IX. Antesala al horror.

Otra derrota aunque esta vez estuvo a punto de vencer a Lorel en un pequeño e imprevisto duelo a espada para rebajar tensiones antes de dormir. Jamás había conseguido derrotarle si bien cada día que pasaba estaba mas cerca de lograrlo. Su habilidad en esgrima era tal que estaba seguro que incluso Allen tendría grandes dificultades para derrotarle; una pena que sus problemas con la altura le desistan de pilotar un guymelef aunque intenta superarlo. Él siempre decía que en el fondo le hacía un favor.

"Con lo torpe que soy no me extrañaría que algún día aplastara a alguien por error, incluso a ti" Decía con cierta ironía y humor intentando justificarse. Aun así era un brillante estratega y guerrero de a pie.

Después de esto se marchó a su habitación para descansar. Había notado algo extraño en Lorel. Le ocultaba algo y sospechaba. Temía que Hitomi hubiera tenido visiones y no fuera lo suficientemente fuerte como para contárselo y quizás si lo haya hecho con Lorel con la condición de no contarle nada a él. No podía culparles así que intentó dormir y esperar a que pronto amaneciese con la esperanza que Hitomi reflexionase y decidiera confiar en él. Algo aporreó la puerta de su habitación despertando súbitamente a Van. Hacía ya dos noches que no había pegado ojo por razones que desconocía. Desde que llegó a Palace tuvo una extraña sensación, como su algo le ahogara el alma. Escuchó otro golpe seguido de una voz entrecortada llamándole, era Hitomi. Van se levantó rápidamente de su cama y se vistió lo mas aprisa posible para abrir la puerta. Allí estaba ella, pálida y asustada como si acabara de ver a un fantasma o peor aun, como si hubiera tenido una visión horrible. Conocía aquella expresión y supo de inmediato que algo no marchaba bien. Hitomi, al ver el rostro de Van se sintió mas reconfortada pero aun así el temor que la inundaba era tal que lo único que pudo hacer fue abrazarle con fuerza. Intentaba decir algo mientras Van intentaba consolarla de alguna manera, pero la voz entrecortada de la joven le impedía articular claramente cualquier palabra.

- He tenido visiones, visiones horribles. - Dijo al fin Hitomi. Seguía abrazada a Van. - Tenía que habértelo contado antes, pero tenía miedo. Temía que me odiases por traer siempre la desgracias conmigo.

- No digas eso. Sabes que no es verdad. - Susurró Van al oído de Hitomi. Era la mejor manera de tranquilizarla.

Van hizo que Hitomi se sentara en la cama y le contase todo. En todo momento, las manos de Van agarraban fuertemente las de Hitomi para intentar tranquilizarla. Esta le contó las continuas visiones de seres de alas oscuras, desde la primera de ellas hace unos días en la estación de trenes hasta en la que aparecía aquel misterioso hombre enfundado en aquella pesada armadura en forma de escamas de dragón y lo que este le dijo pero en ningún caso hizo referencia a las visiones que había tenido en las que aparecía Dilandau y Gosser. Sabía que tan solo el nombrar a aquel sanguinario guerrero Van se estremecía al recordar la destrucción de Fanelia.

Después de escuchar a Hitomi, Van se levantó y se dirigió a la ventana para observar La Luna de la Ilusiones, intentando asimilar todo lo que había oído. No sabía que pensar acerca de aquellos seres de alas oscuras, incluso dudaba si realidad se podía sacar algún significado de aquello. De pequeño había escuchado numerosas historias y leyendas acerca de demonios que saqueaban remotas aldeas. Las descripciones eran variopintas, aquellos supervivientes totalmente traumatizados los describían como gigantes enfundados en armaduras que parecían una neblina oscura. Otros hablaban de enormes golems de metal dos veces mas grandes que cualquier hombre que sesgaban vidas para alimentarse con el alma de sus victimas de cuyas manos emanaban azufre. Incluso se contaban historias seres alados al igual que los atlantes cuya mayor afición era la de empalar a sus victimas; eso le inquietaba. En una de las visiones, Hitomi le describió una escena por él escuchada cientos de veces por los mas borrachos y locos de las cantinas que se jactaban de haber sobrevivido a la matanza en las que aseguraban que estos seres se divertían empalando a sus victimas aun con vida. Lógicamente, nadie les creía.

- Palace será arrasada. - Dijo Hitomi con pesimismo. Van la miró asustado tras estas palabras. - Lo he visto en una visión. Yo estaba sola en mi habitación cuando el mayor de los silencios se apoderó del palacio. Nada se oía, ni tan siquiera el canto de los grillos, nada. No había nadie en el castillo. Fue entonces cuando ocurrió. Te ... te vi muerto ... en tu habitación ... empalado brutalmente - Hitomi se echó a llorar pero aun así encontró las fuerzas necesarias para continuar su espeluznante relato. - Todo se llenó de repente de cadáveres, todos empalados ... Allen ... Millerna ... Lorel ... Observé por la ventana como Palace ardía mientras aquellas figuras de alas oscuras caían del cielo a cientos. Tengo un mal presentimiento. Temo que la ciudad perezca bajo las llamas como ya pasó una vez en Fanelia.

Hitomi se echó las manos sobre la cabeza y comenzó a llorar desconsoladamente. Pensaba que había sido una estúpida y que la supuesta y próxima destrucción de Palace era culpa suya. No directamente pero tenía la impresión que si hubiera confiado mas en sus amigos, especialmente en la persona que amaba, todo esto no estaría pasando.

Van seguía la seguía mirando. Estaba triste por el sufrimiento y el calvario por el que estaba atravesando Hitomi pero nada podía hacer, solo permanecer junto a ella y abrazarla con la esperanza que aquel sufrimiento desapareciera. Estaría junto a Hitomi el tiempo que fuera necesario; sin embargo, los reyes de Astria Dryden y Millerna necesitaban saber cuanto antes el peligro que corre la capital de Astria. Cualquiera que hubiese dicho que Palace podría ser arrasada le hubiera tomado por loco pero si tales palabras han salido de Hitomi, sabía que la ciudad tenía las horas contadas.

...                          

- ¡Súbelo! - Gritó Merga con voz ronca. Se aseguró que el enganche de la pesada bolsa pila de avena y trigo no se soltara. Arriba, a tres metros del suelo, su sobrino Ijam tiraba de una gruesa cuerda enganchada a una polea haciendo un esfuerzo considerable, demasiado para un chico de dieciséis años. Trabajaba con su tío en el traslado de alimento. Carros y carros llegaban cada día a este pequeño almacén junto al castillo donde empaquetaban toda el sustento necesario para alimentar a la pequeña ciudad que era el Palacio Aston, mas de mil hombres y mujeres entre soldados, invitados, servidumbre y por supuesto los reyes.

- Pesa mucho. - Se quejó Ijam intentando por todos los medios subir aquella pesada carga para después colocarla junto a los demás bultos que ahí había.

- ¡No me vengas con esa! A tu edad levantaba fardos el doble de grandes ayudado únicamente con mis manos. - Dijo Merga. No mentía. Era enorme y musculoso gracias a los duros trabajos que era obligado a realizar desde muy pequeño para ayudar a sus padres. No eran tiempos como los de ahora donde abundaba no solo la comida y el trabajo, sino también la felicidad. Era la nueva edad de oro de Palace.

Una pequeña mota de avena o trigo en suspensión en el aire provocó un tremendo estornudo por parte de Ijam. Por una fracción de segundo soltó sin darse cuenta la cuerda, pero el tiempo suficiente como para que esta se le escapara completamente de las manos cayendo como un plomo sobre el quebradizo suelo de madera. El impacto hizo que el paquete se abriera haciendo que su contenido quedara esparcido por todo el pequeño almacén. Ijam bajó rápidamente ayudado con la cuerda para ver como se encontraba su tío. Respiró con relativo alivio cuando le vio intentando limpiar su cara debido a la enorme polvareda que había levantado por su culpa.

- Estoy bien, mejor que si me hubiera caído todo eso sobre mis espaldas. - Dijo Merga. Era inútil limpiarse la cara, la avena y el trigo revoloteaban a sus anchas por todo el almacén. Parecía increíble la cantidad de cereal que puede llegar a caber en uno de esos fardos.

Merga seguía observando el almacén silencioso, pensando en la excusa que se tendría que inventar esta vez para no pagar el trigo perdido. Había algo extraño justo en el centro del almacén. El cereal iba cayendo despacio al suelo haciendo aparecen bajo sus pies una fina capa de pequeños copos marrones excepto en un lugar a cinco metros justo delante suya. La avena y el trigo no caían al suelo sino que se quedaban completamente paradas en el aire, levitando. Tras unos segundos, el cereal que en un principio tendría que caer al suelo quedó pegado a algo formando el grano una especie de fina túnica marrón. Era como si el cereal se posara sobre una estatua trasparente. Merga quedó aterrado así como su sobrino Ijam al ver como aquella figura de pronto se movió hacia él a tal velocidad que murió sin saber que fue lo que le mató. Lo último que pudo ver y sentir fue un tremendo golpe sobre su estomago haciéndole caer al suelo. Intentó levantarse pero le fue imposible mover las piernas. Giró la cabeza a su derecha para ver como la parte inferior de su cuerpo yacía a un par de metros mas allá. Ijam presenció toda la escena. Vio como una luz surgía del espectro en el momento que llegaba a la altura de su tío partiéndolo por la mitad y desparramando la sangre por todo el recinto. Sin pensarlo, el joven se volvió para salir del almacén por la puerta principal para pedir ayuda pero algo le agarró de la nuca, lo levantó con aparente facilidad y le golpeó la cabeza repetidas veces contra una gran columna de madera hasta romperle el cráneo provocándole una dolorosa y terrible muerte.

Kaini descansó después de aquel momento de excitación y placer que le produjo la muerte de aquellos indefensos humanos. Cometió un error de novato y estuvo a punto de costarle la misión. Tenía ordenes de reconocer y estudiar todo el Palacio Aston para la inminente operación y por un momento creyó que todo terminaría por culpa de un descuido. Afortunadamente para él y desgracia para sus victimas, era conocido como "Sanguinario Syarain" y nada ni nadie, ya sea rata o humano, podía escapar de él. Ahora el gran problema estaba en como ocultar estas muertes y sus huellas. Nadie debía sospechar nada aunque la invasión era inminente. Solo había una solución, deshacerse de los cadáveres y ocultar la sangre cuanto antes. La primera tarea resultó sumamente sencilla. Arrojó los cuerpos a uno de los canales atándolos a enormes rocas para que no pudieran flotar; antes se aseguró de conservar un recuerdo de sus victimas en forma de la mano derecha de cada uno de ellos. La sangre si era un problema. Sus superiores admiraban su especial sed de sangre, muy superior a la de cualquier Syarain pero sabían que algún día le iría a traer mas de un quebradero de cabeza. Después de limpiar su resplandeciente hacha de mano, una excepcional arma forjada por él mismo con metal glima y con un leve revestimiento de cristal de diamante lo que lo hacía extremadamente cortante, se aseguró de colocar grandes pilas de cereal encima de la sangre para así evitar que los residentes del castillo se dieran cuenta. No era necesario nada mas. En cuestión de horas todo se convertirá en un enorme cementerio.

Estaba impaciente por que llegara la hora. Quería mas trofeos pero esta vez no se conformaría únicamente con las manos de sus victimas. Eran sus cabezas las que anhelaba; y su sangre también. Los Nereides descenderán de los cielos como ángeles vengadores y aniquilarán a todo aquel que se interpongan en el camino de los Syarain.

...

Estaba amaneciendo y la luz de la mañana comenzaba a entrar sutilmente en la habitación. Allí estaba Serena durmiendo plácidamente acostada de lado mirando aparentemente la ventana abierta con los ojos cerrados y tapada completamente con las sábanas de color azul. No estaba sola, ni siquiera era su habitación. Ya hacía tiempo que Gosser se despertó, mucho antes del alba y había pasado todo ese tiempo observándola. Apoyado sobre la pared que tenía justo enfrente de la cama, no paraba de pensar acerca de lo que había echo aquella noche y si estaba bien o mal. Pasar la noche junto a Serena ha sido quizás lo mas hermoso que le haya ocurrido en la vida y era eso precisamente lo que le hacía sentir tan mal después de todo lo que le la había provocado. No hace mas de tres horas cuando se despertó en aquella cama abrazado a Serena. Sus brazos rodeaban su cintura mientras ella seguía durmiendo en aquella misma posición.

