La cabina del Oreades se abrió y de él salió Gosser. No hizo ni un solo gesto de victoria, tan solo observó el estado de su guymelef después de la batalla. Van hizo lo mismo después de salir de Escaflowne y se dirigió a Gosser. Debía de reconocer su derrota.
- Jamás me he enfrentado a un adversario como usted, embajador.
Gosser le ignoró por completo. Para él, era mucho mas importante el estado de su Oreades que las palabras del rey de Fanelia. Molesto, Van se alejó rápidamente hacia una de las salidas de la arena para reencontrase lo antes posible con Hitomi y Merle ya que supuso que deberían de estar muy nerviosas después de presenciar todo el combate. Gosser siguió observando las juntas de unión de los brazos y vio sorprendido como estaban prácticamente al borde del colapso.
- Astria le da las mas sinceras felicitaciones por su victoria, embajador.
Dryden bajó a la arena del coliseo acompañado de un grupo de Caballeros Celestes. Gosser hizo un respetuoso saludo ante el rey de Astria.
- Y yo he de dar las gracias por haberme permitido disputar este grandioso combate. Espero que sus majestades, así como el pueblo de Astria hayan disfrutado de tal evento ... - Un agudo dolor en su hombro derecho le hizo callar.
- ¡Está herido! - Dryden ordenó rápidamente a uno de sus soldados que trajera inmediatamente a un médico. Los otros caballeros se acercaron a Gosser para comprobar su estado. Una gran esquirla de metal glima había perforado la carlinga del Oreades y le había atravesado la protección que llevaba en el hombro, incrustándola. El dolor que sentía era tal que no pudo mantenerse en pie. Calló de rodillas y se llevó su mano izquierda al hombro. Dryden se acercó para comprobar su estado.
- ¡No intente moverse! Un medico viene de camino.
Gosser no hizo caso y con un rápido movimiento se arrancó el trozo de metal. Lanzó un tremendo grito de dolor mientras un gran torrente de sangre emanaba de su herida. Se arrancó la placa de metal perforada que llevaba en el hombro para taponarse el corte con su mano. El dolor era cada vez mas insoportable pero no quiso dar muestras de debilidad. Se levantó del suelo con muchas dificultades y se dirigió a unas de las salidas ignorando la ayuda que le ofrecía el rey de Astria.
Arriba, en las gradas, Van era recibido con un abrazo por Merle, pero el recibimiento por parte de Hitomi resulto ser mucho mas frío, dándole una tremenda bofetada delante de todos sus amigos por su actitud arrogante.
- ¿En que demonios pensabas? ¿Por que no nos dijiste nada acerca de esto? ¡Tuvo que ser Allen el que me contara lo que tu no tuviste valor de decirme!
- No era un combate a muerte, no pensé que sería importante ... - Van se puso la mano en la mejilla que le había golpeado Hitomi. En cierta medida, se lo merecía. - ... además, no quería preocuparte. Ya sabes que como rey de Fanelia no puedo rechazar un duelo.
- ¡Ya sabes que sufro cada vez que te veo combatir! ¡No has cambiado nada en todo este tiempo!
- Hitomi, yo ...
En medio de la discusión entre Hitomi y Van, Allen se dio cuenta que su hermana había abandonado su asiento.
- ¿Donde está Serena?
...
Gosser dejó la arena del coliseo entrando por uno de los túneles construidos para el paso de guymelefs. Se apoyó en una de las paredes de la galería y observó el estado de su herida que seguía sangrando abundantemente.
- Debería hacer que le miraran esa herida, embajador. - Dijo una voz femenina que provenía de uno de los oscuros pasillos que comunicaban el pasaje con el exterior.
- ¡Aléjese! no necesito ayuda de nadie. - Gosser intentó detener la hemorragia con su mano, produciéndole un gran dolor.
La mujer salió del pasillo y Gosser pudo entonces verla. Era la misma mujer que había visto horas antes en el palacio, la misma que le hizo dudar de la verdadera muerte de aquella niña que cuidó durante años. El parecido entre ambas era tan extraordinario que por un momento llegó a pensar que se trataba de ella misma, pero su sentido común le hizo desechar esa posibilidad. Aun así, necesitaba saber la verdad. Necesitaba saber de quién se trataba.
- ¿Quién es usted?
- Le he estado observando durante el combate. Tan solo quería darle mis felicitaciones por tan brillante victoria. Jamás he visto a nadie pilotar un guymelef de esa manera.
- No ha contestado a mi pregunta, señorita ...
- Serena. Serena Schezar.
Gosser enmudeció completamente a la vez que la miraba. Comprendió entonces la verdad. Serena no murió durante la Gran Guerra. Había sobrevivido y estaba junto a él, después de un año. Muchos sentimientos comenzaron a invadirle, desde la alegría, aquella que desconocía desde hace mucho tiempo, hasta el odio mas visceral, pero ... ¿odio hacia que o hacia quién? No supo que hacer ni que decir en ese momento, tan solo seguía mirándola fijamente ya que, aunque su corazón le confirmaba lo que veían sus ojos, el dolor acumulado durante tanto tiempo en su alma le impedía asumir tal acontecimiento. Intentó disimular su estado ya que observó que no recordaba nada acerca de su pasado, o al menos de quién se trataba y quizás eso sea lo mejor con tal de no abrir viejas heridas producidas durante la guerra. Serena parecía haber superado los terribles experimentos a los que fue cruelmente sometida y los nuevos recuerdos podrían empeorar su estado.
- Me ... gustaría estar a solas, señorita ... - Dijo Gosser visiblemente nervioso mientras seguía intentando detener la hemorragia con su mano. Cuanto mas tiempo pasaran juntos, mas posibilidades existían de que le recordara.
Serena no hizo caso y se acercó. Se arrancó un pequeño trozo de su falda y se lo ofreció a Gosser para que lo utilizara como vendaje, pero este lo rechazó.
- ¿Por que se niega a que le ayude, embajador? Si sigue sangrando de esa manera podría incluso morir.
- La muerte es a veces bien recibida.
