VIII. El último día en el Edén.

Era el momento de la cumbre. Los representantes de los países participantes en la Gran Guerra se reunieron en un palacete a las afueras de la ciudad como medida de seguridad. Era un pequeño palacio utilizado anteriormente como residencia de verano de fallecido rey Aston, cuidadosamente construido sobre un acantilado justo al lado del mar ya que el antiguo monarca disfrutaba con el sonido del crepitar de las olas. El palacio era de forma cuadrada, edificado sólidamente mediante grandes bloques de mármol blanco. En el centro se encontraba los aposentos del rey además de las habitaciones para los eventuales invitados de entre los cuales se encontraban normalmente a los comerciantes mas adinerados de Astria, y un gran salón de forma heptagonal con un gran cristal en el techo además de numerosas vidrieras y ventanas, una a cada lado de la gran sala, utilizado para celebrar los actos festivos y grandes cenas. Era ahí donde se reunieron los enviados de Ezgardia, Bashram, Daedalus, Zaibach y Freid, además de los mismísimos gobernantes de Fanelia y Astria. Cada uno de ello tenía derecho a estar acompañado por dos soldados a modo de escolta aunque esto era nada mas que una formalidad ya que la seguridad estaba completamente garantizada. Lorel y un soldado de Fanelia llamado Cleod, de cara y cuerpo esquelético y de pocos amigos aunque tan leal a Fanelia como su propio general, acompañaban a su rey. Estos vestían con la típica armadura de samurai de Fanelia, aunque Lorel prefirió enfundarse su antigua pero eficaz armadura perteneciente a su padre, recién pulida para tal acto. Dryden también llevaba escolta, compuesto por dos de sus mejores guerreros, Allen Schezar y Arrone Lyanet, ambos Caballeros Celestes. Dryden decidió no convocar a Argon ya que comprendió que era preferible dejarlo descansar antes del torneo que se celebrará después de esta primera reunión. Mientras tanto, Gosser Názarie, estaba siendo escoltado por Kiter y Dales, aunque mucho de los asistentes pensaron, con humor, que era el embajador de Zaibach quien escoltaba realmente a sus hombres, ya que, después de tal demostración de sus habilidades en el combate, estaban convencidos de que ningún guerrero de Gaea podría vencerle.

Eran las diez de la mañana. La vista se había adelantado unas horas por petición de algunos miembros ya que estaban deseosos de ver el combate entre los dos candidatos a convertirse en el próximo Capitán de la Guardia Real Aston después de la muerte del anterior capitán durante la Gran Guerra, el valeroso caballero Anbile de Gerant. Dryden, por ser el anfitrión de tal evento, tenía la obligación de ocupar el asiento situado al norte mientras que los demás asistentes ocupaban sus asientos correspondientes, en sentido de las agujas del reloj, los representantes de los reinos de Bashram, Ezgardia, Daedalus, Zaibach, Freid y Fanelia respectivamente. Dryden fue previsor y evitó colocar a Gosser de tal manera que estuviera al lado de Vaerek y Van.

Durante horas, todos y cada uno de los asistentes (excepto la escolta, por supuesto) expusieron sus puntos de vista acerca de las multas, penas y castigos impuestas por los países vencedores a Zaibach. Daedalus era el reino que mas estaba a favor del levantamiento total de las sanciones al Imperio con la idea de rehacer su estructura organizativa desde cero y para ello era imprescindible anular cualquier castigo. A Gosser le resultaba un tanto extraña la actitud de Daedalus respecto a su postura a favor de Zaibach hasta que comprendió que, si gracias a ellos las sanciones son levantadas, pedirán una compensación a cambio como agradecimiento a su ayuda, compensación tecnológica y militar, claro. Estaba al tanto de los problemas de aquel reino para aplacar con los múltiples levantamientos contra el caótico gobierno que ejercían. El contrapunto de Daedalus era Bashram. Vaerek era inteligente y se olía las intenciones de Samian, poniendo en peligro su superioridad bélica. Por lo tanto, era contrario a suavizar las sanciones contra Zaibach, incluso estaba dispuesto a endurecerlas aun mas, algo que incluso Van estaba en desacuerdo. Por un lado, destruyeron todo lo que él amaba en Gaea, pero aun así por las informaciones que había recibido, la situación de la población su antiguo enemigo era desesperada tal y como relató Gosser durante su comparecencia. Hambre y miseria, eso era el único punto en común de todo lo que relataba. Familias enteras obligadas a vagar por las calles sin hogar alguno, numerosas y continuas revueltas populares sin mayor intención que la de conseguir algo de comida, saqueos y robos como único sustento posible, corrupción, hospitales cerrados a causa de la falta de hombres y mujeres cualificados tanto para las mas básicas tareas de mantenimiento como la de médicos. Relataba como, a veces incluso con las palabras entrecortadas debido a la dureza de la situación, como muchos niños abandonados por sus padres morían de frió en las calles de la ciudad-capital aunque los mas afortunados eran incluso asesinados por sus seres mas queridos para evitar su terrible sufrimiento.

- Las calles se llenan cada vez mas de niños sin un lugar a donde ir. - Decía Gosser mientras caminaba en círculos en el centro de la gran sala. - Las condiciones son infrahumanas incluso para las ratas, es horrible ... mujeres embarazadas muertas durante el parto con el único sueño que sus hijos jamás conozcan el horror que les ha tocado vivir. - Gosser se quedó en silencio un momento, pensativo, hasta que decidió continuar. - Daban literalmente sus vidas para que una nueva emergiera. Muchas veces incluso perecían antes de poder ver el rostro de sus hijos, pero les daba igual. Tenían la esperanza de una vida mejor para ellos, pero lo que no sabían es que muchos de ellos ni siquiera pasarán del primer día. Su sacrificio será en vano ...

El relato estremeció a todos los asistentes de la sala, especialmente a Van y Dryden. Sabían por el rostro del embajador de Zaibach que no mentía, incluso parecía estar afectado por la terrible situación que atravesaba su país. Jamás hubieran imaginado que tales sanciones provocarían tal caos en el Imperio. Después de terminar su sesión, Gosser volvió a sentarse para dar paso a Vaerek, el embajador de Bashram, ya que había pedido permiso para hablar después de la comparecencia de Gosser. Bajó lentamente las escaleras hasta la parte central de la habitación y expuso sus precipitadas conclusiones a dos días del final de la cumbre.

- ¿Acaso nos considera con tan mala memoria, mi señor Gosser? - Dijo Vaerek ante la sala. - ¡Eso mismo fue lo que sufrieron muchos pueblos a causa de su sed  de conquista! Puede que tenga razón ante la situación de su gente, pero en ningún caso debemos ablandarnos antes sus palabras. ¡Una vez estuvieron a punto de hacer desaparecer Gaea y Bashram lo impidió! Nadie sabe lo que preparará Zaibach si vuelve a rearmarse, así que mi país vota por la permanencia de las sanciones hasta un mínimo de cinco años al menos.

Van pidió permiso para hablar, pero decidió hacerlo desde su asiento. Dryden se lo concedió mientas que Vaerek regresaba a su asiento.

- Desgraciadamente, Fanelia sabe por el horror que deben de estar pasando los habitantes de Zaibach. Estoy en desacuerdo con las intenciones de Vaerek de ampliar las penas al Imperio después de su situación. Quizás la mejor solución sea normalizar sus relaciones tanto diplomáticas como comerciales para así tener acceso al comercio y materias primas necesarios para su reconstrucción.

- El rey de Fanelia tiene razón. - Dijo Kazia. - Mi pueblo también sufrió ante los ataques de Zabach, incluso la ciudad de Godashin fue totalmente destruida, pero esa no es razón para que mas inocentes mueran a causa de nuestros estrictos controles sobre la producción del Imperio.

- ¿Pero quien o que no les impide volver a rearmarse, incluso construir otra máquina Parca? - Exclamó el embajador de Ezgardia, claramente aliado forzoso de Bashram.

Van y Kazia no tuvieron respuesta para ello. Era normal las reticencias de otros reinos debido al posible rearme de Zaibach.

- Una vez prometí a mi hermano que no solo renacería una nueva Fanelia de sus propias cenizas, sino toda Gaea. El sueño de mi hermano era la de una nueva era de paz y prosperidad en este mundo, y juro por todos los dioses que haré realidad su sueño. - Contestó con determinación Van.

