, Caballero Celeste. Cuida tus palabras porque la próxima vez seré mucho mas consecuente con mis acciones. - Gosser se dirigió hacia los reyes de Astria ignorando la presencia de Allen.

- En nombre de Zaibach les pido disculpas por mi brusco aterrizaje, pero han de comprender sus majestades que debido a las actuales restricciones impuestas, los medios para su mantenimiento son escasos y por lo tanto, el funcionamiento de nuestros guymelefs es a veces errático.

Dryden, que aun tenía las manos temblorosas al igual que Millerna por aquel susto, captó inmediatamente la indirecta que le lanzó el embajador.

- Aceptamos sus disculpas y le pedimos que también acepte las nuestras por la actitud de nuestro leal caballero Allen por sus palabras.

- Su ... leal ... - Esto último lo dijo con un cierto tono despectivo hacia Allen. - ... caballero tiene toda la razón respecto a lo sucedido. - Gosser miró a uno de sus lados. Un hangar se apresuraba en cerrar sus enormes puertas, pero pudo observar lo que escondía en el interior; Escaflowne. Una sonrisa perversa se dibujó en su rostro. - Según parece, el rey de Fanelia ya ha llegado a Palace, ¿no es así?

Dryden afirmó con la cabeza.

- En Zaibach siempre se ha admirado la maravillosa costumbre de Astria en organizar combates de exhibición entre guymelefs. Me gustaría proponer un combate contra Van Fanel y su Escaflowne, solo para realzar nuestros lazos diplomáticos entre nuestros pueblos, naturalmente.

Millerna se asustó ante la propuesta de Gosser y agarró con fuerza la mano de Dryden. Algo le decía que aquel combate no debería de celebrarse pero las leyes en Astria eran tajantes. Si un emisario deseaba un combate amistoso entre guymelefs, la única posibilidad de anular tal disputa era negándose a combatir uno de los implicados. Gosser parecía decidido a ello, y sabía que Van no se rechazaría un combate.

- Si el rey de Fanelia está dispuesto a combatir, no habrá ningún problema ...

Millerna se sorprendió ante las palabras de su marido.

- ¡Dryden ... !

...

El carromato acababa de llegar al palacio Aston por la entrada principal. Allí fueron recibidos por un grupo de sirvientes que inmediatamente acomodaron a los invitados de los reyes de Astria en sus respectivas habitaciones.

- Su majestad debe disculpar a los reyes Aston por no estar presente en este momento, pero me han informado que llegará en seguida después de unos asuntos importantes en el puerto volante de Palace. - Dijo uno de los sirvientes.

Hitomi y Van quisieron instalarse en habitaciones contiguas, pero Merle se las arregló para que su habitación estuviera en medio de ambas.

Las tres habitaciones eran exactamente iguales. Todas tenían cuatro puertas, una conectaba con un gran pasillo mientras que la otra daba con una larga terraza que cruzaba todo el ala este del palacio. En ella podía observarse sin dificultad gran parte de la ciudad de Palace con sus numerosos canales y puentes. Las otras dos puertas enlazaban con las habitaciones colindantes. Ya en el interior de cada habitación, todas ellas tenían una gran cama con sábanas de piel y almohadas de seda, adornadas con finas telas. El suelo estaba totalmente cubierto por numerosas alfombras hechas a mano que representaban diferentes escenas cotidianas de la familia real, como cacerías y fiestas.

Hitomi dejó en la cama su bolsa de viaje. De ella sacó numerosos vestidos típicos de Fanelia y los colocó en uno de los armarios de la habitación. Muchas de las prendas eran muy parecidas, algunas de ellas eran sencillas pero hermosos vestidos iguales a la que llevaba el día anterior por las calles de Fanelia, mientras que otras eran mas formales, muy adornados en la que resaltaba un enorme lazo de diferentes colores a la altura de la cintura.

Alguien tocó dos veces en la puerta que daba con el gran pasillo del palacio. La puerta no estaba cerrada, así que dijo en voz alta que pase sea quien sea. La puerta la abrió una hermosa joven de pelo rubio, corto y grandes ojos azules, vestida con un elegante traje gris.

- ¡Serena! - Hitomi la reconoció inmediatamente.

- ¡Hitomi! ¡Gracias a Jichia que has venido!

Hitomi y Serena se juntaron en un abrazo.

La guerra había terminado. Las tropas aliadas comandadas por los ejércitos de Astria y Bashram entraron en la ciudadela de Zaibach tomando el control de los principales edificios militares y del palacio imperial, en cuyo interior se encontraban los restos de Folken. Hitomi y Van, después de destruir la esfera de la felicidad absoluta construida por los Chamanes, se dirigieron  sin decir una palabra pero abrazados en todo momento, hacia el castillo de Narefre, a unos diez kilómetros de Palace, una fortaleza construida al pie de una enorme catarata muy parecida al fuerte que comandaba Allen antes de declarase la guerra. Narefre se había convertido en un enclave esencial para la resistencia contra Zaibach ya que fue allí donde los generales aliados planearon el ataque contra el imperio, y Van sabía que era en aquel fuerte donde le esperaban todos sus amigos.

En el patio principal, los numerosos guerreros allí reunidos de todos los reinos participantes en el conflicto excepto Zaibach, esperaban con ansiedad la llegada de los cruceros, navíos o guymelefs para festejar juntos la gran victoria. En una de las torres principales, esperaban Allen Schezar junto a sus hombres, su querida hermana Serena, Merle y las princesas Millerna y Eries, estas tres últimas trasladadas desde Palace bajo expresas ordenes de Millerna. Todos esperaban con impaciencia la llegada de Hitomi y Van, pero era Merle la única que estaba visiblemente nerviosa.