La joven Astriana se asustó. Jamás había escuchado a un hombre deseoso de la llegada de la muerte.
- ¿Por que dice tales palabras? - Serena observó con mas detenimiento sus ojos. No solo le sorprendía el hecho de que fueran rojos, un color en los ojos que jamás había visto en una persona salvo cuando era Dilandau, sino su mirada. Parecía un ser cuyo único sentimiento conocido era la tristeza.
Ambos se quedaron mirando el uno al otro durante unos segundos hasta que el joven comandante de Zaibach apartó la vista al temer que pudiera reconocerle, o peor aun, recordar, recordar el daño que le provocó hace años, un daño que él jamás se perdonaría a si mismo. No quería que le odiase durante el resto de sus días.
Serena insistía en ofrecerle el trozo de tela para que lo usase como venda, pero seguía resistiéndose. No tuvo mas remedio que ponerle ella misma la venda. Gosser estaba sorprendido por la atención que recibía por su parte. Sospechaba que, aunque sus recuerdos no son completos, la Serena a la que conoció años atrás seguía recordándole.
- Es usted el ser mas obstinado que he conocido, embajador. No debería de negar la ayuda a alguien que se la ofrece.
Gosser no dijo nada. Cuando la joven terminó de colocarle la venda, este se apartó rápidamente y se alejó sin mediar palabra por uno de los pasillos laterales con el hombro todavía dolorido. Sintió deseos de agradecerle la atención recibida ante todo por caballerosidad o amistad, la amistad que forjó con ella durante todo este tiempo, sin embargo, quería alejarse lo antes posible de Serena. No estaba seguro de las razones que le llevaban a comportarse así; quizás sea el miedo que sentía ante la posibilidad de que la recordara, o simplemente que no tuviera fuerzas para hablar con alguien a la que quería y creía muerta.
...
Era una día de mucho movimiento en el crucero de alta tecnología Derethy. Yama había tomado el control debido a la estancia de Gosser en Palace. Durante todo el día ordenó preparar el recibimiento de una visita que nadie esperaba. No dio detalles a los oficiales Quimera al respecto produciendo cierta inquietud, especialmente al sargento Marceus, encargado de la seguridad en la nave y viejo amigo de Gosser. Las únicas ordenes de Yama fueron que, bajo ningún concepto, nadie debía abandonar el navío y tales preparativos se llevarían en el mas absoluto de los secretos. Cerca del anochecer, Yama se encontraba en la puerta de embarque principal junto a algunos de los oficiales del Derethy y un pequeño pelotón de los mejores soldados Quimera. Nadie sabía el propósito de tal reunión, pero debían obedecer al Chamán; eso les habían enseñado en la armada.
El silencio impuesto era absoluto hasta que las compuertas de acceso al hangar se abrieron inexplicablemente. Justo después, algo invisible se posó en la plataforma de aterrizaje, levantando una gran cortina de vapor de procedencia desconocida, alertando a todos los presentes en el hangar. Una puerta se abrió en mitad de la pista de levantamiento, saliendo de él una luz cegadora. Muchos de los soldados presentes tuvieron que taparse los ojos con las manos para evitar quedarse cegados mientras que los mas osados intentaban esforzarse para poder el interior de el extraño e invisible artefacto que acaba de entrar en el crucero. La luz se disipó de inmediato para pasar a una completa oscuridad. De ella comenzaron a salir con paso firme un pequeño grupo compuesto de cinco seres, de aspecto aparentemente humanoides pero enfundados en extrañas armaduras de diseño completamente desconocido y tenebroso, como aparecidos del interior de las peores pesadillas de los hombres. Cuatro de ellos, que iban en perfecta formación cuadrada, llevaban una armadura que les cubría prácticamente todo el cuerpo. La formaba una compleja red de pequeñas anillas oscuras enlazadas unas a otras formando una impenetrable cota de mallas que se extendía por todo el cuerpo, desde los brazos hasta las piernas, formando en esta parte una especie de falda tejidas sobre un tejido negro con diversos adornos en dorado, dejando libre tan solo la cabeza y las manos. Las únicas placas de metal que utilizaban tenían una apariencia de tres enormes escamas superpuestas una encima de la otra que utilizaban como hombreras. Cada uno de ellos llevaba una capa completamente lisa también de color oscuro y un casco de metal en forma de cabeza de dragón que impedía a los soldados Quimera observar el rostro de los extraños visitantes. El quinto de ellos era escoltado por los otros cuatro soldados de extraña apariencia vestía de con una gruesa armadura de placas que le cubría por completo todo el cuerpo. Su armadura se asemejaba enormemente a la piel de un dragón, con numerosas escamas triangulares y grandes hombros puntiagudos. Llevaba también una fina capa negra al igual que su escolta pero mucho mas adornada con extraños símbolos ilegibles y un yelmo con numerosas astas soldadas al casco.
- Nadie del exterior debe saber lo que está pasando en el Derethy, ni tan siquiera Gosser. - Dijo Yama dirigiéndose a Marceus.
- Señor, estoy obligado a informar al comandante de todas las incidencias que ocurran en el navío.
- Yo y el consejo de Chamanes estamos al mando mientras Gosser esté en Palace discutiendo con los representantes de los otros reinos.
Yama hizo una señal con la mano para que los recién llegados le siguieran a su camarote. Mientras tanto, el extraño e invisible artefacto que aterrizó en el hangar cerró la puerta donde habían descendido los extraños visitantes al Derethy y comenzó a emitir un extraño ruido, que se fue disipando en la distancia hasta desaparecer por completo. Sea lo que sea, había abandonado el navío.
- Pensaba que tu y los tuyos jamás llegaríais a Palace. Por un momento creí que nos habíais abandonado a nuestra suerte, Yeri.
- Típico de vosotros, los humanos. - Respondió el líder de aquellos misteriosos soldados a las palabras de Yama. Su voz de ultratumba resonada debido al diseño del casco le puso los pelos de punta.- Después de lo que hemos hecho nosotros, Los Caídos, por Zaibach, y aun albergáis sentimientos de desconfianza.