- Sin duda deberíamos controlar la situación en Zaibach para evitar un posible rearme armamentístico. - Intervino Dryden. - Además, sería una buena oportunidad para reabrir nuestras relaciones comerciales con el antiguo Imperio donde todos saldríamos beneficiados.

A Dryden le molestaba hablar de dinero ante una situación así, pero sabía que la única manera de conseguir el apoyo necesario para anular las sanciones a Zaibach por parte de los ricos comerciantes y nobles de Astria. Tenía las manos atadas.

- ¿Y arriesgarnos a que Zaibach vuelva a retomar su objetivo? ¡Para nada! - Exclamó Vaerek.

- ¡Acaso no ves que mueren inocentes a causa de nuestras sanciones! - Interpuso Samian. - No solo eso, corremos el riesgo de que se produzca una revuelta en Zaibach, y si eso ocurre, nos resultaría imposible controlar sus acciones.

- ¡No me vengas con esa, Samian! Lo que Daedalus quiere es acceder a la tecnología Zaibach que tan celosamente oculta ante las demás naciones. - Dijo Vaerek.

Samian se dispuso a contestar a las acusaciones de Vaerek pero una irónica risa proveniente de Gosser enmudeció a la sala. Se levantó de su asiento haciendo que la silueta de su sombra se proyectara en el suelo justo en el centro del gran salón producido por la luz que entraba justo detrás suya por uno de los grandes ventanales. Bajó silencioso y muy lentamente los escalones escuchándose el sonido metálico de sus botas gracias al gran silencio que en ese momento reinaba mirando en todo momento al suelo. Después de llegar al nivel inferior donde era observado por todos y cada uno de los asistentes volvió a levantar la vista para observar una vidriera donde estaba representada la diosa Fortuna, fue entonces cuando habló.

- ¿Que farsa es esta? Creía que esta reunión serviría para, al menos, que los países aliados conocieran nuestra actual situación y comprendieran nuestras difíciles condiciones de vida ¡que iluso fui! Solo piensan en aprovecharse de las actuales circunstancias para su propio beneficio. - Gosser miró a Samian. - El embajador de Daedalus tan solo apoya a Zaibach con la única intención de obtener tecnología a cambio de su ayuda. - Luego se fijó en Vaerek para referirse a él en sus próximas palabras. - Por supuesto, Bashram no permitiría que ningún reino consiguiera tecnología capaz de superarle. - Después miró al embajador de Ezgardía. - ¿Y que puedo decir de usted? Es solo un subordinado de Basram que hace lo que se le ordena para no verse implicado en un conflicto. ¿Quien iba a decirme que los únicos que comprenderían la situación de Zaibach serían los reinos a los que el Imperio atacó, Fanelia, Freid y Astria? A veces creo que el destino se burla cruelmente de nosotros. Si lo hubiéramos sabido de antemano toda Gaea habría sido invadida para así tener su apoyo en una cumbre de estas características.

La insolencia sorprendió a todos los asistentes excepto a Vaerek, que se levantó colérico de su asiento.

- ¿Como se atreve a dirigirse de esa manera ...?

Gosser se giró rápidamente para encararse con el Bashramita y le miró con los ojos encendidos de ira, como su la mirada de un basilisco se tratase, capaz de matar con solo observar a su presa.

- ¡Cuide sus palabras¡ - Bramó el Zaibach mientras le señalaba con el dedo en un claro gesto de silenciarle. Su grito resonó por toda la habitación que incluso vibró debido al particular diseño de la estructura y ayudado naturalmente por la potente voz de Gosser. Este consiguió su objetivo y Vaerek calló de inmediato para volver a sentarse en su asiento como un perro obediente. Mientras tanto, Allen y su compañero Arrone no daban crédito a lo que pasaba al igual que los otros asistentes al acto. En cualquier otro caso ya hubieran desenfundado sus armas como acto preventivo pero en esta ocasión, no sabían como actuar. Afortunadamente, Dryden les hizo una señal para que se tranquilizaran.

- Embajador, por favor, tranquilícese y vuelva a su asiento. - Dijo Dryden para intentar calmar los ánimos del Zaibach. Estaba visiblemente alterado. - Comprenda que se nos presenta una situación de gran importancia, tanto para nosotros como por su reino.

- Le pido a su majestad que disculpe mi comportamiento. - Dijo Gosser cortésmente ante el rey. - Ahora si me permite, mi estancia en esta sala así como en este palacio es del todo innecesaria para el propósito de esta reunión. Se me ordenó informar de la situación de mi país ante los demás miembros de la liga y así ha sido. Ahora son ustedes los que tienen el destino de Zaibach en sus manos.

Gosser hizo una señal para que le siguieran sus hombres. Dryden pensó que era la mejor opción para calmar un poco las cosas así que dio permiso para que abandonara el palacio y le proporcionaran un carromato para trasladarle junto a su escolta al palacio Aston.

- Así que ese es Gosser Názarie, el Guerrero Sagrado ... - Comentó Lorel en voz baja aprovechando el pequeño bullicio que se formó en la sala mientras que el Zaibach abandonaba el recinto.

Van afirmó con la cabeza.

- Hay algo oscuro en él. - Volvió a comentar Lorel.

- Tienes razón, y es por eso por lo que debemos de tener cuidado. Algo me dice que debemos temerle tanto como a todo el ejercito de Zaibach al completo. - Dijo Van mientras observaba atentamente como Gosser atravesaba la gran puerta doble de madera que daba con el exterior. Vio como, justo antes de que las dos grandes puertas se cerraran, el Zaibach se giró y obsequió a Van con una mirada asesina. - Incluso mas.

En el otro extremo de la habitación, Gosser observaba a Van al tiempo que cerraban las puertas con la intención de hacerle llegar un mensaje bien claro, el de que no habrá tregua.

"Puede que Serena siga viva, pero aun así pagarás por el dolor que provocaste una vez al matar al Escuadrón del Dragón, y no solo el dolor que le causaste a ella. Vengaré a Chester, Gaty, Daletto, Violet y a Jajuka aunque tenga que arrasar Gaea para conseguirlo. Ni siquiera te salvará el amor que te procesa aquella joven porque mi odio hacía ti es aun mas fuerte".

Las puertas se cerraron finalmente y Gosser se dirigió al patio exterior donde se encontraba el carromato que les llevaría al palacio Aston. Junto a él sus hombres le acompañaban tres soldados Astrianos enfundados con su característico peto de metal resplandeciente y armados con enormes alabardas. Estaban a punto de salir al exterior del palacete, justo en la puerta principal del gran recibidor cuando Gosser tuvo un extraño presentimiento que le obligó a detenerse y junto con él todo el pequeño sequito de soldados que le acompañaban, incluido Kiter y Dales que iban detrás suya.

- ¿Ocurre algo, general? - Preguntó Dales extrañado por la actitud de su señor. Los soldados Astrianos se miraban entre si confundidos por la situación.

Gosser se dio la vuelta y miró hacia atrás. Observó detenidamente el pasillo que acababan de recorrer, un largo pasaje de unos cincuenta metros de largo y tres de alto muy adornado con numerosas ventanas situadas a dos metros del suelo. Tan solo había tres puertas, de las cuales dos de ellas daban directamente a los dos jardines laterales exteriores mientras que el tercero conectaba directamente con el gran salón situado justo al final del pasillo, pero había algo mas, algo que no era capaz de identificar.

- Señor, ¿podemos ayudar en algo? - Preguntó uno de los soldados astrianos no obteniendo respuesta de este. Seguía mirando con detenimiento el salón.

Una extraña risa de mujer lo alertó solo a él, era difusa como la niebla y al mismo tiempo tan clara que incluso pondría la mano en el fuego para jurar que la había escuchado. Era un sonido fantasmagórico e inquietante, tanto que incluso dudó por un instante de su propia cordura pero estaba seguro que había escuchado algo, o al menos, lo había sentido. De repente sintió un dolor en su cabeza. Era como si le atravesaran el cráneo con dos punzones al rojo vivo a ambos lado de la cabeza, un dolor no desconocido para él aunque hacía años que dejó de sufrirlos. En un instante desapareció, pero sus hombres, así como los tres soldados de Astria se alertaron al ver como el Zaibach se llevaba sus dos manos a la cabeza para contener de alguna forma su dolor.

- ¡Señor! - Exclamó Kiter adelantándose para ayudar a su comandante.

