I DON'T WANT TO MISS YOU. . .
By Raquel
Segunda Parte: Yamato ~ Y aquí estoy...
Estaba echado en el sofá de su camerino esperando su turno para salir al escenario; tomó un sorbo de agua mineral y luego se acostó y se cubrió los ojos con uno de sus brazos. Dios, estaba tan cansado... esa gira musical por Europa estaba siendo realmente agotadora. Siete países ya recorridos y aún le faltaba los conciertos que debía dar en España. Yamato Ishido deseba fervientemente que las semanas que faltaran pasaran rápidamente; quería recoger sus maletas e ir casa. Realmente se sentía solo, pues su hermano no había podido acompañarlo en esa oportunidad, como era su costumbre cuando sus estudios se lo permitían. Pero esta vez sí iba a tomar las vacaciones que tanto le había prometido a sus padres... quería pasar su cumpleaños número 29 a su lado y sus amigos, en la ciudad que lo vio crecer y hacerse una estrella del rock, en la ciudad donde conoció al amor...
Odaiba.
Tenía muchos deseos de ver nuevamente a sus amigos y a su hermano, recorrer esas calles largas y transitadas de su ciudad y el malecón junto a la bahía, escuchar el murmullo de la gente al caminar, mientras regresaban a casa, tomados de la mano, en las tardes frías; sentir el aroma del mar, mientras caminaba con sus pies descalzos a través de la arena... nada en el mundo se podía comparar a esas sensación...
Pero había algo más. Desde hacía unos días que sentía gran nostalgia por su viejo departamento, aquel en el que había vivido mientras estudiaba música en el conservatorio de Odaiba, junto a Taichi.
Taichi...
Ahora su hermano vivía allí y a él le gustaba visitarlo de vez en cuando para recordar tiempos mejores, junto al moreno, y otras veces pasaba largas temporadas sin siquiera acércasele por temor de sentir a su corazón romperse en mil pedazos nuevamente, igual a como había pasado la primera vez. Pero esta vez era diferente, necesitaba sentir esos recuerdos nuevamente, aunque no supiera por qué. Simplemente necesitaba regresar...
Yamato se incorporó lentamente y sintió la súbita necesidad de encender un cigarrillo, pero entonces recordó que estaba tratando de dejarlo, sin embargo, extrajo el encendedor que aún guardaba en los bolsillos de su black jean movido por la fuerza de la costumbre; algunas viejas mañas eran imposible de abandonar, pensó, mientras encendía y apagaba casi convulsivamente la pequeña llamita en su mano, nervioso. Sin importar cuánto tiempo pasara, al rubio siempre le causaba cierto nerviosismo la idea de enfrentar al público, por más que éste le idolatrara. Era algo más fuerte que él mismo.
Con cierto desgano observó las hojas dispersas que se encontraban sobre la pequeña mesita, a su lado, amontonadas unas sobre otras en total desorden. El músico aproximó su mano y las tomó todas a un mismo tiempo, dejando el encendedor en su lugar, y en seguida sus ojos vagaron a través de la notas musicales que él mismo había estado componiendo las últimas semanas sobre las líneas finas y alargadas del pentagrama. Posteriormente observó con cierta frustración las frases y tachaduras en tinta azul que había escrito debajo de cada una de las notas musicales. La música que había compuesto era sin duda muy buena, pero no había podido escribir una letra decente que le acompañara. Tenía un fuerte bloqueo de escritor y eso le molestaba sobremanera, ¿por qué tenía que pasarle ahora? ¿tendría algo que ver con la punzante nostalgia que sentía por su viejo hogar?
La verdad es que nunca había sentido tan poca inspiración como en esos meses... bueno, quizá cuando Taichi lo abandonó, pero eso era otra historia. Cuando era apenas un adolescente con una banda intrascendente, él se había encargado de componer todas las canciones que tocaban; no era muy bueno haciéndolo en esa época, pero le hacía sentirse muy bien consigo mismo. Garabateaba frases inconexas en sus cuadernos del colegio y de alguna forma lograba unirlas en forma de canción. Siempre pensó que su afición a la escritura era la forma que tenía de expresar todo aquello que sus escasas palabras no lograban comunicar, la mejor forma que tenía de transmitir sus pensamientos a un mundo que no terminaba de aceptar, a un mundo que no le gustaba demasiado, al menos desde la separación de sus padres.
