Van e Hitomi atravesaron unas enormes puertas de madera custodiada por dos soldados para entrar en una hermosa habitación rectangular tan grande como la casa de Hitomi, con una gran mesa en forma de elipse en el centro docenas de platos además de decenas de cubiertos, algunos tan comunes como simples tenedores mientras que otros tenían formas tan extrañas que incluso muchos de ellos no se usarían durante la cena, su utilidad era meramente estética. La estancia estaba iluminada por una gran araña dorada que colgaba del techo además de diversas lámparas dispuestas estratégicamente. En uno de los lados había un pequeño grupo compuesto por cinco músicos tocando una bella melodía vestidos de manera elegante para no desentonar con el atuendo de los asistentes al evento. Todos los asistentes, representantes de los reinos de Bashram, Daedalus, Ezgardia, Freid y por supuesto Fanelia, todos ellos acompañados por sus esposas o prometidas además de diversos invitados de los reyes, como la princesa Eries, Allen Schezar y su hermana Serena, influyentes hombres de negocios de Astria entre los cuales se encontraba Meiden Fassa, el padre de Dryden y algún que otro caballero Celeste como Argon de Rytia encargado de la seguridad junto con un pequeño grupo de soldados, los únicos asistentes que no iban enfundados en incómodos trajes.
- ¡Al fin el rey de Fanelia hace acto de presencia! - Dryden se acercó a Van e Hitomi acompañado por Millerna. - Y por supuesto junto con la persona que ilumina con su rostro en esta noche de festejos, además de mi querida y hermosa esposa, por supuesto.
- Eres muy amable Dryden. - Hitomi miró a su alrededor. - Van no me dijo que ibais a celebrar una fiesta tan suntuosa, esperaba algo mas discreto.
- Aunque mi marido no quiera admitirlo, ha intentado por todos los medios celebrar una gran fiesta en tu honor, pero Lorel ya nos hizo saber tu deseo de tratarte como una persona mas. - Dijo Millerna.
- Y lo hubiera hecho si no fuera porque he tenido tan poco tiempo para su preparación. ¡En fin! Rey de Fanelia, ya se que odias estas cosas pero es necesario que conozcas a los embajadores de los otros reinos que han venido a la cumbre. Puedes acompañarnos, Hitomi, pero corres el terrible riesgo de morir de aburrimiento, así que creo que será mejor que Millerna esté contigo.
- Si es realmente necesario ... - Dijo Van.
- Debes hacer sacrificios por tu reino, por muy duros que parezcan. - Bromeo Dryden.
- Van, puedo estar contigo si ...
- No te preocupes, Hitomi. Seguramente hablaremos de cosas que ni siquiera yo entendería, y quisiera que pasaras la noche lo mejor posible. Intentaré estar contigo lo antes posible.
- No debes temer nada. Lo rescataré de esas sanguijuelas políticas lo antes posible. - Dijo Dryden interrumpiendo a Van. Ambos se alejaron de las dos mujeres hacia un pequeño grupo de personas donde se encontraban la mayoría de los embajadores invitados, entre ellos Samian Tergus, de Daedalus, el voluminoso Vaerek Barbard, de la lejana y fría Bashram, beligerante reino apostado en las mas altas cumbres de Gaea y Kazia, sacerdote guerrero de Freid y guardián del templo de Fortuna.
- Fortuna nos sonríe. - Dijo Kazia al ver a Van Fanel acercarse a ellos. - Es un honor tener al piloto de Escaflowne entre nosotros.
- La alegría es mutua, Kazia. - Él y Van se conocieron durante la Gran Guerra, cuando Zaibach atacó el templo de Fortuna para apoderarse del tesoro de Freid. Fue Kazia el elegido para suceder en el puesto al fallecido Voris. - Hace tiempo que deseo regresar a su hermosa tierra y darle las gracias al rey Zid en persona por la ayuda prestada en la restauración de Fanelia.
- Nuestro señor es el que está agradecido por vuestra ayuda durante la guerra contra Zaibach. Si no fuera por su destreza y valentía en el combate ...
- Dudo que Van Fanel y su Escaflowne fuera el elemento decisivo para la victoria contra Zaibach, mi querido Kazia. - Interrumpió Vaerek, el embajador de Bashram. - Nuestra superioridad técnica y militar hizo posible exterminar a la mitad de la flota enemiga de tan solo un golpe ... - Vaerek aporreó la mesa que tenía a su lado, como si le agradara recordar aquellos momentos en los que la terrible arma de Bashram explosionaba sobre el campo de batalla aniquilando indiscriminadamente a miles y miles de soldados.
- Llevándose consigo numerosos efectivos aliados, muchos de ellos soldados de nuestro reino. - Samian intervino. - Daedalus jamás hubiera aprobado el uso de tales armas de destrucción total contra el enemigo, es algo que ni siquiera se debería plantear.
- Bashram es ahora una potencia gracias a nuestro armamento. Quizás si Daedalus aprendiera de nosotros no tendría problemas frente a las continuas sublevaciones en su reino. - Interrumpió Vaerek a Samian.
- ¡Señores! Hoy es día noche de celebraciones. Mañana podrán discutir de todo lo que deseen durante la cumbre. - Dijo Dryden para atajar cualquier discusión y no estropear la fiesta ...
Las grandes puertas de madera se abrieron nuevamente tal y como lo habían hecho durante toda la noche para que los invitados a la fiesta accedieran a la estancia, pero esta vez fue diferente. Se hizo un gran silencio cuando por ellas entró el embajador de Zaibach, Gosser Názarie. A diferencia de los demás invitados a la fiesta, Gosser no vestía de gala, una imposición no escrita para tal acto. Seguía con su uniforme de general Zaibach, aunque esta vez se aseguró de abrocharse correctamente su cazadora de licra oscura el lugar de llevarla desabrochada para así no parecer impertinente ante los anfitriones.
- ¿Hitomi? ¿Te encuentras bien? - Preguntó Millerna en voz baja.
Hitomi no dijo nada. Seguía con la mirada a Gosser mientras este entraba al gran salón. No había tenido la oportunidad de haberle visto anteriormente tan cerca, pero había algo en él que le inquietaba. Se fijó especialmente en sus ojos, completamente rojos.
"Sus ojos ... su mirada ... su rostro ... es exactamente igual que Dilandau, como si fuera ... su hermano" Hitomi recordó asustada su última visión, la que vio en el jardín del palacio hace unos minutos. "Es él ... estaba junto a Dilandau en mi visión, pero ¿por que esa visión? ¿que significa?"