- No es nada. - Dijo Gosser, ya recuperado. Miró al techo y cerró los ojos para intentar relajarse. Habían pasado muchas cosas en tan poco tiempo, cosas muy importantes y estaba visiblemente nervioso e intranquilo. Supuso que era normal. Muchos creían que era un guerrero invencible, frío y calculador pero nadie reparaba que su interior era como la de cualquier hombre, capaz de llorar la pérdida de sus seres queridos o la de alegrarse tras el encuentro de alguien importante para él. No le dio mayor importancia a su estado anímico achacando sus eventuales recaídas al estrés y continuó su camino hacía el carromato que le esperaba a él y a sus hombres para dirigirse al palacio. Dales abrió la puerta para dejar pasar en primer lugar a su comandante. Este, antes de entrar se detuvo y miró al cielo. En ese momento vio como lo que él creyó que era pájaro cruzando el cielo de Palace, un pájaro de color negro, de alas completamente oscuras.

"Algo terrible va a suceder, lo presiento". Pensó Gosser. Sabía que tenía razón. Siempre la tiene.

...

- Te veo nerviosa, Serena.

- ¿Por que lo dices, hermano? - Preguntó ella mientras alisaba con un pedernal su espada bastarda, la misma que usó Gosser cuando combatió contra ella la noche anterior. Pensó que le traería suerte.

Ambos estaban en una estancia de piedra en el interior del gran coliseo de Palace, acondicionada especialmente para que los guerreros, a punto de combatir entre ellos ya sea cuerpo a cuerpo o pilotando guymelefs, se preparasen mentalmente antes de la contienda.

- No tiene sentido afilar mas la hoja cuando el combate no será a muerte. Tan solo tienes que desarmar a Argon para vencerle, para nada importa lo afilada que esté tu espada.

Serena sonrió y arrojó el pedernal a una de las paredes. Su hermano tenía razón. Se había delatado, pero su nerviosismo no era por el inminente combate que libraría en escasos minutos, era por algo mas importante, al menos para ella.

- Estaría mas tranquila si hubieras decidido participar en el torneo, hermano. Al menos si me hubiera enfrentado a ti me hubiera consolado pensar que al menos uno de los dos conseguiría llegar a Capitán de la Guardia Real. - Serena se levantó del pequeño taburete de madera donde estaba sentada. Vestía para la ocasión un ajustado y a la vez cómodo pantalón de cuero negro, lo suficiente para permitir moverse con facilidad y una chaqueta de cuero rojo acolchado con largas mangas de lana, también muy ajustada para no entorpecer sus movimientos. En las manos llevaba unos guantes también de cuero para sujetar con mayor facilidad su espada y evitar así que se le pudiera escapar de las manos. No era necesario que su indumentaria le protegiera de los golpes de espada que iba a propinarle Argon, pero le ayudaría a proteger su cuerpo de posibles caídas. El suelo del coliseo estaba pensado inicialmente para combates entre guymelefs, y por lo tanto, su suelo era duro como la roca y una desafortunada caída podría resultar muy doloroso.

- No te preocupes por lo que pueda suceder a partir de ahora. Estoy seguro que serás una gran guerrera al servicio de Dryden y Millerna.

- ¿Y si soy derrotada?

- Eso no pasará. - Dijo Allen.

Todo parecía en calma hasta que alguien tocó el gozne de la puerta pidiendo permiso para entrar. Allen dio su aprobación preguntándose, al igual que su hermana, de quien se trataba. La puerta se abrió y entraron en la habitación un grupo de hombres de lo mas dispar. Uno de ellos llevaba una nariz de madera después de habérsela amputado hace años por culpa de una estúpida pelea en uno de los bares de Palace, otro, extremadamente delgado, calvo, mirada viperina y una gran cicatriz que atravesaba todo el cráneo lamía sin cesar uno de los muchos cuchillos que llevaba en el cinturón, otro era un tipo enorme con una armadura de placas igual de enorme mientras que el último llevaba un pañuelo en la cabeza como si de un pirata se tratase. El mas normal de ellos llevaba largas patillas y una barba de tres días. Parecía ser el líder.

- ¡Gaddes! ¡Muchachos! - Dijo Serena con alegría. Eran los hombres de Allen, los cruzados, valientes pero indisciplinados soldados aunque obedecían ciegamente las ordenes de su comandante.

- Sabéis que no debéis estar aquí. - Dijo Allen, pero poco le importaba las normas. Durante este último año su hermana y sus hombres habían forjado una amistad especial, como su fuera una mas del grupo, algo que no le desagradaba precisamente. Sabía que podría contar con ellos para protegerla.

- Veníamos a animar a la señorita Serena, comandante. - Dijo Kio, el soldado que siempre iba siempre enfundado en su preciada armadura, incluso para dormir.

- ¡Eso! Y de camino bajarle los humos a ese engreído de Argon. - Comentó Ort, lamiendo una de las dagas. Eran de doble filo, pero su lengua era dura como una piedra después de los múltiples cortes producido por su extraña afición y hacía años que se acostumbró a ello, aunque le costó caro. Hace tiempo que desapareció su sentido del gusto (y del buen gusto).

- ¡Argon no tiene ninguna posibilidad! Solo tenéis que mirarla ... ¿que hombre no quedaría hipnotizado ante semejante belleza! - Exclamó Reeden, el hombre con la discreta pañoleta roja en la cabeza. Tenía razón, Serena vestía de manera muy provocativa. El traje se adaptaba perfectamente a la figura de Serena resaltando todas y cada una de las curvas de su cuerpo, demasiado para una doncella de Astria aunque esta sea de armas tomar. Este jocoso comentario recibió una amarga contestación por parte de Gaddes, el jefe del grupo, mediante de una sonora colleja. La picante observación de Reeden no molestó en absoluto a Serena. Para ella era un halago, otro mas de los variopintos hombres de su hermano.

- Sobornamos a unos guardias para que intercambiáramos el turno de guardia en el puerto volante. Todo por animar a Serena, señor. - Explicó Gaddes. Era claramente el mas formal de todos ellos.

- ¡Ya ha oído, señorita Serena! Nos debe 40 monedas ... - Bromeó Pairu con su habitual tono de voz debido a su nariz de madera.

- ¡Y la dignidad de mi hermana! - Le interrumpió Reeden. - Uno de ellos no aceptaba el dinero y solo accedía a cambiarnos el puesto si convencía a mi hermana a salir con él una noche. ¡Pobrecilla! Le dije que su cita a ciegas era un hombre alto, fuerte, guapo ...

- ¡Si, con un poco de suerte sale del coma la próxima semana¡ ¡Vaya sorpresa que se llevará al comprobar como es mas feo que una mula vieja. La pobre no sabe donde se mete ... - Dijo Pairu.

- ¡Basta ya de parloteos! - Exclamó Gaddes ordenando a sus hombres mantener silencio. - Sus majestades han sido muy amables al permitirnos presenciar el combate desde las gradas pero eso no significa que estemos en silencio el tiempo que dure la contienda. ¡Quiero que animéis tanto a Serena que el cataclismo que hundió Atlantis se convierta en un simple griterío de niños recién salidos del colegio a vuestro lado!

- ¡Si señor! - Gritaron todos al unísono.

...

El coliseo pasado el mediodía. A diferencia del día anterior no se permitió la entrada al coliseo a todo el mundo que deseara presenciar un buen combate por expreso deseo de los combatientes. Un gran ambiente les podría desconcentrar y lo que se jugaban en ese momento era demasiado importante como para arriesgarse a ser derrotados por un leve descuido. Debían estar concentrados al cien por cien. Tan solo asistieron los reyes de Astria, Dryden y Millerna, los representantes de los reinos aliados reunidos en la cumbre y su escolta personal además de los hombres a cargo de Allen y Argon estos dispuestos a ambos lados del coliseo. También estuvieron presente Hitomi y Merle. La chica terrícola no le agradaban los combates pero quería darle todo el apoyo posible, mientras que a Merle tan solo le interesaba estar junto a su señor.

- ¿Que ocurre, Lorel? - Preguntó extrañada Hitomi al ver como Lorel se dejaba caer literalmente en uno los asientos debido al cansancio.

- ¡Que me corten la cabeza si tengo que asistir a otra reunión como esa! ¡Jamás me había tanto aburrido en toda mi vida!

- Lo que pasa es que has sido un estúpido por no haber dormido en toda la noche. - Dijo Merle, agarrada en todo momento por el brazo derecho de Van.