Era tarde para él. No estaba acostumbrado a dormir tanto. Apenas estaba acostumbrado incluso a dormir. Aunque no tenía nada importante que hacer en este momento, estaba preocupado por el Derethy y sus hombres, el contingente Quimera. Tenía un mal presentimiento y quería asegurarse personalmente que todo marchaba según lo previsto aunque le inquietaba la presencia de Yama en su navío. Ya estaba vestido; de echo, fue lo primero que hizo después de despertarse. Ya que se iba a dirigir al Derethy se vistió con sus típicas vestimentas de comandante y general. Antes de que Gosser pusiera la mano en el pomo de la puerta, la voz de Serena le acarició.

- Esperaba que al menos te despidieras antes de irte.

Gosser se giró. Vio a Serena echada sobre la pared de madera junto a la cama tapada con las sábanas ya que estaba desnuda.

- No quería despertarte. - Se excusó Gosser. - Parecías dormir plácidamente.

Serena sonrió. Bajó de la cama intentando por todos los medios caminar mientras se tapaba como podía con la gran sábana azul acercándose al Zaibach hasta estar junto a él.

- Ha sido muy hermoso todo lo que hemos compartido esta noche ...

- Serena ... - Interrumpió Gosser. - ... puede que esta noche haya sido maravilloso compartir tu amor pero solo quiero que comprendas que ...

Serena se asustó por el tono de su amante. Esto lo notó Gosser e intentó suavizar sus palabras.

- Te quiero demasiado como para permitir que me sigas amando. - Concluyó. - Aun estás a tiempo de rectificar.

- ¿Por que dices eso? ¿Por que si tanto me amas?

- Podría hacerte daño y jamás soportaría tal cosa. - Al fin Gosser pudo decir lo que hasta ahora no podía.

- Jamás me harías daño ...

- ¿Como estás tan segura? No me conoces. Los dictados de tu corazón pueden conducirte a la perdición si es en eso todo en lo que confías.

- Pero ... Gosser ... - Serena intentó decir algo sin saber que.

- Soy un monstruo. - Dijo el Zaibach. - Durante mi vida he hecho cosas horribles. Acciones que me atormentarán durante toda mi existencia y quien sabe si algún día pueda retomar mi antigua vida. El Destino es a veces cruel y despiadado.

- Nosotros controlamos nuestro propio destino. Este no es cruel y despiadado como tú dices, lo es quien se lo forja. Tu no eres así.

Hubo un silencio. Ambos se miraban mientras intentaban encontrar palabras a lo que sentían el uno por el otro. Serena intentaba por todos los medios estar junto a él. Sin saberlo, había estado esperándole durante mucho tiempo y no estaba dispuesta a renunciar a su amor. Gosser tampoco sabía que decir para que lo entendiera, así que acercó sus labios a los de Serena para que ambos se tocaran, nada mas. Tan solo un leve roce con la intención de hacerle entender lo que sentía por ella. La amaba pero estaban condenados vivir sus vidas separados. Solo entonces tuvo las fuerzas suficientes para abrir la puerta de y salir de la habitación con la esperanza que Serena entendiera.

Gosser caminaba entre los largos pasillos del palacio cabizbajo y pensativo. Pensaba en muchas cosas, demasiadas desde que llegó a Palace. Hubo un momento que incluso creyó perder la razón debido a la tensión que estaba soportando últimamente. Al salir del palacio por la puerta principal vio como uno de los hombres que le escoltaban en Palace, Dales, bajaba rápidamente de un carromato que aparentemente acababa de llegar al patio principal.

- Señor. - Dijo medio asfixiado por la carrera. Había corrido los escasos cien metros que distaba entre él y el carro que le había traído en casi trece segundos. Parecía importante. - Mensaje del Derethy de parte del Chamán Yama. Pide su convalecía de manera urgente.

Un gesto de preocupación se le dibujó en un instante al comandante transmitiendo ese mismo sentimiento a Dales. Sea lo que sea el propósito por el que Yama le había enviado a Palace pronto lo sabría.

- ¿Quiere que Kiter y yo le acompañemos ...?

- No. - Contestó Gosser. - Prefiero que os quedéis en Palace y me informéis de todo lo que ocurra en el palacio Aston a mi llegada.

A Dales le extrañó la orden de su comandante pero no quiso hacer preguntas. Su trabajo era cumplir ordenes y así lo haría. Puede que sea famoso entre los demás soldados Quimera por su particular comportamiento pero su disciplina hasta ahora era algo innegable.

...

- ¿Palace atacada? ¿Por quienes?

- No lo se. - Contestó Hitomi a la pregunta que le había formulado Dryden. - Ni siquiera se como ocurrirá pero tengo el presentimiento que no nos queda mucho tiempo.

Todos los presentes en la improvisada reunión se asustaron. Además de los reyes Dryden y Millerna e Hitomi también estaban presentes Allen y su hermana, ya convertida en capitana de la Guardia Real, Merle siempre acompañada por Van y Lorel y a un lado Eries, la primogénita del fallecido rey Aston, elegida embajadora y representante de Astria antes los demás pueblos de Gaea. Todos ellos tenían algo en común, conocían las increíbles capacidades de Hitomi para predecir el futuro, por eso no dudaron en creerla desde el primer instante.

- ¿Que enemigo se atrevería a atacar a Astria? - Dijo Serena. - Solo Bashram posee el poderío militar suficiente como para intentar una invasión.

- Está claro que Bashram jamás se plantearía atacarnos. Es una nación muy poderosa pero su economía depende enormemente de la nuestra. Atacarnos significaría su perdición y ellos lo saben. - Dryden se levantó de su asiento para caminar en círculos por la gran sala del trono. - ¿Dices Hitomi en tus visiones aparecen constantemente seres alados ? - Dryden se detuvo. - Solo podrían ser atlantes ...

- ¿Como puedes decir eso? - Van se adelantó. - Se que en toda Gaea considera a los atlantes como seres malditos pero también es sabido que eran una raza pacífica y amante de la paz.

- Lo se, rey de Fanelia, y eso es lo que mas me preocupa. Si no son atlantes, ¿quienes son?

Hitomi creía tener una respuesta pero no quiso decir nada. Sin saber por que, una palabra la golpeaba sin cesar desde su última visión, la de aquel ser con armadura y alas negras. Demonios.

- Podría ser Zaibach. - Intervino Eries. - Quizás desee recuperar su antiguo esplendor y solo aniquilando a su gran enemiga podría tener el camino libre para intentar volver a conquistar toda Gaea.

- Zaibach jamás intentaría eso. - Respondió Serena. Todos la miraron con asombro excepto Hitomi y Millerna. Sabían que lo que decía era para proteger a Gosser. - Zaibach no tiene el poder suficiente para una invasión a la mismísima capital del reino, además, Bashram así como Ezgardía esperan cualquier pretexto para borrar definitivamente al Imperio de Gaea y una invasión sería la excusa perfecta.

- Serena tiene razón, es mas, una invasión por parte de Zaibach no explicaría la existencia de esos seres alados. - Dijo Lorel.

- ¿Y sus aliados?. - Expuso Van. - Aquellas figuras aladas que vio Hitomi pueden ser un tipo de guymelef que jamás hayamos visto. Ya sabéis que numerosos reinos mantienen en secreto la construcción de sus propios guymelefs.

- Zaibach no tiene aliados, jamás los necesitó. - Negó Serena mientras miraba por uno de los grandes ventanales que daban directamente con el patio central del palacio. A lo lejos podía ver la gran fortaleza volante Derethy.

- No creo que sea conveniente preocuparnos por la identidad de nuestro agresor. Si es verdad que Palace será atacada deberíamos movilizar todas nuestras tropas lo antes posible. - Dijo Allen. - Ya habrá tiempo para preguntarnos quién es el causante de todo esto.

- Sabéis que defendería con mi propia vida a Astria pero ... - Van miró a Hitomi y Merle y los reyes de Astria comprendieron.

- No dudamos de tu ayuda en la batalla ... - Dryden agradeció las palabras de Van. - ... pero es tu obligación regresar a tu reino y cuidar de Hitomi así como de Fanelia. Ante la actual situación creo que es

mas conveniente que abandonéis Palace por vuestra seguridad. Allen y sus hombres se encargarán de escoltar vuestro navío a Fanelia.

- Hitomi ... - Millerna se acercó a ella y tomó sus manos. Parecía triste. - ... te prometí acompañarte en un largo paseo por las bazares de Palace pero me temo que tendrá que ser otro día.

- Millerna ... lo siento ...

- Tu no tienes la culpa de nada, es mas,  quizás eso haya sido el objeto de tu visita a Gaea, prevenirnos de la destrucción de Palace. Estoy segura que volveremos a encontrarnos muy pronto.

Hitomi se emocionó y quiso dar un abrazo de despedida, pero Millerna se negó ya que sus palabras no eran de despedida. Ya llegará la hora en el puerto volante de Palace y será allí cuando rezará a Jichia por que vuelvan a encontrarse en un futuro.

- ¿Que hay de los otros mandatarios? - Preguntó Eries refiriéndose a los embajadores de los países participantes en la cumbre.

- Es obvio que tendremos que interrumpir las negociaciones. - Contestó Dryden. - Deberíamos informarles que tenemos sospechas de una posible invasión por parte de un enemigo desconocido. Todos ellos excepto Zaibach no dudarán en ofrecer su ayuda a Astria.

- Puede que nos sea útil después de todo. - Serena seguía mirando el Derethy por el gran ventanal. - El embajador de Zaibach nos podría proporcionar apoyo logístico. Estoy segura que no se negará. Hasta ahora ha sido muy respetuoso con Astria y podríamos considerarlo como un favor realizado a la hora de discutir los nuevos términos de las penas impuestas al Imperio.

- ¿Que apoyo podríamos conseguir de Zaibach. - Dijo Van. - Apenas posee ejercito.

- Si Hitomi tiene razón, toda ayuda será bienvenida. Mas aun si esa ayuda viene de un Guerrero Sagrado. Gosser puede convertirse en nuestro mejor aliado ...

- O en el mas terrible de nuestros enemigos. - Replicó Van a Serena. - Y por nuestro bien, espero que tengas razón.

...

Luces y mas luces. Gosser subía por el enorme montacargas también usado como ascensor hasta el décimo nivel de la nave donde se encontraban los camarotes de los oficiales. Era lento y las continuas hileras de focos a ambos lados del las paredes era lo único que indicaba que subía. Desde que llegó al Derethy todo le resultaba diferente sin serlo y eso le preocupaba. Había notado algo extraño en sus hombres pero estos le respondían con evasivas a sus preguntas. Vio a algunos asustados, otros nerviosos pero el sentimiento que mas se repetía era la inquietud. Todos sus hombres eran leales pero solo uno se consideraba amigo; ese era Marceus y como oficial de seguridad era el mas indicado para contarle lo que estaba pasando.

Décimo nivel. Ahora no buscaba a Marceus. Le preocupaba Alexia. No sabía exactamente lo que había pasado abordo del Derethy durante el corto espacio de tiempo que había estado en Palace y era en la seguridad de la mujer-gato lo que mas inquietaba. Llamó a la puerta pidiendo permiso para pasar. No estaba acostumbrado a ello pero la última vez que entró en el camarote de Alexia sin llamar deseó que se lo tragara la tierra. Esperó unos segundos pero nadie contestó. Volvió a llamar pero esta vez la llamó con la intención de que esta le oyera, si es que Alexia estaba ahí. La puerta no tardó entonces en abrirse. Ahí vio a Alexia pero no parecía ella, sino una criatura terriblemente asustada de algo que había visto, algo terrible. Esta, ver a Gosser era como ver a la única persona capaz de protegerla de los demonios que la atormentaban. Le abrazó rápidamente con fuerza ya que sabía que su señor jamás permitiría que nada ni nadie le haría daño. El Zaibach por su parte no daba crédito. Alexia le recordaba mucho a Serena cuando cuidaba de ella en Cafidia. Casi inconscientemente comenzó a acariciarle los pelos para que esta se tranquilizara, tal y como hacía con Serena.

- Dime, ¿que ha pasado? - Le preguntó Gosser. Su voz tranquilizó aun mas a Alexia.

- Demonios ... demonios oscuros. - Contestó ella con la voz muy debilitada debido a su estado anímico.

Gosser no supo exactamente lo que quiso decir Alexia. Escuchó a alguien acercarse por el pasillo. Era Marceus, acompañado por otros dos soldados.

- Señor ... - Dijo Marceus pero calló cuando vio al comandante hacerle una señal para que así lo hiciera. Así estuvieron hasta que Alexia se calmó por completo en los brazos de Gosser.

- ¿Que ha pasado aquí? - Preguntó al fin con Alexia todavía en sus brazos.

- Señor, teníamos ordenes de Yama de no informarle de lo sucedido. - Contestó Marceus. - He intentado por todos los medios contactar con usted ...