Gosser se encontraba incómodo ante la situación que había creado sin querer. Todos y cada uno de los invitados querían ver a la persona que había retado al rey de Fanelia y salió victorioso del combate, entre ellos Vaerek, muy aficionado al combate de guymelefs y aunque no mostraba demasiada simpatía por Zaibach, sabía que ante él se encontraba uno de los mas grandes guerreros de Gaea.
- Bashram saluda a un guerrero como usted, embajador. - Dijo Vaerek en señal de respeto.
Gosser ni siquiera quiso percatarse de la presencia de Vaerek y no dándole mayor importancia que la de un gusano. Despreciaba a cualquier Barshramita después de lo sucedido durante la Gran Guerra y sentía un especial odio hacia el embajador de Bashram pues sabía que fue él quien dio la orden de lanzar aquel ataque con armas de destrucción masiva. Vaerek se sintió humillado y ultrajado al rechazar Gosser su atención. El silencio que reinaba en la sala se acentuó aun mas. Van no perdía de vista por un momento al embajador de Zaibach.
- ¡Esta actitud es intolerable! ¿Como se atreve a tratar al emisario de Bashram de tal manera? - Bramó Vaerek indignado.
Gosser se detuvo en seco ante aquellas palabras. Se dio la vuelta y se dirigió muy lentamente hacia el Bashramita con la mirada clavada en él. En el otro extremo de la cámara, el Caballero Celeste Argon, encargado de la seguridad del lugar y temiéndose la reacción del embajador de Zaibach hizo una señal a sus hombres para que le siguieran discretamente.
- Dígame embajador. - La voz de Gosser, tan llena de ira contenida, paralizó a Vaerek, el cual comenzó a sentir un miedo terrible. - ¿Como ha de tratar un Zaibach a un emisario de Bashram? ¿Acaso he de lamer sus sucios pies? ¿O besar sus manos manchadas de sangre? No somos sus esclavos y jamás nos rebajaremos a tal condición, aunque para ello mi reino tenga que sufrir todas las penurias posibles.
Gosser miró a su alrededor para ver como la totalidad de los asistentes a la fiesta miraban estupefactos aquella escena. Se acercó aun mas a Vaerek para decirle algo al oído.
- Si vuelve a dirigirse en ese tono juro que le arrancaré los brazos como un niño le arranca las alas a una mosca y haré todo lo posible para que siga con vida mientras me suplica que le corte el cuello para acabar con su sufrimiento. ¿Lo ha entendido? - Dijo Gosser en voz muy baja con la intención de que solo lo oyera Vaerek.
Dryden observó como Argon y sus hombres se acercaban cada vez mas e hizo una señal como la mano para que se detuvieran. El Caballero Celeste así lo hizo y regresó a su puesto con discreción. Después se acercó a Gosser para recibirle al igual que había recibido personalmente a todos y cada uno de sus invitados, aunque lo hacía mas para tranquilizar la situación y regresar a la normalidad.
- Nos agrada que hay decido acompañarnos, embajador, y también nos alegramos que su herida en el hombro no haya sido de gravedad - Dijo Dryden amistosamente. Los invitados que se encontraban en la sala comenzaron conversar entre ellos normalmente después de presenciar el improvisado espectáculo que les había ofrecido el Zaibach. Vaerek por su parte, decidió alejarse lo mas posible de Gosser durante el resto de la noche.
- Le estoy muy agradecido de todas sus atenciones, majestad. - El tono y la actitud de Gosser cambiaron por completo. Ante Dryden era todo cortesía y educación.- No podía negarme después de concederme el honor de combatir contra Van Fanel en su maravilloso y hermoso coliseo. - Gosser apartó la vista un momento sin mover la cabeza para atravesar con su mirada a Van, que se encontraba justo en frente de él.
Mas y mas personas entraron en ese momento en la sala. Dryden se disculpó ante Gosser ya que tenía que atender personalmente a todos y cada uno de sus invitados, algo que el Zaibach comprendió. Ya solo, aceptó una copa que le ofrecía uno de los camareros. Gosser se tomó su tiempo para beberlo mientras estudiaba con la vista todos los invitados a la cena. Van por su parte, conversaba con Kazia pero le preocupaba mas la presencia del embajador de Zaibach. Se disculpó ante el enviado de Freid y se dirigió ante él. Estaba solo, apoyado sobre una enorme columna de mármol observando detenidamente a los invitados relacionarse unos con otros.
- Intentó matarme ¿no es así?
- ¿A que se refiere, majestad? - Preguntó Gosser con algo de malicia.
- No peleaba por la victoria, sino para acabar conmigo. - Insistió Van.
- Me temo que eso jamás lo sabrá con seguridad. Puede que sea demasiado joven para no poder distinguir entre un combate de exhibición y otro a muerte. - Gosser tomó un sorbo de su copa.
- Aun siendo joven he estado en muchas batallas y he combatido contra decenas de enemigos. Se perfectamente cuando alguien lucha para acabar con la vida su contrincante. - Replicó Van.
- Sabe perfectamente lo que soy y a que orden pertenezco. Si hubiera querido matarle aun estarían celebrando su funeral en Fanelia en su memoria. - Dijo Gosser sarcásticamente mientras continuaba mirando al frente sin aparentemente percatarse de la presencia de Van que se encontraba a su derecha. - No sea estúpido y diviértase con su acompañante. No quiero perder mas el tiempo con usted.
Van no quiso insistir después para no repetir lo que había sucedido con el embajador Vaerek de Basram. así que decidió irse para estar junto a Hitomi.
No muy lejos se encontraba Serena vestida completamente por un hermoso conjunto dorado sin mangas compuesta por una gran falda acompañado por unas finos fundas de color celeste en los brazos llegándole a la parte superior del codo y una pequeña diadema en la frente en la que colgaba un rubí. Junto a ella estaba su hermano Allen vestido con sus habituales vestiduras de Caballero Celeste aunque por esta vez no estaba permitido acarrear con su arma ya que era invitado personal de los reyes. Ambos regresaban después de dar un paseo juntos por una de las terrazas que conectaban directamente con el gran salón donde se celebraba la fiesta
- Mañana es el gran día. ¿No deberías estar en la cama? Es importante tener la cabeza bien despejada antes de un combate.- Dijo Allen.
- Sabes que he entrenado muy duro y estoy segura que ganaré gracias a tus consejos. No debes preocuparte.
- Argon es un gran guerrero y no será fácil vencerle. Se que eres una excepcional espadachín, pero ...
- En el fondo no quieres que participe en el torneo ¿no es así?
- Ya sabes que te apoyaré en todo lo que hagas, pero no me parece bien que luches en tu estado actual. - Respondió Allen rápidamente.