- ¡Claro! ¡La culpa es mía! - Ironizó Lorel. - O mas bien tuya; la próxima vez que padezcas de insomnio búscate a otro para pasar ... ¡toda!  - Puntualizó. - ... la noche hablando. Además, ¡no pudiste elegir otro sitio que el tejado mas alto del palacio sabiendo que le tengo pánico a las alturas!

- ¿Que culpa tengo yo de tus fobias? - Dijo Merle soltando el brazo de su amado señor para encararse con Lorel.

- ¿Y por que golpeaste de ese modo la puerta de mi habitación a mitad de la noche? ¡Estaba durmiendo plácidamente cuando creí que el mundo entero se me venía encima!

- ¡La próxima vez no dejes la puerta cerrada con llave! - Gritó la chica gato.

- La próxima vez dejaré la puerta abierta para que ¡tu! entres a hurtadillas y me despiertes con uno de tus horribles chillidos. - Lorel se levantó enfurecido de su asiento.

- ¿Que? - Merle se acercó tanto a Lorel que este pudo sentir en su rostro su respiración. - ¿Insinúas que tengo una voz horrible?

Esta vez fue Lorel el que se acercó a Merle, tanto que ambas frentes se tocaban.

- ¡Estás sorda! ¡No insinúo nada, lo afirmo tajantemente!

Hitomi estaba sorprendida por el cómico espectáculo que estaba presenciando, pero a Van le parecía de lo mas normal. Lorel y Merle seguían discutiendo e insultándose uno al otro acaloradamente aunque en ningún momento llegarían a mas mientras que Van e Hitomi se alejaban discretamente de ellos para estar solos. Por un momento, Van pensó que Lorel había provocado la discusión para que Merle se alejara de su señor y estuviera junto con Hitomi.

- ¿Siempre están así? - Preguntó Hitomi mientras seguía observando la pelea dialéctica entre Merle y Lorel.

Van sonrió.

- Así es, aunque se que en el fondo, se quieren el uno al otro.

- ¿Los dos ...? - Hitomi se preguntaba si existía algo mas que amistad entre ellos.

- No se aman si eso es lo que quieres decir. Son mas bien como hermanos. Para Lorel, Merle es como la hermana pequeña que nunca tuvo, mientras que ella lo considera como a un hermano protector. Para ellos, estas discusiones es su particular manera de mostrar los sentimientos de uno hacia el otro.

Hitomi seguía observando la pelea. En cierto modo, le recordaba mucho a sus continuas riñas con su hermano Kenitshi.

- Ocurre algo ¿no es así?

- ¿Que dices? - Dijo Hitomi. Van cambió radicalmente de tema.

- Desde que volviste a Gaea te veo intranquila. Además, algo pasó ayer por la noche durante el baile, pero no quieres contármelo.

- ¡De verdad que no sucede nada, Van! - Era mentira, pero no quería alertarle. No solo le preocupaba el significado de sus visiones, aquellas criaturas de alas oscuras y el posible regreso de Dilandau, también le inquietaba la terrible verdad sobre el secuestro de Serena la habían puesto muy nerviosa, pero intentaba por todos los medios no preocupar a Van.

- Has tenido mas visiones.

Parecía una acusación, pero Van tenía razón, y la expresión que se dibujó en el rostro de Hitomi así se lo hizo confirmar. Afortunadamente para ella, el comienzo del combate era inminente. Serena y Argon aparecieron en la arena de duelos bajo la atenta mirada de los reyes y Allen, que en ese momento hacía labores de escolta, no como espectador, aunque no era casualidad que el elegido para la seguridad aquel día de los reyes fuese el hermano de Serena. Lo tenían previsto para que tuviera la oportunidad de observar a su hermana con la esperanza que este le de fuerzas suficientes para derrotar a Argon, porque los reyes deseaban en secreto que Serena saliera victoriosa de la contienda. A lo lejos, justo en el otro extremo del coliseo se formaba un monumental jaleo. Eran los cruzados, los hombres de Allen, un grupo de unos diez o quince soldados a los que Millerna había dado autorización para presenciar el combate.

Los dos contrincantes se acercaron el uno a otro para el protocolario saludo.

- Aun está a tiempo, señorita Schezar, que Jichia no lo quiera, pero puede salir herida de este combate y jamás me lo perdonaría. - Dijo Argon. Aunque no era su intención, Serena quiso tomarse tales palabras como una amenaza.

- No lo oculte. En el fondo tiene miedo que le derrote una mujer. - Dijo Serena mientras miraba de manera desafiante a Argon.

- ¡No puede pretender que será capaz de vencerme!

- Así es, Caballero, pero no se preocupe, aceptaré sus disculpas tal y como hice con Arrone y Binias.

Serena se alejó de Argon y desenvainó su espada levantándola por encima de su cabeza con su mano derecha en señal de respeto hacia su contrincante. Argon por su parte decidió hacer lo mismo al comprender que era imposible razonar con ella. Ambos esperaban con impaciencia la señal que daría comienzo el combate. El ganador se convertiría por derecho propio en Capitán de la Guardía Aston, algo considerado por muchos como un honor incluso mas importante que la de convertirse en Caballero Celeste, era por eso por lo que Argon participaba. La tensión iba en aumento esperando a que Dryden levantara la mano con la palma abierta para indicar que daba su aprobación para que dos valerosos guerreros se enfrenten entre si. Mientras tanto, Serena escrutó a todos y cada uno de los asistentes para ver si el embajador Gosser estaba entre ellos, pero no era así. Esto la desanimó ya que tenía la esperanza de volver a verle después de la noche anterior, pero sabía que cumpliría su promesa, tal y como hizo hace mas de un año cuando le prometió que volvería a su lado después de la Gran Guerra. Cumplió su palabra, tarde, pero la cumplió. Era esa idea la que devolvió a Serena la confianza, sabía que Gosser aparecería tarde o temprano.

Al fin Dryden dio la orden, o mas bien permiso, para que comenzara el combate. Serena atacó con su magnífica espada bastarda esquivando Argon el golpe fácilmente pasándole a unos centímetros de la cintura para después golpear la espada con la cimitarra que usaba el Caballero Celeste, pero Serena eligió bien el arma. Esta era mucho mas grande y pesada que el sable que usaba normalmente, esto y gracias al guante de cuero que llevaba evitó que la espada se escurriera de sus manos por el golpe.

Detrás de ellos, los cruzados vivían intensamente el combate no dudando incluso en insultar a Argon. Unos decían que su anciana abuela tenía mas fuerza en los brazos al ver como no era capaz de desarmar a Serena, otros, como Kio, se limitaba a agarrar con sus fuertes brazos el pescuezo de Reeden y golpearlo en la cabeza, como si esa cabeza fuera la de Argon mientras que el pobre Reeden se esforzaba en poder respirar debido al tremendo estrujón de su compañero.

El combate continuó varios minutos mas. Ambos contrincantes eran auténticos fueras de serie aunque Argon se veía claramente como ganador. No era mucho mas fuerte que Serena, pero su agilidad y su destreza en el manejo de la espada lo hacían un rival temible. La hermana de Allen se dedicó casi exclusivamente en evitar los ataques de Argon, esquivando los golpes como podía o deteniéndolos con su espada, esto le impedía atacar con comodidad y cuando lo hacía, sus ataques eran muy forzados y imprecisos. Pronto se dio cuenta de las verdaderas intenciones de su oponente, pretendía agotarla, y lo estaba consiguiendo. En uno de los momentos de tregua, Argon y Serena se miraban intensamente intentando recuperar el aliento, también el Caballero Celeste, pero mucho menos que la joven Schezar. Fue entonces cuando Serena vio como justo detrás de Argon, en lo mas alto del coliseo, una figura separada de los demás invitados al torneo la miraba atentamente. Nadie advirtió su presencia excepto ella. No podía distinguirla bien, pero aquel hombre, al percatarse que Serena la había visto, levantó levemente la mano en señal de saludo.

"Gosser. Has venido" Se dijo a si misma. No sabía si acababa de llegar al combate o si por el contrario presenció el combate desde el principio, pero poco le importaba. Estaba otra vez junto a ella, y eso le dio fuerzas para seguir combatiendo.

Argon atacó de nuevo pero pronto observó un cambio radical en su oponente. Parecía mas segura de si misma y eso fue lo que la perdición del Caballero Celeste. Pronto Serena recordó lo que Gosser le enseñó la noche anterior.