Pasaron algunos angustiosos minutos para todos ellos desde que la ciudad fue tomada por Astria cuando vieron a lo lejos una extraña silueta. Era completamente blanca y podía distinguirse el batir de unas grandes alas. Todos creían que se trataba de el Dragón Escaflowne, pero fue Merle la primera que se dio cuenta que en realidad era su señor Van el que se acercaba a la fortaleza con sus alas desplegadas.

- ¡Es él! ¡Es mi señor Van ... y viene con Hitomi! - Merle comenzó a agitar los brazos. - ¡Majestad! ¡Aquí, majestad!

La figura comenzó su suave descenso. Fue en ese momento cuando todos pudieron comprobar que, efectivamente, se trataba de Van, y traía con él a Hitomi entre los brazos. Tras unos pequeños virajes para evitar en lo mas posible las turbulencias producidas por las numerosas hogueras encendidas allí, se posaron finalmente. Van replegó las alas una vez en tierra.

- Zaibach ha sido derrotado gracias a vuestra valentía. Toda Gaea os está agradecida. - Dijo Millerna.

Hitomi y Van dejaron de abrazarse pero sus manos aun seguían juntas.

- Veo que al fin habéis comprendido los edictos de vuestro corazón. El destino ha querido que os conocierais, pero solo él sabe si estáis predestinados a estar juntos. - Dijo Allen al ver confirmado lo que ya sospechaba durante mucho tiempo.

- Allen, sabes que yo no ...

- No te preocupes por mis sentimientos, Hitomi. Además, es un día a recordar no solo por nuestra victoria ante Zaibach y el reencuentro de dos amados.

Allen dio una orden a sus hombres para que se apartaran. En el fondo había una mujer vestida de uniforme de combate del ejercito de Zaibach. Hitomi reconoció enseguida el característico traje. Era el mismo que utilizaba Dilandau, pero no era él. Hizo una señal para que se acercara pero no hizo caso, parecía muy asustada, entonces, Allen se acercó a ella y agarró suavemente su mano derecha. La muchacha obedeció y se acercó a Van e Hitomi. En ningún momento dirigió su mirada a ninguno de ellos, como si le asustara a que le reconocieran.

- Hitomi ... me gustaría presentarte a una persona muy querida a la que acabo de recuperar.

- Hermano, por favor ... no ... - Dijo la joven. Hitomi supo entonces de quien se trataba.

- ¿Tu ... tu eres Serena?

La muchacha se sorprendió ya que no esperaba que su hermano le hablara sobre ella. De un brusco movimiento consiguió que Allen la soltara y corrió rápidamente a unas de las escaleras que bajaban al piso inferior de la torre. Su hermano comprendió sus razones y no hizo nada para evitarlo.

- ¿Que le ocurre? No entiendo nada. - Hitomi estaba confusa, no solo por su actitud, sino también por su vestimenta.

- Los chamanes de Zaibach la raptaron hace 10 años ... - A Allen le era difícil recordar esos acontecimientos. Hitomi se horrorizó al escuchar la palabra 'rapto'. - ... y la sometieron a terribles experimentos. No puedo imaginar todo el sufrimiento que ha tenido que soportar siendo Dilandau ...

- ¿Dilandau? ¿Dilandau era tu hermana? Es imposible, ¡ha intentado matarte durante todo este tiempo, a ti y a Van! ¡No puede haber sido durante todo este tiempo Dilandau! - Hitomi no acababa de creerse la historia que le contaba Allen. Vio que Van no se sorprendía por las palabras de Allen. Por alguna razón, él ya sabía lo sucedido.

- Sufrió los experimentos de los Chamanes en sus propias carnes. No era consciente de lo que hacía, no es malvada. En su interior, pedía ayuda para reencontrase con su hermano. - Le explicó Van. - Por mi parte, no perdono ni el pueblo de Fanelia perdonará a Serena porque no era ella.

- Quisiera hablar con ella ... siento su dolor como si fuera el mío propio.

- No creo que Serena quiera ...

- Hitomi tiene razón, Allen. - Eries intervino. - Tanto ella como el rey de Fanelia deberían hablar con tu hermana. Gran parte de su aflicción es debido al mal que ella cree haberles provocado.

Allen comprendió las palabras de Eries y no tuvo ningún problema en que Hitomi y Van hablaran con Serena. Bajaron por las escaleras y vieron en uno de los extremos de la torre a la hermana de Allen, mirando en uno de los ventanales al horizonte.

- Habla tu con ella, Hitomi.

- ¡Van!

- No desea hablar conmigo, lo leo en sus ojos y la comprendo. Yo también la he hecho sufrir...

Hitomi se acercó a Serena y se puso a su lado, pero esta ignoraba la presencia de la chica procedente de La Tierra. No quería hablar con nadie, y menos con las personas a la que había hecho tanto daño. Hitomi vio como en sus ojos no paraban de brotar lágrimas, así que le ofreció un pañuelo.

- Las lágrimas sirven para limpiar el alma de pecados. No llorar o evitar que lo haga sería como escupir sobre las tumbas de todos a los que he matado. - Dijo Serena rechazando el pañuelo de Hitomi.

- No eras tu. No te culpes por ello ...

- No se por que me diriges la palabra después de todo lo que he hecho. ¡No merezco tu compasión! ¡No merezco la compasión de nadie!