- Lo que hago no es por capricho, hermano. Si puedo usar mis habilidades por el bien de Astria, ten por seguro que haré todo lo posible por conseguirlo. - Serena elevó su mirada y cerró los ojos para intentar recordar. - Recuerdo como quemé gran parte de la ciudad en mi ansia por matar a Van ... disfruté de ello ... me divertí ... y sigo sin poder quitármelo de la cabeza.
- No deberías torturarte así, Serena.
- Todos decís que no fui yo, sino Dilandau, pero tanto él como yo somos una única persona. En el fondo, fue una parte de mi ser lo que me incitó a ello. Tan solo quiero pagar mis deudas de alguna forma ¿y que mejor que la de proteger a mi país?
Ambos hermanos siguieron caminando en silencio por la estancia juntos. Allen no quiso contradecir a su hermana ya que tenía razón en cierto modo.
- ¿A que esperas hermano? - Preguntó Serena.
- ¿A que te refieres? - Contestó Allen. No comprendió lo que quería decirle su hermana.
- ¡No me tomes el pelo! - Serena rodeó con su brazo derecho la cintura de Allen al tiempo que apoyaba su cabeza sobre el hombro de su hermano. - Estás deseando estar junto a la princesa Eries. Se muy bien lo que sientes por ella. - Serena se dio cuenta de como Allen miraba a la princesa que se encontraba conversando junto al padre de Dryden, el rico comerciante Meiden y ahora elegido consejero real.
- No hay nada entre nosotros, si es eso lo que pretendes insinuar, no estaría bien ...
- Recuerdo cuando éramos niños como mentías a nuestra madre cuando yo había hecho alguna travesura con la única intención de protegerme. ¡Fue tantas veces que aprendí todos tus gestos! - Serena rió pero dejó escapar una lágrima al acordarse a su fallecida madre, de la que apenas recordaba su rostro.
- Eries y yo tan solo mantenemos una amistad. Jamás olvidaré su apoyo cuando descubrí tu situación en Zaibach; por eso la estoy eternamente agradecida.
- Se que aun no hay nada entre vosotros, pero la deseas ¿no es así? - Dijo Serena. Pudo oír como el sonido del corazón de Allen se aceleraba y eso le hizo confirmar sus sospechas. Había adivinado los sentimientos de su hermano y este tenía miedo a reconocerlo. - Tienes miedo de amar a otra persona y perderla para siempre, tal y como ocurrió con la princesa Marlene ...
- ¡Serena!
- Se lo que ocurrió entre la princesa Marlene y tú por Millerna ... - Serena agarró con mas fuerza a su hermano. Quería que estuviera lo mas cerca posible de él después de revelarle lo que sabía. - ... incluso me contó también que Marlene tuvo un hijo atribuido al rey Mahad Zar Freid, pero que en realidad es hijo tuyo. Comprendo que sea mejor que Zid no sepa la verdad, pero debiste habérmelo contado.
Allen quedó estupefacto después de saber que su hermana conocía la existencia de su sobrino. Serena le soltó, tomó las manos de su hermano con las suyas y le miró fijamente a los ojos.
- No te enfades con Millerna, hermano mío. Ella pensó que tal vez era lo mejor ya que al fin al cabo es mi sobrino. Tan solo siento que no tuvieras el valor suficiente para contármelo.
Allen también la miró a los ojos. Supo entonces de su error.
- Serena, tienes un hermoso sobrino fruto de mi relación con la princesa Marlene. - Allen levantó las manos de su hermana y las besó suavemente. Sabía que ya era tarde, pero al menos tenía la obligación de decírselo en persona. - Espero que algún día puedas conocerle.
Serena no dudó un instante en abrazar a Allen con todas sus fuerzas, no solo en agradecimiento a sus sinceras palabras, sino también como muestra de apoyo ya que sabía lo doloroso que resultaría para su hermano recordar a Marlene.
- Y ahora, querido hermano, prométeme que harás todo lo posible por ser feliz.
- Ya soy feliz teniéndote junto a mi.
- Pero no es la misma felicidad que puede darte otra mujer que no sea tu hermana. Sería muy dichosa si conocieras a alguien a la que puedas amar de verdad. Dime ... ¿lo harás?
Allen no quería contestar. Hacerlo significaría admitir sus sentimientos hacia Eries.
- ¡Hermano!
Esta vez fue Allen el que besó en la mejilla a su hermana despidiéndose para estar junto a Eries. Al fin había sido sincero con ella.
Los músicos comenzaron a tocar una hermosa melodía que invitaba a ser bailada. Durante el baile, Serena pudo observar como prácticamente todos los invitados se unieron con sus respectivas parejas. Hitomi bailaba junto a Van de manera algo torpe. Pudo leer en el rostro de su amiga que había algo que le inquietaba, pero hacía todo lo posible en no preocupar a Van. También pudo ver como Allen y Eries bailaban también bajo la mirada atenta de Millerna, que no perdía de vista a su antiguo amor. Todos bailaban excepto Gosser. Seguía quieto, distante, como estudiando la situación ante la inminencia de un ataque del enemigo, algo absurdo en este caso, pero daba toda esa impresión. Serena no pudo evitar observarle durante un buen rato. Cada vez que el Zaibach le dirigía la mirada la apartaba rápidamente al ver como ella también le miraba. Algo en su interior le impulsaba a estar junto a él y por alguna razón que no comprendía, Gosser intentaba evitarla.
- ¿Se divierte, embajador? - Le dijo Serena a Gosser. Estaba claro que no lo hacía, pero lo que dijo era tan solo para iniciar la conversación.
No respondió, simplemente no quiso hacerlo. Estaba visiblemente nervioso ante la presencia de Serena.
- ¿Por que no sale a bailar? Estoy segura que será mucho mas ameno que quedarse aquí durante toda la noche.
Tampoco hubo respuesta. Era como hablar con la pared. Ni tan siquiera giraba su cabeza para que pudiera ver su rostro, oculto detrás de su larga melena.
- ¿Que tal si me concede este baile, embajador? - Serena fue directamente al grano. No era costumbre en Astria que una mujer pida la iniciativa para bailar.
- Me dijo que yo era el ser mas obstinado que había visto. Supongo que jamás se ha mirado al espejo, señorita Schezar. - Dijo al fin Gosser, incluso con un cierto tono de humor que sorprendió a Serena.
- ¡Viendo como es usted, ese comentario puede resultar incluso gracioso! - Dijo Serena entre risas.