"Fíjese bien en sus ojos. Estos le dirán todo lo que necesita saber acerca de su oponente" No sabía lo que significaba exactamente esas palabras pero nada perdía con intentarlo. Si no reaccionaba rápidamente, sus sueños se verán truncados quizás para siempre. Observó detenidamente los ojos de Argon mientras este atacaba y descubrió algo que le podría dar la victoria, algo que le ayudaría a prever sus movimientos. Eso le daría la oportunidad de encontrar un punto débil en su defensa, rodearla y así asestar el golpe definitivo, y lo encontró. Una pauta se repetía con cada golpe. Sus ojos indicaban la dirección del golpe que inmediatamente asestaría. Durante un par de minutos, Serena dudó si resultaría, pero las fuerzas comenzaban a abandonarla y pensó que no tenía nada que perder. Argon atacó de nuevo y Serena adivinó la trayectoria del ataque. Había aprendido todas y cada una de las expresiones del Caballero Celeste durante el combate y pudo leer en su mirada el tipo de ataque que estaba apunto de realizas. Para ella, era tan claro como escrito en un libro para niños. Su intención era desarmarla por el lado derecho aprovechando el encaramiento de ambos. Así lo hizo pero Serena, habilidosa y con reflejos felinos se adelantó al movimiento de Argon colocando su espada bastarda bajo su hoja y con un corto pero rápido movimiento en círculo hizo que este soltara el arma clavándose fijamente en el suelo a tres metros e inmediatamente, Serena colocó la punta de su arma justo en el cuello de un sorprendido Argon. Había sido derrotado, y por consiguiente, Serena se convertiría por derecho propio y gracias a su habilidad en el combate en la primera mujer en presidir la Guardía Real Aston. Argon se derrumbó sobre si mismo apoyando sus manos sobre el suelo sin comprender aun como una mujer de apenas 17 años había conseguido derrotarle. Estaba triste y humillado.

No muy lejos, Dryden y Millerna saltaban de alegría al igual que Hitomi tras la victoria de Serena hasta que Anbile, el Caballero Celeste que les acompañaba junto a Allen les recordó en voz baja que deberían de ser imparciales mientras que Van era mas relajado, pero aun así se alegraba de lo conseguido por Serena.. Los reyes comprendieron y decidieron estar en silencio para no parecer descortés con el perdedor. Mientras tanto, Allen Schezar bajó raudo a la arena para abrazar a su hermana después de haber cumplido su sueño. Los dos Schezar se juntaron en un caluroso abrazo mientras esta, con palabras entrecortadas y lágrimas en los ojos, le agradecía lo mucho que la había apoyado y ayudado durante todo este tiempo. Serena levantó la vista por encima del hombro de su hermano con la esperanza de volver a ve a Gosser, pero este ya no estaba, había desaparecido pero no le apenó. Sabía que volverían a verse.

...

Tantas cosas que hacer y tan poco tiempo para hacerlas, eso pensaba Gosser. Después de asistir al combate de Serena (estaba contento de su victoria, pero no quiso exteriorizar su alegría, no era su estilo) pidió permiso para el uso de uno de los hangares del puerto volante de Zaibach para reparar su guymelef Oreades. Tenía algunos desperfectos en la carlinga, diversas laceraciones en la armadura así como en las juntas de unión de los brazos e inyectores de líquido Glima, así que se dispuso para reparar todos los desperfectos y tener a punto su robot. Para él, era mas que un simple guymelef, era mas que el único Oreades que sobrevivió a la Gran Guerra, era el primero en su tipo, y diseñado nada mas y nada menos por Folken. Tan importante era para él que incluso tenía un nombre, eCo.

Ese maldito olor a acero incandescente molestaba especialmente a Gosser. Había mucho ajetreo en la fortaleza volante que comandaba Folken, muchos de los soldados estaban realizando trabajos de reparación y puesta a punto soldando grandes cantidades de metal para acondicionar tal navío a los gustos de su futuro comandante. Estaban trabajando a contrarreloj para instalar lo antes posible el novedoso sistema de camuflaje adaptado por Folken a partir de oscura tecnología Syarain utilizado también en las nuevas y radiantes plataformas de armas Alseides, diseñado por los Chamanes también con dicha tecnología, ingeniería que él consideraba prohibida pero el Emperador insistía en utilizar tales conocimientos por el bien de Zaibach. También el sistema de armamento era perteneciente a los Syarain, un extraño líquido que bajo impulsos eléctricos era capaz de solidificarse casi instantáneamente, así como su gran poder calorífico lo convertía en armas definitivas, ya sea contra otros guymelefs o contra la infantería, algo monstruoso pero efectivo al fin al cabo.

Acababa de llegar al crucero. Le habían llegado rumores que el mismo Folken se embarcaría en una misión para capturar al Dragón y traerlo a Zaibach para completar el tremendo puzzle que era la máquina Kitia, la pitonisa personal de Dornkirk y posiblemente el artefacto definitivo con el que Zaibach dominará a los demás reinos de Gaea. Esperaba que esa información acerca de la misión de Folken resultaran falsos. Eso significaría atacar al que una vez fue su reino.

- Busco al comandante. - Preguntó Gosser a un técnico que intentaba por todos los medios que no se le soltara la enorme viga que él y sus hombres terminaban de introducir por un conducto cilíndrico en el enorme muro de metal del hangar principal.

- Se encuentra en el hangar numero tres señor. - Aquel hombre le señaló con el dedo la dirección que debería de tomar. - Tenga cuidado de no pasar a través de las rejillas de los tubos de ventilación, aun estamos intentando que no se desmoronen cada vez que alguien pasa con encima.

Gosser agradeció el aviso y siguió el camino que le habían indicado. Tras preguntar a un par de técnicos mas llegó a la puerta del hangar tres. Era diferente a los demás, una enorme puerta de acero de unos quince metros de altura, el tamaño de un guymelef de gran tamaño. Dos soldados custodiaban el panel de mandos con el que abrir la puerta y pasar al interior. Allí estaba Folken, solo, junto a un enorme guymelef de color rojo. No era un Alseides ni nada parecido. Era mucho mas grande, de una envergadura nunca antes aplicada a un guymelef con enormes y poderosos brazos aunque aun conservaba cierto diseño Zaibach, especialmente en sus grandes hombros semiesféricos.

- ¿Que es esa cosa? - Preguntó Gosser maravillado ante lo que tenía delante suya. Sin dudas era un guymelef nuevo, diseñado por Folken. Tenía conocimiento que estaba trabajando también en un guymelef especial para sus dos discípulas, Narya y Erya, pero nada sabía acerca de una evolución técnica del Alseides.

- Es la última máquina de muerte y destrucción diseñada por los Chamanes. - Contestó Folken con su habitual tono de frialdad. - Y espero que también sea mi última contribución a la maquinaria de guerra del Imperio. - Folken miró la cabina de mandos abierta donde podían verse numerosos indicadores y luces. - No eres un hombre fácil de ver. ¿Que te trae por aquí?

- Ha habido rumores en el consejo. He oído que piensas abandonar la casta. - Dijo Gosser. Este se acercó para tocar con su mano el nuevo ingenio de Folken. Se quitó los guantes y tocó con la palma de su mano derecha una de las piernas del nuevo guymelef. El tacto confirmó lo que a simple vista había observado. El metal era diferente, o quizás un nuevo tratamiento de la estructura, aun así, esperaba que este sea mas resistente a los golpes que el modelo Alseides. Era completamente liso, lo que era buena señal. Había menos posibilidades que se produzca una chispa capaz de incendiar los depósitos de líquido Glima.

- Veo que los rumores vuelan mas rápido que cualquier ave de rapiña. Así es, y creo que deberías hacer lo mismo antes de que sea demasiado tarde.

- ¿Que quieres decir?- Preguntó Gosser mientras volvía a colocarse los guantes. - No lo consideraré como una amenaza viniendo de ti, así que puedo tomarlo como una advertencia.

Folken sonrió al escuchar las palabras de Gosser.

- Tómalo como un consejo. A estas alturas deberías saber que el verdadero control sobre Zaibach no la ejerce nuestro querido emperador, sino el consejo. Son ellos los que exprimen cada vez mas a nuestro pueblo. - Le previno Folken.  - No seré mas la mano ejecutora del consejo, es por eso por la que decidí abandonar antes que el consejo controle mi destino. A veces pienso que en tu caso ya es demasiado tarde.