Entonces conoció el amor y sintió una plenitud y felicidad jamás experimentada hasta entonces, como si finalmente hiciera las pases con el mundo. Vivió junto a Taichi los años más maravillosos de su vida y descubrió una forma nueva de comunicación que nada tenía que ver con manuscritos, partituras y mucho menos con palabras. Era el lenguaje del amor, simple y puro, aquel que transmitías a través de besos y caricias, aquel que se expresaba a través de los labios, de la piel... y esa forma de comunicación desplazó a las anteriores ampliamente. Era su favorita, la que más le gustaba experimentar, la que, sabía, no tenía límites y durante todo ese tiempo, Yamato Ishida no compuso ninguna canción ni verso, más allá de los que solía escribir con deleite en las noches de insomnio, posterior al sexo, con Taichi durmiendo plácidamente a su lado. Pero eran escritos hechos sólo para *él* y jamás permitió que otro ser humano las conociera.
Pero *él* se fue, una tarde agonizante de otoño. Sin decir adiós, sin despedirse, sin dar ninguna explicación... y pensó que se moriría de la angustia, de la tristeza. Estuvo semanas en cama, sin consumir alimento, sin beber, respirando sólo porque su organismo se había acostumbrado a hacerlo, aunque él no lo quisiera así. No hablaba ni escribía, no trataba de comunicarse a través de ninguna de las formas conocidas, ni siquiera lloró, como si su cuerpo no le permitiera ese alivio, esa última y desesperada forma de expresar su pena de la formas más primitiva posible... ¿para qué hacerlo? Su alma estaba muerta y ya no tenía nada que transmitir, salvo dolor y desolación. Lo único que quería era que su cuerpo muriera, igual a como lo había hecho su espíritu cuando Taichi se marchó...
Unos leves golpecitos en la puerta le sacaron de esa ensoñación. Yamato se incorporó y abrió, encontrándose con el rostro sonriente de su baterista; un joven alto y moreno, de ojos risueños y cabellos castaños revueltos.
"Ey, Yama, ya es hora de comenzar", le dijo.
El rubio asintió. "De acuerdo, ¿hay mucho gente allá afuera, Kyo?".
"Está a reventar, amigo".
"Ya. Espera un momento –pidió Yamato, dejando nuevamente las hojas sobra la mesa y tomando su guitarra-. Listo, vamos a tocar".
La puerta del camerino se cerró, sumergiéndolo todo en una fuerte oscuridad y un silencio que sólo fue roto por el lento caer de algunas de las hojas escritas por Yamato en el suelo.
~*~
El público los recibió con regocijo y vitoreó cada una de sus canciones, mientras las luces multicolores iluminaban a las personas excitadas de las primeras filas y a los músicos. Yamato reía divertido al ver a las chicas llorar y gritar su nombre, mientras le arrojaban rosas, poemas de amor y prendas íntimas, sosteniendo pancartas con mensajes escritos como: "Te amo". Siempre era lo mismo... pensó, sin importar en qué ciudad se presentara, siempre despertaba el mismo furor en las mujeres, la misma pasión...
Pero a él no le interesaba ninguna de ellas, aunque tenía fama de casanova, de gigoló. La prensa siempre solía preguntarle cuál era la fuente de inspiración de las hermosas canciones románticas que cantaban y él siempre evadía la respuesta con una sonrisa misteriosa y seductora. Sus motivos sólo eran suyos y de *él* y a nadie les incumbían, además, que sabía que no podrían entenderle...
La música se detuvo y los vítores inundaron a la sala de conciertos. Yamato secó el sudor de su frente con el dorso de la mano y tomó el micrófono.
"Muchas gracias por haber asistido al conciertos esta noche. Han sido un público maravilloso –los gritos del público se intensificaron-. Ahora, "Y aquí estoy...". Buenas noches".
El rubio tomó una butaca y se sentó sobre ella, sosteniendo firmemente la guitarra entre sus manos, mientras las luces se apagaban y dejaban al cantante casi en penumbras. Sintió a su corazón latir con fuerza, de tristeza y emoción al mismo tiempo, igual a 10 años atrás, cuando compuso esa canción. Finalmente había llegado el momento que había estado esperando, la razón por la que aún vivía, la que le hacía sentir que todo el dolor valía la pena, siempre y cuando pudiera cantar esa canción nuevamente. Cerró sus ojos y comenzó a cantar, acompañado sólo por el sonido suave de su guitarra...