Gosser sonrió ligeramente al escuchar a la joven Schezar para volver casi inmediatamente a su habitual forma de ser. Serena, al ver como sus palabras eran en vano agarró por el brazo para intentar arrastrarlo con ella a la zona de baile, pero el Zaibach se resistía.
- Quisiera estar solo, señorita. - Dijo Gosser mientras hacía esfuerzos no demasiado bruscos para hacer que Serena le soltara el brazo hasta que lo consiguió.
- Jamás he visto una actitud tan retrógrada. ¿Teme que le haga daño, embajador?
"Temo volver a hacerte daño, Serena" Pensó el embajador, pero tales palabras no llegaron a salir de su boca.
- Le agradezco su interés, pero hay muchos hombres que desearían bailar con usted esta noche y disfrutar de su compañía. ¿Por que insiste tanto, señorita? - Gosser decidió al fin mirarla. No solo quería evitar que le reconociera, también le resultaba duro estar tan cerca de Serena después de tanto tiempo, después todo lo que había ocurrido. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo hermosa que era. - ¿Por que le parezco diferente a los demás?
- No lo se ... desde la primera vez que le vi, en el coliseo ... es algo extraño. - Serena le miró fijamente a los ojos. No sabía por que, pero le eran familiares. - Tuve una extraña sensación al verle junto a aquel guymelef que pilota, no sabría explicárselo ...
Lo dicho por Serena alertó a Gosser que inmediatamente y sin mediar palabra quiso alejarse lo mas posible de aquel lugar saliendo de la gran sala por una de las puertas que conectaban directamente con la terraza ante la atónita mirada de Serena, que no se explicaba del errático comportamiento del embajador de Zaibach.
- Permítame decirle que hoy está radiante, señorita Schezar. - Dijo una voz que Serena reconoció inmediatamente. Se giró y ahí estaba Argon. - Ni tan siquiera el fulgor que desprende nuestro querido Sol sería capaz de eclipsarla. El Destino ha escuchado mis súplicas y me honra con su grata presencia es esta fiesta.
- Muchas gracias Caballero de Rytia. - Contestó Serena ante los pomposos, nada originales e incluso molestos halagos del Caballero Celeste. Miró de nuevo a Gosser, pero ya no se encontraba en el gran salón. Esto apenó a Serena, pero decidió desistir en sus intentos.
- Me preguntaba si tendría el honor de concederme el primer baile de la noche.
- Creía que estaba encargado de la seguridad esta noche, Argon.
- Así es, pero mi misión es también la de pasar lo mas desapercibido posible para no molestar o inquietar a los invitados. ¿Que mejor manera que bailar con la mujer mas hermosa de Palace?
Serena aceptó el baile con Argon aunque hubiera preferido cualquier otra persona. No le desagradaba, sin embargo, no era precisamente el hombre con el que desearía estar. Afortunadamente para ella, la canción no era lenta, por lo que evitó la incómoda situación de tener que acercarse demasiado a Argon creando falsas esperanzas.
Mientras tanto, Hitomi bailaba junto a Van. Le costó adecuarse al ritmo desde un principio pero el ritmo era siempre el mismo y no le costó aprender los pasos sacrificando algunos momentos en los que se sentía casi ridícula al bailar con la misma elegancia que la de un pato, y quizás algún que otro pisotón a Van que este aguantaba como podía.
- Jamás hubiera esperado esto de ti, Van.
- ¿A que te refieres? - Dijo Van mientras seguían bailando al ritmo de la repetitiva canción, pero se divertía. Ambos se divertían.
- Ni en mis peores sueños hubiera esperado verte bailar. - Bromeó Hitomi. - No, de verdad ... bailas muy bien.
- Hay muchas cosas que desconoces de mi. Durante este último año he dejado atrás la guerra para centrarme en mi gente. Fanelia necesita ahora mas que nunca una nueva era de paz.
- ¿Y por el bien de tu reino has aprendido a bailar? - Hitomi sonrió.
- Así es. - Van le devolvió la sonrisa.
- Me alegro mucho por ti. Estoy segura que Folken estaría orgulloso de todo lo que haces por Fanelia, al igual que tus padres ... - Hitomi observó como el rostro de Van cambió por completo al recordar a sus padres. - ... perdóname, Van. No debí ...
- El vestido que llevas perteneció a mi madre, era su favorito - Dijo Van mirando con dulzura a Hitomi. No estaba enfadado con ella, ni mucho menos.
- ¡Van! De verdad, no sabía ...
- No te preocupes. Ella siempre me decía cuando no era mas que un niño que lo que mas deseaba en el mundo es verme junto con la mujer que amase. Murió mucho antes de yo conocerte, pero su sueño se ha visto realizado al estar junto a mi. Verte vestida así hace que parte del espíritu de mi madre resucite en mi interior. - Las palabras de Van emocionaron a Hitomi. - Me recuerdas mucho a mi madre.
- Gracias, Van ...
"¿Acaso eres tu la chica de la Luna de las Ilusiones?" Dijo una fantasmagórica voz que provenía de la nada interrumpiendo y asustando a Hitomi.
"Otra vez tú. ¿Quien eres?" Pensó Hitomi. Sabía que aquella extraña voz la oiría.
"¿Es capaz la chica de la Luna de las Ilusiones de cambiar el pasado de las personas?" Insistió aquella voz.
- ¿Te encuentras bien? ¿Ocurre algo? Hitomi ... -Preguntó Van al observar el rostro de preocupación de la joven. Esta no respondió, estaba concentrada en localizar el origen de aquella extraña voz.
Hitomi miró a su derecha, pero había demasiada gente para estar segura de la fuente de tanto dolor. La misteriosa voz la volvió a llamar, esta vez parecía algo mas lejana, se alejaba. Sea lo que sea el origen de todos esos lamentos estaba en aquella sala, y se alejaba. Hitomi volvió a mirar aun mas a la derecha y pudo ver como el embajador de Zaibach se dirigía a una de las puertas que daban con la terraza. En ese mismo momento tuvo un extraño presentimiento.
"¿Podría ser él? ¿El embajador?"
- ¡Hitomi! - Insistió Van.
- ¡Eh! ... Perdona Van, estaba pensando ... ¿me disculpas un momento? tengo que salir al balcón ...
- ¿Te ocurre algo? Pareces consternada.
- No ... supongo que será el vino ... ya sabes que se me sube muy pronto a la cabeza ... - Respondió torpemente con una sonrisa. - Enseguida se me pasará, no te preocupes, enseguida vuelvo.