- Sigo sin saber a donde quieres llegar. - Dijo Gosser inclinando ligeramente la cabeza a un lado. No entendía lo que quería decirle.

- Destruirías lo que mas amas en este mundo con una sola orden del consejo, si tuvieras algo a lo que amar.

- Puede que me subestimes Folken. Que no lo demuestre no significa que esté desprovisto de sentimientos humanos.

Folken se acercó al eCo, así se llamaba el Oreades diseñado por él. Era un nombre hermoso para un guymelef, eso pensaba. Accionó un pequeño interruptor en el interior de la cabina. Este se cerró soltando un gran chorro de vapor por la parte superior y a ambos lados de los enormes hombros. Era entonces cuando ambos pudieron comprobar la grandeza de la armadura. Imponía un gran respeto y temor. De quince metros de altura y doce de ancho, era como un Alseides completamente blindado de arriba abajo.

- No has venido a verme solo para informarte de mi marcha del consejo, ¿no es así?

- He oído que te han encomendado capturar al Dragón. - Gosser se sentó en un pequeño asiento a uno de los lados del hangar junto a una gran mesa redonda. Ahí estaban los planos y esquemas del nuevo modelo de Alseides. - No creí tales noticias, pero prefiero que seas tú el que me lo confirme o desmienta.

- ¿Acaso no estás de acuerdo con el objetivo de la misión? - Dijo Folken. Seguía observando atentamente el Oreades eCo, pensativo. - ¿O quizás sean las formas en realizar la misión lo que no apruebas?

- Ambas cosas, pero me inquieta mas la finalidad. - Gosser removió algunos papeles y encontró lo que estaba buscando; otro plano, pero este era de una máquina totalmente diferente. - Veo que sigues con esta basura Syarain. He de admitir que adaptar su tecnología de camuflaje puede sernos de gran utilidad, pero de ahí a utilizar dicha tecnología para construir una máquina Parca ... me parece un error.

Folken dejó de inspeccionar el guymelef y se sentó en un asiento justo enfrente de Gosser.

- No sabes las posibilidades de tal tecnología. No solo dominaremos nuestro destino, sino que obtendremos el poder suficiente para materializar nuestros propios sueños y pensamientos.

- Lo mismo pensaron los atlantes. - Indicó Gosser. - ¿Te has preguntado porque los Syarain, aun poseyendo tecnología de la antigua Atlantis, jamás se aventuraron a construir una segunda máquina?

Folken meditó acerca de la idea de Gosser. Tenía que admitir que hasta ahora jamás pensó en esa idea.

- Tienen miedo. Saben perfectamente que no podrán controlar jamás la tecnología de modificación del destino, algo que nosotros si podremos dominar. - Contestó finalmente Folken.

- Tienes razón en una cosa. Tienen miedo. Saben lo que ocurrió en la antigua Atlantis y tienen miedo que se vuelva a repetir ...

- Su propia destrucción. - Argumento Folken. - La máquina convirtió Atlantis en un mar de llamas.

- No lo creo. Algo mas sucedió. - Gosser apartó con sus manos la enorme pila de papeles para observar con claridad el diseño de la máquina Parca. Folken era el actual ingeniero encargado de hacerla funcionar, y por lo tanto, era el mas cualificado para comprender los complicados esquemas.

- Veo que has estado investigando últimamente sobre Atlantis. No eres partidario de usar tal tecnología ¿Por que ese interés entonces?

- La misma pregunta podría hacértela yo a ti.

- Al menos conozco mis razones, pero desconozco las tuyas. - Afirmó Folken. - ¿Que tiene Atlantis que te interese?

Aquella pregunta incomodó a Gosser levantándose del asiento para dirigirse a la salida. El crucero estaba apunto de partir con la llegada de Dilandau y sus hombres.

- No solo me inquiera la finalidad de la misión, también las formas. Atacarás a tu propio pueblo con tal de conseguir a Escaflowne, incluso tu hermano podría morir en dicho ataque.

- ¿Acaso no harías lo mismo si así te lo ordenaran? Como ya he dicho, destruirías lo que mas amas en este mundo con tal de cumplir las ordenes. - Folken también se levantó para acompañar a Gosser a su guymelef personal y después dirigirse a la sala de navegación. - Además, la misión es solo la de capturar al Dragón; no será necesario una gran masacre ...

- A no ser que el Dragón consiga escapar. Si es así sabes perfectamente que habrá que destruir Fanelia para evitar que Escaflowne se refugie otra vez tu país.

- Mas razón para no fracasar, pero si ese es el caso, la prosperidad de Gaea puede permitirse la muerte de algunos civiles.

- Hablas como un Chamán, Folken. Quizás tengas razón en la idea de abandonar la casta. Dices que el consejo quizás ya controle mi destino, pero puede que no sea el único.

Ambos abandonaron el hangar donde se encontraba el eCo. No muy lejos de allí se encontraba el Alseides personal de Gosser dispuesto para abandonar el navio. Instantes antes de subir al guymelef, unos soldados se acercaron a Folken anunciando la llegada del Escuadrón del Dragón, el pequeño grupo de pilotos de élite encargados de la captura de Escaflowne. Al fondo, ambos chamanes pudieron ver como un pequeño pelotón de unos 15 soldados uniformados con largas chaquetas y pantalones negros reforzados con cuero azul se acercaban a ellos. Seguían a otro soldado de aspecto amenazador, rostro liso y cabellos blancos, vestido con el mismo uniforme pero esta vez de color rojo y negro y una diadema en la cabeza; Dilandau.

- ¡Que grata sorpresa! Hace tiempo que nada se de ti, Gosser. Muchos incluso creíamos que habías muerto en una de tus continuas incursiones en Bashram.

- Veo que os conocéis. - Dijo Folken, sorprendido.

- Gosser fue en su día mi maestro de esgrima en la escuela de oficiales de élite. - Dijo Dilandau. - Pero un buen día desapareció por completo. Fue una pena, era nuestro mejor instructor. Duro, sin duda, pero justo. Ahora veo la razón de tu precipitada marcha. - Se fijó en su uniforme, una túnica negra y verde con una gran capa negra cubriéndole todo un brazo dejando el otro visible, pero a diferencia de Folken, Gosser no necesitaba ocultar ningún brazo mecánico. - Los chamanes estáis últimamente muy solicitados. No conocíamos esa faceta de ti, Gosser.

- Adelphos te ha elegido personalmente para esta misión, ¿no es así? - Preguntó Gosser.

- En realidad ha sido Yama. Adelphos habría elegido a otro patán en mi lugar.

Gosser no lo dudaba. Él estaba totalmente en contra de la intervención de Dilandau en cualquier conflicto, era demasiado peligroso, no solo para la misión debido a los últimos problemas detectados en el experimento de modificación, sino que también resultaría pelgroso para él, y por lo tanto, para Serena, pero Yama necesitaba resultados inmediatamente y esta sería la oportunidad idónea para poner a prueba el experimento.

Un gran estruendo indicaba la recogida de amarras y la inminente partida del navío. Folken indicó a uno de sus soldados que diera la orden de abrir una de las compuertas para que el Alseides de Gosser pudiera abandonar el crucero. Gosser se introdujo en su guymelef colocándose los numerosos mecanismos de control mientras era observado por Dilandau y sus hombres, los cuales muchos de ellos también habían sido entrenados por él en la academia. Antes de cerrar la compuerta glima lanzó una mirada de complicidad a Chester, Gaty, Daletto y Violet y estos afirmaron con la cabeza. Sabían lo que en ese momento les quiso decir; proteger a Dilandau.

...

Era ya de noche. Hitomi, Millerna y Serena paseaban tranquilamente por uno de los jardines del palacio. El día había sido relativamente tranquilo excepto para la joven Schezar, visiblemente excitada todavía debido a su victoria ante Argon de Rytia. Mañana sería otro día inolvidable para ella, la investidura como nueva capitana de la Guardia Aston, todo un honor para ella y para cualquier otro guerrero. Hitomi también estaba nerviosa. Durante todo el día había evitado hablar con Van acerca de sus visiones aunque Lorel insistía en contárselo todo.

- ¿Que pensáis acerca del embajador de Zaibach? - Preguntó Serena. Desde ayer cuando le vio por primera vez en la arena del coliseo después de tanto tiempo no era capaz de quitárselo de la cabeza, ni quería. Había esperado mucho para volver a reencontrarse con él y no estaba dispuesta a volver a perderlo.