Hoy he vuelto a escuchar
al silencio gritar tu nombre
tu nombre...
y comienzo a sentir
la nostalgia en mi ser
sin poder evitar
un lamento de amor sin fin
Era su canción conocida más antigua, la que le dio nombre a su primer CD y muchos se preguntaban por qué la joven estrella insistía en cantarla como un ending a todos sus conciertos, ¿acaso como pago a una promesa? ¿quizá por superstición? Nadie lo sabría jamás.
Y aquí estoy
Esperando por ti
Sin poder entender
Qué te hizo alejarte de mí
¿Y por qué siempre cerraba sus ojos cuando la cantaba? Era otra de las incógnitas, ¿por qué nunca observaba al público? La respuesta era simple: porque la canción no estaba dedicada a ninguna de las personas que escuchaban la melodía en la oscuridad de ese escenario, sosteniendo la diminuta llama de los miles de yesqueros que iluminaban el teatro y se movían suavemente al compás de la música, rivalizando con el brillo de las estrellas de esa noche despejada. No, Yamato sólo pensaba en una persona mientras cantaba, sólo en una. Su gran amor, aquel que nunca había podido olvidar, Taichi...
Y aquí estoy
Quiero ver si por fin
Te decides volver
Y creer que es posible empezar
Una vez más
Taichi se había ido lejos de él y de alguna forma ya nada volvió a importar. Los meses que siguieron a su partida fueron una agonía sin fin, al no poder tenerlo, ni besarlo, ni acariciarlo, sin poder sentirlo nuevamente... trataba desesperadamente de no extrañarlo pero descubrió que era imposible. Pensó que era el fin, que jamás podría superar esa inmensa desolación pero, entonces, sucedió el milagro.
Hoy he vuelto a sentir
El deseo de hablar
Y decir que te amo
Que no puedo olvidar
Esos días de ayer
Que hay momentos que ya
No me puedo calmar sin ti
Un día tomó su viejo bloc de notas y comenzó a escribir convulsivamente, con una necesidad apremiante. Las frases se convirtieron nuevamente en canciones y su guitarra les hizo compañía. Nació "Y aquí estoy...", como el hijo vástago de una gran necesidad: transmitir un mensaje. No una mensaje al mundo, a la vida, ni a su familia, ni siquiera era un mensaje para él mismo. Era el mensaje que nunca le podría hacer llegar a su gran amor, el que nunca le podría decir cara a cara a Taichi Yagami. No sabía dónde vivía desde entonces, pero ahora al menos tendría la esperanza de que escuchara el ruego que transmitía su canción y de que a través de él pudiera decirle todo lo que sentía, lo mucho que lo amaba y extrañaba, la necesidad imperiosa de que algún día volviera a su lado... que supiera que, sin importar cuánto tardara regresar, lo iba a esperar por siempre. Y esa certeza lo mantenía con vida ahora.
Y aquí estoy
Esperando por ti
Sin poder entender
Qué te hizo alejarte de mí
Y aquí estoy
Quiero ver si por fin
Te decides volver
Y creer que es posible empezar
Una vez más...
Las luces se apagaron por completo y la voz se detuvo, junto al sonido de la guitarra. La canción había terminado, dejándole una onda sensación de vacío y pérdida, pero pronto, en otro concierto, en alguna otra ciudad del mundo, podría volverla a cantarla. Vivía sólo para esperar esos breves momentos, en que su canción cobraba vida propia a través de él y era arrastrada por el viento lejos, muy lejos... entonces surgía nuevamente la esperanza de que, de alguna manera, Taichi la escuchara y finalmente regresara a su lado.
Hasta entonces, sólo podía cantar y rogar porque su mensaje llegara a su destino, donde sea que *él* estuviera.
FIN
Dedicado con mucho cariño a mi amiga Yaiza, por haberme transmitido su pasión por Taichi, ¡ahora yo también lo adoro! Y también por darme ánimos para que siga escribiendo, aunque mis historias sean tan extrañas... ^_^
La canción que acompaña a este songfic se llama: "Y aquí estoy" y es de Ana Gabriel, una de mis cantantes favoritas. Sus letras han siendo siempre una fuente de gran inspiración para mí.
Terminado el 14 de agosto de 2002