- Debe ser terrible sentir lo que tu sientes, pero lo es mas el no permitir que te ayuden las personas queridas. - Hitomi aun seguía ofreciendo el pañuelo hasta que Serena lo aceptó.

Ambas se quedaron en silencio observando el horizonte. Allen bajó junto con Eries al piso inferior para estar junto a su hermana. Van, que estaba al pie de la escalera, hizo un gesto con la mano para que no interrumpiera la conversación entre Hitomi y Serena.

- ¿Por que no me odias, Hitomi?

- Por la misma razón por la que tu no me odias.

- ¿Por que iba a hacerlo? No me has hecho nada ... - Serena calló. Comprendió en ese momento lo que Hitomi quería decirle.

- Van y yo no te perdonaremos jamás por lo que hiciste porque no has hecho ningún mal. Durante todos estos años, lo único que has deseado con tantas fuerzas era la de reencontrarte con tu hermano y han sido esos sentimientos de esperanza los que te han conducido a él.

- ¿Nuestros sentimientos y esperanzas son las únicas fuerzas capaces de realizar nuestros sueños? ¿es así como he conseguido reencontrarme al fin con mi hermano?

Hitomi afirmó con la cabeza.

- Tanto tiempo odiando ... tanto tiempo sumida en la desesperación y en el placer de matar ... ¡no se si podré soportar tales cambios!

- Tan solo tienes que desearlo y estar junto a las personas que quieres. No solo tienes a tu hermano, nos tienes a todos para ayudarte.

- Es hora de volver a casa, Serena. - Era Allen, que estaba justo detrás de ella junto a Van y la princesa Eries. - Regresar a la vida que te robaron.

- Tenia la esperanza de volver a verte después de tanto tiempo. ¿Como es que estás aquí, en Gaea? ¿Cuanto tiempo estarás? ¡No! ¡No me contestes a esta pregunta! Me apenaría tanto ...

- No se cuando me iré, pero pienso aprovechar al máximo todo el tiempo que esté aquí.

Van se acercó a la habitación de Hitomi para ver lo que pasaba. En la entrada vio como Hitomi y Serena estaban ambas sentadas en la cama hablando.

- Me alegra volver a verte, Serena.

La muchacha giró la cabeza y vio a Van en la puerta de la habitación de Hitomi. Rápidamente se puso de pie e hizo un respetuoso saludo ante él. Hitomi vio algo extraño en ella, era como si le incomodara la presencia de Van.

- Ma ... majestad ... es un honor tenerle otra vez ... en Astria.

Al igual que Hitomi, Van también la vio muy nerviosa pero ,desgraciadamente, era su estado normal cada vez que se dirigía hacia él. Decidió por su bien de alejarse y dar un paseo junto a Merle por el castillo.

- ¿Te encuentras bien, Serena? - Le preguntó Hitomi.

- ¿Como crees que me siento? Las almas de todas aquellas personas inocentes a las que maté me siguen torturando día y noche ... no es fácil vivir con tantas muertes a tus espaldas ...

- Debes comprender que no eras consciente de tus actos. Tu no eras Dilandau ...

Hitomi vio aterrorizada como Serena se tocaba, seguramente de manera inconsciente, su mejilla izquierda. Su situación le recordaba en parte a la de Lorel; algunas heridas de la guerra aun no habían cicatrizado.

- ¡Yo soy Dilandau! - El grito de Serena sorprendió a Hitomi. Temía haber tocado algún tema sensible. - Perdóname ... por favor, Hitomi ... te pido que me perdones ... - Estaba a punto de llorar. Su amiga sacó de la bolsa de viaje un pañuelo de papel y se lo ofreció a Serena.

- No, perdóname a mi. No debí tocar el tema de ... - No quiso continuar. Se sentía culpable por la situación de Serena, aunque sabía que ella no tenía nada que ver.

- Cada vez que veo a Van, no paro de pensar en que yo di la orden de destruir Fanelia. Yo di la orden de aniquilar a miles de personas solo para mi gozo personal ... ¡maldita sea! ¡disfrute de ello! - Finalmente se desplomó sobre el hombro de Hitomi.

- ¡Vaya! Por mi culpa voy a estropearte tu visita a Palace, mi querida Hitomi - Serena intentó sonreír para tranquilizar la mientras se limpiaba las lágrimas con el pañuelo que le había ofrecido. - Este día debe estar reservado tan solo para el júbilo y la dicha por tu visita. ¿Que te parece si paseamos juntas por el palacio?

Hitomi aceptó encantada. Durante el paseo por la mayoría de las estancias del castillo, Serena le habló acerca de lo que había sucedido en Astria el último año. Le contó la muerte del rey Aston semanas después de su partida debido a la larga enfermedad que sufría. Según parece, Millerna fue la que le propuso el matrimonio a Dryden por la estabilidad de su pueblo ...

- Aunque yo creo que en el fondo acabó enamorándose de él. Por lo que me contó mi hermano, Dryden abandonó a Millerna porque no era merecedor de su amor ... ¡que historia tan hermosa y triste al mismo tiempo!

- Serena, ¿tu hermano y Millerna ...? - Hitomi no quería terminar la pregunta. No estaba segura si su hermano le contó lo que sentía en un pasado por Millerna y lo que aun puede seguir sintiendo por ella.