Hitomi se alejó de Van haciendo un gesto con la mano indicándole que enseguida regresaría con él. Atravesó una de las grandes puertas rectangulares de cristal atravesando apartando también una gran cortina roja para encontrarse en un enorme mirador con una majestuosa vista al puerto de Palace y en todo lo alto, La Tierra brillando como jamás había brillado. Era un enorme corredor de decenas de metros de suelo embaldosado con hermosos azulejos azules formando entre ellas una figura parecida a las olas del mar repitiéndose el mismo esquema cada dos metros. A uno de los lados, mirando silenciosamente al horizonte, se encontraba Gosser, apoyado con sus brazos en la barandilla. Hitomi se acercó hasta que el Zaibach advirtió su presencia. Giró levemente la cabeza para ver de quien se trataba.
- ¿Puedo ayudarla en algo, señorita? - Preguntó fríamente.
- No ... tan solo paseaba ... - Contestó tímidamente Hitomi.
Gosser se incorporó mientras seguía observando a la joven. Por la manera de vestir, dedujo que se trataba de una joven perteneciente al reino de Fanelia. Supuso que se trataba de la muchacha que vio junto a Serena en los pasillos del palacio.
- Es la prometida del rey Fanel ¿no es así?
- ¿Prometida? ¿Quien le ha dicho eso? - Hitomi se sonrojó. Aquella palabra implicaba muchas cosas para ella.
- En realidad nadie, pero la expresión de su rostro me ha confirmado lo que sospechaba. ¿Puedo saber su nombre?
- Hitomi Kanzaki. - Respondió ella con algunas dudas.
- Gosser Názarie a su servicio, señorita Hitomi. - Dijo el embajador de Zaibach cortésmente. - He de suponer que no es originaria de Fanelia ya que el rey tiene terminantemente prohibido casarse con un súbito suyo.
- ¡Yo no voy a casarme con Van! - Aclaró Hitomi.
- Entiendo, es ... su compañera. - Gosser sonrió. - ¿Puedo ayudarla en algo? No insista en que tan solo ha venido a tomar el aire, por favor, no soy idiota. Hace un momento un comerciante vino a hacer lo mismo y desistió al ver como tendría que hacer compañía a una sabandija como yo. Para el resto del mundo, Zaibach es el gran enemigo a exterminar, como usted ya sabrá.
Las palabras de Gosser eran muy duras, pero llenas de sinceridad. Toda Gaea despreciaba a Zaibach por ser el causante de la Gran Guerra.
- En realidad ... - Hitomi dudó por un momento. Ya no creía que aquella voz proviniese del embajador de Zaibach. Tal vez se había equivocado de persona. - ... quería darle las gracias.
- ¿Perdone ...? - Dijo extrañado Gosser. Era la primera vez que alguien le daba las gracias por algo, aun sin saber las razones de tal agradecimiento.
- Puede que le parezca una tontería. Se que aquel duelo en el coliseo era tan solo de exhibición, pero comprenda que el tiempo que duró el combate me pareció eterno ya que temía que Van saliera malherido. Por un momento incluso creí que moriría, y yo con él ...
- No se preocupe. Se lo que es creer perder a un ser querido. - Señaló Gosser. Comprendía a Hitomi ya después de su terrible experiencia. El también creyó haber perdido a un ser querido, en su caso a Serena. Tuvo que vivir todo un año con aquella pesada carga en su alma, nada comparado con aquel instante que se refería Hitomi, pero aun así será algo que jamás olvidará. - Es una sensación realmente terrible. Tan solo espero que sepa perdonarme después de lo que la he hecho sufrir.
- Ya ha sido perdonado. - Dijo Hitomi.
- Es agradable saber que existe un corazón como el suyo, señorita Kanzaki. Desgraciadamente, es una virtud que no se suele dar en estos oscuros días. Debería regresar al baile antes de que su prometido ... - Gosser se pensó mejor sus palabras para no alterar a Hitomi. - ... quiero decir, su acompañante, le eche de menos.
Hitomi comprendió las intenciones de Gosser. Deseaba estar solo, y después de tales palabras llenas de amabilidad, no podía negarse. Se despidió de él y se dirigió al interior del palacio. Cuando giró el pomo de una de las puertas de cristal sintió algo extraño en su espalda, una especie de escalofrió que recorrió todo su cuerpo.
"Ayúdame" La voz regresó. Hitomi se giró rápidamente y allí estaba Gosser contemplando de nuevo el horizonte. Ya no había duda, era él quien pedía ayuda, pero parecía no ser consciente de ello.
"Eres Gosser ¿no es así? ¿Que quieres de mi?" Preguntó mentalmente Hitomi a la voz.
"Eres la joven de la Luna de las Ilusiones. Posees el poder de cambiar el fututo. ¿Eres igualmente capaz de cambiar el pasado de las personas?"
"¿Cambiar el pasado? ¿Por que?"
"Evitar hacerle daño a las personas queridas. Evitar su sufrimiento".
Todo se volvió oscuro. Tanto el palacio como la ciudad desaparecieron por completo. De repente se hizo de día, un día con el cielo completamente encapotado apunto de descargar una fuerte lluvia sobre la tierra. Estaba en mitad del campo. Junto a ella había un gran árbol, un roble. El sonido del viento moviendo con fuerza las ramas del árbol era el único que podía oírse, hasta que el llanto de una niña la alertó. Hitomi rodeó el árbol para encontrarse con una niña de unos cinco años arrodillada en el suelo. Tenía las manos puestas en los ojos intentando contener sus lágrimas. Estaba llorando.
- Pequeña ¿que haces aquí? - Hitomi tendió la mano para ayudarla a levantarse, pero atravesó su cuerpo como si de una nube se tratara.
Un sonido de cascos la alarmó. Cerca del árbol había un pequeño camino libre de hierba que atravesaba la totalidad del campo. Era un jinete. Un joven soldado enfundado en un uniforme de Zaibach, compuesto por un gran peto de metal y un casco completo cubriéndole completamente el rostro. El llanto de aquella niña llamó la atención del soldado aproximándose con su caballo al roble. La niña, al ver a aquel hombre acercarse paró de llorar ya que tenía la esperanza de ayudarla a encontrar a su hermano y se secó las lágrimas con sus manos. Fue en este momento cuando Hitomi vio su rostro. Era Serena.