- ¿Que ha pasado? - Volvió a preguntar molesto por las evasivas de Marceus. Ya había oído demasiadas.

- Horas después de su partida a Palace algo atracó en el hangar principal.

- ¿Acaso no lo visteis?

- Esa cosa, sea lo que fuere, era invisible, señor.

Aquella palabra le inquietó. Miró a Marceus con preocupación mientras intentaba desechar una idea que le rondaba por la cabeza. Ningún otro reino conocía el secreto de la tecnología de camuflaje excepto Los Caídos, los malditos Syarain.

- Creemos que era una especie de transporte. De él descendieron cinco guerreros que no pude identificar, uno de ellos vestía una pesada armadura formada por escamas de dragón. Yama dio ordenes expresas de no informarle de lo sucedido. Todos estamos muy inquietos por lo que está pasando.

- Demonios - Dijo Alexia. - Mi señor, eran demonios. Vi sus ojos ... negros como la noche mas cerrada. - Alexia le abrazó con mas fuerza aterrada por lo que vio.

Las palabras de la mujer gato confirmaron sus peores temores. Eran Caídos, los inventores originales de la tecnología de camuflaje. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo. Creía que Zaibach había roto todo contacto con los Syarain o eso se decía. Quizás siguieron manteniendo los contactos en el mas absoluto de los secretos, aun mas. Anteriormente, solo los Chamanes tenían conocimiento de tales contactos. Quizás ahora solo un pequeño grupo de ellos seguía manteniendo conversaciones con aquellas aberraciones.

- El consejo. - Dijo Gosser. Pensaba en voz alta. - Ellos son los responsables. ¿Donde está Yama?

- En su camarote. Ha dado ordenes de prohibir el paso en el sector 14 del Derethy. Todos los oficiales y soldados que ahí se encontraban han sido obligados a abandonar sus aposentos. Creemos que han sido ocupados por los invitados del Chamán.

Gosser apartó a Alexia con suavidad y la miró fijamente a los ojos.

- Escúchame bien. Quédate en tu camarote y no salgas bajo ninguna circunstancia. Ahí estarás segura.

- Mi señor ... déjeme estar con usted. Se que usted me protegerá de los demonios ... por favor ... no quiero estar sola ... usted es el único que puede protegerme ... - Dijo Alexia. Su miedo podía leerse en sus ojos.

Gosser tocó suavemente con el índice de su mano derecha sobre los labios de Alexia para que esta callara tranquilizándola también. La esclava se sorprendió aun mas por el trato recibido por Gosser. Hasta ahora, ningún hombre la había tocado de esa manera.

- No dejaré que esos demonios te hagan algún daño. Yo cuidaré de ti.

Alexia no pudo hablar. No supo como pero las palabras de Gosser hizo que ya no temiera por nada ya que estaba segura que su señor cumpliría su palabra así que hizo caso. Entró en su habitación y se aseguró de cerrar la puerta mediante el pequeño mando electrónico instalado en su habitación.

- Soldados. - Dijo el comandante a los dos reclutas que acompañaban a Marceus. - Quiero que se redoble la vigilancia en los puntos clave del Derethy. Quiero guardias dobles de 24 horas, poned especial atención al sector de oficiales. No quiero que nada ni nadie se mueva sin yo tener conocimiento de ello.

- ¡Si, señor! - Dijeron ambos.

- Una cosa mas. - Dijo Gosser antes de que los soldados entraran en el gran montacargas. - A partir de ahora, cualquier orden de Yama queda anulada automáticamente.

Los reclutas cabecearon en señal de obediencia desaparecieron por el elevador.

- Te veo preocupado - Dijo Marceus. Estar solos de daba a oportunidad de hablar con Gosser como si de un amigo se tratase ya que se conocieron hace años en la academia de oficiales como instructores. - ¿A que se refería?

- Demonios. Que los dioses nos protejan - Contestó con tono sombrío.

...

Los grandes hangares del palacio no daban a basto. Numerosas moles de metal iban y venían preparando una posible e inminente ataque por parte de un enemigo desconocido. Allen, siempre junto a Gaddes y Reeden se encargaba de supervisar la defensa del castillo antes de partir a Fanelia con la misión de escoltar a su tripulación, entre ellos el monarca Van e Hitomi. Observaban desde un bunker al aire libre la colocación de las grandes balistas en puntos clave, todas ellas apoyados con enormes catapultas capaces de lanzar rocas de varias toneladas de peso a decenas de metros, suficiente incluso para derribar incluso los guymelefs mas grandes. Todo esto se complementaba con una estratégica colocación de los melefs estándar de intervención de Astria armados con lanzas.

- Durante la guerra, aunque el enemigo era invisible, al menos sabíamos contra quién nos enfrentamos, pero esto ... - Protestó Reeden mientras intentaba controlar su caballo. Se encabritaba con facilidad debido al tremendo ruido que producían las pisadas de los guymelfs.

- Por mucho que me pese decirlo, Reeden tiene razón. - Dijo Gaddes. - Ni siquiera sabemos si utilizarán guymelefs. Si es así, toda esta defensa será inútil contra infantería.

- Lo se pero desgraciadamente no sabemos el tiempo que disponemos para preparar la defensa. No podemos arriesgarnos a dividir nuestros esfuerzos. - Se lamentó Allen.

- De todas formas se necesitaría un gran ejercito para tomar Palace y eso implicaría un gran movimiento de tropas. - Razonó Reeden, algo sin precedentes en él. - Si eso fuera así ya hubiésemos sido alertados.

- Posiblemente, pero si lo que ha dicho Hitomi es cierto, nos enfrentamos a algo que jamás hemos visto. - Dijo Allen asustando a Gaddes y Reeden. - Durante la gran guerra, Zaibach atacó Palace sin previo aviso gracias a su tecnología de camuflaje. Quizás no sea el único reino que conozca tal secreto.

Un caballo se acercaba rápidamente a la posición de Allen y sus hombres cabalgado por Argon seguido por otros dos hombres a su servicio. El Caballero Celeste aun seguía molesto y avergonzado por su derrota contra Serena pero intentaba por todos los medios disimular su estado ante Allen ya que la mujer que he había vencido era nada mas y nada menos que su hermana, pero a solas, maldecía la mala suerte que había tenido durante el combate. No llegó a ser tan caballeroso como Arrone y Binias, derrotados también por Serena pero admitiendo su habilidad y su superioridad con la espada.

- ¡Allen! ¿Que está ocurriendo? ¿Por que estos preparativos? - Preguntó Argon. No había sido informado de los planes de los reyes ya que no se encontraba en el palacio hasta hace escasos momentos.

- Tenemos sospechas de una posible invasión de Palace. Las fuentes son fidedignas y podemos fiarnos de ellas. - Concretó Allen después de ver el rostro de sorpresa de Argon.

- ¿De que estás hablando? ¿ Zaibach ... ?

- No estamos seguro de la identidad del enemigo pero parece claro que Zaibach no pretende atacarnos. Sería su perdición si lo hiciera.

- Mis hombres me acaban de informar que el embajador de Zaibach ha solicitado un carromato para dirigirse al puerto y según algunos observadores del astillero se encuentra en este momento en la fortaleza volante. - Dijo Argon con preocupación. - Todo antes de que comenzaran los preparativos para la defensa de la ciudad.

- ¿Que hay de su escolta?

- No han ido con él si es eso lo que quieres saber. - Dijo Argon negando con la cabeza. - Ahora se encuentran en el interior del palacio en su aposentos. De todas formas, no creo que eso signifique nada.

- El embajador de Zaibach no solo es un Guerrero Sagrado, también es el General de los Quimera. Según he oído es un excepcional estratega y comandante. Sus hombres lo admiran. Si de verdad ha abandonado el palacio para dirigir la operación o para ponerse a salvo no dejaría atrás a sus hombres. - Reflexionó Allen.

No muy lejos de ahí, Eries observaba a Allen atentamente por la ventana de su habitación apoyada sobre la barandilla de mármol.

- ¿Eries? - Dijo su hermana Millerna pidiendo permiso para pasar. La puerta estaba entreabierta. Eries se alertó y dejó de mirar a Allen para divisar el horizonte.

- ¿Que haces? - Preguntó su hermana. - ¿Estás ocupada?

- No, observaba los preparativos para la defensa del palacio.

Millerna se acercó a la terraza y miró a su derecha. Allí estaba Allen junto a Gaddes y otro de sus hombres. Podría ser casualidad pero aquello quizás le confirmó aun mas sus sospechas pero no era suficiente. Desde hace tiempo sospechaba una relación entre Eries y su anterior amor y quería respuestas cuanto antes.

- Os estuve observando durante el baile. - Dijo Millerna. No quiso especificar mas ya que estaba segura que su hermana sabía a lo que se refería.

- ¿A que te refieres? - Contestó Eries que seguía observando el horizonte apoyada sobre la cornisa.

- Tu y Allen ... - Insinuó la reina.

Eries se molestó por las palabras de su hermana. Silenciosamente, entró en su habitación y cerró la puerta para después dirigirse con dureza a Millerna, dejando esta la terraza para entrar en los aposentos de Eries. La actitud de su hermana solo tenía una explicación, había tocado de alguna forma algún tema sensible y eso le confirmó aun mas sus temores.

- ¿Que quieres decir con eso? - Dijo Eries visiblemente enfadada. Millerna siempre la veía como una persona tranquila y Serena; era extremadamente raro verla así.

- Os estuve observando durante el baile. Se que entre tu y Allen siempre ha habido una amistad especial pero ayer vi como le mirabas con ojos muy diferentes.

- No me gusta que me hables con evasivas, Millerna. - Le advirtió Eries.

- Estás enamorado de Allen ¿no es así? Se que le amas desde hace años pero desististe en tus intentos por conquistarte. ¿Por que?

Eries no quiso contestar. Las palabras de su hermana eran cada vez mas duras y no estaba segura de poder seguir soportando mas sin miedo a hacer algo de lo que seguro se arrepentiría. Siempre había tomado el papel de hermana protectora y eso le impedía enfrentarse a su hermana pero Millerna ya no era una niña.

- Era por que Marlene estaba también enamorada de él ¿no es así? Y después de su marcha a Freid te diste cuenta que yo comenzaba a forjar una amistad especial por él y de nuevo desististe de tus intentos por conquistarle.

- ¿Me acusas entonces de desear tu felicidad? - Preguntó Eries.

- ¡No deseo mi felicidad a cambio de la tuya! - Gritó Millerna.

- No eres quién para reprenderme por mi comportamiento durante todos estos años. Puedes que seas mi reina pero ante todo sigo siendo tu hermana mayor. - Le increpó Eries. - Ahora estás casada con Dryden, ya eres feliz ... ¿o me equivoco?

- Yo soy feliz con Dryden ...

- Estás furiosa, no porque yo renunciara a mi felicidad a cambio de la tuya, cosa que hice. Estás celosa de yo conseguir lo que tu nunca llegaste a alcanzar, el amor de Allen; y eso me apena.

Millerna no podía creerse lo que estaba oyendo, ni siquiera creía que la persona con la que estaba hablando fuera realmente su hermana, pero era ella. Ante las terribles palabras de su hermana solo pudo hacer una cosa, salir de su habitación sin decir una sola palabra. Su silencio era todo lo que deseaba decirle a Eries.

...

Gosser colocó la palma de su mano en el panel de verificación del camarote de Yama, abriéndose inmediatamente la puerta de metal. Ahí estaba el Chamán, sentado entre las tinieblas debido a la única lámpara de energiste que brillaba en la habitación.

- Quiero que supervises personalmente los turnos de guardia del Derethy. - Dijo el comandante a Marceus, que estaba justo detrás suya mientras miraba fijamente a Yama, sentado en un sillón con una copa de vino en su mano derecha con una irónica sonrisa dibujada en su rostro. - Infórmame de cualquier cosa, por ínfima que parezca. ¿De acuerdo?

Marceus obedeció y dio una pequeña palmada en la espalda de Gosser en señal de ánimo ya que desde que llegó a bordo le veía mas nervioso que lo de costumbre. El general de los Quimera entró lentamente al interior de la habitación y la puerta se cerró automáticamente con un sonoro golpe.

- Puntual como siempre. ¿Te apetece una copa? - Yama señaló la botella de vino que estaba encima de la mesa colocada junto a él.

- ¿Donde está? - Preguntó Gosser sin rodeos.

- ¿De quién me hablas? - Contestó incrédulo Yama.

- ¡Maldito seas! ¿Donde está Yeri?