- Perdona por mi actitud. Comprende que la misión es muy importante para nuestros intereses ... por "nosotros" me refiero a Zaibach y a Los Caídos, naturalmente ...
- Los Chamanes siempre fuisteis muy sumisos. Es normal después de compartir con vosotros parte de nuestra tecnología. Si no fuera por nosotros, Zaibach seguiría siendo un país tan pobre y retrasado como lo fue hace cientos de años.
- Esos conocimientos no fueron suficientes. Si hubierais compartido mas tecnología con nosotros, no hubiéramos tenido ningún problema a la hora de enfrentarnos al enemigo.
- ¿Compartido? No necesitamos nada de vuestra arcaica ciencia. No supisteis aprovechar todos los conocimientos que adquiristeis, y eso fue vuestra perdición. Por vuestra culpa nos hemos visto obligados a descubrirnos ante los otros reinos de Gaea ...
- Pero aun así seguís necesitando nuestra ayuda ... tal y como la necesitasteis la última vez.
Yeri se detuvo. Yama temió haber tocado algún tema que molestase a su invitado.
- Podemos conseguir nuestros objetivos sin vuestra ayuda. -Yeri se acercó muy lentamente a Yama hasta que el Chaman sintió en su cara su frió aliento.- La primera vez fuisteis elegidos para ser nuestros ojos y nuestra mano ejecutora en Gaea para no levantar sospechas de nuestra presencia en el mundo. Recurrimos ahora a vosotros para asegurarnos la victoria y por que sois mas maleables que los otros reinos. ¡Si salimos victoriosos, obtendréis grandes recompensas! ¡Si fracasamos, mi pueblo no desaparecerá solo en las tinieblas!
Yeri se apartó de Yama y continuaron su camino.
- ¿Está listo vuestro mejor soldado?
- Gosser se encuentra desde esta tarde en Palace. Aun no ha sido informado de nuestros planes. - Contestó Yama.
- ¿Por que no?
- No era necesario ...
- Mientes. Conozco a Gosser al igual que tú. El se negaría a participar en una misión de estas características a no ser que el estado de la operación esté muy avanzado. - Un sonido parecido a la de una risa proveniente del casco en forma de dragón con astas de Yeri inquietó a Yama.
- Gosser fue entrenado por los mejores para acatar todas las ordenes que se le asignaran ...
Yeri de detuvo de nuevo, obligando a Yama a hacer lo mismo.
- Vosotros los humanos sois seres de naturaleza individualista. No sabéis acatar ordenes de vuestros superiores y eso os condenará algún día a vuestra perdición como raza.
Yeri hizo un gesto con la mano ordenando a uno de sus soldados que se quitara el casco. Este obedeció inmediatamente y se acercó a él sujetando el casco con una de sus manos.
- ¡Admira la obediencia ciega de Los Caídos! - Yeri agarró fuertemente del cuello con su mano izquierda al soldado que había ordenado acercarse con rápido movimiento. Este dejó caer el casco al suelo e intentó desesperadamente soltarse con ayuda de ambas manos, pero instantes después dejó de hacerlo estando aun con vida. No oponía resistencia ninguna ante la proximidad de su horrible muerte. El oxigeno empezaba a faltar en sus pulmones y la sangre no llegaba al cerebro, produciéndole espantosas convulsiones a lo largo de su cuerpo. Yeri seguía apretando mas y mas utilizando su excepcional fuerza para levantarle unos centímetros del suelo ante la atónita mirada de Yama.
- ¿Ves? Se percata que va a morir y aun así no opone ninguna resistencia porque sabe que esa es mi voluntad. ¡Esa es la grandeza de los de nuestra raza!
Con un ligero movimiento de muñeca, Yeri rompió el cuello del soldado escuchándose un gran crujido. Entonces soltó a su presa ya inerte y esta cayó al suelo.
Cerca de aquel lugar, Alexia realizaba sus habituales tareas de limpieza en los aposentos de su señor. Era un trabajo muy fácil comparado con los espantosos trabajos que la obligaban a cumplir bajo un horrible castigo si no obedecía a las ordenes, castigo que era a veces peor que la muerte. Todavía estaba dolorida debido a la última paliza recibida por Dorega, que aun seguía en prisión indefinida hasta nueva orden de su comandante. Acababa de terminar sus tareas cuando se dirigía a una de las salas de observación para contemplar desde los cielos la maravillosa ciudad de Palace cuando escuchó un golpe en uno de los pasillos cercanos. Alexia se dirigió hacía allí movida por la curiosidad y vio horrorizada como un hombre, enfundado en una extraña armadura yacía muerto en el suelo, pero lo que mas le aterraba era el color de sus ojos, completamente abiertos mirándola fijamente pese a estar muerto, unos ojos totalmente negros, no solo el iris, sino también todo el globo ocular, como si fueran pulidas perlas totalmente oscuras. Alexia supo de inmediato que aquello no era humano, ni siquiera podía ser algo de este planeta. Junto al cuerpo inerte se encontraban otros tres hombres con armaduras similares junto a un Chamán imperial y otra misteriosa persona de armadura totalmente diferente. Un miedo terrible e irracional se apoderó entonces de Alexia y se alejó rápidamente a sus aposentos. Una vez allí se aseguró de bloquear la puerta desde el interior mientras que una palabra martilleaba sin cesar en su cabeza.
"Demonios, demonios, demonios, demonios ..."
...
- No deberías de ser tan dura con él, Hitomi.
- ¡Claro que si! Debió de contarme que participaría en aquel estúpido combate, pero ni se molestó en hacerlo.
Hitomi y Millerna hablaban en el interior de uno de los enormes armarios de ropa del castillo, tan grande como la habitación de Hitomi en su casa de La Tierra, intentando elegir un vestido apropiado para la cena que se celebrará en el palacio Aston dentro de unos minutos.
- No quiso preocuparte, esa es la razón por la que no quiso decirte nada. En cierta manera te hizo un gran bien.
- Creía que después de la guerra, Van había comprendido ...