- No están enamorados si eso es lo que querías saber. Ambos comprendieron que su amor era imposible y era mejor dejar las cosas tal y como estaban ... aunque ... - Serena se acercó al oído de Hitomi y se susurro algo. - ... creo que hay algo entre Allen y la princesa Eries ...

- ¡Tu hermano y Eries! - Gritó Hitomi. Serena se echó las manos a la cabeza, miro a los lados para ver si alguien la había escuchado y se puso el dedo índice suavemente sobre sus labios. Hitomi se dio cuenta de su error y se llevó ambas manos a la boca.

- Perdona, Serena ...

- ¡No te preocupes! Se trata prácticamente de un secreto a voces, aunque gracias a ti, seguro que lo será aun mas.

- Bueno ¡cuéntame algo de ti y de este último año!

- No hay mucho que contar, si es el tema amoroso a lo que te refieres. ¡A veces, tu y Van me dais tanta envidia!

- Pero habrá alguien ¿no?

- Allen es demasiado protector y quizás eso sea lo que espante a mis pretendientes. Ahora, un compañero de mi hermano, Caballero Celeste al igual que él, se interesa por mi, pero ...

- Pero ... - Dijo Hitomi con cierta complicidad.

- ¡Es insoportable! No niego que es bastante atractivo, muy inteligente, caballeroso y de buen corazón ...

- ¿Entonces cual es el problema?

- ¡Trata a las mujeres como vulgares objetos! Es de esos hombres procedentes de una noble y rica familia que considera a las mujeres como esclavas subordinadas a los hombres. Para él, el deber de una mujer es el de estar todo el día en casa criando hijos y que siempre obedezca la voluntad del marido sin rechistar ... ¡además es la persona mas creída de toda Gaea! ¡No le soporto! Es mas, está indignado que tenga que competir contra una mujer por el puesto de capitán de la guardia real Aston. ¡Le voy a dar una lección que jamás olvidará!

- ¡Serena! ¿tu?. No sabía que supieras ... - Hitomi se calló súbitamente. Serena sabía combatir gracias a los diez años que estuvo en Zaibach. Durante todo ese tiempo no solo era consciente de todo lo sucedido, sino que también recordaba gran parte de lo ocurrido, aunque aun le quedaban algunas lagunas en la memoria.

- Maté a muchas personas siendo Dilandau. Se que aun tengo algo de aquel sanguinario soldado dentro de mi, y si no puedo hacerlo desaparecer para siempre, quisiera aprovechar sus habilidades para combatir, no solo a los enemigos de Astria, si no también a los enemigos de Gaea.

Mientras tanto, en el mismo palacio Aston, el embajador de Zaibach y su escolta eran conducidos por uno de los sirvientes de la familia real a sus respectivos aposentos. Bajo ordenes expresas de Dryden y sin que lo supieran estos, debían ser alojados en alas del castillo totalmente diferentes a donde se alojaban Hitomi y Van por razones de seguridad.

- Aquí tiene su habitación, embajador. - El criado le entregó una pequeña llave de plata. - Su escolta se alojará en las habitaciones continuas si así lo desea.

Gosser estaba de acuerdo. El sirviente le entregó a los dos soldados de Zaibach sus respectivas llaves.

- Esta noche se celebrará una fiesta para los invitados antes de comenzar las negociaciones mañana a primera hora de la tarde. Sus majestades Dryden y Millerna esperan con impaciencia su asistencia.

- ¿Que hay de mis hombres?

- Desgraciadamente, tan solo los mas altos mandatarios estarán invitados a la fiesta. Sin embargo, sus hombres podrán salir del palacio sin ningún problema. Palace dispone de numerosas posadas en la que estoy seguro que se divertirán.

El criado se retiró dejando solos a Gosser y sus hombres.

- Kiter, Dales.

- Señor. - Dijeron ambos soldados a la vez.

- Ya habéis oído. Tenéis permiso para salir a Palace hasta mañana a primera hora de la tarde. Os aconsejo que aprovechéis bien el tiempo.

- ¿A que se refiere? - Preguntó Kiter. Las palabras de su comandante eran confusas.

- Ni siquiera yo mismo lo se, pero debemos ...

Gosser escuchó unos pasos detrás suya. Giró la cabeza y pudo ver como dos jóvenes mujeres cruzaban uno de los pasillos colindantes al suyo. Una de ellas vestía un traje típico de Fanelia mientras que la otra, la que le llamaba mas la atención, vestía de la manera tradicional Astriana de cabellos dorados. Gosser observó su rostro mientras cruzaban el pasillo y la imagen de Serena, aquella muchacha a la que cuidó durante años junto con Jajuka le vino a la cabeza. Quedó completamente paralizado ante las terribles dudas que se le planteaban.

"No puede ser verdad. No eres ... tu no eres Serena. Ella murió durante la Gran Guerra ... ¡no puedes ser Serena!". Cerró los ojos con fuerza para abrirlos después y asegurarse de que no era una ilusión, pero ahí seguía, conversando con esa joven de Fanelia.

- ¿General? - Dijo Dales.

-  Comandante Gosser ... ¿se encuentra bien? - Kiter creyó que su superior había visto a un fantasma.

Las dos jóvenes desaparecieron por el pasillo y Gosser pareció volver a la normalidad, pero las mismas dudas seguían asaltándole la cabeza.

- ¿A que demonios esperáis? ¡Tenéis exactamente doce horas de permiso! - Dijo queriendo deshacerse rápidamente de sus dos subordinados.