- Veo que sigues siendo tan impulsivo como siempre. Es una cualidad que admiro. - Dijo una tétrica voz que provenía de su espalda. Gosser se giró rápidamente y ahí vio a un hombre enfundado en una pesada armadura forjada con escamas de dragón. No llevaba su característico yelmo. Era un hombre alto de pelo blanco y largo recogido en una gran cola y tez pálida. Su mirada era como la de cualquier Caído excepto por la maldad que estos albergaban, mayor que cualquiera de sus "hijos". Era el señor de los Syarain y el mas poderoso de ellos.

Gosser no dudó. Casi inconscientemente y movido por su instinto desenvainó su espada, larga y curvada debido a las diferentes capas de acero y metal utilizadas para moldearla. La contestación del Syarain fue inmediata. Detrás de él tres figuras desenfundaron sus resplandecientes armas dispuestos a defender a su señor. Gosser desarmó fácilmente a uno de ellos rompiéndole de un golpe el brazo izquierdo haciendo que el Caído gritara de dolor. Otro soldado oscuro se acercó por su derecha pero el comandante Zaibach le dio tal puñetazo que hundió su puño varios centímetros en el yelmo completo de metal en forma de cabeza de dragón rompiéndole la nariz e incrustándola en el cerebro al desgraciado Syarain cayendo inmediatamente inconsciente y sangrando a borbotones. El tercero dudó por un momento pero al fin decidió atacar pero Gosser, en un rápido movimiento se colocó junto a Yeri, que en todo momento permaneció completamente inmóvil, y el filo de su espada a escasos milímetros de su cuello. El guerrero Caído al ver como la vida de su señor peligraba decidió retroceder lentamente bajando su espada.

- Veo que tu potencial como guerrero sigue en aumento. - Dijo Yeri con una gran sonrisa irónica en su rostro. - Zaibach debería de estar orgulloso de tenerte en sus filas.

Después de esto Gosser apenas pudo ver como el jefe de Los Caídos golpeaba con la rapidez innata en los Syarain su espada haciendo que esta cayera a unos metros de él desarmándolo aparentemente, pero el Zaibach utilizó uno de sus muchos ases guardados en la manga. Sacó un pequeño puñal de plata alojado en su placa de metal de su brazo derecho para amenazar de nuevo la vida del Caído antes de que el guerrero Syarain que aun quedaba en pie le atravesara con su espada. Esta vez Yeri no sonreía, no después de notar un fino hilo de sangre producido por un pequeño corte en su cuello debido a la presión del puñal de Gosser.

- ¡Ya basta! - Exigió Yama después de presenciar tal espectáculo. Sus palabras no iban dirigidas a Yeri, si no a su subordinado comandante.

Gosser no hizo caso. Miraba a Yeri con auténtico desprecio. Era cociente que con un simple movimiento de muñeca mandaría a tal engendro al infierno de donde jamás debió de haber salido liberando a Gaea de su maldad, pero ante todo era un soldado y estaba obligado a obedecer ciegamente las ordenes de Yama, y así lo hizo. Lentamente, apartó su puñal del cuello de Yeri, lo guardó y recogió su espada.

- ¿Que hace esta basura Syarain en mi nave? Creí que habíamos roto todo contacto con ellos desde que nuestro emperador decidió terminar la máquina Parca. - Preguntó Gosser envainando lentamente su arma produciendo el característico sonido metálico al enfundar un arma manteniendo en todo momento en alerta. No se fiaba del guerrero Caído que aun quedaba en pie, y menos de Yeri. Ambos se miraban deseándose mutuamente la muerte mas horrible.

- El fin de los contactos entre nuestros pueblos fue un malentendido que no tardamos en arreglar. - Contestó Yama.

- No me hables como si yo no supiera nada. Construimos la máquina Parca en contra de la opinión de los Syarain. Ese fue el malentendido.- Aclaró Gosser.

- Vuestra raza no estaba preparada para tal poder. - Yeri se sentó en uno de los sillones de la habitación. - No hicisteis caso de nuestras advertencias y eso fue lo que os destruyó. Si Dornkirk se hubiese centrado en la captura del Dragón según los planes iniciales nada de esto estaría sucediendo ¡pero vuestro emperador fue un estúpido! No solo capturó demasiado tarde a Escaflowne, sino que con él quiso construir una máquina que superaba con creces todo conocimiento humano en lugar de cedernos al Dragón para nuestros planes.

- ¡Si tanto deseas al Dragón puedo entregaros su cabeza en una bandeja de plata junto a la de su piloto con tal que desaparezcáis de la faz de Gaea para siempre! - Bramó Gosser acercándose de nuevo peligrosamente a Yeri. El guerrero Syarain que quedaba en pie se adelantó para prevenir otro ataque por parte del general Zaibach. Los otros dos guerreros yacían en el suelo inconscientes debido a las terribles heridas recibidas. Yeri por su parte sonrió. Le hizo gracia pensar que si ese fuera el plan original, Gosser se hubiera librado de las dos personas que mas odiaba en el mundo, Van Fanel y él mismo.

- Desgraciadamente para ti, ni Escaflowne ni su piloto nos interesan; ya no. Nos es inservible desde que el sistema de llamada Ispano fue activado. - Yeri observó la sorpresa en el rostro de Gosser. - Así es Gosser. ¿Acaso creías que precisábamos del Dragón para obtener su tecnología? Recuerda que dicha tecnología, la ingeniería de la antigua Atlantis, la heredamos nosotros los Syarain por derecho propio. Nuestro verdadero objetivo es el clan Ispano pero el sistema de llamada del Dragón solo es funcional una vez cada cien años. Cuando Escaflowne fue reparado nuestros objetivos cambiaron radicalmente.

- Pretendíais utilizar a Escaflowne como cebo. ¿Que posee Ispano de tanto interés los Syarain?

- El faro que nos guiará a nuestro antiguo hogar. Durante milenios hemos estado vagando sin cesar por Gaea con el único propósito de renacer nuestra antigua cultura. Nuestro mayor deseo es regresar al lugar de donde provenimos y el clan Ispano tiene la llave.

Gosser desconfiaba aun mas de Yeri. Nunca un ser tan malvado y depravado ni su sanguinaria raza arriesgaría descubrirse ante los otros reinos de Gaea solo para volver a su antiguo hogar, sea el lugar que sea. Los Syarain, aun teniendo una poderosísima tecnología eran escasos en número, esa es la razón por la que han estado escondidos todos estos siglos. De vez en cuando lanzaban ataques relámpago contra pequeñas aldeas o ciudades con el objetivo de abastecerse de materias primas o incluso por diversión procurando no dejar testigos de la matanza aunque tampoco les importaba que hubiera algún superviviente. Cualquier ser de Gaea le tomaría por loco después de relatar la destrucción de su aldea.

- Escaflowne ya no es útil entonces. ¿Que estamos haciendo en Palace?

Yama se levantó de su asiento y se digirió al gran ventanal para observar la ciudad que tenían bajo sus pies.

- La misión no es sencilla pero si es ejecutada con precisión no será ningún problema. - Yama tomo un sorbo de su copa. - Tenemos conocimiento de otro guymelef construido por Ispano pero desgraciadamente este se encuentra enterrado en un antiguo mausoleo en el cementerio de los Dragones. Como ya sabrás, dicho lugar se encuentra ahora en poder de Astria impidiéndonos acceder a él. Nos es imposible iniciar cualquier trabajo de extracción sin que Astria lo sepa e informe a sus aliados de nuestras intenciones provocando otro conflicto condenándonos a la extinción. Es ahí donde entran Los Caídos. Mediante un ataque sorpresa sitiarán Palace e inhabilitarán toda comunicación con el exterior. Eso nos dará el tiempo suficiente para retomar temporalmente el control del cementerio de los Dragones y revivir al guymelef sin que los países aliados tengan conocimiento alguno de nuestras actividades.

- ¿Otra guerra? ¿Vamos a provocar otra maldita guerra para que un grupo de dementes sanguinarios regresen a su antiguo hogar? - Dijo Gosser refiriéndose claramente a los Syarain. A Yeri no le gustaba nada el tono su tono de voz pero no podía hacer otra cosa que callarse. Gosser era una pieza importante en la operación y no convenía enfurecerle aun mas. - ¿Acaso Zaibach no ha tenido suficiente con todo el mal que ha provocado a Gaea?

- Zaibach no tiene nada que perder ya que ningún reino podrá acusarnos de la invasión puesto que no intervendremos en el conflicto. Si todo sale bien, Los Caídos compartirán toda su tecnología con nosotros como recompensa. - Explicó Yama, pero Gosser seguía furioso y en cierta parte asustado. Le asustaba pensar en la posibilidad de que Serena salga herida debido a la invasión. No lo soportaría.- ¡Imagínate el poder que obtendríamos! ¡Gaea volvería a ser nuestra!

- ¡Ningún conocimiento ni poder se antepone a la vida humana! ¿Para que sirve retomar el control de toda Gaea si extendemos el dolor y la muerte por todo el planeta? Se muy bien los problemas por los que está pasando Zaibach pero la guerra no es el camino para volver a recuperar nuestra grandeza, sino la paz.

- ¿Habla de paz el hombre que desea la muerte de Van Fanel por la destrucción del Escuadrón del Dragón? - Ironizó Yama riéndose. - Te conozco desde hace mucho tiempo y se perfectamente que no eres un hombre de paz; al contrario; disfrutas con la muerte de tus enemigos.

- Te equivocas. Solo disfruto con la muerte de los seres que odio, nadie mas.

Hubo un silencio. Yeri y Yama se sintieron aludidos por las palabras de Gosser.

- Tu misión es muy sencilla. - El Chamán comenzó a explicar la misión del general Zaibach dejando a un lado la discusión que habían emprendido. Gosser estaba obligado a cumplir sus ordenes y hasta ahora había hecho lo que se le había ordenado, no matar a Van Fanel pero sin duda lo hubiera hecho si él mismo no hubiera venido personalmente para vigilarle.- Debemos de impedir por todos los medios que los representantes de los otros reinos escapen del Palacio Aston y de Palace al ser atacada la ciudad e informen a sus respectivos países. Matarás a todos los embajadores y emisarios durante la huida excepto a los Reyes de Astria capturándolos y traerlos sanos y salvos al Derethy. Esa será tu misión.

Gosser no quiso aceptar las ordenes pero no tenía otra elección ya que ante todo era un soldado. Durante años no solo fue entrenado en el combate y versado en las ciencias de modificación del destino; su especialidad era la de aceptar ordenes de sus superiores, muchas de ellas crueles y terribles. Matar a todos los emisarios de los países aliados y capturar a los reyes le enfrentaría irremediablemente a un combate contra Serena, recién elegida capitana de la guardia real. Al fin tenía las manos libres para matar a Van Fanel pero ni siquiera se le ocurrió pensar en eso, tan solo la posibilidad de enfrentarse a Serena le aterraba.

- Hay algo mas ... - Continuó el Chamán. - No estaba previsto en un principio pero gracias a ciertas informaciones nos hemos visto obligados a encomendarte otra labor tanto o mas importante que la captura de los reyes de Astria. - Yama volvió a sentarse en su asiento mirando fijamente a Gosser. Había algo en su mirada que le hacía estremecer al mismísimo comandante del Derethy. - ¿Hay algo que necesite saber?

- ¿A que te refieres? - Dijo Gosser confundido. No entendía la pregunta de Yama.

- Los Chamanes nos apenamos por la muerte de Dilandau ya que era nuestro proyecto mas prometedor en la modificación del destino. Fue una sorpresa descubrir que el individuo sujeto a experimentaciones sigue aun con vida.

- ¿Como ... como lo has sabido? - Preguntó Gosser con la voz entrecortada y la mirada perdida. El temor por lo que podría pasar le golpeó en el alma destrozándolo por completo.

Yeri chasqueó los dedos sentado en su asiento. Entonces algo ocurrió. Se escucharon pasos provenientes de una de las esquinas de la oscura habitación, donde no llegaba la escasa luz de la pequeña lámpara de energiste. El Zaibach se giró y vio dos figuras, dos espectros envueltos en una extraña neblina trasparente muy difusa. Aquellas fantasmagóricas figuras desaparecieron de repente de la nada apareciendo en su lugar dos soldados Syarain, un hombre y una mujer sin yelmo envueltos en una túnica de camuflaje, muy parecidas a las que usaban los guymelefs del Imperio pero a muy reducida escala. Estas se volvieron paulatinamente totalmente opacas y negras formando con ellas una oscura capa. Gosser estaba seguro, no solo era la mujer quien vio la noche del baile en los pasillos del palacio; la risa burlona que oyó en el palacete donde se celebró la cumbre era también suya.

...