El hombre bajó lentamente del caballo y observó a Serena. La esperanza de la niña pasó al miedo al ver el rostro de aquel hombre al quitarse el casco. Sus ojos y la dureza de su mirada la aterrorizó tanto que rompió a llorar desconsoladamente. Aquel soldado parecía estar desposeído de cualquier atisbo de sentimiento humano. De mirada fría como el hielo, se acercó a Serena mientras esta se arrastraba por el suelo hacia atrás llevada por el pánico. Por alguna razón estaba presenciando el momento en el que Serena era raptada por Zaibach, pero seguía sin comprender su relación con Gosser, pero entonces una terrible duda se apoderó de ella. Hitomi se acercó a aquel misterioso hombre para observar mejor sus rasgos. Fue entonces cuando la terrible verdad la golpeó con dureza. En un abrir y cerrar de ojos, Hitomi volvió a estar en Palace.
"Fuiste tu. Tu raptaste a Serena. Ese es el origen de tu aflicción" Dijo Hitomi sin pronunciar las palabras. Sabía que aquella voz podía oírle.
"¿Comprendes ahora mi dolor? Soy el responsable del mal causado a Serena. Fue ella la que me abrió los ojos ante el mundo. Fue ella quién me libero de mi prisión de odio donde aprendí a despreciar a todo ser viviente. Me dio una razón para vivir, pero a un precio demasiado alto."
"¿Que puedo hacer para ayudarte? Tan solo soy una niña"
" Durante la Gran Guerra se decía que había una niña venida de la Luna de las Ilusiones capaz de modificar a voluntad el destino. Una niña cuyos poderes rivalizaban incluso entre los dioses. Una niña capaz de hacer cumplir cualquier sueño, modificar el futuro ¿pero eres capaz de cambiar el pasado?"
"Serena se encuentra ahora bien, junto a su hermano, junto a sus seres queridos. Ella es ahora feliz"
"Pero el dolor la acompañará por siempre, así como su rencor hacia el rey de Fanelia. Cambia mi pasado. Mátame antes de que la rapte, evita mi nacimiento. Solo así Serena no sufrirá mas"
Hitomi se horrorizó. ¿Es tanto el dolor que siente que preferiría no haber nacido con tal de proteger a Serena?
"No puedo ... no puedo hacer lo que me pides ..."
"No, nadie puede cambiar el pasado de las personas" Y la voz desapareció.
Hitomi siguió mirando a Gosser. Seguía observando el horizonte, donde las estrellas nacían para tomar el firmamento. Era consciente de sus acciones, incluso de sus sentimientos hacia Serena, pero era una extraña fuerza interior la que se comunicaba con ella suplicando su ayuda. Ambos, aunque independientes una de la otra, compartían una mismo alma, y por lo tanto, las mismos emociones. Hitomi dio un paso atrás tropezando con la puerta de cristal. En ese momento, Gosser se dio cuenta que aun no se encontraba solo.
- ¿Le ocurre algo, señorita Kanzaki? - Preguntó Gosser. - No tiene buena cara.
Gosser tenía razón. Hitomi no sabía que pensar después de lo que había descubierto. Por una parte, el Zaibach era el responsable de gran parte del sufrimiento de Serena, pero había en él un gran arrepentimiento. Mientras tanto, esta no contestó a la pregunta de Gosser y se apresuró a abrir la puerta y acceder al interior de la estancia. Necesitaba estar junto a Van ahora mas que nunca.
...
- Señorita Serena. - Dijo el Caballero Celeste De Rytia. - La veo algo nerviosa.
- Supongo que si, Argon. Ya sabe que mañana, uno de los dos será elegido Capitán de la Guardia Real Aston. - Contestó Serena mientras seguía bailando.
- Todavía no comprendo por que está empeñada en combatir por el puesto. La he visto combatir y he de admitir que su maestría con la espada es digno de mención para una mujer ...
- Y para un hombre. - Interrumpió Serena. - Recuerde que he salido victoriosa de duelos incluso contra Caballeros Celestes, al igual que usted.
- Arrone y Binias deberían de avergonzarse por haber levantado un arma contra una mujer ...
-En un torneo, Argon. - Volvió a interrumpir Serena. - Arrone y Binias se comportaron como unos caballeros cuando combatí contra ellos. También pensaban, al igual que usted, que una mujer no estaba hecha para el combate y admitieron su error.
- La función del hombre ha sido por siempre la de proteger a la mujer de cualquier amenaza. Su intención de convertirse en Capitán de la Guardia Real iría en contra de los mandatos de la caballería. - Explicó Argon a Serena, que no creía lo que estaba oyendo. - Sería algo antinatural.
Serena explotó después de escuchar las últimas palabras de Argon. Se apartó de un golpe del Caballero Celeste.
- Es una pena que piense de esa manera, Argon. Ni siquiera merece la categoría de caballero.
Serena dejó solo a un atónico Argon y se dirigió a una de las puertas del balcón abriéndola violentamente. Gosser, que allí se encontraba observando plácidamente las estrellas y la Luna de las Ilusiones le sorprendió ver como una mujer abría de tal manera la puerta. De ella salía Serena visiblemente enfurecida. Cerró la puerta aun mas impetuosamente haciendo que algunos invitados se preguntaran si era posible que hubiera tormenta en una noche tan despejada mientras que la mayoría, los que habían visto de cerca lo ocurrido, comentaban como una chica de apariencia tan dulce era capaz de comportarse de esa manera.
Gosser se escondió discretamente detrás de una columna cercana para observar a Serena. Parecía realmente enfadada. No se arrepintió de lo que había hecho y caminó por el largo pasillo de la terraza a una de las numerosas puertas que daban con el interior del castillo. Por una parte, Gosser deseaba estar al margen de todo, era mejor dejar las cosas tal y como están, por mal que ya estuvieran, pero otra parte de él mucho mas fuerte deseaba estar junto a ella, así que decidió seguirla, aunque sabía que mas tarde se arrepentiría de sus acciones, tal y como ha estado haciendo estos últimos diez años.
Serena bajó dos pisos por una gran escalera de piedra hasta llegar a una gran sala que en realidad era un cruce de dos grandes pasillos. Detrás de ella, Gosser avanzaba despacio y silencioso, tanto como la neblina del mediodía aunque no hacía grandes esfuerzos para pasar desapercibido. Al llegar al cruce de caminos que Serena había atravesado hace unos instantes, algo alertó a Gosser. Por un momento creyó ver una extraña y borrosa silueta a unos metros delante de él. Parecía una especie de espectro, moviendo el aire de su alrededor distorsionando el campo visual en el lugar de donde se encontraba como si de un muro de agua se tratase. Gosser agitó ligeramente la cabeza y cerró con fuerza los ojos y luego abrirlos para asegurarse que no se trataba de ninguna alucinación, posiblemente provocada por la bebida ingerida durante el baile. Aquella extraña visión desapareció.