Kiter y Dales se pusieron firmes de inmediato y se alejaron raudos a la salida del palacio. Cuando se aseguró de que estaba solo, Gosser se dirigió silenciosamente al pasillo donde había visto pasar a aquellas dos jóvenes, pero la inmensidad del palacio era tal que pronto perdió la pista. Tan solo veía decenas y decenas de metros de los mismos corredores repetidos hasta la saciedad. La frustración que crecía al intentar encontrar a aquella muchacha entre aquellos laberínticos pasillos se convirtió en ira hasta que le hizo dar un golpe terrible con el puño a uno de los numerosos estantes de lujosa madera repletos de vasijas de porcelana astillándolo por completo.

...

- Merle ...

- ¿Si? - Merle paseaba por los pasillos del palacio junto a Van agarrada a su brazo.

- Hay de lo que quería contarte desde hace mucho tiempo ... es ... - Van no sabía como decírselo sin herir sus sentimientos. - ... hay veces, que ... que cuando una persona ve que no puede alcanzar sus sueños ...

- Hitomi siempre dijo que todos podemos ver realizar nuestros sueños si realmente nos lo proponemos.

- Si, lo se ... pero ... hay veces en las que uno debe saber cuando ...

- Nos disculpas un momento, Merle. - Allen estaba justo detrás de ellos. Quería hablar a solas con Van.

- ¡Allen! Me alegra verte de nuevo. - Dijo Van.

- Todos estamos contentos en un día como este, incluso yo diría que Merle también lo está.

- Miauuu ... si de verdad esperáis que me alegre por el regreso de Hitomi, os vais a llevar una gran decepción.

Van no se enfadó. Sabía que en el fondo estaba contenta.

- ¿Has visto ya a Hitomi? - Preguntó Van.

- Aun no he tenido la oportunidad de verla. Todos hemos estados algo ocupados con los preparativos de la reunión de mandatarios. Dryden y Millerna me han dicho que Hitomi está muy contenta de volver a estar con nosotros.

- Grrrrr ... Hitomi ... Hitomi ... Hitomi ... ¡siempre Hitomi! - Merle parecía enfada por todas las atenciones e intereses recibidas por Hitomi.

- Deseo hablar con Van a solas, Merle. - Allen insistía. Van supo que era importante.

- Esta bien. - Merle se alejó por uno de los pasillos al patio principal donde jugar con los pájaros.

- ¿Que sucede, Allen?

- El embajador de Zaibach llegó a Palace hace unos minutos. Quiere organizar un combate de exhibición de guymelefs y quiere que seas tu con Escaflowne su oponente. No estás obligado a combatir si así lo quieres.

- Si es solo un combate de exhibición no hay ningún problema.

- Sabía que dirías algo así. Es por eso por lo que he querido que estuviéramos a solas. ¡A Hitomi le daría un ataque si te oyera!

- ¿Que quieres decir? ¿Acaso temes por mi vida? Recuerda que no es un combate a muerte.

- ¿Como estás tan seguro? - Dijo Allen.

- ¿El embajador de Zaibach desea mi muerte?

- No lo se, pero no confío en él. No sabría como explicártelo, pero hay algo muy oscuro en todo esto. Recuerda que Zaibach quedó prácticamente condenada a la ruina cuando destruiste la máquina de Atlantis que habían construido. Quizás desee la venganza ...

- Nuestro emperador mereció el destino que el mismo se había forjado, y con él, todo mi país. Era el precio a pagar por su ansia de poder y conquista. - Interrumpió una voz. Allen y Van se giraron y vieron como Gosser se acercaba por uno de los pasillos. - Veo que al fin conozco en persona al rey de Fanelia.

- ¡Embajador ... ! - Allen se sorprendió de la presencia de Gosser en esta ala del palacio. - Creía que se le había asignado una habitación del ala norte del castillo.

- No se me está prohibido pasear libremente por los pasillos del castillo, Caballero Celeste. Buscaba a alguien en concreto y el destino ha querido que me encontrara con el Rey de Fanelia en persona. ¿Acaso el rey de Fanelia no es también el piloto de Escaflowne?

- Así es. - Contestó Van.

- He oído muchas de sus hazañas en el campo de batalla, majestad. Me gustaría comprobar personalmente sus habilidades si así lo desea. Según las leyes de Astria, no está obligado a combatir, pero sería una pena privar a los Astrianos ver a un guymelef de Ispano en acción ... además ... - En su tono se escondía cierta carga de ironía que no me molestaba en ocultar. - ... creía que un guerrero entrenado por el gran Vargas no le teme jamás a la muerte ... si es que teme que pueda matarle ...

Van se sorprendió. No solo Gosser conocía a Vargas, sino que sabía que fue entrenado por él. En cambio, Allen no se mostró sorprendido.

- Tendrá su combate si así lo desea, embajador. - Dijo Van con ciertas dudas, pero Gosser tenía razón. Un guerrero no debe temer jamás a la muerte.

- En un pasado tuve la suerte de conocer a su hermano. - El tono de Gosser se hizo mas serio. - Fue él quien mato a nuestro emperador Dornkirk, pero aun así sigo respetándolo como hombre de paz que era. Solo quiero que sepa que siento enormemente su muerte.

- Le doy las gracias, embajador.

Gosser se alejó por uno de los pasillos en dirección al patio del castillo ignorando las palabras de agradecimiento de Van.

- ¿Que piensas ahora de él, Van?

- No se que pensar. Por una parte, sus palabras están llenas de sinceridad, pero su mirada es la de un hombre ávido de venganza. ¿Venganza por que? No parece que tuviera mucho aprecio por Dornkirk.