Hitomi observaba la majestuosidad de la ciudad de Palace temerosa de la posibilidad en ver por última vez admirarla en todo su esplendor. Desde aquella torre, la mas alta del palacio Aston elevada decenas de metros del suelo y construida sobre sólidas y enormes bloques de roca y mármol podía divisarse prácticamente todas las calles y canales que daban forma a la ciudad, incluido el gran bazar donde se dirigían diariamente los habitantes de Palace para realizar sus compras o quizás vender cualquier cosa a mano de los tederos, desde los mas variados alimentos hasta el mas extraño de los artefactos. Hitomi recordó con cariño el día en el que compró en aquel mismo bazar un CD de música que conservaba en su habitación como su mayor tesoro. Pensaba que era el único recuerdo que mantenía con vida sus esperanzas de reencontrarse con Van pero se equivocaba. No necesitaba nada para recordar a Van por siempre.

- Espero que no admires la ciudad por última vez. - Dijo Van. Parecía cansado. No solo el día estaba siendo mas duro de lo normal. La enorme escalera de caracol tenía parte de la culpa.

- Tengo esperanza que nada de lo que he visto llegue a cumplirse, pero se que eso no ocurrirá. ¿Por que han de suceder desgracias cuando ...?

Hitomi sintió entonces como Van tocó suavemente sus hombros desnudos con sus frías manos, comúnmente enfundadas en un guante de cuero pero esta vez era su piel la que sentía. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Hitomi mientras seguía observando en el horizonte la ciudad de Palace. El estremecimiento pronto pasó cuando llegó de la nada un sentimiento de tranquilidad. Era la presencia de Van lo que le hacía sentir mejor.

- Siempre te culpas de todos los males sin pensar en todo el bien que has hecho por Gaea y Fanelia. Lo que ocurrió durante la guerra hubiera pasado tarde o temprano, pero jamás nos hubiéramos salvado si no llega a ser por tu ayuda.

Hitomi se emocionó y tomó la mano derecha de Van posada sobre su hombro con su mano izquierda. Mientras, ambos seguían mirando el horizonte.

- Además ... - Prosiguió Van. - ... me diste también una razón para seguir viviendo después de la destrucción de Fanelia y la muerte de mi hermano. El deseo de volver a verte ha sido el que me ha alimentado todo este tiempo, y tal y como tu dijiste, los sueños acaban por cumplirse si lo deseamos con todas nuestras fuerzas.

- ¿He de entender que ya no te quedan mas deseos que quieras ver cumplidos? - Preguntó Hitomi con voz dulce.

- Aun me queda uno pero tengo miedo a revelártelo. Si así lo hago puede que jamás se cumpla. - Respondió Van.

Hitomi se volvió lentamente y dejar la espléndida capital de Astria a espaldas. Después de un corto silencio esta le abrazó dulcemente algo que Van también hizo.

- ¿Recuerdas que te dije que no recordaba nada de la noche anterior a la llegada a Palace? - Dijo Hitomi mientras acercaba cada vez mas y mas su rostro al de Van.

Van afirmó con la cabeza.

- Te mentí. - Contestó con una sonrisa. Fue entonces cuando ambos se besaron aunque esta no fue su primera vez.

Lorel no perdía de vista a los enamorados. El crucero de Fanelia estaba preparado para partir y ahí estaba para avisar a Van e Hitomi de la hora de despedirse de Astria aunque viendo tal escena era mejor demorar la el viaje un par de minutos. Era la primera vez que había visto a los dos enamorados besarse y él no iba a ser la persona que estropearía tal hermoso momento. No quería admitirlo, pero en el fondo era un sentimental y le agradaban estas escenas. Soñaba que algún día una mujer se fijara en él tal y como Hitomi lo hizo con Van pero por alguna razón sus relaciones con las mujeres no eran las ideales para mantener una relación. La última mujer que amó (una de tantas) fue una joven llamada Raena con la que mantuvo un romance de casi un mes, un penoso record de duración para él. Quizás su dura y dedicada labor como general de Fanelia fuera el mayor impedimento para mantener una relación, o quizás sea que ante una mujer a la que intentaba impresionar se ponía tan nervioso que todo le salía mal.

- ¿Donde está mi señor Van? - Dijo Merle apareciendo de la nada. Llevaba buscando a su señor desde hacía varios minutos.

- ¡Merle! - Lorel se sorprendió de ver a la chica gato aquí. También le asustó que la niña viera a Van e Hitomi juntos besándose, no lo soportaría.

- ¿Has visto a Van? Hace horas que le busco. - Exageró la chiquilla que husmeaba sin parar al tiempo que movía sus peludas orejas de un lado para otro.

- Pre ... precisamente acabo de verlo ... - Dijo Lorel intentando construir una excusa lo mas rápido posible mientras hacía todo lo posible por que Merle no mirara al interior de la terraza de la torre. - Esta ... está hablando con Dryden ... algo muy importante.

- ¿Con Dryden? Pero si acabo de verlo salir del palacio acompañado de Allen ... - Merle intentó mirar por encima del hombro de Lorel pero este, descaradamente, hacía todo lo posible por tapar la visión de la chica gato. - ¿Que me estás ocultando?

- ¿Que ...? Nada ... nada ...

La nula excusa de Lorel no sirvió para nada. Merle le apartó de un empujón y fue entonces cuando vio a su señor Van y a Hitomi besándose. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y después de lanzar maldiciones se marchó corriendo a cuatro patas al interior de la torre seguido por Lorel para intentar calmarla. Merle llegó a una esquina y ahí se puso de cuclillas para llorar desconsoladamente.

- Merle ... - Lorel intentó animarla ofreciéndole la mano para que se levantara del suelo pero solo consiguió que la apartara de un manotazo. Lo único que podía hacer ahora es sentarse en el suelo junto a ella e intentar comprenderla.

- ¡Cállate! ¡Déjame sola! - Vociferó Merle con voz aguda. - Por un instante pensé que mi señor y yo podríamos pasar juntos el resto de nuestra vida hasta que vino esa tonta de Hitomi a estropearlo todo.

- Van te sigue queriendo ...

- ¡Yo quiero que me ame! ¡Quiero que sienta por mi lo mismo que siente por Hitomi!

Lorel la observó apenado. Parecía destrozada y muy poco podía hacer por ella para que se sintiera mejor. Verla así le destrozaba literalmente el alma.

- Si te sirve de algo ... no eres la única persona a la que le han roto el corazón.

Merle dejó de llorar. La soledad y el desamparo que sentía comenzaron a desvanecerse. Le apenó saber que Lorel había pasado por algo parecido pero le tranquilizo conocer a alguien de este mundo capaz de comprenderla.

- Así es. He suspirado por muchas mujeres y todas ellas han acabado apartándome de sus corazones. La vida de general exige muchos sacrificios personales. Todas ellas siempre me echaban en cara al abandono que las sometía debido a mis labores y no las culpo. - Lorel suspiró. No estaba acostumbrado a revelarle a nadie sus desgracias pero con tal de ayudar a Merle estaba dispuesto a ello. - Supongo que todo es debido a que todavía no he conocido a la mujer por la que estaría dispuesto incluso a abandonar mi puesto en Fanelia para compartir todo mi tiempo con ella.

- Pero ... ¿como puedes soportar tanto dolor? - Le preguntó Merle. - ¿Como puedes levantarte todas las mañanas pensando que puede ser un día maravilloso con tanto dolor en tu corazón?

Lorel esbozó una contagiosa sonrisa.

- Pienso en el día en el que conoceré a la persona amada. No se cuando será, pero puede llegar en cualquier momento por inesperado que parezca. ¿Esta misma tarde? ¿Mañana? ¿Dentro de quince años? No lo se, pero una cosa si que es seguro. Ese día llegará, y será el mas feliz de mi vida.

La actitud de Merle había cambiado por completo. Las palabras de Lorel la habían animado hasta un punto impensable para ella hasta hace escasos minutos. Se levantó del suelo sacudiéndose su falda del polvo y sin que el joven general de Fanelia se lo esperase, la chica gato le besó en la mejilla izquierda como agradecimiento para después alejarse trepando ágilmente por el tejado mas cercano.

...

- ¿Que vas a hacer cuando llegues a Zaibach? - Preguntó el cabo Zaurer a Bestla, un enorme soldado de casi dos metros de altura. Ambos patrullaban uno de los corredores contiguos a la zona reservada para oficiales del Derethy. Formaban una extraña pareja. Besla era un tipo tan enorme que apenas podía ajustarse con comodidad la armadura de soldado mientras que Zaurer apenas superaba el metro sesenta, también con dificultades para ajustarse la armadura pero sus razones eran radicalmente distintas a las de su compañero. No se fabricaban armaduras de tal tamaño y el peso de las planchas metálicas era insoportable para Zeurer.

- ¡Comer como es debido! Hace semanas que solo pruebo puré de rábanos amenizado con algún que otro pedazo de pan maloliente. - Respondió Bestla con su gran voz ronca. - ¡Cuando tiempo hace que no me echo a la boca un buen guiso de ternera!

- Al menos tienes la suerte de comer a diferencia de la mayoría de nuestro pueblo.

- ¿Y tu que piensas hacer?

- Seguiré sirviendo al comandante. Prácticamente he estado a su lado desde que se formó el ejercito Quimera. No me imagino haciendo otra cosa que la de obedecer órdenes del comandante. - Respondió Zaurer. - Al menos me consuela que no volveremos a entrar en conflicto con Bashram.

- ¡Ha sido una pena no estar con vosotros durante la guerra! En Zaibach, vosotros los Quimera sois prácticamente una leyenda por vuestras incursiones en Bashram ...

- La gente necesita héroes en tiempos donde la felicidad y el optimismo escasea. Muchos hombres y mujeres han dado su vida por nuestro reino y ellos son los que deberían ser recordados, pero desgraciadamente eso no es así. Solo se recuerdan las victorias sin saber que es en las derrotas cuando uno aprende de sus errores.

- "Cantos a los cien soldados" de Gratius Messalian. - Recordó Bestla. Lo dicho por Zeurer era un extracto de uno de sus libros preferidos de su niñez. Era un tipo enorme y su inteligencia lo era aun mas.

- ¡Vaya, veo que lo has leído! - Dijo Zeurer sorprendido por la cultura de su compañero.

Antes de que Bestla le confirmara lo evidente, la imponente figura del general Quimera Gosser apareció por uno de los pasillos cercanos. Zeurer se puso inmediatamente en guardia dándole un pequeño codazo a su enorme compañero para que hiciera lo mismo. Hasta ahora Bestla no había visto a su admirado comandante pero gracias a Zaurer supo de inmediato de quién se trataba. El pequeño cabo observó algo inquietante en Gosser. Parecía caminar dando pequeños y casi imperceptibles tumbos de un lado para otro. Su mirada perdida y la fría palidez que se le notaba en el rostro indicaba que algo había sucedido durante su reunión con el Chamán y aquellos misteriosos sujetos llegados el día anterior a la nave. Llegó a la altura de ambos soldados y fue como si una fría y ligera brisa pasara entre ellos. Normalmente el comandante era muy duro con sus soldados pero siempre se preocupaba de mantener una especie de lazo entre ellos. Lo común era preguntar por el estado de ánimo de sus soldados o al menos un pequeño saludo aunque sea con la mirada si se cruzaba por los pasillos con alguno de sus hombres, pero esta vez fue muy diferente. En esta ocasión era como si Zaurer y su compañero jamás hubieran estado ahí. Gosser pasó de largo entre los dos soldados y estos continuaron sin mover ni un músculo, no hasta que su comandante estuviera a una determinada distancia, estúpidas normas escritas en el reglamento que estaba obligados a cumplir, pero un horrible chirrido les atravesó a ambos el oído no pudiendo hacer otra cosa que girarse para ver lo que había producido tal sonido. Vieron sorprendidos como Gosser, ayudado con su enorme sai, un arma carente de filo pero punzante como el aguijón de una abeja, formaba un gran surco en la pared de metal del pasillo mientras caminaba lentamente y sin rumbo aparente intentando con ello descargar tensiones sin conseguirlo.

Fue un largo y lento paseo llegó a su camarote. Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta, quizás por que tenía demasiadas preocupaciones en la cabeza como para importarle ni siquiera su intimidad. Lentamente se sentó en su gran asiento para mirar con detenimiento la ciudad de Palace a través del gran ventanal de su habitación con la esperanza que la hermosa vista de la ciudad le ayudase a relajarse, pero fue imposible. Algo en su interior crecía irrefrenablemente, algo que creía haber desecho para siempre, su ira. Después de recibir la orden por parte de Yama de capturar a Serena para continuar los experimentos de modificación del destino en seres vivos sintió como el mundo se derrumbaba irremediablemente alrededor suya dejando de tener sentido todo lo que le rodeaba. Estaba obligado a hacerlo. Ante todo era un soldado a los servicios de los Chamanes de Zaibach y cumpliría todas las ordenes que les encomendaran por repulsiva que fuese, esa era su obligación y su razón de ser. Por un instante tuvo un impulso, desenvainó su espada y puso su afilada y cortante hoja a la altura de su cuello. Un leve movimiento y jamás le haría tal daño a Serena a costa de su muerte. Estaba dispuesto a hacerlo cuando algo le detuvo. No le tenía miedo a la muerte, es mas, la deseaba cuanto antes después de todo el mal que había provocado, pero ni siquiera su propia vida le pertenecía a él, sino a Zaibach. Fue entonces cuando estalló de ira y de odio hacia si mismo.