- Es el rey de Fanelia, y por lo tanto tiene responsabilidades que tan solo comprenderías si fueras algún día su reina. - Millerna se fijó en un hermoso traje blanco compuesto por una pequeña capa y adornado con perlas y rubíes en hombros y cuello. - ¿Que te parece este, Hitomi?
Millerna agarró con suavidad el vestido por la percha y se lo colocó a la altura del cuello para que Hitomi viera como le quedaría.
- ¿Su ... su reina? ¿que quieres decir?
- Aun estando muy enfada con él, sigo viendo en tus ojos lo completamente enamorada que estás de él. Vuestro amor es algo especial ... como si el destino hubiese dictado la sentencia de uniros hace ya mucho tiempo, antes de que os conocierais, incluso antes de que nacierais.
- Eso sería terrible.
- ¿Terrible? - Millerna se extrañó mucho de las palabras de Hitomi. De pequeña, le habían enseñado que el amor mas hermoso era el que estaban predestinado dos personas.
- Sería como si alguien te obligara a casarte. El amor no debe nacer cuando tu lo haces, tiene que hacerlo cuando crees ver a la persona con la que deseas compartir todo lo que tu posees, incluso la vida. - Hitomi miró fijamente a Millerna. - El amor jamás debería ser impuesto.
- ¿Por que me dices eso?
- Creía que tú y Allen estabais predestinados a estar juntos para siempre, pero veo que me equivoqué. ¿Por que te casaste con Dryden?
Millerna volvió a colocar el vestido en su lugar del armario. Con ello ganaría tiempo para elegir con mas cuidado sus palabras.
- Lo dices como su hubiera sido una maldición, pero no es así ... le quiero ... ya se que nuestro amor no es tan puro como el vuestro, pero aun así, creo que estoy enamorada de él. En un principio no era así, pero Dryden es alguien especial. Es bueno y generoso, se que daría su vida por mi y siento que yo también haría lo mismo.
- Millerna ...
- ¡Que curiosa es la vida, Hitomi! Mi hermana Marlene también estaba enamorada de Allen y con el tiempo también se enamoró de su marido. Quizás las mujeres Aston estemos condenadas a aprender a amar a nuestros esposos.
- Lo dices como si eso fuera una maldición.
Las dos amigas se quedaron en silencio mirándose una a otra durante unos segundos. Millerna necesitaba tiempo para digerir las duras palabras de Hitomi.
-Quiero que veas algo, Hitomi.
Millerna salió de sus aposentos y entró en la habitación contigua, seguido por su amiga de La Tierra. Era el cuarto de su desaparecida hermana Marlene cuando vivía en Astria, antes de sus matrimonio con el también fallecido rey Mahad Zar Freid. Su interior aun conservaba todo el espíritu de su hermana. Nada había cambiado desde su partida hacía el reino de Freid, desde sus peluches favoritos, entre los que se encontraban osos de los mas diversos colores, hasta sus sábanas favoritas. En el centro de la habitación había un pequeño mueble de madera muy adornado de aproximadamente un metro de altura.
- ¿Que es eso? - Preguntó Hitomi.
- Es un carillón. Pertenecía a mi querida hermana Marlene. Mi sobrino Zid me lo regaló el día de mi boda ... no pude negarme ... ¡insistió tanto! Al fin al cabo, es uno de los pocos recuerdos que conserva de su madre. - Millerna acarició con suavidad los pulidos bornes de la caja de música. - Los monjes de Freid tienen la firme convicción que la esencia de un fallecido se conserva en los objetos que poseían en vida. Zid me dijo que así, mi hermana estaría conmigo para siempre jamás hasta que me llegue a mi también la hora de mi muerte.
Millerna abrió con cuidado el carillón. En su interior, unos pequeños martillos en forma de muñecos de metal comenzaron a martillar una hermosa melodía al mismo tiempo que Millerna entonaba una antigua canción de Astria.
"Di, si amas,
¿Puede alguien experimentar tal soledad?
Di, ¿el sufrimiento será incluso más intenso
Que el abrazo de la oscura noche?
Todo está ahí para dos personas
Para que puedan brillar.
De seguro.
Es a ti, es a ti a quien amo,
Lo murmura quedo mi corazón,
Es en ti, es en ti en quien creo
Incluso en la fría noche.
Ahora, con mis ojos te pido
No necesito promesas
Ahora, con mis mirada, te extiendo una mano
Incluso en la fría noche." 1
- Es una canción muy hermosa. - Dijo Hitomi.
- Eso es lo que sienten dos personas cuando su amor es verdadero. Eso es lo que siento ahora por mi marido Dryden - Millerna cerró cuidadosamente el carillón para no dañar el complicado sistema de engranajes que constituía el interior. - Solo existe un amor, Hitomi, y es irrelevante el camino que hayas recorrido para llegar a él.
Con estas palabras de reconciliación, ambas amigas pasaron el resto de la tarde probándose vestidos para la fiesta que se celebrará por la noche. Millerna escogió finalmente aquel hermoso modelo blanco con capa mientras que Hitomi optó por uno de los numerosos trajes que había traído de Fanelia, una larga túnica muy parecida a las vestimentas tradicionales de Japón, de color azul celeste con un enorme lazo rosa en la cintura.
Después de vestirse, Hitomi se dirigió a uno de los jardines del palacio donde quedó anteriormente con Van para ir juntos a la cena que celebrarían esa misma noche. Era la hora del crepúsculo y la Tierra comenzaba a emerger por el Oeste con lentitud mientras que comenzaba a distinguirse algunas de las estrellas mas brillantes del cielo, entre ellas Sirio y Vega. Van se retrasaba ... "algo típico de él" pensó mientras una leve brisa comenzó a surgir de la nada. En el otro extremo del jardín apareció una extraña figura que se acercaba a ella. Creía que se trataba de Van pero no podía distinguir su rostro debido a la falta de luz que reinaba en el ambiente, pero después de unos segundos supo que no era él, sino una presencia aun mas siniestra. Era un joven enfundado en un traje de combate de Zaibach de color rojo. Sus pelos eran completamente blancos y a medida que se acercaba a ella pudo distinguir en el lado izquierdo de su cara una horrible cicatriz. Sus ojos eran completamente rojos y su mirada retenía un odio terrible y indescriptible. Supo entonces de quien se trataba.