- Hay algo mas que deberías saber. - Allen se apoyó sobre una ventana y cruzó los brazos. Miró a ambos lados del pasillo para asegurase que nadie le oyera.- Temo que pertenezca a la orden de los tres grandes guerreros de Gaea.

- ¿Un Zaibach perteneciente a la orden sagrada? Es imposible.

- En Astria conocemos bien tal orden. Durante centurias, numerosos Caballeros Celestes han sido elegidos para llevar tal distinción y cada en generación se eligen a los mejores guerreros de Gaea con el único objetivo de proteger los ideales de la caballería. Los últimos elegidos por el Consejo de los tres Dragones fueron Vargas por el dragón Escaflowne,  Milgron por el dragón Jichia y Gosser por el dragón Karestos.

- Gosser es demasiado joven como para pertenecer a la orden ...

- Es por eso por lo que debes de tener cuidado. A su edad ya es un maestro de maestros ... - Interpuso Allen.

- Además, Zaibach no representa a ninguno de los ideales de la caballería. Recuerda que su reino estuvo apunto de matarnos a todos por su sed de conquista.

- Si Gosser entró en la hermandad es porque el consejo consideró era digno de tener tal distinción, pero eso fue antes de la Gran Guerra. - Allen miró al techo, pensativo. - La guerra no solo tiene el poder de extender el odio, también tiene el poder de cambiar a las personas. Debes tener mucho cuidado de él.

...

Llegó la tarde. El Gran Coliseo se llenó en apenas dos horas por los habitantes de Palace deseosos de ver en acción al mítico guymelef de Ispano, Escaflowne. En el palco de honor se encontraban los representantes de los países aliados convocados a la reunión que se celebraría el día después para discutir las sanciones a Zaibach, pero hoy era día de fiesta.

- ¡No se porque accedió Van a esto! - Dijo Hitomi furiosa. - ¡Veo que muchas cosas aun no han cambiado!

- No debes preocuparte, Hitomi. Se trata tan solo de un combate de exhibición, nada mas. - Allen le puso la mano sobre uno de sus hombros intentando tranquilizarla.

- ¡Habláis todos como si Van ya hubiera sido derrotado! ¡Mi amado señor es el mejor de todos y nadie le ganará! ¡Ánimo, señor Van!

- ¡Merle! ¡Cállate de una vez! Nos estás dejando a todos en ridículo. - Dijo Lorel que estaba justo a su lado.

Merle no solo no hizo caso a Lorel, si no que se esforzó mas en vitorear a Van. Era el momento de vengarse después de lo que hizo en Fanelia. En ese momento llegaron al palco de honor los reyes Dryden y Millerna, obligados a sentarse lejos de sus amigos debido al protocolo, seguidos de Serena y Argon. Eries prefirió no asistir ya que no le agradaban este tipo de combates.

- ¿Serena? ¿Que haces aquí? - Allen se levantó de su asiento.

- ¿Bromeas, hermano? Ya sabes que me gustan los combates entre guymelefs, mas aun cuando uno de ellos es un guymelef de Ispano. - Serena miró al frente para observar en la pista a los dos contendientes cuando la presencia del Oreades rojo la conmocionó.

- Serena ¿Te encuentras bien?

No contestó a las palabras de su hermano. Seguía mirando fijamente el Oreades rojo.

- ¡Serena! - Gritó Allen que empezaba a preocuparse. Era por esto por lo que quería que Serena no hubiera venido. Ver aquel guymelef de nuevo podría traerle a la cabeza sentimientos que creían ya superados.

- ¿Quien ... quien pilota ese guymelef? - Dijo Serena finalmente. - Me informaron que tan solo se construyeron dos modelos de Oreades; jamás me comunicaron la existencia de un tercero.

Allen respiró aliviado. Por un momento creyó que la personalidad de Dilandau volvía a tomar el control.

- Se trata del embajador de Zaibach. - Contestó Allen mientras seguía observando detenidamente a Serena al igual que Hitomi y todos los demás. Lorel no sabía exactamente lo que ocurría ya que no sabía nada de su pasado. Para él, era una mujer como tantas otras pueblan en Astria.

- ¿El embajador? Un embajador se dedica tan solo a la diplomacia, no a la guerra. Esa máquina solo puede ser utilizada para la destrucción.

Lorel saltó de su asiento.

- ¿Quieres decir que el embajador de Zaibach es un guerrero?

- Así es. - Allen contestó a la pregunta de Lorel. - Aun no me explico por que Zaibach ha enviado al mejor de sus guerreros a una misión diplomática ... - Prefirió no proseguir con sus deducciones para no asustar a Hitomi, pero sabía que Zaibach tramaba algo.

- ¿Como se llama el embajador, hermano? Quizás yo ...

- Preferiría que estuvieses al margen de todo esto, Serena. No quisiera que ...

- Acabaré enterándome tarde o temprano, hermano. - Las palabras de Serena sonaron a amenaza. Allen comprendió que no tenía otra salida.

- Gosser Názarie. ¿Te dice algo ese nombre?

Una imagen le vino fugazmente a la memoria. Estaba en un verde jardín junto a Jajuka y con otra persona, pero no pudo identificarla. Allen se asustó, al igual que Hitomi, al ver a su hermana completamente paralizada con la mirada perdida en el horizonte. Lorel estaba cada vez mas confuso por lo que pasaba, pero también se preocupó por el estado de la joven Astriana.