No le dio mayor importancia a lo sucedido y avanzó por el pasillo unos metros hasta que escuchó el sonido de una espada golpear contra un objeto metálico. Esto le asustó así que decidió avanzar mas rápidamente. El sonido provenía de una habitación de toscas puertas de madera dobles entreabiertas. En su interior, Gosser pudo ver a Serena golpeando con una cimitarra a algo lejanamente parecido a un muñeco de madera con una abolladísima armadura que supuestamente representaba a un hombre. Este muñeco estaba montado en una especie de rueda giratoria con lo que por cada golpe recibido giraba sobre si mismo un ataque del mismo con sus brazos de madera. La estancia se trataba de una de los numerosos cuartos de armas utilizado para almacenar gran cantidad de artefactos de guerra y armaduras además del equipo mas diverso. Era una habitación de aproximadamente diez metros de lado con repleta de armas, desde hachas de mano y lanzas dobles hasta espadas bastardas pasando incluso por ballestas y pivotes de punta de energiste.
- ¿Quién anda ahí? - Serena detuvo su entrenamiento. Sabía que alguien estaba junto a la puerta de entrada. Gosser no tuvo mas remedio que salir al ser descubierto. No tenía desde un principio entablar una nueva conversación con Serena, pero ya era inevitable. - Embajador ... ¿que hace usted aquí?
- Tan solo quería disculparme por mi comportamiento, señorita Schezar. - Contestó él. - La vi salir del baile tan alterada que me horrorizaría pensar que su actitud tiene algo que ver con mi conducta. - Observó la manera de agarrar la cimitarra. Exactamente igual de como lo hubiera hecho Dilandau. Le asustaba pensar que aun había algo de aquel sanguinario monstruo en ella.
- No se preocupe, no es por usted. - Serena bajó el arma. - Últimamente soy muy susceptible a ciertos temas, embajador, pero afortunadamente no tiene nada que ver usted con ellos.
- Ya veo. - Gosser se fijó en el rudimentario muñeco de madera. - Y es aquel pobre maniquí el encargado de aliviar sus penas a base de golpes de sable. - Dijo Gosser sarcásticamente.
- Se equivoca. - Serena no pudo evitar sonreír ante el comentario del Zaibach. - Mañana es un día importante ya que se designa al Capitán de la Guardía Real Aston al vencedor de un torneo entre los que participan algunos de los mejores guerreros de Astria.
- ¿Un torneo? ¿Pretende decirme que participa en él? - Preguntó Gosser frunciendo el ceño.
- ¿Hay algún problema con respecto a eso? Ha de saber que ya he derrotado a dos Caballeros Celestes. - Dijo Serena orgullosa de ello. - La última persona que me dijo que no hay lugar en la guerra entre las mujeres estuvo cerca de recibir un sonoro puñetazo. Quizás usted no tenga la misma suerte.
A Gosser le hizo gracia la impetuosidad de Serena. Jamás lo hubiera esperado de ella.
- Comprenda que no es común ver mujeres llevando un arma en sus manos, aunque supongo que los tiempos cambian para bien.
Hubo un gran silencio solo interrumpido por el canto de los grillos. Ambos se quedaron mirando fijamente hasta que Gosser decidió terminar con la conversación. Aunque deseaba continuar con su compañía, sabía que estaba mal estar junto a Serena después de todo por lo que la había hecho sufrir. Además, podría recordarle en cualquier momento y eso era un riesgo que no estaba dispuesto a correr.
- Ha sido un placer conversar con usted. - Dijo Gosser mientras se dirigía a la puerta.
- ¡Espere! - Grito Serena. - Por favor, ayúdeme.
Gosser se detuvo.
- ¿Como dice? - Preguntó extrañado. - ¿Que puedo hacer por usted?
- Se que usted es un gran guerrero de Gaea, al igual que el maestro de mi hermano. Si no le importa, me gustaría combatir contra usted. - Eso era lo que quería Serena, pero también quería estar mas tiempo junto a Gosser, aunque sea combatiendo. - Cualquier cosa sería mejor que luchar contra un muñeco de madera.
El Zaibach se lo pensó detenidamente, pero no pudo negarse. Sin decir ni una palabra echó un vistazo a las armas ahí expuestas fijándose especialmente en una espada bastarda finamente adornada con símbolos de la casa Aston. La agarró por la empuñadura sacándola de la vaina clavada en la pared.
- Prepárese. - Dijo Gosser. - No espere que por ser una mujer voy a darle facilidades.
- Debería ser yo la que le debiera dar facilidades por ser usted un hombre. - Bromeó Serena. - Espere un momento ... - Serena soltó su espada para así quitarse la falda con mayor facilidad. Debajo de ella llevaba unos finos pantalones oscuros mas apropiados para el combate para después volver a recoger la espada.
Ambos se pusieron en guardia esperando el ataque de su oponente. Serena movió ligeramente el arma con su mano derecha para adaptarse a su posición mientras que Gosser trataba de encararse junto enfrente de su adversaria. Pensó que, si algo se parecía Serena a Dilandau, ella sería la primera en atacar, y así fue. Serena cargó con su espada en alto pero Gosser detuvo el golpe con la empuñadura de su espada adivinando sus intenciones. Hubo un ligero forcejeo pero la superior musculatura del general del Zaibach obligó a retroceder a la joven Astriana.
- Pierde demasiado tiempo en colocar la espada en posición. Intente mover el arma con su muñeca, no con el brazo. - Dijo Gosser.
Esta vez fue él quien inició el ataque. Con un confuso movimiento de piernas hizo que Serena perdiera momentáneamente la concentración. Esto lo aprovecho el Zaibach para desarmar el brazo derecho de su adversaria con un leve golpe con la hoja de su espada en la mano de Serena procurando no herirla en el intento. Serena se apartó en el último momento con un ligero movimiento e intentó arrebatar la espada de Gosser con un fuerte golpe en la hoja del arma. Así lo hizo. Golpeó con tremenda fuerza la espada bastarda pero no consiguió su objetivo. El embajador era mas fuerte de lo que pensaba, aunque faltó poco para conseguir su propósito.
Gosser estaba sorprendido por lo que acababa de hacer Serena, pero aun así no le había derrotado. Retrocedió un paso y lanzó un rápido golpe a la cimitarra de la joven haciendo que esta saliera disparada clavándose en una de las grietas de la pared.
- Viendo como lucha no me extraña que haya vencido a dos Caballeros Celestes. - Gosser se acercó a la espada de Serena. Estaba firmemente clavada en la pared. La sacó haciendo un pequeño esfuerzo apoyando su pie contra la el muro. - Pero no sabe predecir los movimientos de su adversario y eso podría resultar mortal en un futuro. Debe aprender.