- ¿A que te refieres? - Hitomi se detuvo a la altura de una hermosa fuente. Era completamente circular con una estatua en el centro tallada en piedra donde la diosa Fortuna vertía agua cristalina con una jarra. Millerna y Serena se sentaron en unos asientos de mármol levantados junto a la fuente.

- Solo quiero saber vuestra opinión sobre él.

Millerna se fijó en los ojos de su amiga. Para ella, Serena no era una súbdita, la consideraba una amiga. Vio en ella un resplandor especial.

- ¿Quieres mi opinión como reina o como amiga?

- Ambos. - Respondió Serena. - Aunque apreciaré mas tu opinión como amiga.

Millerna se dispuso a contestar pero Hitomi se adelantó.

- ¡No pretenderás decir que estás enamorado de él! - Hitomi se sentó al lado de Serena.

Serena se sorprendió ante el tono de su querida amiga.

- ¿Por que dices eso, Hitomi? Además, no he dicho que esté enamorado de él, tan solo ... - Serena se quedó pensativa un momento para intentar escoger las palabras correctas sin delatarse, pero le resultó imposible. Hitomi tampoco pudo responder a la pregunta de Serena. No quería que supiera que Gosser era el responsable de sus males, incluso de la muerte de su madre, que enfermó semanas después de su desaparición.

- Es arisco e insociable, pero por otro lado ... - Puntualizó Millerna. - ... Dryden me ha contado que durante la cumbre parecía muy concienciado por los terribles problemas que atravesaba Zaibach. Tiene alma de ángel pero esencia de demonio. Solo Jichia sabe cual de los dos es el que prevalece.

- Parecía que le conocías cuando le viste en el coliseo momentos antes del combate contra Van. - Dijo Hitomi. Quería comprobar si era capaz de recordarle.

- No fue hasta ayer por la noche durante el baile cuando mis recuerdos volvieron a ser claros como el día. Si no fuera por Gosser, jamás me hubiera reunido con mi hermano.

Hitomi y Millerna miraron extrañadas a Serena.

- Por favor, mi hermano no debe saber nada de esto, no se como reaccionaría. Necesito contárselo a alguien, y vosotras sois mis dos mejores amigas, las únicas a las que dejaría a cargo incluso mi propia vida. - Serena respiró hondo y miró a las estrellas. - Aun tengo recuerdos borrosos, tanto de mi vida como Serena como la de Dilandau. Recuerdo muertes, recuerdo dolor, recuerdo sangre ... pero allí estaba Gosser para estar conmigo. Recuerdo que cuando sufría una crisis y me transformaba en Serena, Gosser aparecía para cuidar de mi. No se como ni el motivo, pero si su amor.

Hitomi comenzó a comprender los motivos de Gosser. Quería redimir sus pecados cometidos con Serena. Era la búsqueda de redención.

- Durante mi permanecencia en Zaibach fueron continuas las crisis siendo Dilandau debido a los experimentos. - Continuó Serena. - Afortunadamente no recuerdo las torturas a los que me sometían los Chamanes de Zaibach, debieron de ser horribles. - Serena calló un momento. - Yo no comprendía nada de lo que pasaba por mi alrededor en aquellos momentos, solo era una niña asustada que gritaba silenciosamente el nombre de mi hermano para volver a reunirme con él. Gosser ocupó durante un tiempo el lugar de mi hermano, cuidándome y dándome cariño como si fuera él, y le quise, pero con el paso de los años, ese cariño se transformó en algo mas. Acabé amándole y jamás pude manifestar mi amor.

Hitomi y Millerna continuaron en silencio, pensativas, hasta que Millerna se aventuró a hablar.

- Nada puede contener el amor de dos personas, ni siquiera el Destino tiene el poder suficiente.

Hitomi comprendía las palabras de Millerna, pero dudaba seriamente de la conveniencia de tal amor. Serena parecía desconocer el oscuro secreto de Gosser. Parecía una persona inestable debido a ese suceso, aunque a Hitomi le preocupaba que fuera otro suceso el que desequilibrara al embajador de Zaibach.

- ¿Y tu que piensas, Hitomi? - Dijo Serena mirándola. Ya sabía la opinión de su reina y amiga, pero necesitaba saber lo que pensaba Hitomi.

- Yo ... la verdad ... creo que debes decidir tu Serena, pero ...

- ¿Pero? - Preguntó Serena.

- El pasado de las personas es mucho mas complejo que unos recuerdos aislados. - Hitomi jugueteaba con sus propias manos. No sabía que palabras escoger.

- Yo le quiero, Hitomi.

La chica terrícola estaba en un verdadero aprieto. No podía revelar lo que sabía a Serena. Además, le inquietaba esa visión en la que aparecían juntos Dilandau y Gosser.

"Ese parecido ... Serena sufrió en sus carnes terribles experimentos y se convirtió en Dilandau". Pensó Hitomi. "¿Y si no fuera la única persona en padecerlos? Esa podría ser una explicación. Ambos podrían ser el resultado del mismo experimento."

Hitomi no se dio cuenta, pero mientras meditaba, una misteriosa niebla inundó completamente el jardín donde estaba. Cuando quiso darse cuenta, Millerna y Serera desaparecieron por completo, así como todo lo que se encontraba a su alrededor, la fuente, el asiento de mármol ... inexplicablemente, se encontraba de pie en medio de la nada. Se escuchó un golpe metálico, una y otra vez. Algo caminaba con botas de metal y se acercaba poco a poco. Hitomi pudo distinguir a lo lejos una sombría figura enfundada en una compacta y gruesa armadura de metal. Portaba un yelmo con múltiples cornamentas en su brazo derecho. La figura se fue acercando mas y mas hacía ella cuando llegó lo suficientemente cerca como para distinguirla. Era un hombre, o eso creía, a que no solo le aterraba sus ojos completamente oscuros como la noche y a la vez brillantes como perlas. En su espalda tenía desplegada dos grandes alas del mismo color. En su anguloso rostro no reflejaba su edad, no era ni joven ni viejo. Era muy pálido, la piel completamente blanquecina al igual que su pelo, largo llegándole a la cintura recogido en una cola.

- Ha pasado mucho tiempo. - Dijo el misterioso hombre. - Me alegra volver a verte.

- ¿Quien eres? - Preguntó Hitomi conteniendo el miedo como podía.

- ¿No me recuerdas? - Aquel misterioso hombre se acercó a Hitomi. Esta estaba paralizada completamente por un terror irracional. - Ha pasado mucho tiempo pero el Destino ha querido que nos encontrásemos después de 10.000 años desde la fatídica caída de Atlantis. He estado todo este tiempo pensando en ti, recordando el amor que nos procesábamos cuando nuestros pueblos eran uno.

Un gran temblor convulsionó en suelo. El hombre de la armadura miró al cielo. Un enorme agujero de dimensiones eternas abrió apareciendo de él una enorme ciudad volante empequeñeciendo el horizonte, mucho mas grande que cualquier fortaleza de Zaibach, mucho mas que todo el reino de Fanelia, incluso mayor que la nave del clan Ispano, era realmente monstruosa. Aparentemente lisa y de forma triangular, era como una pirámide invertida, completamente negra excepto numerosos puntos de luz que recorrían prácticamente toda auquilla fortaleza. Hitomi notó otra extraña vibración en su pecho, su colgante. Lo sacó con rapidez para ver como desprendía una tenue luz.

- Hemos vuelto. - Dijo el hombre. - El manto de tinieblas inundará Gaea y nuestro odio rencor desembarcarán en Centuria. Los demonios oscuros regresan de su exilio.

- ¡Hitomi! - La voz era de Millerna. Hitomi se puso pálida en apenas unos segundos.

Hitomi despertó como si de un profundo sueño se tratara. Estaba sentada, en el jardín, junto a la fuente de piedra. Comprendió que se trataba de otra visión.

- ¿Que sucede, Hitomi? - Preguntó Serena.

Hitomi notó como los pies y las manos apenas le respondían. Estaba completamente aterrorizada pero intentó por todos los medios no aparentarlo.

- Supongo que hoy no he dormido lo suficiente. - Dijo ella con la voz entrecortada.