- ¡No ... ! - Hitomi dio un paso atrás intentando alejarse lentamente de aquél sujeto. - ¡... no eres Dilandau! ¡No puedes ...!
Dilandau se detuvo a unos escasos metros de la chica terrícola, pero mantenía su tensa mirada clavada en todo momento sobre ella. Detrás de él se formó otra figura, algo mas alta, que se acercaba lentamente. Vestía de una manera distinta a la del sanguinario joven pero a su vez estaba claro que también pertenecía a Zaibach. Una vez que llegó a la altura de Dilandau se detuvo pero mantenía la misma mirada sobre Hitomi. Sus ojos también eran completamente rojos.
- ¿Que es esto ... ? ¿que queréis de mi?
Hitomi seguía retrocediendo lentamente hasta que observó algo que la aterrorizó. Las facciones de ambos eran muy parecidas, tanto el rostro como su semblante, pero en especial sus miradas frías y mortales. Por un momento creyó que incluso podrían tratarse de hermanos, algo imposible debido a la verdadera naturaleza de Dilandau, pero aun así, una terrible sensación de ansiedad de apoderó de Hitomi ante tal posibilidad.
Sin ningún aviso, Dilandau desenvainó rápidamente su espada y, con un grito ensordecedor, cargó contra Hitomi. Esta quedó completamente paralizada debido al terror que le producía ver el rostro de ira de su agresor, un ser ávido de sangre, no pudiendo hacer nada mas que gritar.
- ¡Serena! ¡No lo hagas! ¡No ... !
Dilandau no hizo caso. Empuñó con fuerza su espada con ambas manos y cuando llegó a la altura de Hitomi descargó un golpe con la intención de atravesarle el corazón. Hitomi cerró los ojos mientras gritaba al tener tan cerca la muerte. Se escuchó algo, el sonido de una espada introduciéndose en la carne y algo salpicó en su cara.
"Es el fin"
Se hizo un gran silencio. Tenía miedo de abrir los ojos. Tenía miedo de verse a si misma en el suelo moribunda.
"¿Estoy muerta? ¿es este mi fin?.... papá ... mamá ... hermano ... Van ... quisiera veros, aunque sea por una vez mas ... quisiera volver a estar con vosotros ... antes de morir ..."
...
- ¡Hitomi!
La joven abrió los ojos. Estaba tumbada sobre el césped del enorme jardín del palacio. Lorel le sujetaba la cabeza con su mano derecha mientras que con la izquierda vertía un poco de agua sobre la cabeza de Hitomi.
- ¿Que ...? ¿que ha pasado? - Parecía confundida.
- ¿Te encuentras bien? Me tienes muy preocupado.
Hitomi intentó reincorporarse pero su cuerpo apenas le respondía. Estaba temblando.
- ¡No te levantes! No se lo que te ha ocurrido pero parece que has tenido una fuerte conmoción. Has tenido suerte que yo estuviera cerca. Los pocos sirvientes que quedan en el palacio debido a la festividad que se celebra en Palace ya se encuentran en la sala de fiestas y nadie hubiera podido oír tus gritos.
- ¿Gritos? ¿que quieres decir? - Hitomi intentó levantarse de nuevo ayudado esta vez por Lorel. Comprendió que todo fue una visión, otra terrible, y como en las anteriores, no entendía su significado.
"Serena ... no puedes volver a ser Dilandau ... no puedes. ¿Y aquel extraño? ¿que relación tiene con Dilandau"
- ¿Ocurre algo? Te veo confusa. ¿Que demonios ha pasado aquí? - Lorel comenzaba a preocuparse por el estado de salud. - Hace unos minutos escuché como gritabas y cuando llegué te vi tumbada inconsciente en el suelo.
- No, nada. No te preocupes por mi, es que a veces ...
- Creía que éramos amigos, Hitomi. - Lorel se fijó en las temblorosas manos de la joven terrícola. - Por favor ... cuéntame lo que te ocurre. Me tienes muy preocupado y no me lo perdonaría si algo te pasara.
Hitomi se quedó pensativa durante unos segundos observando La Tierra en los mas alto de la bóveda celeste. En ese momento vio algo en los cielos. Una figura oscura con alas, quizás un animal, pero los terribles recuerdos de las continuas pesadillas le hicieron reflexionar sobre su situación. En ese momento comprendió que no debía ocultar mas sus temores. Desde que llegó a Gaea necesitaba compartirlos, quizás con Van, pero durante todo este tiempo no encontró el momento adecuado.
- Alas ... alas oscuras. - Dijo Hitomi finalmente sin apartar la vista de La Tierra.
- ¿Que? ¿que quieres decir con eso? - Dijo Lorel confundido.
- Desde hace unos días veo continuamente seres de alas oscuras, pero no solo eso. Desde que he vuelto a Gaea he tenido otros sueños y visiones, cada uno aun mas extraño que el anterior. No se si tienen algún significado, pero me aterra tan solo la posibilidad que de verdad presagien algo.
Lorel reflexionó un momento para comprender las palabras de Hitomi. Conocía desde hace tiempo gracias a Van los sorprendentes poderes adivinatorios de la joven y sabía que si de verdad había tenido visiones, algo iba a ocurrir.
- Deberíamos decírselo a Van ...
- ¡No! - Gritó Hitomi. - ¡Por Favor, Lorel! ¡Van no debe saber nada!
- No podemos dejarle al margen de esto. Ya sabes que ...
- Te lo pido por favor. Lorel, te lo pido como una amiga.
Lorel lanzó un suspiro. Por una parte tenía la obligación de contarle todo lo que pasaba a su señor, pero por otro lado, no podía negarse a las palabras de Hitomi.
- ¿Por que? ¿por que tanto interés en ocultarlo?