Gosser le dio la espada a Serena.
- Lo que usted dice parece fácil, pero no lo es en la práctica. - Dijo Serena.
- Puede que esté algo confundida, pero con el tiempo aprenderá a hacerlo ...
- No habría problema si el combate no fuera mañana. Mi rival no es como los otros Caballeros Celestes a los que he vencido. Se trata de uno de los mejores guerreros de su orden.
- Entiendo. - Gosser alzó su espada viéndose reflejado en su hoja. - Fíjese bien en sus ojos. Estos le dirán todo lo que necesita saber acerca de su oponente, incluso mas.
Un soldado entró en la sala. Parecía estar buscándole durante un largo tiempo.
- Embajador. Debe acompañarme inmediatamente.
- ¿Ocurre algo? - Preguntó Gosser.
- Sus hombres han sido arrestados por causar altercados en una posada del centro de la ciudad. Le agradecería si tuviera en honor de acompañarme.
Gosser se maldijo a si mismo temiendo que lo que habrían provocado sus hombres. Debió ser mas específico al darles la orden de "divertirse".
- Ha sido un honor combatir con usted, señorita Schezar. Le deseo toda la suerte del mundo para que vea cumplirse sus sueños.
- Embajador ... no se si sus obligaciones se lo impedirían, pero le estaría eternamente agradecida si asistiera mañana al torneo. Estoy segura que con su presencia la suerte se fijará en mi. - Dijo Serena. Tenía la esperanza de volver a ver a Gosser.
- No dude que allí estaré.
Serena vio como el embajador se alejaba cada vez mas de ella acompañado por el soldado astriano. Fue en ese momento cuando tuvo una extraña sensación. La fría habitación se convirtió en un verde jardín mientras que el gris techo se abrió por completo para mostrar así el azul del cielo mientras ella se veía vestida con una ligera tela de color celeste movida por el viento. Volvió a mirar a Gosser instantes antes de desaparecer por una de las puertas. En el eterno tiempo que dura un parpadeo, un gran torrente de recuerdos y sentimientos inundó la cabeza de Serena.
" Te prometo que volveremos a vernos cuando termine esta maldita guerra" Serena recordó las palabras de Gosser en el instante de despedirse de ella en la fortaleza de la región de Cafidia, en Zaibach.
"Gosser, tu ..."
...
- Decidme ¿valió la pena?
- ¿A que se refiere, señor? - Preguntó Kiter con la boca dolorida.
- Mas de una treintena de personas arrasando un pequeño local y me dicen que los responsables del tumulto fuisteis vosotros dos. - Respondió Gosser. - Tenéis suerte que el rey Dryden haya sido benévolo con vosotros, incluso él acarreará con los gastos, aunque si por mi dependiera os lo descontaría de vuestro sueldo.
- Mi general ... actuamos en defensa propia. - Intervino Dales. Llevaba una pequeña venta en la cabeza y cojeaba algo.
- ¡Defensa propia! ¡Eso tiene gracia! Os recuerdo que una taberna ha sido reducida prácticamente a astillas y acusan formalmente a Zaibach de lo sucedido.
- Señor, le juro que es la verdad ... - Dijo Kiter.
- No he dicho en ningún momento que mintierais. Como vuestro general estoy obligado a responder por mis hombres. Eso incluye confiar en vosotros por muy difícil que me lo pongáis. - Gosser y sus hombres siguieron caminando por los largos pasillos.
Al fin llegaron a sus habitaciones después de recorrer un largo camino por el enorme palacio. Los tres Zaibach deseaban mas que nunca descansar después del duro día que se les había presentado, especialmente Kiter y Dales. Una buena descanso no les haría ningún mal a sus doloridos huesos. Dales fue el primero en sacar su llave del bolsillo, lo único que no le confiscaron los soldados en el momento de detenerlos para entrar rápidamente en la habitación y cerrar con fuerza. Kiter tardó algo mas ya que no encontraba su llave. Gosser comenzaba a impacientarse. Quería asegurarse que acataban sus ordenes de permanecer encerrados en sus habitaciones hasta nueva orden.
"Como si fueran unos malditos niños" Pensó.
La paciencia de Gosser llegó a un límite. Se acercó a la habitación de Kiter, sacó del interior de su chaqueta un enorme sai y apoyó la afilada punta de aquella arma de tamaño de una espada corta especializada en detener ataques del oponente. Entonces con un fuerte golpe en la empuñadura hizo que el arma se introdujera en el cerrojo para hacer saltar el mecanismo. La puerta se abrió limpiamente, aunque Dryden debería de realizar mas gastos inesperados comprando una cerradura nueva.
- ¿Que demonios pasó en Palace? - Preguntó Gosser antes de que Kiter entrara en su habitación.
- Señor, Dales no tiene la culpa. Una de las camareras de la taberna estaba siendo acosada por uno de los clientes y yo salí en su ayuda. Si no fuera por la intervención de Dales posiblemente ahora estaría muerto, pero aun no sabemos la razón por la que se armó esa tangana, supongo nosotros encendimos la mecha.
- De manera que os metéis en tal lío solo para proteger a una mujer. - Resumió Gosser.
- Así es, señor. - Dijo sumisamente Kiter.
- ¿Como está ella? - Preguntó Gosser. Quería interesarse por la salud de la joven.
- Se ... se encuentra bien, señor.
Gosser se sintió orgulloso de sus hombres por lo que hicieron pero no quiso admitirlo, no delante de ellos. Les sería menos manejables si se ablandara ante sus soldados. Le ordenó descansar todo lo que pudiera ya que tenía el presentimiento que el siguiente día sería mucho mas duro que este.
Ya en su habitación, el joven general de Zaibach se acostó en su amplia cama extendiendo los brazos y mirando al techo sin molestarse en quitarse su uniforme. Por primera vez en mucho tiempo tuvo la extraña sensación que el sueño no tardaría en encontrarle. Durante este último año había aprendido a dormir apenas unas pocas horas al día debido a las constantes pesadillas que debía soportar. En todas ellas aparecía Serena cayendo a un vacío sin fondo sin él poder hacer nada, pero esta noche no iba a ocurrir. Algo le decía que esta vez, iba a soñar, pero no fue así. En mitad de la noche se despertó súbitamente. Miró a la ventana para ver como la Luna de las Ilusiones se ponía por el horizonte. Gosser se levantó para observarla con mayor detalle mientras una terrible duda le rondaba por la cabeza, algo que le tenñia preocupado desde que llegó a Palace.
"¿Que demonios trama el Consejo de Chamanes?"