- Pero ... - Millerna intentó hablar con ella, pero Hitomi se levantó del frío pero cómodo asiento de mármol y se alejó directa a su habitación bajo el asombro de sus dos amigas. Apenas podía caminar, sus piernas le temblaban debido al miedo. Cuando llegó a su habitación agotada completamente por el esfuerzo ya que su cuerpo apenas respondía, abrió su puerta con dificultad, cerró con llave y se acostó rápidamente en su cama con la gran almohada en la cabeza para evitar oír una palabra que martilleaba su cabeza.

"Demonios, demonios, demonios, demonios ..."

...

Hacía viento en Palace. No era una buena noche. El cielo se nubló de repente en cuestión de minutos mientras que una ligera brisa proveniente de las montañas del norte apareció para acompañar al mal tiempo, pero la Luna de las Ilusiones seguía visible en el cielo. Como por arte de magia o poder del Destino, las nubes se apartaban para que las gentes pudieran observar aquel maravilloso y lejano planeta. En la terraza que conectaba su habitación con el largo pasaje estaba Gosser, esta vez vestido con su antigua túnica de Chamán que aun conservaba, pero eso no significaba nada. Él ya no era un Brujo de Zaibach pero le inquietaba la idea de haber abandonado la casta demasiado tarde.

Alguien se acercaba, pero el Zaibach no le prestó atención. Era una noche tranquila y la vista en el horizonte de la Luna de las Ilusiones le tenía prácticamente hipnotizado. Le atraía aquel mundo por muchas y diversas razones, pero también le atraía la belleza de aquel planeta azul.

- Es muy esquivo, embajador. - Dijo una fémina voz. - No es un hombre fácil de ver.

Gosser giró la vista y ahí estaba Serena con su típico vestido blanco y gris, muy diferente a lo que había visto en el coliseo de Palace.

- Eso dicen. - Dijo Gosser. Volvió a girar la vista para seguir observando La Tierra. - Puede considerarlo como un defecto, sin embargo, yo lo considero una virtud o necesidad, según el caso.

- ¿Que necesidad tiene ser esquivo? - Preguntó Serena con curiosidad.

- Evitar personas implica evitar problemas. - Explicó el Zaibach. - Debe perdonarme señorita, pero no veo el sentido de esta conversación.

Serena sonrió. Gosser era muy directo cuando se lo proponía.

- Quería agradecerle su presencia en el coliseo durante mi combate contra Argon.

- Es algo curioso. En menos de un día he recibido tantos agradecimientos como en los años cuando servía a Dornkirk. - Ironizó el joven general de Zaibach.

- Su presencia en el coliseo me dio la fuerza y el coraje necesario para vencer. Le estoy eternamente agradecida.

- Las guerras no se ganan con la mera presencia. Fue usted quien salió victorioso del combate. Yo solo me limité a cumplir mi promesa, nada mas. - Dijo Gosser intentando rebajar el tono de adulación de Serena. - Pero no me malinterprete, señorita Serena. Ha conseguido hacer realidad sus sueños y eso me llena en corazón de alegría.

Serena se emocionó ante las palabras de Gosser. Al fin al cabo, tenía alma y esencia de ángel. Aun así estaba confundida por su actitud. Seguía comportándose como si nunca se hubieran conocido y eso la perturbaba.

- Siempre supe que cumplirías tu promesa, Gosser.

Estas palabras fueron como si una enorme maza cayera sobre el Zaibach. Dejó de observar La Tierra para mirar con miedo a Serena. Era la primera vez desde que llegó a Palace que alguien le nombraba por su nombre. Estaba acostumbrado a nombres como "embajador", "general" o simplemente "señor".

- Una vez me prometiste que volverías a estar junto a mi cuando la guerra terminase. - Dijo Serena mientras se acercaba a Gosser, completamente inmóvil. - Mas de un año estuve aguardando en silencio tu regreso, pero, tal y como prometiste, has vuelto a mi lado.

- Serena ... por favor ... no debes ... - Dijo Gosser mientras retrocedía hasta dar con la pared. Su tono hizo que se delatara ante Serena. Esta se acercaba cada vez mas y mas hasta que pudo rodearle con sus frágiles brazos a la altura de la cintura y apoyaba delicadamente su cabeza a la altura del corazón, que latía rápida y violentamente. Gosser mientras tanto no solo era incapaz de articular palabra alguna, tampoco se atrevía ni siquiera a tocar su piel. Por primera vez en su vida sintió en sus propias carnes el miedo, miedo a que Serena pudiera haber recordado.

- Recuerdo Cafidia ... un hermoso jardín donde tú y Jajuka cuidabais de mi. Me abrazabas para que pudiera olvidar mi dolor mientras acariciabas mis cabellos. ¿Lo recuerdas? - Serena cerró los ojos intentando recordar con mas claridad aquellos momentos. - ¿Por que me evitas de esa manera? ¿De que tienes miedo?

Gosser seguía sin poder articular una palabra. Estaba aterrado pero de alguna manera la presencia de Serena le reconfortaba haciéndole sentir aun mas culpable después del mal que le había provocado.

- ¿Acaso desconoces lo que siento por ti? - Continuó Serena mirando a Gosser a los ojos. La mirada de ambos se cruzaron, pero fueron los ojos de Serena los que se humedecieron debido a las lágrimas que comenzaban a brotar. - ¿Te preguntaste alguna vez lo que realmente sentía por ti en Zaibach?

Gosser comprendió entonces pero se resistía a aceptarlo.

- Tengo miedo. - Dijo.

- ¿Tienes miedo a ser amado?

"Miedo a volver a hacerte daño" Pensó Gosser. "Pude soportarlo una vez, pero me volvería loco si algo te pasara por mi culpa como ya sucedió una vez".

- Por favor ... olvida mi nombre ... mi existencia ... hagamos como si jamás nos hubiéramos conocido. - Dijo nerviosamente Gosser. Ese era su mayor deseo. Por un momento tuvo el presentimiento que se haría realidad en ese preciso momento, pero nada ocurrió.

Serena dejó de apoyar su cabeza sobre el torso de Gosser para acercar lentamente sus labios a los de su amado mientras le seguía mirando con sus grandes y hermosos ojos azules.

- ¿Por que? - Dijo ella.

- No merezco tu amor. - Contestó.

Serena alcanzó al fin los labios de Gosser. Este cayó atrapado ante el embrujo y también la besó al tiempo que la rodeaba con sus brazos dejándose llevar por sus sentimientos y su corazón. Al fin comprendió lo que realmente sentía por Serena, y lo que Serena sentía por él. Ambos se amaban y continuaron besándose sin importar el mañana.

Daika seguía observando atentamente la escena. Las ordenes de su señor Yeri eran claras. Controlar y vigilar a Gosser para asegurarse que este cumpliera las órdenes recibidas por el consejo de Chamanes de Zaibach encabezados por Yama. Le había estado siguiendo desde su llegada a Palace el mismo día que el crucero Derethy desembarcó en le puerto volante. Fue una tarea dura. Aunque en un principio tenía asignada vigilar el ala Este del palacio además de obtener información de interés, su objetivo principal era controlar todos los pasos del enviado por parte de Zaibach ante las naciones aliadas. Temían que asesinara al rey de Fanelia antes o durante la celebración de la cumbre. Afortunadamente había cumplido su misión, aquella misión que él aun desconocía. El ala Oeste estaba asignado a su sanguinario compañero Kaini. Todos los Syarain disfrutaban con la sangre de sus victimas al igual que ella, pero Kaini era diferente. Apodado "Sanguinario Syarain", era un experto asesino entrenado para provocar la muerte de sus enemigos de la manera mas efectiva, dolorosa y salvaje posible, especialista en operaciones en cubierta como esta. Ella sin embargo no solo era una de las mejores guerreras de los de su raza. Pilotaba como nadie su guymelef Xanas, un engendro mecánico construido con tecnología aun desconocida por los pueblos de Gaea y si todo sale como Yeri planea, solo los Syarain conocerán tal secreto.

La relación que había observado entre Gosser y Serena la confundía. En un par de ocasiones, Gosser estuvo a punto de descubrirla pero su curiosidad, un instinto que poseían todos y cada uno de los seres vivos, incluyendo los Syarain, la aventuró aun mas exponiéndose al peligro de ser desenmascarada. Los sentimientos que se demostraban entre ambos eran totalmente desconocidos para ella, y por lo tanto por los de su pueblo. Allí estaba, vigilando y espiando impunemente como si de un espectro oscuro se tratase.