- ¡Serena! ¡Responde, Serena! - Allen la agarró por los brazos y comenzó a agitarla. Todos se levantaron de sus asientos asustados por el repentino estado de Serena. - ¡Dime algo, Serena!

Serena tuvo un pequeño desvanecimiento y la obligó a sentarse junto a su hermano.

- Estoy bien ... no se lo que me ha pasado ...

- Creo que es mejor que vayas al palacio a descansar. No se te ve con buena cara. - Dijo Hitomi.

- No es nada, de verdad ... tan solo ... - Miró de nuevo al Oreades. A su lado se encontraba una persona vestida con el uniforme de Zaibach, un general. Sabía que él era Gosser, pero sus recuerdos estaban aun borrosos. - ... recuerdo cosas ... recuerdo su nombre ... pero no recuerdo ... - Serena quiso llevarse las manos a la cabeza debido a un intenso dolor que sentía, pero no quería preocupar a su hermano. Al momento, el dolor cesó.

Allen se levantó para llevarse a su hermana del coliseo, pero ella le dijo que se volviera a sentar y le dio un beso en la mejilla.

- Estoy bien, hermano. ¡Disfrutemos del combate!

Mientras tanto, en la arena del coliseo, Van se preparaba para entrar en combate. Escaflowne estaba junto a él con la cabina abierta. Revisaba una y otra vez al guymelef en busca de posibles desperfectos o desgastes para tenerlo a punto para la batalla. En el otro extremo, Gosser estaba junto a su Oreades totalmente inmóvil. Intentaba concentrarse en la inminente combate, pero las dudas acerca de la muerte de Serena seguía atormentándole.

Millerna se levantó de su trono con un pañuelo blanco entre sus manos. Tras esta señal, Van y Gosser entraron en sus respectivos guyemelefs. Una vez que Van se aseguró todos los enganches de Escaflowne, sacó el flambergue del compartimiento de la espalda donde albergaba la espada mientras que Gosser activó sus dos inyectores de glima de ambos brazos, formando dos afiladas espadas. Estaban listos para la señal definitiva que daría comienzo el combate, cuando Millerna arroje el lienzo al suelo.

Tras unos segundos de tensa espera, Millerna dio comienzo el combate enmudeciendo completamente el coliseo. Van se colocó en posición defensiva esperando una brutal embestida por parte del Oreades, pero este seguía quieto.

"¿A que espera"? Van seguía mirando fijamente el guymelef rojo. Blandía dos enormes hojas pero seguía sin moverse.

Gosser estaba pensativo dentro del Oreades. Mediante una orden a través de su consola de mandos, accionó la mira telescópica y observó mediante el telémetro que incorporaba el guymelef la distancia que le separaba de Escaflowne.

"40 metros ... podría destrozarte a esta distancia, Van ... pero sería demasiado rápido. Quiero que sientas lo mismo que sintieron mis camaradas. Quiero que sientas de cerca la muerte".

En uno de los palcos, Hitomi observaba con temor todo lo que sucedía en la arena de duelos.

"Es extraño ... todo esto ... toda esta situación ... es como si volviera a repetirse". Hitomi miró a los lados para observar con mas detenimiento el coliseo cuando llegó a la terrible conclusión. Se levantó rápidamente y comenzó a gritar.

- ¡Hay que detener el combate! ¡Hay que detenerlo!

- ¡Hitomi! ¿Que te sucede? - Lorel intentaba calmarla. Merle, Allen y Serena vieron preocupados la expresión de horror de Hitomi.

- ¡Hay que detener el combate! ¡Van morirá! ¡Lo vi en un sueño!

Las palabras de Hitomi alertaron a Allen y Merle. Ellos sabían que Hitomi jamás se equivocaba en sus predicciones. Allen hizo a Dryden y Millerna para que detuvieran inmediatamente el combate. Estos vieron las señales y también observaron el rostro de terror de Hitomi. Supieron inmediatamente lo que ocurría y dieron la orden de detener el duelo, pero un gran estruendo sorprendió a todos.

...

El Oreades cargó con fiereza. Con una velocidad y agilidad sobrehumanas, se puso a la altura de Escaflowne descargando un brutal golpe vertical hacía abajo siendo esquivado por Van. La fuerza del impacto, incrementado gracias al enorme peso del Oreades provocó un enorme agujero en la arena del coliseo dañando también considerablemente la hoja de líquido glima. Van aprovechó la pérdida de control del Oreades producido para colocarse a un lado para destruir su depósito de energiste y terminar así con el combate, pero inesperadamente, Gosser hizo girar su guymelef sobre si mismo dando un giro de prácticamente 180 grados y golpear con su segunda hoja glima sobre el flambergue de Escaflowne. Una tormenta de metal incandescente producido por el violento choque de espadas entorpeció momentáneamente la visión de Van. Gosser activó de nuevo ambos inyectores de glima para forjar nuevas armas y atacó con ambas a Escaflowne. Van detuvo con su arma todos los ataques de Gosser mientras este le hacía retroceder cada vez mas y mas.

- ¡Vamos Van! He estado esperando mucho tiempo este combate. ¡No me decepciones!

Gosser arrinconó a Van en una de los muros del coliseo. Volvió a descargar un golpe apartándose Van en el último momento, provocando con el impacto del arma del Oreades la destrucción completa del muro de contención utilizado para que los guymelefs no se acerquen demasiado a las gradas. Van decidió alejarse a la zona central de la arena para tener así mayor ventaja. Mientras tanto, Gosser observaba como se alejaba de él como un vulgar cobarde.