Se escuchó un terrible grito. Alexia se levantó rápidamente de su lecho alertada por aquel sonido ensordecedor. Era como si alguien estuviese siendo vilmente torturado por los mas perversos verdugos. Entre los terribles gritos de dolor y agonía, Alexia pudo reconocer el tono de voz, era la de su señor Gosser. Asustada por lo que podría estar pasando no dudó en abandonar la seguridad de su habitación y dirigirse a los aposentos de su amo. La puerta estaba abierta y podía escucharse no solo los espantosos gritos, también el ruido de numerosos golpes, vasos u otro tipo de decoración romperse en mil pedazos chocando contra el suelo y mas golpes. Alexia asomó ligeramente la cabeza por la puerta de la habitación del comandante de la nave. Allí estaba, de espaldas con su espada en una mano y su chaqueta de licra negra a un lado en el suelo viendo claramente la pequeña pero compacta armadura de metal que llevaba en el torso encima de una camisa de cuero con anillas. La habitación, o lo que quedaba de ella, se había convertido en una autentica zona de batalla con numerosas marcas y surcos de espada prácticamente por toda la habitación. Todos los muebles estaban completamente astillados y destrozados. En el suelo había una especie de manto compuesto por cristales, cerámica y porcelana de la gran cantidad de vasos y jarrones decorativos que se encontraban en los muebles además gran cantidad de papeles y libros totalmente despedazados. Gosser seguía de espaldas a Alexia respirando de manera irregular. Alexia dio un paso hacia adelante pisando un pequeño trozo de cristal alertando al General girándose rápidamente como si de un enemigo se tratase. La esclava vio entonces la muerte misma hecha carne. La mirada de Gosser era la de un animal sediento de sangre. Seguía siendo él pero algo en su interior había cambiado por completo. Sus pupilas, completamente contraídas por la ira y el odio que sentía en ese momento se clavaron fijamente en Alexia para avanzar lentamente hacia ella con el arma desenfundada. La esclava retrocedía paulatinamente movida por el miedo hasta llegar a la fría pared de metal pero Gosser seguía avanzando lentamente, alzó su mano izquierda y agarró el delicado cuello de la joven mientras esta hacía todo lo humanamente posible para escapar, pero la tremenda fuerza física del Zaibach le impedía cualquier intento para escapar. No se explicaba el abismal cambio de actitud de su señor. Aquel que hace unos días la había salvado de la una posible muerte y la había cuidado como nadie hasta ahora lo había hecho, era ahora la mas perfecta personificación de La Muerte.

- Mi ... mi señor Gosser. - Balbuceó Alexia intentando al mismo tiempo respirar. Mientras tanto, veía estupefacta como los ojos de su señor cambiaban incomprensiblemente de color, del rojo intenso pasaba gradualmente al azul para después volver a ser completamente rojos.

- ¡Dos años! - Dijo Gosser mientras seguía apretando el cuello de Alexia con la intención de rompérselo. - ¡Dos malditos años soportando todo tipo de penurias como esclava! ¿Quieres dejar de sufrir? Dime ... ¿Deseas que esos dos años de desgracias terminen ahora? ¡Yo te daré tu tan ansiada libertad!

- Señor ... - La voz de Alexia era cada vez mas débil debido a la creciente falta de oxígeno.

Gosser oprimió aun mas el cuello de la esclava para acabar de una vez con su vida y su sufrimiento pero las lágrimas de Alexia, que brotaban de sus ojos resbalándose lentamente por el rostro hasta llegar a las manos del Zaibach, hicieron que algo en su interior despertara. Un rayo de luz atravesó su maltrecha y oscura alma. Dejó caer su arma al suelo, soltó el cuello de Alexia y retrocedió mirándose ambas manos horrorizado por lo que estuvo apunto de hacer. Volvió a mirar a Alexia. Esta estaba tirada en el suelo intentando recuperarse de lo sucedido procurando ocultar sus lágrimas a la vista de Gosser pero no pudo conseguirlo.

- Alexia ... no ... no quería ... - Intentó exculparse Gosser. No paraba de pensar en lo poco que había faltado para romperle el cuello con sus propias manos. Por un momento, la ira que creía confinada en su interior todos estos años se adueñó de nuevo de su voluntad. Era en ese preciso instante cuando se odió a si mismo como nunca se había odiado.

- Mi señor ... ¿por que? - Dijo Alexia intentando comprender las razones. Ahora le miraba con miedo en sus ojos, algo que no había hecho hasta ahora.

Ver a Alexia mirándole con miedo fue demasiado para Gosser. Este se derrumbó cayendo al suelo de tal forma que sus rodillas y ambas manos tocaban con la fría y estéril superficie del Derethy mientras que al Zaibach le era imposible levantar la mirada después de lo que había hecho. Vio caer al suelo justo debajo suya unas gotas de un líquido cristalino. Eran sus propias lágrimas.

- No puedo ...  - Dijo en voz baja mientras intentaba contenerlas. - No puedo hacerlo ... otra vez no ... no puedo ... ella es ahora feliz con su hermano ... sin embargo, he de hacerlo.

Alexia se levantó aun temblando y se acercó a su señor para ayudarle. Al fin al cabo le había estado cuidando todo este corto espacio tiempo desde que la salvó de los malos tratos de Dorega. Intentó acariciar su hombro para intentar calmarle pero de nuevo Gosser saltó en cólera. Se levantó rápidamente del suelo y clavó sus ojos en Alexia.

- ¡Aléjate de mi! Olvida de que existo por que puede que yo también te haga daño en un futuro, un daño del que puede que jamás te recuperes. Tu aun tienes la oportunidad de salvarte. Ella ya está condenada.

- ¿Quien es ella? - Alexia no entendía nada de lo que pasaba. Necesitaba saber a quién se refería si quería ayudar a su señor.

- Cumpliré las ordenes. - Dijo Gosser en un estado parecido al trance. Ya no la miraba a Alexia, sino a la nada. Tenía la mirada perdida. Miraba con los mismos ojos de un loco mientras mascullaba palabras ininteligibles para la mujer gato y sonreía de manera perversa. - Capturaré a los reyes de Astria y mataré a Van Fanel ... si ... ese es mi destino ... y Dilandau volverá al ejercito de Zaibach. Así está escrito.

...

Alguien tocó en la puerta de la habitación de Hitomi. Ella estaba preparando su bolsa de equipaje para abandonar con tristeza y cuanto antes la ciudad de Palace. Sabía que tenía prisa ya que el crucero estaba ya listo para partir y que no convenía demorarlo mas, pero se resistía a abandonar la ciudad en tales circunstancias.

- ¿Si? - Hitomi giró la cabeza. La puerta ya estaba abierta y pudo ver a Serena al otro lado en el pasillo deseando pasar.

- ¿Puedo pasar? - Preguntó la joven capitana de la guardia real con su renovado vestuario debido a su nueva posición. Un elegante traje muy parecido al que usan los Caballeros Celestes sin aquellos e incómodos grandes hombros pero de color rojo intenso. Era la costumbre que el uniforme del capitán, en este caso capitana, sea de tal color. Dryden y Millerna, así como su hermano le dieron la posibilidad de poder cambiarlo por razones obvias pero Serena insistía. El rojo era precisamente su color favorito.

- ¡Claro si! - Hitomi cerró su bolsa de viaje. Ya estaba lista.

Serena entró silenciosa y cabizbaja. Parecía preocupada e Hitomi lo notó inmediatamente.

- Se que no debería pedirte esto ... - Dijo Serena muy nerviosa. - ... sería muy egoísta por mi parte pero eres la única persona en este mundo capaz de ayudarme ...

- Sabes que te ayudaré en todo lo posible si está a mi alcance.

Ambas amigas se sentaron en la cama. A pesar de lo dicho por Hitomi, Serena seguía sintiéndose culpable de lo que estaba punto de pedirle.

- Mi hermano me dijo que no solo eres capaz de adivinar el futuro con las cartas, también el pasado. - Decía. - Me dijo que una vez estando en el Crusade fuiste capaz de leer su pasado. - Serena suspiró intentando sacar fuerzas de donde no las tenía. - Se que has pasado por mucho pero necesito saber el pasado de Gosser con tu ayuda ...

Hitomi se asustó. Serena no debía saber el pasado de el embajador de Zaibach, eso le afectaría mucho pero le era imposible negarse ahora, no después de haber acudido a ella en auxilio.

- ¿Por que quieres saber su pasado? - Preguntó Hitomi.

- La noche anterior fue quizás la mas maravillosa de toda mi vida. - Serena giró la cabeza para mirar por la ventana de la habitación de Hitomi. En el horizonte se veía el Derethy.

Hitomi se llevó las manos a la boca sorprendida por la revelación de Serena. Supo enseguida a lo que se refería su amiga. Ambos habían pasado la noche juntos. Serena por su parte cerró los ojos recordando aquellos momentos en los que Gosser la abrazaba con todo su cariño mientras se besaban bajo la luz de la Luna de las Ilusiones. También recordó como tocaba su piel desnuda con la misma suavidad que la de una pluma al tiempo que ella hacía todo lo posible por no despertar de aquél maravilloso sueño. Fueron tantas y tales las sensaciones por las que había pasado y regresaban a su memoria que no pudo evitar tocarse suavemente la boca deseando que fueran los labios de Gosser.

-  ... fue todo muy hermoso ... - Continuó Serena. - ... estaría dispuesta a dejarlo todo por estar junto a él hasta el fin de mis días, y siento en mi corazón que él haría lo mismo por mi pero ...

Serena abrió entonces los ojos y miró agachó la cabeza visiblemente abatida.

- ¿Que ocurrió? - Preguntó Hitomi.

- Me ama demasiado como para estar ambos juntos. Teme hacerme daño y quiere que olvide todo lo que siento por él. Se que me oculta algo de su pasado pero no se lo que es. Se niega a abrir su corazón y me es imposible ayudarlo. - Serena miró a Hitomi. - Tú eres la única persona en este mundo capaz de ayudarme y la persona a la que mas confío, mas que mi propio hermano.

Hitomi no supo lo que decir. No sabía si Serena debía de saber el pasado de Gosser pero por otra parte, era su amiga la que necesitaba ayuda.

- Renuncia a su amor solo por tu bien, Serena. Deberías comprender sus sentimientos y respetarlos.

- ¿Y si fuera Van el que renunciara su amor por ti? ¿Acaso no harías todo lo posible por recuperarle? - Serena agarró suavemente las manos de Hitomi. - Por favor ... ayúdame.

Hitomi aceptó a ayudarla aun con reservas. A diferencia de Serena, ella conocía las motivaciones de Gosser pero no podía negarse a la ayudar a Serena. Abrió su bolsa de viaje donde guardaba las cartas, un regalo de su abuela que siempre llevaba consigo aunque hacía mucho tiempo que no las usaba pero le era imposible separarse de ellas. El crucero de Fanelia podría esperar algunos minutos mas así que comenzó a echar las cartas. Dependiendo de ellas y la posición pudo deducir algunos aspectos de la personalidad del embajador de Zaibach que desconocía. Era un hombre de buen corazón, honesto y justo, tal y como indicaba la primera carta, El Mago. Las siguientes cartas indicaban una carga en su alma y una gran sed de venganza. Todo se volvió negro e Hitomi vio en una visión a Gosser en un cementerio velando varias tumbas en las cuales podía leerse "Miembro del Escuadrón del Dragón, dando su vida por su capitán".

- Llora la muerte del escuadrón del Dragón. - Dijo Hitomi. - Su corazón está lleno de venganza.

Serena se sorprendió ante la revelación de su amiga. Con gran dificultad pudo recordar aun mas fragmentos de su vida como Dilandau. Puedo recordar los días de academia en la escuela de oficiales. En aquel tiempo, Gosser fue en instructor encargado del entrenamiento táctico así como la instrucción en combate con espada y técnico de guymelefs. Recuerda la dureza de sus lecciones pero siempre preocupándose por sus alumnos, entre ellos también sus antiguos y añorados compañeros de escuadrón a los que echaba enormemente de menos. Supo entonces el objetivo de su venganza. Van.