- No quiero que se preocupe. Hemos estado separados un año pensando todo este tiempo el uno al otro, amándonos en la distancia. Deseaba que este viaje sirviera para abrir aun mas nuestros corazones, pero no quiero que piense que junto a mi siempre traigo conmigo el sufrimiento ... ocurrieron muchos males la primera vez que visité Gaea, muchas por mi culpa ... ¡no quiero mas desgracias! ... ¡no quiero que Van me odie ...!
Lorel agarró con fuerza con sus manos a Hitomi por los hombros y la miró a los ojos.
- ¡Mírame fijamente! - Hitomi así lo hizo. - ¿Que crees que estas diciendo? Fanelia y toda Gaea te está agradecida por todo lo que hiciste durante la Gran Guerra. Nada de lo que ocurrió fue culpa tuya ... la muerte del señor Folken y la de Vargas ... la destrucción de Godashin y Palace ... todo eso hubiera ocurrido tarde o temprano. Fuiste una bendición para todos nosotros ... nos salvaste de la destrucción, pero me avergüenza que pienses por un momento que Van o cualquiera de nosotros pudiera llegar a odiarte algún día.
Lorel reflexionó por un momento. Se dio cuenta que estaba siendo duro con Hitomi, así que la soltó.
- Perdóname, Hitomi ... por favor ...
- No te disculpes. Soy yo la que debería disculparse ... he sido una tonta al pensar que Van llegaría a odiarme algún día. Yo jamás le odiaría.
- ¡Hitomi! - Era Van. Llegaba corriendo por uno de los pasillos colindantes al jardín. Vestía de una manera muy elegante, un traje negro típico de Astria de grandes y redondos hombros, con numerosos botones, estrechos e incluso incómodos pantalones y grandes botas de piel oscura. Se sentía ridículo, pero era algo que estaba dispuesto a sacrificar para tener contenta a Hitomi después de lo que había sucedido.
- ¡Van! - Hitomi corrió a abrazarle. Por el gesto, Van supuso con alivio que la había perdonado.
- ¿Ocurre algo? - Dijo Van dirigiéndose a Lorel mientras la abrazaba.
Hitomi se apartó de Van visiblemente alterada por sus palabras.
- Esto es el colmo. Te demuestro mi amor y tu preguntas si ocurre algo malo.
- Pero yo no he dicho ... - Van intentó explicarse algo asustado.
- ¿Queréis dejar de discutir? - Lorel se acercó a la pareja, tomó la mano derecha de Van y la izquierda de Hitomi y las unió bajo la atónita mirada de ambos. - Me divierte mucho este tipo de peleas entre enamorados, pero pienso que deberíais aprovechar mejor el tiempo en lugar de discutir ya que nadie sabe el tiempo que estaréis juntos.
Con un guiño de ojo de complicidad dirigido a Hitomi, Lorel se alejó lentamente por uno de los pasillos cercanos al jardín. No le diría nada a Van acerca de las visiones de la joven, no por el momento.
...
En Palace era noche de fiesta para festejar el mil trescientos cuarenta aniversario del advenimiento del Dios Dragón Jichia. Por esta razón, muchas de las tabernas del centro de la ciudad estarían abiertas hasta altas horas de la noche para festejar tal evento para el júbilo de los habitantes de Palace. Kiter y Dales decidieron pasar toda la noche en uno de aquellos lugares para, al menos, intentar olvidar por unos momentos la difícil situación que atravesaba Zaibach. La taberna en cuestión era un autentico antro. De dos pisos, el inferior era el utilizado para servir la abundante bebida almacenada en sus bodegas mientras que el piso superior se usaba para dar rienda suelta a los mas bajos instintos de sus clientes masculinos con algunas damas que se encontraban en el lugar, ambos conectados por dos toscas escaleras de madera sin barnizar. En el interior del edificio se podía hallar con gran facilidad a gente de la peor calaña posible, desde asesinos a sueldo, ladrones sin escrúpulos, incluyendo burócratas corruptos, timadores, tahúres y un largo etcétera.
- Aun no se como me has convencido para venir a un sitio como este ... - Dijo Kiter mientras se sentaba junto a su compañero Dales en la última mesa libre. - ... si descubren por un momento que somos ...
- ¡Calla! - Dales le interrumpió. No estaría muy bien visto que soldados de Zaibach andaran sueltos por Palace después de lo que sufrieron en la Gran Guerra. Afortunadamente fueron previsores y decidieron cambiar de vestuario antes de salir a divertirse. - ¿Quieres estropear la diversión antes de tiempo?
- Perdona, pero comprende que yo jamás he estado en un lugar así.
- ¡No te preocupes! Esta noche incluso los seres mas despreciables de Palace se compadecerán de nosotros por nuestra borrachera.
Dales hizo una señal a una de las camareras que servían en las mesas, una hermosa mujer de cabellos rojizos, grandes ojos azules y rostro liso como el cuarzo recién pulido y a su vez sucio debido al hostil ambiente enfundada en un ajustado uniforme de empleada que seguramente impusieron en contra de su voluntad los dueños del establecimiento, que precisamente eran sus padres. Oceel se llamaba.
- ¿Que demonios queréis? - Preguntó de mala manera. Estaba claro que belleza y modales eran cualidades completamente independientes.
- ¡Una jarra de cerveza bien espesa pero con poca espuma! Y para mi amigo ... - Dales miró a Kiter esperando su elección, pero este no dijo nada. Se sentía como desplazado. Afortunadamente tenía a Dales, que parecía bien curtido en estos ambientes.
- ¿Y bien ... ? - La camarera comenzó a impacientarse.
- ¿Que es lo mas fuerte que tenéis aquí? - A Dales se le ocurrió una idea para animar la noche.
La sensual camarera dejó los dejó solos sin decir una palabra. Dales no la perdió de vista ni por un momento mientras se alejaba.
- ¡Dales! - Kiter se dio cuenta de lo que se proponía. - ¿Que pasa con tu novia?
- ¿Que quieres que haga? ¿Te has fijado bien en ella? No soy de piedra ... tan solo relajaba la vista. Además ... deberías hacer tu lo mismo ¡diviértete! - Dales se levantó del sillón y animó a Kiter con un leve toque en el hombro.