- ¿Me tienes miedo, Van? ¡Haces bien!

Gosser volvió a la carga. Van seguía con detenimiento todos y cada uno de los movimientos de su adversario intentado anticipar sus ataques, pero era imposible. Atacaba con la misma ira que Dilandau pero con una agilidad inhumana. Decidió responder a la carga de Gosser con otra carga contraria. Agarró su espada fuertemente con ambas manos y se dirigió a toda velocidad hacía el Oreades. Este hacía lo mismo moviéndose con gran rapidez levantando a su paso una espera nube de polvo.

- ¡Se van a matar mutuamente! - Dijo Serena. - Ningún guymelef aguantaría tal impacto, ni siquiera Escaflowne.

El Oreades y Escaflowne se acercaban cada vez mas. Van se preparó para un durísimo impacto contra una enorme mole en movimiento tal y como era el guymelef de Zaibach. No estaba seguro si su espada aguantaría tanta presión, pero el Oreades ya estaba prácticamente a su altura y ya no había tiempo para rectificaciones. Cuando llegó el momento, asestó un tremendo golpe a la altura del brazo derecho del Oreades. Este también propinó un terrible golpe sobre la espada de Escaflowne para así intentar desarmarlo. El impacto, así como la inercia de ambos guymelefs al acercarse el uno al otro a gran velocidad no solo provocó que el flambergue de Escaflowne se mellara a la altura de la empuñadora, si no que el arma glima del brazo derecho del Oreades se rompió en mil pedazos provocando graves desperfectos en el inyector.

Arriba, en el palco, Hitomi y Merle seguían con miedo el combate.

- No tenéis por que temer nada. Teniendo a Escaflowne, Van no puede ser derrotado ... - Dijo Lorel intentando calmar a las dos chicas.

- Tener a Escaflowne no supondrá ningún cambio si su rival es un gran guerrero de Gaea. - Dijo Allen pensativo. Lorel y Serena se quedaron sorprendidos ante la revelación de Allen. No tenían conocimiento de que Van se enfrentaba a un guerrero sagrado.

En la arena, Van aprovechó el momentáneo desarme de Gosser por su costado derecho para abatirle. Este adivinó las intenciones de Van y se apartó rápidamente e intentó forjar otra arma glima con su inyector dañado, pero era imposible, no respondían los mandos. Tan solo le quedaba un brazo inyector. Los dos guymelefs se quedaron uno en frente del otro totalmente inmóviles durante unos segundos intentando recuperar el aliento.

"Maldita sea ... el combate está durando demasiado. ¿Por que no soy capaz de aplastarle? ¿Por que no soy capaz de enviar a Van Fanel al infierno?

La imagen de aquella joven que vio en los pasillos del palacio Aston regresó a la cabeza de Gosser. No paraba de pensar en Serena y en la posibilidad de que aun siguiera viva. Esos pensamientos eran los que hacían perder el control sobre si mismo y le desconcentraban en el combate.

Esta vez fue Van el que inició el ataque. La maniobrabilidad de Escaflowne impresionó a Gosser que detuvo el ataque a duras penas con su arma. Van intentó destrozar de nuevo el deposito de energiste del Oreades con el brazo libre de Escaflowne, pero Gosser adivinó sus intenciones y atajó el golpe con el brazo derecho. Ahora, ambos robots estaban envueltos en un tenso forcejeo en el que solo saldría victorioso el guymelef con mayor fuerza física.

Van y Gosser forzaban sus máquinas al máximo, produciendo extraños sonidos a la maquinaria que utilizaban al forzar al límite la resistencia de los guymelefs. Van tenía miedo de que Gosser le pudiera arrancar los brazos a Escaflowne, lo que significaría su muerte inmediata. Esto lo sabía su adversario, así que este siguió forzando el Oreades hasta conseguir tal objetivo. Después de unos segundos, confiando Van en la fortaleza de Escaflowne, hizo un último esfuerzo con la esperanza de tumbar al Oreades. Gosser vio sorprendido como el guymelef de Ispano ejercía una tremenda presión sobre su robot, quebrando algunas partes del fuselaje. Se dio cuenta que estaba condenado a perder un duelo de estas características al no poder hacer frente a la fuerza de un guymelef de tal manufactura, así que decidió terminar de una vez con el combate. Retrocedió dos pasos hacia atrás ante la sorpresa de Van haciéndole perder momentáneamente el equilibrio. Esto fue aprovechado por Gosser para asestar un golpe con uno de los enormes hombros del Oreades derribándolo al suelo para después colocarse justo encima de él de un salto. Su brazo izquierdo, que aun conservaba intacto el generador glima, apuntó directamente a la cabina de mandos de Escaflowne y lanzó una andanada de lanzas metálicas.

Hitomi y Merle cerraron los ojos en el momento en el que el Oreades disparaba sobre la cabina de Escaflowne, temiéndose la muerte de Van. Durante todo este tiempo, todo el coliseo permaneció en completo silencio. Entonces volvieron a abrirlos y vieron como las lanzas metálicas impactaros a un par de metros de la cabina produciendo un gran agujero en la arena. Abajo, Van no podía creerse que su adversario fallara y se dispuso a contraatacar. Agarró con fuerza la espada para atravesar el hombro derecho del Oreades, pero algo extraño sucedía. Su adversario no se movía, ni tan siquiera cuando Van se disponía a realizar el contragolpe. Fue entonces cuando Van comprendió lo que realmente había sucedido. Había sido derrotado.