Hitomi continuó lanzando cartas. Las siguientes eran referidas a quién fue en un pasado lejano y sus actos. Todo indicaba que hace mucho tiempo fue un hombre totalmente diferente. Salvaje y fácilmente irascible, despreciaba toda forma de vida hasta que un acontecimiento le marcó de por vida, algo que hizo replantearse todo lo que había aceptado anteriormente.

"El rapto de Serena". Pensó Hitomi.

- ¿Que mas cosas dicen? - Dijo Serena mirando atentamente a las cartas.

- No siempre fue el hombre que conoces ahora. Hace años era un terrible guerrero obsesionado con la muerte de sus enemigos. - Contestó Hitomi ocultando a Serena su secuestro.

La sesión continuó. Hitomi suspiró ya que la siguiente carta estaría referida a la muerte y siempre temía lo que pudiera salir. Era imposible saltarse esta parte sin interrumpir la consulta pero era vital para seguir ahondando en la vida de Gosser. Sacó una carta y la giró rápidamente.

"El Colgado. En la muerte significa sufrimiento o sacrificio" Pensó Hitomi. Quería ahondar mas aun en esta cuestión y sacó una nueva carta, El Mundo. Era siempre una carta muy positiva que indicaba un el éxito final o cumplimiento de sus deseos. Hitomi tuvo otra visión. Estaba en una especie de paraíso al que pudo reconocer inmediatamente, estaba en Atlantis, en una gran torre justo en el centro de la ciudadela. Decenas de metros mas abajo pudo divisar una luz mas parecida a un gran fulgor y una persona cayendo al vacío. A su lado estaba Serena, vestida como oficial de Zaiabch arrodillada mirando también a la luz y llorando desconsoladamente. "El colgado y el mundo ... ¿sacrificio por el bien de Gaea?"

Hitomi no quiso profundizar en el tema y continuó lanzando las cartas. La siguiente estaría referida a su posible descendencia, fue entonces cuando apareció el comodín, la carta mas extraña del tarot la cual podría significar cualquier cosa.

- ¿Que es esa carta? No hay nada dibujada en ella. - Dijo Serena.

- Es la carta comodín ... pero no se que puede significar.

Hitomi dejó de observar la carta para mirar a Serena. La joven Schezar miraba las cartas con asombro y duda pero igualmente fascinada, no solo por la extraña disposición de ellas, también por los curiosos dibujos que el ellas había. No llegaba a comprender como su amiga era capaz de deducir todo aquello que decía. La joven pitonisa no era capaz de deducir el significado de esta carta así que decidió dejarla a un lado y continuar. Tan solo quedaba echar una última carta y así lo hizo. Con su mano derecha tomó una y la giró para saber de cual se trataba.

- El ángel. - Dijo asombrada. Era la carta de la Templanza pero la simbolizaba un ángel.

- ¿Que significa?

Hitomi no lo sabía con exactitud. Había algo raro en la carta. Pesaba mas de lo normal y era el doble de gruesa. Descubrió que erróneamente había sacado dos cartas en lugar de una. La separó de la carta que simbolizaba el ángel para observarla.

- ¡El ... el demonio! - Dijo Hitomi. Todo volvió a oscurecerse con una neblina desapareciendo instantes después. Allí estaba ella, sola, en mitad de un largo pasillo de metal con numerosas puertas a lo largo, todas cerradas excepto una de ellas donde se podía escuchar el horrible grito de un niño. Hitomi, que se dirigió lo mas rápidamente posible en su auxilio, entró en una habitación dividida en dos gracias a una especie de muro de cristal. En la parte donde se encontraba ella pudo ver a dos hombres, uno de ellos con una larga túnica negra cubriéndole todo el cuerpo. A su lado estaba aquel misterioso hombre de armadura en forma de escamas de dragón. Al otro lado del cristal Hitomi vio horrorizada a un niño de corta edad, de unos siete años de edad de grandes ojos azules y con el torso desnudo esposado a una especie de parrilla metálica donde estaba siendo sometido a fuertes descargas eléctricas. Los gritos de dolor eran tales que Hitomi no pudo soportarlo mas. Desesperadamente golpeaba sin cesar el cristal suplicando por la vida de aquel niño mientras el hombre de la pesada armadura y el de la túnica negra sonreían orgullosos de lo que estaban viendo. El nacimiento de su proyecto mas prometedor, Gosser.

- ¿Que ocurre? - Dijo Serena con miedo al ver la expresión en el rostro de Hitomi. Sabía que había visto algo que la había aterrado.

La joven no pudo contestar aturdida después de lo que había visto.

- Ya es la hora. - Dijo una melódica voz a la que Hitomi reconoció inmediatamente. Después de aquel beso en lo alto de la gran torre del palacio su corazón palpitaba aun con mas fuerza y los temores desaparecieron por un instante. - El crucero está listo para llevarnos de regreso a Fanelia.

Van estaba en la entrada de la habitación de Hitomi y detrás de él Lorel, Merle y un pequeño grupo de soldados de Fanelia. Hitomi miró apenada a Serena ya que era la hora de la despedida de ambas.

- En unos minutos Millerna y yo estaremos en el puerto volante de Palace para despedirnos. No te entristezcas de ese modo, se que algún día volveremos a vernos.

Hitomi sonrió algo aliviada por las palabras de Serena. Recogió las cartas liándolas en un papel azul con una cuerda guardándolas después en un pequeño bolsillo de su bolsa de viaje y salió de la habitación junto con Van no sin antes mirar por última vez a Serena. No sabía por que pero tenía la extraña sensación que aquella despedida en el puerto junto con Millerna jamás se produciría. Serena se reincorporó unos minutos después de la partida de Hitomi para supervisar las guardias asignadas en los pasillos próximos a la sala del trono para después dirigirse a los aposentos de Millerna para acompañarla personalmente al puerto volante como escolta junto con un pequeño grupo de soldados. La reina se encontraba ahora reunida con los embajadores de Bashram, Ezgardia, Daedalus y Freid explicándoles las razones de la masiva movilización de tropas y guymelefs en el interior del palacio así como en las afueras de la ciudad.

- ¿Palace invadida por un enemigo desconocido? - Dijo Vaerek, el embajador de Bashram. Se levantó rápidamente de su asiento y se dirigió a los otros representantes de países aliados. - ¡Zaibach es el único responsable!

- Si nuestras informaciones apuntaran a una invasión por parte de Zaibach lo hubiéramos sabido, pero desgraciadamente no es así. - Dijo Millerna. Estaba cumpliendo a la perfección su papel como reina de Astria. No necesitaba a Dryden para manejar tal situación. - Desconocemos el origen del ataque.

- Si Zaibach no prepara nada ¿por que su embajador no está presente en esta precipitada reunión? - Preguntó Vaerek.

- Hace unas horas abandonó el palacio para dirigirse al crucero propiedad del Imperio ... - - Dijo Millerna admitiendo un cierto temor en el comportamiento del embajador Gosser.

- Según sus informadores anónimos Palace puede ser atacada en cualquier momento y precisamente Gosser Názarie abandona el palacio sin conocimiento de los reyes para dirigirse a su crucero, un navío equipado con una tecnología que ni siquiera Bashram conoce, un navío con capacidad de albergar a decenas de guymelefs de intervención y cientos de soldados de élite. - Vaerek miró a cada uno de los presentes. - ¿No les parece demasiada casualidad?

- Desgraciadamente discutir de la naturaleza del atacante solo nos retrasa. Lo que ahora importa es la protección de Palace y Astria pide ayuda a sus aliados para defenderla. - Dijo Millerna.

- Ya sabe que Freid siempre ofrecerá la sangre de sus soldados al reino de Astria. - Dijo Kazia ofreciendo su incondicional ayuda. - Ambos reinos compartimos el destino el mismo destino desde hace años, para bien o para mal.

- Desde la última guerra, nuestras fuerzas en Daedalus han sufrido muchas e importantes bajas, pero le debemos a Astria demasiado como para permitir que perezca bajo las llamas. - Samian, el embajador del lejano país situado en mitad del gran océano se levantó de su asiento y aferró con fuerza la empuñadura de su espada. - Tenga por seguro mi señora que no permitiremos que nada destruya la felicidad que comparten ambos reinos.

Vaerk quedó en silencio observando las actitudes de Kazia y Samian. El embajador de Ezgardía, Eargiav,  decidió esperar a la reacción del emisario de Bashram, aliado forzoso de su reino para pronunciarse a favor o en contra de esta apresurada alianza.

- ¡Bashram impedirá la invasión de Palace antes de que esta se produzca! - Dijo Vaerek finalmente. - Partiré inmediatamente a mi reino para preparar un ataque masivo contra el antiguo Imperio de Dornkirk para así evitar cualquier acción militar contra Astria.

- ¡No ha entendido nada de lo que he dicho! - Dijo Millerna airadamente. La actitud de Vaerek le resultó repugnante, haciendo todo lo posible para atacar a Zaibach a la menor oportunidad . - ¡No podemos atacar sin saber exactamente quien es nuestro enemigo!

- ¿Prefiere acaso arriesgarse a ver el rostro de nuestro enemigo cuando se encuentre en el mismo corazón de la ciudad? - Se burló el Bashramita. - Zaibach es el responsable y Gosser Názarie la mano ejecutora.

En ese momento un soldado de Astria llegó a la pequeña sala trayendo con sigo un importante mensaje para desdicha de Vaerek.

- Mi reina. El embajador Gosser Názarie acaba de llegar al palacio. - Dijo el soldado. Vaerek se quedó completamente en silencio al ver rotas sus intenciones de atacar Zaibach. La presencia del embajador en Palace deshacía su idea de un ataque por parte del Imperio.

- Que venga inmediatamente. - Ordenó Millerna. Respiró aliviada después de la noticia de la llegada del embajador. - Avisad también a Serena.

...

El cabo Dolvant corría velozmente por los intrincados pasillos del palacio en busca del embajador de Zaibach para asistir urgentemente a la improvisada reunión a la que asistieron los otros representantes de los reinos aliados excepto Fanelia. Tras unos minutos de carrera al fin pudo divisar justo al fondo del largo pasillo central la el perfil del embajador Gosser. La gran alfombra roja que cruzaba todo el palacio de un par de centímetros de grosos no impidieron amortiguar el fuerte sonido de sus pisadas debido a las grandes botas de metal y a la velocidad a la que corría. Iba acompañado por otros dos soldados de menor graduación que apenas podían seguirle el ritmo.

- ¡Embajador! - Gritó casi sin aire.

Gosser se detuvo en seco pero no se molestó en mirar a los soldados que le buscaban. Dolvant se detuvo al fin a un par de metros del embajador, lo suficiente como para transmitirle el mensaje.

- La reina desea su asistencia junto a ella y los emisarios de los reinos aliados, señor. - Dijo el soldado.

El Zaibach quedó en silencio y luego continuó su camino ignorando el mensaje. Tenía cosas mas importantes y urgentes que hacer.

- Señor ... tengo ordenes de ... - Insistió Dolvant. Gosser se detuvo de nuevo y giró levemente la cabeza observando al insolente soldado de reojo.

- No tengo tiempo para estupideces. - Dijo el Zaibach con una voz débil y gélida pero con una gran insolencia en sus palabras. - Exprésele a la reina mis disculpas por no poder asistir. Tengo cosas importantes que hacer en este momento.

- Pero señor ...

La tozudez de aquel soldado consiguió lo que muchos otros lo habían intentado durante todos estos años sin conseguirlo, enfurecer a Gosser de tal manera que por un momento dudó en atravesarle el corazón con su espada.

- ¿Como te llamas? - Preguntó.

El cabo dudó por un momento. No era muy común que el embajador y general de un ejercito ajeno al de Astria se interesara por el nombre de uno de sus soldados.

- Dolvant Gennar ... cabo segundo del décimo primer batallón de los ejércitos de Astria - Contestó casi mecánicamente a la pregunta de Gosser tal y como le habían enseñado en la armada.

- No vuelvas a molestarme a menos que quieras ver como tallo el nombre de Dolvant en la tumba mas cercana con el mismo puñal que habré usado para cortarte el cuello.

Dolvant y sus hombres quedaron petrificados no solo por la terrible amenaza del Zaibach. Este les miraba de arriba a abajo con autentico desprecio clavándoles su intensa mirada en lo mas hondo de su alma. Se estremecieron al ver sus ojos, completamente encendidos, tanto que incluso era capaz de reflejar la luz producida por las lámparas que colgaban del techo como si de un perro rabioso se tratase. Uno de ellos retrocedió un par de pasos mientras que al otro le era imposible apartar la mirada. Dolvant por su parte no quiso aceptar ordenes del embajador de Zaibach y cuando quiso recriminarle se dio cuenta que era incapaz de articular una sola palabra a causa del miedo. Al fin, Gosser se retiró a sus aposentos dejando a Dolvant y sus hombres solos preguntándose que excusa se inventarían ante la reina por no haber llevado al emisario del Imperio ante ella y los emisarios de los países aliados.