- No creo que sea una noche para divertirse. - El tono de Kiter reflejaba preocupación.
- ¿A que viene eso?
La camarera regresó con una gran jarra de cerveza en una mano y una pequeña botella de un líquido totalmente transparente con un pequeño vaso de cristal.
- ¿Acaso lo mas fuerte que tienen aquí es agua mineral? - Bromeó Dales al ver la botella de líquido incoloro.
- Lo llamamos "licor de Lys", aunque nuestros clientes lo conocen como "quemadragones". - La camarera esbozó una ligera sonrisa.
- ¿Quema ... quemadragones? - Kiter agarró con cuidado la botella, como si tuviera miedo de abrasarse. Era un líquido completamente transparente, sin impurezas.
- Son tres monedas y la voluntad. - Dijo Oceel. Con la voluntad se refería claramente a la propina.
Dales sacó de uno de sus bolsillos cinco monedas de oro como pago las consumiciones y servicios. Oceel acercó la mano para recogerlas pero Dales apartó la mano la mano un instante acercándola mas a él. La camarera, algo enfurecida, se acercó para poder alcanzarlas. El insolente soldado de Zaibach hizo lo mismo por segunda vez y cuando Oceel se acercó otra vez hacia él, Dales se levantó súbitamente de su asiento y la besó para sorpresa de Kiter y, por supuesto, de la camarera. Esta le dio inmediatamente una tremenda bofetada en el rostro, haciendo caer las monedas que inmediatamente después recogió del suelo murmurando algo sobre lo mucho que odiaba a los hombres. Antes de que Oceel se alejará con un humor de perros para atender a otros clientes, Dales no dudó en darle una leve palmadita con la mano en el trasero, pero estaba tan alterada que ni si quiera se dio cuenta.
- ¡Dales! !Compórtate¡ - Le recriminó Kiter.
- ¡Pero si solo me estoy divirtiendo! - Dijo mientras bebía un sorbo de cerveza. - Tu también deberías divertirte. Últimamente te veo muy estresado por tu ascenso a Cabo ...
- Pero esas no son maneras de tratar a otra persona, y menos a una mujer. - Kiter llenó su copa con aquel licor mientras miraba a su compañero. - Con tu actitud no me extrañaría que te degradaran a soldado algún día.
- ¡Si, y por eso debemos aprovechar cuanto antes nuestro tiempo! - Dales levantó la jarra y se bebió lo que quedaba de cerveza de un solo trago. -¿Quien sabe lo que puede pasar mañana? ¡Podría ser el fin del mundo! - Se fijó en el vaso de licor todavía lleno que tenía Kiter en las manos. - ¿No bebes?
- ¿Beberías algo llamado "quemadragones"?
- No te preocupes. Ya sabes que los Astrianos se emborracharían incluso con un vaso de leche. Apuesto que no eres capaz de bebértelo de un sorbo.
- Apuesto el sueldo de un mes. - Kiter se lanzó. No soportaba que dudaran de su valor, y menos para algo tan estúpido.
- ¡Un mes! - Dijo Dales sorprendido. Se quedó un poco pensativo observando la botella de licor. - ¡Que demonios! Necesito divertirme un poco.
Kiter no se lo pensó dos veces. De un rápido movimiento, vertió el contenido de aquel minúsculo vaso de cristal en el gaznate y golpeó fuertemente la mesa. Dales observó con detenimiento a su valiente amigo esperando la reacción. Había perdido la apuesta, pero esperaba que su sacrificio monetario sirviera al menos para animar la noche.
- ¿Y bien? - Dales esperaba que Kiter explotara o algo parecido, pero tal cosa no ocurrió.
No respondió. Un terrible picor comenzó a surgir en el estómago subiendo por la garganta hasta acabar en la boca. De repente su cara enrojeció tan rápido que incluso Dales temió por la salud de su compañero por un instante. Inmediatamente, Kiter lanzó un terrible grito levantándose súbitamente de su asiento para salir disparado fuera de la taberna con la intención de abalanzarse sobre el primer abrevadero de caballos que encontrase por el camino. Mientras tanto, Dales, ya despreocupado por la salud de su amigo, no pudo soportar aporrear la mesa mientras le daba tal ataque de risa que mucho de los presentes en la taberna no estaban seguros si aquel extraño estaba riendo o por el contrario llorando.
Fuera de la cantina, Kiter se sumergió varias veces la cabeza bajo el agua en una de los pilas de madera que utilizaban los caballos para beber hasta que el picor y el ardor desaparecieron, no por completo, porque eso llevaría días, pero al menos sería llevadero.
- ¿Se encuentra bien? - Preguntó una voz femenina.
Kiter no escuchó nada. Seguía arrodillado con la cabeza bajo el agua. La mujer le dio un par de toques en la espalda para llamarle la atención. Kiter se levantó y sacó al fin la cabeza del abrevadero. Con las manos intentó secarse la cara para que el agua no le interrumpiera la visión. Se trataba de Oceel, la camarera de la taberna.
- ¿Se encuentra bien? - Volvió a preguntar la mujer.
Kiter tardó algo en contestar. La cabeza no paraba de darle vueltas.
- Supongo que así es, si es que aun sigo con vida ...
La mujer esbozó una ligera sonrisa. Le hizo algo de gracia aquel comentario. Al menos, se tomaba lo sucedido con humor.
- ¿Que puedo hacer por usted, señorita ...? - En ese momento, Kiter la reconoció aunque tardó algo en hacerlo debido al licor que acaba de tomarse. Los cabellos rojizos de la joven eran inconfundibles.
- Puede llamarme Oceel. Tan solo quería ver como estaba después de beber tal cosa.
- ¿Que quiere decir con "tal cosa"? - Preguntó Kiter extrañado por como nombraba a la terrible bebida que casi le hace perder el conocimiento.
- El licor de Lys lo utilizamos habitualmente para limpiar cristales ya que su sabor no es muy agradable para el paladar. No se imagina lo eficaz que es con las manchas de sangre. - Oceel rió. Era una chica realmente preciosa cuya sonrisa iluminaba completamente el rostro.
- No sabía que entre los servicios ya pagados con la propina también se incluyera el interés por la salud de sus clientes.
- Si le pregunta mi padre, el dueño de la cantina, es para cuidar a la clientela ...
- Supongamos que no conozco para nada a su padre ¿por se interesa por mi?
Oceel se puso colorada. Kiter se dio cuenta y quiso rectificar su pregunta ya que la joven la había entendido mal. No trataba de conquistarla aunque tampoco le importaría que una chica como ella se interesara por él.
- ¿Quien le ha dicho que estoy interesada en usted? - Dijo Oceel antes de que pudiera hablar Kiter para deshacer el entuerto.
- No ... no ... creo que no me ha entendido. Me refería a mi estado ... - La conversación le puso a Kiter algo nervioso ante la camarera.
- Si me dirijo a usted es tan solo para agradecerle su actitud ante su amigo al reprocharle acerca de su conducta ... por un momento llegué a creer que no era como todos los hombres que visita cada día la cantina, pero veo que estaba equivocada - Oceel se fue a la taberna bastante enojada dejando solo a Kiter, pensativo.
Después de unos minutos para intentar despejarse la cabeza volvió a entrar al establecimiento. Allí pudo ver como en un lado de la barra estaba Dales bien acompañado por dos mujeres de cuya profesión Kiter prefería no conocer. A veces, la ignorancia otorgaba la felicidad. En el otro extremo se encontraba Oceel discutiendo con dos clientes a los que acaba de atender, uno grande y musculoso con abundantes cicatrices en el rostro mientras que el otro era bastante alto y tan delgado como un alfiler. Parecía una discusión bastante acalorada, así que decidió acercarse sigilosamente esquivando a la gran cantidad de personas que allí se encontraban hasta colocarse en la barra a un par de metros donde estaba situada la camarera con aquellos dos molestos clientes, lo suficiente para escuchar parte de la conversación.
- ¡Vamos Oceel! Lo hice por ti, nena ... - Le dijo el hombre corpulento al tiempo que la agarraba de la muñeca.
- ¡Jamás vuelvas a llamarme así, Zacram! - La camarera se soltó de las garras de aquel tipo como pudo. - Me dijiste que no volverías a aceptar esos sucios trabajos y que buscarías un empleo decente como todo el mundo.
- ¿Has oído eso, Garren? - Zacram se dirigió a su compañero de fechorías, un vulgar ratero que se dedicaba casi exclusivamente a robar a ancianos. - Mi chica intenta darme consejos acerca de como debo de dirigir mi vida.
- ¡Yo no soy tu chica! ¡Te dije que si volvieras a trabajar para ese tipo como matón te dejaría!
- ¿Vas a dejar que te hable así, viejo amigo? - Dijo Garren. - Si yo fueras tú la haría callar antes de que su padre se de cuenta que hemos vuelto a su taberna y nos eche a patadas de aquí.
- Garren tiene razón. - Zacram se acercó lentamente a Oceel. Esta intentó retroceder todo lo que pudo hasta que se lo impidió la pared. - Se buena chica y ven conmigo a mi casa.
- Ni lo sueñes. Tu y yo hemos roto.
Estas palabras fueron como una potente bomba para Zacram, que no aceptaba que su novia le dejara. La agarró violentamente por la cintura con su brazo derecho mientras que con su mano izquierda tapó la boca de la joven para que esta no gritara y alertara a su padre, atendiendo a mas clientes en la otra parte del establecimiento.
- Ni hablar, amor. Tu y yo vamos a tener una larga conversación. Estoy seguro que con un par de palabras amables volverás a mi lado. - Zacram acercó su rostro al de Oceel con la intención de besarla mientras que esta se resistía.
Cuando estaba apunto de lograr su objetivo, alguien dio un par de palmadas en la espalda de aquel enorme matón. Este, enfadado, soltó de la cintura a la joven pero sin dejar de taparle la boca para evitar que gritara y se giró para ver al valiente que osaba interrumpirle, pero lo único que pudo ver fueron los nudillos de la mano derecha de Kiter acercándose hacia él a gran velocidad tumbándolo en el suelo de un fuerte golpe convirtiéndole en un verdadero surtidor de dientes y liberando a Oceel de las manos de aquel matón.
Garren reaccionó inmediatamente sacando una navaja de uno de sus bolsillos, y cuando estuvo apunto de asestar una puñalada mortal a Kiter, una botella de vino se estrelló sobre su cabeza dejándolo al borde de la inconciencia.
- ¡Dales! - Gritó Kiter con alegría. Él y su oportuna intervención estrellándole una botella de licor de Lys en la cabeza de aquel matón le había salvado la vida.
- Eres un egoísta. ¡Avisa la próxima vez que vayas a provocar una pelea!
Detrás de ellos, Zacram se levantó y agarró una silla en la que anteriormente estaba sentado uno de los clientes de la taberna hasta que le apartó de un empujón para estrellársela contra la espalda de su agresor. Oceel advirtió a tiempo a Kiter y este se apartó haciendo que errara golpeando por error a un grupo de personas que se encontraban bebiendo en una mesa cercana. Esto fue solo el principio de la mayor tangana jamás vista en Palace en los últimos años en la que se usaron como armas desde dientes postizos hasta miembros de madera, como piernas o brazos, con tal de destrozar la cabeza del sujeto que se tenía delante. Decenas y decenas de personas repartiendo bofetadas sin mas razón que la de exteriorizar los instintos agresivos de cada uno en las que al día siguiente, aunque la victima mas grave era precisamente Zacram al ser el que perdió mas dientes aquella noche de un solo puñetazo, todos y cada uno de ellos tendrán algo mas que una ligera resaca.
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1.- Traducción al castellano de Yakusoku Wa Iranai, canción principal de Tenkuu No Escaflowne. Escrita y compuesta por Yokko Kano e incluida en Over the Sky y Lover´s Only, ambas pertenecientes al O.S.T. de la serie.