Sus aposentos no estaban lejos. Allí le esperaban Kiter y Dales. Parecían nerviosos después de los últimos acontecimientos ocurridos durante la marcha de su señor en el palacio Aston. Habían podido observar un gran movimiento de tropas incluidos numerosos guymelefs alrededor del castillo, reforzando la seguridad en todos los accesos y armando las defensas anti-melefs. Gosser ya sospechaba desde que partió del puerto volante en dirección al palacio con el inusual número de navíos de guerra de Astria a punto de partir a rumbo desconocido. Pensaba que quizás se trataba de uno de los muchos actos para festejar el advenimiento de Jichia a Palace pero en ningún momento pudo imaginarse lo que estaba sucediendo hasta que la llegada al palacio confirmó sus sospechas.

"Están preparando Palace ante una invasión. ¿Como habrán podido saberlo?" Pensó. Afortunadamente para sus planes parece ser que aun desconocían al enemigo. Si esto fuera así, su escolta ya hubiera sido arrestada y enviada a los calabozos del castillo. Sin mediar palabra, Gosser ordenó sus confusos hombres por todo lo que estaba pasando entrar en su habitación asegurándose de cerrar la habitación por dentro para evitar visitas inesperadas. Estos habían notado un comportamiento extraño en su comandante. Su actitud era mucho mas fría que de costumbre y su mirada había cambiado por completo, mucho mas penetrante que nunca. Parecía un ser aun mas sombrío de lo que ya era antes de la llegada del Derethy a Palace. Apenas notaban su respiración en su torso y el parpadeo de sus ojos desaparecieron casi por completo.

- Señor ¿que está ocurriendo? Es como si se estuvieran preparando para una invasión a gran escala. - Dijo Kiter. Observaba con detenimiento todos y cada uno de los gestos de su general intentando con ello leer en su rostro lo que estaba sucediendo en Palace pero le fue imposible. Su rostro ya no reflejaba su estado de ánimo, fácilmente reconocible anteriormente. Algo le había cambiado por completo en el Derethy.

- Así es. - Contestó Gosser. Miraba los preparativos de la defensa de Palace desde su ventana apoyado en el alfeizar.

Kiter se apoyó en una de las paredes intentando asimilar lo dicho por su comandante conformando lo que se estaba temiendo. No creía estar preparado para entrar en combate, no después de sufrir indirectamente las consecuencias de la Gran Guerra. Dales por su parte no era capaz de explicarse el origen de este nuevo conflicto con una terrible guerra recién acabada. Ambos querían respuestas acerca de la naturaleza del invasor y las razones pero la respuesta de Gosser fue tan directa y dura que arrebató la poca moral que quedaba en sus soldados.

- Nuestra misión es muy sencilla. Aprovechando la toma de Palace por parte de nuestros aliados debemos matar a los emisarios de los reinos aliados a Astria y capturar vivos a los reyes y a la capitana de su guardia personal durante la huida. - Dijo ante la sorpresa de sus hombres. Acababan de conocer la verdadera razón de su estancia así como la de su general en Palace.- Dejadme que sea yo el que mate a Van Fanel.

Sus hombres aun no daban crédito a las ordenes recibidas por su comandante pero no podían hacer otra cosa que obedecerlas. Tenían muchas preguntas que necesitaban ser contestadas pero ellos eran soldados. Su trabajo era el de acatar las ordenes ciegamente sin preguntarse jamás el por que y menos cuestionar a sus superiores. Gosser por su parte seguía mirando el horizonte. Al mediodía el cielo estaba completamente libre de nubes y una fría y ligera brisa recorría la ciudad de punta a punta siendo esta aprovechado por una gran cantidad de gaviotas para planear en círculos sobre la gran estatua del dios Jichia, protector de Palace. Un leve temblor interrumpió aquellos momentos de calma. Solo Gosser pudo notarlo gracias a la vibración incrementada por el frió mármol del alfeizar. No era un temblor natural y lo sabía.

- Los demonios oscuros regresan de su exilio. - Dijo.

...

La pequeña comitiva de despedida la formaban el rey Dryden y la princesa Eries. A su lado les acompañaban los Caballeros Celestes Allen Schezar y Argon de Rytia, encargados de escoltar con sus respectivos navíos, el Crusade y el Argos, al gran crucero de Fanelia, el Phaere. Era de forma triangular en forma de flecha de unos ciento cincuenta metros de largo y cincuenta de alto construido totalmente de la mejor madera procedente de los bosques de Astria y reforzada con el mas duro de los metales. La piedra levitante se encontraba justo en el centro, de forma perfectamente esférica y cubierta completamente de una tela de color dorado con el símbolo de Fanelia tejido a ambos lados de la nave. Los amplios hangares del Phaere almacenaba sin ningún problema quince de los veinte guymelefs de carga máxima de Fanelia entre los que se encontraba Escaflowne, colocado de forma estratégica en una especie de trono móvil que junto a una esclusa que conectaba directamente con el exterior.

- ¡Es magnifico! - Dijo Hitomi contemplando el Phaere.

- ¡Así es! ¡Tecnología Astriana! - Bromeó Dryden. - Algo tan hermoso solo podía ser construido por los mejores ingenieros de Astria.

Hitomi se giró y miró con tristeza a la ciudad de Palace y luego a Dryden. El rey intentaba por todos los medios no trasmitir su preocupación por los acontecimientos que podrían ocurrir en un futuro e intentaba sonreír aun estando presente en una despedida tan triste como esta.

- No puedo creer que todo termine de esta manera. - Dijo Hitomi. Agarraba la mano la Van con fuerza para no separarse de él en estos duros momentos. - Me es imposible pensar en abandonar Astria cuando se lo que va a suceder.

- Lo importante es ponerte a salvo. No consentiré que pongas tu vida en peligro como ya hiciste en la anterior guerra. - Dijo Van. - No lo soportaría.

Dryden se volvió y observó desde aquella montaña donde se situaba el puerto volante la gran ciudad.

- Palace seguirá tan resplandeciente o incluso mas el día que decidas regresar a Gaea. - El rey volvió a mirar sonriente a Hitomi, pero esta vez su sonrisa era verdadera, a medio camino entre burlona e irónica. - Pero la próxima vez avisa un par de días antes para preparar la mayor fiesta de la historia de Astria. ¡Gasté gran parte de mi fortuna en la reparación de Escaflowne y no dudaría en gastar aun mas en el recibimiento que te mereces!

Hitomi se sintió halagada y agasajada con las palabras de Dryden, tanto que incluso no pudo ocultar su rostro completamente enrojecido.

- ¿Donde están Serena y Millerna? Creía que ...

- Llegarán en cualquier momento. - Dijo Dryden. - Millerna se encuentra ahora reunido junto con los representantes de los países aliados y Zaibach para pedirles auxilio y apoyo logístico. Serena la acompañara.

Argon se sorprendió de la misión impuesta a la reina y exteriorizó su inconformidad negando la cabeza. Entablar conversaciones ante mandatarios extranjeros le resultaba algo impropio para la soberana de Astria. Dryden le observó y en seguida supo lo que Argon pensaba acerca de la misión que le había encargado a Millerna.

- Es una mujer muy bella pero con un gran carácter. Además, su refinada educación recibida durante toda su vida le servirá de mucho a la hora de entablar cualquier conversación con esos buitres. - Dijo.

Lorel por su parte tenía cosas mas importantes en las que pensar. Poco a poco se fue separando del pequeño grupo reunido en las inmediaciones del Phaere para acercarse al borde del gran precipicio que se encontraba en las cercanías observando atentamente la gran estatua de Jichia. A Van le resultó extraño el comportamiento de su amigo. Dejó a Hitomi a solas junto a Dryden y se acercó a él. Le conocía desde hacía años, desde que le salvó la vida en los bosques de Fanelia cuando él apena tenía trece años del ataque de unos lobos cuando cazaba ciervos junto a Vargas.

- ¿Que ocurre? - Preguntó Van. Lorel seguía mirando atentamente el horizonte sin prestar atención aparentemente a su rey. Este comprendió que estaba intentando deducir algo y decidió guardar silencio. Miró a la misma dirección en el que lo hacía Lorel, a la gran estatua de Jichia, observando atentamente la gran cantidad de gaviotas que se posaban en él.

- Eso. - Contestó finalmente. Las gaviotas a las que estaba mirando desde hace un par de minutos emprendieron el vuelo todas al mismo tiempo como si fueran un único ser al sentir la presencia de un depredador. - Hay algo enrarecido en el ambiente. - Lorel miró entonces al cielo, totalmente libre de nubes pero con una pequeña brisa. - La dirección del viento ha cambiado muy bruscamente, de levante ha pasado casi inmediatamente a poniente. Es algo muy extraño.

Van no quiso darle mayor importancia a la dirección del viento ni al comportamiento de las aves pero Lorel tenía una especie de sexto sentido para estas cosas. Durante mucho tiempo había estado viviendo en los bosques de Fanelia junto con los hombres lobos, aprendiendo con ellos la vida en la intemperie, y eso le preocupaba a Van. Confiaba en él tanto como en Hitomi para estas cosas.

- Le estás dando vueltas a algo. Conozco esa expresión en tu rostro, y se que jamás ha presagiado nada bueno. - Dijo Van.

- ¿Oyes algo extraño?

Van se quedó pensativo pero no oía nada excepto alguna que otra palabra que podía distinguir de una conversación entre Dryden y sus Caballeros Celestes. Hitomi por su parte se acercó a ellos extrañada al ver el rostro de preocupación de Lorel.

- ¿Que sucede? Os veo muy preocupados. - Dijo la joven al tiempo que volvía a agarrar con fuerza la mano derecha de Van con su mano izquierda. El rey de Fanelia se sintió reconfortado con la presencia de Hitomi.

- ¿No oís nada extraño? - Volvió a preguntar.

Hitomi y Van negaron con la cabeza. Lorel no se conformó con esta respuesta. Se arrodilló y colocó su oído derecho sobre el suelo, un viejo truco que utilizaban los cazadores para localizar a su presa, algo muy parecido a lo que había visto Hitomi en las viejas películas del oeste. Después de unos segundos de tensa espera y concentración por parte de Lorel, este se levantó súbitamente del suelo con la mirada puesta en la ciudad.

- Algo se acerca. No se lo que es ni su procedencia, pero se trata de algo enorme. - Dijo.

Mientras tanto, Merle estaba sentada en uno de los accesos al crucero de Fanelia, pensativa, esperando de una vez para regresar a su añorada Fanelia en donde intentaría reconquistar a su amado señor, pero su fino sentido del oído le puso en alerta casi al mismo tiempo que Lorel. Asustada, se levantó rápidamente y se dirigió a toda prisa hacía Van bajo la mirada de Dryden y los Caballeros Celestes así como la de Eries.

- ¡Mi señor Van! - Gritó.

Van y Lorel, al ver a Merle supieron de inmediato de lo que se trataba. La expresión de miedo de la chica gato conformó los temores de Lorel. Hitomi por el contrario no le prestó atención a Merle. Sentía una pequeña vibración así como un leve calor en su pecho. Era su colgante. Lo sacó rápidamente con su mano izquierda y observó como desprendía una gran luz, mas brillante aun que la luz del sol, tanto que nadie pudo mirarlo fijamente para después apagarse completamente. Dryden y Allen reconocieron inmediatamente la naturaleza de aquel resplandor pero jamás habían visto brillar de tal forma. Argon por el contrario, fue la primera vez que vio algo parecido y fue el mas sorprendido de todos.

- ¡Hitomi! - Grito Van. A diferencia de los demás, Hitomi pudo soportar mirar aquel brillo directamente. Seguía mirándo su colgante como hechizada, hasta que al final recordó las palabras de aquel misterioso hombre que se le apareció en una de sus visiones.

- Los demonios oscuros regresan de su exilio. - Dijo cerrando la mano con su colgante dentro.

La vibración que sintieron en su momento Lorel y Merle se hizo cada vez mas patente hasta que llegó a parecerse a un pequeño temblor, quizás a un terremoto de poca magnitud. Hitomi miró al cielo asustada y supo que era el momento en el que Palace reviviría el horror que sufrió una vez Fanelia pero esta vez a una escala tal que ni siquiera ella ni ningún otro se pudiera haber imaginado.

- Ya están aquí.